Domingo 15º del Tiempo Ordinario

Entrada: " Yo, con mi apelación, vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante " (Sal 16, 15). Con esta ardiente súplica se inicia la Misa.

Colecta (del Misal anterior, antes del Gregoriano, y ahora retocada con textos del Gelasiano): " ¡Oh Dios!, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al buen camino; concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa "

Ofrendas (también del Misal anterior, y antes del Gregoriano): " Mira, Señor, los dones de tu Iglesia en oración, y concede a quienes van a recibirlos crecer continuamente en santidad ".

Comunión: " Dichosos los que viven en tu casa " (Sal 83, 4-5); o bien: " El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él " (Jn 6, 57).

Postcomunión (también del Misal anterior, retocada con textos del Gregoriano y Gelasiano): " Alimentados con esta eucaristía, te pedimos, Señor, que cuantas veces celebramos este sacramento se acreciente en nosotros el fruto de la salvación ".

Ciclo A

La primera lectura nos prepara a recibir las enseñanzas del Evangelio: el Sembrador difunde su doctrina. San Pablo exalta la dimensión cósmica de la Redención.

Dios es el Sembrador que realiza en nosotros su obra. A nosotros nos queda la enorme responsabilidad de no hacer infructuosa la gracia santificante y los medios que Él nos da en su Palabra y en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía.

Is 55, 10-11: La lluvia hace germinar la tierra. La palabra de Dios, semilla de salvación, lleva en sí toda la eficacia de la iniciativa divina y de su amor santificador.

El profeta usa sus grandes cualidades literarias y una gran intuición teológica para infundir la firme adhesión a Yavé, Dios de los padres que, contrariamente a la desconfianza general de los exiliados, está salvíficamente presente entre ellos. El dirige la historia y los acontecimientos para que el universo y el hombre, que han sido creados por Él, de Él dependan y con Él se desarrollen.

La semejanza de la lluvia y de la nieve que fecundan y hacen germinar la tierra nos debe hacer comprender que la potencia creadora y transformadora de la palabra de Dios ha de dar fruto, si la acogemos con fe, pues Dios que nos creó sin nosotros no nos salvará sin nosotros.

Es un texto muy profundo y eficaz para comprender la Sagrada Escritura como palabra de Dios al hombre. Nos pone en contacto directo con Él que nos invita a que recibamos su mensaje salvífico para otorgarnos su comunión de vida realizando en nosotros su salvación.

– Muy acertadamente se ha escogido como responsorio el Salmo 64 : " Tú cuidas de la tierra, la riegas... Tú preparas los trigales... La semilla cayó en buena tierra y dio su fruto ". En realidad ese Salmo es un himno a Dios providente con su pueblo. Los versículos 10-14, que son los que se han tomado aquí, nos hacen revivir la primavera de Palestina, cuando el mismo desierto florece, los rebaños pastan sobre verdes colinas y el trigo germina sus espigas en la llanura. Los santos han usado esos dones de la creación para elevarse hasta Dios y cantar su magnificencia. Son bien conocidos los versos de San Juan de la Cruz, ya expuestos por nosotros en otra ocasión.

Rm 8, 18-23: La creación expectante está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. En medio de la creación el cristiano auténtico es como una semilla viva de Dios, que restaura la obra del Creador y la libera de la degradación del pecado.

Para San Pablo y para todo el Nuevo Testamento el sufrimiento es esencial en la economía salvífica: Cristo murió en una cruz para la redención de la humanidad. El cristiano, como discípulo de Cristo, se encuentra en el mismo camino de la cruz: " El que quiera ser mi discípulo que se renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga " (Mc 8, 34; Mt 16, 24;Lc 9, 23).

Esto no debe ser motivo de tristeza. Muere con Cristo para resucitar con Él. Este destino no está fundado en la palabra del hombre, sino en la palabra de Dios que es viva y eficaz. Comenta san Agustín:

" Estáis viendo, amadísimos, qué se les pide en esta vida a los siervos de Dios en cambio a la vida futura que se revelará en nosotros. Frente a esa gloria, carece de significado cualquier tribulación temporal, sea la que sea. "Los sufrimientos de este tiempo, dice el Apóstol, no son equiparables con la futura gloria que se revelará en nosotros" (Rm 8, 18). Si las cosas son así, nadie piense ahora carnalmente; no hay tiempo: el mundo se conmueve, el hombre viejo es echado fuera, la carne siente la operación, aniquílese el espíritu. El cuerpo de Pedro yace en Roma, dicen los hombres; en Roma yacen los cuerpos de Pablo, de Lorenzo y de otros santos mártires; sin embargo, Roma está asolada: es afligida, pisoteada e incendiada... ¿Dónde están las memorias de los Apóstoles? Allí están, allí están, pero no en ti. ¡Ojalá estuvieran en ti!... Ojalá estuviesen en ti las memorias de los Apóstoles; ojalá pensaras en ellos. Verías qué felicidad les fue prometida, si la terrena o la eterna " (Sermón 296, 6).

