24ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

1Tm 2, 1-8: Pedid por todos los hombres a Dios, que quiere que todos los hombres se salven. Oración en la asamblea litúrgica: Orar por todos. Cristo es el Mediador. Representar a la humanidad ante Dios, mostrarse solidario de ella ante Él; estas son las condiciones esenciales de la oración cristiana. Cristo ha sido el primero en asumirlas, pues se ofreció por todos en la cruz. San Clemente Romano nos ha dejado en el siglo I un bello testimonio de la oración por los gobernantes:

" Danos ser obedientes a tu omnipotente y santísimo nombre y a nuestros príncipes y gobernantes sobre la tierra... Dales, Señor, salud, paz, concordia y constancia, para que sin tropiezo ejerzan la potestad que por Ti les fue dada... Endereza Tú, Señor, sus consejos conforme a lo bueno y acepto en tu presencia, para que ejercitando en paz y mansedumbre y piadosamente la potestad que por Ti les fue dada, alcancen de Ti misericordia " (Carta a los Corintios I,60-61).

Comenta San Agustín:

" San Pablo mandaba rezar por los reyes cuando éstos perseguían a la Iglesia. Pero a los que entonces perseguían mientras oraban por ellos, ahora los defiende después de haber sido escuchado en beneficios de ellos " (Sermón 149, 17).

– Sigue la misma idea en el Salmo 27: " Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante. Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario. El Señor es nuestra fuerza y nuestro escudo, en Él hemos de confiar pues nos socorre, por eso hemos de alegrarnos y cantarle agradecido. Él es nuestro Pastor y nuestro guía, nuestro apoyo y salvación ". San Juan Crisóstomo dice:

" La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta el cielo, abraza a Dios con abrazos inefables; por ella, nuestro espíritu espera el cumplimiento de sus propios anhelos y recibe unos bienes que superan lo natural y visible " (Homilía 6 sobre la oración).

Años pares

 

1Co 11, 17-26: Evitar las divisiones. Amar y fomentar la unidad cuyo símbolo y eficacia es la Eucaristía. San Pablo recuerda la tradición apostólica sobre la sinaxis eucarística. La perspectiva de Pablo es la de la significación de la asamblea litúrgica: ésta es símbolo de la reunión de todos los hombres en el Reino y en el Cuerpo de Cristo. Una asamblea dividida no puede dar testimonio de esta unión y viene a ser un contrasigno. Comenta San Agustín:

" Recibid, pues el Cuerpo de Cristo, transformados ya vosotros mismos en miembros de Cristo, en el Cuerpo de Cristo; recibid y bebed la Sangre de Cristo. No os desvinculéis, corred al vínculo que os une; no os estiméis en poco, bebed vuestro precio... Si recibís santamente este sacramento que pertenece al Nuevo Testamento y os da motivos para esperar la herencia eterna, si guardáis el mandamiento nuevo de amaros unos a otros, tendréis vida en vosotros, pues recibís aquella carne de la que dice la Vida misma: " el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo " y " Quien no come mi carne y bebe mi sangre, no tendrá vida en Mí " (Sermón 228,B,3).

– Cantamos con el Salmo 39 la frase que repetimos en la liturgia eucarística: " Proclamad la muerte del Señor hasta que vuelva ". Tú no quieres sacrificios ni ofrendas de animales y cosas, sino el sacrificio eucarístico, reactualización sacramental del sacrificio eucarístico. Él dijo: " Aquí estoy para hacer tu voluntad " (cf. Hb 10, 7). " Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas ". Proclamaré la salvación de Dios ante todos los hombres. No cerremos nuestros labios, para que se alegren y gocen contigo todos los que te buscan y todos juntos digamos: " Grande es el Señor ". Hemos de tener los mismos sentimientos de Cristo: " Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre " (Jn 4, 34).

Evangelio

Lc 7, 1-10: La gran fe del centurión. San Ambrosio afirma que esa fe representa al pueblo pagano, que se hallaba aprisionado por las cadenas de la esclavitud al mundo, enfermo de pasiones mortales, y que había de ser sanado por la bondad del Señor. En la curación del siervo del centurión, Jesús se contenta con la palabra y responde así al elogio de la eficacia de la palabra pronunciada por el centurión, cuando éste último invita a Cristo a servirse únicamente de su palabra para realizar la curación. La Iglesia ha recogido las palabras del centurión en la Misa, antes de la comunión, para expresar su fe en Cristo, realmente presente en la Eucaristía.

Todos los días nos pide Dios que tengamos fe en su Palabra, que nos llega a través de la Iglesia. La fe lo ilumina todo con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Dice San León Magno:

" No es la sabiduría terrena la que descubre la fe, ni la opinión humana la que puede conseguirla: el mismo Hijo único del Padre es quien la ha enseñado y el Espíritu Santo quien la instruye " (Sermón 75, Pentecostés).

Y San Ambrosio comenta:

" Observa cómo la fe da un título para la curación. Advierte también que aun en el pueblo gentil hay penetración del misterio: el Señor va, el centurión quiere excusarse y, dejando la arrogancia militar, se llena de respeto, dispuesto a creer y a rendirle honor. La fe de este hombre la antepone a aquellos elegidos que ven a Dios (interpretación del nombre de Israel). Observa la economía: es probada la fe del señor, la salud del siervo es robustecida. El mérito del dueño puede ayudar también a sus servidores, no solo en cuanto al mérito de la fe, sino también en cuanto al celo de la conducta " (Comentario a San Lucas lib. V,85-88).