Antología de Textos

REDENCION

1. Jesucristo ha venido a salvarnos, a darnos la libertad de los hijos de Dios. Algo completamente nuevo, desconocido antes y fuera de Cristo. Se trata de la libertad del pecado, en el que caímos y fuimos reducidos a la condición de esclavos; de la libertad de la muerte eterna, que es consecuencia del pecado, y nos ha devuelto a la vida sobrenatural y destinado a la gloria eterna; de la libertad del dominio del demonio, en la medida en que el hombre puede vencer ya ese dominio en Cristo; de la libertad de la vida según la carne, que se opone en nosotros a la vida sobrenatural. "En esta dimensión, el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención, el hombre es "confirmado" y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Él es creado de nuevo! Ya no es judío ni griego, ya no es esclavo ni libre; no es ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor hominis, II, 10) .

2. Aquella Redención que Cristo realizó una vez se aplica a cada hombre que viene a este mundo, con la cooperación de su libertad. El Hijo de Dios me amó y se entregó por mí, escribía San Pablo a los Gálatas (2, 2), y esto mismo podemos pensar cada hombre con absoluta verdad. Se actualiza la Redención salvadora de Cristo, de modo eminente, siempre que un sacerdote celebra la Santa Misa. "Cada vez que se celebra en el altar el sacrificio de la Cruz, por el que se inmoló Cristo, nuestra Pascua, se realiza la obra de nuestra redención" (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 3).
Se lleva a cabo en cada una de nuestras conversiones interiores. Cuando hacemos una buena confesión y en el sacerdote vemos al mismo Cristo que nos abre las puertas del cielo.
El fracaso aparente de Cristo en la Cruz se vuelve redención gozosa para todos los hombres, cuando estos quieren, porque Él se presentó una sola vez al cabo de los siglos para la destrucción del pecado, con el sacrificio de si mismo (Hb 9, 25). Nosotros estamos recibiendo ahora copiosamente los frutos de aquel amor de Jesús en la Cruz.
Dios nos ha destinado a una vida de eterna felicidad y pone a nuestro alcance los medios para conseguirla. Esa ayuda es fundamentalmente la gracia divina, que alcanzamos mediante la oración y los sacramentos. "Estas acciones de Cristo... que infunden la gracia en el alma" (PABLO VI, Enc. Mysterium fidez) hemos de valorarlas y venerarlas, mostrar nuestro agradecimiento al Señor, que ha querido poner tanto bien cerca de nosotros. El mejor agradecimiento es recibir los sacramentos con la necesaria frecuencia; quien no los valora está menospreciando la gracia de Dios; y sin esta ayuda no podemos alcanzar la vida eterna. Debemos mostrar con obras nuestro aprecio por los sacramentos que son de uso más habitual y necesario: la confesión y la comunión, pues sin ellos no hay vida sobrenatural en nosotros.
El Señor busca siempre nuestra salvación con gracias ordinarias y extraordinarias. San Pablo nos asegura que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores (cfr. 1Tm 1, 15). Solo falta nuestra correspondencia.

3. La unión con Cristo nos convierte en canales de la gracia en esta tarea de redención de todos los hombres. Y, ordinariamente, el Señor pide comenzar por aquellos que -por vínculos de familia, amistad, etc.- están más cercanos. Así procedió Jesús, y también sus Apóstoles. Entre los que seguían a Cristo estaban Santiago el Menor, Simón y Judas, hijo de Alfoz), parientes del Señor. Andrés, después de corresponder a la llamada del Señor, el primero a quien llamó fue a Simón su hermano (Jn 1, 41). Después viene Felipe, que era de Betsaida, la patria de Andrés y de Pedro (Jn 1, 44). "Deseo salvar a las ovejas que están fuera -predicaba San Agustín-, pero temo más que padezcan las que viven dentro" (Sermón 46). Primero, los más cercanos.
Falsa caridad sería aquella que pone mucho interés en los que están lejos y descuida esos mil detalles de delicadeza y de preocupación hacia quienes están a nuestro lado. Siguiendo este orden de la caridad, será mucho más eficaz el cristiano y llegará mucho más lejos su acción apostólica.

