Catena Áurea
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Jn 1, 1 →
En el principio era el Verbo. Y el Verbo era con Dios. Y el Verbo era Dios. (v. 1)
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
Mientras los demás evangelistas empiezan por la Encarnación, San Juan, yendo más allá de la concepción, del nacimiento, de la educación y del desarrollo de Jesús, nos habla de su eterna generación, diciendo: "En el principio era el Verbo".
San Agustín, Lib 83 quaest., qu 63
La palabra griega logos ( logoV ) significa razón y verbo; pero en este caso más bien quiere decir Verbo, para que se entienda no sólo la relación con el Padre, sino la fuerza operativa respecto de todas las cosas que fueron hechas por el Verbo. La razón, aun cuando nada se hace por ella, se llama razón acertadamente 1.
San Agustín, in Ioannem, tract.1
Sucede que, con el uso diario, las palabras, porque suenan y pasan, se nos han hecho viles. Pero hay también en el hombre la palabra que permanece en el interior, cada vez que el sonido sale de la boca. Por tanto, la palabra es lo que se extiende por medio del sonido y no el mismo sonido.
San Agustín, De Trin., 15, 10 et 11
Todos podemos comprender la palabra, no sólo antes que suene, sino también antes que sus imágenes se agiten en nuestro pensamiento. Aquí se puede ver ya, como en espejo y enigma, alguna semejanza del Verbo, de quien se ha dicho: "En el principio era el Verbo". Es necesario, pues, que cuando hablemos lo que sabemos, nazca la palabra del mismo conocimiento que tenemos en la memoria; porque la palabra debe ser, absolutamente, de la misma naturaleza que el conocimiento de donde nace. El pensamiento formado de la cosa que ya conocemos, es la palabra que aprendemos en nuestro interior; lo cual no es griego, ni latín, ni lengua alguna. Pero cuando hemos de comunicar a otros esta palabra interior, tenemos necesidad de algún signo que la exprese.
Allí mismo, cap. 11
Por tanto, la palabra que suena en el exterior no es otra cosa que una señal de la palabra que se encuentra en el interior, a la que corresponde más propiamente el nombre de palabra. Porque aquello que se pronuncia con los labios es el sonido del palabra, que no se llama palabra sino a causa de aquella palabra interior a la cual representa en el exterior.
San Basilio, hom super haec verba
Mas este Verbo no es el humano; porque ¿cómo podía existir en el principio el verbo humano, cuando el hombre ocupa el último lugar en la generación? Así, pues, el verbo humano no existía en el principio, ni el de los ángeles; porque toda criatura está dentro de los términos de los siglos, tomando del Creador el principio de su ser 2. Oigamos, pues, el Evangelio de un modo conveniente: llamó Verbo al mismo Unigénito.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1
Si alguno dijere que se nos habla ahora del Hijo sin hacer mención del Padre, diremos que el Padre era conocido de todos, si no como Padre, como Dios. Pero el Unigénito era desconocido; por tanto, quiso con razón darle a conocer desde luego a los que le desconocían. Pero ni aun por esto puede decirse que se guarda silencio respecto del Padre cuando se trata del Hijo. Por esto le llamó Verbo, porque había de enseñar que el Verbo era el Hijo Unigénito de Dios, y para que no se crea que su generación había sido acompañada de sufrimientos, previene esta duda por el nombre del Verbo, manifestando que el Hijo procede de Dios de una manera impasible. La segunda razón de esto es que debía anunciarnos todas las cosas que conciernen al Padre, por lo cual no le llamó sencillamente Verbo, sino añadió el artículo el, distinguiéndole de los demás. Es costumbre en la Escritura llamar palabra a las leyes y preceptos de Dios, pero esta Palabra es cierta sustancia, una hipóstasis, un ente que procede del Padre mismo impasiblemente.
San Basilio, ut sup
¿Y por qué se le llama Verbo? Porque ha nacido impasiblemente; porque es imagen del que le ha engendrado, demostrándolo todo en sí mismo, no sacando nada, mas existiendo perfecto en sí mismo.
