AMÓS

El libro de Amós figura en tercer lugar en la colección hebrea de los Profetas Menores, y también es el tercero en el canon cristiano, si bien la versión de los Setenta lo sitúa en segundo lugar, tras Oseas. Pero, cronológicamente, Amós es el primero de los Profetas «escritores», seguido pocos años después por Oseas y luego por profetas tan relevantes como Isaías y Jeremías. Con todo, su lugar en el canon, a continuación de Joel, tiene su explicación. Por una parte, comienza con los oráculos contra las naciones vecinas que también aparecen en Joel y, más concretamente, por la frase: «El Señor ruge desde Sión…»; y, por otra, expone la doctrina sobre la conversión, presente también en el libro anterior.

Dos rasgos, unidos entre sí, confieren importancia a Amós: su vocación y su predicación. Amós no es profeta por tradición familiar (cfr nota a Am 7, 14), sino que el Señor irrumpió en su vida enviándole a predicar; es más, siendo originario de Tecoa, una aldea del reino del Sur, es enviado al reino del Norte. Y es destinado porque el Señor quiere necesitar de su voz: el profeta se convierte en el portavoz de Dios ante la conciencia de los hombres. La predicación de Amós abarca dos espacios principales: uno es la defensa de los pobres y desvalidos frente a la injusticia y opresión de los poderosos y ricos; otro, relacionado con el anterior, es su doctrina sobre la necesidad de que el culto y los ritos exteriores muevan a la conversión del corazón y a un cambio de conducta: las ceremonias litúrgicas no deben ser una tapadera para los abusos de los potentados.

El libro revela que su autor, aunque proceda de un ambiente campesino, tenía una cierta cultura. Los oráculos se presentan con un discurso vigoroso y vivaz y de gran maestría en el lenguaje.

1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO

El escrito se estructura fácilmente en tres partes, precedidas del exordio, y seguidas de una conclusión. El esquema es el siguiente:

EXORDIO (Am 1, 1-2). Consta del título y de un oráculo (Am 1, 2) que es como el resumen del libro.

I. JUICIO DE LAS NACIONES VECINAS, DE JUDÁ Y DE ISRAEL (Am 1, 3-Am 2, 16). Colección de oráculos contra diversas naciones, por los pecados cometidos, que culmina con el oráculo contra Israel (Am 2, 6-16), el más extenso.

II. REPROCHES Y AMENAZAS A ISRAEL (Am 3, 1-Am 6, 14). Son seis oráculos contra Israel. Se condenan las injusticias sociales y el culto pervertido, cargado de ritos externos y fórmulas de autosuficiencia, pero vacío de contenido.

III. CICLO DE LAS VISIONES PROFÉTICAS (Am 7, 1-Am 9, 10). Son cinco visiones en las que a través de diversas imágenes –la langosta, el fuego, la plomada, la fruta madura, la destrucción del santuario– el profeta describe el futuro de Israel si no se convierte de su conducta vana e irrespetuosa.

CONCLUSIÓN: RESTAURACIÓN MESIÁNICA (Am 9, 11-15). El libro concluye con un aliento de esperanza: da por seguro el destierro, pero también la restauración, pues el Señor reparará la «cabaña caída de David» 1.

Cada parte incluye varias unidades, a veces de diverso género: oráculos, amenazas, elegías, visiones, doxologías, «día del Señor», promesas de restauración, etc. Es característica de la primera parte el empleo de la fórmula: «Por tres delitos de… y por cuatro, no le perdonaré», que se repite estereotipadamente en Am 1, 3.6.9.11.13; Am 2, 1.4.6. La fórmula 3+4 la encontramos en otros libros, pero no proféticos, sino sapienciales: Pr 30, 15.18.21.29 y Si 26, 5; en Si 26, 28 la fórmula varía: 2+3; hay otros pocos casos en que las cifras pueden ser distintas, pero siempre la segunda es una unidad mayor que la primera. Es un procedimiento mnemotécnico de los escritos didácticos.

2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO

Amós debió de nacer hacia los comienzos de los reinados de Uzías en Judá (785-733 a.C.) y de Jeroboam II en Israel (788-747 a.C.). Este tiempo fue para los dos reinos la época políticamente más tranquila y económicamente más próspera de su historia, desde su separación en 931 hasta su desaparición (Israel el 721 a.C. y Judá el 587 a.C.). Tal bonanza estuvo unida a la decadencia en aquellos años de los dos grandes imperios, Asiria y Egipto, y también de Siria, que dio alivio a los pequeños reinos ribereños del Mediterráneo oriental. En concreto, al reino de Israel le permitió incluso ensanchar sus fronteras por el Sur y el Este, a costa de los pueblos de los bordes del desierto arábico.

