Catena Áurea
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← Lc 9, 1-6 →
Y llamando Jesús a los doce Apóstoles, les dio virtud y potestad sobre los demonios, y para que curasen enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar los enfermos. Y les dijo: "No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas; y en cualquier parte que entrareis, allí permaneced, y no salgáis de allí. Y si no os recibieren, al salir de aquella ciudad, sacudid aun el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos". Y habiendo salido, iban de pueblo en pueblo predicando el Evangelio y curando por todas partes. (vv. 1-6)
San Cirilo
Convenía que los que habían sido constituidos en ministros de las sagradas doctrinas pudiesen hacer milagros para que por ellos se conociese que eran ministros de Dios. Por ello dice: "Y llamando a los doce Apóstoles, les dio virtud y potestad sobre todos los demonios", etc. Con lo que desarmó la alta arrogancia del diablo, que decía alguna vez: "No hay quien pueda contrariarme" ( Is 50, 8).
Eusebio
Y para que puedan ganarse a todos los hombres, no sólo les da el poder para arrojar los espíritus malos, sino también para que curen cualquier enfermedad en su nombre. De donde sigue: "Y para que sanen las enfermedades".
San Cirilo
Observa aquí que el divino poder del Hijo es superior a la naturaleza humana. Los santos tenían facultad para hacer milagros, no por su naturaleza, sino por la virtud del Espíritu Santo. Además, no podían conceder a otros este poder, porque ¿cómo una naturaleza creada podría tener dominio sobre los dones del Espíritu? Pero nuestro Señor Jesucristo, como es Dios por naturaleza, concede esta gracia a quien quiere, no invocando sobre ellos la virtud ajena, sino infundiendo la de su propio tesoro.
Crisóstomo in Mat. hom. 32
Después que se hubieron fortificado con su trato y adquirieron la competente prueba de su virtud, los envió. Por ello sigue: "Y los envió a predicar el reino de Dios". Con esto no se les confía algo material, como se había confiado a los profetas, que ofrecían la tierra y las cosas terrenas; mas éstos el reino de los cielos y cuanto en él se contiene.
San Gregorio Nacianceno
Enviando a los discípulos a predicar, el Señor les inculcó muchas cosas, cuyo compendio es que sean tan virtuosos, tan constantes y modestos, y (para decirlo brevemente) tan celestiales, que la doctrina evangélica no se propague menos con su modo de vivir que con la palabra. Y por ello son enviados sin dinero, sin báculo y con un solo vestido. En razón a lo que añade: "Y les dice: No llevéis nada para el camino, ni báculo, ni", etc.
Crisóstomo in Mat. hom. 33
Con esto proveía a muchas cosas. En primer lugar, hacía que sus discípulos no fuesen sospechosos; en segundo lugar, los exoneraba de todo cuidado, para que se consagrasen en absoluto a la divina palabra; en tercer lugar, les enseñaba su propia virtud. Pero acaso diga alguno que las demás cosas tienen su razón de ser. Pero no llevar alforja en el camino, ni tener dos túnicas, ni báculo, ¿a qué conduce? Quería alentarlos a toda diligencia, y (por decirlo así) hacía ángeles de hombres, separándolos de todos los cuidados de la vida, para que se fijen sólo en un cuidado, en el de predicar la doctrina.
Eusebio
Les hizo esta recomendación para sustraerlos de todo apego terreno y de todas las solicitudes de la vida. Fiaba en la experiencia de la fe y el celo que de ellos tenía, que no rehusarían el precepto de llevar una vida de extrema pobreza. Convenía que ellos hiciesen cierta compensación, y que recibiendo virtudes saludables, las pagasen con la obediencia a los mandamientos. Y haciéndolos milicia del reino de los cielos, los dispuso para la pelea contra los enemigos, aconsejándoles la práctica de la pobreza. Ninguno que se consagre al Señor debe mezclarse en los negocios seculares ( 2Tim 2, 4).
San Ambrosio
Cómo debe ser quién evangeliza el reino de Dios, se designa en los mismos preceptos evangélicos. Es decir, que no busque el auxilio de los socorros humanos y que, adhiriéndose por entero a la fe, viva convencido de que, cuanto menos busque estos apoyos, más los hallará a mano.
