1478 El camino de nuestra santificación personal pasa, cotidianamente, por la Cruz: no es desgraciado ese camino, porque Cristo mismo nos ayuda y con El no cabe la tristeza. In laetitia, nulla dies sine crucel, me gusta repetir; con el alma traspasada de alegría, ningún día sin Cruz (J. ESCRVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 176).
1479 No hay otro mas seguro camino que el padecer. Esta es la senda por donde fue Cristo y todos los suyos, que el llama estrecha (SAN JUAN DE AVILA, Carta 58).
1480 El Salvador levanto la voz y, con voz incomparable, dijo: "¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al incremento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. No quieran errar ni engañarse; esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la Cruz no hay camino por donde pueda subirse al cielo!" (SANTA ROSA DE LIMA, Escritos. Al medico Castillo, pp. 54-55).
1481 Oigan esto cuantos se avergüenzan de la Pasión y de la Cruz de Cristo. Porque si el Príncipe de los Apóstoles, aun antes de entender claramente este misterio, fue llamado Satanás por haberse avergonzado de el, ¿que perdón pueden tener aquellos que, después de tan manifiesta demostración, niegan la economía de la Cruz? Porque si el que así fue proclamado bienaventurado, si el que tan gloriosa confesión hizo, tal palabra hubo de oír, considerad lo que habrán de sufrir los que, después de todo eso, destruyen y anulan el misterio de la Cruz (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre 5. Mateo, 54).
1481b El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cfr. 2Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas.
"El que asciende no termina nunca de subir, y va paso a paso; no se alcanza nunca el final de lo que es siempre susceptible de perfección. El deseo de quien asciende no se detiene nunca en lo que le es ya conocido" (S. Gregorio de Nisa, hom. In Cant. 8) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2015).
1482 Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9, 23). Nos lo dice Cristo otra vez a nosotros, como al oído, íntimamente: la Cruz cada día (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 58).
1483 Inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo Con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la Cruz. Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor (SAN GREGORIO NACIANCENO, Disertación 45).
1484 La Cruz viene de Dios; no hay que estar contemplando bobamente, sino adaptarse a ella, como hartamos con una persona que hubiera de vivir siempre a nuestro lado; no hay que pararse en pensar, sino avanzar dulcemente, aceptar las cosas con sencillez, no reflexionar demasiado sobre ellas y tomarlas como de la mano de Dios (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 10, l. c., p. 744).
1485 La cruz es libro vivo, del que aprendemos definitivamente quienes somos y como debemos actuar. Este libro siempre esta abierto ante nosotros (JUAN PABLO II, Aloc. 1-IV-1980).
1486 De dos modos podemos llevar la cruz del Señor, o afligiendo a nuestro cuerpo con la abstinencia o, por compasión al prójimo, considerando como nuestras sus necesidades. El que se conduele de las necesidades ajenas lleva la cruz en su corazón (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 37 sobre los Evang.).
1487 El mundo no puede salvarse sino con la Cruz de Cristo (SAN LEON MAGNO, Sermón 51).
1488 Quien no carga con su Cruz y me sigue no es digno de mi. Y el sentido de esta exhortación es este: no es cosa cómoda ni tranquila confesar a Dios (SAN JERÓNIMO, Epístola 121).
1488b El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2157).
1489 Que nadie se avergüence de los símbolos sagrados de nuestra salvación [...]; llevemos mas bien por todas partes, como una corona, la Cruz de Cristo. Todo, en efecto, entra en nosotros por la Cruz. Cuando hemos de regenerarnos, allí esta presente la Cruz; cuando nos alimentamos de la mística comida; cuando se nos consagra ministros del altar; cuando se cumple cualquier otro misterio, allí esta siempre este símbolo de victoria. De ahí el fervor con que lo inscribimos y dibujamos, en nuestras casas, sobre las paredes, sobre las ventanas, sobre nuestra frente y en el corazón. Porque este es el signo de nuestra salvación, el signo de la libertad del genero humano, el signo de la bondad de Dios para con nosotros (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 54).
1490 Todos los suplicios parecen crueles, pero solo el de la cruz atrae maldición: Maledictus a Deo est qui pendet in ligno (Dt 21, 23). Pero he aquí que lo que era maldición se ha convertido en objeto de amor y de deseo. No hay mejor joya en la corona imperial que la cruz que la remata [...]. En las casas, en las calles, en el desierto, en los caminos, en los montes, en las cascadas, en las colinas, en el mar, en el bosque, en las islas, en los lechos y en los vestidos, en las armas y en los talamos, en los convites y en los vasos religiosos, en las joyas y en las paredes decoradas, en los cuerpos de los animales enfermos, en los cuerpos de los hombres posesos, en la guerra, en la paz, en el día y en la noche..., todos buscan su inefable gracia. Nadie se avergüenza de este signo de la cruz (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 54).
1491 Me presente a los que no preguntaban por mí , me hallaron los que no me buscaban (Is 65, 1 ).
A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso mas oscura, el corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Vía Crucis, p. 58).
1492 Dios, amador de los hombres, mezcla trabajos y dulzuras, estilo que El sigue con todos sus santos. Ni los peligros, ni los consuelos nos los da continuos, sino que de unos y otros va El entretejiendo la vida de los justos. Tal hizo con José (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 8).
