Catena Áurea

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Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: "Maestro, come": Jesús les dijo: "Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis". Decían, pues, los discípulos unos a otros: "¿Si le habrá traído alguno de comer?" Jesús les dijo: "Mi comida es, que haga la voluntad del que me envió, y que cumpla su obra". (vv. 31-34)


San Agustín, In Ioannem tract., 15
Habían ido los discípulos del Salvador a comprar comida y habían venido. Por esto dice: "Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: Maestro, come".

Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Viéndole cansado del camino y por el calor que hacía, le rogaban, aunque de un modo vulgar. Y este cuidado acerca de su Maestro no era nacido de falta de respeto, sino del amor.

Orígenes, ut supra
Creían que era tiempo adecuado para comer el que mediaba entre que la mujer había ido a la ciudad y la venida de los samaritanos. Porque no le ofrecían entonces de comer en presencia de ningún extraño. Por lo cual está bien puesto: "entretanto".

Teofilacto
Mas el Señor, como sabía que la samaritana había de traerle toda la ciudad, lo expresó a los discípulos con lo que sigue: "Y Jesús les dijo: Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis.

Crisóstomo, ut supra
Aquí llamó comida a la salvación de los hombres, manifestando cuán grande es el deseo que tiene de nuestra salvación. Pero véase que no manifiesta esto enseguida, sino que lleva al que le oye a que dude poco a poco, y empiece a buscar lo que dice, y trabaje para que así adquiera mayor deseo.

Teofilacto
Y dice: "Un manjar que vosotros no sabéis". Esto es: "desconocéis que yo llamo comida a la salvación de los hombres, y también desconocéis que los samaritanos habrán de creer y se habrán de salvar". Mas los discípulos aun dudaban. Y por esto sigue: "Decían, pues, los discípulos unos a otros: ¿le habrá traído alguno de comer?".

San Agustín, ut supra
¿Qué de particular tiene que aquella mujer no entendiese a qué agua se refería el Salvador? He aquí que los discípulos no entendían lo que decía respecto de la comida.

Crisóstomo, ut supra
En verdad que respetaban y honraban a su Maestro como tenían de costumbre. Por eso hablaban ellos entre sí y no se atrevían a preguntarle.

Teofilacto
Respecto de lo que decían sus discípulos: "¿Si le habrá traído alguno de comer?", debe tenerse en cuenta que el Señor acostumbraba a recibir alimentos de quien se los ofrecía. No porque necesitaba de servicio extraño quien da de comer a toda carne ( Sal 146), sino para que adquiriesen mérito los que se lo ofrecían. Además quería dar a conocer que no se avergonzaba de la pobreza, ni miraba mal el que otros le alimentasen. Es propio y hasta necesario de todos los que enseñan, tener quienes cuiden de su alimento, para que estando exentos de cuidados realicen con mayor solicitud su predicación.

San Agustín, ut supra
El Señor oyó los pensamientos de los discípulos, y los enseñó como Maestro. No por medio de rodeos, como lo había hecho con aquella mujer, sino con toda claridad. Por esto sigue: "Jesús les dijo: mi comida es, que haga la voluntad del que me envió".

Orígenes, ut supra
Este era un alimento adecuado al Hijo de Dios, puesto que se manifiesta como ejecutor de la voluntad de su Padre, queriendo hacer en sí mismo lo que quería el Padre. Por tanto sólo el Hijo es capaz de cumplir con exactitud la voluntad paterna. Pero los santos no hacen otra cosa que la voluntad divina. Mas el que dijo: "Mi comida", etc., es quien cumple la voluntad de Dios plena y absolutamente. Es demostradamente su propia comida. Qué es lo que quiere el Padre, lo dice a continuación: "Que cumpla su obra". Se dice sencillamente que la obra es el mandato de quien la ordena. Y que aquellos que edifican o abren cimientos no hacen sino ejecutar la obra de aquel que los mandó. Mas si la obra de Dios se ejecuta por medio de Jesucristo, era necesario que antes de ser realizada por El estuviese imperfecta. ¿Y cómo podría ser imperfecta esta obra, siendo obra de Dios? La perfección de la obra era el perfeccionamiento de la naturaleza racional, y el Verbo hecho carne fue quien contribuyó a la perfección de esta obra, porque estaba imperfecta. Además, aunque el hombre había sido hecho perfecto, por su pecado perdió su perfección, y por esto fue enviado el Salvador. Primero, para cumplir la voluntad de Aquel que lo envió. Y en segundo lugar, para concluir la obra de Dios, con el fin de que se convierta en una comida a propósito para ser aceptada.

Teofilacto
Perfeccionó también la obra de Dios (esto es, el hombre) el Hijo de Dios, llevando en sí mismo nuestra propia naturaleza, pero sin pecado, manifestando que la naturaleza humana aparecía así perfecta e incorruptible en toda su extensión. También perfeccionó la obra de Dios (esto es, la Ley), porque el fin de la Ley es Jesucristo, haciéndo concluir sus efectos (después de realizar cuanto en ella se contenía), trayéndolos del culto material al espiritual ( Rom 10).

Orígenes, ut supra
En sentido espiritual, después de haberse ocupado de la bebida, y habiendo hablado de la diferencia de las aguas, era natural que se hablase de la comida. La samaritana a quien Jesús pide de beber, no podía ofrecerle la bebida en un vaso digno; mas sus discípulos, habiendo encontrado alimentos humildes entre los extraños, se los ofrecieron, rogándole que comiese. Y véase si acaso temen que la palabra de Dios les falte por carecer de los alimentos necesarios. Los discípulos, se proponen alimentar al Verbo con todo lo que encuentran, para que así, nutrido y robustecido, permanezca entre los que lo nutren. Y así como los cuerpos que carecen de alimento no se nutren con unas mismas comidas, ni una misma cantidad es bastante para alimentarlos, así debe entenderse respecto de lo que está sobre lo corporal, porque de los cuerpos hay algunos que necesitan poco alimento, y otros más, a causa de su diversa capacidad; esto es o porque se diferencian en sus proporciones, o porque no tienen la misma medida. Mas lo mismo sucede respecto de aquellos que se alimentan de palabras, de ideas contemplativas, o de acciones, porque la misma calidad no es apropiada para todos. Sucede que los niños recién nacidos apetecen la leche como su alimento propio; pero que los que ya están desarrollados, apetecen alimentos sólidos ( 1Pe 2). Por lo tanto hablaba Jesús con verdad cuando decía: "Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis" ( Heb 5). Siempre acostumbra a decir esto el que cuida enfermos, a los que no quieren ver, que no son lo mismo que los que están sanos.


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