Seguidamente vamos a tratar de la pusilanimidad (cf q.112 a.1 ad 2). Sobre ella proponemos dos problemas:
Objeciones por las que parece que la pusilanimidad no es pecado.
1. Todo pecado hace malo al hombre, como toda virtud lo hace bueno. Pero el pusilánime no es malo, según dice el Filósofo en IV Ethic. . Por tanto, la pusilanimidad no es pecado.
2. dice también el Filósofo, en el mismo pasaje, que parece especialmente ser pusilánime el que es digno de grandes bienes y, sin embargo, no se cree merecedor de ellos. Pero nadie es digno de grandes bienes sino el hombre virtuoso; porque como allí mismo dice el Filósofo, en realidad sólo el bueno es digno de honra. Luego el pusilánime es virtuoso y, por tanto, la pusilanimidad no es pecado.
3. en Si 10, 15 se nos dice que el principio de todo pecado es la soberbia. Pero la pusilanimidad no procede de la soberbia, porque el soberbio se exalta más de lo que es; el pusilánime, en cambio, renuncia a lo que merece. Por tanto, la pusilanimidad no es pecado.
4. dice el Filósofo en IV Ethic. que llamamos pusilánime al que se cree digno de cosas menores de las que merece. Pero esto, a veces, lo hicieron santos varones, como vemos en el caso de Moisés y Jeremías, que eran dignos de la misión a la que Dios los llamaba y, sin embargo, ambos la rehusaban por humildad, según leemos en Ex 3, 2 y Jr 1, 6. Por tanto, la pusilanimidad no es pecado.
Contra esto: está el que en la vida moral nada debemos evitar que no sea el pecado. Pero se debe evitar la pusilanimidad, pues se nos dice en Col 3, 21: Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos para que no se hagan pusilánimes. Por tanto, la pusilanimidad es pecado.
Respondo: Todo aquello que va contra la inclinación natural es pecado, porque es contrario a la ley natural. Pero en todo ser existe una inclinación natural a realizar la acción proporcionada a su capacidad, como aparece en todos los seres, tanto animados como inanimados. Y así como por la presunción uno sobrepasa la medida de su capacidad al pretender más de lo que puede, así también el pusilánime falla en esa medida de su capacidad al rehusar tender a lo que es proporcionado a sus posibilidades. Por tanto, la pusilanimidad es pecado, lo mismo que la presunción. De ahí que el siervo que enterró el dinero de su señor y no negoció con él por temor, surgido de la pusilanimidad, es castigado por su señor, como leemos en Mt 25, 14 ss y Lc 19, 12 ss.
1. El Filósofo llama malos a los que infligen un daño al prójimo. Y en este sentido se dice que el pusilánime no es malo porque no hace daño a nadie, a no ser accidentalmente, a saber: al no realizar las obras con las que podría ayudar a los demás. En efecto, dice San Gregorio, en Pastorali, que aquellos que rehúyen el ser útiles al prójimo por medio de la predicación, si se los juzga con rigor, son reos de tantos pecados cuantos son los actos con que pudieron contribuir con provecho al bien público.
2. Nada impide que quien tiene un hábito virtuoso pueda cometer pecado, ciertamente venial si permanece el mismo hábito, pero mortal cuando se pierde el hábito de una virtud infusa. Y, por tanto, puede suceder que uno, por la virtud que posee, sea capaz de hacer cosas grandes, dignas de gran honor, y, sin embargo, por no procurar hacer uso de su virtud, peca, unas veces venial, otras mortalmente.
O puede decirse que el pusilánime es capaz de grandes cosas por la habilidad que tiene para la virtud, o por la buena disposición natural, o por la ciencia, o por la fortuna exterior; pero si rehusa servirse de ellas para la virtud, se convierte en pusilánime.
3. La pusilanimidad puede incluso provenir en algún modo de la soberbia; por ejemplo, si el pusilánime se aferra excesivamente a su parecer, y por eso cree que no puede hacer cosas de las que es capaz. De ahí que se diga en Pr 26, 16: El perezoso se cree prudente más que siete que sepan responder. En efecto, nada impide que para unas cosas uno se sienta abatido y muy orgulloso respecto de otras. Por eso San Gregorio, en Pastorali, dice de Moisés que tal vez hubiera sido soberbio si hubiera aceptado sin temor la dirección de su pueblo, y al mismo tiempo lo hubiera sido si hubiera rehusado obedecer al mandato del Señor.
