Catena Áurea
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Prefacio Lc 1, 1-4
Entre los demás misterios de la Encarnación que el profeta Isaías vaticina con diligencia y claridad, dice: Vestiré los cielos de tinieblas, y les pondré un saco por cubierta. Dios me ha dado una lengua erudita para que sepa alentar con mi palabra al abatido. Despiértame temprano; al amanecer aviva mi oído para oírle como maestro (Is 50, 3ss). Por cuyas palabras podemos conocer la materia del Evangelio según San Lucas, el modo de escribir, el fin y la condición del escritor.
San Agustín, De cons. Evang., lib. 1, cap. 2 y 6
Parece que San Lucas se ocupó más singularmente de la descendencia sacerdotal del Señor y de su persona. Por eso se le simboliza en el toro, víctima principal que ofrece el sacerdote.
San Ambrosio, Praefat. in Lucam
El toro es la víctima sacerdotal: así está bien representado por el toro este libro del Evangelio, que empezó por los sacerdotes y terminó por el toro que, tomando sobre sí los pecados de todos, fue inmolado por la vida de todo el mundo. Y San Lucas desenvuelve esta inmolación del toro en una relación más extensa.
Glosa
Como San Lucas se propone principalmente exponer la Pasión de Cristo, la materia de este Evangelio puede significarse por aquello que se dice: "Vestiré los cielos de tinieblas y les pondré un saco por cubierta". Pues a la letra, en la Pasión de Cristo, las tinieblas se hicieron, y la fe se oscureció en los discípulos.
San Jerónimo, sup. Isai., cap. 53
Y Jesucristo era despreciado y cubierto de ignominia cuando pendía de la cruz, y su rostro fue velado y deshonrado, a fin de que el poder divino se ocultase bajo el cuerpo humano.
San Jerónimo
El lenguaje de San Lucas, tanto en su Evangelio como en los Hechos Apostólicos, es muy elegante y participa de la elocuencia del mundo. Por lo que añade: "Dios me ha dado una lengua erudita".
San Ambrosio, ut sup
Aunque la Escritura divina prescinde del arte de la mundana sabiduría, porque se apoya más en la ampulosidad y vano aparato de las palabras, que en la razón de las cosas, sin embargo, si alguno busca modelos que imitar, en las Sagradas Escrituras los encontrará. San Lucas, en efecto, siguió cierto orden histórico y nos reveló muchos milagros obrados por el Señor, de suerte que su historia encierra todos los prodigios de sabiduría del Evangelio. ¿Qué cosa hay superior a la sabiduría natural, que el que se haya revelado que el Espíritu Santo ha sido también creador de la Encarnación del Señor? En el mismo libro enseña los preceptos morales, es decir, de qué modo debo amar al enemigo ( Lc 6, 27.32.35). Y también preceptos racionales, como cuando leo: "El que es fiel en las cosas pequeñas, lo es también en las grandes" ( Lc 16, 10).
San Eusebio, Hist. ecl., lib. 3, cap. 4
Este, pues, de nación antioqueno, de profesión médico, según la medicina que había aprendido al estar en compañía de los apóstoles y escucharlos, nos dejó dos libros medicinales, no para curar los cuerpos sino la vida.
De donde prosigue: "Para que yo sepa sostener con la palabra al abatido".
San Jerónimo, sup. Isaiam, cap. 50
Dice haber recibido del Señor la palabra para sostener y atraer a la salvación al pueblo abatido y extraviado.
Expositor Griego
Siendo San Lucas de buen carácter y de gran capacidad, adquirió la ciencia de los griegos. Dado que, dominando perfectamente la gramática y la poesía, alcanzó con toda perfección la retórica y el arte de persuadir, y no careció de los dones de la filosofía; y finalmente, aprendió la medicina, y habiendo gustado de la sabiduría humana bastante, la actividad de su naturaleza aspiró a una sabiduría más elevada. Corrió, pues, hacia Judea, y se acercó a (la Iglesia de) Jesucristo para ver y oír (su doctrina). Y una vez que hubo conocido la verdad, se hizo verdadero discípulo de Jesucristo, permaneciendo mucho tiempo con el Maestro.
Glosa
Por eso se dice: "Despiértame al amanecer (como desde la juventud por la sabiduría del mundo). Dispón mi oído por la mañana (para las cosas divinas), a fin de que escuche al maestro, esto es, al mismo Cristo.
San Eusebio, Hist. ecl., ut sup
Dicen que escribió su Evangelio bajo el dictado de San Pablo, así como San Marcos había escrito el suyo según lo que había oído predicar a San Pedro.
San Juan Crisóstomo, sup. Matth., homil. 4
Cada uno de los dos imitó a su maestro. El uno, como San Pablo, fluyendo como los ríos. El otro, como San Pedro, conciso en sus discursos.
San Agustín, De cons. Evang., lib. 4, cap. 8
Escribieron en un tiempo en el cual alcanzaron la aprobación, no sólo de la Iglesia de Jesucristo, sino también de los mismos apóstoles, que aun vivían. Basten estos preliminares.