Antología de Textos

AMISTAD


1. En esencia, la amistad no es propiamente un afecto, sino una relación que supone el afecto. El amor no exige necesariamente la reciprocidad, la amistad sí. Representa uno de los valores más nobles y elevados de la vida humana, y presupone y fomenta otras muchas virtudes humanas: el desinterés, la comprensión, la condescendencia, el espíritu de colaboración. La amistad verdadera lleva consigo la comunicación de bienes. De aquí que, en el cristiano, la amistad sea un cauce oportuno y natural de apostolado.

2. La Sagrada Escritura califica la amistad como un tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable (Si 6, 14). Y el Señor, además de su amor infinito por todos los hombres, manifestó su amistad con personas determinadas: los apóstoles, José de Arimatea, Nicodemo, Lázaro... Al mismo Judas no le negó el honroso título de amigo en el mismo momento en que este le entregaba en manos de sus enemigos. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran cómo San Pablo tuvo amigos, a quienes quería entrañablemente, les echa de menos cuando están ausentes y se llena de alegría cuando tiene noticias de ellos (2Co 2, 13; Rm 16, 21; 1Tm 1, 2; 1Co 16, 17, etc.). La antigüedad cristiana nos ha dejado testimonio de grandes amistades entre los primeros cristianos. Sería incomprensible que un cristiano no tuviera deseos de acercar a sus amigos a Cristo. Los primeros que conocieron al Señor fueron a comunicar la buena nueva, antes que a ningún otro, a los que amaban. Andrés trajo a Pedro, su hermano; Felipe a su amigo Natanael; Juan seguramente encaminó hacia el Señor a su hermano Santiago (cfr. Jn 1, 41 ss).

3. A lo largo de los siglos, la amistad ha sido un camino por el que muchísimos hombres se han acercado -se están acercando- a Dios y alcanzado el cielo. Es un camino natural y sencillo, que elimina -cuando es sincera- muchos obstáculos y dificultades. El Señor tiene en cuenta con frecuencia este medio para darse a conocer. El cristiano fomenta la amistad y está abierto al trato y al cariño de todos, impulsado por la caridad. Esta virtud teologal consolida y hace más fuerte la amistad (cfr. Suma Teológica, 2-2, q. 23, a. 2). Es lógico, pues, que el cristiano cuente con numerosos amigos y que no rechace -al contrario- la posibilidad de otros nuevos.

La amistad verdadera

112 El amigo verdadero no puede tener, para su amigo, dos caras: la amistad, si ha de se leal y sincera, exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. El amigo es fuerte y sincero en la medida en que, de acuerdo con la prudencia sobrenatural, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio. Del amigo se espera la correspondencia al clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad; se espera el reconocimiento de lo que somos y, cuando sea necesaria, también la defensa clara y sin paliativos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, en Gran Enciclopedia Rialp, vol. 2, p. 101).

113 No todo amor tiene razón de amistad, sino el amor que entraña benevolencia, es decir, cuando de tal manera amamos a alguien que queremos para él el bien [...]. Es preciso también que el amor sea mutuo, pues el amigo es amigo para el amigo. Esta correspondida benevolencia se funda en alguna comunicación (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 22, q. 23, a. 1).

114 Esta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas; la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas injurias, se muestra inflexible (BEATOELREDO, Trat. sobre la amistad espiritual, 3).

115 Nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene (SAN AGUSTÍN, Sermón 83).

116 Hay más amistad en amar que en ser amado (SANTO TOMÁS, Suma Teológica 22, q. 27, a. 1).

117 La amistad que puede acabar, nunca fue verdadera amistad (SAN AMBROSIO, Trat. sobre los oficios de los ministros).

118 Quien es verdaderamente amigo, alguna vez corrige, nunca adula (SAN BERNARDO, Epístola 34).

119 Es propio del amigo hacer bien a los amigos, principalmente a aquellos que se encuentran más necesitados (SANTO TOMÁS, Etica a Nicómaco, 9, 13).

La amistad se fortalece con la caridad

120 No hay amistad verdadera sino entre aquellos que Tú aúnas entre sí por medio de la caridad (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 4).

121 Si una desatención, un perjuicio en los intereses, la vanagloria, la envidia, o cualquier otra cosa semejante, bastan para deshacerla amistad, es que esa amistad no dio con la raíz sobrenatural (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 60).

