Antología de Textos

OMISIONES

1. Después de hacer el Señor una llamada a la responsabilidad para estar vigilantes a lo largo de la vida, propuso una parábola: Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dando a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad, y se va. Luego, el que había recibido cinco talentos se fue con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo (Mt 25, 14-18).
2. Hemos recibido la vida a modo de herencia para hacerla rendir, y de ella se nos pedirá cuenta al final de nuestros días. Somos administradores de unos bienes que no son nuestros, aunque los poseamos durante un corto tiempo. Estos bienes (aun en el caso de quien reciba un solo talento) son inmensos y distintos para cada uno: le dio -dice la parábola- a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno...
El talento era a la vez un peso y una moneda. Como se utilizaba para pesar metales preciosos, el talento llegó a utilizarse como unidad monetaria (2S 12, 30; 2R 18, 14) y, en tiempos del Señor, el talento era equivalente a unos seis mil denarios. El denario aparece en el Evangelio como el sueldo diario de un trabajador del campo. Aun el que recibió en la parábola un solo talento, recibió mucho. Todos hemos recibido bienes incontables.
Se nos ha dado, entre otros dones, la vida natural, primer regalo de Dios; la inteligencia; la capacidad de amar, de dar afecto a quienes nos rodean; las fuentes de la vida, de cuyo uso darán cuenta a Dios quienes tienen vocación matrimonial; los hijos, de quienes los padres no son dueños sino administradores; el tiempo, que es corto para servir y dar gloria a Dios; bienes materiales, para hacerlos rendir en provecho de la familia y de la sociedad... En otro plano, incomparablemente más alto y de más valor, hemos recibido la vida de la gracia, participación de la misma vida eterna de Dios; los sacramentos, especialmente el don inestimable de la Sagrada Eucaristía; incontables gracias del Espíritu Santo para ser mejores; un Angel que nos custodia y protege...
Dios quiere ver bien administrada su hacienda. Lo esperado por Dios es proporcional a lo que hemos recibido. El premio es inmenso: "lo mucho" de aquí es considerado por el Señor como poca cosa en relación a lo que nos tiene preparado, si hemos actuado en esta vida como fieles administradores. Dijole su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor.
3. El tercero de los siervos enterró su talento en la tierra: perdió el tiempo y no sacó ningún provecho. Su vida estuvo llena de omisiones y se presentó ante su Señor con las manos vacías. Fue su vida un vivir inútil en relación con lo que realmente importaba; quizá estuvo ocupado en otras cosas, pero no hizo lo que se esperaba de él.
Enterrar el talento, el tesoro que Dios nos ha confiado, sería, por ejemplo: haber tenido capacidad para amar y no haber amado; haber tenido capacidad para hacer felices a los demás (todos la tenemos) y dejarlos en la tristeza y en la infelicidad; haber tenido bienes y no haber hecho el bien con ellos; poder llevar a otros a Dios y haber desaprovechado la oportunidad que presentaba el vivir en la misma casa, en el mismo trabajo, en la misma desgracia...; haber dejado en la mediocridad la propia vida interior destinada a crecer... Sería triste, en verdad, que, mirando hacia atrás, contempláramos solo una gran avenida de ocasiones perdidas: que viéramos improductiva la capacidad que Dios nos ha dado, por pereza, dejadez o egoísmo.
Es siempre escaso el tiempo con que podemos contar para realizar lo que Dios espera de nosotros; no sabemos hasta cuándo se prolongarán esos días que forman parte de los talentos recibidos.
Cada día podemos sacar mucho rendimiento a los dones que Dios ha puesto en nuestras manos: multitud de pequeñas tareas, cosas pequeñas que el Señor y los demás aprecian y tienen en cuenta.