San Agustín, De Trin., 15, 13
Así como nuestro conocimiento se diferencia del conocimiento de Dios, así nuestra palabra, que procede de nuestro conocimiento, se diferencia de la de Dios, que ha nacido de la esencia del Padre. Lo mismo podría decirse si se tratara de la ciencia del Padre, de la sabiduría del Padre o, lo que es más expresivo, del Padre ciencia, del Padre sabiduría 3.
San Agustín, De Trin., 15, 14
Por tanto, el Verbo de Dios, Hijo Unigénito del Padre, es en todo semejante e igual al Padre; es lo mismo que el Padre, pero no es el Padre, porque Este es el Hijo y Aquél el Padre. Y por esto conoce todas las cosas que conoce el Padre; y si le es propio conocer al Padre, ¿no conocerá lo que es? El conocer y el ser son ahí una misma cosa. Por esta razón, así como no es propio del Padre proceder del Hijo, tampoco su conocimiento procede del Hijo. Por eso, como pronunciándose a sí mismo, el Padre engendró al Verbo igual en todo a sí, y no se hubiera pronunciado a sí mismo de una manera completa y perfecta si hubiera algo mayor o menor en su Verbo de lo que hay en El. Pero aunque sea nuestro verbo interior de alguna manera semejante a Aquél, no cesemos de observar cuán diferente es a la vez.
San Agustín, De Trin., 15, 15
¿Qué es esto formable, aún no formado, sino algo de nuestra mente que nosotros con antojo voluble lanzamos de aquí para allá cuando pensamos ahora en una cosa y después en otra, según la descubrimos o nos sale al encuentro? Y se hace verbo verdadero cuando aquello que dije que nos lanzaba con movimiento incesante toma contacto con lo que nosotros conocemos y al tomar una semejanza perfecta se forma. ¿Quién no ve aquí la gran diferencia que hay de aquel verbo con el de Dios, que es forma de Dios y antes de su formación no es formable, pues no puede ser nunca informe, sino que es la forma sencilla e igual a Aquél de quien nace? Por lo que se dicen aquellas palabras: "el Verbo de Dios".
San Agustín, De Trin., 15, 16
Por lo cual, para que en Dios no se crea que existe algo voluble, como si siendo verbo pudiera recibir y volver a tomar una forma que presto pudiera perder y sufrir evolución en su carencia de forma, aquel Verbo divino no se llama pensamiento de Dios 4.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 38
Es el Verbo de Dios cierta forma no formada, la forma de todas las formas; forma inmutable, sin pérdida, sin defectos, sin tiempo, sin lugar, superando todas las cosas, existiendo en todas, siendo la base en que todo descansa y el remate que está sobre todo.
San Basilio, ut sup
Sin embargo, tiene nuestro verbo, exteriormente, cierta semejanza del divino Verbo. Porque nuestro verbo manifiesta todo lo que concibe nuestra inteligencia; de modo que, lo que concebimos en nuestra inteligencia, lo expresamos por medio de la palabra. Y en verdad que nuestro corazón es una especie de fuente, y la palabra que pronunciamos es semejante a un riachuelo que procede de ella.
San Crisóstomo, ut sup
Véase también cuánta prudencia hay en el espíritu del Evangelista: sabían los hombres lo que es más antiguo y lo que había antes de todas las cosas, honrando y poniendo a Dios sobre todo. Por esto expresa antes de todo el principio, y dice: "En el principio era el Verbo".
