Catena Áurea

1 2 3 4 5 6 7 8 Cap. 9   10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
  ←   Mt 9, 1-8   →  

Subió Jesús en una barquilla, atravesó el lago y llegó a la ciudad. Presentáronle aquí a un hombre paralítico postrado en cama: y Jesús al verle, le dijo: "confía, hijo, tus pecados te son perdonados". Entonces algunos de los fariseos dijeron en su interior: "este hombre blasfema". Y como viese Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué cosa es más fácil decir, te son perdonados tus pecados, o levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo entonces al paralítico: levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa". Y se levantó y se fue a su casa. Las turbas al ver este prodigio, se llenaron de temor y dieron gracias a Dios, que dio tal poder a los hombres. (vv. 1-8)


San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
Cristo manifestó su poder a través de la enseñanza. El dejó consignado que tenía poder de muchas maneras. Mediante el leproso, cuando le dijo: "quiero, sé sano". Por medio del Centurión, cuando le dijo a Jesús: "di una sola palabra y mi siervo quedará sano". Por medio del mar, que con sólo una palabra calmó. Por medio de los demonios que lo confesaron. Finalmente, de un modo más grande, cuando obligó a sus enemigos a confesar que Jesús era igual al Padre en dignidad. Y para demostrar más aún su poder, continúa: "Y subiendo Jesús en la navecilla, atravesó el lago y llegó a la ciudad". Podía Jesús atravesar el mar a pie y sin embargo lo atraviesa en una navecilla, a fin de que sus milagros continuos no pusieran en duda la verdad de su Encarnación.

Crisólogo, sermón 50
El Creador de todas las cosas, el Señor de toda la tierra, desde el momento en que por nosotros se encerró en los límites de nuestra propia carne, tomó una patria entre los hombres, se hizo ciudadano de una ciudad de Judea, tuvo padres, a pesar de ser el Padre de todos los padres. Todo con el objeto de atraer por la caridad a todos aquellos que se habían alejado de El por el temor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
Llama aquí el evangelista a Cafarnaúm la ciudad propia de Jesús. Porque Belén fue la ciudad de su nacimiento, Nazaret aquella donde se crió y Cafarnaúm su residencia habitual.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 25
Si la ciudad que San Mateo llama ciudad del Señor y San Marcos dice que es Cafarnaúm San Mateo dijera que era Nazaret, se presentaría una especie de contradicción o dificultad de difícil solución. Pero aun así, no habría tal dificultad, porque así como la extensión del imperio romano, compuesto de regiones muy diversas, está comprendida y se designa con la palabra ciudad romana, la misma Galilea se puede llamar ciudad de Cristo, porque en ella está situada Nazareth. ¿Y quién dudaría que está bien dicho afirmar que Jesús, al venir a Galilea, vino a su ciudad, aun cuando hubiera ido a cualquier ciudad situada en Galilea? Tanto más, cuanto que Cafarnaúm 1 era población principal y como una urbe Galilea.

San Jerónimo
Por las palabras su ciudad debe entenderse la ciudad de Nazaret y de aquí el nombre de Nazareno, que se dio a Jesús.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 25
Según esta interpretación no podemos menos que admitir que San Mateo omitió todas las cosas que Jesús hizo en su ciudad y sólo da principio a la narración desde que Jesús llegó a Cafarnaúm, por la curación del paralítico. En efecto, con frecuencia suelen omitirse muchos hechos intermedios y tomar como punto de partida de la narración un hecho que está enlazado con otros anteriores, aunque sin marcar su enlace o transición. Un ejemplo de esta manera de escribir lo tenemos en el pasaje del evangelista: "Y le presentaron un paralítico postrado en cama".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
El paralítico de que se trata aquí, no es el paralítico de que habla San Juan (cap. 5). Este, en efecto, estaba en la piscina y el primero en Cafarnaúm; el paralítico del que habla San Juan no tenía criados y el paralítico del que aquí hablamos tenía personas que le cuidaban y le condujeron a Jesús.

San Jerónimo
Le condujeron postrado en cama, porque le era imposible andar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
No siempre exigió Jesús la fe a los enfermos, por ejemplo, a los locos o a los de otra manera imposibilitados por la enfermedad. Por eso se dice en el Evangelio: "Al ver Jesús la fe de aquellos".

