Es Cristo que pasa

1ª Parte. Características principales
2ª Parte. Proceso de publicación
3ª Parte. La presente edición crítico-histórica
Presentación del Beato Álvaro del Portillo
PRIMERA PARTE
Características principales de Es Cristo que pasa

En marzo de 1973 vio la luz en Madrid el libro Es Cristo que pasa. Homilías. Ocupaba el sexto lugar entre los publicados por Josemaría Escrivá de Balaguer 1, e iba a ser el último editado en vida del autor 2. Desde la fecha de aquella primera edición, que puso en circulación 11.500 ejemplares, hasta el momento en que se redactan estas páginas (octubre de 2011), las ediciones del libro superan el centenar, en veintiún idiomas diversos, y el número de ejemplares editados rebasa el medio millón 3, cifras llamadas a seguir creciendo.

La primera edición representó un momento relevante dentro del itinerario biográfico y bibliográfico de san Josemaría, y al mismo tiempo, como lógica consecuencia, supuso un hecho importante en la historia del Opus Dei y de la difusión de su espíritu fundacional. El libro que venía a la luz iba a ejercer un singular influjo en la vida de muchos cristianos. La fuerza de su ascendiente espiritual, del que participarían personas de múltiples condiciones culturales y sociales en todo el mundo, iba a dar origen a un fenómeno editorial semejante, aunque de menor relieve, al desplegado en torno a Camino, el más conocido libro del autor.

Es Cristo que pasa era, por su género literario, una obra completamente distinta de las nacidas anteriormente de la pluma de san Josemaría, aunque muestra una íntima parentela espiritual (un mismo mensaje de santidad cristiana en medio del mundo, idénticas formas de lenguaje y de conceptualización teológico-espiritual, los mismos contenidos esenciales, aunque propuestos de modos diversos, etc.) 4.

¿Por qué se hizo esta obra? ¿Cómo fue elaborada por su autor? ¿Cuáles son sus contenidos esenciales? Preguntas como éstas podrían rondar en la mente de quien se acerca a Es Cristo que pasa, sabiendo que es un libro escrito por un santo del siglo XX y difundido en numerosos países y lenguas. Son las mismas cuestiones que nos hemos planteado desde el comienzo, como líneas de orientación para trabajar de manera ordenada en esta edición. Los resultados a los que hemos ido llegando han encontrado su lugar de inserción en los capítulos que forman el volumen. Sólo éste, por tanto, en cuanto obra acabada, da respuesta –y no siempre explícita– a aquellas cuestiones.

Estas páginas introductorias pretenden mostrar una perspectiva global de tales líneas de orientación, y ofrecer una anticipación, necesariamente sintética, de resultados. Las hemos organizado en tres grandes apartados, dedicados a estudiar sucesivamente el contexto histórico y biográfico del libro, los criterios que se siguieron en su elaboración y, en fin, sus características principales.

1. “Es Cristo que pasa" en su contexto

Los años 1968-1973, durante los cuales fueron redactadas y publicadas separadamente las homilías que compondrían Es Cristo que pasa y editado el propio libro, constituyen un periodo histórico de cierta complejidad, marcado por importantes transformaciones sociales, así como por un difundido dinamismo cultural. No es preciso que en esta breve introducción nos detengamos a analizar los singulares acontecimientos que caracterizaron aquel sexenio, pero es oportuno recordar que ese corto número de años fue escenario –como otros momentos del siglo xx– de fuertes contrastes entre aspectos sombríos y circunstancias luminosas, que se reflejaron intensamente en la sociedad civil y en la eclesiástica.

Los trágicos sucesos, por ejemplo, de la revolución cultural china, de la guerra de Vietnam o del terrorismo en Europa, por mencionar algunos hechos que afectaron dolorosamente, de un modo u otro, a todo el mundo, compartieron protagonismo en aquel tiempo con acontecimientos muy positivos para el desarrollo de la humanidad. Baste pensar en los progresos en el terreno científico y técnico (por ejemplo, los avances en la electrónica o en el dominio del espacio), o en el campo cultural (el siempre menor número de analfabetos), o, en fin, en el terreno social (los inicios de la globalización y el acceso cada vez más intenso de nuevos países a un nivel de mayor protagonismo). También en el ámbito de la vida de la Iglesia se entremezclaron en dicho periodo, de manera análoga, factores de luz y de oscuridad. Entre los primeros se deben recordar, ante todo, las grandes perspectivas eclesiales y teológicas abiertas por el Concilio Vaticano II, acompañadas de otros elementos positivos como el crecimiento del cristianismo en diversos países, la aparición de nuevos movimientos espirituales y apostólicos, etc. Pero también encerraron dentro de sí aquellos años un cúmulo de circunstancias que provocaron no poco sufrimiento en la Iglesia, a causa de la dura crisis posconciliar.

Aunque las homilías que estudiamos no aludan directamente a tales eventos civiles o eclesiales, resuenan de algún modo en sus páginas los ecos de sufrimiento o de gozo que despertaban en el corazón del autor. San Josemaría, como hombre de su tiempo, participó intensamente de los momentos de dolor de sus contemporáneos, y compartió también con ellos los momentos de optimismo. Siguió con atención, por ejemplo, la llegada del hombre a la Luna; saludó con alegría el progreso de los países de África y Asia; puso gran ilusión en el inicio del apostolado del Opus Dei en algunas de esas tierras, etc. Y de manera análoga, en el libro predomina abiertamente una presentación atractiva del mensaje cristiano, y se advierte claramente el eco de todo lo positivo que había aportado el Concilio, si bien la crisis eclesial, especialmente intensa a partir de 1968, provocó un gran sufrimiento en san Josemaría, que se puede intuir, aunque sólo sea de manera latente, en diversos pasajes.

La idea que nos interesa ahora subrayar es que, en medio de aquellas circunstancias históricas ciertamente complicadas, estas homilías, que se difundieron rápidamente en diversas lenguas por toda la sociedad, ponían el punto de mira muy alto. Su horizonte es el descubrimiento vivido del Evangelio, el encuentro y la amistad con Jesucristo en medio de las vicisitudes de la existencia cotidiana, impulsando a vivirlas con esperanza y serenidad. Son textos dirigidos a personas cristianas corrientes, naturalmente incluidas por su condición misma de ciudadanos, por su trabajo y todo su entorno personal, en el constante hacerse del tejido social y eclesial. Sometidas, por tanto, a todos los vientos de ideas y de costumbres, de impresiones y acontecimientos que van configurando la vida de cada día. San Josemaría se siente impulsado a escribir para ellos (y para todos los cristianos), animándoles a luchar por la santidad y a realizar una intensa actividad apostólica en medio de una sociedad quizás desatenta a las cosas de Dios. Las homilías de Es Cristo que pasa van dirigidas a atraer las inteligencias y los corazones hacia Cristo, a recordar y defender la doctrina de la Iglesia, a llevar esperanza a las almas, a fortalecer las actitudes cristianas. A sembrar, en fin, a manos llenas –como se repite en sus páginas– la paz y la alegría.

En el contexto general del libro se sitúan, al mismo tiempo, otros acontecimientos importantes, relacionados con la biografía del autor en cuanto fundador, y también, en consecuencia, con el propio desarrollo del Opus Dei, que deben ser mencionados aunque sea brevemente. Nos limitamos simplemente a recordarlos, pues han sido extensamente descritos en otras obras a las que nos remitimos 5. Por lo que dice relación con nuestro trabajo, sólo nos interesa poner de relieve que, mientras san Josemaría se ocupaba de redactar los textos que estudiamos, volcando en ellos su celo pastoral, otras cuestiones de gran peso y trascendencia para él y para el Opus Dei ocupaban, al mismo tiempo, por entero su alma. También éstas dejarán notar su huella, aunque de manera velada, en el libro, como no podía ser de otro modo, pues estaban vivamente presentes en la cabeza y en el corazón de su autor. Sólo mencionamos las dos más importantes:

– Respecto de la vida y desarrollo institucional del Opus Dei, el sexenio 1968-1973 seguía siendo escenario de la intensa y prolongada actividad de gobierno del fundador –con fuerte fundamento de oración y penitencia–, dirigidas a conseguir la configuración jurídica definitiva de la Obra. No pocas dificultades entorpecían el camino y obligaban a un permanente desvelo en defensa del carisma fundacional, de la verdadera naturaleza teológica e institucional de la Obra y de la libertad de todos sus miembros en materias opinables.

– Aspecto asimismo esencial de la actividad de san Josemaría en aquellos años era, como siempre, impulsar y dirigir la expansión de la Obra y de su apostolado por todo el mundo. Al escribir y publicar Es Cristo que pasa, está pensando en la extensión del trabajo apostólico para bien de todas las almas. Ésa es otra de las razones que –junto con las que venimos recordando– permite comprender que, en medio de tantas otras necesidades, no se escatimasen esfuerzos para que este libro del fundador llegase cuanto antes a numerosos ámbitos sociológicos y lingüísticos.

2. Rasgos del proceso de elaboración

Los criterios generales seguidos por san Josemaría en la elaboración de las homilías de Es Cristo que pasa, no son diversos de los que puso en práctica en la preparación de otros textos suyos contemporáneos a éste, y pueden quedar suficientemente descritos en tres apartados:

– Por lo que se refiere a los aspectos formales (estilo literario, base litúrgica y bíblica, lenguaje teológico, finalidad espiritual, extensión, etc.), todas las homilías del libro participan, como es lógico –pues de esa fuente proceden– del modelo establecido por la predicación del autor, particularmente por sus meditaciones en Roma, de las que se conservaba amplia documentación 6.

– En cuanto a la elaboración material de los textos, el método de trabajo seguido es el que el autor venía empleando desde años atrás contando con la colaboración de diversas personas, y más en concreto, por su proximidad temporal, el que había seguido en la preparación de las entrevistas que conformaron el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, editado en 1968 7.

– Al modelo de su predicación se había ya atenido la homilía que san Josemaría elaboró por escrito y pronunció luego oralmente en el campus de la Universidad de Navarra, dentro de la Misa que celebró ante miles de personas el 8 de octubre de 1967 8. Esta “homilía del campus", como suele ser denominada 9, merece tomarse en consideración en cuanto anticipo, bajo ciertos aspectos, del tipo y formato de texto que a partir de entonces, y también bajo la denominación de homilías, comenzaría a entregar san Josemaría a la imprenta.

a) Las meditaciones predicadas por san Josemaría, punto de referencia de sus homilías escritas

Como acabamos de señalar, el modelo seguido en la elaboración de las homilías que conforman Es Cristo que pasa, está constituido por los textos de las meditaciones predicadas en Roma por su autor, aunque enriquecidas con las oportunas referencias críticas y redactadas teniendo en cuenta, entre otros aspectos, el cambio estilístico del paso de lo oral a lo escrito. Se puede afirmar –como veremos al tratar del método de trabajo– que, tanto en el caso de homilías basadas directamente en una determinada meditación, como en el de otras que tuvieron inicio en una minuta presentada a san Josemaría, todas fueron confeccionadas a partir de la predicación previa del autor.

Las meditaciones de san Josemaría, habitualmente desarrolladas en un oratorio y ante el Sagrario, aunque a veces pudieran realizarse en otro lugar (por ejemplo, en los periodos de Navidad, ante el Belén), se articulaban mediante una amplia y constante referencia a la Sagrada Escritura, y especialmente al Evangelio, invitando a los oyentes a situarse de modo personal ante las diversas escenas de la vida de Cristo para aprender a identificarse con Él. Lo mismo cabe decir, salvando las lógicas diferencias de ambiente y de tono, de sus intervenciones en otros ámbitos relacionados con la formación de sus hijos como, por ejemplo, en sus clases o charlas acerca de la doctrina católica o del espíritu del Opus Dei, e incluso –como otro ejemplo– en sus comentarios y explicaciones en las tertulias. En este último tipo de reuniones familiares, por ejemplo, pasaba fácilmente de tratar temas varios o de contestar preguntas, a desarrollos más amplios de aspectos espirituales y apostólicos.

Esa predicación que, bajo sus distintas formas, venía de labios del fundador, producía un gran impacto en quienes la escuchaban, grabándose en su memoria y en su corazón 10. Quedaba además testimonio escrito, gracias a la labor de quienes tomaban notas y procedían luego a la elaboración de recopilaciones, o, posteriormente, gracias a grabaciones en magnetofón, como describe el artículo ya citado de José Antonio Loarte. Esas recopilaciones, reunidas en carpetas, estaban a disposición del equipo director del Colegio Romano de la Santa Cruz 11, y de quienes trabajaban en diversas oficinas del Consejo General del Opus Dei. Había además fichas, en cuartillas, sacadas de esas recopilaciones y ordenadas por temas, para facilitar su utilización. Estos fueron los materiales sobre los que principalmente trabajó san Josemaría a la hora de preparar el texto de las homilías de Es Cristo que pasa. Se dispone de abundante documentación sobre el método de trabajo seguido en ese proceso, que describimos a grandes rasgos a continuación.

b) Una metodología ampliamente experimentada

El tiempo en que comienzan a redactarse y publicarse las homilías que luego compondrían Es Cristo que pasa, es el inmediatamente sucesivo a la edición de las entrevistas que san Josemaría concedió a distintos medios de la prensa internacional entre mayo de 1966 y junio de 1968 12. El sistema de trabajo utilizado en tales entrevistas fue el de preguntas formuladas por escrito, a las que el entrevistado responde también por el mismo procedimiento. En la preparación de las respuestas, que hasta llegar a ser definitivas pasaron por un intenso proceso de elaboración, contó san Josemaría con la ayuda material de algunas personas que también se la prestarían poco después, durante 1os años 1968-1972, en los preparativos de las homilías 13, aunque la metodología de trabajo en uno y otro periodo no coincide exactamente. Aquellos colaboradores han dejado cierta información en la que nos apoyamos para redactar los párrafos que vienen a continuación 14.

Concretamente, el trabajo que les encomendó el Padre –así es denominado habitualmente san Josemaría en la documentación que manejamos– consistió en preparar materiales para las homilías que consideró oportuno publicar a partir de 1968, ligadas generalmente a una festividad litúrgica. En ese trabajo preparatorio debían tener en cuenta –como les fue indicado– estos criterios:

a) Tomar como elementos de base las recopilaciones de la predicación del Padre en el Colegio Romano de la Santa Cruz desde final de los años cuarenta (notas o apuntes de meditaciones, charlas u otros medios de formación, etc.).

b) Completar las referencias bíblicas mencionadas explícita o implícitamente en aquellos textos del Padre (y quizás indicar, si se viera oportuno, otros pasajes paralelos).

c) Citar de modo adecuado los testimonios patrísticos, magisteriales o de otros autores aludidos en el texto oral (pudiendo también proponer a la consideración del Padre algún pasaje análogo).

d) Sugerir también con libertad el eventual desarrollo por parte del Padre de alguna idea sólo esbozada en el material de base, que pudiera contribuir a glosar y ampliar lo expuesto.

e) Retocar, en fin, adecuadamente en aquellos materiales de base las frases o expresiones que hiciesen referencia directa a los oyentes originarios, que eran personas del Opus Dei, de modo que el texto estuviese dirigido a todos los cristianos.

San Josemaría indicó que no le hiciesen llegar simplemente frases sueltas o notas con esquemas de ideas, sino un texto procedente de él y ya con cierta elaboración (por ejemplo, anotaciones tomadas por los oyentes durante una meditación), sobre el que pudiera comenzar a trabajar, cambiándolo y modificándolo en todo lo que fuera oportuno. La preocupación fundamental de aquellos colaboradores –dirá, por ejemplo, uno de ellos 15– era que el material que le pasaban al Padre reflejara con exactitud no sólo sus palabras y su doctrina, sino incluso sus modos de expresión, es decir, lo que habían escuchado tantas veces de sus labios y estaba ya como grabado en su alma.

Tras ese primer paso, las fases sucesivas consistían esencialmente: a) en el trabajo de reelaboración a fondo, por parte de san Josemaría, de los apuntes que le habían sido presentados; y, b) la incorporación al texto, por parte de los colaboradores, de las correcciones introducidas 16. Si la nueva versión contenía muchos cambios, era nuevamente mecanografiada, y recomenzaba el proceso, que solía alcanzar un número discreto de revisiones y versiones (una media, según narran los colaboradores, de ocho a diez). En el transcurso de ese trabajo, san Josemaría volvía a retocar pasajes y expresiones, suprimía párrafos o los cambiaba por entero, introducía ideas y desarrollos nuevos, etc. En suma, trabajaba el texto detenidamente hasta llegar al que consideraba definitivo 17.

Debe hacerse mención del hecho significativo de que cada versión intermedia, por indicación de san Josemaría, iba siendo destruida conforme se disponía de una nueva mecanografiada. Se evitaban así confusiones entre unas y otras, pues sólo quedaba constancia de la última versión del texto, pero no de las precedentes. “Ese modo de proceder –señala Illanes– permitió a san Josemaría no sólo ahorrar tiempo a los que colaboraban con él, sino completar un importante volumen de escritos (...). Pero tiene consecuencias histórico-críticas. Implica, en efecto, que, de los escritos de esta época puede, ciertamente, trazarse la historia de su redacción, ya que la documentación con que se cuenta es abundante, pero no con el detalle con que es posible hacerlo respecto a los escritos de los años treinta, y particularmente respecto a Camino" 18.

c) El camino abierto por la “Homilía del campus"

Mencionados ya el modelo y el método de trabajo fijados por el autor para la elaboración, a partir de 1968, de sus homilías escritas, es pertinente hacer referencia ahora a la relación que, desde el punto de vista histórico, corre entre tales textos homiléticos (en especial, respecto al primero de los publicados: Cristo presente en los cristianos) y la homilía pronunciada por san Josemaría en el campus de la Universidad de Navarra, durante la Misa que celebró en aquel lugar el 8 de octubre de 1967. Aunque no pueda ser considerada, propiamente hablando, modelo o punto de referencia de las que vinieron después, es posible que la preparación, exposición y posterior distribución por todo el mundo de aquella “homilía del campus" contribuyeran a que san Josemaría viese en el género literario “homilía escrita" una nueva vía apostólica de acceso a muchas personas para ayudarlas a conocer mejor a Cristo, y también para seguir extendiendo, más aún, el espíritu del Opus Dei.

La homilía del campus es un texto en sí mismo importante por razones de carácter histórico, teológico y espiritual, que no corresponde desarrollar aquí 19. Es oportuno, en cambio, dejar constancia, dentro del marco de esta Introducción general, del influjo que su rápida difusión en lenguas distintas, así como los ecos de su gran acogida, pudieron tener en la decisión de san Josemaría de continuar publicando desde entonces escritos de esas características.

La homilía había sido trabajada detenidamente por el autor durante algún periodo del verano de 1967, y en especial en la segunda quincena del mes de septiembre 20. Había mandado también que se imprimiera, y pudo ser entregada a buena parte de los asistentes al terminar la Santa Misa 21. Aquella ocasión –la Misa en el campus, la homilía de san Josemaría como Gran Canciller de la Universidad de Navarra– fue sin duda importante, por diversas razones, para las personas que la vivieron. Vistas las cosas ahora, desde la perspectiva de los años, de entre aquellas razones quizás puedan destacarse dos:

– aquel breve texto esconde una doctrina de gran riqueza teológica, en la que están compendiados de manera sintética aspectos centrales del mensaje espiritual del fundador;

– su estilo, teológico y pedagógico al mismo tiempo, la claridad e incisividad de su discurso, literariamente hermoso, y en fin, en no menor medida, la profunda atmósfera de piedad y unión con Cristo que desprende, iban a resultar para muchos un estupendo “descubrimiento".

Esta segunda razón es la que aquí nos interesa sobre todo destacar.

Para la mayor parte de las personas que escucharon en aquella memorable ocasión a san Josemaría, y para los incontables cristianos que luego fueron leyendo la homilía, prontamente difundida 22, aquel texto representó, en efecto, una novedad llena de atractivo. Novedad, porque del autor sólo conocían hasta entonces libros de estilo muy diferente como Camino, Santo Rosario y La Abadesa de las Huelgas, y porque muy pocos de aquellos oyentes y de los sucesivos lectores, habían tenido ocasión de comprobar directamente la pujanza y el nervio de su predicación, o de otro modo, la fuerza de su discurso teológico-espiritual. La predicación de san Josemaría, y en concreto aquella homilía, movía –como había sucedido siempre– a la oración personal, ayudaba a encontrarse a gusto con la propia fe y con la condición de cristiano, impulsaba a la intimidad con Cristo, es decir, a la santidad y al apostolado, permaneciendo cada uno en su trabajo, entre los suyos, en medio de la sociedad... Y tantas cosas más. La novedad estaba, pues, también llena de atractivo.

Un elemento significativo del impacto espiritual de aquella homilía, o quizás, dicho de otro modo, un valor que llevaba añadido, venía constituido por el clima de optimismo, de esperanza, de alegría en la fe que transmitía, y que en especial, en aquellos años eclesialmente complejos, contrastaba con el que se respiraba en muchos lugares. Oyendo o leyendo a san Josemaría se encendía invariablemente la fe y se fortalecía la esperanza, movidas por la caridad.

Los ecos que llegaron de la recepción de la “homilía del campus", durante los meses finales de 1967 y primeros de 1968, fueron lógicamente muy positivos. Aunque el espíritu y las enseñanzas de san Josemaría eran conocidos y seguidos por tantos, la impronta espiritual y apostólica de aquel texto, escuchado en directo o leído posteriormente, era patente entre las personas del Opus Dei, así como entre los cooperadores y amigos, y en otros muchos ambientes. ¿Tuvo algo que ver aquella acogida con la decisión, tomada pocos meses después por el autor, de no publicar ya más entrevistas en la prensa internacional –como venía haciendo– y comenzar a publicar textos homiléticos? Es probable que sea así 23, como lo es también que en esa decisión influyera la publicación y acogida de otro texto basado en su predicación: la homilía Cristo presente en los cristianos, que le había sido solicitada en mayo de 1968 y había visto la luz en el sucesivo mes de noviembre 24.

d) Homilías basadas en la predicación previa del autor

La homilía recién mencionada y todas las que le siguieron fueron pensadas y elaboradas, como sabemos, partiendo de las notas y recopilaciones de la predicación de san Josemaría (meditaciones, pláticas, charlas, etc.). Con fuerte fundamento bíblico (principalmente del Nuevo Testamento) y firme apoyo en la tradición patrística, en los textos litúrgicos así como en el magisterio doctrinal de la Iglesia, gozan de un lenguaje teológico-espiritual preciso y claramente formulado, siempre adecuado a la finalidad pastoral prevista (exhortativa, catequética, ilustrativa), etc. Y todo empapado del espíritu fundacional de san Josemaría, de su contemplación de los misterios de la fe, y razonado desde su personal experiencia de Dios y de la vida de la gracia. Con este fundamento, el autor mantuvo desde el primer momento el calificativo de “homilía" para aquellos escritos, y así quedaron definitivamente denominados al ir siendo publicados.

Al haber sido elaboradas a partir de materiales procedentes de la predicación del autor, las homilías fueron datadas según aquellos antecedentes orales, por lo que les resultaba adecuada la calificación de “homilías pronunciadas", aunque fueran fruto de la revisión o reelaboración de meditaciones o pláticas anteriores. A decir verdad, los textos iban siendo redactados por san Josemaría manteniendo un estilo de discurso oral, de coloquio personal con Dios y con los destinatarios, como si éstos continuaran presentes al dirigirles el autor sus palabras, palabras que ya en algún momento, y en no pocos pasajes, habían sido objeto de predicación.

Si bien será explicado detenidamente más adelante, puede ser útil mencionar ya ahora el hecho de que, apenas san Josemaría pensó en publicar homilías, quiso hacerlo relacionándolas con festividades litúrgicas. Quienes le ayudaban en la revisión de las recopilaciones de textos orales comenzaron ya a trabajar con ese criterio. Quiso también desde el inicio san Josemaría que las homilías estuvieran fechadas, es decir, no sólo referidas genéricamente a una festividad sino a un año y a un día concretos, expresando así de manera gráfica el carácter vivo de su predicación. Los colaboradores prepararon a estos efectos un borrador de festividades y fechas, para presentarlo a su aprobación.

El proceso de realización de dicho borrador ha sido relatado por uno de aquellos colaboradores 25. Dado el interés de ese testimonio para la historia del libro hemos optado por transcribir –no obstante la extensión de la cita– algunos de sus párrafos:

«Preparar un elenco de entre quince y veinte festividades que abarcaran desde Adviento hasta Cristo Rey, no presentaba dificultad alguna. Lo referente a las fechas en que estuvieran situadas esas homilías era algo distinto, ya que dependía del material con que se contaba y de las posibilidades de determinar lo ocurrido en días y fechas concretas. Si existían meditaciones predicadas en alguna fiesta y a las que podía acudirse para que sirvieran de base a una homilía, la cuestión de la fecha estaba resuelta automáticamente, ya que la fecha de la meditación era, lógicamente, la de la homilía. No ocurría lo mismo con las otras homilías, es decir, aquellas referidas a una fiesta de la que no contábamos en las recopilaciones con un texto de una meditación predicada con ese motivo. San Josemaría quiso que también estas homilías tuvieran una fecha (...) e hicieran referencia a años diversos, cubriendo en su conjunto un amplio arco de tiempo, de modo que se manifestara la continuidad de su predicación.

»Con ese fin revisamos las recopilaciones para detectar los datos que meditaciones, charlas y tertulias pudieran ofrecer; también procuramos hacer memoria, y hablamos con quienes llevaban en Roma tantos años como nosotros, o incluso más; no acudimos a los Diarios del Colegio Romano ni a otro tipo de fuentes, porque en ese momento el archivo no estaba aún suficientemente organizado como para ser abierto a la consulta. Esta búsqueda nos dio pistas para la fecha de alguna de las homilías, aunque quedaban varias sin datar. (...) En este sentido algunas de las fechas tienen un carácter simbólico, ya que remiten no a una predicación concreta, sino a temas que habían estado presentes a lo largo de un determinado periodo o que constituían una constante en la predicación del fundador de la Obra en esos años romanos 26.

