Catena Áurea

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Y cuando entendió Jesús que los fariseos habían oído que El hacía más discípulos y bautizaba más que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), dejó la Judea y se fue otra vez a Galilea. Debía, por tanto, pasar por Samaria. Vino, pues, a una ciudad de Samaria, que se llamaba Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Y estaba allí la fuente de Jacob. Jesús, pues, cansado del camino, estaba allí sentado sobre la fuente. Era como la hora de sexta. (vv. 1-6)


Glosa
Después que el Evangelista manifestó cómo San Juan reprimió la envidia de sus discípulos, envidia que habían concebido por el progreso de la predicación de Jesucristo, manifiesta aquí cómo Jesucristo enfrentó también la malicia de los fariseos, los cuales también eran agitados contra El por la misma causa: la envidia. Por esto dice: "Y cuando entendió Jesús que los fariseos habían oído", etc.

San Agustín, In Ioannem tract., 15
Ciertamente el Señor, si hubiera sabido que los fariseos habían conocido, respecto de El, que hacía muchos discípulos y que bautizaba a muchos, con el fin de que esto contribuyese a su salvación por su seguimiento, no hubiese abandonado Judea sino que hubiese permanecido allí por ellos. Mas como conoció su perversa intención y su envidia, y que no habían aprendido de El para seguirle sino para perseguirle, se marchó de allí. Podía, en verdad, quedarse allí, y no ser preso si no hubiera querido, pero en todo lo que hizo como hombre quiso dar ejemplo a todos los que habrían de creer en El, y para que no crea ningún siervo de Dios que peca si se va a otro lugar cuando ve el furor de los que le persiguen. Hizo, pues, esto aquel Maestro bueno, para enseñarnos, no porque tuviese temor.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 30
Hizo esto también para calmar la envidia de aquéllos. Y era conveniente que hiciera esto para que no se dejase de creer que se había encarnado. Porque si hubiese sido preso y se hubiese escapado, la verdad de que se había encarnado hubiera sido sospechosa.

San Agustín
Acaso os parezca extraño que se diga: "bautizaba más que Juan", y a continuación se añada: "aun cuando Jesús no bautizaba". ¿Cómo es esto? ¿Era mentira lo que se había dicho y por esto se rectifica?

Crisóstomo, ut supra
No era el mismo Jesucristo el que bautizaba, sino que los que referían esto lo contaban así a fin de despertar la envidia de aquellos que los oían, esto es, que Jesucristo bautizaba mucho más que San Juan. Y por qué razón El no bautizaba lo había predicho ya San Juan, diciendo: "El os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego" ( Lc 3, 16). Todavía no enviaba al Espíritu Santo; por lo tanto puede decirse con toda propiedad que no bautizaba. Lo hacían sus discípulos, queriendo atraer a muchos a la doctrina. Y para que no se reuniesen constantemente los que le seguían con los que habían de creer en El, como hizo con Simón y su hermano, determinaron bautizar; porque nada más tenía el bautismo de los discípulos que lo que tenía el bautismo de San Juan, pues uno y otros carecían de aquello que es propio del Espíritu de la gracia, y ambos reconocían una misma causa, a saber, conducir a Cristo los que eran bautizados.

San Agustín
Uno y otro bautismo eran verdaderos, porque Jesús bautizaba y no bautizaba; bautizaba, porque limpiaba de los pecados, y no bautizaba porque no derramaba el agua. Los discípulos ejercían el ministerio de las cosas corporales y El lo revestía de cierta majestad 1. Por tal razón se ha dicho: "Este es el que bautiza" ( Jn 1, 33).

Alcuino
Suele preguntarse también si se dispensaba en el bautismo de Cristo la gracia del Espíritu Santo, porque se dice: "El Espíritu Santo no se había concedido aún, puesto que Jesús todavía no había sido glorificado" ( Jn 7, 39). Pero debe tenerse en cuenta que se dispensaba la gracia del Espíritu Santo, aunque no de una manera tan evidente como se dio después de la Ascensión por medio de las lenguas de fuego. Porque así como Jesucristo siempre tenía el Espíritu en la humanidad que tenía consigo, sin embargo, el Espíritu Santo bajó sobre El en forma de paloma, de una manera visible, después de su bautismo. Y así, antes de la venida real y visible del Espíritu Santo, los buenos pudieron tenerle, aunque de una manera latente.

