Catena Áurea

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"Y si yo lanzo los demonios en virtud de Beelzebub, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos? Por eso serán ellos vuestros jueces. Mas si yo lanzo los demonios por el espíritu de Dios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios". (vv. 27-28)


San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41, 2
Después de la primera solución, pasa a otra que es más evidente diciendo: "Y si yo lanzo los demonios en virtud de Beelzebub, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos?"

San Jerónimo
Llama el Señor, siguiendo la costumbre de los judíos, hijos de los judíos a los exorcistas, o a los Apóstoles nacidos de su linaje. Si son los exorcistas los que invocando el nombre de Dios lanzaban los demonios, el Señor, mediante una contestación adecuada, obliga a los judíos a que confiesen que semejante obra es propia del Espíritu Santo. Si la expulsión, dice, de los demonios es en vuestros hijos obra de Dios y no de los demonios, ¿por qué en mí no se ha de reconocer la misma causa? Ellos, pues, serán vuestros jueces, no por un poder que se les haya dado al efecto, sino por una sencilla comparación; porque reconocen ellos por causa de la expulsión de los demonios a Dios, y vosotros al príncipe de los demonios. Si estas palabras deben entenderse que fueron dichas por los apóstoles -como es presumible-, ellos serán sus jueces, porque se sentarán en doce sillas ( Mt 19).

San Hilario, in Matthaeum, 12
Por esta razón fueron dignamente establecidos jueces aquéllos a quienes Cristo, a quien ellos niegan tuviese poder para lanzar los demonios, confió esa potestad.

Rábano
O bien porque los apóstoles tenían conocimiento de que El jamás les había enseñado un arte detestable.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41, 2
Y no dijo el Señor: "Mis discípulos" ni "mis Apóstoles" sino "vuestros hijos", a fin de ofrecerles de esta manera una ocasión favorable de que volvieran a su dignidad, si así lo querían, y de que no tuviesen la más pequeña excusa, si se obstinaban en su ingratitud. Mas los apóstoles, que habían recibido de Cristo la facultad de lanzar los demonios, los lanzaban, y sin embargo no los acusaban, porque no era a las obras a quienes se presentaban ellos hostiles, sino a la persona. Pone el ejemplo de los Apóstoles, para hacerles ver que todo cuanto decían de El era de pura envidia. Mas vuelve en seguida a inducirlos a que se reconozcan, haciéndolos ver que obran contra sus propios intereses, y son enemigos de su salvación, debiendo por el contrario de alegrarse por haber venido El a derramar sobre ellos grandísimos bienes. Por eso sigue: "Y si lanzo los demonios en el Espíritu de Dios, ha llegado a vosotros el reino de Dios"; palabras que demuestran que es preciso tener para lanzar a los demonios, no una gracia cualquiera, sino una gran virtud. Por eso forma el silogismo: "Luego ha llegado a vosotros el reino de Dios", que equivale a decir: Si esto es verdad, indudablemente ha llegado el Hijo de Dios. Esto último lo dice con cierta oscuridad, a fin de que no se asustasen. Y en seguida, para atraerlos, no les dice simplemente: ha llegado el reino de Dios, sino: ha llegado a vosotros, como si dijera: os han venido todos los bienes; ¿por qué, pues, impugnáis vuestra salud? Todos los profetas anunciaron como señal de la llegada del Hijo de Dios sus obras maravillosas.

San Jerónimo
Se llama a sí mismo reino de Dios, conforme a lo que de El se dice en otro lugar: "El reino de Dios está dentro de vosotros" ( Lc 17, 21); y: "Está en medio de vosotros, a quien vosotros no conocéis" ( Jn 1, 26). Ciertamente es éste el reino que predicaron San Juan y el mismo Señor cuando decían: "Haced penitencia, porque se aproxima el reino de los cielos" ( Mt 4, 17). Es también, en tercer lugar, el reino de la Escritura Santa, que es arrebatado a los judíos y entregado a otra nación a causa de sus frutos ( Mt 21).

San Hilario, in Matthaeum, 12
Si los discípulos, pues, obran por medio de Cristo, y Cristo obra por el Espíritu de Dios, el reino de Dios, presente en los Apóstoles, os ha sido trasmitido por ministerio de un mediador.

Glosa
La disminución del reino del diablo es aumento del reino de Dios.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1, 5
También puede interpretarse este pasaje de la manera siguiente: Si yo lanzo los demonios en nombre de Beelzebub, aun según vuestra opinión, el reino de Dios ha venido a vosotros, porque el reino del diablo, que según vosotros confesáis, se halla dividido en sí mismo, no puede existir. El reino de Dios de que aquí habla, es la condenación de los impíos, y su separación de aquellos fieles que hacen penitencia por sus pecados.


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