122 Cuando encuentro a un hombre inflamado por la caridad cristiana y que por medio de ella se ha hecho mi amigo fiel, los planes y pensamientos que le confío, no los confió sólo a un hombre, sino a Aquel en quien él vive para ser así. Dios es amor, y quien permanecen el amor, permanece en Dios y Dios en él (SAN AGUSTÍN, Carta 73).

123 Esta paz no se logra ni con los lazos de la más intima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esta paz (SAN LEON MAGNO, Sermón 95, sobre las bienaventuranzas).

Amistad con Jesucristo

124 Buscas la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te hacen más llevadero el destierro de este mundo..., aunque los amigos a veces traicionan. No me parece mal. Pero... ¿cómo no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona? (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 88).

125 ¿Qué más queremos que tener un tan buen Amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? (SANTA TERESA, Vida, 22, 67, 12, 14).

126 La amistad divina es causa de inmortalidad para todos los que entran en ella (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 4).

127 ¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siervos dignos y nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre al ser amigo de Dios! (SAN GREGORIO MAGNO, Hom.27 sobre los Evang.).

128 Cristo, Cristo resucitado, es el compañero, el Amigo. Un compañero que se deja ver sólo entre sombras, pero cuya realidad llena toda nuestra vida, y que nos hace desear su compañía definitiva (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 116).

Apostolado a través de la amistad

129 La amistad crea una armonía de sentimientos y de gustos que prescinde del amor de los sentidos, pero, en cambio, desarrolla hasta grados muy elevados, e incluso hasta el heroísmo, la dedicación del amigo al amigo. Creemos que los encuentros, incluso casuales y provisionales de las vacaciones, dan ocasión a almas nobles y virtuosas para gozar de esta relación humana y cristiana que se llama amistad. Lo cual supone y desarrolla la generosidad, el desinterés, la simpatía, la solidaridad y, especialmente, la posibilidad de mutuos sacrificios. Será fácil, pura, fuerte la amistad, si está sostenida y alimentada por aquella peculiar y sublime comunión de amor, que un alma cristiana debe tener con Cristo Jesús (PABLO VI, Aloc. 26778).

130 Conviene que Dios haga la voluntad del hombre respecto a la salvación de otro en proporción a su amistad (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 12, q. 114, a. 6).

131 Si os dirigís a Dios, procurad no ir solos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 4 sobre los Evang.).

132 Cuando uno tiene amistad con alguien, quiere el bien para quien ama como lo quiere para si mismo, y de ahí ese sentir al amigo como otro yo (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 12, q. 28, a. 1, c).

133 Vi la gran merced que hace Dios a quien pone en compañía de los buenos (SANTA TERESA, Vida, 2, 4).

134 Vive tu vida ordinaria; trabaja donde estás, procurando cumplirlos deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla –a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte– charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta; las Irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 273).

135 Así como muchas veces basta una sola mala conversación para perder a una persona, no es raro tampoco que una conversación buena la convierta o le haga evitar el pecado. ¡Cuántas veces, después de haber conversado con alguien que nos habló del buen Dios, nos hemos sentido vivamente inclinados a El y habremos propuesto portarnos mejor en adelante!... Esto es lo que multiplicaba tanto el número de los santos en los primeros tiempos de la Iglesia; en sus conversaciones no se ocupaban de otra cosa que de Dios. Con ello los cristianos se animaban unos a otros, y conservaban constantemente el gusto y la inclinación hacia las cosas de Dios (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el precepto 1º.del Decálogo).

136 Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es "apostolado de la confidencia".(J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 973).

La envidia corrompe la amistad

137 Así nos lo dice Salomón: El hombre es envidiado por su propio compañero (Qo 4, 4). Y así sucede en verdad. El escita no envidia al egipcio, sino cada uno al de su misma nación; y entre los habitantes de una misma nación no existe envidia entre los que no se conocen, sino entre los muy familiares; y entre éstos, a los primeros que se envidia es a los vecinos y a los que ejercen el mismo arte o profesión, o con quienes se está unido por algún parentesco; y aun entre estos últimos, a los de la misma edad, a los consanguíneos y a los hermanos. Y, en suma, así como la niebla es una epidemia propia del trigo, así también la envidia es la plaga de la amistad (SAN BASILIO, Hom. sobre la envidia).