Antología de Textos

VOLUNTAD DE DIOS

1. En el primer anuncio de la Pasión (Mt 16, 22), Pedro había reaccionado con una inmediata protesta y habla recibido un fuerte reproche del Señor. Después del segundo anuncio (Mt 17, 21-22), solamente se dice que quedaron consternados, tristes. Es esta otra manera de reaccionar ante la voluntad de Dios: tristeza y resignación. Aquí, los Apóstoles se dejan llevar del desaliento, porque no entienden todavía el sentido de la voluntad divina.
En contraste con esta resignación triste, Cristo ama ardientemente la voluntad de su Padre Dios. Y si queremos imitar al Señor, esta ha de ser nuestra actitud, aunque alguna vez no entendamos del todo las cosas que ocurren a nuestro alrededor y que Dios ha querido o, al menos, las ha permitido para un bien mayor.
Dios nos manifiesta su voluntad a través de los Mandamientos de la Ley, las indicaciones, consejos y Mandamientos de nuestra Madre la Iglesia y las obligaciones que lleva consigo la propia vocación y estado. Las obligaciones del propio estado determinan aún más concretamente la voluntad de Dios para cada uno. No podríamos santificarnos si no cumpliéramos también con absoluta fidelidad estas obligaciones.
Así, todo cristiano que viva en el mundo tiene por delante su trabajo y deberes familiares en los que encuentra la unión con Dios. Reconocer y amar la voluntad divina en esos deberes nos dará la fuerza necesaria para realizarlo con perfección, y en ellos encontraremos el campo para ejercitar las virtudes sobrenaturales y las virtudes humanas.
2. También se nos manifiesta la voluntad de Dios en aquellas cosas que Él permite, y que son, para nuestro bien, pues todo contribuye al bien de los que aman a Dios (Rm 8, 28). Hay una providencia que se oculta detrás de cada acontecimiento: todo está ordenado y dispuesto para que sirva mejor a la salvación de cada uno.
3. El cumplimiento de la voluntad de Dios es el más seguro guía del cristiano. Esta voluntad divina, que se va manifestando a lo largo de la vida, puede cumplirse de formas diversas: con resignación (un mero doblegarse al querer de Dios, como algo que no tiene otro remedio), aceptándola (supone ya una adhesión más profunda y meditada), con conformidad (querer lo que Dios quiere, porque, aunque no se ve, se sabe que Él quiere lo mejor para nosotros), con pleno abandono: es la entrega completa del hombre a los planes divinos, confiando siempre y en todo en Dios, sin dejar de poner por su parte todos los esfuerzos necesarios. En nuestra vida puede haber momentos de lucha más intensa, quizá de oscuridad y de dolor profundo, en que cueste más aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús, especialmente en la Pasión, nos señala cómo hemos de proceder en esos momentos: hemos de abrazar la Voluntad divina sin poner límite ni condiciones y en una oración perseverante.
4. El abandono en Dios lleva consigo una confianza sin límites en Él. Se ve a Dios como un Padre providente en todos y cada uno de los momentos de la existencia, también en la cruz y en la tribulación.
Consecuencia del abandono en la voluntad divina es la paz y la alegría en todas las circunstancias y momentos de la vida. El alma se llena también de una especial fortaleza contra las tentaciones y dificultades.
La Virgen es la criatura más cercana a Dios por su Maternidad, y también la más cercana por el fidelísimo cumplimiento de los planes divinos.

Citas de la Sagrada Escritura

Jesús le dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra. Jn 4, 34
Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta. Hb 12, 2
Por esto, no seáis insensatos, sino sabed cuál es la voluntad del Señor. Ef 5, 17
Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Lc 22, 42
Por esto, también desde el día en que tuvimos esta noticia, no cesamos de orar y pedir por vosotros; para que seáis llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia espiritual. Col 1, 9
No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Mt 7, 21
Ese siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparo ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. Lc 12, 47
Y el mundo pasa, y también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1Jn 2, 17
Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será semejante al varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Mt 7, 24
¡Ah! si hubieses atendido a mis mandamientos, tu paz sería como un río, y tu justicia como las olas del mar. Is 48, 18
Quien me escuche vivirá tranquilo, seguro y sin temor de mal. Pr 1, 33
Los que cumplen la voluntad de Dios son los verdaderos parientes de Nuestro Señor: Mt 12, 50; Mc 3, 35; Lc 8, 19-21
Nuestro Señor bajó del cielo para cumplir la voluntad 4e su Padre: Jn 6, 38
Cómo Pablo conoce y cumple su voluntad divina: Hch 20, 22-25; Hch 21, 13-14
La voluntad divina es inmutable: 2Co 1, 18-22
No debemos buscar agradar sino a Dios: Ga 1, 10-16
Cómo hay que cumplir esta santa voluntad: Flp 2, 14-15
Las órdenes que nos son dadas por nuestros superiores representan la voluntad de Dios respecto de nosotros: Col 3, 22-24
Cómo los Sagradas Escrituras nos revelan esta santa voluntad: 2Tm 3, 16-17
Cómo cumplió Nuestro Señor la santa voluntad de su Padre: Flp 2, 8; Hb 10, 7-9