Orígenes, in Ioannem, hom. 1
Esta palabra, principio, quiere decir diversas cosas. Quiere decir principio como el comienzo de un viaje o de una longitud: "El principio del buen camino, es la prueba de los justos" (Pr 16, 5). Significa también el comienzo de una generación, según aquellas palabras de Job: "Este es el principio de la creatura de Dios" (Jb 40, 14). Así pues, sin exageración se puede decir que Dios es el principio de todas las cosas. Es principio también la materia preexistente, para aquéllos que creen que es ingénita. También se dice principio según la especie, así como Jesucristo es el principio de aquéllos que han sido formados a imagen de Dios. Igualmente es principio de disciplina, según aquello: "Cuando deberíais ser maestros por el tiempo transcurrido, otra vez necesitáis ser enseñados en lo que constituye el fundamento del principio de las palabras de Dios" (Hb 5, 12). El principio, pues, es de dos maneras: según su naturaleza y según su relación con nosotros; de modo que se puede decir Jesucristo es por naturaleza el principio de la sabiduría (en cuanto es la Sabiduría y la Palabra de Dios), y es el principio con relación a nosotros en cuanto a que el Verbo se ha hecho carne ( Jn 1, 14). Por tanto, con todas estas significaciones de la palabra principio, se puede comprender que se llama principio a aquello por lo cual se dice de algo que es agente; porque el autor de todo es Cristo, como principio, según lo que es Sabiduría; es el Verbo en el principio, como en la sabiduría. Es infinito el número de bienes que se dicen del Salvador. Y así como la vida está en el Verbo, el Verbo estaba en el principio (esto es, en la sabiduría). Consideremos, pues, si es posible que tomemos la palabra principio en el sentido de que se hagan todas las cosas según la sabiduría y los ejemplos que en ella existen. O bien, si el Padre es el principio del Hijo y el principio de todas las criaturas y de todos los seres; según aquellas palabras: "En el principio era el Verbo", por las que es preciso entender que el Verbo Hijo era en el principio, esto es, en el Padre.
San Agustín, De Trin., 6, 2
Se dice en el principio, como si se dijera "antes de todas las cosas".
San Basilio, ut sup
El Espíritu Santo previó que había de haber algunos envidiosos y detractores de la gloria de Jesucristo, que proferirían sofismas para engañar a los que los oyesen, diciendo que si fue engendrado no era, y que no existía antes de ser engendrado. Y para que no pudiesen hacer alarde de ello, el Espíritu Santo dice: "En el principio era el Verbo".
San Hilario, De Trin., 1, 2
Pasan los tiempos, se suceden los siglos, desaparecen las edades; imaginad el principio que queráis, y si no pensáis en el tiempo, comprenderéis el asunto de que se trata.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1
Así como el que está en un buque cerca de la orilla, ve las ciudades y los puertos, y cuando llega a alta mar los pierde de vista aun cuando trate de fijarla en ellos, así el Evangelista, remontándonos más allá de donde principia toda criatura, nos deja como mirando al vacío, sin fijar límite alguno a las alturas a que nos eleva, o en que podamos fijarnos; esto es, pues, lo que significa en el principio era lo infinito del tiempo y del ser.
San Agustín, De verb. Dom., serm. 38
Pero dicen algunos: si es Hijo, ha nacido. Y en verdad que es así. Añaden después: si el Hijo ha nacido del Padre, el Padre es anterior al nacimiento del Hijo. La fe rechaza esto. Pero, dicen, explicadnos cómo ha podido el Hijo nacer del Padre para ser coetáneo de aquél de quien ha nacido; porque el hijo nace después del padre, y debe, por tanto, ser sucesor suyo. Para esto aducen el ejemplo de lo que sucede entre las creaturas; y nosotros debemos tratar de encontrar la semejanza con aquello que afirmamos. ¿Pero cómo podremos encontrar en la creatura lo coeterno, cuando nada eterno encontramos en ella? Si en el mundo pudieran encontrarse dos cosas coetáneas, una que engendra y una engendrada, entonces entenderíamos lo coeterno. La sabiduría es llamada en las Escrituras el brillo de la luz eterna, la imagen del Padre. Y de aquí podemos tomar la comparación para que encontremos lo que se entiende por coetáneo, y de ello desprendamos lo que se entiende por coeterno. Nadie ignora que la luz nace del fuego; digamos, pues, que el fuego es el padre de aquella luz. Y bien, en el momento que