Antología de Textos

TRISTEZA

1. No es propio del cristiano el estar triste. Y es difícil, quizá imposible, progresar en el camino del amor a Dios si no se está alegre. Santo Tomás lo dice expresamente: "todo el que quiera progresar en la vida espiritual necesita necesariamente tener alegría" (Coment. Epístola a los filipenses, c. 4, lec. 1).
Como la polilla al vestido y la carcoma a la madera, así la tristeza daña al corazón del hombre (Pr 25, 20). La tristeza predispone al mal; por eso se ha de luchar enseguida contra este estado del alma: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y echa lejos de ti la congoja; porque a muchos mató la tristeza. Y no hay utilidad en ella (Ec 130, 24-25).
Un alma triste está a merced de muchas tentaciones. ¡Cuántos pecados han tenido su origen en la tristeza!
Cuando el alma está alegre, se vierte hacia fuera y es estímulo para los demás; la tristeza oscurece el ambiente y hace daño.
Lo mismo que los Apóstoles se alegraron viendo al Señor (Jn 20, 20), después de la Resurrección, el cristiano está alegre cuando el Señor está presente en su vida, cuando no lo ha perdido por el pecado, ni se han empañado sus ojos por la tibieza o la falta de generosidad.

2. La tristeza nace del egoísmo, de la indolencia ante el trabajo, de la búsqueda de compensaciones, del descuido en las cosas de Dios.
Existe una tristeza buena que lleva a ser mejores y que pronto se vuelve alegría; es muy distinta de aquella que aleja de Dios y nos vuelve ineficaces: ahora me alegro -decía San Pablo- no porque os entristecisteis, sino porque vuestra tristeza os ha conducido a la penitencia. De modo que la tristeza que habéis tenido es según Dios, y así ningún daño os hemos causado. Puesto que la tristeza que es según Dios produce una penitencia constante para la salad, mientras que la tristeza del siglo causa la muerte (2Co 7, 9-10).
Será buena la tristeza provocada, por ejemplo, por el pecado propio o el de los demás, que lleva a hacer actos de desagravio. O la que nos lleva a tener más confianza en Dios, a pedir más, etc. Por el contrario, la tristeza será mala cuando provenga de causas moralmente malas (la envidia, el tener que cumplir a contrapelo la voluntad de Dios...) o cuando nos lleve al abatimiento moral, al desaliento o sea causada por la tibieza, el egoísmo, etc. Esta tristeza nubla la inteligencia y conduce al incumplimiento de nuestros deberes, a faltar a la caridad, etc. Frecuentemente indica un estado de alejamiento de Dios.
El cristiano debe luchar con rapidez contra esa tristeza mala, sea cual fuere la causa que la haya provocado. Nada es irremediable para quien espera en el Señor, nada está totalmente perdido. Siempre hay posibilidad de perdón, de volver a empezar, quizá desde más alto.

3. En todos los momentos de nuestra vida, en cualquier circunstancia y situación, podemos recomenzar con una alegría nueva, con una nueva humildad. Hacer una buena confesión es una actitud eficaz en orden a la alegría.
La humildad personal es, también, siempre camino de serenidad y de alegría.
El olvido de sí mismos, el no andar excesivamente preocupados en las propias cosas es condición imprescindible para poder conocer a Cristo, objeto de la alegría del cristiano, y para poder servirle. Quien anda excesivamente preocupado de sí mismo difícilmente encontrará la alegría, que es apertura hacia Dios y hacia los demás.
La oración abre nuestra alma a Dios. Y de ella puede arrancar la aceptación de una contrariedad (quizá la causa oculta de ese estado triste), o nos puede llevar a ser más generosos, o a una buena Confesión.