4. Moisés y Jeremías eran dignos de la misión a la que Dios los destinaba por la gracia divina. Pero ellos, al considerar la insuficiencia de la propia debilidad, la rechazaban, aunque no de modo pertinaz, lo cual les hubiera hecho incurrir en soberbia.
¿La pusilanimidad se opone a la magnanimidad?
Objeciones por las que parece que la pusilanimidad no se opone a la magnanimidad.
1. Dice el Filósofo, en IV Ethic., que el pusilánime se desconoce a sí mismo, pues si se conociera apetecería los bienes de los cuales es digno. Pero el desconocimiento de uno mismo parece oponerse a la prudencia. Por tanto, a ésta se opone la pusilanimidad.
2. según el pasaje de Mt 25, 26, al siervo que por pusilanimidad no quiso negociar con el dinero lo llama el Señor malo y perezoso. El Filósofo dice también en IV Ethic. que los pusilánimes parecen perezosos. Pero la pereza se opone a la diligencia, que es acto de la prudencia, como queda dicho (q.47 a.9). Por tanto, la pusilanimidad no se opone a la magnanimidad.
3. la pusilanimidad parece derivarse de un temor desordenado; por eso se lee en Is 35, 4: Decid a los pusilánimes: valor, no temáis. También parece tener su origen en la ira desordenada, según la expresión de Col 3, 21: Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos para que no se hagan pusilánimes. Pero el temor desordenado se opone a la fortaleza, y la ira desmedida a la mansedumbre. Por tanto, la pusilanimidad no se opone a la magnanimidad.
4. el vicio opuesto a una virtud es tanto más grave cuanto menos se asemeja a ella. Pero la pusilanimidad se asemeja menos a la magnanimidad que la presunción. Por eso, si la pusilanimidad se opusiera a la magnanimidad, lógicamente sería un pecado más grave que la presunción. Lo cual va contra las palabras de Si 37, 3: ¡Oh pésima presunción! ¿Para qué has sido creada? Luego la pusilanimidad no se opone a la magnanimidad.
Contra esto: está el que la pusilanimidad y la magnanimidad se diferencian por la grandeza y la pequeñez de ánimo, como indican sus propios nombres. Pero lo grande y lo pequeño son opuestos. Por tanto, la pusilanimidad se opone a la magnanimidad.
Respondo: La pusilanimidad puede considerarse de tres modos. En primer lugar, en sí misma. Y así es claro que, según su propia razón, se opone a la magnanimidad, de la cual se distingue como la grandeza y la parvedad respecto de lo mismo; en efecto, como el magnánimo, por la grandeza de alma, tiende a lo grande, así el pusilánime, por la pequenez de ánimo, renuncia a ello. En segundo lugar puede considerarse la pusilanimidad en su causa, que, por parte del entendimiento, es la ignorancia de la propia condición, y por parte de la voluntad, el temor de fallar en cosas que se estiman falsamente que superan la propia capacidad. En tercer lugar, puede considerarse la pusilanimidad en su efecto, que es renunciar a cosas grandes de las que uno es capaz. Ahora bien: como hemos dicho (q.127 a.2 ad 2), la oposición del vicio a la virtud se mide por la propia especie más que por su causa o efecto. Por tanto, la pusilanimidad se opone directamente a la magnanimidad.
1. La objeción argumenta por la causa intelectiva de la pusilanimidad. No obstante, tampoco puede decirse con propiedad que se oponga a la prudencia por su causa: porque tal ignorancia no procede de falta de conocimiento, sino más bien de la pereza en estimar la propia capacidad, según se dice en IV Ethic., o en ejecutar lo que cae bajo las propias fuerzas.
2. La objeción arguye por el efecto de la pusilanimidad.
3. La objeción parte de la causa de la pusilanimidad. Sin embargo, el temor que da lugar a ella no siempre es temor de los peligros de muerte. Por eso, en esta acepción, no es necesario que se oponga a la fortaleza. Y la ira, por razón de su propio movimiento, que incita a la venganza, no es causa de la pusilanimidad, que deprime el ánimo, sino más bien la destruye. Sí es cierto que induce a ella por razón de sus causas, que son las injurias inferidas, por las cuales queda abatido el ánimo del que las sufre.
4. La pusilanimidad, según su propia especie, es pecado más grave que la presunción, ya que por ella el hombre se aparta del bien, lo cual es pésimo, según leemos en IV Ethic. . Pero la presunción se dice que es pésima por razón de la soberbia, de donde se origina .
Suma Teológica - II-IIae (Secunda secundae)
← q. 133 →