Entrada: " Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y tú infundes respeto " (Sal 129, 3-4).
Colecta (del Misal anterior y antes del Gregoriano): " Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar siempre el bien ".
Ofertorio (del Misal anterior y antes del Gregoriano): " Con estas ofrendas, Señor, recibe las súplicas de tus hijos, para que esta Eucaristía, celebrada con amor, nos lleve a la gloria del cielo ".
Comunión: " Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada " (Sal 33, 11) o: " Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es" (1Jn 3, 2).
Postcomunión (del Veronense y del Gelasiano): " Dios soberano, te pedimos humildemente que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina ".
El Reino de Dios es presentado como un banquete de bodas (lecturas primera y tercera). Para San Pablo, Cristo es toda su vida, Lo único que cuenta para él es Cristo, en quien lo puede todo. Hemos de meditar seriamente sobre nuestra postura personal ante el llamamiento amoroso y vinculante de Dios a cada uno de nosotros. No basta haber sido invitado, llamado a entrar en el Reino. Hemos de responder con toda fidelidad a esta llamada, hasta quedar transformados interior y externamente según el Corazón de Jesucristo, y recibir plenamente la salvación que Él nos ofrece.
– Is 25, 6-10: El Señor preparará un festín y enjugará las lágrimas de todos los rostros. El banquete descrito por el profeta aparece como una celebración de la entronización de Yahvé. Y en el fondo de este texto está presente la idea del banquete con que se concluye el sacrificio ritual de acción de gracias. Yahvé prepara a sus convidados una alegre participación al sacrificio de acción de gracias, en señal de perfecta comunión. La abundancia y la exquisitez de los alimentos y bebidas es símbolo de la plenitud de los bienes celestes y de la alegría de la comunión divina. En general el banquete es en todas partes el signo característico de la amistad, de la protección divina y de la bienaventuranza celestial. La comunión perfecta con Dios realiza tal cambio en la presente condición humana que hace desaparecer de ella sus propias características: las tribulaciones, las pruebas y el mal. Encontramos aquí el ápice del mensaje escatológico del Antiguo Testamento. La esperanza de Israel está fundada en la fidelidad a Dios. Todo esto se realiza plenamente en el Nuevo Testamento con la Sagrada Eucaristía.
– Cantamos el Salmo 22 y con él expresamos nuestros anhelos: habitaremos en la Casa del Señor por años sin término... " Preparas una mesa ante mí, me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa ". Lo principal es en esto que la bondad y la misericordia del Señor nos acompaña todos los días de nuestra vida, y luego en la gloria eterna.
– Flp 4, 12-14.19-20: Todo lo puedo en Aquel que me conforta. El Padre nos ha dado una garantía de salvación: la gracia de Cristo, capaz de transformar nuestras vidas en el tiempo y para la eternidad. Escribe Orígenes:
" Cuando Dios permite al tentador que nos persiga, dándole poder para ello, somos perseguidos; mas cuando Dios no quiere que suframos persecución, gozamos maravillosamente de paz, aun en medio de un mundo que nos aborrece, y tenemos buen ánimo, confiados en Aquel que dijo: "tened buen ánimo; yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). Y, realmente, Él venció al mundo, y por ello el mundo solo tiene fuerza en la medida que quiere su vencedor, que recibió del Padre la victoria sobre el mundo, y gracias a esa victoria nosotros tenemos buen ánimo. Mas, si Dios quiere que de nuevo luchemos y combatamos por nuestra religión, acérquense los contrarios, y les diremos: "todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13) " (Contra Celso 8, 70).
