14ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

Gn 32, 22-32: Te llamaré Israel, porque has luchado conmigo y me has podido. Un acontecimiento misterioso da lugar a la explicación del nombre de Israel impuesto a Jacob; éste hubo de luchar con el Desconocido para obtener de Él la bendición. La tradición cristiana ha creído ver en ello el símbolo del combate espiritual y del poder de la oración. Explica San Agustín:

" Jacob prevaleció sobre él. Y, con todo, el mismo que luchaba, Jacob, era conocedor del misterio. Un hombre prevaleció en la lucha sobre un ángel, y al decirle éste: "Déjame", el que había prevalecido le respondió: "No te dejaré si no me bendices". ¡Oh gran misterio! El vencido bendice, habiendo sufrido quien libera; entonces tuvo lugar la bendición plena... No te llamarás Jacob, sino Israel. La imposición de nombre tan sublime es grande bendición. Israel se traduce por el que ve a Dios, nombre para uno solo y premio para todos. Para todos, pues todos los fieles y los bendecidos tanto judíos como griegos. En efecto, el Apóstol llama griegos a todos los gentiles, porque entre los gentiles destaca la lengua griega (Rm 2, 10. 8-9)... Bien para los judíos buenos y mal para los malos; bien para los gentiles buenos y mal para los malos " (Sermón 229,F,2).

– Con el Salmo 16 proclamamos: " con mi apelación, Señor, vengo a tu presencia ". Una conciencia tranquila puede mirar con serenidad los momentos difíciles de una persecución injusta, si los mira desde las alturas de los juicios de Dios. Y puede mantener la presencia de ánimo para no amilanarse ante la injusticia de un juicio humano, que nada pesa en la balanza de su fe. Esta serenidad, que es propia de los grandes hombres, es la atmósfera que debería respirar todo creyente. Muchas veces no queda otro recurso humano, sino el sufrimiento magnánimo con la mirada puesta en Dios con gran fe. Siempre, en todo caso, lo que ha de contar para el cristiano es estar convencido de que Dios es preferible al mundo entero y que la suprema felicidad consiste en vivir en íntima unión con Él, con la esperanza viva del gran momento en el que se abrirán los ojos, después de la existencia terrena, para quedar saciado en la contemplación de su gloria.

Años pares

Os 8, 4-7.11-13: Siembran vientos y cosechan tempestades. El oráculo hace alusión a las revoluciones palaciegas que se fueron sucediendo en Samaria. Pero, por encima de todo, estigmatiza la perversión del culto, influenciado por las costumbres paganas. El verdadero Dios no puede aceptar los sacrificios de un pueblo que menosprecia la ley. Es un tema muy repetido en la Sagrada Escritura, principalmente en los profetas. Dos partes, dos temas: en primer lugar la infidelidad de Israel. Se ha hecho un ídolo y será llevado al cautiverio como sus adoradores y se reirán de él. Lo que cuenta en los profetas es la alianza. Conforme a ella, la historia de Israel se desenvuelve en una alternativa de bendiciones o castigos, según sea fidelidad o deslealtad a la misma por parte del pueblo elegido. En segundo lugar los actos del culto han de proceder del corazón y no ser meramente externos. Dios quiere ante todo la entrega sincera de sus corazones en el cumplimiento exacto y religioso de su Voluntad.

– Adecuadamente decimos con el Salmo 113: " sus ídolos son plata y oro, hechura de sus manos ". La gran lección que da la historia sagrada es la de un Dios vivo y personal, frente a los ídolos paganos, faltos de vida, hechos por la mano del hombre. Él es Dios trascendente que está en los cielos. El Dios personal que todo lo ve y todo lo regula, aunque sea invisible, precisamente porque es trascendente.

La situación que describe el salmo se ha repetido muchas veces en la historia humana que se deja llevar por los ídolos del dinero, de la sensualidad, de la ambición, de los honores, del poder, etc. Ante todo esto, hemos de poner la mirada en el Dios verdadero y en su Cristo, que ha manifestado a todos los hombres su fidelidad y su gracia. Con su presencia caen todos los ídolos mundanos y nos muestra el verdadero culto en espíritu y en verdad. Cristo desenmascara los ídolos, revelando al mundo el rostro del único Dios verdadero al que han de dar culto. Él enseña a los hombres a confiar en el Padre celestial y, realizando la redención, otorgó a todos una bendición sobreabundante, comunicándoles su misma vida.

Evangelio

Mt 9, 32-38: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Dos nuevas curaciones acrecientan aún más la fama de Cristo y manifiestan su compasión por una gran muchedumbre sin rumbo, como ovejas sin pastor. San Juan Crisóstomo comenta:

" Mirad una vez más cuán ajeno es el Señor a la vanagloria, pues para no atraerlos a Él a todos en pos de sí, envió a sus discípulos. Aunque no es ésa la única razón por la que los envía. Él quiere que se ejerciten en Palestina, como en una palestra, y así se preparen para sus combates por todo lo ancho de la tierra. De ahí que cada vez les va ofreciendo más ancho campo a sus combates en cuanto su virtud lo permita, con el fin de que luego se les hicieran más fáciles los que les esperaban... No os envío -parece decirles- a sembrar, sino a segar... Al hablarles así quería el Señor reprimir su orgullo a par de infundirles confianza, pues les hacía ver que el trabajo mayor estaba ya hecho.

" Pero mirad también aquí cómo el Señor empieza por su propio amor y no por recompensa de ninguna clase: porque se compadeció de las muchedumbres... Con estas palabras apuntaba a los príncipes de los judíos; pues habiendo de ser los pastores, se mostraban lobos. Porque no sólo no corregían a la muchedumbre, sino que ellos eran el mayor obstáculo a su adelantamiento " (Homilía 32, 2, sobre San Mateo).

Cristo nos da la solución de todo apostolado: " rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies ". Esto es siempre necesario en la Iglesia y en el mundo entero. El poder de la oración es grande en toda labor apostólica. Recordemos a San Francisco Javier o a Santa Teresa del Niño Jesús.