San Agustín, Ad Seleucianum epist. 108
Entendemos que los discípulos de Jesucristo ya habían sido bautizados, unos con el bautismo de San Juan, como opinan algunos, y otros (lo que es más creíble) con el bautismo de Jesucristo. Y no se desdeñó en administrarles el bautismo para tener a sus siervos bautizados, por medio de los cuales bautizaría a los demás, ya que tampoco consideró ministerio humillante el suyo cuando les lavó los pies.

Crisóstomo, ut supra
Marchándose Jesucristo de Judea, se aproxima de nuevo a los lugares que antes había dejado. Por esto añade: "Y otra vez se fue a Galilea". Porque así como los apóstoles fueron expulsados por los judíos y se marcharon a los gentiles, así Jesucristo se marchó donde los samaritanos y, sin embargo, quiso quitar todo motivo de excusa a los judíos dando a entender que no iba a los samaritanos sino como de paso, lo cual describe el Evangelista, aunque de modo implícito, diciendo: "Debía, pues, pasar por Samaria". Recibió esta denominación porque el monte de Samaria se llamaba Somer, por el nombre del que lo poseía. Los que allí habitaban en otro tiempo no se llamaban samaritanos, sino israelitas. Andando el tiempo ofendieron a Dios, y el rey de los asirios no quiso que continuasen viviendo allí, sino que los llevó a Babilonia y a Media 2, e hizo habitar en Samaria a otras gentes que trajo de diversos lugares. Mas queriendo el Señor dar a conocer que no había entregado a los judíos por su ignorancia sino por sus pecados, envió sobre aquellos bárbaros una multitud de leones que los herían. Se dio conocimiento de esto al rey y entonces les envió un sacerdote para que los instruyese en la Ley del Señor. Y, sin embargo, no por ello desistieron en absoluto de aquella impiedad, sino sólo en parte. Con el transcurso del tiempo habían vuelto a caer algunos en la idolatría, aunque a la vez adoraban a Dios; éstos, por el nombre del monte, se llamaban a sí mismos samaritanos.

Beda
Y por lo tanto, era conveniente que Jesús pasase por Samaria, porque está colocada entre Judea y Galilea. Es Samaria una ciudad de la célebre provincia de Palestina, tan grande que toda la región asociada se llama Samaria. Y el Evangelista dice a qué parte de aquella región vino el Señor, cuando añade: "Vino, pues, a una ciudad de Samaria, que se llama Sichar".

Crisóstomo, ut supra
Aquel lugar se encontraba donde Leví y Simeón, por causa de Dina, hicieron la gran matanza ( Gén 34) 3.

Teofilacto
Después que los hijos de Jacob abandonaron aquella ciudad, matando a los sichimitas, dejaron la ciudad desierta, ciudad que mucho tiempo antes había dado Jacob en heredad a su hijo José. Por esto se dice en el Génesis: "Te doy una parte a más de lo que doy a tus hermanos, la que quité de mano del Amorrheo por medio de mi espada y de mi arco" (Gn 48, 22). Y a esto añade: "Cerca del campo que dio Jacob a su hijo José".

Prosigue: "Y estaba allí la fuente de Jacob".

San Agustín, In Ioannem tract., 15
Era un pozo, pero todo pozo es fuente, aunque no toda fuente es pozo. Cuando el agua nace de la tierra y se ofrece ella misma a los que desean sacarla, se llama fuente, y si nace a mano o en la superficie de la tierra, se llama sólo fuente; pero si está en lo alto y en lo profundo, se llama pozo, pero no pierde el nombre de fuente.

Teofilacto
¿Y por qué el Evangelista hace mención de aquel campo y de aquella fuente? En primer lugar, para que cuando se oiga que dice aquella mujer: nuestro padre Jacob nos dio esta fuente, no te sorprendas. En segundo lugar, porque al citar el pozo y el campo se nos dice que todo lo que los patriarcas habían conocido por la fe que tenían en Dios, los judíos lo perdieron por su impiedad, y que sus lugares habían sido entregados a los gentiles. Por lo que nada nuevo sucede ahora, cuando los gentiles han sustituido a los judíos en la adquisición del reino de los cielos.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 30
Y Jesucristo, al llegar a Samaria, rechazando la vida cómoda y tranquila y emprendiendo una laboriosa, no se sirve de animales de transporte. Marcha con dificultad y se fatiga por el camino, dándonos a conocer que de tal manera seamos ajenos a las cosas superfluas que hasta nos privemos de muchas cosas que nos son necesarias. Y esto es lo que manifiesta el Evangelista cuando dice: "Jesús, pues, cansado del camino".

