Catena Áurea
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← Lc 8, 49-56 →
Aún no había acabado de hablar, cuando vino uno al príncipe de la sinagoga, y le dijo: "Muerta es tu hija, no le molestes". Mas Jesús, cuando oyó esto, dijo al padre de la muchacha: "No temas, cree tan solamente, y será sana". Y cuando llegó a casa no dejó entrar consigo a ninguno, sino a Pedro y a Santiago, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha. Todos lloraban y la plañían. Y El dijo: "No lloréis, no es muerta la muchacha, sino que duerme". Y se burlaban de El sabiendo que era muerta. Mas El la tomó por la mano, y dijo en alta voz: "Muchacha, levántate". Y volvió el espíritu a ella, y se levantó luego: y mandó que le diesen de comer. Y sus padres quedaron espantados, a quienes mandó que a nadie dijesen lo que habían visto. (vv. 49-56)
Crisóstomo in Mat. hom. 32
El Señor esperaba oportunamente la muerte de aquella niña para que se divulgase el milagro de su resurrección. Por esta causa anduvo más despacio y habló largamente con aquella mujer, para que expirase la hija del príncipe de la sinagoga, dando lugar a que viniese la noticia de este acontecimiento. Por esto dice: "Aún no había acabado de hablar, cuando vino uno al príncipe de la Sinagoga, y le dijo: Muerta está tu hija, no le molestes", etc.
San Agustín de cons. Evang. 2, 28
Cuando San Mateo refiere que el principe de la sinagoga dijo al Señor, no que su hija iba a morir, sino que estaba muerta; mientras que San Lucas y San Marcos dicen que no había muerto todavía, si bien añaden que vinieron en seguida a anunciar su muerte, no debe verse una contradicción. Sino que debe entenderse que San Mateo, en obsequio a la brevedad, quiso decir más bien que se pidió al Señor la gracia de que hiciese lo que se sabe que hizo, esto es, resucitar a la muerta. Atiende, no a las palabras del padre intercediendo por su hija, sino (lo que es mucho más) a su voluntad. Indudablemente si los otros dos evangelistas, o cualquiera de ellos, hubiere hecho decir al padre lo que dijeron aquellos que vinieron de la casa, a saber, que no molestase ya a Jesús porque la joven había muerto, parecería en cierto sentido que se oponían a su modo de pensar las palabras que escribió San Mateo. Pero no se lee que el mismo padre se uniese a los enviados para impedir al Maestro ir. Por esto el Señor no respondió al que desconfiara, sino que confirmó más la fe del que creía. De aquí prosigue: "Mas Jesús, cuando esto oyó, dijo al padre de la muchacha: Cree tan solamente", etc.
San Atanasio
El Señor exige la fe a aquellos que le invocan, no porque necesite de la ayuda de otros (porque El es el Señor y quien concede la fe), sino para que no se crea que dispensa sus gracias según la acepción de personas. Demuestra que favorece a los que le creen, para que no reciban sus beneficios sin fe y los pierdan por su infidelidad. Quiere que, cuando hace bien, dure la gracia, y cuando cura permanezca inconcluso el remedio.
Teofilacto
Cuando se disponía a resucitar a la muerta, alejó a todos, dándonos a entender que no tenía vanagloria y que nada hacía por ostentación. Así cuando alguno deba hacer milagros, no conviene que esté en medio de muchos, sino solitario y separado de los demás. Por esto sigue: "Y cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a ninguno, sino a Pedro y Santiago y Juan". Unicamente quiso que entraran éstos, como jefes de sus discípulos y capaces de callar el milagro. No quería, pues, que éste fuese conocido antes de tiempo, acaso por la envidia de los judíos. Así cuando alguno nos tiene envidia, no debemos manifestarle nuestras virtudes, para que no sea mayor la ocasión de su envidia.
Crisóstomo ut sup
No entró consigo a los demás discípulos, excitándolos a que tuviesen mayor deseo y también porque no estaban todavía bien dispuestos. Llevó consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, para que otros les imiten. También llevó como testigos a los padres de la niña, para que no hubiese quien dijera que el milagro de aquella resurrección era falso. Nótese también que hizo salir de la casa a los que lloraban, manifestando que no eran dignos de presenciar el milagro. Prosigue, pues: "Y todos lloraban y la plañían". Y si entonces los hizo salir, con mayor razón ahora; porque entonces todavía no era evidente que la muerte habría de ser convertida en sueño. Ninguno se burle en adelante infiriendo injuria a la victoria, por la cual Jesucristo venció a la muerte convirtiéndola en un sueño. Para probar esto, añade: "Y El dijo: No lloréis, no es muerta la muchacha, sino que duerme", etc. Manifiesta que todo le era igualmente fácil, devolverla a la vida, como despertarla de un sueño; a pesar de todo, se reían de El. Prosigue, pues: "Y se burlaban", etc. No reprendió ni reprimió la risa, a fin de que esta burla fuese un indicio de la muerte; pues como muchas veces sucede, que después de los milagros, los hombres continúan siendo incrédulos, los previene con sus palabras. Y a fin de disponerlos como por la vista a la fe de la resurrección, toma la mano de la joven. Por esto sigue: "Mas El la tomó de la mano, y dijo en voz alta: Muchacha, levántate". Y habiéndola tenido de la mano, la resucitó. Por esto sigue: "Y volvió el espíritu a ella, y se levantó luego". No le infundió otra alma, sino que restituyó aquélla misma que había espirado. No solamente resucita a la joven, sino que manda se le dé de comer. Sigue: "Y mandó que le dieren de comer", para que no se creyese fantástico lo que acababa de hacer. No es El quien le da de comer, sino que lo manda a los otros; así como dijo en la resurrección de Lázaro ( Jn 11, 44): "Desatadle", y después le hizo participante en la mesa.