encendemos una antorcha, brota la luz al mismo tiempo que el fuego. Dadnos este fuego sin luz, y creeremos que el Padre pudo existir sin el Hijo. La imagen existe en el espejo, y existe en cuanto que una persona se mira en él; pero ésta ya existía antes que se acercase al espejo. Supongamos que crece alguna cosa sobre el agua, como un matorral o una yerba; ¿no nace con su propia imagen? Por tanto, estará siempre la imagen de la yerba mientras ésta subsista allí. En virtud de esto, lo que procede de otro ser ha nacido de él; se puede ser siempre generador, y estar siempre con aquél que ha nacido de sí. Pero se dirá: yo entiendo que el Padre es eterno, y que el Hijo es coeterno; pero como la luz que brilla menos que el fuego de donde nace, y como la imagen del matorral que es menos clara que el matorral mismo. No; es necesaria una igualdad absoluta. Yo no creo, se dirá, porque no hay semejanza que satisfaga. Acaso encontremos en las criaturas una razón para comprender que el Hijo es coeterno con el Padre, y no menos que El; pero no podemos encontrarla en un solo género de semejanzas. Por tanto, reunamos dos géneros diferentes: uno de donde ellos toman la semejanza, y otro de donde nosotros la damos. La que ellos presentan la toman de que el ser que engendra a otro, le precede en el tiempo, como sucede en el hombre que nace de otro hombre, siendo los dos de la misma sustancia. Admitimos, pues, en este orden de nacimiento la igualdad de naturaleza; pero falta la de tiempo. En el orden de semejanzas que hemos sentado acerca de la luz del fuego y de la imagen del matorral, no encontráis la igualdad de naturaleza, y sí la igualdad del tiempo. Y bien; todo lo que allí se encuentra respecto de cada parte y de cada cosa, lo encuentro, no como en las criaturas, sino como en el Creador.
Actas del Concilio de Efeso
Por esto, pues, tan pronto se le llama Hijo del Padre, como Verbo, como luz en la Sagrada Escritura, para que se comprenda que cada uno de estos nombres con que designa a Cristo, son contra la blasfemia. Porque como tu hijo es de tu misma naturaleza, queriendo manifestar que el Padre y el Hijo tienen una misma sustancia, le llama Hijo Unigénito del Padre. Además, como el nacimiento y el Hijo nos manifiestan los sufrimientos que acompañan o se mezclan en la generación, le llama también Verbo, demostrando con este nombre la impasibilidad de su nacimiento. Pero como todo padre, entre los hombres, es indudablemente de más edad que el hijo, para que no se entienda así de la naturaleza divina, llama luz al Unigénito del Padre; porque la luz nace del sol, y no se concibe que sea posterior a él. Por tanto, la luz demuestra que el Hijo coexiste siempre con el Padre, y el Verbo la impasibilidad de su nacimiento, así como el nombre de Hijo indica la consustancialidad con el Padre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2
Pero se dice que el ser en el principio no indica simplemente la eternidad, porque así se dice también del cielo y de la tierra. Dice el Génesis: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra" (Gn 1, 1); mas ¿en qué se parecen, "era" e "hizo"? Así como la palabra "es", cuando se trata del hombre se refiere a la vida presente, y a la eternidad cuando se trata de Dios, así la palabra "era", cuando se habla de nuestra naturaleza significa el tiempo pasado, y la eternidad cuando se habla de Dios.
Orígenes, hom. 2., in div. loc
El verbo ser tiene dos significaciones; unas veces expresa movimientos temporales, según la analogía de otros verbos, y otras la sustancia de una cosa sin sucesión ninguna de tiempo; por cuya razón se le llama sustantivo.
San Hilario, De Trin., l. 2
Observa el mundo y mira lo que está escrito acerca de él: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra" (Gn 1, 1). En un principio es hecho aquello que es creado, e incluye a lo largo del tiempo lo que en el principio es incluido para que sea creado. Pero el pescador iletrado, sin ciencia 5, está libre del tiempo, ha sido liberado de los siglos, ha vencido todo principio: en efecto, el Verbo de Dios era lo que es, y no es encerrado en tiempo alguno para empezar a ser lo que había sido incluido en un principio, pues existía desde el principio.
Alcuino
Contra aquellos que decían que Jesucristo no ha existido siempre por su nacimiento temporal, empieza el Evangelista diciendo de la eternidad del Verbo: "En el principio era el Verbo".