Citas de la Sagrada Escritura

Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuando te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? El les contestara diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. (Mt 25, 41-45).
Le dijo Jesús: ¿Quieres ser curado? Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mi (Jn 5, 6-7).
Nosotros somos cooperadores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios. (1Co 3, 9).
Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (1Co 4, 1).
En todo debemos mostrarnos como ministros de Dios (2Co 6, 4).
Llega el otro, diciendo: Señor, ahí tienes tu "mina" que tuve guardada en un pañuelo, pues tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger lo que no pusiste y segar donde no sembraste. Díjole: Por tu boca misma te condeno, mal siervo. Sabias que yo soy un hombre severo, que cojo donde no deposite y siego donde no sembré; ¿por que, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver, lo hubiera recibido con los intereses? (Lc 19, 20-23).
Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijere: Id en paz, que podáis calentaros y hartaros, pero no les diereis con que satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿que provecho les vendría? (St 2, 15-16).
¿Sabéis que ayuno quiero yo?, dice el Señor Yavé: [...] partir tu pan con el hambriento, albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano. Entonces brotara tu luz como la aurora (Is 58, 6-8).
Tomando Jesús la palabra, dijo: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto. Por casualidad bajo un sacerdote por el mismo camino, y, viéndole, paso de largo. Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de camino llego a el, y, viéndole, se movió a compasión; acercóse, le vendo las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuido de el. A la manara, sacando dos dcnarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de el, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagare. ¿Quien de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayo en manos de los ladrones? El contesto: El que hizo con el misericordia. Contéstole Jesús: Vete y haz tu lo mismo (Lc 10, 30-37).
Mis guardianes son ciegos todos, no entienden nada. Todos son perros mudos, que no pueden ladrar; soñadores, se acuestan, son amigos de dormir. Son perros voraces, insaciables; son pastores que no entienden, siguen cada uno su camino, cada cual busca su interés (Is 56, 10-11 ).
Se muere mi pueblo por falta de doctrina (Os 4, 6).
Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. Vivid unánimes entre vosotros, no seáis altivos, mas allanaos a los humildes. No seáis prudentes a vuestros propios ojos. No volváis mal por mal; procurad el bien a los ojos de todos los hombres. A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos (Rm 12, 15-18).
El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra sus entrañas, ¿como mora en el la caridad de Dios? Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y de verdad (Jn 3, 17-18).

Omisiones y tibieza

3721 El reino de los cielos se parece a un padre de familia, que al romper el día salió a alquilar jornaleros para su vida (Mt 20, 1). Ya conocéis el relato: aquel hombre vuelve en diferentes ocasiones a la plaza para contratar trabajadores: unos fueron llamados al comenzar la aurora; otros, muy cercana la noche
Todos reciben un denario [...]. Esta es la misericordia de Dios, que llama a cada uno de acuerdo con sus circunstancias personales, porque quiere que todos los hombres se salven (1Tm 2, 4). Pero nosotros hemos nacido cristianos, hemos sido educados en la fe, hemos recibido, muy clara, la elección del Señor. Esta es la realidad. Entonces, cuando os sentís invitados a corresponder, aunque sea a ultima hora, ¿podréis continuar en la plaza publica, tomando el sol como muchos de aquellos obreros, porque les sobraba el tiempo?

No nos debe sobrar el tiempo [...]. Si te sobra tiempo, recapacita un poco: es muy posible que vivas metido en la tibieza; o que, sobrenaturalmente hablando, seas un tullido. No te mueves, estas parado, estéril, sin desarrollar todo el bien que deberlas comunicar a los que se encuentran a tu lado, en tu ambiente, en tu trabajo, en tu familia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 42).

3722 Quien tenga entendimiento, cuide de no estar siempre callado; quien tenga bienes abundantes, vigile para no descuidarse en ejercitar la misericordia; quien posea un arte por el cual se sustenta, procure con gran diligencia que el prójimo participe en su uso y utilidad; quien tiene ocasión de hablar al rico, tema ser castigado (por retención del talento) si, pudiendo, no intercede cerca de el en favor de los pobres; porque el Juez que ha de venir exige de cada uno de nosotros el talento, o sea, cuanto ha dado (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 sobre los Evang.).