Citas de la Sagrada Escritura

Se derrite mi alma de pesadumbre; levántame tú según tu palabra. Sal 119, 28
La angustia del corazón deprime al hombre, mas una palabra buena la alegra. Pr 12, 25
Corazón alegre es buen remedio; mas el espíritu abatido seca los huesos. Pr 17, 22
Corazón alegre hace buena cara, pero la pena del corazón abate el alma. Pr 15, 13
Echar vinagre sobre el natrón es cantar canciones al corazón afligido. Pr 25, 20
Mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, al brotar, cause turbación, inficionando a muchos. Hb 12, 15
Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo: alegraos. Flp 4, 4
Pero los que confían en Yavé renuevan sus fuerzas, echan alas como de águila, corren sin cansarse y caminan sin fatigarse. Is 40, 31
Jesús, poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme. Ante estas palabras se anubló su semblante y se fue triste, porque tenía mucha hacienda. Mc 10, 21-22
Levantándose de la oración, vino a los discípulos, y encontrándolos adormilados por la tristeza [...]. Lc 22, 45
En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se volverá en gozo. La mujer, cuando pare, siente tristeza, porque llega su hora; pero cuando ha dado a luz un hijo, ya no se acuerda de la tribulación, por el gozo que tiene de haber venido al mundo un hombre. Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. Jn 16, 20-22
Si alguno me contristó, no me contristó a mí, sino en cierto modo, para no exagerar, a todos vosotros. Bástele a ése la corrección de tantos, pues casi habríamos de perdonarle y consolarle, para que no se vea consumido por excesiva tristeza. Por eso os ruego que públicamente le ratifiquéis vuestra caridad. 2Co 2, 5-8
Porque si con la epístola os entristecí, no me pesa. Y si estaba pesaroso viendo que aquella carta, aunque por un momento, os había contristado, ahora me alegro, no porque os entristecisteis, sino porque os entristecisteis para penitencia. Os contristasteis según Dios, para que no recibieseis daño alguno de nuestra parte. Pues la tristeza según Dios es causa de penitencia saludable, de que jamás hay por qué arrepentirse; mientras que la tristeza según el mundo produce la muerte. Ved cuánta solicitud os ha causado esa misma tristeza según Dios, y qué excusas, qué enojos, qué temores, qué deseos, qué celo y qué vindicaciones. Totalmente limpios os habéis mostrado en este asunto. 2Co 7, 8-11
Cada uno haga según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni obligado, que Dios ama al que da con alegría. 2Co 9, 7
Guardaos de entristecer al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la redención. Ef 4, 30
No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de los que durmieron, para que no os aflijáis como los demás que carecen de esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios por Jesús tomará consigo a los que se durmieron en El. 1Ts 4, 13-14

Dos clases de tristeza

5212 Hay dos clases de tristeza. Unas veces se origina al contener los brotes de la ira, y es consecuencia de un daño que alguien nos ha inferido o, también, de un deseo contrariado. La segunda surge de una irracional ansiedad o abatimiento del espíritu (CASIANO, Colaciones, 5).

5213 A aquellos a quienes el pesar de sus pecados pasados les tiene sumidos en la tristeza y desazón, derramad en su alma a manos llenas la alegría de la ciencia espiritual, cual si fuese un vino que alegra el corazón humano (Sal 104, 15). Infundid alientos en esos corazones apesadumbrados, llenándolos con la palabra de salvación, no sea que, acosados por la mortal desesperación, sucumban a la excesiva tristeza (cfr. 2Co 2, 7).
Mas de aquellos que viven en el tedio y la negligencia, sin tener en el corazón el más leve remordimiento, he aquí cómo habla la Escritura: El que se da buena vida y no sabe de dolores, vivirá siempre en la indigencia (Pr 14, 2) (CASIANO, Colaciones, 14).

5214 Piadosa es esa tristeza y, en cierto modo, dichosa compasión sentir pena por los vicios ajenos y no estar implicado en ellos; dolerse, y no unirse a ellos; encogerse con el dolor y no ser arrastrado (SAN AGUSTIN, Sermón 2).

5215 Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. El llanto, al que aquí se promete el consuelo eterno, nada tiene que ver con la tristeza de este mundo [...]. La tristeza religiosa es la que llora los pecados propios o bien las faltas ajenas (SAN LEÓN MAGNO, Sermón sobre las bienaventuranzas).

5216 La tristeza es un vicio causado por el desordenado amor de sí mismo, que no es un vicio especial sino la raíz general de todos ellos (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q. 28, a. 4).

5217 El dolor del ánimo, que se llama tristeza, es un disgusto de las cosas contrarias que nos sucedieron (SAN AGUSTÍN, Sobre la Trinidad, 1).

5218 Quien despreciando los mandamientos de Dios anda vagando siempre con su concupiscencia, no puede llegar nunca a la alegría (SAN BEDA en Catena Aurea, vol. IV, p. 100).