»El elenco final, con la indicación de las fiestas y las fechas, se pasó a san Josemaría, que lo aprobó. A ese programa se ajustó el trabajo posterior. Como puede advertirse revisando Es Cristo que pasa, las dataciones que ahí aparecen se sitúan en el interior del arco de tiempo antes mencionado, es decir, entre fines de los años cuarenta y comienzo de los setenta; más concretamente, entre el 2 de diciembre de 1951 –es la datación más antigua– que corresponde a la homilía Vocación cristiana, y el 4 de abril de 1971, que corresponde a la homilía La lucha interior».

3. Cualidades teológicas y literarias

En la producción escrita de Josemaría Escrivá de Balaguer es preciso distinguir varias etapas caracterizadas por la diversidad de momentos y circunstancias. Situar la historia de esos textos dentro de la historia real de san Josemaría y del Opus Dei, es la primera clave hermenéutica para conocer en profundidad su contenido y su significado. No son obras elaboradas primariamente con pretensión o interés de escritor o autor, sino surgidas al hilo de una actividad pastoral, en este caso también fundacional. Por esa misma razón, esos textos tienen, en la mayoría de los casos, un origen oral, relacionado con el servicio a la Iglesia y el bien de las almas, con el desarrollo institucional de la Obra y con la formación de sus miembros. Y sólo desde esa clave hermenéutica fundamental –la historia de la fundación dentro de la historia de la Iglesia–, se puede acceder válidamente a las demás claves de fondo de esos escritos.

La primera de éstas es el genio pastoral del autor, que escribe desde la vida vivida, tanto la suya personal de sacerdote, de fundador, de Padre, como también la de las personas y de los apostolados que se mueven en torno a él. Josemaría Escrivá ha sido, por encima de todo, un pastor de almas con una misión fundacional, que promueve a su alrededor un fenómeno vocacional y apostólico nuevo en la Iglesia. Y escribe esencialmente –conviene repetirlo– desde la luz de su misión y al servicio de ésta. Su verdadera obra es el Opus Dei, la Obra de Dios implantada en la Iglesia y en la sociedad. Sus textos escritos vienen de ahí o conducen en esa dirección, en el sentido de que no se entienden –en realidad, ni siquiera existirían– si se prescinde de esa realidad.

Sobre estas ideas, aquí sintetizadas, giran los siguientes parágrafos.

a) Un libro ligado a una misión fundacional

Es Cristo que pasa es un libro formado por dieciocho homilías, cada una con su historia redaccional propia, aunque inseparables. Cada una es un texto acabado que, por decirlo así, se sostiene en sí mismo sin necesitar de las demás. De hecho, fueron publicadas por separado. Pero, al mismo tiempo, han sido queridas, casi desde el primer momento, para formar parte de un libro, y es patente la aportación de cada una a la unidad de conjunto. El libro no se explica, lógicamente, sin cada uno de esos textos, pero tampoco ninguno dice todo de sí mismo sino contando con lo que le presta su pertenencia al libro. Por decirlo con otras palabras, las unidades y el conjunto se intercambian mutuamente cualidades (internas y externas), que acaban, por lo mismo, siendo comunes.

Una de tales cualidades comunes, la más interior a todos esos textos, sean contemplados por separado o bien en conjunto, destaca por encima de todas, determinando la personalidad y el significado del libro y de sus capítulos. Ya ha sido mencionada pero la queremos subrayar: estamos ante la obra de alguien en quien todo lo personal es completamente inseparable de su misión fundacional. No sólo nos hallamos ante unos textos de un determinado autor, sino ante un libro de un fundador. La obra escrita de una persona de esas características está necesariamente uncida a su propia misión eclesial, que a su vez es siempre dinámica. No ha redactado el fundador del Opus Dei unos textos, por expresarlo de este modo, a priori (como ahormando la vida con la teoría), ni tampoco simplemente a posteriori (como adecuando la “teoría" –la doctrina espiritual– a la vida). En realidad, por decirlo de este modo, se trata de un proceso interactivo entre un espíritu vivido, asimilado y enseñado activamente, y unos textos que lo formulan de modo auténtico con ocasiones y finalidades diversas, lo fijan y permiten su conservación y transmisión.

Pero la interacción entre obra escrita y misión fundacional hace que los escritos de san Josemaría –portadores, definidores y transmisores de su espíritu– estén abocados a un tiempo y un lugar, y abiertos, a la vez, a la variabilidad de las circunstancias y las modalidades de la misión. Son textos que responden al dinamismo de un espíritu fundacional (invariable) que, a partir de la enseñanza y el ejemplo del fundador, se va encarnando en la vida de otras personas y haciéndose de ese modo activamente presente en la Iglesia y en la sociedad, a través de la realización de la Obra en tiempos y lugares diversos.

Todo lo que decimos puede aplicarse a cualquiera de las obras escritas por san Josemaría, pero hay también entre unas y otras matices diferenciadores. Si nos limitamos a las que redacta y publica entre 1966 y 1973 27, y expresando directa y sencillamente la idea, cabe matizar de este modo:

– En las Cartas (todavía inéditas) está mirando principalmente a los fieles del Opus Dei, presentes y futuros, dejando constancia del espíritu fundacional, de la historia institucional, de la misión apostólica encomendada. Son obras orientadas esencialmente ad intra, expositivas, familiares, etc., aunque también –como ya pensaba que haría con el tiempo– acaben siendo el día de mañana material publicado. Son, en fin, textos del fundador que da razón como Padre y ante sus hijos de su propia misión fundacional, de los trazos genuinos de su espíritu, de los avatares del camino recorrido, etc.

– En Conversaciones está ocupándose de mostrar características esenciales del Opus Dei (naturaleza, fines, medios, espiritualidad, etc.), sobre todo ante quien lo contempla desde fuera; es un texto del fundador encaminado primordialmente a dar razón de la Obra ante la Iglesia y la sociedad.

– En el libro que ahora consideramos, Es Cristo que pasa, redactado en un contexto cultural y eclesial determinado, cabría afirmar que está contemplando ante todo el bien de las almas, las de sus hijos, las de quienes sin serlo participan ya también del espíritu de la Obra, y, en fin, las de todas aquellas personas que puedan encontrar en estas homilías el vigor de la fe cristiana. Es un texto del autor como pastor de almas, urgido por el amor de Cristo y por el anuncio del Evangelio de la salvación.

Al estar referido a la misión de san Josemaría, recaen también sobre el libro ciertas cualidades que lo singularizan. Su autor no es simplemente un escritor de cuestiones espirituales, sino ante todo, un sacerdote llamado por Dios a desarrollar una tarea específica en la Iglesia, que puso en la realización de este libro su celo pastoral. En cierto modo, entendiéndolo bien, se podría afirmar que, por la intencionalidad con que fue elaborado, Es Cristo que pasa –como los otros textos publicados por el autor, cada uno según sus propias características– es un libro ligado a una misión fundacional.

En el alma del fundador, que se sabe depositario de un espíritu que Dios le ha inspirado para que lo transmita, rige el ferviente deseo de que no quede velado nada de cuanto Dios le ha encomendado.

Lleva dentro de sí una íntima exigencia de referir sus enseñanzas de todo tiempo –especialmente cuanto más reveladoras de la esencia del espíritu fundacional– a las que ya comunicaba desde los años primeros de la Obra. En sus escritos son numerosos los pasajes que desvelan ese doble presupuesto: a) su conciencia y responsabilidad de fundador, que da a conocer lo que Dios ha sembrado en su alma, y que permanece vivísima hasta el final de sus días; y b) su manifiesta voluntad de mostrar, por un íntimo deber cara a Dios, la originaria genuinidad de su mensaje fundacional, que perdura idéntico a través de los años, adelantándose incluso en ocasiones –aparente paradoja– a los tiempos en diversos aspectos doctrinales y pastorales, y sobre todo en la unidad de todos.

Existen numerosos ejemplos que ponen de manifiesto lo que decimos. San Josemaría –sin necesidad para él de documentarlo, pues la “prueba" fundamental es su propia conciencia de fundador– no duda en remontar explícitamente a los primeros tiempos de la fundación un aspecto central de su espíritu, aunque lo esté mencionando en un escrito muy posterior. En realidad, él está hablando en ese pasaje con la conciencia de dar lo que ha recibido y enseñado desde el principio. Podemos ilustrar la idea con dos ejemplos tomados de Es Cristo que pasa, aunque cabría también aportar pasajes semejantes de otras obras:

– En la homilía El triunfo de Cristo en la humildad, datada el 24-XII-1963 (muchos años después de 1928), escribe: “Desde 1928 comprendí con claridad que Dios desea que los cristianos tomen ejemplo de toda la vida del Señor. Entendí especialmente su vida escondida, su vida de trabajo corriente en medio de los hombres: el Señor quiere que muchas almas encuentren su camino en los años de vida callada y sin brillo" 28.

– Del mismo modo, en la homilía La Ascensión del Señor a los cielos, datada el 19-V-1966 (siempre muy lejos del nacimiento del Opus Dei), señala: “¡Lo he dicho sin cesar, desde que el Señor dispuso que surgiera el Opus Dei! Se trata de santificar el trabajo ordinario, de santificarse en esa tarea y de santificar a los demás con el ejercicio de la propia profesión, cada uno en su propio estado" 29.

Desde ese primordial punto de vista, Es Cristo que pasa ha de ser considerado como un libro que, en sí mismo y en todos sus pasos previos, dice relación directa a la propagación y consolidación por el mundo del ideal de la santidad cristiana a través del trabajo y demás actividades de la existencia cotidiana, en que consiste el mensaje fundacional de su autor.

b) Un libro al servicio de la formación y el apostolado

Otra característica propia del libro, inseparable de la anterior, puede formularse así: Es Cristo que pasa, como pone de manifiesto su proceso genético, estuvo ligado desde su origen no sólo a la misión fundacional del autor, sino también a la historia interna y a la actividad apostólica del Opus Dei. Queremos simplemente indicar que la Obra cooperó con el fundador en la realización material y en la propagación del libro, pero también, a la inversa, que el libro ayudó notablemente al desarrollo del trabajo apostólico del Opus Dei por todo el mundo.

Ya desde que, en 1968, san Josemaría quiso que se publicara la que luego sería una de las homilías del libro, antes incluso de que se pensase en este volumen, las personas que le ayudaban en el gobierno del Opus Dei, identificándose con la intención apostólica y espiritual del fundador, y conscientes por anticipado de los frutos espirituales y apostólicos de sus nuevos escritos, pusieron el máximo empeño en colaborar en esa tarea. Las dieciocho homilías, una a una, y el libro al que más adelante fueron orientadas, se consideraron desde el primer momento en la Obra –no podía ser de otra forma– como algo del fundador en cuanto tal: manifestación de su celo pastoral y de su amor a la Iglesia, un cauce de transmisión de su espíritu y de extender su mensaje de santidad y apostolado en la vida corriente. En definitiva, un modo de hacer el Opus Dei en bien de toda la Iglesia. En torno a la materialización de las primeras ediciones, de su difusión universal, de los procesos de traducción y distribución, se desarrolló una actividad organizativa que fue integrada con toda naturalidad en los cauces de gobierno (central y regional) de la institución.

En los capítulos que siguen a estas páginas introductorias serán descritos muchos hechos concretos que ilustran lo que se acaba de indicar. No es preciso, por tanto, extenderse ahora más en la idea, si bien es oportuno añadir un matiz. Aunque, como venimos diciendo, Es Cristo que pasa sea un libro ligado a la misión fundacional de san Josemaría, y su realización material haya contado desde el inicio con el apoyo institucional de la Obra, no debe ser considerado, sin embargo, como un libro “para el Opus Dei". Eso sería malentenderlo. Es, sí, un libro escrito por el fundador, pero en beneficio de todas las almas: las de sus hijos y las de todos los hombres.

Todo lo que se refiere al Padre como fundador y cabeza del Opus Dei está rodeado de filial veneración y respeto. Y cuando llega el momento de ayudar materialmente en la edición, traducciones y distribución de las homilías y del libro por todo el mundo, la Obra entera participará de algún modo, ordenadamente, en esos trabajos, a través de los normales cauces de comunicación. Existe la íntima convicción del enorme bien que significa la propagación de la enseñanza del fundador. La propia historia de su acogida universal se ha encargado de certificarlo.

En las concretas circunstancias de aquellos años, quizás se advertía más la urgencia de dar un testimonio vivo de Cristo y de la fe de la Iglesia, con la serenidad y el vigor estimulante del espíritu de san Josemaría. El fundador, y con él todos los miembros de la Obra, sacerdotes o laicos, compartían con tantos otros fieles en la Iglesia la certeza, muchas veces experimentada, de cuán hondamente influye en las almas el anuncio amable y sincero del Evangelio: el dar a conocer a Jesucristo con la palabra y con las obras.

Entre tantos aspectos del apostolado universal de la Obra, dirigido por san Josemaría y por quienes le ayudaban en Roma y en los diversos países, el fundador ve la conveniencia de editar en muchas lenguas textos doctrinales y pedagógicos, de fundamento litúrgico y contenido espiritual. E inmediatamente queda establecido –dentro de los cauces del trabajo apostólico del Opus Dei– el procedimiento para ayudar al Padre en esa tarea. De ese modo, acabada la redacción por san Josemaría de cada homilía y dispuesta para ser editada, se utiliza la habitual forma de comunicación –comunicaciones escritas– entre el gobierno central de la Obra (el Consejo General) y el gobierno de cada país o Región 30 (la Comisión Regional), para intercambiar información sobre el iter de ese texto en sus diferentes etapas: original enviado en castellano, publicación o eventual traducción, corrección de pruebas o de traducciones, etc., hasta la definitiva edición de texto y el envío de ejemplares a Roma.

El hecho que acabamos de resumir es la razón de que una gran parte de la documentación citada en la presente edición esté formada –como veremos en adelante– por comunicaciones escritas entre el gobierno central y los gobiernos regionales.

c) Un libro profundamente bíblico

Las homilías que componen Es Cristo que pasa constituyen en conjunto una gran meditación sobre la Palabra de Dios. Su fundamento bíblico se percibe en cada página, como es también patente el interés del autor por enraizar en los Libros Sagrados su meditación 31. Basta una ojeada al “Índice de textos de la Sagrada Escritura", que acompañaba ya a la primera edición del libro, para comprobar –aunque sólo sea materialmente– que el uso del texto sacro no es aquí un recurso retórico o un modo de embellecer el discurso, sino que figura en calidad de fuente y alma de la exposición. Como ha puesto de relieve Gonzalo Aranda: “la veracidad de la Sagrada Escritura en cuanto Revelación divina aparece en las homilías como un principio indiscutible, entendiendo que el contenido de la Escritura forma parte de la verdad de fe" 32.

Tanto al exponer los fundamentos doctrinales de una cuestión, como al poner de relieve las consecuencias morales, o, en fin, cuando se manifiestan delicadamente los afectos, todo se encuentra empapado de la presencia y de la enseñanza de la Revelación. Como puntualiza Varo, “los textos y las frases de la Sagrada Escritura constituyen habitualmente la falsilla de su predicación" 33. Se percibe, al mismo tiempo, la existencia de una meditación previa, que permite en cada momento al autor proponer un sentido preciso de los textos. Es sabido, por ejemplo, que entre sus papeles personales dejó a su muerte una serie de cuartillas, datadas en 1933, en las que se recogen un centenar de citas, con el encabezamiento: “Palabras del Nuevo Testamento, repetidamente meditadas" 34.

También Álvaro del Portillo, ha aludido a este punto en su Introducción a Es Cristo que pasa, donde escribe: “Cada versículo ha sido meditado muchas veces y, en esa contemplación, se han descubierto luces nuevas, aspectos que durante siglos habían permanecido velados" 35. Y Salvatore Garofalo, desde otro punto de vista, aprecia una conexión evidente entre la meditación previa del autor y su recurso a los textos evangélicos, “nunca citados per transennam o en el estado, me atrevo a decir, de lugar común, resultando así evidente la honda meditación y la atenta exploración de los pliegues íntimos de la Palabra de Dios" 36.

En la mente, y por tanto en el estilo literario, de san Josemaría, la entera Escritura permite ser presentada como un todo, tomando de distintos Libros las características que le interesa destacar. Muestra así tener “una clara conciencia de la unidad entre los dos testamentos, el Antiguo y el Nuevo" 37, lo que también puede apreciarse, en la conjunción buscada de pasajes de diferentes Libros, enlazados como si tuvieran relación directa entre sí. No es éste un hecho nuevo en la predicación cristiana 38.

En sus citas de los textos del Nuevo Testamento usaba san Josemaría, generalmente, la edición bilingüe (latín-castellano) de Carmelo Ballester, que sigue a su vez la versión latina de la Vulgata y la castellana de Torres Amat. En las referencias del Antiguo Testamento, la edición habitual era también la de Scio y luego la de Torres Amat, aunque en algunas ocasiones, pocas, utilizó la de Nácar-Colunga. En cuanto al sentido del texto, recurre habitualmente a la interpretación literal; los sentidos espirituales clásicos, aunque pueden hallarse en las páginas del libro, en especial el tropológico, no se presentan más que en contadas ocasiones.

Revivir las escenas evangélicas, contemplarlas como personalmente hace y recomienda, da a estas homilías un tono de oración, de diálogo con Dios. Hay quien lo ha denominado: un “acceso contemplativo a la Biblia" 39, que se resume en: “meditación de los textos, contemplación de los acontecimientos bíblicos, familiaridad con los protagonistas del Nuevo Testamento especialmente con Jesucristo, ser un personaje más de las escenas narradas". En Es Cristo que pasa, en efecto, todo se de­senvuelve en una atmósfera orante, de familiaridad con Dios, de relación cercana y filial con Él. Consigue así que los lectores del presente –como los oyentes del pasado– se sientan empujados a la meditación, al diálogo personal con el Señor.

La abundancia de pasajes citados revela la intención de fondo de mostrar el rostro del Maestro, situar a cada uno ante Jesús. El centro de cada homilía, e incluso cabría decir de cada página, es, en efecto, la atenta mirada sobre Cristo. Conocerle, tratarle en el Pan y en la Palabra, darle a conocer a los demás, son exhortaciones permanentes. San Josemaría se siente profundamente atraído por el misterio del Verbo Encarnado y lo medita con amor en todas sus dimensiones. Su actitud primera es de asombro agradecido ante un don tan extraordinario –¡Dios que se ha hecho Hombre!– como inesperado. El abajamiento de la Encarnación, inefable ejemplo de caridad y humildad –Flp 2, 7 es una de las referencias bíblicas más repetidas en el libro–, es sobre todo visto como manifestación del inmenso amor de Dios por sus criaturas. Que el Hijo de Dios haya querido hacerse hombre para salvar al hombre, revela un amor capaz de rebasar cualquier barrera, ante el que san Josemaría se conmueve y se llena de deseos de corresponder. Descubrir ese Amor en cada una de las acciones y palabras de Cristo es la más frecuente exhortación de estas homilías.

El centro de atención, será, consecuentemente, la Humanidad Santísima del Señor, Modelo único para los cristianos, Camino necesario para llegar al Padre. Y su consideración amorosa va acompañada de un sentimiento de gratitud y conversión. Como ha señalado Tanzella-Nitti hablando de este aspecto de la enseñanza del autor: “La contemplación pausada de Cristo verdadero hombre ‘mueve’ al cristiano a ponerse en relación con Dios, suscitando sentimientos de agradecimiento, pero también de contrición y deseo de correspondencia, porque la humanidad perfecta del Verbo ‘revela’ la magnitud del amor de Dios por cada uno de nosotros" 40.

Considera san Josemaría con delicado amor los pasajes evangélicos sobre la infancia del Señor; medita también pausadamente su vida escondida en Nazaret, modelo máximo de vida humana santa y santificadora; saca luces de las escenas de la vida pública, de los milagros, de las parábolas, de los discursos; se siente amigo de los amigos del Señor; se conmueve con los relatos del Cenáculo y de la Pasión; vibra con las escenas que muestran a Cristo resucitado... Tiene siempre ante los ojos ese pasar de Cristo entre los hombres, que, significativamente, compendia, al titularlo, todo el libro.

d) Un libro de naturaleza teológico-espiritual y finalidad pastoral

En Es Cristo que pasa el autor nos hace partícipes de su mirada contemplativa sobre los misterios fundamentales de la fe católica, considerados desde la perspectiva que ofrecen los periodos y las festividades del tiempo litúrgico. Y eso tiene un gran interés para conocer las claves profundas de su enseñanza, pues medita los misterios tal como son poseídos por la Iglesia (comunión con el magisterio: clave primera) y desplegados en la existencia cristiana (inserción en la común tradición litúrgica y doctrinal: clave segunda), y, al mismo tiempo, su contemplación manifiesta también el singular reflejo que ofrecen esos misterios de la fe cuando se miran a la luz del espíritu fundacional del Opus Dei (matices espirituales y teológicos propios: clave tercera).

Todos esos elementos, armónicamente compenetrados en las páginas del libro, proporcionan a esta obra unas características únicas. En ninguna otra de las publicaciones del autor es tan luminoso, a mi entender, el fundamento bíblico-dogmático de su doctrina espiritual, ni tan patentes las raíces teológicas (tradición, liturgia, magisterio) en las que se sustenta, ni tan lúcido el entramado de su espiritualidad, es decir, de la imagen que ofrece de la existencia cristiana vista con la luz de la fe y desde la perspectiva de unos dones carismáticos singulares.

Las dieciocho homilías que componen el volumen están unidas en su común referencia a las verdades de la salvación que la Iglesia confiesa y celebra. Ya desde su momento originario, en la intención del autor, tenían esos textos una catolicidad a priori, a causa de su propio contenido y de su finalidad. Es lo mismo que sucede con otras obras de signo católico (espiritual, litúrgico, doctrinal, ascético, etc.) de todos los tiempos. Son libros universales “por esencia", pues al traer consigo la melodía y el sabor del Evangelio leído en la Iglesia, tienen la capacidad de interpelar a los creyentes en todo tiempo y lugar.

Nuestro libro, además, es portador de una enseñanza de carácter práctico, dinámico y apostólico, de validez también universal. El Evangelio de Jesucristo –nos dice– pide ser convertido en vida real de los hombres, merced a la difusión de la llamada a la santidad en todos los ámbitos de la sociedad, y a través de la santificación de lo más universalmente compartido por todos los seres humanos: el trabajo y las demás actividades cotidianas.

Es Cristo que pasa nace, pues, y se difunde con el signo de la universalidad de la vocación del cristiano a la santidad y al apostolado en su existencia cotidiana. Su origen remoto, sus claves de fondo, la historia de su gestación, y, en fin, la intencionalidad pastoral y evangelizadora de su publicación en distintos países y lenguas contemporáneamente, nos sitúan ante un libro que traspasa fronteras de espacio y tiempo. Todos esos aspectos se analizan en los capítulos posteriores; si los mencionamos ahora, es para considerarlos ya desde el comienzo –y también al propio libro– desde la cualidad más específica que comparten: la catolicidad, la universalidad.

Es la universalidad del Hijo de Dios encarnado, la de su Persona y su obra: la de su misterio redentor, actual y eficiente en todos los lugares y tiempos. Cristo ha conseguido para todos “de una vez para siempre" (cfr. Hb 7, 28), la redención eterna (Hb 9, 12), ha destruido el pecado (Hb 9, 26), nos ha santificado (Hb 10, 10). Tal es la esencia del mensaje cristiano de salvación, perdurable eternamente porque Jesús ha resucitado. De eso nos quiere hablar en el libro san Josemaría: de Cristo vivo, cercano, que sigue pasando con su amor y su perdón entre los hombres, que no abandona a los suyos 41. El libro no trata de otro argumento: Cristo entre vosotros, Cristo en vosotros (Flp 1, 27; Flp 2 Cor 13, 5), si bien lo hace contemplándolo desde múltiples perspectivas. Algunos de los títulos de las homilías que lo integran lo expresan muy bien 42.

Pero quizás sea en el título mismo: Es Cristo que pasa, donde la universalidad y perennidad del misterio quedan enunciadas del mejor modo, aunque sea de manera implícita. No es éste el momento de estudiar con más detención su significado, pero sí al menos de señalar su evidente inspiración en las frecuentes escenas evangélicas que contemplan el paso de Jesús entre las gentes. Será Juan el Bautista, quien “fijándose en Jesús que pasaba", ponga por primera vez de manifiesto que Él “es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29.35). Aquel visible pasar de entonces, como también el oculto pasar de ahora por medio de la gracia, de la Iglesia, de los cristianos, representan y realizan –eso quiere subrayar san Josemaría– el desbordamiento del amor y la misericordia de Dios: la curación física y espiritual (cfr. Mt 20, 29; Lc 18, 37; Jn 9, 1 ss); la conversión que salva (Lc 19, 4); el anuncio esperanzador del Reino de Dios (Lc 8, 1); la vocación cristiana como llamada a seguir al Maestro y continuar su obra (cfr. Mt 4, 21; Mc 1, 16.19; Mc 2, 14); etc. Ahora como entonces la misión de Cristo y de sus discípulos es un pasar “evangelizando y curando por todas partes" (cfr. Lc 9, 6).

Perteneciendo a Jesucristo el pleno protagonismo de estas páginas, con Él también lo comparte, en segundo plano, el otro gran protagonista: el “cristiano corriente", todo cristiano sea cual sea su condición, que verdaderamente, merced al Bautismo y a los demás dones sacramentales, es y puede ser llamado “otro Cristo (alter Christus)", e incluso, en un nivel más profundo de verdad teológica, “el mismo Cristo (ipse Christus)". El mensaje de san Josemaría será insistente: en y a través del alter Christus, partícipe por la gracia del ser y de la misión del Hijo de Dios, sigue pasando el Redentor entre los hombres, con sus dones, con su misericordia, con su llamada, con su Amor.