Citas de la Sagrada Escritura

Dios no reprueba positivamente a nadie; Nuestro Señor murió para salvar a todos los hombres: Rm 3, 23-24; Rm 5, 6-9; 2Co 5, 15; 1Tm 2, 1; 1Jn 2, 2
Los "vasos de ira dispuestos para la perdición" (Rm 9, 22) representan a todos los hombres, porque todos los hombres hemos pecado: Rm 3, 20, 23; Rm 11, 32; pero Dios quiere hacer misericordia con todos: Rm 11, 32
Dios tiene tesoros de misericordia aun para los que voluntariamente han despreciado su gracia: Rm 2, 4; Rm 10, 20
Dios llama a todos los hombres: Rm 1, 5
Mortifiquemos nuestro cuerpo para no ser reprobados: 1Co 9, 27
Nadie es forzado a pecar, porque el Señor no permite que seamos tentados sobre nuestras fuerzas: 1Co 10, 12-13
Los que se pierden no tienen disculpa: Rm 1, 19-23
Todos los hombres somos pecadores: Rm 3, 1-19
Todos reciben gracias suficientes para no pecar: Rm 1, 21-23
Dios hace misericordia a quien quiere: Rm 9, 18, 25-29
San Pablo teme ser reprobado, y por esto no quiere parar en su camino hacia Dios y castiga su cuerpo para reducirlo a esclavitud: 1Co 9, 26-27
Incertidumbre de la salvación: 1Co 10, 12
Dios quiere salvar a todos los hombres: 1Tm 2, 4
Los llamamientos de Dios: Hb 12, 25-29
Nuestra reprobación, si nos perdemos, será obra nuestra; Dios no ha puesto en nosotros ninguna cosa mala y no tienta a nadie: St 1, 13-18
No serán reprobados los que libran a un alma del infierno: St 5, 19-20

El misterio de la Redención

4552 Con esta revelación del Padre y con la efusión del Espíritu Santo, que marcan un sello imborrable en el misterio de la Redención, se explica el sentido de la cruz y de la muerte de Cristo. El Dios de la creación se revela como Dios de la redención, como Dios que es fiel a sí mismo, fiel a su amor al hombre y al mundo, ya revelado el día de la creación. (Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, 2, 9).

4553 El misterio de nuestra salvación, este misterio que el fundador del mundo ha creído digno de ser pagado con su sangre, se ha realizado desde el día de su nacimiento físico hasta el fin de su Pasión. (S. León Magno, Serm. 72, en la Ascens. del Señor).

4554 La Iglesia permanece en la esfera del misterio de la Redención, que ha llegado a ser precisamente el principio fundamental de su vida y de su misión. (Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, 2, 7).

4555 [...] En la misma historia humana que es el escenario del mal, se va tejiendo la obra de la salvación eterna. (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 186).

Jesucristo, Redentor del mundo y de cada hombre

4556 La doctrina, el mensaje que hemos de propagar, tiene una fecundidad propia e infinita, que no es nuestra, sino de Cristo. Es Dios mismo quien está empeñado en realizar la obra salvadora, en redimir el mundo. (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 159).

4556b Jesús ha recordado, al final de la parábola de la oveja perdida, que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cfr. Rm 5, 18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cfr. 2Co 5, 15; 1Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 605).

4557 Cristo, Redentor del mundo, es Aquel que ha penetrado, de modo único e irrepetible, en el misterio del hombre y ha entrado en su " corazón ". (Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, 2, 8).

4558 La soberbia del diablo fue la causa de nuestra ruina; y el fundamento de nuestra redención, la humildad de Dios. (S.Gregorio Magno, Regla Pastoral 3, 18).

4558b La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una "gradual secularización de la salvación", debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina (JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 11).

4559 [...] (Pedro) pone todo en las manos de Cristo. "Señor, tú sabes que te amo. Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo" (Jn 21, 15-17). Y ¿qué responde Cristo? "Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). No las tuyas, no las vuestras: ¡las mías! Porque El ha creado al hombre, El lo ha redimido, El ha comprado cada alma, una a una al precio [...] de su Sangre. (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 267).

