Antología de Textos

PURGATORIO

1. En el libro de los Macabeos se refiere que Judas Macabeo envió a Jerusalén una gran cantidad de dinero para que se ofrecieran sacrificios por la salvación de los soldados muertos en la guerra (2M 12, 43).
Es indudable que Judas, pensando en la futura resurrección de los soldados, vio que antes debían purificarse del pecado cometido, y esta fue precisamente la finalidad de la colecta. Los soldados no estaban en el infierno: habían cometido una culpa que requería el perdón de Dios, que podía ser alcanzado en la otra vida mediante los sacrificios y oblaciones realizadas por los creyentes en la tierra.
En el Nuevo Testamento se encuentran alusiones al Purgatorio: Jesús habla de un lugar de donde nadie saldrá sin haber satisfecho la deuda hasta el último céntimo (Mt 5, 26). En otro pasaje dice que el pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado en esta vida ni en la otra (Lc 12, 10), lo que da derecho a suponer que hay pecados que serán perdonados en la otra vida. San Pablo afirma que ciertos cristianos cuyas obras no fueron perfectas se salvarán no sin pasar antes por la prueba del fuego (1Co 3, 15).
En los primeros siglos del Cristianismo se ofrecían oraciones y sacrificios por los difuntos. Más tarde, la Iglesia definió como verdad de fe la existencia del Purgatorio (CONC. DE TRENTO, Ses. XXV).

2. Así como el cielo se caracteriza por la felicidad que en él se realiza, el Purgatorio se define por la pena que sufren las benditas almas que están allí y la esperanza cierta de llegar un día al cielo. La principal pena del Purgatorio es la llamada pena de daño, que consiste en la privación temporal de la vista de Dios. A nosotros nos es muy difícil comprender la gravedad de la misma, por el hecho de no sentir dolor alguno a pesar de estar privados de la vista de Dios mientras vivimos en la tierra. Ignoramos en qué consiste la visión de Dios. Pero las almas del Purgatorio saben que la visión de Dios es el fin, la felicidad a la que tienden y que todavía no alcanzan, precisamente por su culpa.
Mientras vivimos acá abajo caminamos, en cierto modo, con los ojos vendados y no conocemos bien qué es Dios; pero al salir el alma de este mundo Él se manifiesta con más plenitud, y el alma conoce entonces la dicha que es poseerlo; conoce que esto constituye la única felicidad, y tiende a Él con todas sus fuerzas. Pero en el mismo instante en que el alma se dirige hacia Dios, siente que ha de purificarse.
El fuego del Purgatorio purifica las almas como es purificado el oro y lo libra de la escoria. En el Purgatorio se encuentran la esperanza, el amor y la oración, la paz. Santa Catalina de Génova afirma: "Tengo por cierto que en ningún otro lugar, exceptuando el cielo, puede hallarse el espíritu en una paz semejante a la paz de que gozan las almas del Purgatorio".

3. Nosotros podemos ayudar a estas almas. Existe entre ellas y nosotros un vínculo de unidad y de caridad. Cada uno de nosotros puede aplicar todas las buenas obras -la Misa, la Comunión, la oración, los sacrificios, el trabajo- para este fin, pero de un modo especial podemos ayudar a las almas por medio de indulgencias. Es decir, "la remisión ante Dios de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que el fiel, convenientemente dispuesto y bajo determinadas condiciones, consigue por la intervención de la Iglesia, la cual, como administradora de la Redención, dispensa y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Jesucristo y de los Santos" (PABLO VI, Const. Ap. Indulgentiarum doctrina).

Citas de la Sagrada Escritura

(Judas Macabeo) mandó hacer una colecta en las filas, recogiendo hasta dos mil dracmas, que envió a Jerusalén para ofrecer sacrificios por los pecados [...] Obra santa y piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo que fuesen expiados los difuntos: para que fuesen absueltos de los pecados. 2M 12, 43-46
En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo. Mt 5, 26
Con las riquezas injustas haceos amigos para que, cuando éstas falten, os reciban en los eternos tabernáculos. Lc 16, 9
Haz gracia a todo viviente, y al muerto no le niegues tu benevolencia. Si 7, 33
Y sucederá que en toda la tierra serán exterminados los dos tercios, y perecerán, pero será preservado un tercio. Yo pondré al fuego este tercio, y lo fundiré como se funde la plata, y lo acrisolaré como se acrisola el oro. Za 13, 9
[...] y luego enseguida vendrá a su templo el Señor, a quien buscáis, y el Angel de la alianza que deseáis. He aquí que llega, dice Yahvé de los ejércitos, y ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse firme cuando aparezca? Porque será como fuego de fundidor y como lejía de batanero, y se pondrá a fundir y a depurar la plata y a purificar a los hijos de Leví, y los acrisolará como al oro y a la plata [...] Ml 3, 1-3
Y serán encerrados presos en la mazmorra, encarcelados en la prisión, y después de muchos días serán visitados. Is 24, 22
Habré de soportar la ira de Yahvé, porque pequé contra El, hasta que juzgue mi causa y me haga justicia. Mi 7, 9
Saca mi alma de la cárcel para que pueda alabar tu nombre. Me rodearán los justos en corona cuando te hayas mostrado propicio hacia mi. Sal 142, 8