El cumplimiento de la voluntad de Dios, camino cierto de salvación y de felicidad

5605 El corazón del hombre camina derecho cuando va de acuerdo con la voluntad divina (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., 142).

5606 La verdadera prueba del hombre no es el gusto de la oración, sino la paciencia de la tribulación, la abnegación de sí mismo y el cumplimiento de la divina voluntad, aunque para todo esto aprovecha grandemente así la oración como los gustos y consolaciones que en ellas se dan (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación 2, 5).

5607 Si fuésemos capaces de guardar los mandamientos, iríamos mejor nosotros e iría también mejor el mundo (JUAN PABLO I, Aloc. 6-IX-1978).

5608 Pierde ella su regalo, y lo tiene por bien perdido, porque no se acuerda de su contento, sino en cómo hacer más la voluntad del Señor, y así es en la obediencia. Sería recia cosa que nos estuviese claramente diciendo Dios que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiésemos, porque estamos más a nuestro placer (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 5).

5609 Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: "Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga". Este es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes del exilio, 1-3).

5610 Esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra alegría (Epístola de Bernabé, 2).

5611 Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios (SAN BERNARDO, Sermón 5).

5612 ¿De dónde procede esta inquietud general de los espíritus, sino de un cierto disgusto que sentimos hacia la sujeción, y una bajeza de espíritu que nos hace pensar que cada uno está mejor que nosotros? Pero todo es lo mismo: el que no está plenamente resignado, vuélvase donde se vuelva, no hallará reposo. Los que tienen fiebre no encuentran ningún lugar cómodo, apenas duran quince minutos en una cama y ya querrían otra; y no es defecto de la cama sino de la fiebre que los atormenta. Una persona que no tiene fiebre pasa bien con todo, con tal que Dios sea servido no se preocupa de la dignidad en que Dios lo emplea: con tal de hacer la voluntad divina, todo le es igual (SAN FRANCISCO DE SALES Carta a la Presidente Brulart, 13-X-1604).

5613 Porque cuando el cuerpo sigue las inspiraciones del espíritu, de la misma manera que la tierra se somete al cielo, dejamos de padecer (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 374).

5614 El camino del Reino de los cielos es la obediencia a la voluntad de Dios, no el repetir su nombre (SAN HILARIO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 449).

5615 Aceptemos sin miedo la voluntad de Dios, formulemos sin vacilaciones el propósito de edificar toda nuestra vida de acuerdo con lo que nos enseña y exige nuestra fe. Estemos seguros de que encontraremos lucha, sufrimiento y dolor, pero, si poseemos de verdad la fe, no nos consideraremos nunca desgraciados: también con penas e incluso con calumnias, seremos felices con una felicidad que nos impulsará a amar a los demás, para hacerles participar de nuestra alegría sobrenatural (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 97).

5616 Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Antes de llegar al cielo nos enseña a hacer de la tierra cielo con estas palabras: Hágase tu voluntad [...] (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 359).

5617 (No se haga mi voluntad, sino la tuya). Esta voz de la cabeza es la salvación de todo el cuerpo; esta voz enseña a todos los fieles, enciende a los confesores, coronó a todos los mártires (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 58).

5618 ¿Quiénes son los rectos de corazón? Los que quieren lo que Dios quiere [...]. No quieras torcer la voluntad de Dios para acomodarla a la tuya; corrige en cambio tu voluntad para acomodarla a la voluntad de Dios (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 93).

5619 La perfección consiste en hacer Su voluntad, en ser lo que El quiere que seamos (SANTA TERESA DE LISIEUX, Manuscritos autobiográficos).

Dios quiere lo mejor para nosotros, aunque, en ocasiones, no lo entendamos. "Dios sabe más"

5620 Dios sabe más. Los hombres entendemos poco de su modo paternal y delicado de conducirnos hacia El (A. DEL PORTI LLO, en la presentación de "Amigos de Dios").

5621 [...] si el Creador cuida de todos –incluso de sus enemigos–, ¡cuánto más cuidará de sus amigos! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 305).

5622 Este es nuestro engaño, no dejarnos del todo a lo que el Señor hace, que sabe mejor lo que nos conviene (SANTA TERESA, Vida, 6, 3).

