Antología de Textos

FLAQUEZAS

1. Nos enseña la Iglesia que, a pesar del Bautismo, permanece en el alma la concupiscencia, el fomes peccati, que "procede del pecado y al pecado inclina" (CONCILIO DE TRENTO, ses. V, c. 5). "Lo que la revelación nos dice -afirma el Concilio Vaticano II- coincide con la experiencia. El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su tendencia hacia el mal, se ve anegado por muchos males, que no pueden tener su origen en su Santo Creador [...]. Toda la vida humana, individual y colectiva, se presenta como lucha -lucha dramática- entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Es más: el hombre se siente incapaz de combatir con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas" (Const. Gaudium etspes, 13).
La experiencia del pecado, de la debilidad, de las propias miserias, está patente en la historia del mundo y en la historia personal de cada hombre. (Nadie se ve enteramente libre de su debilidad, de su soledad y de su servidumbre, sino que todos tienen necesidad de Cristo, modelo, maestro, salvador y vivificador" (CONC. VAT. II, Decr. Ad gentes, 8).

2. Cada hombre es como un vaso de barro, afirma la Sagrada Escritura, que contiene un tesoro de gran valor que no debe perder. Un vaso de barro se rompe con facilidad, pero, por la misericordia divina, el daño es siempre reparable. Es más, estaremos siempre seguros de nuestra lucha si aprendemos a sacar fruto de nuestras debilidades.
Debemos aprovecharnos de nuestras flaquezas para crecer en humildad, porque nos ayudan a tener un mayor conocimiento de nuestras debilidades. "Benditas imperfecciones -afirmaba San Francisco de Sales-, que nos hacen reconocer nuestra miseria, nos ejercitan en la humildad, en el desasimiento de nosotros mismos, en la paciencia y en la diligencia" (Carta 811).
Nuestras flaquezas también han de servirnos para aumentar nuestra confianza en la misericordia divina. "No hay pecado ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad; y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado del mal" (SAN AGUSTÍN, Confesiones, II, 7) .
Debemos aprovechar las fragilidades para afianzarnos en la perseverancia. Cada caída -pequeña o grande- nos hace más prudentes y nos pone en guardia de cara al futuro en nuestra vida espiritual. Una debilidad nos debe llevar a poner los medios cuanto antes para salir de ella, evitando que vuelva a suceder. Aprenderemos a no confiar demasiado en nosotros mismos y tendremos en cuenta que el enemigo volverá con renovadas fuerzas. Es preferible sentirse temeroso ante las tentaciones que presumir de nuestras fuerzas a la hora de combatirlas.
Las flaquezas nos deben llevar a fomentar los deseos de acudir al sacramento de la Penitencia, donde nos llenaremos de fortaleza.
Las debilidades nos pueden ayudar a lamentar los actos de reparación y desagravio. Así como pedimos perdón por una ofensa a una persona querida y procuramos compensarla con algún acto bueno, mucho mayor debe ser nuestro deseo de reparación cuando el ofendido es Dios. La oración y la penitencia deben ser los medios que debemos emplear para reparar no solo nuestras culpas, sino también las de los demás.

3. Nos dará siempre gran paz pensar que el Señor nos ha dejado medios sobreabundantes para vencer. Se ha quedado en la Sagrada Eucaristía como especial fortaleza para el cristiano, nos dio la confesión para recuperar la gracia perdida y aumentar la resistencia al mal y la capacidad para el bien, ha dispuesto un Ángel Custodio que nos guarde en todos nuestros caminos contamos con la ayuda especialmente extraordinaria de la Comunión de los Santos, el ejemplo, la ayuda y la corrección fraterna de aquellos buenos cristianos que nos rodean, etc. De modo especialísimo contamos con la ayuda de María, Madre de Dios y Madre nuestra, "Refugio de los pecadores".
Si luchamos, vencemos. El Señor ha dispuesto los medios necesarios, pero hace falta nuestra correspondencia humilde.