Pero el bienestar material de que gozó, sobre todo el reino del Norte, fue disfrutado por los potentados y los ricos, mientras los pobres y desvalidos eran oprimidos cada vez más por los dirigentes, los terratenientes y los grandes comerciantes. Las clases poderosas de Israel atribuyeron la prosperidad y la paz política a su buen hacer y al esplendor de los cultos y ritos que se practicaban en los santuarios del reino, principalmente Betel y Guilgal. Dios, pensaban ellos, debía de estar satisfecho, pues las cosas iban bien, al menos para los potentados. Las prácticas religiosas habían llegado a convertirse en un conjunto de ritos y festividades ostentosas, pero huecas y separadas de la interioridad de las conciencias y de la rectitud de la conducta moral: para muchos poderosos eran una especie de disfraz de sus arbitrariedades. Así las cosas, las injusticias sociales llegaron a una situación intolerable para la vida del pueblo de Dios, que debía regirse por los principios éticos y los mandamientos expresos de la Ley de Dios.

En esas condiciones Amós recibe la llamada divina y es enviado a predicar en el reino del Norte, para hacer volver al pueblo a la verdadera religión. El profeta no puede dejar de denunciar las injusticias de los corrompidos dirigentes, jueces, comerciantes 2 y, al parecer, hasta de las damas ricas 3, y lo hace con vigor y sin cobardías ni adulaciones. Pronto reaccionarán los inculpados.

Es paradigmático el altercado de Amós con Amasías, el sacerdote de Betel. Éste envía aviso al rey de que Amós estaba conspirando contra el reino con la denuncia de las injusticias y las amenazas del castigo divino 4, y conmina al «profeta» a que huya a su tierra de Judá y les deje a ellos en paz. La tensión entre la predicación de Amós y la repulsa de Amasías viene a ser un preludio, con ocho siglos de anticipación, de la oposición de los príncipes de los sacerdotes a las palabras y hechos de Jesús, incluido el recurso a la autoridad civil para deshacerse del «revolucionario» del orden establecido.

Amós fue cronológicamente el primero de los «profetas escritores». Se plantea la cuestión de si a él se deben ciertas características temáticas y literarias que volveremos a encontrar en los profetas que le van a seguir, como Oseas, Joel, Isaías, etc. Entre las primeras están los oráculos contra las naciones y contra el mismo pueblo elegido (en Amós, especialmente, contra el reino de Israel); la incorporación de consideraciones sapienciales 5; los contrastes y las antítesis 6; los motivos de la vida corriente, en Amós de modo especial de la vida rural 7; la atribución a Dios de sentimientos humanos, como que Dios aborrece y detesta 8; etc. Entre los procedimientos literarios se pueden enumerar la captación de la atención a través de preguntas 9; las paronomasias10; la ironía11; etc.

El lenguaje de Amós es directo, con nervio, vigor, desarrollo lógico y dominio de la lengua, aunque no llegue a la perfección de Isaías. La mayoría de la crítica actual concuerda en que gran parte del escrito conserva las palabras del profeta, pronunciadas en el centro del siglo VIII a.C. Se discute la autenticidad de algunos pasajes: los oráculos contra Tiro12, Edom13 y Judá14; las tres doxologías15; y algunos breves fragmentos, que podrían ser debidos a un desarrollo de los discípulos de Amós y a la labor redaccional del libro, como el encabezamiento16, el exordio17 y la conclusión final18. Pero la constancia del texto que nos ha llegado es firme en la transmisión manuscrita hebrea y en las versiones antiguas.

Menor seguridad hay entre los estudiosos acerca de la datación de la redacción final del escrito, tal como nos ha llegado. Las hipótesis apuntan hacia finales del siglo VI a.C., barajando las circunstancias históricas en que debió de realizarse: unos dos siglos después de la predicación de Amós, si bien el grueso de los materiales, como se ha dicho, procedería del mismo profeta.

El texto hebreo original del libro se nos ha transmitido en buenas condiciones y con un lenguaje claro; se pueden apuntar algunas excepciones donde el texto ofrece dificultades, pero son escasas y no importantes: Am 2, 7; Am 3, 12; Am 5, 6.26; Am 7, 2; Am 8, 1. Las versiones antiguas son cercanas al texto hebreo; mantienen el colorido hebraico y no presentan variaciones notables.

3. ENSEÑANZA

La enseñanza de Amós transciende las circunstancias del contexto histórico del profeta para quedar como mensaje y legado perenne de la Revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento. El Dios Único, cuyo título preferido es Yhwh Sebaôt, el Señor de los ejércitos, o de los cielos, es el único Señor y Dominador. Su poder no tiene límites, Él gobierna las fuerzas de la naturaleza y el destino de las naciones19, es justo en sus juicios con los pueblos y las personas20, eligió a Israel como pueblo de su especial propiedad21, pero suyos son también los demás pueblos de la tierra22. Israel no debe ensoberbecerse por esa elección, pues es más bien una responsabilidad, de la que tiene que dar cuenta y que no le librará de ser castigado cuando cometa rebeldías y pecados23.