5623 Cualquier cosa que te suceda recíbela como un bien, consciente de que nada pasa sin que Dios lo haya dispuesto (Epístola de Bernabé, 19).

5624 Son dignos, ciertamente, de alabanza los designios de Dios, que inflige a los suyos unos castigos temporales para preservarlos de los eternos, que hunde para elevar, que corta para curar, que humilla para ensalzar (SAN PEDRO DAMIÁN, Cartas, 8).

5625 Si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

5626 El Señor conoce mejor que el hombre lo que conviene en cada momento, lo que ha de otorgar, añadir, quitar, aumentar, disminuir, y cuándo lo ha de hacer (SAN AGUSTÍN, Epístola 138).

5627 Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza (SAN CIPRIANO Trat. sobre la muerte, 18, 24).

5628 (Pone en labios de Cristo las siguientes palabras): "No es la voluntad del hombre, sino mi voluntad, la que obra en ellos y en ti [...]. Mi voluntad no quiere más que vuestro bien, y cuanto doy o permito, lo permito y lo doy para que consigáis vuestro fin, para el cual os crié" (SANTA CATALINA DE SIENA, El Diálogo, 2, 6).

Abandono en Dios

5629 Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor así
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes,
Vuestra, pues me redimistes,
Vuestra, pues me sufristes,
Vuestra, pues me llamastes,
Vuestra, pues me conservastes,
Vuestra, pues no me perdí
¿Qué mandáis hacer de mí? [...].
Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí
¿Qué mandáis hacer de mí? [...]
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí (SANTA TERESA. Poesías, 5).

5630 Como gente que tiene dormida la fe, no van adelante con la consideración, ni se acuerdan que es Dios el que así lo ordena, para dejarlo todo en sus manos (SANTA TERESA, Fundaciones, 20, 3).

5631 Cada uno entienda que el fin de todos estos ejercicios y de toda la vida espiritual es la obediencia de los mandamientos de Dios y el cumplimiento de la divina voluntad, para lo cual es necesario que muera la voluntad propia, para que así viva y reine la divina, pues es tan contraria a ella (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 5).

5632 Acto de identificación con la Voluntad de Dios: ¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 762).

5633 Renunciar a la propia vida significa no buscar nunca la propia voluntad, sino la voluntad de Dios, y hacer del querer divino la norma única de la propia conducta (SAN GREGORIO DE NISA, Sobre la conducta cristiana).

5634 Basta decir con verdadera determinación: fiat voluntas tua: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiéredes. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy; no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos mi voluntad, no es razón falte por mi parte [...]; pues El me lo pidió, disponed en mi como en cosa vuestra conforme a vuestra voluntad (SANTA TERESA, C. de perfección, 32, 10).

5635 Finalmente [...], de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza (SANTO TOMÁS MORO, Carta escrita en la cárcel a su hija Margarita).

5636 Nuestra conformidad con la voluntad divina debe ser entera, sin reserva y constante. Esta es la cima de la perfección, y a ella, repito, deben tender todas nuestras acciones, todos nuestros deseos, todas nuestras oraciones (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Práctica del amor a Jesucristo, 13).

5637 ¿Qué quieres que haga? Palabra breve, pero muy llena, viva y eficaz, y digna de ser atendida. ¡Qué pocas personas se encuentran en esta disposición de obediencia perfecta, que hayan renunciado a su voluntad hasta el punto de que su mismo corazón no les pertenezca! Se encuentran muy pocos que en cada momento busquen, no lo que ellos en particular quieran, sino lo que Dios quiera, y que le digan: ¿Qué quieres que haga?, o estas palabras de Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha (1S 3, 10) (SAN BERNARDO, Sermón 1, sobre la conversión de S. Pablo).

5638 Un acto de perfecta conformidad con la voluntad divina basta para hacer un santo. Ved a Saulo: cuando él avanza como perseguidor de la Iglesia, Jesucristo le ilumina y lo convierte. ¿Qué hace Saulo? ¿Qué dice? Sólo una cosa, se ofrece a la voluntad de Dios: Señor, ¿qué quieres que haga? (Hch 9, 6). Y en seguida el Señor le proclama vaso de elección y apóstol de las naciones (Hch 9, 15) (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, La conformidad con la voluntad de Dios).

5639 En lo que está la suma perfección claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos [...], sino en estar nuestra voluntad tan conforme a la Voluntad de Dios, que ninguna cosa entendamos que no quiera, que no la queramos con toda nuestra voluntad (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 10).

