SANTIAGO

St 1, 3 El motivo de la dicha no es la tentación en sí misma, sino la oportunidad de gracia que ofrece para madurar en la fe. Santiago descarta, de hecho, toda posibilidad de relacionar a Dios con las pruebas que se experimentan en medio de los males (13). Dios es dador solo de bienes, no de males.

St 2, 17 Santiago no se opone a la doctrina de la justificación por fe sin obras de ley, que hallamos en las cartas paulinas (Rm 3, 28; Rm 4, 2; Ga 2, 16; Ga 3, 5-7), ni contrapone las obras a la fe, sino que aborda el problema de la religiosidad aparente, de la fe vacía, sin obras e inconsistente.

St 2, 20 Tampoco Pablo contrapone la fe a las obras, sino el régimen de la fe al régimen de la ley y sus obras, pues también en los textos paulinos la fe requiere la actividad del amor (Ga 5, 6; 1Co 13, 1-11; 1Ts 1, 3). Santiago, por su parte, no exalta las obras por encima de la fe, sino que manifiesta la necesidad de una fe consecuente, que se lleve a la práctica mediante las obras.

St 5, 4 Los oprimidos claman al cielo y la causa de su clamor es el salario injusto (véase Dt 24, 14; Si 34, 18-26). La razón última de la injusticia en la riqueza acumulada es la explotación de los obreros y de los pobres.

St 5, 14 Este texto es el primer testimonio escrito de la práctica de la unción de enfermos en la vida de la Iglesia.