Amós tuvo que corregir de raíz la visión humana que tenían muchos de sus contemporáneos –y que aflora en casi todas las épocas–: el pueblo creía que la práctica de unos ritos cultuales era suficiente para contentar y aplacar a Dios, como si el Señor fuera un baal, un dios cananeo más24. Por el contrario, la predicación de Amós puso en evidencia que el verdadero culto, la verdadera religión, tiene que traducirse necesaria e inmediatamente en la práctica de la justicia con los semejantes; si no es así, no es verdadera. Amós denuncia con energía las injusticias y abusos de los potentados sobre los pobres y los indefensos. Los israelitas pensaban que la elección y la Alianza ligaban –es más, obligaban– a Dios con el pueblo; en cambio, Amós invierte los términos: es el pueblo el que principalmente queda ligado –obligado– con Dios. Amós insiste en la unión entre el culto a Dios y la práctica de la justicia entre los hombres, de modo preferencial hacia los pobres, humildes y desvalidos.

La misión de Amós es profética, no meramente sapiencial. Por eso, sus palabras van acompañadas de advertencias graves: si en Israel no se pone en práctica la justicia, si no se corrigen a fondo los abusos contra los desamparados, el juicio del Señor será severo, y el castigo, inexorable. El juicio divino viene presentado como «el día del Señor»25. Frente a la esperanza confiada de que el día del Señor será la manifestación de un premio26, Amós presenta la otra cara de la moneda: será un juicio condenatorio, día de tinieblas y oscuridad. No obstante, el aspecto punitivo de ese día no es el único: la misericordia divina realizará la salvación27. El tema del día del Señor será pronto una constante, un tema clásico de la predicación profética28.

Ecos del mensaje –e incluso de la fraseología– de Amós se pueden encontrar en otros textos proféticos. El influjo de Amós en Oseas, Joel, Jeremías, Sofonías es patente. Por ejemplo, la mención de las falsas balanzas29 se encuentra también en Os 12, 8; la soberbia de Jacob30 tiene su paralelo en la soberbia de Israel de Os 5, 5; a Betel ambos le llaman «Bet-Aven», «Casa de la Nada»31. Am 1, 2 presenta al Señor que ruge desde Sión, lo mismo que Jl 4, 16. Los ejemplos podrían multiplicarse.

4. EL LIBRO DE AMÓS A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO

Las palabras de Amós resuenan en más de un lugar del Nuevo Testamento. Así, las parábolas del rico insensato de Lc 12, 16-21, que se promete una vida cómoda y tranquila, y de Lázaro y el rico epulón de Lc 16, 19-31, que vive de espaldas al pobre, nos hacen recordar Am 3, 15 y Am 6, 1. El texto de los Hechos de los Apóstoles Hch 15, 16-17: «Reedificaré la tienda caída de David, reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo, para que busquen al Señor los demás hombres y todas las naciones sobre las que ha sido invocado mi nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas», es una cita de Am 9, 11-12, siguiendo más bien el texto de los Setenta, como también lo es Hch 7, 42b-4332. La Carta de Santiago en sus amonestaciones a los ricos33 recuerda varias de las invectivas de Amós contra los ricos y potentados34.

Entre los comentarios a Amós de los escritores cristianos antiguos, destacan los de San Cirilo de Alejandría y de San Jerónimo. Pero al libro de Amós han acudido pastores y escritores de todos los tiempos para fundamentar, como autoridad sagrada, su defensa de los pobres y desvalidos. En las últimas décadas, el recurso a Amós se ha incrementado, enfatizando el aspecto de la justicia social proclamada por el antiguo profeta y aplicando su predicación a las circunstancias actuales de los pueblos aún en vías de desarrollo, principalmente de Latinoamérica y África.

1 Am 9, 11.
2 Am 5, 7.10-12; Am 6, 1-14.
3 Am 4, 1-3.
4 Am 7, 10-17.
5 Am 3, 3-6.
6 cfr p. ej. Am 5, 11-24.
7 cfr p. ej. Am 2, 13; Am 4, 7-9; Am 7, 1; Am 8, 1-Am 2; Am 9, 9.
8 Am 5, 21.
9 cfr Am 2, 11; Am 3, 3- 6; Am 5, 18b.20; etc.
10 Am 5, 5.
11 Am 4, 4-5.
12 Am 1, 9-10.
13 Am 1, 11-12.
14 Am 2, 4-5.
15 Am 4, 13; Am 5, 8- 9 Am 9, 5-6.
16 Am 1, 1.
17 Am 1, 2.
18 Am 9, 11-15.
19 Am 5, 8- 9; Am 6, 1-2.14; Am 9, 7-8; etc.
20 Am 1, 3-Am 2, 6.
21 Am 3, 2.
22 Am 9, 7.
23 Am 9, 9-10.
24 Am 5, 21-27.
25 Am 2, 16; Am 3, 14; Am 4, 2; Am 5, 18-20; Am 8, 9-13; Am 9, 11-13.
26 Am 5, 18a.
27 Am 5, 15; Am 9, 11-15.
28 cfr p. ej. Is 2, 11; Is 11, 11; Is 30, 26; Jr 30, 7-17; Jl 1, 15; Jl 3, 4; Jl 4, 1; So 1, 14-18; Ml 3, 19-23.
29 Am 8, 5.
30 Am 6, 8.
31 Am 5, 5 y Os 4, 15.
32 cfr Am 5, 25-27.
33 St 5, 1-5.
34 Am 2, 6-8; Am 4, 1; etc.