Lugar de purificación

4458 Sucede que algunos mueren sin haber podido satisfacer totalmente la penitencia debida por sus pecados, de los que ya se han arrepentido. No es congruente con la divina justicia que no satisfagan [...]. Así, pues, padecen esta pena después de la muerte, pero no en el infierno, en el cual padecen los hombres por sus pecados mortales, ya que sus pecados mortales han sido perdonados por la penitencia [...]. Es necesario, pues, admitir que existen penas temporales y purgatorias después de esta vida y antes del juicio final. (SANTO TOMÁS, De rationibus fidei, 1010).

4459 De los principios que hemos expuesto puede deducirse fácilmente la existencia del purgatorio. Porque si es verdad que la contrición borra los pecados, no quita todo el resto de la pena que por ellos se debe; ni tampoco se perdonan siempre los pecados veniales, aunque desaparezcan los pecados mortales. Ahora bien, la justicia de Dios exige que una pena proporcional restablezca el orden perturbado por el pecado. Luego hay que concluir que todo aquel que muera contrito y absuelto de sus pecados, pero sin haber satisfecho plenamente por ellos a la divina justicia, debe ser castigado en la otra vida. Negar el purgatorio es, pues, blasfemar contra la justicia divina. Es, pues, un error, y un error contra la fe. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, Supl., q. 71, a. 1).

4459b Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1030).

4459c La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cfr. DS 1304) y de Trento (cfr. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador:
"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro" (S. GREGORIO MAGNO, dial. 4, 39) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1031).

4460 El alma justa, al salir de su cuerpo, viendo en si misma alguna cosa que empaña su inocencia primitiva y se opone a su unión con Dios, experimenta una aflicción incomparable; y como sabe muy bien que este impedimento no puede ser destruido sino por el fuego del purgatorio, se baja allí de repente y con plena voluntad [...]. Sabiendo que el purgatorio es el baño destinado a lavar estas especies de manchas, corre allá [...], pensando mucho menos en los dolores que le esperan que en la dicha de encontrar allí su primitiva pureza. (SANTA CATALINA DE GÉNOVA, Trat. del Purgatorio, 12).

4461 Definimos con autoridad apostólica: que, según la común ordenación de Dios, las almas de todos los santos que salieron de este mundo [...], en las que no habla nada que purgar [...] o en las que hubo o habrá algo purgable, cuando después de su muerte se hubieren purgado [...] estuvieron, están y estarán en el cielo. (BENEDICTO XII, Const. dogm. Benedictus Deus, Denz. Sch. 1.OOO).

4462 Si alguien dijere que después de recibida la gracia de la justificación de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el resto de pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno de pena temporal que haya de pagarse en este mundo, o en el otro en el purgatorio antes de que pueda abrirse la entrada en el reino de los cielos, sea anatema. (CONC. DE TRENTO, Denz. Sch. 1.580).

4463 Se ha de tener en cuenta que, por parte de los buenos, puede haber algún impedimento para que sus almas reciban, una vez salidas del cuerpo, el último premio consistente en la visión de Dios Efectivamente, la criatura racional no puede ser elevada a dicha visión, si no está totalmente purificada [ ..]. Pero a veces acontece que tal purificación no se realiza totalmente en esta vida, permaneciendo el hombre deudor de la pena, ya por alguna negligencia [...] o también porque es sorprendido por la muerte. Mas no por eso merece ser excluido totalmente del premio, porque pueden darse tales cosas sin pecado mortal, que es el único que quita la caridad [...]. Luego es preciso que sean purgadas después de esta vida antes de alcanzar el premio final. (SANTO TOMÁS, Suma contra gentiles, 4, 91).

Los sufragios en favor de las almas del Purgatorio

4464 Ofrecer el sacrificio por el descanso de los difuntos [...] es una costumbre observada en el mundo entero. Por eso creemos que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles. En efecto, la Iglesia católica la observa en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no haría limosnas por sus almas, ni ofrecería por ellas el sacrificio a Dios. (S. ISIDORO DE SEVILLA, Sobre los oficios eclesiásticos, 1).