4560 La sangre derramada por Cristo reproduce en nosotros la imagen del rey: no permite que se malogre la nobleza del alma; riega el alma con profusión, y le inspira amor a la virtud. Esta sangre hace huir a los demonios, atrae a los ángeles [...]: esta sangre ha lavado a todo el mundo, y ha facilitado el camino del cielo. (S. Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Juan, 45).

4561 Primero, cuando sufrió la muerte dolorosísima, ofreció el sacrificio aquí en la tierra. después [...] presentó ante el trono del Padre aquella sangre de un valor inmenso que había derramado abundantemente por todos los hombres, sujetos al pecado
Este sacrificio es tan acepto y agradable a Dios que, en el mismo instante en que lo mira, compadecido de nosotros, se ve forzado a otorgar su clemencia a todos los que se arrepienten de verdad
Es, además, un sacrificio eterno, ya que se ofrece no sólo cada año (como sucedía entre los judíos), sino cada día, más aún, cada hora y a cada momento, para que en él hallemos consuelo y alivio. (S. Juan Fisher, Coment. al Salmo 129, Opera omnia, p. 1610).

4562 Nada hizo El, ni padeció, que no fuera por nuestra salvación, para que todo lo que de bueno hay en la cabeza lo posea también el cuerpo. (S. León Magno, Sermón 15, sobre la Pasión).

4563 Todo lo que padeció es el precio de nuestro rescate. (S. Agustín, Coment. sobre el Salmo 21).

4564 El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo –no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes– debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. debe, por decirlo así, entrar en El con todo su ser, debe " apropiarse " y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. (Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, 2, 10).

4565 Se dio a conocer a cada uno cuanto quiso, y quiso cuanto convino. (S. Agustín, en Catena Aurea, vol. IV, p. 35).

4566 La Iglesia Católica sostiene que si el sol y la luna se desplomaran, y la tierra se hundiera y los muchos millones que la pueblan murieran de inanición en extrema agonía, por lo que a males temporales atañe, todo ello seria menor mal que una sola alma, no digamos se perdiera, sino que cometiera un solo pecado venial, dijera deliberadamente una mentira o robara, sin excusa, una "perra gorda". Yo pienso que el principio aquí enunciado es el mero preámbulo de las credenciales formales de la Iglesia católica, como un acta del parlamento puede comenzar por un considerando. (Card. J.H. Newman, Apología "pro vita sua", 194).

A través de la Iglesia

4567 Si alguno quiere salvarse, venga a esta casa, para que pueda conseguirlo. Ninguno se engañe a sí mismo: fuera de esta casa, esto es, fuera de la Iglesia, nadie se salva. (Orígenes, Hom. sobre "Jesús en la barca", 5).

4568 Fuera de la Iglesia Católica se puede encontrar todo menos la salvación. Se puede tener honor, se pueden tener sacramentos, se puede cantar "aleluya", se puede responder "amé ", se puede sostener el Evangelio, se puede tener fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y predicarla; pero nunca, si no es en la Iglesia católica, se puede encontrar la salvación. (S. Agustín, Sermón 6).

4569 No podemos olvidar que la Iglesia es mucho más que un camino de salvación: es el único camino. Y esto no lo han inventado los hombres, lo ha dispuesto Cristo: "el que creyere y se bautizare, se salvará; pero el que no creyere, será condenado" (Mc 16, 16). Por eso se afirma que la Iglesia es necesaria, con necesidad de medio, para salvarse. (J. Escrivá de Balaguer, Hom. El fin sobrenatural de la Iglesia, 28-V-1972).

El sacerdote y el misterio de la Redención

4570 (Él sacerdote) hace verdaderamente las veces de Cristo. (Tertuliano, Epístola 63).

4571 [...] El sacerdote es un ser segregado del Pueblo de Dios, escogido y dotado de una especial consagración, pero, por la misión que ha recibido, ha de vivir entre y con los demás hombres, comprendiéndoles, acompañándoles, guiándoles en su camino en nombre de Aquel que le ha consagrado y enviado, de la misma manera que Jesucristo, Hijo de Dios, quiso hacerse en todo semejante a los hombres, excepto en el pecado. (A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, p. 44).

