20ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Jc 11, 29-35: Concepto elemental de valores religiosos y morales que se irán perfeccionando poco a poco. Una gran lección de esta lectura: no hacer juramentos sin motivos suficientes y preferir una persona a todos los motivos sacralizantes. Voto y victoria del juez Jefté, que sacrificó a su hija.

– Reza el Salmo 39: " Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio entonces yo digo: Aquí estoy -como está escrito en el libro- para hacer tu voluntad. Dios mío lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, Tú lo sabes ".

El autor de la Carta a los hebreos pone en boca de Cristo algunos versos de este Salmo. Toda la vida de Cristo fue una identificación perfecta de su voluntad con la de su Padre (Lc 22, 42), hasta tal punto que pudo afirmar que su alimento era hacer la voluntad de su Padre (Jn 4, 34). Por eso insistía el Apóstol San Juan en que los discípulos de Jesús hicieran siempre lo que es agradable al Padre (1Jn 3, 22). Ésa es la verdadera religión.

Cristo ha cumplido el sacrificio total e interior de la propia voluntad al Padre, en la sumisión y obediencia que manifestó desde la Encarnación hasta su inmolación en la cruz.

El sacrificio en espíritu y en verdad que la Iglesia realiza en unión con Cristo en su liturgia es, al mismo tiempo, fuente y fruto de la Redención.

" Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio entonces yo digo: Aquí estoy -como está escrito en el libro- para hacer tu voluntad... ".

Años pares

Ez 36, 23-28: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo. El destierro es el castigo por los pecados de Israel. Con todo y en razón de la ruina del pueblo de Dios, el nombre del Señor fue profanado entre los gentiles. Por consiguiente, el honor divino exige una acción favorable respecto a su pueblo. El retorno de los exiliados será lo que hará brillar el poder divino ante los ojos de todas las naciones. Se prevé la economía de la salvación realizada por Cristo. San Jerónimo dice:

" Oigamos a Ezequiel, hijo del hombre que anticipadamente habla del poder de quien había de ser Hijo del Hombre: "Yo os tomaré de entre todas las naciones y os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios de todas vuestras impurezas, y os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo" (Ez 36, 24-26). Os limpiaré, dice, de todas vuestras impurezas. En todas no se omite ninguna. Si las impurezas se limpian, ¡con cuánta más razón la pureza seguirá sin mancilla! Os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo; porque en Cristo Jesús lo que vale es la nueva creación (Ga 6, 15). Por eso cantamos un cantar nuevo, y abandonando al hombre viejo no caminamos ya en la caducidad de la letra, sino en la novedad del espíritu. Esta es la piedra nueva, en que está inscrito el nombre nuevo que nadie sabe leer sino el que lo recibe (Ap 2, 17) " (Carta 68, 7, a Océano).

– El Salmo 50 canta de nuevo la misericordia del Señor, al que le pedimos: " Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... mi sacrificio es un espíritu quebrantado, pues Tú no desprecias un corazón quebrantado y humillado ".

Con la purificación de la culpa, el pecador renueva la petición de la purificación interior y crea en él un corazón puro (Ez 36, 25 ss) y un espíritu generoso para poder perseverar en el bien.

La humanidad pecadora, guiada por Cristo, encuentra el camino para pasar de la esclavitud del mal a una vida renovada, obteniendo la infusión del Espíritu Santo y un corazón puro santificado por la gracia divina para ofrecerse ella misma como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios (cf. Rm 12, 1).

Evangelio

Mt 22, 1-14: Invitación a la boda. Imagen privilegiada para expresar la felicidad del Reino de los cielos. Oigamos a San Agustín:

" El mismo Señor que nos propuso esta parábola, el esposo que llama al banquete y da vida a los invitados, Él mismo nos indicó que aquel hombre no simboliza a un personaje, sino a muchos... Muchos son los llamados y pocos los escogidos... Los muchos estaban simbolizados en aquella única persona, porque ella está en lugar del único cuerpo que comprenden los malos, los que no tienen el vestido nupcial. ¿Qué cosa es el vestido nupcial? Sin duda se trata de algo que no tienen en común los buenos y los malos. No el ser hombres y no bestias; no el recibir la luz y las lluvias... Todo esto es común a buenos y malos... Si no tengo caridad de nada me sirve (1Co 13, 1-3). He aquí el vestido nupcial; vestíos con él, ¡oh comensales! para estar sentados con tranquilidad " (Sermón 96, 4ss).