Citas de la Sagrada Escritura

Hemos venido a ser necios por amor de Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Nosotros, débiles; vosotros fuertes. Vosotros, ilustres; nosotros, viles. 1Co 4, 10
Si es menester gloriarse, me gloriaré en lo que es mi flaqueza. 2Co 11, 30
De mi mismo no he de gloriarme, si no es de mis flaquezas. 2Co 12, 5
Y El (el Señor) me dijo: Te basta mi gracia, pues en la flaqueza llega al colmo el poder. 2Co 12, 9
Pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte. 2Co 12, 10
Aunque fue crucificado (Cristo) en su debilidad, vive por el poder de Dios. Y así somos nosotros débiles en El, pero vivimos con El para vosotros por el poder de Dios. 2Co 13, 4
El mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inefables. Rm 8, 26
Los fuertes debemos llevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos en ello. Rm 15, 1
Dios eligió la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes [...] el desecho del mundo, lo que no es nada, lo eligió Dios para destruir lo que es, para que nadie pueda gloriarse ante Dios. 1Co 1, 27-29
Nos gozamos siendo nosotros débiles y vosotros fuertes; lo que pedimos es vuestra perfección. 2Co 13, 9
También os rogamos, hermanos, que corrijáis a los inquietos, que alentéis a los pusilánimes, que acojáis a los flacos, y que seáis sufridos con todos. 1Ts 5, 14
En todo os he dado ejemplo, haciéndoos ver cómo se debe sobrellevar a los flacos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, cuando dijo: mejor es dar que recibir. Hch 20, 35
Ten misericordia de mi, Señor, que estoy sin fuerzas. Sal 6, 3

"Tesoros en vasos de barro"

2529 ...Dios condesciende con nuestra libertad, con nuestra imperfección, con nuestras miserias. Consiente en que los tesoros divinos sean llevados en vasos de barro, en que los demos a conocer mezclando nuestras deficiencias humanas con su fuerza divina (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 113).

2530 Por amor de nuestro Señor, pido yo se guarden de las ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para defendernos (SANTA TERESA, Vida, 8, 4).

Dios cuenta con nuestras flaquezas

2531 Estad seguros: Dios no quiere nuestras miserias, pero no las desconoce, y cuenta precisamente con esas debilidades para que nos hagamos santos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 215).

2532 Si un día nos vemos asaltados por pruebas inevitables, recordemos que fue Jesús quien nos mandó embarcarnos y que quiere que le precedamos en la orilla opuesta (Mt 14, 22). Es imposible, en efecto, para quien no ha pasado por la prueba de las olas y del viento contrario (Mt 14, 24), arribar a aquella orilla. Así, cuando nos veamos rodeados por dificultades múltiples y penosas, fatigados de navegar en medio de ellas con la pobreza de nuestros medios, imaginemos que nuestra barca se encuentra entonces en medio de la mar, azotada por las olas que desearían hacernos naufragar en la fe(cfr. 1Tm 1, 19) o en alguna otra virtud [...]. Cuando hayamos luchado lo mejor posible procurando evitar el naufragio de la fe [...1, estemos seguros que, hacia el término de la noche, cuando la noche esté avanzada y a punto de amanecer (cfr. Rm 13, 12), el Hijo de Dios vendrá junto a nosotros, caminando sobre las olas, para tranquilizar la mar (ORIGENES, Coment. Evang. S. Mateo, 11, 6).

Nuestras imperfecciones no nos deben alejar de Dios

2533 Cuando tu corazón caiga levántalo, humillándote profundamente ante Dios con reconocimiento de tu miseria, sin maravillarte de haber caído, pues no tiene nada de admirable que la enfermedad sea enferma, la debilidad débil, y la miseria mezquina. Sin embargo, detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has hecho a Dios y, con valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino de la virtud que habías abandonado (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 9).

2534 Puesto que una enfermedad antigua requiere cuidados largos y difíciles, apliquemos los remedios con tanta más prisa cuanto más recientes sean las heridas (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 1, para la Resurrección del Señor, 4, 6).

2535 No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en nosotros (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 187).

Fragilidad nuestra y misericordia divina

2536 No hay pecado en el mundo que el hombre no pueda cometer si la mano que hizo al hombre dejara de sostenerlo (SAN AGUSTÍN, Soliloquio, 1, 1).

2537 No hay pecado ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad, y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado del mal (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 2, 7).

2538 Resulta necesario invocar sin descanso, con una fe recia y humilde: ¡Señor!, no te fíes de mi. Yo si que me fío de Ti. Y al barruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ternura con que Cristo Jesús nos mira, porque El no nos abandona, comprenderemos en toda su hondura las palabras del Apóstol: virtus in infirmitate perficitur (2Co 12, 9); con fe en el Señor, a pesar de nuestras miserias –mejor, con nuestras miserias–, seremos fieles a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino, sosteniéndonos en medio de nuestra flaqueza (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 194).

2539 Cuando tú deseabas poder por tus solas fuerzas, Dios te ha hecho débil, para darte su propio poder, porque tú no eres más que debilidad (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 19, 5).

2540 Los hijos, si acaso están enfermos, tienen un titulo más para ser amados por la madre. Y también nosotros, si acaso estamos enfermos por malicia, por andar fuera de camino, tenemos un titulo más para ser (JUAN PABLO I, Angelus 10-IX-1978).