Mt 13, 1-23: Salió el Sembrador a sembrar. La palabra de Dios y toda su obra de santificación pueden quedar infructuosas por el modo de ser y de vivir de los hombres.

La parábola explica plásticamente la proclamación del Reino, que constituye su tema fundamental. Aunque aparentemente podamos ver un aspecto negativo, sin embargo, el tema esencial es un sereno optimismo sobre el fruto que tendrá el mensaje predicado por el Señor. Comenta San Agustín:

" Dice Pablo en sus escritos que fue enviado a predicar el Evangelio allí donde Cristo aún no había sido anunciado. Pero, como aquella otra siega ya tuvo lugar y los judíos que quedaron eran paja, prestemos atención a la mies que somos nosotros. Sembraron los apóstoles y los profetas. Sembró el mismo Señor; Él estaba, en efecto, en los apóstoles, pues también Él cosechó; nada hicieron ellos sin Él; Él sin ellos es perfecto, y a ellos dice: "sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5). ¿Qué dice Cristo, sembrando entre los gentiles? "Ved que salió el Sembrador a sembrar" (Mt 13, 3). Allí se envían segadores a cosechar; aquí sale a sembrar el sembrador no perezoso. Pero, ¿qué tuvo que ver con esto el que parte cayera en el camino, parte en tierra pedregosa, parte entre espinas? Si hubiera temido a esas tierras malas, no hubiera venido tampoco a la tierra buena.

" Por lo que toca a nosotros, ¿qué nos importa? ¿Qué nos interesa hablar ya de judíos y de la paja? Lo único que nos atañe es no ser camino, no ser piedras, no ser espinas, sino tierra buena. -¡Oh Dios! Mi corazón está preparado- (Sal 56, 8) para dar el treinta, el sesenta, el ciento, el mil por uno. Sea más, sea menos, pero siempre es trigo " (Sermón 101, 3).

Ciclo B

La primera lectura trata de la vocación del profeta Amós, cómo el Señor elige su mensajero a quien quiere, cuándo y como quiere. La tercera lectura nos habla de las consignas dadas por Cristo a los discípulos enviados a evangelizar. En la segunda lectura San Pablo describe a los Efesios el plan divino sobre nosotros. Dios nos ha destinado desde toda la eternidad a convertirnos en hijos suyos por Jesucristo para alabanza de su gloria.

La vocación cristiana, don de iniciativa amorosa de Dios a quienes Él mismo ha elegido, es, por su propia naturaleza, vocación a la santidad testifical y vocación al apostolado responsable (cf. Lumen gentium 17 y 40)

El auténtico cristiano es siempre un testigo viviente de Cristo. El falso cristiano vive ajeno a la salvación de los hombres, sus hermanos.

Am 7, 12-15: Ve y profetiza a mi pueblo. En su fe profunda y operante, Amós se siente responsable ante Dios, que le reclama para profeta y testimonio contra la frivolidad religiosa del reino de Israel. Su vida evidencia plenamente su fidelidad a Yavé. San Jerónimo dice:

" Los médicos que se llaman cirujanos son tenidos por crueles y son realmente desdichados. Porque, ¿no es una desdicha dolerse de las heridas ajenas y tener que cortar con hierro compasivo las carnes muertas, y, al tener que curar, no sentir horror de lo que horroriza al que es curado, y encima ser tenido por enemigo? Está en la naturaleza de las cosas el que la verdad sea amarga y los vicios sean considerados agradables.

" Isaías, para poner un ejemplo de lo que había de ser la cautividad inminente, no tuvo empacho de andar desnudo (Is 20, 2); Jeremías es sacado de en medio de Jerusalén y enviado al Éufrates, río de Mesopotamia, para esconder allí, entre gentes enemigas, donde está el asirio y los ejércitos de los caldeos, una faja que debía pudrirse (cf. Jr 13, 1-7); a Ezequiel se le manda comer un pan hecho de todo género de semillas y rociado primero con excrementos humanos y luego bovinos (cf. Ez 4, 9-15), y termina presenciando con los ojos secos de lágrimas la muerte de su mujer (Ez 24, 15-17). Amós es expulsado de Samaría (Am 7, 12) Y todo esto, te pregunto, ¿por qué? Porque eran cirujanos espirituales que cortaban los vicios de los pecadores y exhortaban a la penitencia... Así, no es de extrañar, si también nosotros, al censurar los vicios, ofendemos a muchos " (Carta 40 1-2, a Marcela).