3723 No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad (SAN BONIFACIO, Carta 78).

3724 El que tiene talento procure no ser perro mudo; quien tiene abundancia de bienes, no descuide la caridad; el que experiencia de mundo, dirija a su prójimo; el que es elocuente, interceda ante el rico por el pobre; porque a cada uno se le contara como talento lo que hiciere, aunque haya sido por el mas pequeño (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. III, p. 236).

3725 Uno recibe la inteligencia, y por este talento queda obligado a la predicación. Otro recibe bienes terrenales, y este debe distribuir su talento de esos bienes. Otro no recibió ni la inteligencia ni bienes terrenos, pero aprendió el arte que profesa: a este se le reputa como talento recibido su mismo arte. Otro nada de esto ha recibido, pero quizá mereció el trato de algún rico: este, por lo tanto, recibió el talento de la familiaridad. Luego si no le habla en favor de los pobres, es condenado por la retención del talento. Luego el que tiene talento procure no callar; el que tiene riquezas trate de no cansarse en las obras de misericordia; el que posee un arte o profesión trate muy principalmente de que su uso y utilidad redunde en provecho del prójimo (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 sobre los Evang.).

3726 Uno cayo en un pozo donde el agua era bastante para que flotase sin morir ni ahogarle, no impidiéndole hablar, y acercósele otro y, al verlo, le dijo con admiración: "¿Como has caído aquí?" Y el otro le respondió: "Por favor, mira a ver si puedes sacarme de aquí y no me vengas con preguntas sobre como he caído" (SAN AGUSTÍN, Epístola 167).

Se nos pedirá cuenta de los talentos recibidos

3727 El obispo que no sirve a los fieles (predicando, guiando) es solamente foenus custos (guardián de paja), un espantapájaros colocado en los viñedos para que los pájaros no coman las uvas (SAN AGUSTÍN, Miscel. Agust., Roma 1930, 1, 568).

3728 Así como hay peligro de que los doctores oculten el talento del Señor, también los oyentes pueden incurrir en la misma falta cuando se les exija los réditos de lo que se les enseñó; a saber: si no han procurado penetrar en la inteligencia de lo que han oído mediante la meditación (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. III, p. 233).

3729 Es enterrar el talento que se ha recibido, el ocupar el ingenio recibido en asuntos puramente terrenales, el no buscar el lucro espiritual y el no levantar jamas el corazón de los pensamientos terrenos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 sobre los Evang.).

3730 El siervo que no quiso negociar con el talento, lo devolvió al Señor con excusas [...], añadiendo el pecado de soberbia a los de pereza y negligencia (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. III, p. 231).

3731 Y ninguno diga: yo no sirvo para amonestar, no soy idóneo para exhortar. Haz lo que puedas, para que no se te pida cuenta en los tormentos de lo recibido y mal guardado (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 4 sobre los Evang.).

3732 También es esconder el talento el negarse a ejercer la predicación (SAN HILARIO, en Catena Aurea, vol. III, p. 228).

3733 Cuando veas a alguien que tiene facilidad para enseñar y aprovechar a las almas, y que oculta este don, aunque en la conversación manifieste cierta religiosidad, no dudes en decir que este tal recibió un talento, pero lo tiene enterrado (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 228).

3734 A la omisión le es debida la pena de daño y la pena de sentido, por razón de la raíz de que procede, aunque no implique necesariamente la adhesión temporal a ningún bien mudable (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 79, a. 4 ad 4).

3735 Las vírgenes fatuas conservaban la castidad, la gracia y la modestia para propia utilidad, pero no eran útiles a nadie. Por eso fueron arrojadas fuera. Así son los que no alivian el hambre de Cristo. Considera atentamente que ninguno de ellos es acusado por faltas privadas, fornicación, perjurio o cualquier otra cosa, sino únicamente por no haber sido titiles a los demás. Yo pregunto: ¿Es cristiano el que se conduce así? Si el fermento mezclado con la harina no la hace cambiar, ¿es verdadero fermento? Si el perfume no despide buen olor entre los circunstantes, ¿lo podremos llamar perfume? (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 20 sobre los Hchos de los Apóstoles).