MARCOS

Mc 1, 1 Es la introducción a toda la obra. El «Evangelio», es decir, la «Buena Noticia» que proclama san Marcos con su escrito, tiene como objeto central la persona misma de Jesús, Mesías e Hijo de Dios, como se manifiesta en la confesión de fe Pedro (Mc 8, 29) y en la del centurión (Mc 15, 39).

Mc 1, 25 Varias veces en Marcos, Jesús impone silencio a quienes lo reconocen, han contemplado sus milagros o percibido su gloria (Mc 1, 25. 34; Mc 3, 12; Mc 1, 44; Mc 5, 43; Mc 7, 33; Mc 8, 23. 26; Mc 8, 30; Mc 9, 9). El dato, de indudable valor histórico, sirve al evangelista para contrarrestar una cristología triunfalista que amenazaba a su comunidad. El secreto se desvelará al pie de la cruz: el crucificado es Mesías e Hijo de Dios (Mc 15, 39).

Mc 2, 1-3, 6 Este conjunto, muy bien construido, incluye cinco controversias de Jesús con los escribas y los fariseos: la primera (Mc 2, 1-12) y la última (Mc 3, 1-6) parten de un milagro de Jesús; en la segunda (Mc 2, 13-17) y en la cuarta (Mc 2, 23-27) intervienen los discípulos, y en la central (Mc 2, 18-22) se recogen sobre todo palabras de Jesús. El conflicto va creciendo de tal modo que los enemigos deciden al final eliminar al Maestro de Nazaret (Mc 3, 6).

Mc 4, 1-33 Las parábolas son relatos breves y sugerentes, con imágenes y comparaciones tomadas de la vida cotidiana, que pretenden hacer pensar al oyente; con ellas, Jesús evoca diversos aspectos del reino de Dios: su realidad presente y su plenitud futura, su carácter de don entregado, su pequeñez y, al mismo tiempo, su dinamismo, la necesidad de acoger el Reino y de dejar que fructifique, porque fácilmente puede ser sofocado o preterido. Quien las lee o escucha es invitado a interrogarse sobre su propia situación ante un Dios que ofrece su reino.

Mc 4, 39 El mar aparece como sede de espíritus inmundos y fuerzas hostiles y opuestas a Dios, sobre las que Jesús domina (véase Mc 1, 23-27), pues posee un poder que el AT atribuye a Dios (Sal 89, 10; Sal 93, 3ss; Sal 107, 23-32).

Mc 6, 3 La tradición eclesial ha interpretado desde siempre que estos hermanos son «parientes» de Jesús.

Mc 6, 30-8, 31 Esta sección del Evangelio según san Marcos se conoce con el nombre de «sección de los panes» porque en ella se habla varias veces de «los panes».

Mc 6, 41 El gesto adelanta el de Jesús en la Última Cena (Mc 14, 22).

Mc 7, 11 En arameo corbán significa ofrenda para Dios. Quien ofrecía al templo lo previsto para ayudar a los padres quedaba dispensado de ello.

Mc 7, 15 Aquí algunos manuscritos añaden Mc 7, 16.

Mc 8, 22 La curación progresiva y dificultosa del ciego de Betsaida expresa el proceso de los discípulos y prepara la escena de la confesión de fe de Pedro en Mc 8, 27ss.

Mc 8, 27-9, 1 Estos versículos ocupan un lugar central en el conjunto del evangelio: por un lado, 8, 27-30 marca un punto de llegada de lo narrado desde Mc 1, 1, desvelándose una dimensión del secreto mesiánico de Jesús, de quien Pedro confiesa que es el Mesías (Mc 8, 29); por su lado, Mc 8, 31-9, 1 señala el comienzo de la segunda parte del relato: Jesús revela la condición sufriente del Mesías que él encarna (Mc 8, 31-32a) y, frente a la incomprensión de Pedro, reinterpreta el seguimiento desde la necesidad de la aceptación de dicha dimensión y la implicación en ella (Mc 3, 32b-9, 1).