– Con el Salmo 84 decimos: " voy a escuchar lo que dice el Señor ". Esta es la actitud de todo profeta en todos los tiempos. " Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón ". El misterio de la venida de Cristo tiene una historia en la vida de todo creyente. El que se convierte y recibe la gracia es como un exiliado que espera regresar a la patria verdadera. Por eso puede hacer suyas las palabras del Salmo: " La salvación ya está cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la felicidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos ".

Ef 1, 3-14: Nos eligió en Él antes de crear el mundo. La introducción a la Carta a los Efesios nos recuerda que nuestra fe cristiana es un don de iniciativa divina que compromete plenamente nuestra existencia ante el Padre y ante los hombres.

Todo el proceso salvífico de la lectura es atribuido por san Pablo a la benevolencia de la voluntad divina. Por tres veces se subraya que esto sucede " para alabanza y gloria de su gracia ", " para que la gloria de su gracia... redunde en alabanza suya ", " seremos alabanza de su gloria ". Estas expresiones tienen en el himno la función de estribillo, el carácter doxológico de toda la composición. San Jerónimo comenta:

" Aunque uno sea santo y perfecto, y sea estimado digno de la felicidad a juicio de todos, sin embargo ahora ha conseguido las arras del Espíritu para la herencia futura. Si la prenda es tanta, ¿qué será la posesión? Como la prenda que se nos da no está fuera de nosotros, sino dentro de nosotros, así la herencia misma -esto es, el reino de Dios dentro de nosotros está (Lc 17, 21)- es algo intrínseco a nosotros. ¿Qué mayor herencia puede haber que contemplar y ver sensiblemente la belleza de la Sabiduría del Verbo, de la Verdad y de la Luz, y lo inefable del mismo; y considerar la magnífica naturaleza de Dios y ver la sustancia de todas las cosas creadas a semejanza de Dios. Este Espíritu Santo de la promesa, que es la prenda de nuestra heredad, se nos da ahora, para que seamos redimidos y unidos a Dios para alabanza de su gloria. No porque Dios necesite alabanza de nadie, sino para que su alabanza aproveche a los que le alaban, y mientras conocen en cada una de sus obras su majestad y su grandeza, se levanten a alabarle en un milagro de estupor " (Comentario a la Carta a los Efesios 1, 14).

 

Mc 6, 7-13: Y comenzó a enviarlos. Los primeros creyentes, los apóstoles y los discípulos, vieron íntegramente comprometidas y marcadas sus vidas para la obra redentora de Cristo. A San Marcos le interesa presentar al predicador evangélico como al que revela en el mundo el misterio de la salvación mediante el Mesías crucificado. A esto parece que va dirigida la absoluta pobreza de medios en el apóstol, catequista, evangelizador. La Iglesia es en sí, como lo fue Cristo, portadora de la salvación, pero no tiene ningún aspecto triunfalístico pagano y mundano. Cristo triunfó por su Misterio Pascual sobre el pecado y la muerte. La Iglesia sigue ese mismo camino, no puede prescindir de ello.

Esto no podemos olvidarlo, aun en nuestro aspecto de vida escondida, crucificada, en la pobreza y debilidad, en nuestras limitaciones. La doctrina que subyace en esta lectura es la de que la victoria se realiza en la humildad y en la carencia de medios humanos. No podemos prescindir de ellos, ciertamente; pero no hemos de poner nuestro afán en ellos. San Pablo nos dice que todo es para nosotros, para nuestra utilidad, para nuestro provecho, pero nosotros somos de Cristo y Cristo de Dios. Ése es el orden que siempre han seguido los santos. Emplear los medios de este mundo para el servicio de Dios, sin estar apegados, sino desprendidos totalmente de ellos.

En la celebración litúrgica no agotamos toda la responsabilidad de nuestra fe y de nuestra identidad cristiana. Esto se ha de prolongar en la vida cotidiana, como testigos y apóstoles de Cristo.

