Catena Áurea
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← Jn 1, 47-51 →
Vio Jesús a Nathanael, que venía a buscarle, y dijo de él: "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". Nathanael le dijo: "¿De dónde me conoces?" Respondió Jesús, y le dijo: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Nathanael le respondió, y dijo: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús respondió, y le dijo: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees: mayores cosas que estas verás". Y le dijo: "En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del hombre". (vv. 47-51)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 19
Natanael, al no dar crédito a que el Cristo procediese de Nazaret, demostró el respeto y celo que le inspiraban las Sagradas Escrituras. Y al no rechazar la afirmación del que se lo había anunciado, demostró el gran deseo que tenía de ver a Jesucristo, sabiendo que Felipe podía haberse equivocado respecto del lugar. Por esto sigue: "Vio Jesús a Nathanael que venía a buscarle, y dijo de él: he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". No convenía reprenderle, aun cuando había pronunciado palabras de duda. Había examinado los profetas más que Felipe y por esto dice: "Verdadero israelita, en quien no hay engaño", porque no decía cosa alguna para adular ni para excitar el odio.
San Agustín, in Ioannem, tract. 7
¿Qué significa en el cual no hay engaño? ¿Acaso no tenía pecado, o no necesitaba del médico? De ningún modo; ninguno ha nacido en una condición que no necesite de aquel médico. Mas se dice que hay engaño cuando se hace lo contrario de lo que se aparenta. Pues ¿cómo no había engaño en él? Así sucede con el pecador que confiesa serlo; pero si es pecador y se presenta como justo, hay engaño en su boca. Mas de Natanael no dijo que no era pecador sino que alabó la confesión de su pecado.
Teofilacto
Pero Natanael, a pesar de haber sido alabado, no tuvo fe en seguida, sino que esperó aún, queriendo conocer las cosas con más evidencia y consulta. Por eso continúa: "Natanael le dijo: ¿De dónde me conoces?"
Crisóstomo, ut sup
El pregunta como hombre, y Jesús le responde como Dios. Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: antes que Felipe te llamase, te vi". No le había visto como hombre sino como Dios, conociéndole perfectamente. Dijo: te vi, esto es, vi tus costumbres. Le dice también: "Cuando estabas debajo de la higuera", porque entonces nadie se encontraba allí sino únicamente Felipe y Natanael. Y por esto se dice que, cuando lo vio a lo lejos, dijo: "He aquí un verdadero israelita", para que se comprenda que antes de que Felipe se acercase, había dicho Jesús estas palabras para que no hubiese sospecha alguna acerca del testimonio de Jesucristo. Mas Jesús no quiso decir: "no soy de Nazaret como te ha dicho Felipe, sino de Belén", para evitar toda sombra de contradicción. Y ni aun así hubiese demostrado suficientemente que El era el Cristo aunque lo demuestra claramente por el hecho de estar presente cuando ellos departían debajo de la higuera.
San Agustín, ut sup
Debemos inquirir también lo que significa el árbol de la higuera. Sabemos que la higuera fue maldecida porque sólo tenía hojas y carecía de fruto. En el principio del mundo, cuando pecaron Adán y Eva, se cubrieron con hojas de este árbol. Por lo tanto las hojas de la higuera representan el pecado. Estaba Natanael debajo de la higuera, como a la sombra de la muerte. Como si el Señor le dijera: ¡Oh Israel, que vives sin engaño! ¡Oh pueblo, que vives de la fe! Antes que yo te llamase por medio de mis apóstoles, y cuando estabas debajo de la muerte, cuando tú no me veías, yo te vi.