Cumplimiento de la voluntad de Dios en los pequeños deberes de cada día

5640 No hay que llevar la cruz de los demás, sino la propia; y para llevar cada uno la suya, nuestro Señor quiere que cada cual renuncie a sí mismo, es decir, a su propia voluntad. Preferiría esto o aquello; estaría mejor aquí o allí: son tentaciones. Nuestro Señor sabe muy bien lo que hace: hagamos lo que quiere, continuemos donde nos ha puesto (SAN FRANCISCO DE SALES, Carta a la Presidente Brulart, 13-X-1604).

5641 Hay que abrir los ojos, hay que saber mirar a nuestro alrededor y reconocer esas llamadas que Dios nos dirige a través de quienes nos rodean (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 146).

5642 Vuestra reverencia tenga paciencia. Pues le ha dado el Señor tanto deseo de padecer, alégrese de cumplirle en eso, que ya entiendo no es pequeño trabajo. Si hubiésemos de andar a escoger los que queremos y dejar los otros, no sería imitar a nuestro Esposo, que con sentir tanto en la oración del Huerto su Pasión el remate era: Fiat voluntas tua. Esta voluntad hemos menester hacer siempre, y haga El lo que quisiere de nosotros (SANTA TERESA, Carta 287 a la M. María de San José).

Amor a Dios y cumplimiento de su Santa Voluntad

5643 Es señal manifiesta de amor la prontitud en la observancia de los mandamientos de Dios (SANTO TOMÁS, Sobre la caridad, l.c., 203).

5644 Dame, Señor, lo que me mandas, y manda lo que quieras (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 10, 29).

5645 Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo. Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y le recibimos en nuestra casa cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya (SAN BEDA, Hom. 21).

5646 Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por estiércol por ganar a Cristo; y verdaderamente es sabio aquel que hace la voluntad de Dios y deja la suya (Imitación de Cristo, 1, 4, 2).

5647 Y ya que las fiestas se han de celebrar con alegría, los que aman al Crucificado procurarán celebrar esta fiesta de la cruz sufriendo en silencio, con un rostro alegre y sereno, de tal manera que quede oculta a los hombres y conocida sólo de Aquel que es el sumo bien. En esta fiesta se celebran continuamente solemnes banquetes, en los que el alimento es la voluntad divina, según el ejemplo que nos dejó nuestro Amor crucificado (SAN PABLO DE LA CRUZ, Carta 1).

5648 El primer grado de la contemplación, amados hermanos, consiste en considerar atentamente cuál sea la voluntad del Señor y qué es lo acepto a sus ojos (SAN BERNARDO, Sermón 5).

5649 Jesús, lo que tú "quieras"... yo lo amo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 773).

5650 Si nosotros, pues, deseamos agradar enteramente al corazón de Dios, procuremos no solamente conformarnos en todo a su santa voluntad, sino aún más, uniformamos a ella, si se me permite hablar así. La palabra "conforma " quiere decir que nosotros unimos nuestra voluntad a la de Dios, pero "uniformar" significa más, que de dos voluntades hacemos una, de tal manera que solamente queremos lo que Dios quiere, que solamente permanece la voluntad de Dios y que ella es la nuestra (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, La conformidad con la voluntad de Dios).

5651 Para honrar a Dios, someteos enteramente a su voluntad y por nada creáis que le serviréis mejor de otro modo, pues no se le sirve nunca bien, sino cuando se le sirve como El quiere (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 13, l.c., p. 647).

Frutos del abandono en Dios

5652 Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del corazón divino en lugar de la nuestra (SANTA MARGARITA M.ª ALACOQUE, Cartas).

5653 Pues quiéroos avisar y acordar qué es su Voluntad. No hayáis miedo que sea daros riquezas ni deleites ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aun viviendo (SANTA TERESA, C. de perfección, 32, 6).

5654 Los únicos frutos buenos consisten en hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, de lo cual se dignó dársenos El mismo como ejemplo (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).

5655 Toda la pretensión de quien comienza oración –y no se olvide, que esto importa mucho– ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conforme a la de Dios [...] Y en esto consiste la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor, y más adelante estará en el camino (SANTA TERESA, Moradas segundas, 8).

5656 La paz del cristiano proviene de estar unido a la voluntad de Dios (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 9, en la Natividad del Señor).

5657 La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz.-Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 758).

Aprender de la Virgen

5658 ¿ Qué hombre no lloraría, si viera a la Madre de Cristo en tan atroz suplicio? Su Hijo querido... Y nosotros lejos, cobardes, resistiéndonos a la Voluntad divina. Madre y Señora mía, enséñame a pronunciar un si que, como el tuyo, se identifique con el clamor de Jesús ante su Padre: non mea voluntas... (Lc 42): no se haga mi voluntad, sino la de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Vía Crucis, p. 43).