4572 Evite el pastor la tentación de desear ser amado por los fieles antes que por Dios, o de ser demasiado débil por temor a perder el afecto de los hombres; no se exponga a la reprensión divina: "¡Ay de aquellos que aplican almohadillas a todos los codos!" (Ez 13, 8). El pastor debe tratar de hacerse amar, pero con la finalidad de hacerse escuchar, no de buscar este afecto para utilidad propia. (S. Gregorio Magno, Regla Pastoral, 1).

4573 La mediación salvadora entre Dios y los hombres se perpetúa en la Iglesia por medio del Sacramento del Orden, que capacita –por el carácter y la gracia consiguientes– para obrar como ministros de Jesucristo en favor de todas las almas (J. Escrivá de Balaguer, Hom. Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972).

4574 Si los otros han perdido el sabor, pueden recuperarlo por vuestro ministerio; pero si sois vosotros los que os tornáis insípidos, arrastraréis también a los demás por vuestra perdición. (S. Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 15).

4575 El sacerdocio –esa consagración definitiva y característica a Dios– hace a los sacerdotes ocupar un puesto peculiar y prestar un servicio específico e imprescindible en el desarrollo histórico de la Redención, [...]. (A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, p. 114-115).

El cristiano y la Redención

4576 Conocer a Jesús, por tanto, es darnos cuenta de que nuestra vida no puede vivirse con otro sentido que con el de entregarnos al servicio de los demás. Un cristiano no puede detenerse sólo en problemas personales, ya que ha de vivir de cara a la Iglesia universal, pensando en la salvación de todas las almas. (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 145).

4577 Por supuesto, todo católico debería tener una apreciación inteligente de su religión, como dice S. Pedro, pero la controversia no es el instrumento con el cual ha de ser resistido y vencido el mundo. Lo veremos si estudiamos la epístola que el Espíritu Santo inspiró al que fue jefe de los apóstoles, de donde le viene su autoridad. Lo que dice para todos los cristianos está especialmente indicado para los sacerdotes. En realidad, la escribió en un tiempo en que los deberes de unos y otros, en cuanto a su oposición al mundo pagano, eran los mismos. En primer lugar, les recuerda lo que son realmente como cristianos [...]: "Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido..." (1P 2, 9). (Card. J. H. Newman, Sermón en la inauguración del Seminario S. Bernardo, 3-X-1873).

4578 Los cristianos son especialmente sensibles a esta vocación de los hombres a la cooperación y la unidad que les revela, en el plan de salvación, el mensaje evangélico de que Jesús de Nazaret "ha muerto para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11, 52). No hay duda de que este texto había impresionado al célebre obispo de Hipona, San Agustín, que presenta a la humanidad creada a imagen de Dios como hecha añicos en cierta manera por el pecado y llenando de sus añicos a todo el universo. " Pero la misericordia divina reunió los fragmentos esparcidos por todos los sitios, los ha fundido con el fuego de su caridad y ha rehecho su unidad rota " (Enarr. in Psal. 95, 15). (Juan Pablo II, Aloc. 23-X-1978).

4579 Hemos de amar el mundo, el trabajo, las realidades humanas. Porque el mundo es bueno; fue el pecado de Adán él que rompió la divina armonía de lo creado, pero Dios Padre ha enviado a su Hijo unigénito para que restableciera esa paz. Para que nosotros, hechos hijos de adopción; pudiéramos liberar a la creación del desorden, reconciliar todas las cosas con Dios. (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 112).

Corredención de Nuestra Señora

4580 La Virgen Santísima, bajo la sombra del poder de la Trinidad, ha sido la criatura más estrechamente asociada a la obra de la salvación. La encarnación del Verbo tuvo lugar bajo su corazón por obra del Espíritu Santo. En Ella comenzó a clarear la aurora de la nueva humanidad. (Juan Pablo II, Carta A Concilio Const. 1, 25-III-1981).