Un pensamiento esencialmente cristocéntrico como el que inspira el libro, da origen en su interior a una antropología cristiana vigorosa, de la que nacen a su vez sólidas orientaciones espirituales y morales. Eso es lo que se halla detrás del alter Christus, ipse Christus. Y brotan también, como consecuencia, de la misma raíz importantes nociones. Una de éstas –evidentemente no la única, pero sí quizás la más relevante y de más amplio registro pastoral–, es la que el autor denomina “unidad de vida". La encontraremos con asiduidad en Es Cristo que pasa.

Acostumbra el autor a terminar cada una de estas homilías con una breve referencia a la Santísima Virgen. Una y otra vez exhorta al lector a tomarla como Modelo, a contemplarla como Maestra de amor de Dios, a tratarla como Madre.

La santidad que san Josemaría propone en estas páginas es, en fin, la que puede ser alcanzada en la vida ordinaria, sin salir del lugar que cada cristiano ocupa en medio de la sociedad. Predica el seguimiento e identificación con Cristo ajustándose –con el alimento de la gracia– a la realidad más cotidiana. Plantea el desafío de aceptar las cosas como son, sin evadirse en una mística ojalatera 43. Manifiesta simpatía –como la mostraba Jesús– por la naturalidad y la sencillez, por lo que no llama la atención. Él mismo evita en los distintos textos la retórica, la predicación con palabras o expresiones afectadas. Huye del artificio y se esfuerza en fomentar un diálogo filial con Dios. Observa la vida ordinaria desde la óptica de la fe, que condensa en la expresión característica: “visión sobrenatural", que alude al modo cristiano de razonar y de juzgar la realidad en relación con Dios y con la vida eterna.

La alta valoración de la existencia ordinaria del cristiano, como ha quedado antes indicado, procede en el autor de manera singular de su contemplación de los treinta años de vida oculta del Señor en Nazaret. Ese largo tiempo de existencia escondida de Cristo, junto a su Madre, como uno más entre los demás, santificando con su presencia las realidades familiares, la actividad laboral, las relaciones de amistad y de convivencia, es el que mejor se ajusta al cotidiano quehacer del cristiano corriente. Y ante los ojos de san Josemaría –no obstante el silencio de la Escritura– son años que lucen con singular claridad. Su enseñanza será que, por la Encarnación del Verbo, los cauces de la actividad habitual de los hombres se han convertido en verdadero camino de santificación, asequible para todos. Como se lee en alguna ocasión en las páginas de este volumen, y era una frase que al autor le gustaba repetir: “se han abierto los caminos divinos de la tierra" 44.

e) Un libro de difusión universal

Es Cristo que pasa se difundió rápidamente por todo el mundo, a través de su traducción y edición en las principales lenguas occidentales. En vida de san Josemaría, y en poco más de dos años –entre marzo de 1973 y junio de 1975–, vieron la luz seis primeras ediciones en diferentes lenguas, en el siguiente orden: castellano (marzo de 1973), italiano (diciembre de 1973), portugués (mayo de 1974), inglés (septiembre de 1974), alemán (noviembre de 1974) y francés (junio de 1975) 45.

Tal difusión, en cierto modo universal y casi simultánea, es un elemento integrante de su historia y de su eficacia, que será oportunamente documentado en apartados sucesivos y los apéndices finales de esta edición.

f) Perfil literario

Sobre las características literarias de las obras de san Josemaría se han editado diversos trabajos, principalmente centrados en el estudio de Camino, aunque algunas de las apreciaciones de carácter general son así mismo válidas para el libro que estamos considerando 46. También los artículos y recensiones publicados sobre Es Cristo que pasa se fijan en dichas características, si bien no sea éste el aspecto que más les interesa 47. En los párrafos que siguen compondremos una cierta síntesis de ideas, a partir de todos los componentes mencionados, aportando también las nuestras.

Es común destacar, en el perfil literario, la atmósfera de comunicación personal, de diálogo con los lectores que san Josemaría establece, quizás porque ha querido que perdurase en el conjunto de las homilías aquel aire de palabra predicada que, no pocos pasajes, originariamente de procedencia oral, han mantenido. Muestra, en efecto, un continuo estilo moderadamente dialógico, aunque no coloquial; lleno de naturalidad, y sin afectación de ningún tipo. Lo que el autor enseña, aquello a lo que exhorta, responde a lo que vive. Da lo que tiene, habla desde la intimidad de su trato personal con Dios.

Un interesante tema de estudio –que nosotros ahora no estamos en condiciones de plantear–, podría ser, en ese sentido, el análisis de las frases que el autor escribe en primera persona, usando el “yo": no sólo –aunque también– el yo narrativo (“yo sé", “yo he visto", “yo besaba", “yo me pregunto", “yo he presenciado"..., etc.), sino también, y sobre todo el yo interlocutorio, inclusivo, que, por decirlo así, está dialogando desde el “nosotros" con el “vosotros" 48. Son pasajes que desvelan la implicación del autor con lo que escribe para sus lectores, porque, como decíamos, les está dando lo que tiene: su experiencia de lucha por la santidad, de fidelidad a Jesucristo. Cabría decir que san Josemaría está como levantando la vista del folio en el que escribe, para mirar al lector-oyente, buscando o despertando su complicidad. Más claramente aún puede apreciarse ese porte literario, evidente expresión de una actitud personal, en aquellos pasajes construidos en torno al “vosotros", o también al “tú", muchos de ellos en relación con el “yo", pero tantos también directamente interpelantes, exhortatorios, siempre animantes 49.

Otra de las notas del libro es su talante positivo, de aliento en la lucha por mejorar en la identificación con Cristo. San Josemaría quiere mover al lector a vivir las virtudes. Sus textos están empapados de optimismo, de serenidad. Usa un lenguaje no rebuscado, preciso, que persigue la claridad. “Habla" con propiedad, eludiendo toda ambigüedad de construcción o de sentido. El vocabulario es rico y variado. Se aprecia interés por evitar repeticiones, aunque a veces se deba recurrir, para lograrlo, a vocablos menos frecuentes. Las frases son más bien cortas. Raramente se prodiga en oraciones subordinadas. El discurso gana así en comprensión sin perder brillantez: hay elegancia narrativa. Son textos, evidentemente, muy trabajados.

Como se deduce de lo que venimos escribiendo, prima en todo el libro, desde el punto de vista estilístico, el deseo del autor de llegar bien al lector, no sólo para hacerse entender (aunque, como es lógico, también sea así 50), sino para alentarle a participar del espíritu que se le propone, es decir, a tomar la decisión de practicar lo que está leyendo. La finalidad espiritual y pastoral de los textos induce a exponer los conceptos teológicos mediante ejemplos e ilustraciones, sin detenerse en razonamientos teóricos. Puesto que la enseñanza propuesta tiene fuste doctrinal e intelectual, no faltan además pasajes de particular densidad teológica. El autor, sin embargo –permítase que lo digamos así– “no hace teología". Ofrece, en cambio, en estas homilías mucha materia de reflexión teológica, y de alto interés. No podía ser de otro modo: en la gran tradición católica siempre han ido juntas la buena teología y la buena espiritualidad. Por lo que a nuestro libro concierne, hemos procurado mostrar esa conjunción en las anotaciones al texto.

SEGUNDA PARTE
Proceso de publicación de Es Cristo que pasa

La Segunda Parte de esta Introducción general está dedicada al análisis de la génesis del libro, sobre la base de la documentación que se conserva en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei. En primer lugar se estudia la edición y difusión de las homilías por separado, y luego son abordados esos mismos aspectos referidos al libro como tal. La razón de esa distinción es la siguiente.

Como hemos venido afirmando, la redacción, edición y difusión de Es Cristo que pasa es inseparable de la misión eclesial del autor y de la actividad apostólica del Opus Dei. Ese hecho no tiene para nosotros un valor puramente empírico (no lo consideramos un simple dato de facto), sino que nos permite establecer, en unas coordenadas precisas, el campo de estudio de la génesis del libro, que contempla dentro de sí dos periodos:

– el proceso de elaboración de la primera edición en lengua española (1968-1973);

– la prolongación de ese periodo hasta la publicación de las primeras ediciones en las otras cinco lenguas en que el autor llegó a conocer el libro (y antes a promover sus ediciones) (1973-1975).

Quiso san Josemaría que este volumen (en sus etapas parciales y en su edición final) viera la luz porque deseaba hacer llegar a los miembros del Opus Dei, y a tantas otras personas cercanas a sus actividades de formación en todo el mundo, lo que las homilías por separado y el libro en su conjunto contenían: una ayuda al fortalecimiento de la vida de fe de aquellas personas, un impulso a su formación doctrinal, espiritual y apostólica, y todo presentado e ilustrado a través de la exposición de los aspectos centrales del espíritu de la Obra. Cada homilía del futuro libro en su periodo primero de gestación, así como el libro final, fueron objeto de gran interés para el autor en sus diversos aspectos, como son:

– la redacción, primera edición (normalmente en castellano) y primera difusión;

– la traducción a diversas lenguas (esencialmente, durante aquellos años, al inglés, italiano, portugués, alemán y francés, más alguna homilía al japonés), así como la edición y difusión por países de esas áreas lingüísticas;

– la edición y difusión del libro como tal, en esas mismas lenguas y países.

Ese conjunto de aspectos, que san Josemaría promovió y siguió con atención, no constituye simplemente, como es evidente, un interesante hecho editorial. Fue, por encima de todo, un hecho pastoral y apostólico de gran magnitud, que, en un breve periodo de tiempo, casi contemporáneamente, puso en circulación entre católicos de seis áreas lingüísticas distintas, un libro de contenido teológico-espiritual, dirigido a promover la llamada a la santidad en la vida ordinaria, a fortalecer las conciencias cristianas, a suscitar el deseo de identificarse con Jesucristo y de servir a la misión de la Iglesia.

Ese era el significado del libro desde sus inicios, y así se fue llevando a cabo su proceso de elaboración. Esas son, a nuestro entender, las dimensiones internas de Es Cristo que pasa, las más decisivas de su génesis histórica. Al preparar su edición crítico-histórica debía ser puesto de manifiesto, y esa es, como señalábamos arriba, la razón de ser de este amplio capítulo.

I. PUBLICACIÓN DE LAS HOMILÍAS POR SEPARADO

4. Primera difusión de las homilías

a) Introducción

El proceso genético de Es Cristo que pasa, que se prolongó durante cuatro años y algo más de tres meses, puede considerarse implícitamente iniciado con la publicación en noviembre de 1968 de la primera de las homilías que lo compondrán. Aunque todavía no se pensaba en el libro, aquel era el primer paso de un camino que llegaría a su término en marzo de 1973 con la salida a la calle de la edición princeps.

En el trabajo desarrollado por san Josemaría a lo largo de aquel periodo se pueden distinguir tres fases sucesivas y complementarias, cada una de varios meses de duración (seis la primera, y doce tanto la segunda como la tercera), separadas por dos pausas, de diez y doce meses respectivamente. La documentación que se conserva permite comprobar que en cada una de las fases el trabajo estuvo orientado hacia una determinada meta, o dicho de otro modo, se llevó a cabo de acuerdo con una concreta intencionalidad. Lo expresaremos primero sintéticamente y a continuación con mayor detención.

En la primera fase –que se prolonga durante seis meses, de noviembre de 1968 a mayo de 1969–, no se advierte otra intención que la de ir publicando y traduciendo a diversas lenguas, las cinco homilías aparecidas en ese periodo, solicitadas todas al autor por algún medio de comunicación. No se encuentra en estos meses alusión directa de san Josemaría a un futuro libro de homilías, aunque ya comenzaban a llegarle peticiones al respecto.

Después de un intervalo de diez meses (de junio de 1969 a marzo de 1970), empezó la segunda fase de la génesis del libro, que se prolongaría hasta marzo de 1971. En esos doce meses fueron publicadas cuatro nuevas homilías, y siguió desarrollándose un intenso trabajo de traducción de las ya editadas. Lo más significativo de este periodo serán, sin embargo, las primeras alusiones directas a la edición de un volumen de homilías, aunque todavía en un futuro indeterminado. La intención manifestada por san Josemaría es la de publicar un volumen amplio y no un libro de pocas páginas, si bien la amplitud y, por tanto, el número de homilías que compongan el libro, no está aún precisada.

Tras un nuevo intervalo de once meses (de marzo de 1971 a febrero de 1972), comienza la tercera y definitiva fase, que se prolongará por un año, dividido a efectos prácticos en dos periodos distintos. El primero, que se extiende desde febrero a diciembre de 1972, será escenario de una intensa actividad editorial: en esos meses ven la luz tantas homilías (nueve) como en los tres años anteriores juntos; el segundo periodo, en cambio, de enero a marzo de 1973, lo ocupa enteramente la preparación de la primera edición del libro. En el trabajo del autor durante esta fase, sin dejar las motivaciones anteriores, hay una nueva y evidente intencionalidad: puesto que el libro, aprovechando algunas solemnidades o fiestas, quiere cubrir de modo sistemático el arco del año litúrgico, las nuevas homilías miran, sencillamente, a completar lo que falta.

Si las nueve primeras homilías, de las dieciocho que componen Es Cristo que pasa, se publicaron mirando quizás sólo tácitamente –aunque con creciente atención– a la meta final del libro, las nueve restantes fueron, en cambio, escritas y publicadas con la mirada puesta ya también en dicha meta. Por eso, cuando san Josemaría, completada la consideración del ciclo litúrgico, juzgó llegado el momento, se puso punto final al largo periodo de gestación. El 13 de diciembre de 1972, en efecto, fue enviada a España desde Roma una nueva homilía acompañada de una comunicación en la que se decía: “Mandamos la última homilía para incluirla en el 1er volumen" 51.

b) De noviembre de 1968 a mayo de 1969: las cinco primeras homilías

La fase inicial del proceso (unos seis meses), dio inicio mientras le llegaban al autor, desde diversas partes del mundo, los ecos del notable impacto que la homilía por él pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra, en octubre de 1967, había tenido en los oyentes, y estaba teniendo entre los lectores. Aquellos meses constituyeron un periodo temporalmente reducido, pero de intenso trabajo, en el que se consolidaron el género y las características fundamentales de los nuevos escritos del fundador, que a partir de entonces comenzaron a ver la luz.

Serían textos básicamente concebidos y redactados con fundamento bíblico-litúrgico, finalidad catequética y estilo discursivo. Serían elaboradas sobre una sólida base teológica (los misterios revelados contemplados en la Iglesia como objeto de fe y de amor), y dotadas de una penetrante sensibilidad pastoral (los misterios revelados como luz que se derrama, con intensidades y tonalidades diversas, sobre el vivir cotidiano de los fieles). Se orientarían a facilitar, a quienes las leyeran, el encuentro personal con Jesucristo y el ideal de una existencia cristiana plena, a la luz de la tradición cristiana y del espíritu fundacional de san Josemaría. Harían, en consecuencia, particular hincapié en la llamada universal a la santidad, y en la responsabilidad apostólica de cada bautizado en las circunstancias de su vida ordinaria.

Una vez asumida por san Josemaría la decisión de publicar textos de esta naturaleza –decisión que tomó cuerpo rápidamente ante concretas peticiones que le llegaban de países distintos–, en aquellos primeros siete meses entregó sucesivamente a la imprenta cinco homilías, que serían originariamente publicadas en tres lenguas distintas: en francés y en italiano, respectivamente, las dos primeras, y en castellano las tres restantes. Los temas de aquellos primeros escritos no habían sido elegidos a priori por el autor, sino aceptados por él a petición de diversos medios de comunicación. Para san Josemaría era importante la temática solicitada; para los peticionarios era además altamente valorada la oportunidad de publicar un texto inédito del fundador del Opus Dei 52.

El estudio histórico-analítico de cada una de aquellas primeras homilías, así como de las que vinieron después hasta completar las dieciocho de Es Cristo que pasa, se hará en la segunda parte de este libro. Ahora, en cambio, ofreceremos una panorámica general del origen de esos textos y de los datos de sus primeras ediciones. Es conveniente proceder así para mostrar la sucesión cronológica entre todos, conforme al orden en que fueron siendo publicados por separado. Tal ordenación puramente temporal dejó de tener significado cuando, llegado el momento de editar el libro, se dispusieron siguiendo el calendario litúrgico. Cada homilía pasó entonces a ocupar un lugar propio en el índice de Es Cristo que pasa, con independencia de su fecha de edición. Miramos, pues, de nuevo a las cinco homilías del periodo que estamos considerando.

– La primera que se publicó –primera también, por tanto, en absoluto– fue Cristo presente en los cristianos, meditación propia del tiempo pascual, en la que se contempla la continuidad de la obra redentora de Jesucristo en la Historia, en especial a través de su presencia operativa en la vida y acción apostólica de los cristianos. El origen del texto 53 se remonta a la solicitud dirigida a san Josemaría de un artículo de carácter teológico-espiritual para ser publicado en la revista cultural francesa “La Table Ronde" 54.

La petición fue realizada, concretamente, por Henry Cavanna, coordinador editorial de la revista y miembro de su consejo de redacción, por medio de una carta fechada el día 27 de mayo de 1968 55. Aceptada la petición, el original de la homilía, escrito en lengua castellana fue enviado desde Roma a “La Table Ronde" el día 7 de julio de 1968. Su publicación tuvo lugar en noviembre de 1968, en el número 250 de la revista (XI-1968), págs. 157-172, con el título de: Le Christ présent chez les chrétiens.

Cuatro días después del envío de la homilía a “La Table Ronde", el 11 de julio de 1968, el Consejo General remitía el texto a la Comisión Regional de España acompañado de un escrito que contenía interesantes informaciones 56. El texto enviado era denominado oficialmente: “homilía del Padre" (“Os enviamos copia de una homilía del Padre"). Hablaba de “otras homilías" que vendrían después, y quedaba sugerida la conexión entre la temática de las homilías futuras y las fiestas del calendario litúrgico (“En el futuro –con ocasión de fiestas como la Navidad, Semana Santa, etc.– podrán publicarse otras homilías en diversas revistas"). Las homilías serían expedidas directamente desde Roma para ser editadas –es decir, sin previa petición–, pero también podían ser solicitadas desde fuera, pidiéndolas al menos con un mes de anticipación. Esta última precisión nos da una idea aproximada del tiempo empleado en la elaboración de los textos.

De tales datos cabe deducir que san Josemaría había decidido contribuir a la formación de sus hijos y al desarrollo de los apostolados de la Obra en todo el mundo, también con ese nuevo tipo de publicaciones, de intenso contenido espiritual y doctrinal. Se estaba cerrando definitivamente el periodo de las entrevistas, y se confirmaba el inicio de la época de las homilías.

Tras la publicación de Le Christ présent chez les chrétiens, se comenzó a mencionar, en efecto, la posibilidad de publicar otras homilías con esa temática litúrgico-espiritual de fondo, y a promover, en consecuencia, las traducciones en diversas lenguas 57. Se tenía conciencia de la eficacia espiritual y apostólica que se derivaría de la lectura de aquellos textos, y se instaba no sólo a publicarlos en otros países, sino también a desarrollar una intensa acción apostólica de difusión 58.

Cristo presente en los cristianos fue publicada también en lengua castellana –casi en simultáneo con la edición francesa– en dos medios de comunicación de Madrid: la revista “Palabra", nº 39, noviembre 1968, págs. 9-12, y la colección de Folletos “Mundo Cristiano" 59, nº 77, noviembre de 1968 60.

– La segunda homilía de este primer periodo llevó por título: El triunfo de Cristo en la humildad, y era de temática navideña. Su origen se remonta a una nueva petición, en este caso de la revista italiana “Studi Cattolici" 61, que hizo llegar a mediados de octubre de 1968 a san Josemaría, a través de la Comisión Regional de Italia, el deseo de publicar en el número de diciembre una homilía del Padre sobre la Navidad 62. La petición fue acogida favorablemente, y el día 18 de diciembre de 1968 era remitido el texto en italiano a la revista, que lo publicó en su número 94 (enero de 1969), págs. 3-8, con el título de Il trionfo di Cristo nell’umiltà. La versión en castellano (El triunfo de Cristo en la humildad) vio la luz en el número de Navidad de la revista “La Actualidad Española", n. 887 (2 de enero de 1969), págs. 20-22 63.

– La tercera de las homilías publicadas tuvo por título: En el taller de José, y estaba dedicada a la devoción y culto del santo Patriarca. Fue solicitada al autor por la revista española “Mundo Cristiano" en el mes de enero de 1969, para publicarla en su número de marzo en coincidencia con la fiesta litúrgica de San José. Les fue remitida desde Roma a comienzos de febrero, y fue editada en el número 74 (III-1969), págs. 38-45, de la revista.

– La cuarta homilía, apropiada al tiempo litúrgico de Cuaresma, fue titulada: La conversión de los hijos de Dios. En este caso, a diferencia de los anteriores, no consta que hubiera petición alguna desde fuera. Debe, por tanto, pensarse que la iniciativa de preparar la edición de una nueva homilía, centrada en el sentido de ese tiempo litúrgico penitencial, fue tomada directamente por san Josemaría. El texto, de hecho, fue enviado a España y México desde Roma el 10 de marzo de 1969, para ser publicado en algún semanario o revista de esos países. Tres semanas después, en la primera semana de abril, sería publicado en Madrid, en la revista “Telva", n. 133 (abril de 1969), págs. 50-57 64.

– La quinta homilía, última de este primer periodo, y en este caso de temática mariana, tuvo por título: Por María hacia Jesús. Tampoco hay constancia clara –lo estudiaremos en su lugar– de que su publicación respondiese a una petición concreta al autor por parte de algún medio de comunicación. El texto fue remitido a España desde Roma el 20 de abril de 1969, y vio la luz por vez primera (bajo el título ¡Son soles!, que luego desaparecería), en la revista madrileña “Ama", dirigida principalmente al ama de casa y al hogar, en su número 227 (V-1969), págs. 43-49 65.

c) De marzo de 1970 a marzo de 1971: cuatro nuevas homilías

El trabajo desarrollado por san Josemaría en las semanas finales de 1968 y los cuatro primeros meses de 1969, en torno a la redacción de las cinco homilías hasta aquí mencionadas, fue seguido de un breve tiempo de pausa, que finalizó en el mes de septiembre de aquel año. Comenzó entonces un nuevo periodo creativo, que se extendería hasta octubre de 1970. En ese tiempo vieron la luz tres nuevos textos del fundador, publicados a petición de Luis María Ansón 66, subdirector en aquellos años del diario “ABC" de Madrid y redactor jefe de “Los Domingos de ABC", suplemento dominical de ese mismo diario, en cuyas páginas fueron editados por vez primera aquellos textos. Los tres alcanzarían amplia resonancia en la opinión pública.

El primero fue un artículo de carácter doctrinal-pastoral que tiene por título Las riquezas de la fe, aparecido en el suplemento dominical del 2 de noviembre de 1969. No versa sobre un argumento litúrgico-espiritual de fondo, y se distingue en ese sentido del estilo de las homilías que estudiamos 67. No fue incluido posteriormente en el libro Es Cristo que pasa, y, en consecuencia, no será tenido en cuenta en la presente edición crítica 68.

– Habían pasado casi tres meses desde la publicación de Las riquezas de la fe cuando Ansón, consciente del eco que había tenido aquel artículo y del bien que había hecho, formulaba una nueva petición: un artículo sobre la significación religiosa de la Semana Santa. Era el 31 de enero de 1970. San Josemaría aceptó el ruego, y remitió un nuevo texto homilético al periódico, el 19 de febrero del mismo año. Su título era: La muerte de Cristo, vida del cristiano, y fue publicado en “Los Domingos de ABC" del 22 de marzo de 1970, Domingo de Ramos, págs. 4-9.

– Una nueva petición –la tercera en pocos meses– de Ansón a san Josemaría, está en el origen de la redacción y publicación de la segunda homilía de aquel año: El matrimonio, vocación cristiana. La solicitud, orientada en este caso hacia un texto –que sería publicado en Navidad– sobre la familia cristiana en el mundo contemporáneo, fue dirigida al autor el 13 de octubre de 1970. Acogida por él amablemente, como en los casos anteriores, hizo llegar el texto a los pocos días (el 7 de noviembre de 1970) al periódico. Vio la luz en “Los Domingos de ABC", del 13 de diciembre de 1970, págs. 4-9.

Dentro aún del segundo periodo que estudiamos, pero ya en el año 1971, envió san Josemaría a la imprenta dos nuevas homilías. Una tenía por título: El Gran Desconocido, y fue publicada en lengua italiana, bajo el título de: Il Grande Sconosciuto, y casi simultáneamente en castellano. La otra se titulaba El Corazón de Cristo, paz de los cristianos.

– El iter de elaboración de El Gran Desconocido comenzó, como en ocasiones pasadas, a partir de una concreta petición dirigida nuevamente al autor, el 5 de noviembre de 1970, desde “Studi Cattolici". La Redacción de la revista tenía en preparación un número especial sobre el Espíritu Santo –que llevaría como título: “La comunión en el Espíritu Santo"–, y cuya salida se quería hacer coincidir con la semana de oración por la unidad de los cristianos, en los últimos días de enero de 1971. Al solicitar el texto, rogaban también poder recibirlo antes del 20 de diciembre. Esas peticiones siempre habían sido acogidas favorablemente por san Josemaría, y también lo fue en este caso, más aún tratándose –como veremos en su momento– de una temática vivamente presente en su alma, y muy importante para la formación del pueblo cristiano. El 23 de diciembre de 1970 salía de Roma hacia Milán el texto de Il Grande Sconosciuto 69. La primera edición italiana –primera también en absoluto– de la nueva homilía apareció en “Studi Cattolici" 119 (enero de 1971), págs. 7-13.