Teofilacto
Así, pues, los envía como mendigos, no queriendo que lleven ni panes, ni cosa alguna de las que muchos necesitan.
San Agustín, de cons. evang. 2, 30
El Señor no quiso que sus discípulos poseyesen, ni llevasen cosa alguna de éstas. No porque no sean necesarias para el sostenimiento de la vida, sino que los enviaba así para demostrar que estas cosas debían serles suministradas por aquellos a quienes anunciasen el Evangelio. Y así seguros, no se cuidasen de poseer, ni de llevar lo necesario a esta vida, ni mucho ni poco. Por eso dijo, según San Marcos: "Sino un bastón" ( Mc 6, 8), manifestando así que los fieles debían proveer a sus ministros de todo lo necesario, pero no de lo superfluo. Con el emblema de la vara significó esta potestad, cuando dijo: "Nada toméis, en el camino, sino un báculo tan sólo".
San Ambrosio
Los que quieren, pueden interpretar esto en el sentido de que el pasaje describe sólo el estado espiritual de quien se ha despojado, por decirlo así, del vestido del cuerpo -no sólo desechando la potestad y despreciando las riquezas- sino también renunciando a los placeres de la carne.
Teofilacto
Algunos entienden aquello de que los apóstoles no deben llevar ni alforja, ni báculo, ni tener dos túnicas, en el sentido de que no deben atesorar (lo que se da a entender con la alforja, donde se reúnen muchas cosas), ni que deben ser iracundos ni de espíritu triste (lo que significa el báculo), ni que deben ser falsos ni de corazón lleno de dobleces (lo que significan las dos túnicas).
San Cirilo
Pero alguno dirá: ¿De dónde sacarían los apóstoles lo necesario para vivir? Y por esto el Señor añade: "Y en cualquier casa que entréis, allí permaneced, y no salgáis de allí". Como diciendo: que os baste el fruto de los discípulos, los cuales, recibiendo de vosotros las cosas espirituales, ya procurarán de que nada os falte. Los mandó que permaneciesen en una sola casa, para que no sirvan de gravamen al que los hospedase (esto es, abandonándole), y para que no incurran en la nota de glotonería o de veleidad.
San Ambrosio
Dice que es impropio de un predicador del reino de los cielos el corretear por las casas y cambiar los derechos inviolables del hospedaje. Mas para que se sepa que les es debido el hospedaje, les dice también que, si no son recibidos, sacudan el polvo y salgan de la ciudad, cuando prosigue: "Y por los que no os recibieren, salid de su ciudad, y sacudid también el polvo de vuestros pies", etc.
Beda
El polvo se sacude de los pies de los apóstoles en testimonio de su trabajo empleado en venir a la ciudad y de que la predicación del Evangelio haya podido llegar hasta ellos. También se sacude el polvo porque nada reciben (ni aun lo necesario para el sustento) de los que despreciaron el Evangelio.
San Cirilo
Porque es improbable que los que desprecian la predicación saludable y al Padre de familia se muestren muy benignos con sus enviados y pidan sus bendiciones.
San Ambrosio
Enseña también que no es poca remuneración de la buena hospitalidad el que no sólo demos la paz a los huéspedes, sino que si los oprimen algunos pecados, efecto de su veleidad, queden libres de ellos, en atención a que albergaron a los predicadores apostólicos.
Beda
Los que menosprecian la palabra de Dios, o bien por su abandono mal intencionado, o bien por su mala inteligencia, deben ser abandonados, y sobre ellos debe sacudirse el polvo de los pies, para que con vanas acciones (comparables al polvo) no se manchen los pasos del alma casta.
Eusebio
Habiendo preparado el Señor a sus discípulos como si fuesen soldados de Dios, por medio de las virtudes y de los consejos más saludables -enviándolos a los judíos, como doctores y como médicos- obraban según la misión que se les había confiado. Por ello prosigue: "Y habiendo salido, iban de pueblo en pueblo predicando el Evangelio, y sanando por todas partes". Predicando como doctores y probando su doctrina con milagros.