– Hb 7, 1-3.15-17: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec. Quedan perfilados los rasgos del sacerdocio de Cristo: será el suyo un sacerdocio totalmente nuevo, cuya imagen puede ser la figura misteriosa de Melquisedec. De éste no se conoció su ascendencia ni su descendencia (Gn 14, 17-20). Por eso es tipo del sacerdocio eterno de Cristo. Era rey de Salén, esto es, rey de paz. Abrahán lo considera superior.Todo esto es propio de Cristo. Por Él, que es nuestro Mediador, nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, la Iglesia puede ofrecer y ofrece al Padre una acción de gracias, una eucaristía, perfecta y digna de Él. En la maravilla sagrada de la Eucaristía se actualiza sacramentalmente el sacrificio único de Cristo. Oigamos a San León Magno:" Está presente el Señor Jesucristo en medio de los creyentes. Por eso nuestra confianza no es temeraria, sino fiel. Pues, aunque Él está sentado a la derecha de Dios Padre, hasta que ponga a todos sus enemigos por escabel de su pies (Sal 109, 1), sin embargo, no falta nunca el Sumo Pontífice de la asamblea de sus pontífices, y con razón se le canta por boca de toda la Iglesia y de todos los sacerdotes: "Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec"." Él mismo es Aquel cuya figura presignificaba el pontífice Melquisedec, que no ofrecía las oblaciones judaicas, sino que inmoló el sacrificio de aquel sacramento que nuestro Redentor consagró en su Cuerpo y en su Sangre. Él mismo es aquel cuyo sacerdocio no había de pasar con el tiempo de la ley, como pasó el establecido según el orden de Aarón, sino que fue instituido con la firmeza de un juramento indisoluble, que había de celebrarse perennemente según el orden de Melquisedec. Pues, así como entre los hombres el juramento que se presenta con estas fórmulas queda sancionado como pacto perpetuo, así también la declaración del juramento divino, que se encuentra en estas promesas, fijadas en decretos inconmovibles. Y puesto que el arrepentimiento indica el cambio de voluntad, Dios no se arrepiente en aquel en que, según el beneplácito eterno, no puede querer otra cosa distinta de lo que quiso..." Honramos, pues, el día en que fuimos consagrado obispo, ya que piadosa y verdaderamente confesamos que, en todas las cosas que hacemos rectamente, Cristo es quien realiza la obra de nuestro ministerio " (Sermón 5, 3-4).-Volvemos a cantar el sacerdocio de Cristo con el Salmo 109: " "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec". Oráculo del Señor a mi Señor: "siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies"... El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec" ".El sacrificio de la Misa es una reactualización sacramental del sacrificio redentor del Calvario. Jesús en él se da a Sí mismo y se entrega sin límites a los hombres, como Sacerdote y Víctima. Toda su vida ha sido una donación continuada. Él " vino para dar su vida " (Mt 20, 28), y en la hora suprema consumó su donación en el sacrificio de la Cruz.
– 1S 17, 32-33.37.40-51: David venció al filisteo Goliat. Comenta San Agustín:" El enemigo te da la muerte con tu misma espada; con tus mismas armas te vence y te asesina. Acepta el precepto, sabiendo que no es un arma con la que el enemigo te da muerte, sino con la que tú se la das a tu enemigo. Pero no presumas de tus fuerzas. Contempla al joven David contra Goliat: contempla al pequeño contra el grande; pequeño pero presumiendo del nombre de Dios: "Tú con escudo y lanza; yo en nombre del Señor omnipotente". Así, así y no de otra manera has de luchar; no hay otra manera de derrotar al enemigo. Quien presume de sus fuerzas, antes de la lucha ya está derrotado " (Sermón 153, 11).-David es pequeño e insignificante, pero va hacia el enemigo " en el nombre del Señor de los ejércitos ". Dios que es Roca, Alcázar, Baluarte, Escudo y Refugio, es el único que da la victoria. Esto se cumple siempre, pero más en el Reino de Cristo, en la Iglesia. Los que confían en el Señor alcanzan la salvación. Pasan los perseguidores, pasan los herejes, pasan los que niegan a Cristo, pero Él sigue reinando y reinará siempre, y con Él también su Iglesia. Lo proclamamos con el Salmo 143:" Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea. Mi Bienhechor, mi Alcázar, Baluarte donde me pongo a salvo, mi Escudo y mi Refugio, que me somete los pueblos. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para Ti el arpa de diez cuerdas; para Ti, que das la victoria a los reyes y salvas a David, tu siervo. Defiéndeme de la espada cruel ".
–Mc 3, 1-6: ¿Está permitido en sábado salvar a un hombre o dejarlo perecer? Sigue el problema de la legislación mosaica ante el mensaje de Cristo, que viene a salvar a todos los hombres. Los contemporáneos de Jesús no quieren recibir la verdad, no aceptan el verdadero sentido de la ley, no reconocen la hora del amor supremo que Cristo viene a instaurar. No entienden que Jesucristo, con su doctrina y con su conducta, aunque aparentemente rompe el orden religioso de Moisés, " no viene a abrogar la Ley, sino a consumarla " en el amor (Mt 5, 17). Es ésta una de las características más auténticas de la vida cristiana. Dice San Bernardo:" El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva siempre a su fuente y sea una misma emanación de sí mismo " (Sermón 83). San Agustín decía: " cuanto más amo, me siento todavía más deudor " (Carta 192).