– El segundo texto homilético editado por el autor en 1971: El Corazón de Cristo, paz de los cristianos, no vio la luz respondiendo a una petición expresa sino que fue directamente enviado desde Roma a España para que se procediera a su publicación. Ya había ocurrido lo mismo, en 1969, como hemos visto, con la homilía La conversión de los hijos de Dios. Lo que hasta entonces había sido un caso singular pasará a convertirse, a partir de este momento, en praxis habitual. Ni esta segunda homilía de 1971, ni las nueve que le siguieron, editadas ya en 1972, vieron la luz como respuesta a alguna petición. La iniciativa de editarlas fue tomada por san Josemaría, pensando ya en la próxima edición del libro que las reuniría. El texto de El Corazón de Cristo, paz de los cristianos fue remitido a España el 19 de febrero de 1971 70, y publicado por vez primera en Madrid, por la revista “Telva" en su n. 179, del 1 de marzo de 1971, págs. 24-28.

d) De febrero a diciembre de 1972: las últimas nueve homilías

Después de una segunda pausa, más amplia que la anterior (de marzo de 1971 a febrero de 1972), dio inicio la tercera y última fase del proceso de gestación de Es Cristo que pasa. Desconocemos la razón de tal intervalo de casi un año, que irá seguido, en cambio, de un intenso periodo de redacción y edición de las últimas homilías que compondrían el libro.

Los datos nos sitúan a mediados de febrero de 1972, cuando fue enviada desde Roma una comunicación a las Regiones que se ocupaban de traducir y editar homilías en distintas lenguas: Italia, Irlanda, Estados Unidos, Alemania, Francia y Portugal 71. La comunicación animaba a ir traduciendo con prontitud, a los idiomas respectivos, las homilías ya editadas en castellano, y tenerlas preparadas para su publicación, cuando fuese posible, en cada país. Se hacía hincapié en lograr buenas traducciones, fieles al espíritu y a la letra originales. Los dos últimos puntos de la comunicación contenían –para nuestro análisis– el dato principal: se había decidido ya oficialmente la publicación de un primer volumen de homilías, e incluso se avanzaba una posible fecha, la Navidad de 1972, para la que sólo faltaban diez meses 72. Urgía, por tanto, terminar las traducciones de las homilías, haciéndolo bien y llegando a tiempo.

Es significativo que la comunicación no aludía al número de homilías que compondrían el anunciado volumen. Sólo hablaba de las traducciones de las ya editadas. En ese momento (mediados de febrero de 1972), habían sido publicadas nueve homilías en castellano, de las que –como veremos en el capítulo siguiente– estaban traducidas siete al italiano, siete al inglés, cinco al portugués, cinco al alemán y tres al francés. El tiempo a disposición –los diez meses hasta la Navidad– era más bien escaso y era lógico que se urgiera a traducir las que faltaban.

Puesto que la comunicación no hacía referencia a eventuales homilías aún inéditas, ¿cabe pensar que no se había decidido aún el número de las que se incluirían en el libro? Quizás fuera así, pero los datos documentales y los acontecimientos que siguen –la sucesiva elaboración y publicación en castellano de otras nueve homilías– indican que ya había sido tomada una decisión importante: los textos incluidos en el próximo volumen habrían de cubrir todo el arco del calendario litúrgico, por lo que era necesario editar los que faltaban para completarlo.

Ese papel lo cumplirán perfectamente las homilías que verán la luz en 1972, como puede deducirse de la temática que desarrollan e incluso, en la mayoría de los casos, de sus propios títulos: La Eucaristía, misterio de fe y de amor (homilía de Jueves Santo), La Ascensión del Señor a los cielos, En la Epifanía del Señor, La Virgen santa, causa de nuestra alegría (homilía en la Solemnidad de la Asunción de María), Vocación cristiana (homilía para el tiempo de Adviento), La lucha interior (homilía en el Domingo de Ramos), Cristo Rey, El respeto cristiano a la persona y a su libertad (homilía en el tiempo de Cuaresma) y, por último, En la fiesta del Corpus Christi. Estas nueve homilías fueron directamente enviadas (es decir, sin petición previa) a España desde Roma para su inmediata publicación.

La primera (La Eucaristía, misterio de fe y de amor) llegó acompañada de ciertas indicaciones concisas y preceptivas respecto a su publicación, que se extenderían también a las demás 73. Señalaban, en síntesis, que debía ser publicada cuanto antes, con la fecha que tenía, y en una colección conocida de folletos (no en una revista). El motivo de esa presteza (“cuanto antes") parece estar en la deseada edición del libro en plazo breve. La advertencia de que se evitara introducir cambios en la fecha que traía el texto, se razonaba: “por el tema que trata" 74. La indicación, en fin, de que fuese editada en una colección de folletos 75 significaba que, a partir de entonces, se privilegiaba ese formato y se dejaban otros que habían sido utilizados 76.

La indicación de que no fuera cambiada la fecha de la homilía “por el tema que trata", cuando ya habían sido editadas previamente nueve homilías, parece indicar que dicho requisito había sido descuidado alguna vez y, en consecuencia, debía ser reafirmada su importancia. La inclusión en el original del texto de su fecha de origen –la de su núcleo originario y de sus líneas de fondo–, era para el autor muy importante. El texto que va a publicar es un material vivo, portador de doctrina y de fuerza espiritual, destinado a servir de ayuda a las almas en el aquí y ahora de su lectura, pues hace presente la perennidad del Evangelio y la actualidad del espíritu fundacional.

Es cierto que en casos anteriores –y en parte también por alguna carencia en el original mecanografiado– hubo dificultades. Ateniéndonos a las primeras ediciones –lo estudiaremos con la debida atención cuando llegue el momento– cabe indicar, por ejemplo, que Le Christ présent chez les chrétiens fue publicada por “La Table Ronde" datándola en una fecha poco precisa (“el domingo de Pascua", sin indicar de qué año); La conversión de los hijos de Dios se editó por primera vez con fecha equivocada; Por María hacia Jesús fue editada con un título cambiado y sin fecha; La muerte de Cristo, vida del cristiano y El matrimonio, vocación cristiana, se publicaron sin fecha de origen, y fueron reeditadas no con su fecha propia sino con la de su aparición en “Los Domingos de ABC"; El Gran Desconocido, en fin, se publicó tanto en italiano como en castellano, sin fecha.

En realidad, ya en febrero de 1971, al ser remitida a España para su publicación la homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos (novena de las editadas), se había hecho una advertencia explícita respecto a la fecha: “Hay que conservar el título que tiene, y debe figurar también la fecha en que se pronunció" 77. Hasta entonces no se habían mencionado expresamente esas cuestiones, pero ahora –un año después y ante la publicación de una nueva homilía– vuelven a recordarse. No sabemos dar razón del porqué de ese hecho, pero es probable que los acontecimientos sucedieran de modo sencillo.

Pudo ser, por ejemplo, que san Josemaría mientras releía –como acostumbraba hacer– una homilía ya publicada, u otra en vías de publicación, cayera en la cuenta de la ausencia o imprecisión de la fecha, dato que debía ser corregido. La razón era clara: un escrito que procede –como para el autor era evidente– de su propia enseñanza oral, que ha sido largamente trabajado y que se da ahora públicamente a conocer, debía ir siempre acompañado de una fecha precisa. Él mismo las había establecido, pero en la fase final del trabajo (al mecanografiar el texto definitivo) se había introducido a veces alguna incorrección.

Disponemos de un ejemplo que apoya la hipótesis que acabamos de hacer, aunque no la demuestre. Cuando, en febrero de 1971, llegaron a manos de san Josemaría los folios con la traducción portuguesa de la homilía Por María hacia Jesús, vio que en su primera página estaba el título pero no así la fecha. En realidad, sin que a él le constara, anteriormente había sido enviada desde Roma a España sin fecha y publicada en castellano también sin datarla, y la traducción portuguesa se había hecho sobre aquel texto. Cuando llegó a sus manos dicha traducción, escribió literalmente en su primera página (con bolígrafo rojo): “= que lo vea Jorge M. = 18-2.71 [Deben poner la fecha de esta predicación, porque lo exige el texto]" 78. Esas palabras están escritas el 18 de febrero de 1971: justamente un día antes de que el Consejo General indicase a la Comisión Regional de España (en la comunicación que acompañaba la homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos) el criterio que conocemos: “Hay que conservar, sin embargo, el título que tiene, y debe figurar también la fecha en que se pronunció".

Es innegable la relación temporal entre la anotación de san Josemaría y el criterio comunicado al día siguiente, criterio que se vuelve a recordar un año después en el envío de la homilía que ahora estudiamos, primera después de aquella. Fue la ausencia de fecha de origen en la traducción portuguesa lo que suscitó en el autor la necesidad de insistir en aquel criterio: “Deben poner la fecha de esta predicación, porque lo exige el texto". Esas palabras nos permiten captar su mente sobre un aspecto importante: al ser una predicación, relacionada con una temática litúrgica, exigía por su propia naturaleza que se indicase la fecha de origen. A partir de aquel momento ya no se publicó ninguna homilía en que faltase tal dato. Se informó además a todas las Regiones sobre las fechas de datación de las ya publicadas o de las que estaban a la espera de serlo 79.

De la comunicación que acompañaba a La Eucaristía, misterio de fe y de amor, nos queda por comentar su n. 2, que decía: “No debe aparecer, ni antes ni después, en ninguna revista". Esta explícita indicación introducía una variación de cierto peso en la praxis que se venía siguiendo. Variaba, en primer lugar, el modo de proceder, pues hasta entonces todas las homilías habían sido publicadas, en su primera edición, en revistas, y sólo más tarde habían sido reproducidas en alguna colección de folletos. Además, en segundo lugar, se trasmitía un nuevo criterio: no debían ser publicadas, ni en primera ni en segunda instancia en revistas: “ni antes ni después". El mismo criterio fue transmitido, en aquellos días, a Regiones que se ocupaban de las traducciones (Alemania, Francia, Portugal, Italia, Irlanda y Estados Unidos), al tiempo que se les enviaba el texto de la homilía para que fuera traducido 80.

¿Por qué tomó el autor esa decisión? No nos consta que la razón del cambio de procedimiento haya quedado recogida en ningún documento. Sin embargo, algunos datos periféricos relacionados con la cuestión permiten sostener una explicación, sustancialmente plausible 81. Supongamos, por ejemplo, la hipótesis –en realidad, inconcebible– de que alguien hubiera utilizado para esa función una revista totalmente inadecuada, sea por su tono general o por una orientación de fondo incompatible con la fe cristiana. San Josemaría habría rechazado completamente esa solución. Tampoco habría aceptado fácilmente, aunque por razones muy diversas, un tipo de revista como las que pudieran editarse en determinados ámbitos eclesiásticos, por ejemplo, organismos propios de la vida consagrada. Aunque las respetaba, y valoraba en gran medida el servicio eclesial que esas publicaciones prestaban, tal género de revistas (expresivas de sensibilidades y espiritualidades diversas al espíritu del Opus Dei), no parecían en general –y queriendo también evitar que se sacaran consecuencias equivocadas sobre la naturaleza jurídica de la Obra– un cauce adecuado para transmitir la enseñanza del fundador. No nos consta documentalmente que sucediera, pero cabe pensar que algo de esto debía de haber ocurrido 82.

Aquel criterio (“no deben publicarse en ninguna revista, sí en folletos") significaba que no valía la pena entrar en casuísticas o distingos (en este tipo de revista sí, en este otro tipo no), sino que lo más oportuno, por entonces, era excluir el género revista con sus muchas variables, y quedarse con el formato del folleto y, a ser posible, sirviéndose de una colección creada ad hoc, como ya sucedía en algunos países o iba a suceder en otros a partir de ese momento 83.

Dejamos ahora constancia de los datos esenciales de edición de cada una de las nueve homilías de 1972, siguiendo su orden de publicación:

La Eucaristía, misterio de fe y de amor

No conocemos con exactitud el tiempo en que fue elaborada esta homilía de cara a su publicación. Muy probablemente en las primeras semanas de 1972, pues su envío a España para ser publicada tuvo lugar a primeros de febrero, y nada hace pensar que su redacción final fuese muy anterior, aunque lo fuera su núcleo original (lleva la fecha: 14-V-1960) 84. Si nos atenemos a los plazos habituales se debería sostener que fue ultimada en enero de 1972. Fue solicitada al autor a través de la Comisión Regional de Italia para publicarla en la revista “Studi Cattolici" 85. Se editó por vez primera en Madrid, en marzo de 1972, en la Colección “Noray", n. 22, de Ediciones Palabra, y la versión italiana (L’Eucarestia, mistero di fede e di amore ) se editó casi al mismo tiempo en la Colección “Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer", n. 6, Milano 1972.

Desde finales de 1959 y comienzos de 1960, bajo la inspiración de san Josemaría y con la finalidad apostólica de incidir en el campo de la opinión pública, se editaba en Roma una publicación periódica llamada “SIDEC" (Servicio Internacional de Colaboraciones), que acogía en sus páginas breves artículos e informaciones sobre temas doctrinales, intelectuales, literarios etc., así como notas y comentarios de la actualidad cultural. Su ámbito de distribución se extendía exclusivamente a los Centros del Opus Dei. Desde 1960 se publicaba también un “Suplemento del SIDEC", llamado simplemente “Suplemento", consistente en un servicio periódico de información y documentación. Primero aparecía mensualmente y más tarde, en la década de los 70, pasó a tener periodicidad quincenal. “Suplemento" fue sustituido más tarde por otro boletín informativo –editado también por la Oficina de comunicación del Opus Dei– llamado “Documentación", que perduró hasta la puesta en marcha, a comienzos de 1996 de la página web de la Prelatura (www.opusdei.org), por la que se canalizó progresivamente, a partir de entonces, la información y documentación aportada por la Oficina de comunicación 86.

Cuatro homilías fueron editadas por vez primera –en 1972– en “Suplemento". Fueron: La Ascensión del Señor a los cielos, La Virgen Santa, causa de nuestra alegría, El respeto cristiano a la persona y a su libertad y Cristo Rey.

La Ascensión del Señor a los cielos

A la homilía titulada La Ascensión del Señor a los cielos se alude por vez primera en una comunicación remitida desde Roma a todas las Regiones, a comienzos de abril de 1972 87, que anunciaba su inmediata publicación en “Suplemento", y animaba a publicarla en los distintos países. La homilía fue prontamente publicada también en España en el folleto n. 23, abril 1972, de la Colección “Noray"; asimismo (editada ya en el folleto) fue reproducida en el n. 112 (mayo 72) de la revista “Mundo Cristiano".

En la Epifanía del Señor

Unos quince días después del envío de La Ascensión del Señor a los cielos, fue remitida desde el Consejo General a las Regiones una nueva homilía: En la Epifanía del Señor. La comunicación de acompañamiento tiene fecha de 11 de abril de 1972 88; el texto, en consecuencia, estaría dispuesto pocos días antes 89. Fue editada por vez primera en Madrid, en la Colección “Noray", n. 24, en julio de 1972.

– Vocación cristiana

A los dos meses de ser enviada a España la homilía En la Epifanía del Señor, fue remitida también la titulada: Vocación cristiana. Llegó acompañada de un escrito en el que se indicaba que era “para incluir en el libro", aunque también, si pareciera oportuno, podía publicarse “en forma de folleto" 90. Son meses en los que san Josemaría, para completar cuanto antes el anunciado volumen, está trabajando en algunas temáticas litúrgicas no tratadas en homilías anteriores. La que ahora se enviaba estaba centrada en el tiempo litúrgico de Adviento. Fue editada por vez primera en Madrid, en la Colección “Noray", n. 27, en octubre de 1972.

La Virgen Santa, causa de nuestra alegría

La Virgen Santa, causa de nuestra alegría vio la luz por vez primera en “Suplemento" de 1-15 de septiembre de 1972 91, y por ese cauce llegó a las Regiones. Su publicación en otros medios fue aprobada por el Consejo General el 13 de septiembre de 1972 92. Fue editada por primera vez en la Colección “Noray", n. 25 (septiembre 1972).

El respeto cristiano a la persona y a su libertad

El texto de esta homilía –junto con el de la anterior, La Virgen Santa, causa de nuestra alegría– fue enviado directamente desde Roma a las Regiones y editado en “Suplemento" de 1-15 de septiembre de 1972. Se enviaban, como sabemos, “para ser incluidas en el libro", aunque se podían publicar también, si parecía oportuno, en forma de folleto 93. Fue publicada por vez primera en el Folleto “Mundo Cristiano", n. 153, de septiembre de 1972.

Cristo Rey

Esta nueva homilía apareció editada en “Suplemento" del 1-15 noviembre de 1972, con el subtítulo de: “Homilía de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, pronunciada el 22-11-1970". Fue también enviada desde Roma a la Comisión Regional de España –junto con el texto de la homilía La lucha interior–, de cara a la edición del libro, acompañada de una comunicación que decía simplemente: “Os enviamos dos nuevas homilías" 94. En el borrador de preparación de dicha comunicación se lee la palabra: “urge". La urgencia no era otra que la de hacer llegar dos nuevos textos para el libro, que se ocupaban de dos festividades litúrgicas aún no tratadas en las anteriores pu­blicaciones del autor: la realeza de Cristo y el Domingo de Ramos, respectivamente. La primera edición de Cristo Rey apareció en Madrid, en la colección de Folletos “Mundo Cristiano", n. 154, noviembre de 1972.

La lucha interior

El texto de la homilía La lucha interior siguió los pasos de la que acabamos de mencionar: editada en “Suplemento" del 1-15 noviembre de 1972, y enviada a España junto con la anterior para ser publicada. Apareció en la colección de Folletos “Mundo Cristiano", n. 155, en diciembre de 1972.

En la fiesta del Corpus Christi

El día 13 de diciembre de 1972 fue enviada a la Comisión Regional de España esta nueva homilía acompañada de un escrito del Consejo General, en el que se indicaba que era la última de las que se incluirían en el primer volumen 95. Fue editada por vez primera en Madrid, en la colección “Noray", n. 28, en diciembre de 1972.

5. Ediciones en lengua castellana

a) En España

En el capítulo anterior ha quedado constancia, en términos generales, de la primera edición de las homilías por separado, en España. Resumimos a continuación los datos señalados, añadiendo también la fecha con que estaba datada cada una de las homilías:

Homilía – Primera edición en España – Datación
Cristo presente en los cristianos – “Palabra" n. 39, XI-1968, pp. 9-12; y Folletos “Mundo Cristiano", n. 77, XI-1968
26-III-1967 – El triunfo de Cristo en la humildad – “La Actualidad Española" n. 887, 2-I-1969, pp. 20-22 – 24-XII-1963
En el taller de José – “Mundo Cristiano", n. 74, III-1969, pp. 38-45 – 19-III-1963
La conversión de los hijos de Dios – “Telva", n. 133, IV-1969, pp. 50-57 – 2-III-1952
Por María hacia Jesús – “Ama" (con el título “¡Son soles!"), n. 227, V-1969, pp. 43-49; y, con título definitivo: Folletos “Mundo Cristiano", n. 100, IV-1970 – 4-V-1957
La muerte de Cristo, vida del cristiano – “Los Domingos de ABC", 27-III-1970, pp. 4-9 – 15-IV-1960
El matrimonio, vocación cristiana – “Los Domingos de ABC", 13-XII-1970, pp. 4-9 – Navidad, 1970
El Gran Desconocido – “Mundo Cristiano", n. 100, V-1971, inserto de 16 pp – 25-V-1969
El Corazón de Cristo, paz de los cristianos – “Telva", n. 179, III-1971, pp.24-28 – 17-VI-1966
La Eucaristía, misterio de fe y de amor – Colección de folletos “Noray", n. 22, III-1972 – 14-IV-1960
La Ascensión del Señor a los cielos – Colección de folletos “Noray", n. 23, IV-1972 – 19-V-1966
En la Epifanía del Señor – Colección de folletos “Noray", n. 24, VIII-1972 – 6-I-1956
La Virgen Santa, causa de nuestra alegría – Colección de folletos “Noray", n. 25, IX-1972 – 15-VIII-1961
El respeto cristiano a la persona y a su libertad – Folletos “Mundo Cristiano", n. 153, IX-1972 – 15-III-1961
Vocación cristiana – Colección de folletos “Noray", n. 27, X-1972 – 2-XII-1951
Cristo Rey – Folletos “Mundo Cristiano", n. 154, XI-1972 – 22-XI-1970
La lucha interior – Folletos “Mundo Cristiano", n. 155, XII-1972 – 4-IV-1971
En la fiesta del Corpus Christi – Colección de folletos “Noray", n. 28, XII-1972 – 28-V-1964

Casi desde la aparición de esas primeras ediciones, se enviaron a Roma (al Consejo General, y en definitiva a san Josemaría) desde la Comisión Regional de España, algunas sugerencias interesantes para nuestro estudio. Nos fijamos especialmente en dos.

La primera, que tiene mayor significado, se remonta al 20 de enero de 1969 96, cuando sólo habían sido editadas Cristo presente en los cristianos (XI-1968) y El triunfo de Cristo en la humildad (I-1969). Ambos textos habían aparecido tal y como habían llegado los originales, y en concreto sin ladillos. La sugerencia que se hizo llegar proponía que en adelante, para facilitar la lectura y mejorar el aspecto tipográfico, se incluyeran en el texto de las homilías esos títulos intermedios. Y mencionaba también delicadamente que, si parecía bien, “dado su carácter interpretativo del texto, tal vez fuese preferible recibirlos ya redactados". Se trataba de una sugerencia razonable y útil, que fue acogida positivamente 97. Desde entonces, como pudo ya apreciarse en la tercera homilía publicada (En el taller de José), los textos originales enviados incluían ladillos que, como es lógico, se mantendrían en el libro.

Otra sugerencia llegada de España era, más bien, de orden temático. Aludía a eventuales homilías de futura publicación, cuyo contenido pudiera estar referido a cuestiones de carácter litúrgico como: “Adviento / Epifanía / Pentecostés / Devoción a la Santa Cruz / Devoción a la Santísima Trinidad / Devoción al Sagrado Corazón de Jesús" 98. Por entonces ya habían sido publicadas cinco homilías, dedicadas a cuestiones diversas de las sugeridas, aunque de tono semejante. Y estaba ya en la intención del autor la edición, en fecha por concretar, de un volumen de homilías, cuyo número no estaba aún decidido 99. Vistos los precedentes, era ya previsible que la temática de conjunto de ese futuro volumen estaría referida a fiestas y tiempos litúrgicos. En tal sentido, cabe pensar que aquella sugerencia pudo ayudar a concretar el contenido de sucesivas homilías 100.

Una última cuestión históricamente interesante, relacionada con el mismo tema (primera edición de homilías en España), se refiere a ciertas correcciones que sufrirían los textos ya publicados, y que fueron de dos tipos:

– Las primeras y más importantes, en cuanto que afectan a la literalidad del texto original, fueron las pequeñas modificaciones que el autor fue introduciendo en algunas homilías ya publicadas, al releerlas. Se conservan las que señaló en ejemplares de los Folletos “Mundo Cristiano" nn. 77, 86, 100 y 119. Viniendo del autor, esas correcciones tienen singular importancia pues fijan la versión definitiva de los textos 101.

– El segundo tipo de correcciones, de importancia menor en cuanto a la fijación del texto, pero también significativas al estar tras éstas san Josemaría, se refiere a la eliminación de las erratas que, de vez en cuando, aparecían en las primeras ediciones de los textos impresos. En realidad, en los años en que se estuvieron publicando y traduciendo las homilías hubo un constante seguimiento –que se extendía hasta los menores detalles– de aquellas ediciones. Tanto por tratarse de textos del fundador como también, inseparablemente, por ser manifestación de una característica importante del espíritu del Opus Dei, como es cuidar por amor las cosas pequeñas en la realización del trabajo, cabe hablar de una verdadera guerra declarada a las erratas 102.

b) En países hispano-parlantes

Las homilías publicadas en castellano comenzaron pronto a difundirse por los países hispano-parlantes, a través de diversos cauces. En primer lugar, se importaron desde aquellos países ejemplares editados en España, pero el impulso determinante para suscitar su difusión, llegó desde Roma a finales de mayo de 1971, con una comunicación en que se solicitaba la siguiente información: “Decidnos si estáis difundiendo en vuestro país las homilías del Padre ya publicadas, o los proyectos que tenéis en ese sentido" 103.

Precisamente por aquellos días había visto la luz la primera edición en castellano de la homilía El Gran Desconocido, en cuya difusión, como ya ha sido señalado, se mostraba muy interesado el autor, por razones doctrinales y pastorales. Dada la coincidencia de fechas, es muy probable que aquella primera edición fuese la ocasión aprovechada por el Consejo General, conocedor del bien espiritual que se estaba produciendo en torno a esos textos, para intensificar la difusión de las homilías por los países de lengua hispana.

A partir de entonces se establece una amplia correspondencia sobre esta cuestión entre Roma y las diversas Regiones, de la que derivó la salida al mercado de diversas colecciones de folletos y una creciente difusión de las homilías. El influjo de aquellos escritos fue extendiéndose paulatinamente por toda América Latina, como lo ilustran los siguientes ejemplos:

México: A la solicitud de información acerca de la publicación en el país de las homilías del Padre, se respondió desde la Comisión Regional de México con un dato importante: se había decidido editar en el país una colección de folletos –los “Cuadernos Mi-Nos 70"–, en los que aparecerían las homilías, además de otros textos, y a los que se daría máxima difusión 104. En septiembre de 1971 se recibió en Roma el primer folleto publicado en dicha colección, que incluía el texto de las homilías El matrimonio, vocación cristiana y Cristo presente en los cristianos. Con el agradecimiento por ese envío, se les animó a corregir algunos defectos de impresión, de manera que los folletos salieran a la calle con mucha calidad 105. En noviembre de 1973 habían aparecido publicadas siete homilías; un año después, en noviembre de 1974, habían aparecido otras seis, y se había logrado una mejor distribución 106.

– Perú: Como en los demás países de la zona, en Perú se comenzó importando ejemplares de homilías publicadas en España 107, para pasar más adelante a editarlas en la Colección “Algarrobo", de Piura, en forma de pequeño libro, que agrupaba varias homilías. El primero contiene tres homilías: La Eucaristía, misterio de fe y de amor, En la Epifanía del Señor y En el taller de José 108. En esa colección se distribuyeron más tarde otros escritos. Al mismo tiempo, desde finales de 1974, fueron apareciendo homilías en otra colección denominada “Nuevo Tiempo" 109.