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2
Como es principalmente propio de Dios el ser eterno y sin principio, dijo esto al comenzar. Y después, para que oyendo que "en el principio era el Verbo", no se dedujese que el Verbo era ingénito, dice en seguida para combatir este error: "Y el Verbo era con Dios".
San Hilario, De Trin., l. 2
Existe con Dios sin principio; pero el que carece de tiempo no carece de autor.
San Basilio, hom. 1 super haec. verb
Dice también esto por los que blasfeman diciendo que no existía. ¿Pero en dónde estaba el Verbo? No en un lugar, porque no cabe en un lugar que tenga límite. ¿Pero en dónde estaba? Con Dios; ni el Padre puede estar en un lugar, ni el Hijo se contiene en circunscripción ninguna.
Orígenes, in Ioannem, hom. 2
También es conveniente observar que el verbo fue hecho en algunos, como en Oseas, Isaías o Jeremías; pero no fue hecho en Dios, porque el no ser no se encuentra en él, y por esto se dice a continuación que el "Verbo estaba con Dios", porque ni desde el principio ha estado el Hijo separado del Padre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
No dijo estaba en Dios, sino con Dios; manifestándonos que poseía la eternidad como persona.
Teofilacto
Me parece que Sabelio fue rechazado por estas palabras; él decía que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, eran una sola persona; que unas veces aparecía como Padre, otras como Hijo y otras como Espíritu Santo. Pero le contradicen evidentemente estas palabras: "Y el Verbo estaba con Dios"; porque aquí el Evangelista declara que uno es el Hijo, y otro el Padre, que aquí designa con el nombre de Dios.
San Hilario, De Trin., 1, 2
Dirás: el Verbo es el sonido de la voz, la enunciación de los asuntos y la expresión de los pensamientos. Este es el Verbo que en el principio estaba con Dios, porque la palabra de un pensamiento es eterna cuando el que piensa es eterno. Pero ¿cómo existía en el principio lo que no existió antes ni después del tiempo? Y yo ignoro si puede existir en el tiempo. La palabra de los que hablan, ni existe antes de que hablen, ni después de que han hablado, y cuando llega el fin de esa palabra no existe ya el principio de ella 6. Pero si como oyente inexperto habías dejado pasar la primera afirmación: "En el principio era el Verbo", ¿qué es lo que buscas en lo que sigue: "Y el Verbo estaba con Dios?" ¿Acaso escuchaste ' en Dios' (y no con Dios) y habías entendido la expresión de un pensamiento oculto? ¿O crees que confundió San Juan la diferencia que hay entre 'estar en ' y 'estar con '? Así se dice que lo que existía en el principio, no existía en otro, sino con otro. Por lo tanto veamos el estado y el nombre del Verbo. Dice, pues: "Y el Verbo era Dios". Termina el sonido de la voz, y la enunciación del pensamiento; pero este Verbo es un ser, y no un sonido; una naturaleza, y no una palabra; un Dios, y no una nada.
San Hilario, De Trin., 1, 7
Es un simple nombre, y carece de tropiezo alguno; se dijo a Moisés: "Te he constituido como el dios de Faraón" ( Ex 7, 1). Pero ¿no se añadió la causa de este nombre, cuando se dijo a Faraón? Porque había sido dado Moisés como dios de Faraón, para ser temido, rogado y para que le castigase 7. Y una cosa es ser dado como dios, y otra es ser Dios. También me acuerdo de otra sentencia que se encuentra en el Salmo: "Yo dije, sois dioses" ( Sal 81, 6); pero aquí debe entenderse que es un nombre que se les concede. Y las palabras "Yo dije", expresan más bien la palabra del que habla que el nombre de la cosa. Pero cuando dice: "Y el Verbo era Dios", no oigo sólo que se dice el Verbo, sino entiendo que se demuestra que es Dios.
San Basilio, ut sup
Así, pues, para hacer imposible la blasfemia y la duda de los que preguntan ¿Qué es el Verbo? responde: "Y el Verbo era Dios".
