Entrada: " Escúchame, Señor, que te llamo. Tú eres mi auxilio. No me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación ".
Colecta (del Misal anterior, y antes de los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano): " ¡Oh Dios!, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos ".
Ofrendas (del Misal anterior, retocada con textos del Veronense): " Tú nos has dado, Señor, por medio de estos dones que te presentamos, el alimento del cuerpo y el sacramento que renueva nuestro espíritu; concédenos con bondad que siempre gocemos del auxilio de estos dones ".
Comunión: " Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida " (Sal 26, 4) ; o bien: " Padre santo: guárdalos en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros, dice el Señor " (Jn 17, 11).
Postcomunión (del Misal anterior): " Que esta comunión en tus misterios, Señor, expresión de nuestra unión contigo, realice la unidad de tu Iglesia ".
Todos constituimos un pueblo, que es el depositario de la gracia y de la obra de Cristo. Y, por lo mismo, depositario de la salvación que los demás hombres necesitan.
– Ex 19, 2-6: Seréis para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Los Apóstoles son enviados, como lo había sido Moisés, para anunciar a los hombres sin esperanza, que Dios quiere hacer de ellos, su pueblo, Israel, pueblo sacerdotal, figura del nuevo pueblo de Dios. ¡Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal! ¡Pueblo de Dios: bendice a tu Señor!
Son apelativos legítimos del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y que pasan a la Iglesia, verdadero Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento.
Los santos Padres han tratado muchas veces del sacerdocio común de los fieles. En esta ocasión trasladamos aquí un texto de San Pedro Crisólogo:
" Hombre, procura ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad; que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tu oración arda continuamente, como perfume de incienso; toma en tus manos la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar y, así afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio. Dios te pide fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad " (Sermón108).
– Por eso cantamos en el Salmo 99: " nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu rebaño ". Este Salmo nos lleva como de la mano al sacrificio puro y santo de la Nueva Alianza en la sangre de Cristo. Este es el verdadero sacrificio de expiación y de acción de gracias, la Eucaristía. En él podemos pagar con creces nuestras ofensas al Padre, puesto que en él se ofrece el Cuerpo y la Sangre de Cristo derramada por nuestros pecados. Pero, además, el sacrificio admirable y todo santo de la Cruz se reactualiza sacramentalmente en la Eucaristía, o Santa Misa. Y es el que funda y constituye la Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo y Pueblo de Dios congregado. Nunca mejor dicho que en la Cruz, en la Eucaristía, " Él nos hizo y somos ovejas de su rebaño ", un pueblo santo, regio y sacerdotal.
– Rm 5, 6-11: Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con cuanta más razón seremos salvados por su vida. San Efrén dice:
" Nuestro Señor fue dominado por la muerte, pero Él venció a la muerte, pasando por ella como si fuera su camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargado con la cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.
" La muerte le mató gracias al cuerpo; pero Él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así, acabó con la muerte. La muerte destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.
" La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle a Él si Él no hubiera tenido un cuerpo, ni el abismo hubiera podido tragarle si Él no hubiera estado revestido de un cuerpo, pero cuando hubo asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y desbarató sus tesoros " (Sermón 3 sobre Nuestro Señor).
– Mt 9, 36-10, 8: Llamó a sus doce discípulos y los envió. En el plan divino, Israel debía ser el que primero recibiera los beneficios de la ofrenda mesiánica (cf. Rm 1, 16). La misión está confinada al territorio galileo. La autenticidad de su mensaje está garantizada con milagros. Sus propósitos misioneros no han de ser oscurecidos y frustrados por la ambición del dinero, ya que el poder de obrar milagros nada les ha costado a los Apóstoles. Comenta San Juan Crisóstomo:
" Mirad la grandeza del ministerio, mirad la dignidad de los apóstoles. No se les manda que hablen de cosas sensibles, ni como hablaron antaño Moisés y los profetas. Su predicación había de ser nueva y sorprendente. Moisés y los profetas predicaban de la tierra y de los bienes de la tierra; los apóstoles, del reino de los cielos y de cuanto a él atañe. Mas no sólo por este respecto son los apóstoles superiores a Moisés y a los profetas, sino también por su obediencia. Ellos no se arredran de su misión ni vacilan como los antiguos... Ninguna gracia hacéis a los que os reciben, pues no habéis recibido vuestros poderes como una paga ni como fruto de vuestro trabajo. Todo es gracia mía. De este modo, pues, dad también vosotros a aquéllos. Porque, por otra parte, tampoco es posible hallar precio digno de lo que vuestros dones merecen " (Homilía 32, 4,sobre San Mateo).