– Chile: Por razones burocráticas y dificultades prácticas para importar un número importante de ejemplares editados en España, la difusión de las homilías en Chile era todavía pequeña en 1971 110. Para evitar en lo posible tales dificultades, a mitad de 1972, se decidió publicarlas en forma de folletos semejantes a los editados en España 111. De hecho, ya en 1973, apareció la colección de “Cuadernos Proa", donde fueron editadas algunas homilías, pocas sin embargo, dados los problemas añadidos a causa del deterioro del mercado del papel en Chile en aquel tiempo.

– Colombia: En Colombia se comenzaron a difundir algunas homilías en 1972, tanto a través de la prensa como también a través de la colección de folletos “SD – Servicio de Documentación" 112. Ya en 1973, y en los nn. 3, 13, 17 y 19 de dicha colección de folletos habían sido publicadas diversas homilías 113.

– Argentina: Las homilías se comenzaron a publicar en Argentina en agosto de 1972, bajo el pie editorial de “Ediciones Meridiano" 114. Las primeras que vieron la luz correspondieron a las que habían aparecido en España, en los nn. 77, 86, 100 y 119 de los Folletos “Mundo Cristiano", cuya lista de correcciones introducidas por el autor les había sido enviada desde Roma 115.

– Ecuador: En Ecuador, en lugar de importar ejemplares de España, México o Perú, se decidió editar allí las homilías dentro de una colección titulada: “Cuadernos de Documentación". El ritmo que se estableció fue de dos folletos mensuales con 1.000 ejemplares cada uno de ellos 116.

– Otros países: Desde otros países como Venezuela 117, Uruguay 118, Paraguay 119, y la Región de América Central 120, se informó al Consejo General que habían decidido importar folletos de las homilías desde España, y que estaban intensificando la difusión.

Así, pues, a partir de 1971 fueron publicándose las homilías por una docena de países americanos de lengua hispana, bien a través de colecciones nuevas de folletos, propias de cada país, o bien de colecciones importadas.

6. Traducciones y primeras ediciones en otras lenguas

a) La cuestión que abordamos

Continuando con el mismo tema, y sin perder el hilo de lo que venimos estudiando, entramos a partir de ahora en un terreno de perfiles distintos y particularmente interesantes. La atención se centrará en los inicios y primeros pasos de la difusión mundial de los textos homiléticos de san Josemaría, merced a su traducción a los principales idiomas occidentales y a su distribución, progresivamente creciente, por las correspondientes áreas lingüísticas.

Entre 1968, año en el que se publica el primero de esos textos, y 1975, año del fallecimiento de san Josemaría, atendiendo sólo a la primera edición por separado en diversas lenguas de cada una de las dieciocho homilías que formarán Es Cristo que pasa, se alcanza una media de edición por homilía de cinco idiomas distintos y de nueve países diferentes. Eso hace que sean cientos de miles los ejemplares que corrían por todo el mundo en vida del autor, antes de ver la luz el libro 121.

No son, sin embargo, las referencias numéricas las que principalmente nos interesan al comenzar este capítulo. En realidad, aunque fuera hasta cierto punto previsible la magnitud del hecho literario y editorial que aquellos folletos iban a representar, más importante llegaría a ser –y ya se vislumbraba– su impacto espiritual y doctrinal en innumerables cristianos. Se estaba gestando la edición de un libro llamado a influir con intensidad en la vida de muchos católicos (sacerdotes, laicos o religiosos). Ese es el hecho en el que conviene detenerse por ser el verdaderamente importante.

En años eclesialmente agitados, como fueron los correspondientes a la primera recepción del Concilio Vaticano II, la publicación de las homilías del fundador del Opus Dei en las principales lenguas occidentales, y la sucesiva aparición del libro que las reuniría, constituyeron un apoyo firme para la fe de muchos. Se puede ilustrar esa afirmación con un pequeño ejemplo, cuyo significado sería, a mi entender, extrapolable –en el sentido en que aquí lo traemos a colación– más allá de sus precisos límites geográficos y temporales. El hecho se sitúa en Alemania, en el momento de la primera edición de la homilía El Gran Desconocido (“Der Große Unbekannte. Homilie über den Heiligen Geist"), aparecida en el periódico de Würzburg “Deutsche Tagespost", el día 13-VI-1971, fiesta de Pentecostés, págs. 13-14.

En la carpeta donde se conservan esas páginas del periódico 122, se adjuntan también otras de un número posterior, concretamente del miércoles 16 de junio, donde se reproducen dos cartas de sendos lectores alabando en tono personal –desde el efecto que había causado en ellos– el texto de la homilía. En una, entre otras cosas, se lee: “La homilía sobre el Espíritu Santo «El Gran Desconocido» de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer me pareció extraordinaria. A mi entender este artículo es la mejor respuesta a las necesidades espirituales del hombre actual" 123. En la segunda carta se dice: “Muchas gracias por el extraordinario artículo de Pentecostés de J. Escrivá de Balaguer. Uno desea recibir con más frecuencia tal alimento" 124.

A san Josemaría le hicieron llegar un dossier con las páginas que contenían la homilía y las dos cartas de lectores (se añadía una traducción al castellano). En una de aquellas páginas se leen unas palabras escritas a mano y en rojo: “En p. 4, dos cartas de lectores sobre la homilía El Gran Desconocido: muy bonitas". Esa breve anotación muestra en todo caso el interés con que en el entorno del fundador se seguía la publicación de las homilías en los distintos países, y en especial la de ésta sobre el Espíritu Santo, a la que el autor daba gran importancia en la situación eclesial de aquellos años. La frase es también, de algún modo, un testimonio de alegría al comprobar el bien que aquellos textos hacían. Las cartas de aquellos lectores alemanes de El Gran Desconocido, eran la confirmación de que las homilías llegaban a las almas con independencia de las diversidades culturales y sociales, y de que su lectura suponía una verdadera ayuda espiritual y apostólica. Estaban produciendo, pues, el fruto esperado 125.

Detrás de aquellos frutos, haciéndolos posibles, hubo muchos factores dignos de mención. Junto al principal, constituido por el impulso sacerdotal de san Josemaría, confluían otros, también importantes aunque secundarios; eran, en cierto modo, si queremos utilizar una analogía filosófica, “causas operativas segundas" no separables de la primera. Estaban conformadas por la suma del trabajo de muchas personas, principalmente miembros del Opus Dei de diferentes países, que, sensibles al impulso apostólico del fundador y buenos conocedores de su espíritu, capacitados para expresarlo con acierto conceptual y terminológico en sus propios idiomas, hicieron posible que pudiera contarse casi al unísono con el texto de las homilías en el original castellano y en otras lenguas.

Entre 1968 y 1975 se desarrollaron sucesivamente estos hechos:

– de 1968 a 1972, la redacción y primera edición de todas las homilías en castellano;

– entre 1968 y 1975, la traducción de todas al inglés, italiano, alemán, francés y portugués, así como la primera edición por separado de muchas en esas lenguas (y de algunas en japonés);

– en 1973, la primera edición del libro en castellano;

– de 1973 a 1975, las primeras ediciones del libro en las lenguas occidentales mencionadas.

En esos ocho años de historia, donde se entrecruzan trabajos de redacción, traducción y edición, el periodo más intenso tiene lugar entre 1969 y 1972. Con Roma como centro, los textos van y vienen a las Regiones, perfilándose definitivamente su publicación en las diversas lenguas.

¿Aporta esa correlación de hechos algún elemento nuevo o interesante para nuestro estudio? La respuesta ha de ser doble. Por lo que se refiere a la historia de la redacción de las homilías (esto es, a la historia del texto), no aporta nada digno de mención, pues el texto era ya definitivo cuando se enviaba para ser editado en castellano o para ser traducido y posteriormente editado en otros idiomas 126. Sí aporta, en cambio, algún elemento interesante por lo que se refiere a la historia del libro en su conjunto, en la que ha de encontrar sitio la historia de sus primeras ediciones en distintas lenguas, pues san Josemaría no quiso sólo un libro en castellano, sino un libro que, traducido y editado en otras lenguas, llegara a muchos lectores del mundo entero para ayudarles en su vida cristiana. Resulta, pues, oportuno conocer esa primera difusión de las homilías y del libro por todo el mundo, en vida del autor, que llegó a conocerlo editado en seis idiomas distintos.

Las traducciones y primeras ediciones de las homilías comenzaron a realizarse a partir de 1969. Sólo se conocen los nombres de algunos traductores y, en mucha menor medida, de algunos de sus revisores, pues la documentación que se conserva es, por desgracia, muy parca. En líneas generales, con alguna excepción, los traductores y correctores de las primeras ediciones fueron hombres y mujeres del Opus Dei de los correspondientes ámbitos lingüísticos, que unían a su condición de personas universitarias cultas, buenas conocedoras del castellano y de su lengua nativa, la importante cualidad de tener asimilado el espíritu fundacional de san Josemaría y gozar de una excelente formación espiritual y doctrinal. En alguna ocasión se acudió también a la colaboración de traductores no pertenecientes a la Obra.

La tarea realizada por aquel puñado de personas fue realmente inmensa, dada la urgencia que a veces debieron imprimir a su trabajo (sobre todo en el periodo final, cuando se acercaba la edición del libro), y la relativa abundancia de textos para traducir y corregir. Digna de encomio es, por eso mismo, la calidad de aquellas primeras traducciones y revisiones, en las que se consigue trasladar a las distintas lenguas el vigor espiritual propio del pensamiento y del lenguaje de san Josemaría, sin atenuar la profundidad de su enseñanza. Ciertamente, ya por entonces se disponía de las traducciones de otras obras del fundador, como Camino y Santo Rosario, y acababan de aparecer o estaban apareciendo las traducciones del libro de entrevistas Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer. Las homilías, sin embargo, por su estilo literario, por su contenido teológico-espiritual y su riqueza conceptual, suponían, por decirlo de ese modo, un especial desafío para los llamados a traducirlas.

b) Traducción en lengua inglesa

Conforme a lo señalado, las primeras versiones al inglés de las homilías –salvo alguna excepción– fueron realizadas por personas del Opus Dei, entre 1969 y 1974, principalmente en Irlanda y Estados Unidos. Colaboraron también, en algunos casos, personas de Gran Bretaña y de Australia. La revisión de las traducciones, normalmente acompañadas de sugerencias que las mejoraban, fue llevada a cabo en todos los casos durante el mismo periodo de tiempo por alumnos de lengua inglesa del Colegio Romano de la Santa Cruz (jóvenes intelectuales que, tras conseguir una cualificación universitaria en sus países, cursaban en Roma estudios de graduación). Las revisiones eran elaboradas siempre a la luz de un criterio establecido por el Consejo General: no se trataba de hacer una traducción nueva, sino de repasar el texto recibido aportando las sugerencias oportunas 127.

Como acabamos de decir, en este proceso intervinieron personas de cuatro países, por lo que se estableció desde el principio una cuádruple relación de correspondencia entre el Consejo General y las respectivas Comisiones Regionales. Al comienzo se trabajaba de manera independiente en cada país, pero al aumentar el número de traducciones se fue estableciendo una coordinación progresivamente más efectiva del trabajo realizado en las diferentes naciones.

Exponemos a continuación ordenadamente una relación somera de los datos generales, e incluiremos un cuadro-resumen referido a cada homilía, en el Apéndice 4, al final de este volumen.

– Trabajo realizado en Irlanda:

Ya en abril de 1969 se tenía en Irlanda la intención de traducir al inglés “las homilías del Padre" publicadas en castellano, y se había propuesto a Roma la posibilidad de editar con todas un pequeño libro 128. Aunque la respuesta recibida sugería retrasar ese proyecto, desde Roma se animaba también a continuar con el trabajo y a realizarlo en coordinación con otras Regiones de lengua inglesa 129.

A los pocos meses –los datos confirman el ritmo rápido de esta tarea, signo de que se deseaba disponer cuanto antes de nuevos textos en lengua inglesa– se piden a Roma desde Irlanda las versiones originales en castellano de las homilías publicadas hasta la fecha en cualquier idioma, a excepción de la pronunciada en Pamplona en octubre 1967, pues ésta ya la tenían 130. Semanas más tarde (en septiembre de 1969), se envían los textos de tres homilías publicadas en España 131, y se comunica que otras dos estaban en vías de publicación y podrían ser conseguidas fácilmente 132.

A mediados de 1970 se habían ya preparado en Irlanda tres homilías: Amar al mundo apasionadamente, Por María hacia Jesús y La conversión de los hijos de Dios, y se estaban realizando las traducciones de otras dos: En el taller de José y El triunfo de Cristo en la humildad 133. La Comisión Regional informaba a Roma que esperaban enviar los textos en septiembre, para ser revisados y aprobados, y querían saber si habían aparecido ya en castellano otras homilías. Así había sucedido, en efecto 134. Al darles esa respuesta, se les comunica también desde Roma que no es preciso traducir En el taller de José, pues se disponía ya de una versión muy digna de ese texto, realizada por Bernard A. Byrne 135.

Una decisión importante respecto a las traducciones al inglés, transmitida desde Roma en noviembre de 1970, fue la de centralizarlas en Irlanda, aunque la edición pudiera ser hecha tanto allí como en Estados Unidos, de común acuerdo 136.

De hecho, a finales de 1970 fueron enviadas a Roma todas las traducciones realizadas hasta entonces en Irlanda 137. Fueron revisadas, durante el mes de abril de 1971, por algunos alumnos de lengua inglesa del Colegio Romano de la Santa Cruz 138, y en mayo comenzaron a ser devueltas a Irlanda, con algunas pequeñas sugerencias 139. En la comunicación del Consejo General se recordaba que tenían encomendada también las traducciones de otras homilías, y que se esperaba recibirlas pronto 140. El ritmo impuesto desde Roma era, como se puede apreciar, firme y creciente. Urgía, por las razones apostólicas antes señaladas, que aquellos textos, de los que se esperaban por la gracia de Dios muchos frutos, comenzasen a ser editados y difundidos tanto en Irlanda como en los Estados Unidos, y en los demás países de lengua inglesa 141.

A comienzos de abril de 1972 el plan de traducciones se encontraba en la siguiente situación 142:

• Desde Irlanda habían sido enviadas a Estados Unidos –para ser allí publicadas– las traducciones, ya revisadas y aprobadas, de siete homilías: El triunfo de Cristo en la humildad; La conversión de los hijos de Dios; En el taller de José; Cristo presente en los cristianos; Por María hacia Jesús; La muerte de Cristo, vida del cristiano; y Las riquezas de la fe (que al no ser de temática litúrgica, no quedaría luego incluida en Es Cristo que pasa).

• También en Irlanda se estaba acabando la versión de la homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos.

• En los Estados Unidos se había traducido El Gran Desconocido (texto que, revisado y aprobado, habían enviado también a Irlanda 143), y se estaba trabajando en La Eucaristía, misterio de fe y de amor, y El matrimonio, vocación cristiana.

Trabajo en los Estados Unidos:

Mientras en Irlanda se realizaban las tareas mencionadas, paralelamente y en modo complementario se actuaba en los Estados Unidos. Desde el primer momento fue establecido el criterio de operar de común acuerdo, encargándose en mayor medida –no exclusivamente– Irlanda de las traducciones y Estados Unidos de las ediciones 144. A finales de 1971 ese acuerdo era una realidad 145. En 1972, conforme iba aumentando el número de textos para traducir y acortándose los tiempos para la edición del futuro libro, la labor de versión al inglés quedó más repartida, y a Estados Unidos les correspondió ocuparse también de algunas.

A finales de ese mismo año quedaban sólo cuatro homilías para poner en lengua inglesa: La Ascensión del Señor a los cielos, Cristo Rey, La lucha interior y En la Epifanía del Señor, y se organizó así 146:

a) Irlanda: Cristo Rey, y La lucha interior;

b) Estados Unidos: La Ascensión del Señor a los cielos;

c) Gran Bretaña: En la Epifanía del Señor.

Puesto que en Estados Unidos se había comenzado ya entonces la correspondiente al texto sobre la Epifanía, se sugirió y se aceptó que, en efecto, se acabara allí, mientras que en Gran Bretaña se ocuparían de traducir La lucha interior 147.

– Trabajo realizado en Gran Bretaña:

El trabajo realizado en este país se concreta en el ya indicado sobre la homilía La lucha interior. Las demás les fueron transmitidas desde Irlanda o Estados Unidos 148. Algunas, editadas en folletos por la editorial Scepter 149, se difundieron también aquí. Hubo, no obstante, gran empeño por preparar una colección propia de folletos, como lo muestra la correspondencia mantenida con Roma al respecto, durante el año 1973 150. Dicha colección comenzó a editarse privadamente en enero de 1974 151.

– Trabajo en otros países de área inglesa:

En Australia, la difusión fue realizada a través de los folletos de Scepter, adquiridos en EE.UU. 152 Otras homilías, que luego formarían parte de libros como Amigos de Dios, fueron impresas y editadas por la editorial Ernst Book de Sydney. En Nigeria comenzaron a publicarse (en traducciones recibidas de Irlanda) en enero de 1974, a través de la colección Helm Booklet de la editorial Helm 153. En Filipinas, también en enero de 1974, se promovió una colección de folletos: Sinag-Tala Book­lets, de la editorial Sinag-Tala, en los que fueron apareciendo las homilías (además de otros textos), siguiendo el material recibido desde EE.UU. 154

c) Traducción en lengua italiana

De las dieciocho homilías de Es Cristo que pasa, dos fueron publicadas directamente en italiano: una de ellas (Il trionfo di Cristo nell’umiltà) en enero de 1969, al mismo tiempo que la edición en castellano del texto original 155; la segunda (Il Grande Sconosciuto) en enero de 1971, algunos meses antes de la publicación del texto castellano 156. Eso significa, de cara a nuestros actuales intereses, que el proceso de traducción y edición en italiano está en marcha desde el primer momento, es decir, desde finales de 1968.

Todas las homilías fueron puestas en italiano por personas del Opus Dei, cuyos nombres, de manera análoga a lo sucedido con las versiones a otras lenguas, no han trascendido o sólo se conocen en términos generales 157. Lo mismo cabe decir respecto a la revisión de aquellas, realizadas en Roma 158.

En una comunicación de la Comisión Regional, de enero de 1970, se lee que está siendo preparada la homilía La conversión de los hijos de Dios, editada en España el año anterior, y que se quiere ofrecer también en italiano la titulada: Cristo presente en los cristianos, aparecida ya en francés y en castellano 159. Las versiones de ambas fueron enviadas a Roma, para ser revisadas, en agosto de ese año, y ya entonces fue planteada la posibilidad de presentarlas, junto con otras, en forma de libro 160. Desde Roma se sugirió, en cambio, que fueran editadas y difundidas en forma de folletos, hasta que llegase el momento de publicar un libro 161.

Dichos folletos, con dos homilías, aparecieron al público en mayo de 1971, en una colección denominada “Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer", cuyos primeros títulos fueron: Cristo presente nei cristianiAmare il mondo appassionatamente y La conversione dei figli di Dio – Il Grande Sconosciuto 162.

d) Traducción en lengua francesa

La primera referencia a la traducción y difusión de las homilías al francés se remonta a mayo de 1971 163, cuando se pregunta desde Roma a la Comisión Regional de Francia sobre el plan de trabajo que piensan seguir 164. Tras diversos intercambios de correo 165, en mayo de 1972 llega la información solicitada: un grupo de personas está trabajando en las traducciones, que estarán acabadas en octubre y serán enviadas entonces para su revisión 166.

Aunque en esas fechas estaba ya cercana la edición en castellano del libro, y podría pensarse en la francesa relativamente próxima, se optó no obstante por lanzar separadamente las homilías, en folletos 167. El plan se decidió en mayo de 1973: un folleto al mes con dos homilías, y el primero vería la luz en el siguiente mes de julio 168. El último dato general interesante es que un año después, en julio de 1974, ya habían aparecido todas las homilías de Es Cristo que pasa en francés 169.

e) Traducción en lengua alemana

A diferencia de lo sucedido con otras lenguas, se tiene constancia de que las traducciones de las homilías al alemán fueron realizadas por Joseph Arquer, y revisadas en primera instancia por Konrad Kurt Jungmann. Se sabe así mismo que las segundas revisiones de cada texto en Roma llevadas a cabo por alumnos de idioma alemán del Colegio Romano de la Santa Cruz, fueron aprobadas por Rolf Thomas. Una vez recibidas las oportunas sugerencias, el toque final fue hecho de nuevo, en cada caso, por Konrad Kurt Jungmann 170.

Las primeras noticias documentadas acerca de ese trabajo y de la edición de las homilías en una colección ad hoc de folletos, datan de agosto de 1970. En esa fecha se enviaba desde Roma a la Comisión Regional de Alemania una lista con los textos publicados en castellano hasta el momento, que eran ocho: Cristo presente en los cristianos / Amar al mundo apasionadamente / En el taller de José / El triunfo de Cristo en la humildad /Por María hacia Jesús / La conversión de los hijos de Dios / Las riquezas de la fe / La muerte de Cristo, vida del cristiano 171. También desde Roma, meses después, se insta a estudiar muy bien el asunto de las traducciones pues en algunos casos ha habido que devolverlas: la experiencia demuestra que no es útil encargar esos trabajos a personas no habituadas a hacerlas 172.

En la segunda mitad de 1971 estaban ya traducidas seis homilías 173, y se preparaba la edición, por parte de la Adamas Verlag, del primer folleto de la colección “Zwei Homilien" 174. Se había tomado la decisión de publicar seis por año, que seguirían, adaptándolo convenientemente, el modelo seguido en España por la editorial “Mundo Cristiano" y en Italia por la editorial Ares 175.

f) Traducción en lengua portuguesa

Desde que, a comienzos de 1969 se prepara y edita la primera homilía en portugués 176, se va siguiendo el ritmo de aparición de los textos en castellano. A mediados de 1971 habían visto la luz, dentro de la colección “Cadernos Rumo", publicada en Lisboa por la Editorial del mismo nombre, seis homilías 177, y en mayo de 1973 todas las demás.

Dado que el portugués de Brasil tiene construcciones gramaticales y matices diversos al de Portugal, desde 1971 se prepararon ediciones propias en Sâo Paulo, por la editorial Quadrante 178. En enero de 1972 salieron a la venta las dos primeras 179.

g) Traducción en lengua japonesa

La primera información de que se querían publicar folletos con las homilías traducidas al japonés está fechada en septiembre de 1972, en Ashiya. Se editarían dentro de una colección denominada “Catholic Position Papers", con una homilía en cada folleto 180. A finales de ese año había aparecido ya la primera: Yozefu no Shigotoba ni te (En el taller de José), y en breve saldría la segunda: Kiristo to tomo ni (Cristo presente en los cristianos) 181.

II. PUBLICACIÓN DEL LIBRO

La primera edición de Es Cristo que pasa estuvo precedida de algunas peticiones a san Josemaría para que reuniera en un libro las homilías hasta entonces publicadas, que habían mostrado ser un instrumento apostólico muy útil. Entre febrero de 1969 y enero de 1970 llegaron sugerencias en ese sentido desde Italia, Irlanda y España. Es probable que tales solicitudes ayudasen a concretar y, en alguna medida, a impulsar el proyecto del libro. En todo caso, constituyen a nuestro entender un factor digno de mención –este es el sentido de esta breve introducción– dentro de la historia global de Es Cristo que pasa.

La primera propuesta se recibió desde Italia en febrero de 1969 182. Aunque la respuesta no fue todavía afirmativa pues el número de homilías publicadas era aún pequeño 183, ya se dejaba ver que era intención del autor ofrecer un futuro libro que recogiera un conjunto mayor de textos, y que apareciera en diversas lenguas, por lo que se animaba a traducir y editar las que iban siendo publicadas en castellano 184.

También desde Irlanda se sugirió, ya en abril de 1969, la posibilidad de reunir en un pequeño volumen las homilías publicadas y quizás alguna aún inédita 185. La contestación del Consejo General fue análoga a la que se había comunicado a Italia: se prepararía más adelante, cuando hubiera aparecido un mayor número de homilías relacionadas con fiestas litúrgicas, por lo que se animaba a ir traduciendo las editadas en castellano 186.

Algunos meses después, concretamente en enero de 1970, y esta vez desde España, se comunicó a Roma el deseo de editar un libro con las homilías editadas hasta entonces. Se apuntaban a favor de la iniciativa razones de orden apostólico, avaladas por la positiva experiencia que se tenía de la eficacia de los folletos 187. La propuesta era firme, hasta el punto de sugerir ya la editorial a la que se ofrecería esa posibilidad (se trataba de Ediciones Rialp). Pero al mismo tiempo quedaba oportunamente abierta, pues aunque se tuviera la impresión de que las cosas iban en esa dirección (un libro de homilías sobre las festividades litúrgicas), quizás aún no había llegado el momento 188.

Análogas peticiones se presentaron a san Josemaría desde México 189 y Portugal 190, y análogas fueron también las respuestas que recibieron 191.

7. La primera edición en castellano

a) Prolegómenos

Si a los países que se ocupaban de las traducciones se les había comunicado, en febrero de 1972, la decisión ya tomada de publicar el libro, a España, donde se debían simplemente editar los originales en castellano, se transmite dos meses después –concretamente el 14 de abril de 1972– un escrito sobre el mismo tema, pero con elementos singulares: a) el Consejo General informaba de que se había urgido a otras Regiones la finalización de las versiones a sus lenguas respectivas “a fin de poder publicar un primer volumen en la próxima Navidad"; y b) se encargaba que se comenzara la preparación de la edición en castellano de ese libro, estudiando con atención los diversos aspectos tipográficos y editoriales 192.

La comunicación romana, aunque se moviera en el ámbito de las sugerencias, no dejaba de señalar también ciertos aspectos más concretos, dotados para nosotros de gran interés como testimonio de las primeras ideas que se barajaban en torno al proyecto. Eran, resumidamente, éstos:

– Se calculaba que ese primer volumen incluiría unas 15 homilías, con un total aproximado de 200 páginas, a las que habría que sumar una introducción (“que se hará aquí") de unas 10 páginas, más los índices. Como es sabido, al final fueron incluidas 18 homilías, y el número de páginas aumentó considerablemente.