Teofilacto
De otro modo, después de decir que el Verbo estaba con Dios, claro es que eran dos personas, aun cuando existiese una misma naturaleza en ellas. Por esto dice: "Y el Verbo era Dios", para demostrar que así como es una misma naturaleza la del Padre y la del Hijo, así también es una misma divinidad.
Orígenes
También debe añadirse que cuando el verbo es hecho en los profetas, los ilumina con la luz de la sabiduría. Mas el Verbo está con Dios, obteniendo de El el ser Dios; por lo que antes de "el Verbo era Dios", dijo: "El Verbo estaba con Dios".
San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3
Y no como Platón, que dice que es una inteligencia cualquiera, o ya el alma verdadera del mundo; porque esto dista mucho de la naturaleza divina. Pero se dice: el Padre es llamado Dios con la adición del artículo ("el"); pero el Hijo, sin artículo. ¿Qué es lo que dice, pues, el Apóstol, " del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo" (Tt 2, 13)? Y en otro lugar: "Quien es Dios sobre todas las cosas" (Rm 9, 5). Y escribiendo a los Romanos dice: "La gracia y la paz os han venido de Dios nuestro Padre" (Rm 1, 7), sin añadir el artículo 8. Pero era superfluo ponerle aquí, después de haberlo añadido constantemente más arriba. Así que aun cuando el artículo no haya sido añadido a la palabra Hijo, no por eso el Hijo es menos que Dios Padre.
Notas
1. Se expresa aquí la analogía agustiniana entre las relaciones al interior de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo; y las relaciones entre los elementos básicos de su antropología: alma, conocimiento (verbo interior), amor. A ello se añade la palabra o verbo exterior. Aunque distintos, conocimiento y amor se implican mutuamente. En este caso la razón designa más al conocimiento que obtiene una expresión de algo, mientras que el verbo a la fuerza que lleva a realizarlo.
2. El verbo humano no existía en el principio desde el momento que no existía el ser humano. Se alude aquí a la narración de la creación de Gén 1, cuando se afirma que ocupó el último lugar en el proceso de la creación que allí se describe.
3. La ciencia divina todo lo conoce, y es al mismo tiempo sabiduría, en tanto que según ese conocimiento Dios crea, ordena y dirige el universo. Esta nota brota de la esencia de Dios y se añade a ella. Es por ello que se habla de "Padre ciencia" o "Padre sabiduría".
4. Se habla aquí, en términos agustinianos, del modo de conocer del ser humano, para referirse análogamente a Dios. La analogía se da entre las relaciones al interior de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo; y las relaciones entre los elementos básicos de su antropología: alma, conocimiento (verbo interior), amor. A ello se añade la palabra o verbo exterior. El conocimiento humano se da al encontrarse el conocimiento con un objeto, lo que da lugar al verbo interior, el mismo que se forma por la reactualización de la idea innata correspondiente y "ya sabida".
Mientras en el ser humano el conocimiento o verbo se forma al contacto con el objeto conocido y no antes, en Dios no sucede igual: el Verbo no se forma sino que preexiste a cualquier contacto. Además no se hace analogía del pensamiento humano con la realidad de Dios en tanto que el pensamiento o formación del verbo interior es voluble, mientras que el Verbo es estable y eterno.
5. Se refiere al evangelista San Juan, quien ha recibido de Dios el conocimiento de esta doctrina y ha trascendido todo principio al decir "En el principio era el Verbo".
6. San Agustín anota la insuficiencia de la analogía entre la palabra que pronuncia el ser humano, y la Palabra del Padre, el Verbo, que El mismo no es voz sino ser.
7. Aparece aquí la perspectiva del Dios castigador. La fe de la Iglesia enseña que Dios es Ser y Amor, y que se acerca a nosotros con un amor misericordioso que supone la justicia y va más allá de ella.
8. Las dos primeras citas, referidas al Hijo, llevan en griego artículo, y no así la última, referida al Padre, contradiciéndose así la opinión mencionada acerca de la presencia del artículo para distinguir entre el Padre y el Hijo como Dios.