San Jerónimo
No del que era presentado, sino de los que le presentaban.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
O también: era grande la fe de este enfermo, porque si él no hubiera creído no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo, según expresión de otro evangelista ( Mc 2, 1-11 y Lc 5, 17-18).

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
Jesús hizo brillar su gran poder, perdonando los pecados ante una gran fe. Por eso dijo al paralítico: "Confía, hijo, tus pecados están perdonados".

Juan Epíscopo
¡Tanto la fe personal, cuanto la de otros valen para Dios, a fin de salvar el interior y el exterior del hombre! Escucha el paralítico su perdón, se calla y no da las gracias a Jesús, porque se cuidaba más del cuerpo que de su espíritu. Por esta razón advirtió Jesús la fe de los que conducían al paralítico y no la mezquindad de éste.

San Jerónimo
¡Oh admirable humildad! Jesús llama hijo al que se encuentra despreciado, sin fuerzas y con los miembros dislocados, al que hasta los mismos sacerdotes se desdeñaban tocar. Y con razón le llama hijo, porque le están perdonados los pecados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
Los escribas, al tratar de difamar a Jesús, contribuyeron, a pesar suyo, a hacer brillar con su envidia el prodigio de Jesús, que se valió de la misma hipocresía de los escribas para hacer resaltar más el milagro del paralítico. Propio es de la infinita sabiduría de Cristo valerse de sus mismos enemigos para hacer patente su poder. Por eso dice: "He aquí que algunos de los escribas dijeron en su interior: Este blasfema".

San Jerónimo
Se lee en el profeta: Yo soy el que borro todas vuestras maldades ( Is 43, 25). Apoyados en estas palabras los escribas, que miraban a Jesús como a un simple hombre y no comprendían las palabras de Dios, acusaron a Jesús del crimen de blasfemia. Pero Jesús, que comprendía sus pensamientos se muestra como Dios y les dirige las siguientes palabras, que traducen perfectamente su silencio: Con el mismo poder con que penetro vuestros pensamientos puedo perdonar a los hombres sus maldades; comprended ahora cuanto hice con el paralítico. De aquí se deduce como consecuencia lo que dijo Jesús, que al ver las intenciones de los escribas, exclamó: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?"

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 1
Jesús no destruyó las sospechas de los fariseos que pensaban que sus palabras las había dicho realmente como Dios. Si El no fuera igual al Padre hubiera dicho: "estoy muy lejos de tener poder para perdonar los pecados". Pero no es así, sino que afirma todo lo contrario con sus palabras y sus milagros. Por eso añade: "¿qué es más fácil decir: te son perdonados tus pecados o levántate y anda?" Así como el espíritu es más importante que el cuerpo, así también es más importante perdonar los pecados que sanar el cuerpo. Y arguye más poder a la salud del espíritu que a la del cuerpo puesto que este último es más visible y más reducido el círculo de sus operaciones y el espíritu es menos visible y sus operaciones más elevadas.

San Jerónimo
Sólo el que podía perdonar los pecados, puede saber si efectivamente el paralítico quedó perdonado. Tanto el que andaba como los que le veían andar, pueden dar testimonio de las palabras: "Levántate y anda". Aunque el poder de sanar el cuerpo y el de perdonar los pecados sea realmente uno mismo, sin embargo, entre el decir y el hacer hay gran diferencia. El milagro, que se verifica en el cuerpo, no es más que un símbolo del que se opera en el espíritu. Por eso se lee: a fin de que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra de perdonar los pecados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 2
Jesús no dijo al paralítico: te perdono los pecados, sino tus pecados te son perdonados. Pero, al resistirse los fariseos a creer en El, Jesús les presentó su gran poder, diciéndoles que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados y, por consiguiente, que era igual al Padre. Puesto que el Hijo del hombre no necesitaba del poder de otro para perdonar los pecados, los perdonaba con el suyo propio.