– Por tratarse de homilías de temática litúrgica, se sugería que fueran ordenadas siguiendo precisamente el hilo del año litúrgico. Así, pues, aunque habían sido publicadas por separado sin orden preciso, ahora se indicaba ordenarlas siguiendo esa concreta sistemática. Sabemos así, por tanto, cuándo fue tomada oficialmente la decisión de confeccionar el índice general (todavía provisional, pues faltaban algunas homilías) de Es Cristo que pasa con ese criterio.

– Se indicaba asimismo que el aparato crítico de las homilías debía ser completado y, más en concreto, que las referencias a Padres de la Iglesia debían ir acompañadas del tomo y la página del Migne 193; para las de otros autores bastaba remitir a las páginas de alguna edición crítica. Queda así desvelado otro interesante aspecto del libro: las notas a pie de página, que en los originales a máquina de las homilías, así como en sus primeras ediciones en revistas o folletos, no incluían referencias críticas, fueron completadas en España.

– Se debían ir preparando además los distintos Índices del libro: de textos de la Sagrada Escritura, analítico y de autores. En el caso del Índice analítico, puesto que aún no estaban disponibles todas las homilías, se trataba sólo de ir pensando el esquema y las voces. En un escrito posterior, de fecha 12-V-1972 194, se indicará que en la elaboración del Índice analítico se siga la sistemática utilizada en Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, y que se numeren los párrafos. He aquí, pues, otros datos interesantes, a los que volveremos.

– Había que considerar, por último, la maqueta del libro, las ilustraciones y los costes.

Sobre tales presupuestos comenzaron formalmente (en abril de 1972), los trabajos de preparación de la primera edición de Es Cristo que pasa, que se prolongarían durante once meses (hasta marzo de 1973). El proceso está ampliamente documentado, como se muestra en los apartados siguientes.

b) Primer periodo: hasta el envío del original a la imprenta

Pocos días después de recibir el encargo de preparar la edición del libro, se confirmaba desde España el comienzo de los trabajos 195. En la comunicación correspondiente, además de manifestar la alegría por la edición del libro, tan esperado, la Comisión Regional daba razón de las tres primeras decisiones que se habían tomado:

– se había establecido ya relación con la editorial a la que se encomendaría el trabajo: Ediciones Rialp;

– se había pensado que la primera edición apareciera en dos tipos de encuadernación: una más cuidada (o, como se solía decir, “de lujo") de 5.000 ejemplares, y otra más corriente (edición “económica") de 30.000 ejemplares;

– se había encargado a un sacerdote de la Obra la elaboración de los Índices; su nombre no se indica.

La pronta respuesta –nueve días más tarde– de Roma 196, era señal de la atención detallada que se prestaba a todo lo relacionado con la edición del libro. Ya en este primer intercambio de correspondencia, al aprobar la sugerencia de preparar dos ediciones con encuadernación distinta, se indica, como ejemplo de ese bajar a detalles, que la más económica ha de resultar también digna: “tipo de letra bien legible, suficiente interlineado, encuadernación manejable, etc.".

A la hora de hacer esta indicación, estaba aún por determinarse el número y el título de las homilías que compondrían el libro. Una primera concreción al respecto llega precisamente entonces, en un folio adjunto a la comunicación del 19-V-72 en el que son mencionados once títulos 197. Pero se añade inmediatamente que el número no es definitivo, pues “es probable que, además de esas, se incluyan cuatro o cinco más, cada una con una extensión aproximada de 12 folios a doble espacio" 198. De hecho, en la minuta de preparación de la comunicación, se leen unas palabras de san Josemaría, escritas a mano y en rojo: “4. Procuraré enviaros más material."; y la fecha de salida también escrita por él a mano: 19-5-72 (las palabras y la fecha de la minuta se incorporarán literalmente, en primera persona, a la comunicación, como último número).

Al cabo de pocas semanas, el 3 de julio, el proceso de elaboración del libro dio un paso importante. La Comisión Regional de España informaba sobre el trabajo realizado 199. Se remitía la maqueta del libro y los datos técnicos de la edición (número de páginas; grabados que se pensaba utilizar; tintas; etc.), y se comunicaba que los parágrafos irían numerados, con la numeración al margen; también se propone que el título sea sencillamente: “Homilías", “sin hacer ninguna indicación de que sea un primer volumen de otros que puedan seguirle en el futuro".

El escrito de respuesta desde Roma puntualizaba algunos aspectos 200. En la minuta de preparación de dicho escrito pueden verse anotaciones autógrafas de san Josemaría:

– En los nn. 1, 2 y 4 del texto preparado, introdujo algunas correcciones que recogemos literalmente, dejando como tal lo que tachó y poniendo en letra cursiva lo que añadió:

“1. Es mejor esperar, para la composición del libro, hasta que se envíen todas las homilías que aparecerán (tachado) han de aparecer en este volumen.

2. No deben seguir el estilo de la última edición del Santo Rosario, que no es acertada 201. En principio, no se ven los motivos que aconsejan sacar los libros de Mariano como si formaran una colección, por ahora 202.

(...)

4. Deben explicar las razones que les llevan a no numerar este volumen. ¿Piensan sugerir otros títulos para los siguientes? (tachado) Si no se numera, habrá q poner títulos distintos a otros volúmenes. Estudiad el asunto de nuevo" 203.

– En los restantes números de la minuta (nn. 3, 5, 6, 7 y 8) no hay correcciones literales, pero es interesante transcribirlos como quedaron en el escrito final 204, pues habían sido vistos por san Josemaría y respondían a criterios por él aprobados:

“3. El formato parece excesivamente grande y poco práctico. Quizá sea más oportuno estudiar uno nuevo, con medidas 15 cms. de ancho, por 21 cms. de alto, o algo semejante.

5. Antes de decidir el tipo de impresión, deben enviarnos pruebas de páginas, con distintos modelos, para que elijamos, aunque luego obren con libertad los técnicos, dentro de las preferencias que se indiquen 205.

6. Además, a su tiempo, deberán mandarnos las pruebas de imprenta, ya que tenemos la experiencia de que a veces los correctores encargados no cuidan bien ese trabajo. En los folletos publicados recogiendo homilías siguen apareciendo erratas importantes, que cambian el sentido de las frases. Es un defecto grave, que debe evitarse en lo sucesivo: si no, es preferible no editar nada 206.

7. No deben olvidar que no se trata de sacar un libro para bibliófilos, sino para hacer el bien y para ayudar espiritualmente a las almas. Ha de estar bien presentado y con dignidad, pero sin perder de vista esa finalidad espiritual 207.

8. Con estas indicaciones, no se pretende en modo alguno dar un parón al trabajo: al contrario, debéis continuar estudiando con cariño este proyecto, porque esperamos que podrá realizarse pronto".

El contenido de esa respuesta, portadora de indicaciones tan concretas, fue estudiado atentamente en España, desde donde se volvió a escribir a Roma, a comienzos de agosto, dando razón de los diversos aspectos 208. En síntesis, además de remitir un primer esquema del Índice analítico del libro 209, se informa de que:

– Se había hablado con la editorial (Ediciones Rialp) para retocar la maqueta de acuerdo con los criterios recibidos, y se enviarían a Roma varias pruebas de páginas con distintos tipos y cajas, etc.;

– El título “Homilías", sin numeración, se había propuesto para no presuponer innecesariamente la aparición de otros volúmenes, pero como habrá más se sugiere el título “Homilías I";

– La editorial planteaba editar ya el libro con las homilías que habían visto la luz hasta entonces (incluyendo la editada el 22 de marzo de 1970 en “Los Domingos de ABC": La muerte de Cristo, vida del cristiano), y que otras aún no publicadas se quedaran para un segundo volumen; no obstante, agradecerían saber si habían de llegar aún más para el volumen que se estaba preparando.

La inclusión de la citada homilía fue, en efecto, aceptada 210: era el duodécimo texto aprobado para incorporar al libro, aunque no el último, pues en los meses sucesivos –en ese momento todavía no se daban números– serían enviados desde Roma seis más 211.

Respecto a la preparación de los índices, la comunicación enviada desde España indicaba que el general sería más de conceptos (sistematizados de un modo lógico) que de voces, y que se estaba trabajando en los de autores y de citas de la Sagrada Escritura, así como completando el aparato crítico.

El original del libro fue enviado a la imprenta a mediados de diciembre de 1972. No incluía todavía el texto de la Presentación que habría de escribir D. Álvaro del Portillo, y que fue enviado a España en enero de 1973 (probablemente, por razones que explicaremos, entre los días 4 y 18 de ese mes).

c) Segundo periodo: del envío del original a la imprenta hasta la primera edición

El trabajo de impresión fue rápido, pues en los comienzos del mes de enero de 1973 ya se habían corregido en Madrid las primeras galeradas, que fueron remitidas enseguida a Roma –junto con los originales manejados por la imprenta– para que se realizaran allí las segundas correcciones 212. Con ese envío se solicitaba también información acerca de dos puntos: a) la fecha de la homilía sobre el Espíritu Santo; y b) cuándo se recibiría la Presentación al libro que se había anunciado meses atrás 213.

A los pocos días llegaba la respuesta de Roma 214, con la que eran devueltos galeradas y originales, y se indicaban algunas correcciones y precisiones 215. Al mismo tiempo, además de insistir en la importancia de evitar cualquier errata, acudiendo para esto a un corrector de pruebas profesional, se solicitaban las galeradas de lo que aún no había sido enviado: las de la homilía En la fiesta del Corpus Christi, las de la Presentación y las de los Índices. Todo fue remitido a Roma a los pocos días 216: como puede apreciarse, se estaba trabajando a un ritmo muy intenso para tener cuanto antes el libro en la calle.

La nueva respuesta de Roma fue también rápida 217. Además de devolver el material, se señalaba que no era preciso enviar más pruebas salvo, si pareciera oportuno, la definitiva de todo el volumen. Lo más importante de aquel escrito estaba, sin embargo, en su n. 2.b), donde se comunicaba cuál iba a ser el título definitivo del libro, cuestión a la que dedicamos el parágrafo sucesivo.

Para no demorar la aparición del volumen, en España no se consideró oportuno enviar a Roma la prueba definitiva (en realidad, las terceras pruebas), que fue revisada por un corrector profesional de la editorial 218.

La primera edición del libro vio la luz en el mes de marzo: Es Cristo que pasa. Homilías, Ediciones Rialp, S.A., Madrid 1973, 421 págs. 14x20 cm 219. Estaba prácticamente agotada en mayo, mes en que apareció la segunda. Sucesivamente, en tres meses, aparecieron cinco ediciones más, lo que da noticia del interés con que el texto fue acogido 220. Estas seis ediciones que siguieron a la primera no se distinguen en nada de la inicial. Las primeras variaciones –ciertos cambios en el Índice de materias, que mencionaremos en un próximo apartado– aparecieron en la 8ª edición, de enero de 1974.

8. Aspectos particulares de la confección del libro

a) El título: “Es Cristo que pasa. Homilías"

Como se acaba de señalar, en la comunicación del Consejo General de 8-II-1973, dirigida a la Comisión Regional de España, n. 2 b), se indicaba la decisión tomada: “El título de este volumen será: ES CRISTO QUE PASA, y debajo el subtítulo Homilías".

Aunque la fecha corresponde a un momento muy avanzado del proceso de edición del libro (estaban ya corregidas las segundas pruebas de imprenta), nada permite suponer que antes de esa fecha se hubiera pensado un posible título distinto al ya mencionado, y quizás implícitamente aceptado, de “Homilías I". Ahora, sin embargo, se anuncia otro, acompañado de un subtítulo. Naturalmente era el título querido y puesto por el autor, pero procedía de una sugerencia que, entre otras, le hicieron llegar y que él aprobó.

Se conserva, en efecto, un folio escrito a máquina, que contiene una propuesta referida al tema que tratamos, y elevada al Consejo General, para que sea vista por san Josemaría. El folio lleva escrito a lápiz en su parte inferior la frase: “Para guardar en el expediente", y está unido con una grapa a la minuta de preparación y a una copia a limpio de la comunicación de 8-II-73, antes mencionada 221. Parece, pues, claro que la propuesta fue redactada en el contexto de la preparación del referido escrito.

No es posible deducir a partir de ese folio (pues no contiene ningún tipo de referencias personales) de quién procede originariamente la propuesta; algunos testimonios posteriores sugieren, sin embargo, que el título le fue sugerido a san Josemaría desde la Oficina o departamento de comunicación del Opus Dei en Roma 222. El texto de la minuta, ha sido corregido con trazos y palabras escritas a mano y en rojo. Tales correcciones podrían deberse materialmente a san Josemaría, pues la fuerza del trazo parece suyo, pero caben dudas acerca de la caligrafía. En todo caso, por la importancia del tema y por el contexto en el que se encuentra, puede afirmarse que todo ha sido visto y aprobado por el autor.

El texto contenido en ese folio –en nota recogemos las correcciones que presenta–, es el siguiente:

“1. El título del primer volumen de homilías podría ser: Es Cristo que pasa, subtítulo: Homilías 223.

2. Se ha comprobado que ese título queda bien en inglés, francés, alemán, portugués, etc.

3. El título expresaría, de forma gráfica, la presencia viva de Cristo en las fiestas del año litúrgico, que tienen como centro la Santa Misa. En muchas homilías de este primer volumen esa idea está en primer plano: En la fiesta del Corpus Christi, Cristo presente en los cristianos, Cristo Rey, etc. 224

4. Se sugiere ES CRISTO QUE PASA en lugar de CRISTO QUE PASA, para evitar que se pueda erróneamente interpretar la expresión que pasa en el sentido de caer en desuso 225.

5. Si se adopta este título, quizá convendría modificar un poco la presentación, para dedicar unas palabras a él 226. Se adjunta una sugerencia en ese sentido 227.

6. Otros títulos posibles serían 228: ‘El sentido de las fiestas’, ‘Santificar las fiestas’, ‘Para todos los años’, ‘No os dejaré solos’, ‘Calor de familia’ ".

El título quedó aprobado en los términos indicados: Es Cristo que pasa. Homilías, y como tal fue comunicado a España y a los demás lugares donde se trabajaba de cara a su publicación 229.

b) La realización de los Índices y, en especial, del Índice de materias

Desde que, el día 14 de abril de 1972, el Consejo General encargó a la Región de España poner en marcha la publicación del primer volumen de homilías, se comenzó la preparación de los tres Índices del libro: de textos bíblicos, de autores y de voces o materias. El encargo, concretamente, decía 230: “Id preparando los índices analíticos, de autores y de textos de la S. Escritura. Como es obvio esos índices no podrán completarse hasta que se cuente con todas las homilías, pero puede irse adelantando ya el trabajo, y –por lo que se refiere al analítico– tener pensado el esquema y la mayoría de las voces que se incluirán".

Cuatro semanas más tarde, el 10 de mayo de 1972, la Comisión Regional de España informaba del comienzo de esos trabajos 231.

De Roma llegó también por aquellos días –en concreto, el 12 de mayo– una indicación precisa sobre la elaboración del Índice de materias, en la que se decía: a) que era conveniente seguir la sistemática utilizada en el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer; y b) que se debían numerar los párrafos, para referir las voces a esos números 232.

El día 3 de julio de 1972, la Comisión de España informaba de nuevo sobre la marcha de los trabajos, y entre otros aspectos de la edición que se estaba preparando (tamaño del libro y de la caja del texto, tipo de papel y de letra, tintas que se utilizarían, grabados, etc.), señalaba que los pasajes del texto llevarían numeración al margen, y que “mientras tanto terminaremos el índice analítico que enviaremos para su aprobación (una vez hecho este trabajo, no será difícil añadir las referencias a las últimas homilías que nos lleguen)" 233.

Así pues, a comienzos de julio de 1972 se estaba trabajando en el Índice analítico, que un mes después iba a estar acabado. Fue de hecho remitido desde la Comisión Regional al Consejo General para su aprobación el 4 de agosto de 1972, con un escrito de acompañamiento que daba razón del trabajo realizado 234. Habían preparado un proyecto de índice, más referido a conceptos que a voces, a partir de las homilías publicadas hasta ese momento en los Folletos “Mundo Cristiano"; los números a los que se remitía eran los incluidos al margen. Se estaban elaborando los índices de autores y de referencias bíblicas, y completando el aparato crítico de las citas.

El trabajo lo habían llevado a cabo Federico Delclaux y José Luis Jiménez, sacerdotes numerarios del Opus Dei, personas de alta preparación teológica y literaria, así como buenos conocedores de los textos de san Josemaría; los dos desarrollaban por entonces su actividad pastoral en medios universitarios madrileños 235. Dado que se trataba de hacer solamente un primer esquema para presentarlo al autor y recibir su aprobación, bastaba con utilizar algunas de las homilías publicadas 236.

El primer boceto del Índice de materias fue enviado a Roma, como hemos señalado, a comienzos de agosto de 1972. Era un trabajo muy elaborado, con 120 voces y en cada una diversas subdivisiones 237. Algunas de las voces, respondiendo sin duda a los contenidos desglosados de las homilías, pero también al criterio recibido por los autores de que el índice reflejara la teología, eran particularmente extensas. Entre éstas, por ejemplo, cabe destacar algunas, como: Jesucristo, Apostolado, Caridad, Fe, Filiación divina, Iglesia, Matrimonio, Mundo, Oración, Santidad, Trabajo, Vida sobrenatural, Virgen Santísima y Vocación cristiana.

Como sabemos, el original de las homilías enviadas desde Roma para ser publicadas traía ya incluidos, a partir de la tercera editada (En el taller de José), unos ladillos que facilitaban, dividían y organizaban el texto. En algunas ediciones, como por ejemplo en las de Folletos “Mundo Cristiano" (hasta el n. 138, de febrero de 1972), se añadieron otros ladillos no presentes en el original, que desaparecieron a la hora de confeccionar el libro. En la realización del borrador del Índice se usaron esos folletos y, por tanto, se tuvieron en cuenta esas subdivisiones para señalar la numeración marginal de los párrafos: los autores del Índice la hicieron coincidir con los ladillos existentes, o bien, cuando había un cambio de tema, introducían ellos nuevos números 238. Esa numeración marginal permaneció sin cambios en el libro editado 239.

Aquel primer esquema o boceto del Índice de materias era, sencillamente, un estudio preliminar, un esbozo de Índice basado en unas pocas homilías, en el que se trataba de establecer un modelo a seguir, para que fuera visto por el autor y se recibiesen sus eventuales indicaciones. San Josemaría pasó por Madrid a comienzos de noviembre de 1972, con ocasión del viaje pastoral que durante los meses de octubre y noviembre realizó por España y Portugal. Se le mostró entonces aquel primer boceto del Índice, que fue muy de su agrado, aunque sugirió algún pequeño cambio. “En noviembre de 1972 –escriben los autores– se nos dijo que le había gustado mucho. No obstante, pensando en facilitar su uso a los lectores, era conveniente simplificarlo, eliminando las expresiones literales del Autor. Recibimos entonces todo el texto de las homilías que irían en el libro 240, y redactamos el Índice de materias, con más facilidad, porque ahora ya estaba todo orientado. De hecho, al revisarlo nosotros no tuvimos que añadir, ni quitar, ni trasvasar ninguna subvoz de lugar, pues todas las voces habían quedado completas" 241.

Una vez acabado el Índice de materias, los dos encargados fueron requeridos para un nuevo trabajo: preparar un Índice de textos de la Sagrada Escritura 242 y un Índice de autores citados (Padres, Doctores, etc.). A finales de enero de 1973 fueron enviadas a Roma las galeradas de la Presentación y los Índices (ya habían sido remitidas y corregidas anteriormente las del texto del libro) 243, que fueron devueltas a los pocos días. Por lo que se refiere a los Índices, como ya se ha hecho notar, se indicaba: “El encabezamiento del índice de textos de Padres de la Iglesia, etc., debe decir: Índice de Padres y Doctores de la Iglesia, Documentos del Magisterio Eclesiástico, textos litúrgicos, etc." 244.

La primera edición del libro (marzo de 1973), y las seis siguientes (de abril a junio del mismo año) incluyeron esos Índices. El 26 de mayo de 1973, a los dos meses de la primera edición, se recibía en España una comunicación del Consejo General 245 sobre el primer volumen de homilías en la que –tras señalar que había quedado muy bien editado– se detallaban algunas sugerencias de mejora, referidas sobre todo al Índice de materias. Se decía que dicho Índice resultaba quizás algo escaso y poco desglosado, con pocos conceptos clave (sólo diez o doce) a los que se remitían los demás, y también con pocos números marginales que abarcaban a veces varias páginas. Se sugería mejorar esos aspectos en las próximas ediciones (también para que el Índice pudiera servir de modelo al preparar el segundo volumen de homilías) 246. La sugerencia fue inmediatamente puesta en práctica.

La versión definitiva del Índice –realizada por los mismos autores– fue enviada a Roma el 23 de julio de 1973 247. Se mantenía la anterior relación de voces, aunque se desarrollaban más, y se desglosaban en diversos conceptos. Se especificaban también mejor las voces fundamentales que ya existían, y se eliminaban muchas de las remisiones de unas a otras aunque dejando las remisiones a homilías enteras para el lector que quisiera tener una visión general del tema. Se había logrado además que casi ningún concepto incluyera referencia a más de cinco números marginales. En cuanto a la numeración de los párrafos, pareció preferible no cambiarla para evitar “la confusión a la que daría lugar la existencia de diversas ediciones con números diferentes para los mismos párrafos" 248.

La nueva versión fue aprobada en Roma, introduciendo alguna pequeña corrección 249. Fue enviada una copia a los países donde se había ya publicado, o estaba en trámite de publicación, la primera edición del libro (Alemania, Francia, Portugal, Italia e Irlanda), para que fuera tenida en cuenta en las ediciones posteriores 250.

Esta nueva versión del Índice de materias fue incluida en el libro a partir de la 8ª edición en castellano (enero de 1974), y desde entonces ha permanecido invariada 251.

9. Primeras ediciones en otras lenguas

a) Datos generales

La primera noticia oficial sobre la futura publicación en distintas lenguas de un volumen, con las homilías de san Josemaría, había llegado a diversas Regiones con fecha de 15 de febrero de 1972. En ese día, en efecto, fue enviada una comunicación del Consejo General a Alemania, Francia, Portugal, Italia, Irlanda y Estados Unidos, en la que se urgía a terminar las traducciones pues, “en cuanto sea posible, contando previamente con la autorización del Autor, se publicará un volumen –luego vendrán otros, porque tiene muchísimo material inédito–, que podría aparecer simultáneamente en varios idiomas" 252.

A partir de ese momento se avivó, desde el Consejo General, el proceso de traducción y edición, y se entró en un periodo en el que destacan algunas fechas más significativas:

– el 18-I-1973 se envía desde Roma, a los citados países, el texto de la Presentación del libro y un elenco de las 18 homilías, puestas ya en el orden que ocuparán en el libro; se indica también que los Índices les serán prontamente remitidos desde España 253;

– el 22-II-1973 se comunica que el título definitivo será: Es Cristo que pasa y, como subtítulo: Homilías 254;

– el 14-III-1973 se pide a las Regiones que envíen para su aprobación la traducción del título y subtítulo del libro a los respectivos idiomas 255;

– el 24-IV-1973 se informa de que, con independencia de la edición del volumen, es conveniente que las homilías sean también publicadas separadamente, en forma de folletos, para disponer así más fácilmente de esos textos 256;

– el 8-V-1973 se solicita con urgencia, a las diversas Regiones, un plan concreto, con los trabajos previstos para que la edición del libro (en cada lengua) pueda salir cuanto antes 257.

b) Primera edición en italiano: “E’ Gesù che passa. Omelie" (diciembre, 1973)

Los primeros trabajos formalmente encaminados a la edición del libro en italiano están documentados a partir de mayo de 1972, con la primera correspondencia entre el Consejo General y la Comisión Regional de Italia, acerca de los criterios tipográficos y editoriales que en su momento deberán ser tenidos en cuenta 258.

El 9-VIII-1972 llegaban a Milán (sede de la Comisión Regional) desde Roma nuevos criterios sobre el libro, que recogían “las últimas indicaciones hechas por el Padre" 259. Esas indicaciones, enviadas también a los demás países, son muestra de la intensidad con que san Josemaría seguía todo lo referido a la publicación del libro, cuidando por amor a Dios hasta los detalles más pequeños. Se refieren al tamaño medio del volumen, al formato para que sea manejable, a la dignidad de su presentación (“pero sin perder de vista que se trata de sacar un libro para hacer el bien y para ayudar espiritualmente a las almas"), a la tipografía, a la esmerada corrección de las pruebas de imprenta, a la búsqueda de buenas traducciones de los textos patrísticos citados en el libro, etc.

En abril de 1973, se recordaba a la Comisión, desde el Consejo, que aún faltaba por traducir, y era urgente, la Presentación del libro así como cuatro homilías (Vocación cristiana / La Virgen Santa, causa de nuestra alegría / La lucha interior / En la fiesta del Corpus Christi) 260. La versión italiana de la Presentación fue mandada a Roma el 14-VI-1973 261, mientras que las traducciones de las homilías fueron enviadas el 11-X-1973 262.

A comienzos de junio de 1973 se informó al Consejo General de la traducción propuesta para el título: “È Gesù che passa. Omelie" 263, que fue aceptado 264. La revisión final del texto, antes de publicar el libro, fue llevada a cabo por Francesco Contadini, en el verano de 1973. La primera edición de È Gesù che passa. Omelie, (Edizioni ARES, Milano), apareció en diciembre de 1973. Constaba de 4.000 ejemplares 265, que se agotaron en cuatro meses 266.

