Catena Áurea
1 2 3 4 5 6 Cap. 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
← Mt 7, 7-8 →
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá: pues todo el que pide, recibe; y el que busca, halla y al que llama, se le abrirá". (vv. 7-8)
San Jerónimo
Como el Salvador había prohibido antes pedir las cosas mundanas, manifiesta lo que debemos pedir, diciendo: "Pedid y se os dará".
San Agustín, de sermone Domini, 2, 21
Habiendo mandado el Salvador que no se diese lo santo a los perros, ni se arrojasen las perlas delante de los puercos, pudo el que oía, conociendo su ignorancia, decir: ¿Cómo me prohíbes dar lo santo a los perros, cuando no veo que lo posea? Y por ello añade oportunamente diciendo: "Pedid y se os dará".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18
El Salvador había dado ciertos preceptos a sus discípulos, respecto de la oración, diciéndoles: "No queráis juzgar". Y oportunamente añade después: "Pedid y se os dará", como si dijese: "Si observáis esta clemencia con vuestros enemigos, en todo lo que creáis cerrado para vosotros, llamad y se os abrirá". Pedid con oraciones, rogando de día y de noche, buscando con deseo y asiduidad. Porque aun cuando trabajéis sobre el sentido de las Sagradas Escrituras, no podréis alcanzar la verdadera ciencia sin la gracia del Señor, ni alcanzar la gracia si no la buscáis, porque no se conceden los dones de Dios a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas. Así como el que llama a una puerta, no llama sólo con la voz, sino también con la mano, así el que hace buenas obras, llama con buenas obras. Pero dirás: "Pido esto mismo, saber y obrar bien. ¿Cómo puedo hacerlo, pues, antes de recibirlo?". Pero haz lo que puedas para que así puedas hacer más, y guarda lo que sabes para que sepas más. Y más abajo, habiendo mandado antes (especialmente a los maestros) que amasen a sus enemigos, y prohibido después que arrojasen lo santo a los perros bajo el pretexto de caridad, ahora les da el buen consejo de pedir a Dios por ellos, que les será dado. Busquen a los que perecieron en los pecados y los hallarán. Llamen a los que están encerrados en los errores y Dios les abrirá, para que su palabra tenga ingreso en las almas de aquéllos. O de otro modo, como los preceptos arriba expuestos eran superiores a las fuerzas humanas, demuestra la posibilidad de su cumplimiento con el auxilio de la gracia de Dios, diciendo: "Pedid, y se os dará", para que lo que no puede hacerse por la humana debilidad, se cumpla por medio de la gracia divina. Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre dispuso de tal forma, que su fortaleza no podía ser otra que el mismo Dios. Y esto lo hizo con el fin de que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar.
Glosa
Pedimos con la fe, buscamos con la esperanza y llamamos con la caridad. Primeramente debemos pedir para alcanzar, después buscar para encontrar, y luego de haber hallado, guardar lo que poseemos para poder entrar.
Remigio
O de otro modo, pedimos orando, buscamos viviendo bien y llamamos perseverando.
San Agustín, de sermone Domini, 2, 21
La petición, pues, tiene por objeto impetrar la salud del alma, a fin de que podamos cumplir lo que está mandado. Mas el acto de buscar se refiere a la adquisición de la verdad, pues una vez que se ha encontrado la verdadera vida se llega a su posesión, la cual sólo se abre al que llama.
San Agustín, retractationes, 2, 19
Aunque no sin trabajo, he creído oportuno exponer en qué se diferencian estas tres cosas, pero mucho mejor se reducen a la petición apremiante. Por esto, concluye después, diciendo: "Dará sus bienes a los que se los piden", y no añade: "A los que buscan y a los que llaman".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23, 4
En esto que añade: "Buscad y llamad", dio a entender que debe pedirse con mucha insistencia y con fuerza. El que busca separa de su imaginación todo lo demás y se fija sólo en aquello que busca. El que llama viene con ánimo vehemente y fervoroso.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18
Como había dicho: "Pedid y recibiréis", para que los pecadores no dijesen oyendo esto: "El Señor invita a pedir a los dignos y no a nosotros que no lo somos", lo repite para recomendar a justos y pecadores la confianza en la misericordia de Dios. Por eso añade: "Todo el que pide recibe", esto es, ya sea justo, ya pecador, no dude al pedir, para que conste que no se desprecia a nadie, si no se duda del Señor al pedirle alguna gracia. No puede concebirse que Dios, cuando manda la gran obra de caridad de hacer bien a los enemigos, imponga a los hombres el deber de hacer lo que El no hace siendo bueno.
San Agustín, in Ioannem, 44, 13
Luego el Señor escucha a los pecadores. Si no oyese a los pecadores, en vano se esforzaría el publicano, diciendo: "Señor, perdóname porque soy un pecador" ( Lc 18, 13). Y por esta confesión mereció ser justificado.
San Agustín, sententia 212
Suplicando fielmente al Señor por las necesidades de esta vida, con misericordia nos oye unas veces y con misericordia nos desoye en otras. El médico sabe mejor que el enfermo lo que a éste le conviene. Si pide lo que el Señor desea y promete, se hará enteramente lo que pide, y recibirá la caridad lo que la verdad prepara.
San Agustín, ad Paulinum et Theresiam, epistola 31, 1
Bueno es el Señor, quien no siempre nos concede lo que deseamos, para otorgarnos lo que querríamos más, si lo conociéramos.
San Agustín, de sermone Domini, 2, 21
La perseverancia es necesaria para alcanzar lo que deseamos.
San Agustín, sermones, 61, 6
Cuando el Señor tarda en conceder lo que pedimos hace desear sus dones, pero no los niega. Las cosas que se desean por mucho tiempo se reciben con más gusto, mas las que se obtienen con facilidad cansan bien pronto. Pide, busca, insta. Pidiendo y buscando aumenta el deseo (o crece) para que recibas los dones con más gusto. El Señor te reserva lo que no quiere darte por lo pronto, para que aprendas a desear en gran manera las cosas grandes, por ello conviene orar siempre y no desmayar ( Lc 18, 1).