Ciclo C

La parábola del Buen Samaritano es una enseñanza para vivir el mandato del amor para con Dios y para con el prójimo. La ley del Señor, recuerda la primera lectura, no es algo exterior a nosotros mismos, sino que se encuentra dentro de nosotros y hemos de llevarla a la práctica. San Pablo, en la segunda lectura, delinea ante nosotros la imagen de Cristo en toda su grandeza. Es el principio de la nueva humanidad en su resurrección de entre los muertos.

Cristo y la caridad serán siempre la clave de toda autenticidad cristiana. El Corazón de Jesucristo, su iniciador y consumador, el Maestro y el Modelo a seguir (LG 40). En el cristianismo todo lo que no se centra en la caridad, puede ser equívoco. Ciertamente es infructuoso para nuestra salvación (1Co 13, 10).

Dt 30, 10-14: El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo. Por la revelación divina, Dios mismo se ha puesto en actitud de diálogo amoroso al alcance de toda conciencia recta. Es en lo íntimo de su corazón donde cada hombre se abre a su Voluntad o la rechaza.

Al autor de este libro interesa sobre todo exhortar al pueblo de su tiempo a reflexionar sobre su vocación y elección y obre las consecuencias nefastas a que ha conducido el abandono de Yahvé, el Dios de los padres, mediante la infidelidad a la alianza sancionada después del éxodo y renovada repetidas veces por Dios a través de los profetas. Como tantas veces ya hemos expuesto con textos patrísticos, todo se concreta en la observancia del Pacto, pues por parte de Dios siempre estará firme su fidelidad.

– El Salmo 68 nos exhorta a buscar al Señor para que viva nuestro corazón. Es como una continuación de la lectura anterior: " Mi oración se dirige a Ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, por tu gran compasión vuélvete hacia mí. Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre del Señor con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. El Señor salvará a Sión... "

Col 1, 15-20: Todo fue creado por Él y para Él. El acercamiento amoroso de Dios a los hombres ha culminado en el misterio entrañable del Corazón de Cristo, centro y culmen de la revelación de la caridad del Padre. Orígenes dice:

" Ahora bien, el alma es movida por el amor y deseo celestes cuando, examinadas a fondo la belleza y la gloria del Verbo de Dios, se enamora de su aspecto y recibe de Él como una saeta y una herida de amor. Este Verbo es, efectivamente, la imagen y el esplendor del Dios invisible, "primogénito de toda creación, en quien han sido creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, las visibles e invisibles" (Col 1, 16). Por consiguiente, si alguien logra con la capacidad de su inteligencia vislumbrar y contemplar la gloria y hermosura de todo cuanto ha sido creado por Él, pasmado por la belleza misma de las cosas y traspasado por la magnificencia de su esplendor, como por una saeta bruñida, en expresión del profeta (Is 49, 2), recibirá de Él una herida salutífera, y arderá en el fuego deleitoso de su amor " (Comentario al Cantar de los Cantares, prólogo).

Lc 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo? Cristo, Dios y hombre, en unidad de Persona, ha hecho de la caridad a Dios y a los hombres la plenitud de la ley, como norma de salvación para todos nosotros. Siempre tenemos necesidad de insistir en el precepto del amor. La apologética esencial al cristianismo será siempre la de la caridad ". Escuchemos a San Agustín:

" Aquel hombre que yacía en el camino, abandonado medio muerto por los ladrones, a quien despreciaron el sacerdote y el levita que por allí pasaron y a quien curó y auxilió un samaritano que iba también de paso, es el género humano. ¿Cómo se llegó a esta narración? A cierta persona que le preguntó cuáles eran los mandamientos más excelentes y supremos de la ley, el Señor respondió que eran dos... Jesucristo, el Señor, quiso que viésemos a Él representado en el Samaritano... El Señor se nos hace cercano en el prójimo. Él, para hacerse cercano a ti, asumió tu pena, pero no tu culpa, y si la asumió fue para borrarla, no para perpetrarla. Siendo justo e inmortal, estaba lejos de los injustos y mortales. Tú, en cuanto pecador y mortal estabas lejos del justo e inmortal. Él no se hizo pecador, como lo eras tú, pero se hizo mortal como tú. Permaneciendo justo se hizo mortal. Asumiendo la pena sin la culpa, destruyó pena y culpa. Por tanto, el Señor está cerca, no os inquietéis por nada. Aunque corporalmente ascendió por encima de todos los cielos, con su majestad no se alejó. Quien hizo todo está presente en todas partes (Sermón 171, 2-3).

Prescindiendo o infravalorando la caridad evangélica (sobrenatural y positiva) el " moralismo " sólo sirve para justificar posturas naturalistas, privadas o sociales, pero nunca de autenticidad cristiana.