Más adelante ese texto fue revisado y ampliamente corregido por Cesare Cavalleri, al que se debe también la revisión general para la edición definitiva ilustrada (1982), que lleva la frase: “A cura della redazione letteraria delle Edizioni ARES".

c) Primera edición en portugués: “Cristo que passa. Homilias" (mayo, 1974)

Fue en junio de 1972 cuando comenzó la correspondencia específica entre Roma y Lisboa, en relación con la edición portuguesa de Es Cristo que pasa. Se les animaba entonces a terminar las traducciones que faltaban, y a ir preparando la edición del futuro libro 267.

Recibida en enero de 1973 la Presentación, ya en el mes de marzo había sido traducida y aprobada; para completar el libro faltaban sólo las versiones de En la Epifanía del Señor y El Gran Desconocido 268. El título sería: Cristo que passa. Homilias, y fue comunicado a Roma, para su aprobación, también en marzo de 1973 269.

Consta que la traducción del texto completo al portugués fue realizada por José Nascimento 270. El original del libro fue entregado a la imprenta el 11 de junio de 1973, aunque por diversas dificultades la primera edición sólo pudo ver la luz en mayo de 1974 271.

d) Primera edición en inglés: “Christ is passing by. Homilies" (septiembre, 1974)

Los primeros datos expresamente referidos a la edición en inglés del primer volumen de homilías pueden fecharse a 4 de abril de 1972. Al informar, desde Dublín a Roma, del estado de las traducciones en esos momentos, se incluía también la información de que se estaba estudiando la posibilidad de publicar el libro en la editorial en la que trabajaba un miembro de Opus Dei, Michael Adams, que había intervenido también en las traducciones 272.

A raíz de este dato, el Consejo preguntó a la Comisión Regional de Irlanda si podían hacerse cargo de la edición inglesa (por entonces se disponía de 15 homilías), para que estuviera publicada en diciembre de ese año 273. La respuesta fue que la editorial Irish University Press estaba dispuesta a publicar el libro y a tenerlo para diciembre, bajo determinadas condiciones económicas 274.

En marzo de 1973, las Comisiones Regionales de Irlanda y de Estados Unidos tomaron la decisión de publicar el libro conjuntamente, estampándolo en Irlanda. Estaba ya preparada la impresión 275. Sin embargo, el 1 de mayo de 1973 se informó a Roma de que habían aparecido dificultades con la editorial Irish University Press 276, y que estaban en comunicación con Estados Unidos para ver si era posible publicarlo en la editorial “Scepter" de Chicago 277.

En marzo de 1973 fue planteada la cuestión del título del libro. Había tres propuestas: a) la de EE.UU. era: “Christ is Passing by. Ho­mi­lies" 278; b) la de Gran Bretaña: “Christ is Passing by. Meditations" 279; y c) la de Irlanda: “As Christ passes by. Homilies" 280. A todos, sin embargo, les parecía bien la propuesta de EE.UU., que fue al final la aprobada: “Christ is Passing by. Homilies" 281.

La primera edición de Christ is Passing by. Homilies, Scepter Press (Chicago)-Veritas (Dublín), es de septiembre 1974; se editaron 6.000 ejemplares (3.000 en EE.UU. y 3.000 en Irlanda) 282.

e) Primera edición en alemán: “Christus begegnen. Homilien" (noviembre, 1974)

Los primeros datos correspondientes a la edición alemana del libro se remontan a agosto de 1972, cuando el Consejo General envía a Colonia (sede de la Comisión Regional) diversas comunicaciones acerca de su preparación: tipografía, formato, etc. 283 Las traducciones fueron terminadas a lo largo de 1973 y 1974.

Consta documentalmente que todas las traducciones de las homilías al alemán fueron realizadas por Dr. Joseph Arquer y retocadas en primera instancia por Konrad Kurt Jungmann. Las segundas revisiones de cada traducción fueron realizadas en su momento en el Colegio Romano de la Santa Cruz, y todas supervisadas por Dr. Rolf Thomas. El repaso final del texto en cada caso y el previo a la edición del libro fue llevado a cabo por Konrad Kurt Jungmann 284.

El primer título propuesto por la Comisión de Alemania fue: “Christus, der vorübergeht. Homilien" 285, y fue aprobado el 13 de febrero de 1973 286. Sin embargo, no sería el definitivo, pues antes de la primera edición, concretamente el 5 de abril de 1974 287, la Comisión informaba de que producía extrañeza a muchas personas por el doble sentido de la expresión: “der vorübergeht", que podría sonar a: “que pasa de moda". Sugerían a cambio publicarlo sólo como: “Homilien". En el Consejo General se aceptó cambiar el primer título, pero con la indicación de que “Homilien" fuese sólo subtítulo. Se apuntaron con ese motivo desde Roma tres posibles títulos para elegir uno: a) “Begegnung mit Christus"; b) “Christus unser Leben"; c) “Leben mit Chris­tus" 288. Finalmente, a propuesta de la Comisión Regional fue aprobado un título semejante al primero de éstos, aunque diverso: “Christus begegnen. Homilien".

La primera edición de Christus begegnen. Homilien, Adamas-Verlag, Colonia, apareció en noviembre de 1974 289.

f) Primera edición en francés: “Quand le Christ passe. Homélies" (junio, 1975)

Los primeros datos referidos a la edición francesa de Es Cristo que pasa se remontan al 30 de marzo de 1973 290, cuando desde la Comisión se propuso a Roma que el título del libro fuese: “Quand le Christ passe. Homélies", que fue, en efecto, el aprobado algunos meses después 291.

De cara a la edición del libro 292, a comienzos de 1974 se mantuvieron contactos iniciales con la editorial Fayard, que se mostró favorable en un primer momento a publicarlo, aunque retrasó unos meses la respuesta por diversos problemas de la propia editorial 293. Tales problemas parecían más tarde irresolubles 294. Continuaron, sin embargo, los contactos con esa editorial, hasta que en marzo de 1975, al perdurar las dificultades y ser ya urgente que el libro fuera editado en Francia 295, se entró en conversaciones con la editorial Téqui. La impresión del texto estaba ya en marcha en abril de 1975.

La primera edición de Quand le Christ passe. Homilies, Téqui, París, tuvo lugar en junio de 1975 296.

* * *

En resumen, las primeras ediciones del libro en distintas lenguas, anteriores al 26-VI-1975, fueron:

Lengua – Título – Editorial – Ciudad/Año
Castellano – Es Cristo que pasa. Homilías – Ediciones Rialp – Madrid, III-1973
Italiano – È Gesù che passa. Omelie – Edizioni Ares – Milano, XII-1973
Portugués – Cristo que passa. Homilias – Ed. Aster – Ed. Quadrante – Lisboa, V-1974 – Saô Paolo, 1975
Inglés – Christ is Passing by. Homilies – Scepter Press-Veritas – Chicago-Dublin, IX-1974
Alemán – Christus begegnen. Homilien – Adamas Verlag – Köln, XI-1974
Francés – Quand le Christ passe. Homélies – Ed. Téqui – Paris, VI-1975

10. Retoques de detalle a la primera edición

Además de la nueva versión del Índice de materias, que apareció en la 8ª edición del libro en enero de 1974, es decir, en vida de san Josemaría y aprobada por él, deben ser mencionados otros dos retoques de detalle incorporados al libro tras el fallecimiento de su autor. El primero hace referencia a la Presentación del volumen escrita por Álvaro del Portillo, mientras que el segundo afecta al texto aunque sólo de manera leve: correcciones de erratas y un cambio de fecha.

a) Un añadido en la “Presentación"

La “Presentación" a Es Cristo que pasa, escrita por Álvaro del Portillo e incluida al inicio del volumen, tiene fecha de 9 de enero de 1973 297. Permaneció inalterada hasta la 12ª edición del libro (marzo de 1976), que fue la primera de las publicadas después del fallecimiento de san Josemaría en junio de 1975 298. En esa 12ª edición Mons. del Portillo añadió a la Presentación un breve párrafo post scriptum, separado tipográficamente de los anteriores y fechado el 2 de octubre de 1975. Tras dar noticia del tránsito al cielo del autor del libro y de aludir a la creciente extensión de su devoción privada, hacía constar que había dejado “un riquísimo y numeroso material inédito, ya preparado para su publicación".

b) Corrección de últimas erratas y cambio de una fecha

Mucho antes de la publicación en castellano de Es Cristo que pasa, desde que comenzaron los trabajos de edición por separado de las primeras homilías, se hizo patente el inicio de la que podría denominarse “batalla contra las erratas", promovida y llevada a cabo ante todo por el autor. La batalla –una verdadera “guerra sin cuartel", por las razones sobrenaturales que hemos mencionado anteriormente– se extendió a todos los terrenos relacionados con los trabajos de edición: copia a máquina de originales, revisión de pruebas de imprenta, etc., pero se intensificó, por razones obvias, en torno a los primeros textos editados 299. Son muy numerosos los ejemplos de la constante batalla que dio e hizo dar en este campo 300. Las llamadas de atención dirigidas a quienes se ocupaban de la publicación de los textos, reflejan de manera inequívoca la importancia prestada a la cuestión hasta en sus más pequeños detalles.

Una vez publicado Es Cristo que pasa cesaron las correcciones promovidas por san Josemaría, pero años después de su fallecimiento, concretamente en febrero de 1978, se llevó a cabo en España –por indicación de Mons. Javier Echevarría, a instancias de Mons. Álvaro del Portillo– una nueva revisión de todo el libro (texto y notas a pie de página) “para subsanar posibles errores" 301. La edición entonces revisada, última de las publicadas hasta entonces, fue la 14ª, de diciembre de 1976. Se sugirieron entonces diversas correcciones para que fueran tenidas en cuenta en ediciones posteriores del libro 302. La mayor parte eran muy sencillas, pues sólo afectaban a pequeños aspectos del aparato crítico del libro, sin tocar para nada el texto mismo, que había quedado establecido definitivamente por san Josemaría 303.

Es interesante ver la delicadeza con que se llevó a cabo aquella revisión, en la que –además de otras personas de España y de Roma– intervinieron, estudiándola y aprobándola, tanto Mons. Álvaro del Portillo como Mons. Javier Echevarría, que eran entonces, respectivamente, Presidente General y Secretario General del Opus Dei 304. Esas correcciones aparecieron ya incluidas en la 15ª edición del libro en castellano (noviembre de 1978), salvo tres, de las que dos se incluyeron en la 16ª y la restante en la 17ª 305.

Después de las correcciones señaladas, y ya en el año 1985, hubo de ser introducida una corrección en el texto, para subsanar un error de fecha en la homilía Por María hacia Jesús, error que se venía arrastrando desde su primera edición por separado, y que aparecía en los nn. 139e y 140a del libro. Donde san Josemaría había escrito –fiándose de la memoria– 1933 como fecha de su romería a Sonsoles, debía en realidad decir –como se comprobó en 1985 a través de la documentación– 1935 306. Esta corrección de fechas fue incluida a partir de la 24ª edición del libro (febrero de 1987).

Así pues, teniendo en cuenta las variaciones en el Índice de materias, y las últimas correcciones de erratas y de fecha, la 24ª, en la que ya están recogidos todos esos retoques, puede tenerse como la edición de referencia por lo que dice relación al texto y a los Índices de Es Cristo que pasa. De hecho, es la que ha sido reproducida sin variaciones de entonces en adelante, y es la que también se sigue en esta edición crítico-histórica.

11. Las notas editoriales sobre el Autor

Un aspecto de la historia del volumen tal como ahora lo conocemos dice referencia a la inclusión –tras el fallecimiento del autor– de una breve nota editorial, titulada sencillamente así: “EL AUTOR". Apareció por vez primera en la 12ª edición (marzo de 1976), dando sucinta información biográfica sobre san Josemaría. Dicha nota fue sucesivamente revisada y retocada con motivo de los diferentes pasos de la Causa de Beatificación y Canonización del autor, por lo que se conocen –además de la primera– estas distintas versiones:

– la integrada en la 21ª edición (marzo de 1985), que da noticia de la apertura de la Causa el 12 de mayo de 1981;

– la contenida en la 27ª edición (marzo 1991), nueva y más extensa que las anteriores, que informa ya de la aprobación del Decreto de virtudes heroicas (9-IV-1990) y de la aplicación a Josemaría Escrivá del título de Venerable;

– la incluida en la 29ª edición (noviembre de 1992), posterior a la Beatificación (17 de mayo de 1992), y en la que se describen más ampliamente la biografía y los acontecimientos posteriores a su fallecimiento y a la Causa de Beatificación.

– la añadida en la 40ª edición (enero de 2004), que es la posterior a la Canonización (6 de octubre de 2002), y en la que cambia de nuevo la Nota editorial sobre el autor, ya Santo, dando razón de la última parte del Proceso. No ha habido más cambios en las sucesivas ediciones.

TERCERA PARTE
La presente edición crítico-histórica

Los textos de san Josemaría han sido escritos y entregados a la imprenta –lo recordamos de nuevo– al servicio de su misión fundacional y de la actividad apostólica del Opus Dei. Han estado siempre ampliamente precedidos por la vida y elaborados desde ésta: desde el dinamismo que estimula la necesidad de formar a las personas y hacer crecer los apostolados. La misma metodología de trabajo le había sido “impuesta" por la vida: más que “sentarse a escribir un libro", san Josemaría ha sentido la exigencia de poner por escrito de diversas maneras su doctrina espiritual, las distintas facetas de su espíritu fundacional, para que lleguen más fácil y genuinamente a todos, y con mayor eficacia. Ha escrito por razones espirituales y pastorales, al servicio de las exigencias fundacionales y de las necesidades de las almas.

Los libros más extensos, como el que estudiamos, han sido elaborados por el autor –en medio de su actividad pastoral– a partir de breves anotaciones o escritos sintéticos anteriores, así como de palabras grabadas magnetofónicamente. Aun redactados, han permanecido también potencialmente abiertos para ser retomados y retocados por el autor cuando lo ha juzgado necesario y algo lo ha exigido. Al realizar la edición crítico-histórica de estas obras debe dejarse constancia de dos aspectos: a) las publicadas en vida del autor –como sucede con la que estudiamos– han quedado definitivamente acabadas cuando, tras un amplio proceso de elaboración, el texto ha sido fijado y editado (aunque el propio autor, como sucede con otros, haya podido incluir algún ligero retoque en ediciones posteriores del texto ya publicado); b) las obras publicadas póstumamente, así como las todavía inéditas, han sido trabajadas también por el autor hasta el momento de su fallecimiento, en un amplio proceso de elaboración, y como en el caso anterior con sucesivas etapas de redacción, retoques y correcciones.

Lo que acabamos de señalar incluye dos características de esos escritos (editados o inéditos), pues al haber sido elaborados a lo largo de un proceso extendido en el tiempo, se pueden distinguir en su interior, aun dentro de la unidad temática propia de cada uno, distintos núcleos redaccionales, y algunos de diferentes épocas. La unidad temática y, más aún, la íntima unidad de espíritu de cada uno de esos textos, puede venir expresada, en efecto, con variedad de formulaciones, ideas y matices intelectuales, que pueden pertenecer en ocasiones a un tiempo alejado del momento de la redacción final o, quizás otras veces a un tiempo más cercano. En un mismo escrito, con un mismo argumento, puede haber pasajes que san Josemaría redactó (o quizás expuso oralmente) en pasadas décadas, junto con otros que han sido retocados por él en tiempos más recientes. Ante todo para el propio autor, dueño y principal testigo de su patrimonio espiritual y fundacional, pero también para quien los lee después, esos pasajes forman una perfecta y hasta literariamente hermosa unidad (sin que nada obste para poder señalar la ocasional diferencia de tiempos).

Se hace necesario, por tanto, distinguir en esos escritos entre su fecha última de redacción (inmediatamente anterior a su envío a la imprenta en el caso de aquellos editados en vida de san Josemaría; o la que pueda establecerse críticamente para los demás), y la fecha con que han sido datados por él. Esta última, a la luz del invariable espíritu fundacional, tiende a ser asociada en cada texto a focos o núcleos doctrinales, e incluso redaccionales, antiguos, pues ya estaba allí formulada –bien por extenso, bien como in nuce– la sustancia de la cuestión. En muchos casos es posible comprobar, sobre base documental, la realidad de dicha asociación; en otros casos, en cambio, no es factible hacerlo pues no se ha conservado la documentación oportuna 307.

Así, pues, estamos ante unos textos –miramos a cada una de las homilías que componen Es Cristo que pasa y al libro mismo– que han sido elaborados a partir de materiales previos del autor, tanto de origen escrito (anotaciones, guiones de predicación, breves desarrollos), como de procedencia oral, recogido por los oyentes de su predicación. En su presentación última, tales textos son fruto de un proceso más o menos extendido en el tiempo, con sucesivas mejoras, retoques e incluso varias redacciones.

12. Contenido de la edición

La presente edición crítico-histórica constituye un comentario analítico y pormenorizado del texto original del libro 308, con introducciones históricas a cada homilía, síntesis de contenidos y anotaciones de índole variada. Está formada por dieciocho apartados, uno por cada Homilía, siguiendo el orden sistemático que el autor estableció. Cada uno de esos apartados contiene tres secciones:

1. Nota histórica (historia particular del texto de cada homilía, de sus fundamentos y características).

2. Líneas teológico-espirituales de fondo (breve síntesis de las principales ideas contempladas por el autor en cada una de las homilías; están concebidas como una ayuda al lector para darle a conocer por anticipado los contenidos de los textos).

3. Texto anotado (análisis del texto, con anotaciones de carácter histórico, teológico y espiritual). Las referencias bíblicas, patrísticas, etc., incluidas por el autor en el texto original, al formar parte de éste, se hallan situadas en el cuerpo del texto, manteniendo su numeración original.

13. Otros aspectos de la edición

a) Numeración de párrafos

Ya desde la primera edición del libro, y siguiendo una indicación recibida del Consejo General 309, el texto había recibido una numeración marginal continua, que pertenece, en consecuencia, al original del libro. Al introducir esa numeración se atendió principalmente a los cambios de tema dentro de cada homilía, y de ese modo los números marginales abarcan diversos párrafos, a veces más, a veces menos, sin regla fija 310. En la presente edición, manteniendo la numeración original, y con objeto de ayudar a la localización precisa de los distintos pasajes del libro, se han distinguido con letras minúsculas del alfabeto (1a, 1b, 1c, etc.) los párrafos agrupados en cada uno de los números marginales.

b) Aparato crítico

El aparato crítico utilizado en esta edición está constituido por tres tipos diferentes de notas, siempre referidas a un párrafo concreto. Primero los describimos y a continuación ponemos un ejemplo.

– En primer lugar, se incluyen las notas críticas que dan razón de las variaciones del texto por mano del autor, siempre anteriores, como es lógico, a la primera edición del libro en la que ya ha quedado fijado. Se trata de correcciones realizadas, por ejemplo, sobre el texto de una homilía ya publicado en alguna revista o folleto, o bien, más raramente sobre el original mecanografiado de una homilía (normalmente, como diremos, sobre la penúltima redacción 311). Indicamos primero el texto definitivo, es decir, el del párrafo correspondiente del libro, señalando que se trata de una corrección autógrafa del autor: corr autógr, y a continuación, separado por el signo ] el texto corregido, señalando dónde se encuentra. Por ejemplo:

87c proclame corr autógr ] reconozca penúlt redac.

significa que en el párrafo 87c la palabra “proclame", perteneciente al texto definitivo, es corrección autógrafa del autor sobre la palabra “reconozca", perteneciente a la penúltima redacción del original mecanografiado.

Cuando en un párrafo hay más de una variación vienen separadas por el signo ||; por ejemplo:

89d os encontráis corr autógr ] estáis penúlt redac || nada más un corr autógr ] un penúlt redac || holocausto corr autógr ] sacrificio penúlt redac.

– A continuación, cuando se conocen algunos de los materiales de la predicación precedente del autor (normalmente, apuntes de sus meditaciones), que él tuvo presentes al redactar la homilía, es citado en nota el pasaje oportuno. Están señalados con la sigla: [tb (indicativa de “texto básico") seguida de la sigla del texto citado]; por ejemplo:

[tb/m600414], significa que el pasaje citado pertenece a la meditación predicada por el autor el 14-IV-1960.

Esos “textos básicos" (de los que en cada caso damos referencias precisas) son anotaciones tomadas por oyentes, y en su redacción es patente el origen oral. Entre tales anotaciones y los párrafos de la homilía –redactada detenidamente por el autor para ser publicada– hay siempre notables diferencias, aunque es también clara su relación.

– Finalmente, tras las anteriores, se añaden unas notas técnicas de diversa índole –principalmente, de carácter teológico–, que ilustran sobre algunos aspectos significativos del texto; están siempre referidas, como las anteriores, a un párrafo concreto, y además –en este tipo de notas– a una frase del párrafo respectivo.

Ejemplo global tomado de: La Eucaristía, misterio de fe y de amor, 83e:

(párrafo)

83e Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

(aparato crítico)

83e regalo corr autógr ] recuerdo penúlt redac || aquel amoroso momento corr autógr || aquella amorosa despedida penúlt redac.

[tb/m600414]: “Lo que no podemos nosotros, lo puede Dios: se va y se queda. Instituye la Sagrada Eucaristía. Se queda por amor".

Con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad".– Como ya ha sido mencionado (cfr. supra, 80a; vid. también infra, 161a), el autor hacía frecuente referencia a la presencia real de Cristo en la Eucaristía con esa fórmula, de gran tradición en la Iglesia en cuanto perteneciente a la doctrina definida en Trento (cfr. Concilio de Trento, Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía, cap. 3, y canon 1; DzH. 1640 y 1651). Intensificó ese modo de decir en los últimos años de su vida, cuando volcó su celo apostólico en una intensa catequesis por distintos países europeos y americanos.

c) Índices y Apéndices

Concluida la edición y comentario del texto, y siguiendo el orden establecido desde la primera edición de Es Cristo que pasa, se incluyen los tres Índices que han aparecido en todas las ediciones del libro:

– Índice de textos de la Sagrada Escritura

– Índice de Padres y Doctores de la Iglesia, Documentos del Magisterio Eclesiástico, textos litúrgicos, etc.

– Índice de materias.

Los dos primeros son los correspondientes a la primera edición del libro (marzo 1973), pues nunca han sufrido variación, aunque sí alguna corrección de erratas. En está edición señalaremos también alguna pequeña corrección.

El Índice de materias es el incluido en el libro desde la 8ª edición (enero de 1974) en adelante. La anterior versión del Índice, reproducida en las siete primeras ediciones (todas en 1973) sufrió algunas variaciones. Lo hemos explicado en el apartado 8.b) de esta Introducción, titulado: “La realización de los Índices y, en especial, del Índice de materias".

Finalmente hemos añadido diversos apartados relacionados con la historia y difusión de Es Cristo que pasa, o con la biografía del autor, que tenían difícil inserción en el cuerpo del volumen. Dado su interés, hemos optado por incluirlos al final del volumen bajo la forma de Apéndices. Son los siguientes:

Apéndice 1

Apéndice 2

Apéndice 3

Apéndice 4

Nota editorial sobre el autor (es la perteneciente a la 40ª edición en castellano, de 2004, última de las incluidas).

Ediciones totales de Es Cristo que pasa (lengua, país, editorial, ejemplares) entre 1973 y 2012.

Cuadro-síntesis de las primeras ediciones de homilías en todo el mundo hasta 1975.

Génesis de las traducciones y ediciones de cada homilía hasta 1975, es decir, en vida del autor.

14. Fuentes utilizadas

El fondo documental utilizado en esta edición se encuentra en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei (AGP), en tres series distintas: A.4, A.3 y A.3.4:

– La serie A.4 recoge los materiales procedentes de la predicación del autor, entre los que se encuentran los apuntes –tomados por escrito por diversos oyentes– de sus meditaciones.
– La denominada con la sigla A.3 (correspondiente a los escritos de san Josemaría): ahí se encuentra casi toda la documentación relacionada con Es Cristo que pasa, como muestra el elenco que incluimos a continuación. Se encuentra distribuida en dos legajos (100 y 101), en los que se contienen consultas a san Josemaría y notas de despacho sobre las diversas homilías, correspondencia al respecto entre el Consejo General y las Regiones, el texto final mecanografiado de cada homilía, algunos ejemplares de homilías publicadas con correcciones a mano del autor, datos sobre la preparación de los textos, etc.
– La denominada: serie A.3.4, en la que se encuentra la correspondencia activa y pasiva de san Josemaría.
La restante documentación que hemos consultado es oportunamente citada en cada caso.
Elenco de los principales fondos documentales manejados
Todos en AGP, serie A.3:
Cristo presente en los cristianos: leg. 100, carp. 1, exp. 1, 2, 3 (tramitación de la homilía para “La Table Ronde", texto castellano y otras traducciones, respectivamente).
El triunfo de Cristo en la humildad: leg. 100, carp. 1, exp. 4 y 5 (texto castellano y traducciones, respectivamente).
En el taller de José: leg. 100, carp. 1, exp. 6 y 7 (texto castellano y traducciones).
La conversión de los hijos de Dios: leg. 100, carp. 2, exp. 1 y 2 (texto castellano y traducciones).
Por María, hacia Jesús: leg. 100, carp. 2, exp. 3 y 4 (texto castellano y traducciones).
La muerte de Cristo, vida del cristiano: leg. 100, carp. 2, exp. 5 y 6 (texto castellano y traducciones).
El matrimonio, vocación cristiana: leg. 100, carp. 3, exp. 1 y 2 (texto castellano y traducciones).
El Corazón de Cristo, paz de los cristianos: leg. 100, carp. 3, exp. 3 y 4 (texto castellano y traducciones).
El Gran Desconocido: leg. 100, carp. 3, exp 5 y 6 (texto castellano y traducciones).
La Eucaristía, misterio de fe y de amor: leg. 100, carp. 4, exp. 1 y 2 (texto castellano y traducciones).
La Ascensión del Señor: leg. 100, carp. 4, exp. 3 y 4 (texto castellano y traducciones).
En la fiesta del Corpus Christi: leg. 100, carp. 4, exp. 5 (texto castellano y traducciones).
La Virgen Santa, causa de nuestra alegría: leg. 100, carp. 4, exp. 6 y 7 (texto castellano y traducciones).
En la Epifanía del Señor: leg. 100, carp. 4, exp. 8 y 9 (texto castellano y traducciones).
El respeto cristiano a la persona y a su libertad: leg. 100, carp. 4, exp. 10 (texto castellano y traducciones).
Vocación cristiana: leg. 100, carp. 4, exp. 11 (texto castellano y traducciones).
Cristo Rey: leg. 100, carp. 4, exp. 12 (texto castellano y traducciones).
La lucha interior: leg. 100, carp. 4, exp. 13 (texto castellano y traducciones).
– Edición de homilías en castellano: leg. 101, carp. 1, exp. 1.
– Homilías: datos generales: leg. 101, carp. 1, exp. 2.
– Edición de homilías en inglés: leg. 101, carp. 1, exp. 3.
– Edición de homilías en portugués: leg. 101, carp. 1, exp. 4.
– Edición de homilías en alemán: leg. 101, carp. 1, exp. 5.
– Edición de homilías en italiano: leg. 101, carp. 1, exp. 6.
– Edición de homilías en francés: leg. 101, carp. 1, exp. 7.
– Edición de homilías en tagalog: leg. 101, carp. 1, exp. 8.
– Edición del libro en castellano: leg. 101, carp. 2, exp. 1 (sugerencias para recoger las homilías en un libro), exp. 2 (preparación del libro), exp. 3 (correcciones posteriores a 1975).
– Originales mecanografiados de las homilías: leg. 101, carp. 3.
– Edición del libro en castellano: leg. 101, carp. 4, exp. 1 (orientaciones para traducir el libro a otros idiomas).
– Edición del libro en italiano: leg. 101, carp. 4, exp. 2.
– Edición del libro en inglés: leg. 101, carp. 4, exp. 3.
– Edición del libro en alemán: leg. 101, carp. 4, exp. 4.
– Edición del libro en francés: leg. 101, carp. 4, exp. 5.
– Edición del libro en portugués: leg. 101, carp. 4, exp. 6.
PRESENTACIÓN DE ÁLVARO DEL PORTILLO

1. Nota histórica

En las páginas iniciales de Es Cristo que pasa, tras una breve referencia biográfica del autor, se incluyó la Presentación escrita por Mons. Álvaro del Portillo. Se conserva el original mecanografiado de ese texto 1: once folios a doble espacio, con el título en el primero: “PRESENTACION", y con el nombre y fecha en el último: “Álvaro del Portillo / Roma, 9 de enero de 1973". Es un texto definitivo, sin correcciones.