1493 En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 6, 1.c., p. 66).
1494 Observa que Cristo llego a la gloria a través de su pasión: ¿No era menester que el Cristo padeciese todo esto, y entrase así en su gloria? (Lc 24, 26). De esta manera nos enseñaba el camino de la gloria a nosotros: Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hch 14, 21) (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 5, 1. c., p. 76).
1495 Caminaba hacia el lugar donde iba a ser sacrificado llevando su Cruz. Gran espectáculo; pero si lo mira la impiedad, gran burla; si lo mira la piedad, gran misterio; si lo mira la impiedad, prueba de ignominia enorme; si lo mira la piedad, gran fundamento de nuestra fe; si lo mira la impiedad, se reirá viendo al Rey llevar un leño en lugar de un cetro; si lo mira la piedad, vera que el Rey lleva el madero donde ha de ser clavado, el mismo madero que después será colocado en la frente de los reyes. Despreciado ante los ojos de los impíos en lo mismo que se glorían después los corazones de los santos. Pablo habrá de decir: Lejos de mí gloriarme como no sea en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo (Ga 6, 14). Cargaba sobre sus hombros la misma Cruz y llevaba en alto el candelero de esa antorcha que ha de arder sin que se coloque debajo del celemín (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 117).
1496 El madero en que están fijos los miembros del hombre que muere, es también la cátedra del maestro que enseña (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 119).
1497 Con estas palabras identifica su gloria con su elevación en la cruz. La cruz de Cristo es, en efecto, su gloria y su exaltación, ya que dice: Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a mi a todos los hombres (SAN ANDRES DE CRETA, Disertación 9, en el Domingo Ramos).
1498 ¡Oh admirable poder de la cruz! [...]. En ella se encuentra el tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del crucificado. Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara, mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que se realizaba en el templo de Judea como sombra y figura
Ahora, en efecto, es mas ilustre el orden de los levitas, mas alta la dignidad de los ancianos, mas sagrada la unción de los sacerdotes; porque tu cruz es la fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben, de la debilidad, la fuerza, del oprobio, la gloria y de la muerte, la vida (SAN LEON MAGNO, Sermón 8, sobre la Pasión).
1499 La cruz no encierra en si mezcla de bien y de mal, como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista como para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de el. La Cruz es el madero al cual subió Cristo, como un rey a su carro de combate, para, desde el, vencer al demonio, que detentaba el poder de la muerte, y liberar al genero humano de la esclavitud del tirano (SAN TEODORO ESTUDITA, Disertación sobre la adoración de la cruz).
1500 Si te sobreviene alguna contradicción, bendice al Señor, que dispone las cosas del mejor de los modos; piensa que la has merecido, que merecerlas mas todavía, y que eres indigno de todo consuelo; podrás pedir con toda sencillez al Señor que te libre de ella, si así le place; pídele que te de fuerzas para sacar méritos de esa contrariedad. En las cruces no busques los consuelos exteriores, especialmente si te das cuenta de que Dios te las manda para humillarte y para debilitar tu orgullo y presunción. En medio de ellas debes decir con el Rey Profeta: ¡Cuán bueno ha sido para mi, Señor, que me hayas humillado, porque así he aprendido tus mandatos! (Sal 119, 71) (J. PECCI –León XIII–, Practica de la humildad, 23).
1501 Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles, y ningún genero de crueldad puede destruir la religión fundada en el misterio de la cruz de Cristo. Las persecuciones no son en detrimento, sino en provecho de la Iglesia, y el campo del Señor se viste siempre con una cosecha mas rica al nacer multiplicados los granos que caen uno a uno (SAN LEON MAGNO, Sermón 82, en el natalicio de los Apóstoles Pedro y Pablo).
1502 En la cruz esta la salud y la vida. En la cruz, la defensa contra los enemigos. En la cruz, la infusión de la suavidad soberana. La cruz es la fortaleza del corazón. En la cruz esta el gozo del espíritu. En la cruz esta la suma virtud. En la cruz esta la perfección de la santidad. No esta la salud del alma ni la esperanza de la vida eterna en otro lugar, sino en la cruz (Imitación de Cristo, 2, 12, 2).
1503 Quien le amare mucho vera que puede padecer mucho por El; el que le amare poco, poco. Tengo yo para mi que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor (SANTA TERESA, C. de perfección, 32, 7).
1504 Ni plega a Dios que nuestra anima en otra parte descanse, ni otra vida en este mundo escoja, sino trabajar en la cruz del Señor. Aunque no se si digo bien en llamar trabajos a los de la cruz, porque a mi me parece que son descansos en cama florida y llena de rosas (SAN JUAN DE AVILA, Carta 58).
1505 Porque a los que Dios quiere mucho lleva por camino de trabajos, y mientras mas los ama, por mayores (SANTA TERESA, C. de perfección, 18, 1).
1506 Simbolo de la fe, la cruz es también símbolo del sufrimiento que conduce a la gloria, de la pasión que conduce a la resurrección. " Per crucem ad lucem ", por la cruz, llegar a la luz: este proverbio, profundamente evangélico, nos dice que, vivida en su verdadero significado, la cruz del cristiano es siempre una cruz pascual (JUAN PABLO II, Hom. Río de Janeiro, 30-VI-1980).
1507 [...] no olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que El permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios. Es la hora de amar la mortificación pasiva, que viene –oculta o descarada e insolente– cuando no la esperamos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 301).