26ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

Za 8, 20-23: Vendrán pueblos incontables a consultar al Señor en Jerusalén. El profeta se abre al universalismo. La Jerusalén celeste que celebra no es un ghetto. Abre ampliamente sus puertas a los paganos. Zacarías aparece como esencialmente misionero. No se trata de un simple retorno de emigrados a su país. Los paganos los acompañarán para conocer su fe y unirse a ella. Todo esto solo se realizó en Cristo y en su obra redentora. La Iglesia es en realidad la Jerusalén abierta a todos los pueblos. Fue el mismo Jesús el que dio el mandato: " id a todos los pueblos y predicad la buena nueva; el que crea se salvará, el que no crea será condenado " (Mt 28, 19; Mc 16, 15-18). De ese mandato parte siempre la condición misionera de toda la Iglesia, de todo cristiano.

– El Salmo 86 es como un eco de la profecía de Zacarías: el universalismo, que en realidad solo se vio en la obra de Cristo y así se ve en la actualidad. La única religión abierta a todas las naciones, a todos los pueblos y a todos los hombres es el cristianismo. Por eso con toda razón podemos cantar acerca de la Iglesia: " Dios está con nosotros. Él la ha cimentado sobre el monte santo, el Señor la prefiere a todo lo demás, a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón para ti, ciudad de Dios! Puede contar todos los pueblos entre sus fieles, todos han nacido allí... El Altísimo en persona la ha fundado ".

La Iglesia se extiende por doquier. Su esplendor es inmenso, no obstante las persecuciones y las infidelidades de algunos de sus hijos. Son innumerables sus santos y continúa la lista sin parar. Lo vemos constantemente por las beatificaciones y canonizaciones. Verdaderamente " Dios está con nosotros ".

Años pares

Jb 3, 1-3.11-17.20-23: Gran sufrimiento. Dolor de haber nacido. Maldecir es afirmar el carácter infernal de la vida, es definir el mal como reverso del bien. Preguntar por el mal es una cuestión que ha existido siempre y existe también hoy. ¿Por qué el mal? Enseña San Gregorio Magno:

" Si analizamos con finura las palabras del santo Job, descubrimos que su maldición no procede de la malicia del pecador, sino de la rectitud del Juez; no es la ira de un hombre alterado, sino la enseñanza de un hombre tranquilo. El que maldijo, pronunciando palabras tan rectas, no cayó en el vicio de la perturbación, sino que se entregó al magisterio de la doctrina. Vio, en efecto, a sus amigos llorar con grandes gritos, vio cómo se rasgaban las vestiduras, vio cómo echaban polvo sobre sus cabezas, vio cómo enmudecían al contemplar su estado, y el santo varón advirtió que sus amigos -que deseaban la prosperidad temporal y que lo juzgaban según su propia mentalidad-, creían que las desgracias temporales eran las que a él le afligían. Advirtió que el llanto desesperado de los amigos, derramado por una aflicción pasajera, no hubiera sido tal si ellos mismos no hubieran apartado su mente de la esperanza de la salud interior.

" Así, prorrumpiendo por fuera con un grito de dolor, muestra la virtud de la medicina a los que están enfermos por dentro, diciendo: "perezca el día en que nací" ¿Qué se debe entender por el día del nacimiento sino todo este tiempo de nuestra condición mortal? Mientras éste nos retiene en nuestro estado actual de corruptibilidad, no nos aparece la inmutabilidad de la eternidad. Por eso, quien ve ya el día de la eternidad, a duras penas soporta el día de su condición mortal... ¿Qué significa, por tanto maldecir el día del nacimiento, sino decir claramente: "perezca el día de la corrupción y surja la luz de la eternidad"? " (Morales sobre Job lib.IV, 1, 3-4).

– Sigue este tema en el Salmo 87: " Llegue, Señor, hasta ti mi súplica. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor, porque mi alma está colmada de desdicha, mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa; soy como un inválido, tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano. Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo. Tu cólera pesa sobre mí. Me echas encima todas tus olas ".

Evangelio

Lc 9, 51-56: Decide Jesús ir a Jerusalén, donde sufrirá la pasión y la muerte en la cruz. Rehúsa castigar a las ciudades de Samaría, que no quieren recibirle. San Ambrosio comenta:

" Y si Él increpó a sus discípulos porque querían que descendiera fuego sobre aquellos que no recibieron a Cristo, nos quiere enseñar con ello que no siempre hay que vengarse de los que pecan, porque a veces la clemencia tiene grandes ventaja, para adquirir más paciencia y lograr así la corrección del culpable. Además, los samaritanos creyeron más pronto en aquellos que apartaron el fuego de aquel lugar.

" Al mismo tiempo aprende que Él no quiso ser recibido por aquellos de quienes sabía que no se convertían con una mente sincera; pues, de haberlo querido, habría hecho hombres entregados aun de esos mismos que estaban dominados por el egoísmo...Pero el Señor hace admirablemente las cosas. Él no recibe a nadie que se entrega con presunción ni se enfada para castigar a quienes, egoístamente, rechazan a su propio Señor, y actúa así con el fin de enseñarnos que la virtud perfecta no guarda ningún deseo de venganza y que donde esté presente la verdadera caridad, no tiene lugar la ira y, en fin, que la debilidad no debe ser tratada con dureza, sino que debe ser ayudada. La indignación está tan lejos de las almas piadosas, como lo está el deseo de venganza de las almas magnánimas y la amistad irreflexiva y la necia simplicidad, de las almas prudentes " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,27-28).