La fecha elegida por Mons. del Portillo es simbólica, en cuanto que ha querido que coincidiera con el aniversario del nacimiento de san Josemaría, pero es también cercana al tiempo real en que esas páginas fueron redactadas. En efecto, aunque no se conservan datos explícitos sobre el momento en que las compuso, sí disponemos de un dato implícito, que permite situar significativamente las fechas.

Como puede comprobarse en el texto, de un modo quizás inesperado para el lector, nunca se denomina en esas páginas al libro por su título (Es Cristo que pasa) 2, sino que siempre utiliza el término Homilías (con mayúscula y en letra cursiva). Y no sólo emplea ese nombre como término genérico (“estas Homilías"), sino también como nombre del volumen que presenta, al que denomina “primer volumen de Homilías". Parece como si, al escribir esas páginas, Mons. del Portillo desconociera aún el nombre definitivo que llegará a tener el libro. En ese sentido, llama la atención, por ejemplo, que no se detenga ni en la literalidad ni en el significado de una expresión tan sugerente como “Es Cristo que pasa", que tanto se presta a un comentario análogo a otros que escribe en la Presentación. Así pues, con cierta seguridad, cabe decir que se redactó antes del 9 de febrero de 1973, día en que fue tomada por san Josemaría la decisión de dar aquel título al libro.

Por otra parte, la Presentación hace una referencia a la homilía En la fiesta del Corpus Christi, cuyo título y texto se conocen. Esa homilía, como sabemos, fue la última enviada a España desde Roma –el 13-XII-1972–, y su redacción se había ultimado en las dos semanas anteriores. Esos datos permiten deducir que don Álvaro –como solía ser nombrado– sólo pudo escribir la Presentación en el periodo que va de mediados de diciembre de 1972 a comienzos de febrero de 1973.

Pero todavía se puede ajustar más la fecha de redacción, recordando otros datos ya mencionados anteriormente. El día 4 de enero de 1973, la Comisión Regional de España, al enviar las galeradas del libro a Roma, solicitó al Consejo General, entre otras cosas, el texto de la Presentación para poder entregarlo a la imprenta 3. Cuando desde Roma se devuelven esas galeradas del libro, el día 18 de enero 4, ruegan a su vez que se les remitan cuanto antes las galeradas de lo que falta: entre otras cosas, las de la Presentación 5. Así, pues, el texto original de la Presentación había sido enviado a España después del 4 de enero de 1973 (en que lo piden) y antes del 18 de enero del mismo año (en que se reclaman las galeradas). En medio de esas catorce jornadas se encuentra el día en que dicho texto fue fechado por don Álvaro: 9 de enero de 1973. Eso nos conduce a sostener que tal fecha de datación, aunque sea sobre todo simbólica, es también bastante expresiva del periodo real en que aquellas páginas fueron redactadas.

El texto escrito por Mons. del Portillo se caracteriza por la claridad y sobriedad de su estilo. Es una “Presentación" en la que, por decirlo así, el presentador quiere pasar enteramente inadvertido, resaltando en primer plano las cualidades del libro y orientando completamente la atención del lector hacia el autor. En realidad, ese proceder es un signo inconfundible del actuar de Álvaro del Portillo en relación con san Josemaría. Desde que le conoció en 1935 6, procuró estar siempre detrás del fundador, centrando en él su atención y ayudando a que todos lo hicieran 7.

Las ideas que dejó plasmadas en la Presentación, dicen relación, en primer lugar, a san Josemaría como autor del libro; exponen luego las cualidades internas del propio volumen, y, finalmente, se ocupan de resaltar las claves esenciales de su contenido.

A. En referencia al autor, se destacan especialmente tres aspectos:

a) su condición sacerdotal (como queriendo subrayar que escribió y publicó esa obra pensando exclusivamente en la gloria de Dios y en el bien de las almas);

b) su intensa labor de predicación (idea que pone el acento en los orígenes más genuinos de los textos recogidos en el libro); y, como consecuencia,

c) el abundante material inédito que se posee, del que el presente volumen es una pequeña muestra (se estaba así anunciando, en cierto modo, que tras éste vendrían otros).

B. En relación con el propio libro se ponen de relieve tres cualidades:

a) su profundidad teológica, de la que son muestras la fuerza expresiva con que comenta el Evangelio, así como la sintonía y engarce con la Tradición: posee un evidente nervio teológico;

b) la inmediata conexión que establece entre la doctrina evangélica y la vida del cristiano corriente: es decir, el texto se caracteriza también por su vigor espiritual y pastoral;

c) y, en tercer lugar, la elegancia y corrección de su estilo, al mismo tiempo claro y directo: goza de alta calidad literaria.

C. En cuanto a los contenidos esenciales del volumen, se subrayan cuatro grandes cualidades, que se corresponden de lleno, como no podía ser de otra forma en un libro de san Josemaría, con los trazos profundos del espíritu del Opus Dei:

a) hay un eje central, que es el sentido de la filiación divina;

b) todo el texto posee una fuerte impronta trinitaria;

c) es al mismo tiempo una obra de inspiración cristocéntrica, como lo manifiesta la profundidad teológica de sus descripciones de la existencia cristiana, centrada en el trato con Jesucristo en el Pan y la Palabra (Eucaristía y oración);

d) finalmente, sus páginas reivindican la estrecha vinculación entre santidad cristiana y vida ordinaria de trabajo, contemplado éste como medio de santificación personal y de cooperación en la santificación de los demás.

Junto a esos aspectos, Mons. del Portillo destaca también el amor a la libertad –tan característico de la personalidad de san Josemaría así como del perfil fundacional del Opus Dei– que se deja advertir a lo largo del libro.

El texto de la Presentación contiene doce citas explícitas de san Josemaría. Sólo de una se da la referencia (Camino, 279), mientras que las de las otras no fueron incluidas –ignoramos la razón– ni en el original a máquina, ni en el texto editado. Fueron comunicadas más tarde a los diversos países, mediante una comunicación del Consejo General 8, para que fueran tenidas en cuenta en las traducciones de la Presentación que se estaban preparando.

La Presentación –como ya se ha mencionado– fue ligeramente modificada en 1975 para hacer referencia, en su parte final, al fallecimiento de san Josemaría que había tenido lugar el 26 de junio de aquel año.

2. Texto de la presentación

Al iniciar estas páginas de presentación del primer volumen de Homilías de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, me vienen a la cabeza unas palabras suyas, que ha pronunciado en tantas ocasiones, ante personas de muchos países y de todas las condiciones sociales: Yo soy un ­sacerdote que no habla nada más que de Dios. El Fundador del Opus Dei recibió el Santo Sacramento del Orden el 28 de marzo de 1925. En este casi medio siglo, ex hominibus assumptus, pro hominibus constituitur (Hb 5, 1), escogido entre los hombres, elegido por Dios para beneficio de las almas, ha hecho que la vida cristiana sea realidad diaria, entrañable, en la inteligencia y en el corazón de un número ya incalculable de personas.

La fecundidad del sacerdocio cristiano, que sólo se explica por razones sobrenaturales, se ha vertido en una predicación incansable. Con razón ha escrito que la gran pasión de los sacerdotes del Opus Dei es la predicación. Desde 1925, Mons. Escrivá de Balaguer realiza una intensa labor pastoral: primero –por poco tiempo– en parroquias rurales; más tarde, en Madrid, especialmente en los barrios pobres y en los hospitales; durante los años treinta, en toda España; desde 1946, cuando fija su residencia en Roma, con personas de todo el mundo.

Hablar de Dios, acercar los hombres al Señor: así lo he visto desde que lo conocí, en 1935. Catequesis, días y cursos de retiro espiritual, dirección de almas, cartas breves e incisivas, que llevaban en los trazos –rápidos y definidos– la paz a muchas conciencias. En los primeros meses de 1936 llegó a enfermar; los médicos diagnosticaron sólo cansancio. Predicaba, a veces, hasta diez horas diarias. El clero de casi todas las diócesis españolas recibió su predicación; lo llamaban los Obispos y él recorría el país, a sus propias expensas –en aquellos trenes de entonces–, sin más pago que la amorosa obligación de hablar de Dios.

«Entre los recuerdos que me vienen ahora a la memoria con viva actualidad –ha escrito en una ocasión–, hay uno de cuando era joven sacerdote. Desde entonces he recibido con no poca frecuencia dos consejos unánimes para hacer carrera: ante todo, no trabajar, no hacer mucha labor apostólica, porque esto suscita envidias y crea enemigos; y, en segundo lugar, no escribir, porque todo lo que se escribe –aunque se escriba con precisión y claridad– suele interpretarse mal. Doy gracias a Dios Nuestro Señor por no haber seguido nunca estos consejos, y estoy contento porque no me hice sacerdote para hacer carrera.»

Yo diría que Mons. Escrivá de Balaguer, sin seguir ninguno de esos dos consejos, ha olvidado sobre todo el primero: el de no trabajar. Y precisamente esa labor apostólica diaria no le ha permitido escribir más para el bien de tantas almas. Autor de libros de espiritualidad difundidos en todo el mundo –como Camino y Santo Rosario– y de finos estudios jurídicos y teológicos –como La Abadesa de las Huelgas–, ha escrito sobre todo numerosas y extensas cartas, Instrucciones, Glosas, etc., dirigidas a los socios del Opus Dei, tratando exclusivamente de temas espirituales. Reacio a cualquier forma de propaganda, ha accedido sólo rara vez a las numerosas y constantes peticiones de entrevistas por parte de la prensa, radio y televisión de muchos países. Con las pocas entrevistas que han sido la excepción se publicó el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, traducido también a las principales lenguas.

De toda la gran catequesis que es su predicación en casi cincuenta años de sacerdocio existe un abundante material inédito. Se publica en este volumen una pequeña parte: algunas de las homilías pronunciadas sobre fiestas litúrgicas.

Presentar estas Homilías resulta innecesario. La palabra y el alma sacerdotal del autor son sobradamente conocidas, y nada nuevo podría decir yo que no se deduzca inmediatamente de la lectura de cualquiera de ellas. Pero se pueden destacar, quizá, algunas características constantes.

En primer lugar, la profundidad teológica. Las Homilías no constituyen un tratado teológico, en el sentido corriente de la expresión. No han sido concebidas como un estudio o una investigación sobre temas concretos; están pronunciadas a viva voz, ante personas de las más diversas condiciones culturales y sociales, con ese don de lenguas que las hace asequibles a todos. Pero esos pensamientos y consideraciones están tejidos en el conocimiento asiduo, amoroso de la Palabra divina.

Nótese, por ejemplo, cómo el autor comenta el Evangelio. No es nunca un texto para la erudición, ni un lugar común para la cita. Cada versículo ha sido meditado muchas veces y, en esa contemplación, se han descubierto luces nuevas, aspectos que durante siglos habían permanecido velados. La familiaridad con Nuestro Señor, con su Madre, Santa María, con San José, con los primeros doce Apóstoles, con Marta, María y Lázaro, con José de Arimatea y Nicodemo, con los discípulos de Emaús, con las Santas Mujeres, es algo vivo, consecuencia y resultado de un ininterrumpido conversar, de ese meterse en las escenas del Santo Evangelio para ser un personaje más.

No sorprende, por eso, la coincidencia de los comentarios de Mons. Escrivá de Balaguer con esos otros, hechos hace más de quince siglos, por los primeros escritores cristianos. Las citas de los Padres de la Iglesia aparecen entonces engarzadas con naturalidad en el texto de las Homilías, en sintonía de fidelidad a la Tradición de la Iglesia.

La segunda característica es la conexión inmediata que se establece entre la doctrina del Evangelio y la vida del cristiano corriente. En ningún momento las Homilías se colocan en un terreno desencarnado, abstracto; hay siempre teoría, pero en continuo ensamblaje con la vida. Mons. Escrivá de Balaguer no se dirige –no hay que perder de vista que son textos hablados– a un auditorio de especulativos, de curiosos de la espiritualidad cristiana. Habla a personas de carne y hueso, que tienen ya en el alma la vida de Dios o que, barruntando el amor divino, están dispuestos a acercarse a él.

No habla tampoco a un público especializado –mujeres, hombres, estudiantes, obreros, profesionales...–; habla siempre a todos a la vez, porque está convencido de que la palabra de Dios, cuando es predicada desde el amor de Cristo, encuentra siempre los cauces para llegar, uno a uno, a cada corazón; y de que el Espíritu Santo pone en cada alma esas mociones íntimas, que no se advierten desde fuera, para que la semilla caiga en tierra buena y dé el ciento por uno.

La tercera característica es de estilo. Quizá sea lo menos importante; pero no es posible silenciar este lenguaje directo, sencillo, de una amenidad inconfundible. Se nota siempre una delicada atención a la corrección gramatical y literaria, pero el autor no supedita el contenido a la forma. La fuerza y el nervio de lo que se dice dan lugar a un estilo sereno y claro, sin recurrir a efectos fácilmente emotivos. Tampoco intenta deslumbrar; quiere sólo ser el vehículo imprescindible, para que cada alma se coloque cara a Dios y saque consecuencias y propósitos concretos para su vida diaria.

Las Homilías de este volumen recorren todo el año litúrgico, desde Adviento hasta la fiesta de Cristo Rey. No es posible resumir en pocas palabras un contenido amplio y, a la vez, rico en matices. Pero quizá se pueden detectar los hilos conductores de todas estas meditaciones en voz alta.

El nervio central es el sentido de la filiación divina, constante en la predicación del Fundador del Opus Dei. El autor se hace continuamente eco de la enseñanza de San Pablo: «Los que se rigen por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, en virtud del cual clamamos: Abba, ¡Padre! Porque el mismo Espíritu está dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y siendo hijos, somos también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Jesucristo, con tal de que padezcamos con Él, a fin de que seamos con Él glorificados» (Rm 8, 14-17).

En ese texto trinitario –la Trinidad Beatísima es otro de los temas frecuentes en estas Homilías–, se nos indica el camino que lleva, en el Espíritu Santo, al Padre. El Camino es Jesucristo, que es Hermano, amigo –el Amigo–, Señor, Rey, Maestro. La vida cristiana estriba entonces en tratar continuamente a Cristo; y ese trato tiene lugar en la vida diaria, sin apartar a nadie de su sitio. ¿Cómo? Mons. Escrivá de Balaguer lo resume en dos trazos: por el Pan y la Palabra.

El Pan es la Eucaristía. El Fundador del Opus Dei considera la Santa Misa el centro y la raíz de la vida cristiana. No es un hecho que pasa, sino realidad sobrenatural y perenne, que empapa todos los momentos del día. Dos homilías se refieren de lleno a este misterio central del cristianismo: La Eucaristía, misterio de fe y de amor y En la fiesta del Corpus Christi. «Nuestro Dios –escribe– ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo. Jesús es simultáneamente el sembrador, la semilla y el fruto de la siembra: el Pan de vida eterna».

La Palabra es la oración. Dios habla y le escuchamos; Dios escucha y le hablamos. Una oración constante, como el latir del corazón, como el respirar del alma enamorada. «Por eso, cuando un cristiano se mete por este camino del trato ininterrumpido con el Señor –y es un camino para todos, no una senda para privilegiados–, la vida interior crece, segura y firme; y se afianza en el hombre esa lucha, amable y exigente a la vez, por realizar hasta el fondo la voluntad de Dios».

He aquí que el hombre es depositario de tantos tesoros divinos: recibe realmente a Cristo, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; es templo del Espíritu Santo; en él habita la Trinidad Beatísima. Pero llevamos esos tesoros in vasis fictilibus (2Co 4, 7), en cacharros de barro. Y, como en sordina, pero incansablemente, el autor insiste: humildad. No una virtud triste, desesperanzada. Humildad que es verdad: conocimiento de la poquedad humana al lado de la infinita grandeza de Dios. Pero también conocimiento de que el Señor se recrea en su criatura, de que quiere que el cristiano se endiose, con un endiosamiento bueno.

Toda la vida humana –la vida corriente, con sus alegrías y sinsabores, con las risas y las pequeñas tragedias diarias, caseras– adquiere una nueva dimensión: «la altura; y con ella el relieve, el peso y el volumen» (Camino, 279). Es la continua enseñanza del Fundador del Opus Dei: «Os aseguro, hijos míos –dijo en una homilía pronunciada en 1967 ante 40.000 personas–, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día».

Las Homilías están llenas de esta vinculación de los afanes más comunes y, por eso, más humanos, con la trascendencia de Dios. Estos textos se sitúan –serenamente, sin polémica– fuera de esas visiones esquizofrénicas que conciben la santidad en el inestable equilibrio de una doble vida: la normal y la espiritual. Al mismo tiempo, las Homilías desechan también la tentación de espiritualizar de tal modo lo humano que sea privado de su complejidad, de lo que Mons. Escrivá de Balaguer llama el riesgo de la libertad: «En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida diaria».

Vivir santamente la vida ordinaria: con honradez humana y cristiana, con sentido sobrenatural. Si toda la vida es oración –trato con Dios, por el Pan y la Palabra–, el hombre puede advertir que el trabajo –su actividad ordinaria, lo que llena la casi totalidad de las horas del día– es también una plegaria continua. El trabajo, santificado, santifica y es ocasión para que cooperemos, con la gracia de Dios, en la santificación de los demás.

La vida ordinaria cristiana –trabajo que es oración, oración que es trabajo– se convierte toda ella en apostolado. El trato personal con Dios –cara a cara, sin anonimato–, no sólo no impide preocuparse de los demás, sino que es el manantial que no tiene más remedio que desbordarse, en bien de todos los hombres. «Intentan algunos construir la paz en el mundo sin poner amor de Dios en sus propios corazones. ¿Cómo será posible efectuar, de ese modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de Nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor».

Estas son algunas de las ideas principales de las Homilías que se publican en este volumen. Pero no sería honrado silenciar lo que falta. En un texto no es posible darse cuenta plenamente de algunas cualidades de la predicación del Fundador del Opus Dei. Su humanidad, su sinceridad inmediata, que cautiva. Su entrega a los que le escuchan, su insistente repetir que cada uno debe hacer –al oír esas palabras– una oración personal con Dios, con gritos callados. Y ese realismo cordial, nada ingenuo y, a la vez, nada pragmático. Un sentido común poco común. El buen humor que aflora siempre, una alegría contagiosa, la de un hijo de Dios.

Pero son ya muchos miles las personas que han oído directamente la predicación de Mons. Escrivá de Balaguer. Porque, si no ama la propaganda y la publicidad, no tiene en cambio inconveniente en responder a cuantos le preguntan sobre cosas de Dios. En un viaje, en 1972, por España y Portugal, iniciado en Francia, pudieron oírle, en grupos pequeños o grandes, más de ciento cincuenta mil personas; en 1970, en México, estuvo con unas cuarenta mil personas de ese país, de los Estados Unidos y de otras muchas naciones americanas; y en Roma, son muchos miles los que, procedentes de Europa y de otras partes, tienen ocasión de oírle decir que «todo trabajo humano honesto, intelectual o manual, debe ser realizado por el cristiano con la mayor perfección posible... Porque hecho así, ese trabajo humano, por humilde e insignificante que parezca la tarea, contribuye a ordenar cristianamente las realidades temporales –a manifestar su dimensión divina– y es asumido e integrado en la obra prodigiosa de la Creación y de la Redención del mundo: se eleva así el trabajo al orden de la gracia, se santifica, se convierte en obra de Dios, operatio Dei, opus Dei».

Léanse estas Homilías al calor del recuerdo de esos momentos transcurridos junto a un sacerdote que no sabe hablar más que de Dios. Se comprenderán, entonces, otros rasgos entrañables de la labor pastoral de Mons. Escrivá de Balaguer: la viva conciencia de ser sólo un instrumento en las manos del Señor; la convicción sobrenatural de que las flaquezas y miserias personales –que tendremos mientras vivamos, recuerda él siempre– no pueden ser un obstáculo para alejarnos de Cristo, sino un estímulo para estrecharnos más a Él. En una de las homilías aún inéditas dice: «Yo no le soporto nada al Señor; es Él quien me aguanta y me ayuda y me empuja y me espera». Y, dirigiéndose a los que le escuchaban: «¡Cómo no voy a comprender vuestras miserias, si estoy lleno de ellas!»

Y, por todas partes, como en contrapunto, aparece un motivo de fondo: el amor a la libertad personal. «Soy muy amigo de la libertad... El espíritu del Opus Dei, que he procurado practicar y enseñar desde hace más de treinta y cinco años –decía en 1963–, me ha hecho comprender y amar la libertad personal. Cuando Dios Nuestro Señor concede a los hombres su gracia, cuando les llama con una vocación específica, es como si les tendiera una mano, una mano paterna llena de fortaleza, repleta sobre todo de amor, porque nos busca uno a uno, como a hijas e hijos suyos, y porque conoce nuestra debilidad. Espera el Señor que hagamos el esfuerzo de coger su mano, esa mano que Él nos acerca: Dios nos pide un esfuerzo, prueba de nuestra libertad».

Si Dios respeta nuestra libertad personal, ¿cómo no vamos a respetar la libertad de los demás? Y, de modo especial, en todas aquellas cosas que son el campo –extensísimo– de un pluralismo de opiniones y de actuaciones. «No hay dogmas en las cosas temporales. No va de acuerdo con la dignidad de los hombres el intentar fijar unas verdades absolutas, en cuestiones donde por fuerza cada uno ha de contemplar las cosas desde su punto de vista, según sus intereses particulares, sus preferencias culturales y su propia experiencia peculiar. Pretender imponer dogmas en lo temporal conduce, inevitablemente, a forzar las conciencias de los demás, a no respetar al prójimo».

Espero que se publique pronto un segundo volumen de las Homilías. Tendremos ocasión de considerar de nuevo la perenne realidad de la Redención en palabras de quien está convencido de que «en la vida espiritual no hay una nueva época a la que llegar. Ya está todo dado en Cristo, que murió, y resucitó, y vive y permanece siempre. Pero hay que unirse a Él, por la fe, dejando que su vida se manifieste en nosotros, de manera que pueda decirse que cada cristiano es no ya alter Christus, otro Cristo, sino ipse Christus, ¡el mismo Cristo!»

Roma, 9 de enero de 1973

* * *

Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, al que con pleno sentido llamamos en el Opus Dei nuestro Padre, terminó el 26 de junio de 1975 su peregrinar terreno, para encontrar definitivamente a Cristo, que nuestro Fundador nos enseñó a ver, presente –¡vivo!– en cada encrucijada humana.

Desde ese 26 de junio muchos millares de personas han acudido y acuden a Roma, para rezar ante la tumba de quien quiso ser siempre romano, católico, universal. Había ofrecido a Dios, insistentemente, su vida por la Iglesia y por el Romano Pontífice –a quien gustaba llamar, con palabras de Santa Catalina de Siena, il dolce Cristo in terra–; y Nuestro Señor le oyó, llevándoselo a su lado. Pasó así de la tierra –estamos firmemente persuadidos– a la Patria, a la casa del Padre, en compañía de María y de José, a quienes amó siempre tanto.

En el prólogo a la primera edición de Es Cristo que pasa expresábamos el deseo de que se publicase cuanto antes un segundo volumen de estas homilías, que arrastran impetuosamente hacia el Amor de Dios. El Padre ha dejado un riquísimo y numeroso material inédito, ya preparado para su publicación. Tendremos por eso ocasión de leer más escritos de un sacerdote santo que sigue cumpliendo en el Cuerpo místico de Cristo, su grande e infatigable catequesis.

Álvaro del Portillo

Roma, 2 de octubre de 1975