Mc 8, 31-9, 1 Comienza aquí la segunda parte del evangelio: Jesús señala las diferencias entre el mesianismo en que pensaban muchos judíos, incluidos Pedro y los discípulos, y un mesianismo, el suyo, que pasa por la cruz. El contraste, repetido otras dos veces (Mc 9, 30-37; Mc 10, 32-45) marcará el relato hasta Mc 10, 52.

Mc 9, 2-13 En los comienzos de la segunda parte de Mc, la transfiguración cumple una función parecida al bautismo de Jesús: el Padre vuelve a dar testimonio del Hijo, pero invita además a escucharle, precisamente después de que Jesús ha realizado la revelación más difícil de aceptar.

Mc 9, 43 La sucesión de ejemplos (mano, pie, ojo) podría explicar que algunos copistas hayan repetido la conclusión de Mc 9, 48 en Mc 9, 44 y Mc 9, 46, donde, sin embargo, no la leen muchos manuscritos.

Mc 10, 8 En su respuesta a los fariseos, Jesús se remonta a la voluntad originaria de Dios, expresada en el Génesis y declara superada una forma de entender la relación varón-mujer. La doctrina de Jesús no debe entenderse de manera casuística, sino como propuesta del ideal del amor entre el varón y la mujer, basado en el reconocimiento del carácter personal de ambos y de su igual dignidad.

Mc 11, 1-11 La entrada de Jesús en Jerusalén representa para Marcos el fin de su viaje iniciado en Galilea y el comienzo de la etapa decisiva de su ministerio. Él viene a la ciudad a cumplir su misión y su destino, mientras la multitud lo aclama con imprecisas expresiones mesiánicas. Los ecos de Za 9, 9 (11, 2-7) definen el carácter humilde y pacífico de su mesianismo.

Mc 11, 27-12, 40 A lo largo de estos versículos se hace patente un conflicto doctrinal y se prepara narrativamente el desenlace violento de la pasión. La sección se desarrolla en seis actos, en los que la diversidad de interlocutores revela la amplitud de la oposición a Jesús en Jerusalén. Frente a ello, el pueblo muestra una actitud muy positiva.

Mc 13 El discurso sobre el final es de difícil comprensión por dos razones: primero, porque combina dos perspectivas, las tribulaciones cercanas, que afectarán a la comunidad, y la parusía final del Hijo del hombre; además porque utiliza un lenguaje y unas imágenes apocalípticas, enigmáticas por naturaleza. Hay textos de estilo semejante en los profetas (véase Is 24-27; Dn). En todo caso, el discurso no pretende ofrecer información detallada sobre el final, sino promover actitudes de vigilancia y cautela en los oyentes (33-37).

Mc 14, 1s El relato de la pasión, relativamente extenso, detallado y bien tramado, marca el punto de llegada del conflicto que atraviesa toda la obra de Marcos y que había alcanzado su culmen en las disputas mantenidas en el templo (Mc 11-13).

Mc 14, 24 Sobre el sentido inclusivo de este muchos véase la nota a Mt 20, 28.

Mc 14, 36 Marcos conserva la palabra aramea Abba; con ella se dirigían los hijos a sus padres. Según revela la oración que sigue, esta palabra implicaba confianza y seguridad de poder contar con la protección paterna, pero al mismo tiempo respeto y obediencia, sumisión a dicha voluntad. Siguiendo el ejemplo de Jesús, también los cristianos la usaron en su oración (Rm 8, 15; Ga 4, 6).

Mc 15, 39 Es la primera vez en este evangelio que un ser humano proclama a Jesús como Hijo de Dios; además, la proclamación la hace un centurión romano, un pagano, precisamente cuando ve cómo ha muerto Jesús. La confesión remite a Mc 1, 1: ante la cruz no caben tergiversaciones sobre el sentido de la filiación divina de Jesús, porque ahora se ha levantado ya el «secreto mesiánico».