5219 Aquel muchacho rechazó la insinuación, y cuenta el Evangelio que abiit tristis (Mt 19, 22), que se retiró entristecido [...], perdió la alegría porque se negó a entregar su libertad a Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 24).

5220 Es la envidia un pesar, un resentimiento de la felicidad y prosperidad del prójimo. De aquí que nunca falte al envidioso ni tristeza, ni molestia. ¿Está fértil el campo del prójimo? ¿Su casa abunda en comodidades de vida? ¿No le falta ni los esparcimientos del alma? Pues todas estas cosas son alimento de la enfermedad y aumento de dolor para el envidioso. De aquí que éste no se diferencia del hombre desarmado, que por todo es herido (SAN BASILIO, Hom. Sobre la envidia).

5221 La tristeza causada por un arrepentimiento saludable es propia del hombre obediente, afable, humilde, dulce, suave y paciente, en cuanto que deriva del amor de Dios. Sufre infatigable el dolor físico y la contrición del espíritu, gracias al vivo deseo que le anima de perfección. Es también alegre y en cierto modo se siente como robustecido por la esperanza de su aprovechamiento; conserva de continuo el hechizo y el encanto de la afabilidad y de la longanimidad, y posee en sí todos los frutos del Espíritu Santo (CASIANO, Instituciones, 9).

Consecuencias

5222 Háse de advertir que no todos los que tienen este humor son tan trabajosos, que cuando cae en un sujeto humilde y en condición blanda, aunque consigo mismos traen trabajo, no dañan a los otros, en especial si hay buen entendimiento. Y también hay más y menos de este humor. Cierto, creo, que el demonio en algunas personas le toma por medianero, para si pudiese ganarlas; y si no andan con gran aviso, así hará (SANTA TERESA, Fundaciones, 7, 2).

5223 Tristeza, apabullamiento. No me extraña: es la nube de polvo que levantó tu caída. Pero, ¡basta!: ¿acaso el viento de la gracia no llevó lejos esa nube? Después, tu tristeza –si no la rechazas– bien podría ser la envoltura de tu soberbia. -¿Es que te creías perfecto e impecable? (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER Camino, 260).

5224 [...] pero después (de cometido el mal) el diablo exageró de tal manera su tristeza que llegó a perder al desgraciado. Algo semejante pasó en Judas, pues después que se arrepintió no supo contener su corazón, sino que se dejó llevar por la tristeza inspirada por el diablo, la cual le perdió (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).

5225 La tristeza [...] es áspera, impaciente, dura, llena de amargor y disgusto, y le caracteriza también una especie de penosa desesperación. Cuando se apodera de un alma, la priva y aparta de cualquier trabajo y dolor saludable (CASIANO, Instituciones, 9).

5226 Es propio de un alma cobarde que carece de la virtud vigorosa de confiar en las promesas del Señor el abatirse demasiado y sucumbir ante las adversidades (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

5227 El hombre triste se porta mal en todo momento. Y lo primero en que se porta mal es en que contrista al Espíritu Santo, que le fue dado alegre al hombre. En segundo lugar, comete una iniquidad, por no dirigir súplicas a Dios ni alabarle; y, en efecto, jamás la súplica del hombre triste tiene virtud para subir al altar de Dios (PASTOR DE HERMAS, Mandamientos, X.3.2, 1. c., Pp. 994-995).

Remedios

5228 Cada vez que nos reunimos en la Eucaristía, somos fortalecidos en la santidad y renovados en la alegría, pues la alegría y la santidad son el resultado inevitable de estar más cerca de Dios. Cuando nos alimentamos con el pan vivo que ha bajado del cielo, nos asemejamos más a nuestro Salvador resucitado, que es la fuente de nuestra alegría, una alegría que es para todo el pueblo (Lc 2, 10). Que la alegría y la santidad abunden siempre en vuestras vidas y florezcan en vuestros hogares. Y que la Eucaristía sea [...] el centro de vuestra vida, la fuente de vuestra alegría y de vuestra santidad (JUAN PABLO II, Hom. 16-11-1981).

5229 "Laetetur cor quaerentium Dominum". -Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. -Luz, para que investigues en los motivos de tu tristeza (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 666).