Griego
Después, a todos los que estaban admirados y a los padres que casi gritaban, les prohibe que publiquen el hecho. Por esto sigue: "Y sus padres quedaron espantados, y les mandó que a nadie dijesen lo que se había hecho". Demostrando así que derrama sus beneficios, pero que no es codicioso de gloria; que lo da todo, no recibiendo nada. El que busca la gloria de sus obras, da con una mano y recibe con otra.
Beda
Místicamente, apenas la mujer fue curada del flujo de sangre, se anuncia la muerte de la hija del príncipe de la Sinagoga, porque, cuando la Iglesia fue purificada de sus vicios, al punto la sinagoga espiró por perfidia y envidia. De perfidia, porque no quiso creer en Jesucristo; de envidia, porque se dolió de la fe de la Iglesia.
San Ambrosio
Aún no creían los criados del príncipe de la sinagoga en aquella resurrección, que Dios había predicho en la ley, y que después cumplió en el Evangelio. Por esto dice: "No lo molestes", considerando que sería imposible el resucitar la muerta.
Beda
O acaso por ellos dicen esto hoy los que ven el estado de la sinagoga totalmente caído, que no creen pueda restaurarse, por lo que no juzgan conveniente rogar por su resurrección; mas lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Por esto el Señor le dijo: "No temas, cree tan solamente y será sana". El padre de la niña representa el congreso de los doctores de la ley, quien si hubiese querido creer, también hubiese podido salvar a la sinagoga que le estaba confiada.
San Ambrosio
Y así cuando vino a la casa eligió a pocos que fueren testigos de la futura resurrección, porque la resurrección no fue creída inmediatamente por muchos. ¿Cuál es la causa de esta diferencia? Antes el hijo de la viuda fue resucitado públicamente, aquí se separa a muchos que quieren presenciar el milagro. Creo que el Señor manifiesta así su bondad, porque aquella viuda, madre de un hijo tísico, no podía sufrir que se tardase. Además, su sabiduría figuraba en el hijo de la viuda la fe pronta de la Iglesia, mientras que en la hija del príncipe de la sinagoga figuraba el pequeño número de los que habían de creer de entre la muchedumbre de los judíos. Finalmente, cuando dijo el Señor: "La muchacha no está muerta, sino que duerme", se burlaban, porque todo el que no cree se burla. Lloren, pues, a sus muertos los que los creen muertos; en donde existe la fe de la resurrección, no hay temor de muerte, sino esperanza de descanso.
Beda
Así la sinagoga, que ha perdido la alegría del esposo, con la que podía vivir, yace, por decirlo así, en medio de los que la lloran, sin comprender siquiera por qué lloran.
San Ambrosio
Tomando el Señor la mano de la muchacha, la resucitó. ¡Dichoso aquel a quien la Sabiduría toma de la mano para introducirle en su casa y mandar que se le dé de comer! Pues el pan del cielo es el Verbo divino; por eso esta Sabiduría, que llenó los altares de los alimentos del cuerpo y la sangre de Dios, dijo: "Venid, comed mis panes, y bebed el vino que he mezclado para vosotros" (Pr 9, 5).
Beda
La joven resucitó al momento, porque el hombre vuelve en sí de la muerte del alma desde el instante en que Cristo conforta su mano. Hay algunos que se dan la muerte con sólo el pensamiento secreto del pecado, y para significar que los vivifica, el Señor resucita a la hija del príncipe de la sinagoga. Otros, haciendo el mal en que se complacen, sacan a su muerto como fuera de la ciudad; y demostrando que también puede resucitar a éstos, resucitó al hijo de la viuda, fuera de las puertas de la ciudad. Otros, en fin, por la costumbre del pecado, se corrompen por decirlo así, y se sepultan, y la gracia del Salvador también está pronta a levantar a éstos; y para demostrarlo resucitó a Lázaro, que yacía cuatro días en el sepulcro. Cuanto es más cierta la muerte del alma, tanto más grande debe ser el fervor del penitente; por eso habla suavemente, para resucitar a la joven, tendida en su casa, y habla más fuerte para reanimar al joven llevado de la ciudad; mas para resucitar al que había muerto cuatro días hacía, se esforzó sobremanera, derramó lágrimas, y exclamó en alta voz. Pero aquí también debe advertirse que una ofensa pública necesita de público remedio; mientras que los pecados leves pueden borrarse con la penitencia secreta. La joven que estaba tendida en su casa, resucita con poco esfuerzo; el joven que era llevado fuera de su casa, fue resucitado en presencia de la multitud; y Lázaro, llamado del sepulcro, fue conocido por muchos pueblos.