San Gregorio, Moralium, 18, 20
O de otro modo; cuando estabas debajo de la higuera, te vi; esto es, te elegí cuando estabas a la sombra de la Ley.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 40
Se acordó Natanael de que había estado bajo la sombra de la higuera, donde no estaba presente Jesús de un modo material sino por conocimiento espiritual. Mas como sabía que estaba solo bajo la higuera conoció en aquello la divinidad.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 19
Y por estos conceptos, y porque había adivinado lo que tenía en la inteligencia y cómo -cuando parecía que hablaba contra El- no le culpó, sino que le alabó, conoció que era Cristo verdadero. Por esto sigue: "Nathanael le respondió y dijo: Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Como diciendo: Tú eres el esperado, Tú eres el buscado. Porque había recibido una contestación irrecusable confesó que Jesús era el Cristo, manifestando cuidado en la demora anterior, y devoción en la confesión posterior.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 20
Muchos de los que leen esto se encuentran desconcertados, porque San Pedro, que confesó a Jesús como Hijo de Dios después de sus milagros y de su predicación, es bendecido por haber recibido del Padre aquella revelación. Pero Natanael, que había dicho esto antes de los milagros y de la predicación, nada mereció. La causa de ello consiste en que aun cuando San Pedro y Natanael dicen lo mismo, no lo dicen con la misma intención, porque San Pedro confesó en verdad que el Hijo de Dios era verdadero Dios. Pero éste lo confiesa únicamente como hombre. Porque diciéndole: "Tú eres el Hijo de Dios", añadió: "Tú eres el Rey de Israel". Y el Hijo de Dios no es únicamente el Rey de Israel sino de todo el universo. Y esto también se deduce de lo que sigue. Porque Jesucristo nada añadió después a San Pedro, sino sólo que, habiendo encontrado perfecta su fe, habría de levantar su Iglesia sobre aquella confesión. Mas a Natanael, cuya confesión había sido deficiente en la mayor parte, se le promete la visión de mayores cosas, al decir: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees; mas aún verás cosas mayores", como si dijera: Te ha parecido maravilloso el que la realidad responda a lo que yo he dicho, y de aquí el haberme confesado como Rey de Israel. ¿Y qué dirás cuando veas cosas mayores? Y qué serán estas cosas mayores, lo manifiesta cuando añade: "Y les dijo: en verdad os digo, que veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del hombre". Véase cómo lo eleva poco a poco de las cosas de la tierra y le hace que no crea únicamente que Jesucristo es sólo hombre. Aquél a quien los ángeles sirven, ¿cómo puede ser un puro hombre? Y por esto da a conocer que El es el dueño de los ángeles, puesto que habían de bajar sobre el propio hijo del Rey, y habían de subir a Dios, como ministros suyos. Y en efecto, así aconteció en el tiempo de su pasión, que bajaron, y en el de su resurrección y ascensión, que subieron. Pero antes de esto, también le sirvieron cuando le ayudaban, y cuando anunciaban su nacimiento. Probó lo futuro por medio de lo pasado, y por ello sucede que al conocer su poderío por lo pasado, se acepta con más facilidad lo que El predecía para lo futuro.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 40
Recordemos la historia antigua y veremos que Jacob vio en sueños una escala que desde la tierra llegaba hasta el cielo. Y el Señor descansaba sobre ella, y los ángeles subían y bajaban por ella ( Gén 28). Después el mismo Jacob, como comprendió lo que había visto, puso una piedra y derramó aceite sobre ella. Y cuando Jacob ungió la piedra, ¿incurrió en idolatría? Prefiguró, no adoró. Conocéis el crisma, pues conoced también a Jesucristo. Esta es la piedra que han despreciado los arquitectos. Por lo tanto, si Jacob vio la escala y si fue llamado Israel ( Gén 32), y este Natanael era israelita, por esto el Señor le aludió muy oportunamente al sueño de Jacob, como diciendo: Te he llamado por el nombre de aquél cuyo sueño tú ves realizado. Verás, por lo tanto, abierto el cielo, y que los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre. Y si bajan sobre el Hijo del hombre y suben a Dios, es porque Este reside arriba y Aquél abajo; arriba en su esencia y abajo entre los suyos.
San Agustín, in Ioannem, tract. 7
Los ángeles de Dios son los buenos predicadores, porque predican a Jesucristo. Esto es, suben y bajan sobre el Hijo del hombre, como San Pablo, que subió hasta el tercer cielo, y bajó a alimentar a los pequeños con la leche de su predicación. Por esto dijo: "Mayores cosas que estas verás". Porque es mucho más el que el Señor nos justifique cuando nos llama que el habernos visto sentados a la sombra de la muerte. ¿De qué nos hubiera aprovechado si nos hubiésemos quedado donde nos vio? Mas alguno se pregunta: ¿por qué Natanael, a quien tan considerable testimonio dio el Hijo de Dios, no se encuentra entre los doce Apóstoles? Debemos comprender que él era instruido y muy versado en la Ley. Por eso no quiso el Señor colocarlo entre sus discípulos; los eligió ignorantes para confundir al mundo. Y queriendo humillar las cabezas de los soberbios, no buscó oradores, sino pescadores, porque del pescador sacó el que había de mandar. El gran Cipriano (de Cartago) fue orador, pero primero había existido Pedro el pescador, por quien habían de creer no solamente el orador, sino también el emperador.