San Agustín, ut supra
Como diciendo: encontramos a Jesús fuerte y débil. Fuerte, porque en el principio era el Verbo ( Jn 1, 1) y débil, porque este Verbo se hizo carne ( Jn 1, 14). Y así, Jesús, como débil, fatigado del camino, estaba sentado junto a la fuente.

Crisóstomo, ut supra
Como diciendo: no en un trono, ni en almohadas, sino sencillamente como sucedía sobre la tierra. El sentarse tiene por objeto descansar del trabajo y esperar a sus discípulos, y porque ya hacía calor, refrescar su cuerpo junto a la fuente. Por esto sigue: "Era como la hora de sexta".

Teofilacto
Y para que nadie acuse al Señor por haber venido a Samaria, siendo así que El lo tenía prohibido a sus discípulos, explica la razón por la que estaba sentado cerca de aquel lugar: por el cansancio del camino.

Alcuino
En sentido espiritual, el Señor abandona Judea, esto es la infidelidad de aquellos que lo rechazaron; y con los apóstoles se marchó a Galilea, esto es, a la volubilidad de este mundo, enseñando a los suyos a pasar de los vicios a las virtudes. El campo yo creo que fue dejado a Jesucristo mejor que a José, cuya figura era Aquél a quien en realidad adoran el sol, la luna y todas las estrellas. A este campo vino el Señor, para que los samaritanos (que deseaban apropiarse la herencia del patriarca de Israel) conociesen a Jesucristo y se convirtiesen a El, porque era el heredero legítimo del patriarca.

San Agustín, ut supra
Su camino es la carne que ha tomado por nosotros. Porque el que está en todas partes, ¿a dónde va sino porque ha venido a nosotros y ha tomado la forma de nuestra carne visible? ¿Y cómo se fatigó del camino quien no podía fatigarse sino en la carne? ¿Y por qué en la hora sexta? Porque era en la sexta edad del mundo. Debe considerarse como una hora la primera edad desde Adán hasta Noé; la segunda, desde Noé hasta Abraham; la tercera, desde Abraham hasta David; la cuarta, desde David hasta la migración de Babilonia; la quinta, desde la migración de Babilonia hasta el bautismo de San Juan, y aquí empieza la sexta.

San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 65
Nuestro Señor vino al pozo en la hora sexta. Yo veo en el pozo una profundidad oscura. Creo que debo entender las partes más profundas de este mundo, esto es, las terrenas, a donde vino nuestro Señor Jesucristo en la hora sexta, esto es, en la sexta edad del género humano, como en la vejez del hombre antiguo, del que se nos manda desnudarnos, para vestirnos de nuevo. Porque la sexta edad es tanto como la ancianidad; y la primera es como la infancia; la segunda como la infancia; la tercera como la adolescencia; la cuarta como la juventud, y la quinta como la virilidad. También en la hora sexta vino el Señor al pozo, esto es, en medio del día, porque ya principió este sol visible a declinar hacia su ocaso. Porque se nos disminuye la complacencia de las cosas visibles a nosotros, los llamados por Jesucristo, para que el hombre interior, recreado por el afecto de las cosas invisibles, se vuelva a la luz interior que nunca se apaga. Y en cuanto a que se sentó, representa la humildad. O, siendo que así es como acostumbran a sentarse los doctores, manifiesta la persona del Maestro.

Notas

1. La eficacia del bautismo cristiano no reside en la acción ni en la dignidad de quien lo administra, sino en la eficacia de la muerte y resurrección del Señor Jesús ( Rm 6, 3-4).
2. Tierra de los medos, actual Irán.
3. La identificación entre Sicar y Siquém presenta dificultades. La primera es el nombre de la población samaritana donde se produce el encuentro del que da cuenta el evangelista San Juan. La segunda es la tierra donde vivía Siquén, hijo de Jamor, el jeveo (Gn 33, 18-20 - 34, 1-3). Sobre la matanza aludida ver Gn 34, 24-29.

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