En la historia de la salvación los acontecimientos salvíficos evidencian la Voluntad de Dios por encima de los proyectos y esperanzas humanos. Aquélla termina siempre superando los planes y la capacidad limitada de los hombres.
– Ez 17, 22-24: Ensalcé un árbol humilde. El desastre del pueblo de Dios, en los días de Nabucodonosor y de la cautividad babilónica, fue resultado de una política, que confió más en los poderes humanos que en la fidelidad a Dios. Tras la humillación saludable, la iniciativa divina salvaría a su pueblo.
La misión de los profetas, como centinelas de los intereses espirituales de su pueblo, es situar en su debida proporción el alcance de los castigos de Dios a su pueblo. En medio de todas las encrucijadas críticas de la historia de Israel se cierne siempre la esperanza mesiánica, como norte de vida nacional. Esta lectura hace relación con el Evangelio de hoy, sin el cual no se la entiende. Una vez más se trata en la liturgia de la humildad y de su eficacia en orden a la Iglesia. San León Magno elogia la humildad:
" Reconozca la fe católica su nobleza en la humildad del Señor y encuentre su alegría la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en los misterios de su salvación... Mas para curar las enfermedades, para dar vista a los ciegos, para resucitar a los muertos, ¿qué hay más conveniente que curar las heridas del orgullo con los remedios de la humildad? (Sermón 25, 5).
– Con el Salmo 91 proclamamos que " Es bueno dar gracias al Señor ". Los caminos de la providencia de Dios son, a veces, difíciles de comprender; pero el hombre de fe sencilla y humilde como la de un niño, podrá reconocer fácilmente que Dios va escribiendo en ellos la historia de un Amor infinito y de una fidelidad sin límites: " El justo crecerá como la palmera. Se alzará como cedro del Líbano; plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestros Dios. En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso; para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad " .
– 2Co 5, 6-10: En destierro o en patria nos esforzamos en agradar a Dios. La salvación definitiva del hombre no se debe a los valores humanos, ni es fruto de éxitos espectaculares terrenos. Es obra de Dios que nos la garantiza en Cristo y que habrá de juzgarnos por nuestra fidelidad a Él. San Agustín dice que Cristo es el camino para nuestra peregrinación:
" Mientras dura la peregrinación en este cuerpo mortal, camináis en la fe. Cristo Jesús, en su condición de hombre que se dignó tomar por nosotros, se ha convertido en camino seguro para vosotros; Cristo Jesús a quien tendéis, reservó, en efecto, gran dulzura para quienes le temen; quienes esperan en Él tendrán acceso en plenitud a ella cuando hayamos recibido también en la realidad lo que ahora hemos recibido en esperanza. Pues "somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es" (1Jn 3, 2). Lo mismo prometió en el Evangelio: "Quien me ama, dijo, guarda mis mandamientos. Y quien me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me mostraré a él" (Jn 14, 21). Ciertamente le estaban viendo aquellos con quienes hablaba, pero en la forma de siervo, en la que es menos que el Padre. La primera la mostraba a quienes temían; la segunda la reservaba para quienes esperaban en Él; en aquélla se manifestaba a los que iban de viaje, a ésta llamaba a los que iban a habitar con Él; aquélla la mostraba a los caminantes, ésta la prometía a los que llegasen a la meta " (Sermón 260,A,1).
– Mc 4, 26-34: Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas. El estado glorioso del Reino futuro sucederá al estado actual de humildad. Comenta San Jerónimo:
" Pienso que las ramas del árbol del Evangelio, que crece del grano de mostaza, son los dogmas diversos, en los que descansa cada una de las aves dichas. Tomemos nosotros también alas de paloma para que, volando a las más altas, podamos habitar en las ramas de este árbol y hacernos nidos de las enseñanzas, huyendo de las cosas de la tierra y corriendo hacia las del cielo " (Comentario al Evangelio de San Mateo).
El Reino tiene en apariencia un comienzo humilde. Pero Cristo predice un notable desarrollo del que la historia da testimonio. No la inmediatez ni la espectacularidad. Sin embargo, no hay nadie que lo pare. Pasan los perseguidores, los detractores, los cismáticos, los malos hijos, los calumniadores. La Iglesia sigue creciendo por doquier y profundizando en santidad. Es admirable la cantidad de procesos de beatificación y canonización que hay en la Congregación para las Causas de los Santos y sigue aumentando sin cesar.