Glosa
Las palabras "para que sepáis" pueden ser de Cristo, o del evangelista; como si el evangelista dijera: los mismos (los fariseos) dudaban que él (Jesús) perdonase los pecados; "pues a fin de que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados, dice al paralítico". Si se supone, por el contrario, que fueron dichas por Cristo, entonces el sentido es éste: vosotros dudáis que yo puedo perdonar los pecados; pues a fin de que sepáis que el Hijo del hombre, etc. Pero esta última oración está incompleta. Sin embargo el hecho está, porque lo que falta está sobreentendido y viene a ser como consecuencia de estas palabras: "dijo Jesús al paralítico: levántate y toma tu lecho".

Juan Epíscopo
A fin de que el testimonio de su enfermedad sirviera de argumento de su salud, dice al paralítico: marcha a tu casa, para que alcanzando la salud por la fe en Cristo no perseverara en la perversidad de los judíos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29, 3
Le da este mandato para que no se tenga por una simple ilusión lo que con él acababa de acontecer. Por eso añade: Y se levantó y se marchó a su casa, cuyas palabras demuestran la verdad del milagro. Sin embargo, los hombres que presenciaron este hecho no le daban la verdadera interpretación. Por eso dice: "y al ver esto las turbas", etc. Porque si la idea que tenían de Jesús hubiera sido la verdadera, hubieran comprendido que era Hijo de Dios. Ellos no quisieron creer que Jesús era superior a todos los hombres y que era Hijo de Dios.

San Hilario, in Matthaeum, 8
Jesús, en sentido místico, lanzado de la Judea, regresa a su ciudad. La ciudad de Dios es la reunión de los fieles y Jesucristo entró en esta ciudad conducido por la nave, es decir, por su Iglesia.

Juan Epíscopo
No necesitó Cristo de la nave, sino que la nave necesita de Cristo porque jamás sin un piloto divino hubiera podido la nave de la Iglesia arribar al puerto del cielo.

San Hilario, in Matthaeum, 8
En el paralítico están representadas todas las gentes que necesitan presentarse al médico para curarse por el ministerio de los ángeles. Son llamadas hijos, porque son obra de Dios y se les perdonan los pecados que la ley no podía perdonar, porque la fe justifica. Luego presenta la figura de la resurrección y nos dice que retirado el lecho, el cuerpo queda sin ninguna enfermedad.

San Jerónimo
En sentido figurado, se dice con frecuencia que el alma que no obra sobre el cuerpo por haber perdido todas sus virtudes, se presenta al Señor, doctor perfecto, para que la cure.

San Ambrosio, in Lucam, 5
Debe presentar a todo enfermo quien se interese por alcanzar su salud, reformar los malos pasos de su conducta con la palabra divina, dar buenos consejos a la mente y a pesar de tener la endeble cubierta exterior del cuerpo elevarla a las cosas sublimes.

Juan Epíscopo
No busca el Señor en este mundo la voluntad de los insensatos sino que mira la fe de los otros, así como el médico no hace caso de lo que quiere el enfermo y atiende sólo a lo que exige la enfermedad.

Rábano
El levantarse significa la abstracción completa del espíritu de los deseos carnales: el tomar su lecho la separación del espíritu de las aspiraciones terrenales para convertirlas en espirituales; el ir a su casa, volver al paraíso o a la vigilancia sobre sí mismo para no caer en pecado.

San Gregorio Magno, Moralia, 23
El lecho significa los placeres de los sentidos, por eso se manda que el que está sano cargue con todo aquello en que permaneció cuando estuvo enfermo. Porque sólo el que se recrea en los vicios sigue enfermo con los placeres de la carne. Pero este que sanó, luego padece las afrentas de aquella misma carne, en cuyos placeres descansaba antes.

San Hilario, in Matthaeum, 8
Al ver esto las turbas se llenaron de temor; la causa de este gran temor, no era otra que el morir antes de obtener de Cristo el perdón de los pecados, sin el cual nadie puede entrar en la mansión eterna. Luego que cesó este temor glorificaron a Dios, que por medio de su Palabra dio a los hombres el poder de perdonar los pecados, de resucitar los cuerpos y de volver al cielo.

Notas

1. Cafarnaúm es una ciudad de Galilea junto al lago de Tiberíades. Por ser ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes Antipas y de Filipo había en ella una aduana. Dada su importancia contaba también con una guarnición romana al mando de un centurión.

  ←   Mt 9, 1-8   →  
1 2 3 4 5 6 7 8 Cap. 9   10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
Catena Aurea