16ª semana del Tiempo Ordinario, miércoles

Años impares

Ex 16, 1-5.9-15: Yo haré llover pan del cielo. El maná en el desierto como alimento del pueblo israelita. Cristo lo contrapuso al Pan que Él había de dar: la Eucaristía (Jn 6, 58). Comenta San Agustín:

" El Señor se presentaba de tal forma que parecía superior a Moisés; jamás tuvo Moisés la audacia de decir que él daba un alimento que no perece, que permanece hasta la vida eterna. Jesús promete mucho más que Moisés. Este prometía un reino, una tierra con arroyos de leche y miel, una paz temporal, hijos numerosos, la salud corporal y todos los demás bienes temporales...; llenar su vientre aquí en la tierra, pero de manjares que perecen; Cristo, en cambio, prometía un manjar que, en efecto, no perece, sino que permanece eternamente " (Tratado 25, 12, sobre el Evangelio de San Juan).

– Decimos con el Salmo 77: " El Señor les dio pan del cielo... Tentaron a Dios en sus corazones... Pero Dios hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste. Y el hombre comió pan de ángeles... ". La historia de Israel, resumida a grandes rasgos en este largo Salmo de 72 versículos, es, en último término, la historia de la alianza de Dios con su pueblo, marcada por la fidelidad inquebrantable de Dios y por las deficiencias humanas. Dios no se muda, pero el hombre puede endurecerse de tal modo en su obstinación que llegue un día a hacer infructuosos los infinitos dones de un Dios que es todo Amor.

La vida cristiana en el desierto de este mundo tiene mucho que ver con las infidelidades y conversiones del pueblo israelita. Sólo una fe viva puede mantener firme la alianza con Dios. Para llegar a vivir profundamente esta fe nada mejor que alimentarse con el verdadero maná llovido del cielo, el verdadero pan de los ángeles: la sagrada Eucaristía, que es la realización perfecta de la nueva Alianza, la Alianza entre Dios y su pueblo.

Cristo vino a llevar a cabo el cumplimiento de la liberación iniciada en Egipto y redimir de la esclavitud del pecado, no sólo a los israelitas, sino a todos los pueblos, haciéndolos pasar por medio de las aguas del bautismo a una vida nueva y sobrenatural (Jn 3, 5.16-17). Él era la fuente de aguas vivas para apagar la sed de los hombres (Jn 4, 10; 1Co 10, 4). Él era la nube luminosa que debía guiar al pueblo a la salvación (Jn 8, 12). Él era el Pan vivo bajado del cielo para alimentar a los hombres en la travesía por el desierto de este mundo (Jn 6, 35). Él vino para aniquilar las potencias del mal, aplacar la cólera de Dios, tomando sobre Sí las plagas y el castigo debido a los hombres (Is 53, 4-5).

Años pares

Jr 1, 1.4-10: Te nombré profeta de los gentiles. El profeta Jeremías relata cómo fue escogido por Dios para ser su portavoz ante todos los hombres. La palabra humana es totalmente incapaz de ser portadora de Dios. Jeremías lo hace constar. Esto es normal en la vocación de los profetas: Moisés tartamudea, Isaías tuvo necesidad de purificarse los labios (Is 6, 1-6), y los mejores anunciadores de la salvación fueron víctima del " mutismo " o se les trababa la lengua (Mc 7, 31-37). Estas dificultades vienen a subrayar la comunión entre Dios y su profeta y la iniciativa del primero en el ministerio del segundo.

" El Señor que dijo al profeta: Mira que hoy te pongo sobre naciones y reinos... (Jr 1, 10), concede en todo tiempo a su Iglesia la gracia de que su cuerpo se mantenga íntegro por la paciencia y que no prevalezca el veneno de las doctrinas de los herejes. Cosa que vemos ahora cumplida " (Carta de Teófilo a Epifanio).

– En estos casos siempre es lo mejor confiar en el Señor como lo confirma el Salmo 70: " A Ti me acojo, Señor, no quede yo derrotado para siempre... Sé Tú la Roca de mi refugio... Líbrame de la mano perversa... Tú fuiste mi esperanza y mi confianza... " Comenta San Agustín:

" No temas ser abandonado en la flaqueza, en la vejez. ¿Pues qué? Tu Señor ¿no se debilitó en la cruz? ¿Por ventura, no movieron ante Él, como ante un hombre sin valimiento e indefenso, prisionero y abatido, sus cabezas los potentados, los toros fuertes?... ¿Qué te enseñó el que pendiente de la cruz no quiso bajar de ella? La paciencia entre los ultrajadores y que seas fuerte en tu Dios " (Comentario al Salmo 70).

 Luego vino la victoria, la resurrección y el triunfo. Así también vendrá a nosotros.

Evangelio

Mt 13, 1-9: Cayó en tierra buena y dio grano. San Juan Crisóstomo dice:

" Habiendo, pues, dicho el Señor los modos de perdición, pone, finalmente la tierra buena, pues no quiere que desesperemos, y nos da esperanza de penitencia, haciéndonos ver que de camino y rocas y espinas puede el hombre pasar a ser tierra buena. Sin embargo, si la tierra era buena y el sembrador el mismo y las semillas las mismas, ¿cómo es que una dio ciento, otra sesenta y otra treinta? Aquí también la diferencia depende de la naturaleza de la tierra, pues aun donde la tierra es buena, hay mucha diferencia de un corro a otro. Ya veis que no tiene la culpa el sembrador ni la semilla, sino la tierra que la recibe, y no por causa de la naturaleza, sino de la intención y disposición. Mas también aquí se ve la benignidad de Dios que no pide una medida única de virtud, sino que recibe a los primeros, no rechaza a los segundos y da también lugar a los terceros. Mas si así habla el Señor, es porque no piensen los que le siguen que basta con oír para salvarse " (Homilía 44, 4 sobre San Mateo).