– Za 2, 1-5.10-11: Yo vengo a habitar dentro de ti. Un ángel mide la nueva Jerusalén: tendrá fortificaciones y murallas de fuego, símbolo de la gloria de Dios. Todos los pueblos acudirán allí para adorar al Señor. San Juan aplica esto a la Jerusalén celeste en el Apocalipsis. Zacarías no podía presentar a sus compatriotas, que se preocupaban afanosamente en reconstruir la ciudad de Jerusalén, un horizonte más optimista.
La ciudad superará el esplendor antiguo y estará bajo la especialísima y personal protección de Dios. Como siempre, los profetas proyectan su mirada hacia los tiempos mesiánicos y esto de un modo espiritual ". Cristo, la Iglesia, las almas, la gloria futura. Vivamos nosotros esas realidades con gran espíritu de fe. Solo así podemos ver y gozar de esas realidades en toda su plenitud.
– Como Salmo responsorial se ha escogido un pasaje de Jeremías 31, ya expuesto en otra ocasión: " El Señor nos guardará como Pastor a su rebaño. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas. El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño. Porque el Señor redimió a Jacob, a la humanidad, a nosotros mismos, nos rescató con mano fuerte ". Por eso acudamos a la celebración litúrgica con aclamaciones, pues allí encontramos los bienes del Señor. Todos nos alegramos, porque el Señor ha hecho grandes maravillas con toda la humanidad, aunque ésta en gran parte no lo conozca o se olvide de ello y ofenda al Señor. Nuestra misión es proclamar esas maravillas por doquier y reparar las ofensas de los hombres.
– Si 11, 9-12, 8: Acuérdate de tu Creador, ahora que vives, antes de que el polvo vuelva a la tierra y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. Dios te llamará a juicio para dar cuenta. El fin del mundo sorprenderá a los hombres, ocupados en sus negocios, sin advertir la inminencia de la llegada de Cristo. Vendrá como Redentor del mundo, como Rey, Juez y Señor de todo el universo, pero también como Padre misericordioso, pues Él es esencialmente Amor. " Cuando venga el Hijo del Hombre... hará comparecer ante Él a todas las naciones y separará a uno de otros " (Mt 25, 31-32; Mc 13, 26-27; Lc 21, 36). San Juan Crisóstomo dice:
" Aunque tengas padres o hijos o amigos o alguien que pudiera interceder por ti, solo te aprovechan tus hechos. Así es este juicio; se juzga solo lo que has hecho " (Homilía sobre la Carta a los Gálatas 2-8).
Y San Gregorio Magno:
" En la vida presente puede ocultarse a los hombres lo que se hace interiormente; pero vendrá ciertamente el Juez a quien no podrá ocultarse nada con callar, a quien no podrá engañarse negando " (Homilía 17 sobre los Evangelios).
– Acudimos al Señor misericordioso con el Salmo 89: " Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Tú reduces el hombre a polvo ". Ante la eternidad de Dios, el hombre, todo él caduco, se refugia en el Infinito, al que camina sin cesar. Recurre a la Fuente de la Vida. El hombre, miserable, pide misericordia y piedad, el afligido implora el consuelo de la gloria de Dios y Este no lo defrauda. Ahí está nuestra salvación.
– Lc 9, 44-45: Nuevo anuncio de la Pasión. Pero los discípulos no lo entendieron. Tan asimilada tenían todos, incluso los apóstoles, una idea radiante del Mesías, que no podían ni imaginar la realidad de la Pasión y de la muerte en cruz del mismo. Era algo inconcebible. ¿Lo es para nosotros? San Juan Crisóstomo dice:
" Oigan los que se avergüenzan de la Pasión y de la Cruz de Cristo... ¿Qué perdón pueden tener aquellos que, después de tan manifiesta demostración, niegan la economía de la Cruz?... Considerad lo que habrán de sufrir los que, después de todo eso, destruyen y anulan el misterio de la Cruz " (Homilía 54 sobre San Mateo).
San Agustín comenta:
" ¿De donde nos viene la vida? ¿De dónde le vino a él la muerte? Centra tu atención: "en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios" (Jn 1, 1). Busca allí la muerte. ¿Dónde se la encuentra? ¿De dónde le viene? ¿Cómo era la Palabra? "La Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios". Si encuentras en ella carne y sangre, encuentras también la muerte. Por tanto, ¿de dónde le vino la muerte a aquella Palabra? ¿de dónde nos vino la vida a nosotros, hombre moradores de la tierra, mortales corruptibles y pecadores? Nada había en ella de donde pudiera surgir la muerte y nada teníamos nosotros de donde poder estar en la vida. De nuestro haber, él tomó la muerte, para darnos del suyo la vida " (Sermón 232, 5).