2541 Dios quiere que tu miseria sea el trono de su misericordia, y tu impotencia la sede de todo su poder (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 10, 1. c., p. 644).

Sacar fruto de las propias debilidades

2542 Hemos de adquirir la medida divina de las cosas, no perdiendo nunca el punto de mira sobrenatural, y contando con que Jesús se vale también de nuestras miserias, para que resplandezca su gloria. Por eso, cuando sintáis serpentear en vuestra conciencia el amor propio, el cansancio, el desánimo, el peso de las pasiones, reaccionad prontamente y escuchad al Maestro, sin asustaros además ante la triste realidad de lo que cada uno somos; porque, mientras vivamos, nos acompañarán siempre las debilidades personales (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 194).

Vigilancia y unión con Dios ante la realidad de nuestra debilidad

2543 Caminemos vigilantes y alerta, pues a poco que uno dormite puede precipitarse en un abismo. No somos nosotros más perfectos que David, y por haberse descuidado un poco se despeñó en la sima de la maldad (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 26).

2544 Y la nave que se ha librado muchas veces de los ímpetus del mar después de haber hecho multitud de viajes felices y de haber llevado al comercio multitud de mercancías, la vemos naufragar por un solo golpe de viento (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

2545 El enemigo de nuestra alma tiende muchas trampas ante nuestro pasos, y la naturaleza humana es, de por si, demasiado débil para conseguir la victoria sobre este enemigo. Por ello el Apóstol quiere que nos revistamos con armas celestiales (SAN GREGORIO DE NISA, Sobre la conducta cristiana).

2546 Habiéndose separado Jesús un poco de sus discípulos, no pudieron velar siquiera una hora en su ausencia; por cuya razón debemos rogar que no se separe de nosotros el Salvador, ni aun por poco tiempo (ORIGENES, Coment. Evang. S. Mateo, 33).

2547 En verdad que no todos ven, ni todos andan bien; sólo los que entienden que de nadie sino de Cristo necesitan para curarse, y se acercan al Verbo de Dios, sanan (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, pp. 18-19).

2548 Fue permitida esta negación para que en el mismo príncipe de la Iglesia tuviese principio el remedio de la penitencia, y nadie se atreviera a confiar en sus propias fuerzas, cuando ni el mismo S. Pedro había podido evadirse del peligro de la inconstancia (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 9, sobre la Pasión).

Nos acompañarán siempre

2549 Venid a mí todos los fatigados, y yo os aliviaré. ¿Por qué nos fatigamos sino porque somos hombres mortales, quebradizos y débiles, que llevamos encima estos cuerpos de barro, que luchan unos con otros? (SAN AGUSTÍN, Sermón 69).

2550 No pensemos que, en esta senda de la contemplación, las pasiones se habrán acallado definitivamente. Nos engañaríamos, si supusiéramos que el ansia de buscar a Cristo, la realidad de su encuentro y de su trato, y la dulzura de su amor nos transforman en personas impecables. Aunque no os falte experiencia, dejadme, sin embargo, que os lo recuerde. El enemigo de Dios y del hombre, Satanás, no se da por vencido, no descansa. Y nos asedia, incluso cuando el alma arde encendida en el amor a Dios. Sabe que entonces la caída es más difícil, pero que –si consigue que la criatura ofenda a su Señor, aunque sea en poco– podrá lanzar sobre aquella conciencia la grave tentación de la desesperanza (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 303).

Nos pueden ayudar a crecer en humildad

2551 Sufre con paciencia los defectos y la fragilidad de los otros, teniendo siempre ante los ojos tu propia miseria, por la que has de ser tú también compadecido de los demás (J. PECCI –León XIII–, Práctica de la humildad, 22).

2552 Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente o cometer cosas graves, no te debes estimar por mejor: porque no sabes cuánto podrás tú perseverar en el bien. Todos somos flacos; mas tú no tengas a alguno por más flaco que a ti (Imitación de Cristo, 1, 2, 4).

2553 Dios todopoderoso permitió que aquel a quien tenia preparado para cabeza visible de toda la Iglesia tuviera miedo de las palabras de una criada y lo negase. Sabemos que sucedió esto por especial providencia de su alta piedad, para que el que había de ser el Pastor de la Iglesia aprendiese en su culpa a ser misericordioso con los demás. Esto es, primeramente le hizo conocerse a sí mismo, y después le puso al frente de los demás, para que aprendiera por su flaqueza con cuanta misericordia había de mirar las flaquezas ajenas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 21 sobre los Evang.).

2554 Sólo Jesucristo ha podido hablar con verdadera autoridad [...; pero nosotros, como somos débiles, debemos consultar con nuestra debilidad lo que debemos decir a nuestros débiles hermanos (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 7).