4465 Pensemos en procurarles algún alivio del modo que podamos [...]. ¿Cómo? Haciendo oración por ellos y pidiendo a otros que también oren [...]. Porque no sin razón fueron establecidas por los apóstoles mismos estas leyes; digo el que en medio de los venerados misterios se haga memoria de los que murieron [...]. Bien sabían ellos que de esto sacan los difuntos gran provecho y utilidad [...] (S. JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la Epístola a los Filipenses, 3).

4465b Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cfr. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: "Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cfr. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos" (SAN JUAN CRISÓSTOMO, hom. in 1Co 41, 5) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1032).

4466 El Concilio propone a los ortodoxos la siguiente profesión de fe para su vuelta a la Iglesia Católica: " Creemos [...] que los que verdaderamente arrepentidos murieron en caridad antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por los pecados de comisión y omisión, sus almas son purificadas después de la muerte con penas purgatorias [...], y para aliviar estas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, es decir, el sacrificio de la Misa, las oraciones, limosnas y otras obras de piedad que, según las leyes de la Iglesia, han acostumbrado hacer unos fieles por otros ". (CONC. II DE LYON, Denz. Sch. 856).

4467 [...] algunos entre los discípulos (de Cristo) peregrinan en la tierra, otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados contemplando claramente al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual es; todos, aunque en grado y forma distintos, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios [...]. Así que la unión de los peregrinos con los que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe, antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales [...]. La Iglesia de los peregrinos, desde los primeros tiempos del cristianismo, tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos y ofreció sufragio por ellos, porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados (2M 12, 46). (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, n. 49-50).

4467b La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.
"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo VI, const. ap. "Indulgentiarum doctrina", norma 1).
"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente" (Pablo VI, const. ap. "Indulgentiarum doctrina", norma 2).
"Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, can. 994) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1471).

En esta vida podemos purificarnos

4468 Lo que ha de llenarse ha de empezar por estar vacío. Has de llenarte del bien, comienza por echar fuera el mal. Imagina que Dios te quiere hacer rebosar de miel: si estás lleno de vinagre, ¿dónde va a depositar la miel? Primero hay que vaciar lo que contenía el recipiente: hay que limpiar el mismo vaso; hay que limpiarlo, aunque sea con esfuerzo, a fuerza de frotarlo, para que sea capaz de recibir esta realidad misteriosa (S. AGUSTÍN, Trat. sobre la Epístola de S. Juan, 4).

4469 (Dios permite las humillaciones de algunos para que sus almas) estén del todo purificadas al poner el pie en el umbral de la otra vida, o por lo menos no tengan que sufrir más que una pena muy leve. (CASIANO, Colaciones, 7).

4470 Esforcémonos por hacer penitencia en esta vida. ¡Qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha, y no ha de ir al Purgatorio! (SANTA TERESA, C. de perfección, 40, 9).

4471 Mejor es purgar ahora los pecados y vicios que dejarlos para el purgatorio. (Imitación de Cristo, 1, 24, 3).

Las penas del Purgatorio

4472 (Estas penas son) tan intensas que la pena mínima del purgatorio excede a la mayor de esta vida. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, Supl., q. 71, a. 3).

4473 (Es doctrina común que existe pena de daño y de sentido). La pena de daño consiste en que se les retrasa la visión de Dios. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, Supl., q. 71, a. 2).

4474 En aquello que peca el hombre principalmente, será más gravemente punido. Allí los perezosos serán pungidos con aguijones ardiendo, los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed, los lujuriosos y amadores de deleites serán envestidos en pez y azufre ardiendo, los envidiosos aullarán con dolor como perros rabiosos. No hay vicio que no tenga su propio tormento. Allí los soberbios serán llenos de toda confusión, los avaros serán puestos en miserable necesidad. Allí más grave será pasar una hora de pena que aquí cien años de penitencia amarga. (Imitación de Cristo 1, 24, 4).

Devoción a las almas del Purgatorio

4475 Las ánimas benditas del purgatorio.-Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable –¡pueden tanto delante de Dios!– tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración. Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: " Mis buenas amigas las almas del purgatorio... ". (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 571).

4476 Encomendémosle nuestras vidas y las de aquellos que, habiendo vivido en otro tiempo con nosotros, nos han precedido, ya en la morada eterna. (S. GREGORIO DE NACIANCENO, Disertación 7).