15ª semana del Tiempo Ordinario, miércoles

Años impares

Ex 3, 1-6.9-12: La zarza ardiendo sin consumirse. La primera manifestación de Moisés manifiesta la grandeza y el poder de Dios, así como una providencia y amor para con su pueblo. Muchas veces los Santos Padres tratan de ese hecho y lo aplican a la virginidad de María en la Encarnación. Oigamos a San Gregorio de Nisa:

" ¡Oh acontecimiento admirable: una virgen madre, permaneciendo virgen! Mira el nuevo orden de la naturaleza. En el caso de todas las demás mujeres, mientras que una permanece virgen, ciertamente no puede ser madre al mismo tiempo; una vez que llega a serlo, ya no posee la virginidad.

" Conviene, en efecto, que aquel que hacía su entrada en la vida humana para la salvación de los hombres íntegro e incorrupto, trajera su origen de una integridad absoluta y dada a Él sin reservas; ahora los hombres habitualmente llaman incorrupta a una mujer que no había tenido unión carnal alguna.

" Pienso que el gran Moisés conoció ya este acontecimiento por el fuego en el que Dios se le apareció, cuando veía la zarza ardiendo y no se consumía (Ex 3 1ss.). Efectivamente, entonces en el fuego y en la zarza, se ponía de manifiesto aquello que en su momento oportuno se manifestó claramente en el misterio de la Virgen. Del mismo modo que la zarza, aunque quemada por el fuego, no se consumió, igualmente la Virgen, engendrando la Luz, no se corrompió " (Sermón sobre el nacimiento de Cristo).

– El Salmo 102, ya tantas veces expuesto, sigue con la idea de la misericordia de Dios: " El Señor es compasivo y misericordioso... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades... El Señor defiende a todos los oprimidos ". El salmista es un israelita y tiene un título especial para agradecer a Dios los beneficios que ha hecho con su pueblo, muchas veces oprimido, pero siempre liberado. Los Santos Padres cantan la amplísima misericordia de Dios. Bien lo resume San Bernardo:

 " Se da prisa en buscar la centésima oveja que se había perdido... ¡Maravillosa condescendencia de Dios que así busca al hombre; dignidad grande la del hombre, así buscado por Dios! " (Sermón del primer domingo de Adviento, 7)

Años pares

Is 10, 5-7.13-16: ¿Se envanece el hacha contra quien la blande? Dios escoge sus instrumentos para su obra, como lo hizo con el rey de Siria para castigo de Israel, pero si el instrumento se sobrepone a Dios, Él le retira su asistencia. El primero y el peor de los pecados es la soberbia. Así lo reitera Orígenes:

" ¿Cuál es el mayor de todos los pecados? Ciertamente aquel por el que cayó el diablo. ¿Cuál es ese pecado, en el que cayó tanta altura, del que elevado cae en el juicio del diablo? Dice el Apóstol: la inflación, la soberbia, la arrogancia es el pecado del diablo; y por tales delitos cayó a la tierra desde el cielo. De aquí que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. ¿Para que te ensoberbeces tierra y ceniza, de manera que el hombre, olvidado de lo que es y en qué vaso tan frágil está encerrado, y en qué estiércol está metido y qué suciedades arroja de su cuerpo, se subleve con arrogancia?

" ¿Qué dice la Escritura? ¿De qué te ensoberbeces, polvo y ceniza? Ya en vida vomitas la entrañas (Si 10, 9). La soberbia es el mayor de todos los pecados y el principal pecado del mismo diablo. Cuando la Escritura descubre los pecados del diablo, encontrarás que todos ellos brotan de la fuente de la soberbia. Dice: "con la fuerza de mi brazo he hecho eso... me he apoderado de la tierra toda" (Is 10, 13-14).

" Mira sus palabras: hasta qué punto son soberbias y arrogantes, y lo desprecia todo. Tales son todos los que andan hinchados por la jactancia y la soberbia. Materia de la soberbia, las riquezas, las dignidades, la gloria secular. Causa frecuente de soberbia es para aquel que ignora tener la dignidad eclesiástica, el orden sacerdotal o el grado de los levitas. ¡Cuántos presbíteros se olvidan de la humildad! ¡Como si hubieran recibido el orden sagrado para dejar de ser humildes! " (Homilías sobre Ezequiel 9, 17).

Dice San Agustín:

" Cuanto más humilde sea el hombre ante sí mismo, más grande será ante Dios; el soberbio, cuanto más glorioso aparece ante los hombres, más abyecto es delante de Dios " (Sermón sobre la humildad 3).

– El castigo de Dios es siempre medicinal en este mundo, con él quiere Dios provocar la conversión. Esto es lo que se manifiesta en el Salmo 93: " El Señor no rechaza a su pueblo. Trituran, Señor, a tu pueblo, oprimen a tu heredad; asesinan a viudas y forasteros, degüellan a los huérfanos. Y comentan: Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera. Enteraos, los más necios del pueblo, ignorantes, ¿cuándo discurriréis? El que plantó el oído ¿no va a oír? El que formó el ojo, ¿ no va a ver? El que educa a los pueblos, ¿no va a castigar? El que instruye al hombre, ¿no va a saber? Porque el Señor no rechaza a su pueblo, no abandona su heredad; el justo obtendrá su derecho, y un porvenir, los rectos de corazón ".

Evangelio

Mt 11, 25-27: Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla. A la incredulidad de los pueblos cultos se contrapone la fe de los sencillos. Comenta San Agustín:

" Confesamos ya cuando alabamos a Dios, ya cuando nos acusamos a nosotros mismos. Piadosas son ambas confesiones, ya cuando te reprendes tú que no estás sin pecado, ya cuando alabas a Aquel que no puede tener pecado... A los ridículos sabios y prudentes, a los arrogantes, en apariencia grandes y en realidad hinchados, opuso a los incipientes, no los imprudentes, sino los pequeños. ¿Quiénes son estos pequeños? Los humildes... ¡Oh camino del Señor! O no existía o estaba oculto, para que se nos revelase a nosotros. ¿Y por qué exultaba el Señor? Porque el camino fue revelado a los pequeños.

" Debemos ser pequeños; pues si pretendemos ser grandes, como sabios y prudentes, no se nos revelará el camino. ¿Quiénes son grandes? Los sabios y prudentes, diciendo que son sabios (Rm 1, 22). Pero tienes el remedio por contraste. Si diciendo que eres sabio te haces necio, dí que eres necio y será sabio. Pero dílo, y dílo interiormente. Porque no es así como lo dices. Si lo dices, no lo digas ante los hombres y lo calles ante Dios... Con tu Luz, Señor, iluminarás mis tinieblas (Sal 17, 29). Nada tengo, sino tinieblas, pero Tú eres la Luz que disipas las tinieblas al iluminarme. La luz que tengo no viene de mí, sino que es luz participada de ti " (Sermón 67, 1 y 8).