En este Domingo se nos recuerda la necesidad que tenemos de conversión permanente: penitencia por el pecado y nueva vida, propias de hijos de Dios, regenerados por el sacrificio redentor del Señor Jesús.
También nosotros somos pecadores ante Dios. Es menester reconocer humildemente nuestros pecados, pero también responder al designio de Dios, que quiere que rehagamos nuestras nuestras vidas por una penitencia eficaz y constante y nos reintegremos al Amor que brota de su Corazón divino.
– 2S 12, 7-10.13: El Señor perdona tu pecado. No morirás. Pecó David y, corregido por el profeta, confesó su pecado y se arrepintió: " Ten piedad de mí, Señor, según tu gran misericordia ". En un comentario atribuido a San Agustín se dice:
" (Dios) vio el corazón de David, cuando, recriminado y gravemente por el profeta, después de las terribles amenazas de Dios, exclamó, diciendo: Pequé, y al instante escuchó: El Señor ha borrado tu pecado... Tal es el valor de estas dos sílabas: Pequé consta de dos sílabas, pero mediante ellas subió al cielo la llama del sacrificio del corazón. Así, pues, quien haga penitencia en verdad y se vea libre de la atadura que le tenía sujeto y separado del Cuerpo de Cristo, si después de haber hecho penitencia vive santamente, como ya debía haber vivido antes, muera cuando muera después de la reconciliación, se encamina hacia Dios, se encamina al descanso, no se verá privado del Reino de Dios, y será separado de la compañía del diablo " (Sermón 393).
– Con el Salmo 31 clamamos: " Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado ". Este salmo nos ofrece la alegría de la penitencia. El cristiano al meditarlo ha de tener muy presente que si, mediante la penitencia sincera, ha recuperado la paz y la alegría, eso se debe al sacrificio de Cristo en la cruz. Todo este salmo es una exhortación a frecuentar el sacramento de la penitencia con gran arrepentimiento y con verdadero dolor de corazón, que conduce al hombre a la fuente del verdadero gozo, que sólo se encuentra en la fidelidad a Dios.
– Ga 2, 16.19-21: No soy yo; es Cristo quien vive en mí. San Agustín comenta:
" Aprende a orar como enemigo de ti mismo; mueran las enemistades. Tu enemigo es un hombre. Hay dos nombres: hombre y enemigo. Viva el hombre y muera el enemigo. ¿No te acuerdas cómo Cristo, el Señor, con la sola voz desde el cielo, hirió, tiró por tierra y dio muerte a un enemigo, Saulo, acérrimo perseguidor de sus miembros? No hay duda de que le dio muerte, pues murió en su perseguidor y se levantó convertido en predicador. Murió; si no me crees a mí, pregúntaselo a él. Escúchale y lee, oye su voz en la Carta a los Gálatas: "vivo, pero ya no soy yo quien vive" (Ga 2, 20). Vivo, dice, pero ya no soy yo. Luego él murió. ¿Y cómo hablaba? Vive en mí Cristo. En la medida de tus fuerzas, ruega, pues, que muera tu enemigo, pero considera en qué forma. Si muriese sin que su alma abandone el cuerpo, tan sólo perdiste a un enemigo y a la vez conseguiste un amigo. Por tanto, que vuestra oración no sea para pedir la muerte corporal de vuestros enemigos " (Sermón 105,A).
La ley divina denuncia nuestros pecados; pero no tiene capacidad para regenerarnos. Esto sólo ha sido posible por el sacrificio redentor de Cristo, que nos da la posibilidad de una vida nueva.
– Lc 7, 36-8, 3 : Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor . Dejemos a un lado la identidad de la persona; son muchas las opiniones que han dado los Santos Padres. Jesús declara que sus pecados han sido perdonados y el amor que ella siente en agradecimiento es manifestado a Jesús. De todos modos es evidente que ella trata a Jesús como Dios, pues sólo Dios puede perdonar los pecados. San Ambrosio nos exhorta:
" Tú también, si quieres la gracia aumenta el amor; derrama sobre el cuerpo de Jesús la fe en la resurrección, el olor de la Iglesia, el perfume del amor para la comunidad; y mediante tal progreso tú darás al pobre. Este dinero te será más útil si, en lugar de dar de tu abundancia, prodigas en nombre de Cristo lo que te hubiera servido, si lo das a los pobres como una ofrenda a Cristo " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VI ,29).