– Mt 22, 1-14: Convidad a todos los que encontréis. El verdadero riesgo de nuestra vida está en nuestra actitud ante la salvación que Dios nos ofrece: o aceptación fiel y agradecida o repulsa indigna del llamamiento divino. Comenta San Agustín:
" Todos los bautizados conocen cuál es la boda del Hijo del Rey y cuál el banquete. La mesa del Señor está dispuesta para todo el que quiera participar de ella. A nadie se le prohibe acercarse, pero lo importante es el modo de hacerlo. Las sagradas Escrituras nos enseñan que no son dos los banquetes del Señor; sino uno, al que vienen buenos y malos. Todos los que rechazaron la invitación fueron malos, pero no todos los que entraron fueron buenos. Me dirijo a vosotros que, siendo buenos, os sentáis en este banquete, vosotros los que prestáis atención a aquellas palabras: "quien come y bebe indignamente, come y bebe su condenación". Me dirijo a todos los que sois así, es decir, buenos, para que no busquéis buenos fuera del banquete y toleréis a los malos dentro [los donatistas]... Poneos el vestido nupcial. Me dirijo a vosotros, los que todavía no lo tenéis [catecúmenos, penitentes]. Ya estáis dentro, ya os acercáis al banquete, pero aún no tenéis el vestido digno del esposo... Amad al Señor y en Él aprended a amaros a vosotros " (Sermón 90).
En nuestro vivir de cada día nos estamos jugando nuestra salvación eterna. Estamos llamados al banquete nupcial, llevemos el vestido de fiesta que, para San Agustín, no es otro que el de la caridad.
Elegir la Sabiduría, la que ha de ser preferida a todo lo demás, es seguir a Cristo, desprendidos de todo (lecturas primera y tercera). La revelación divina nos hace posible la Sabiduría salvadora, que supera los riesgos de nuestra ignorancia y nuestras posibles cegueras materialistas ante nuestro destino eterno. Nuestra vocación de eternidad bienaventurada procede de la iniciativa divina. A nosotros nos queda siempre la responsabilidad de responder, aceptando con fidelidad y amor el camino de la salvación.
– Sb 7, 7-11: En comparación de la Sabiduría tuve en nada la riqueza. Habiéndosenos revelado la Sabiduría de Dios de muchas formas y maneras, últimamente se nos ha manifestado plenamente en el Hijo divino encarnado (Hb 1, 2; 1Co 1, 24).
La superioridad de la Sabiduría sobre todos los bienes del orden material es absoluta. Supera el poder, la salud, la belleza, todos los tesoros de oro y plata y piedras preciosas. Posee una luz que no conoce el ocaso. Es, por lo mismo, un don que viene del cielo que vale más que cualquier otro don, porque es conferido por el mismo Dios. Pidiendo la Sabiduría no pierde nada Salomón, porque con ella el Señor le concede también la riqueza, el poder y la gloria.
Cristo dirá más tarde: " buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo de-más se os dará por añadidura " (Mt 6, 33). La sabiduría del hombre tiene una fuente divina. Dios la puede comunicar a quien quiere, porque Él mismo es el Sabio por excelencia. Roguemos a Dios que nos conceda esa Sabiduría que conduce a la vida eterna.
– Pedimos al Señor con el Salmo 89 que nos sacie de su misericordia, para que toda nuestra vida sea alegría y júbilo. Que Él nos enseñe a calcular nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato; que veamos su acción y su gloria; que baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
– Hb 4, 12-13: La Palabra de Dios juzga los deseos y las intenciones del corazón. El Corazón de Jesucristo es la última Palabra salvadora del Padre. Dios nos ha hablado, al fin, por su Hijo (Hb 1, 2; Jn 1, 14). Dice San Justino:
" La palabra de su verdad es más abrasadora y más luminosa que la potencia del sol, y penetra hasta las profundidades del corazón y de la inteligencia " (Diálogo con Trifón 121, 2).
Oigamos a San Agustín:
" Tienes la esperanza de las cosas futuras y el consuelo de las presentes. No te dejes, pues, seducir por quien quiere apartarte de ellas. Sea quien sea que quiera apartarte de esa esperanza, sea tu padre, tu madre, tu suegra, tu esposa o tu amigo, no te apartes de ella y te servirá de provecho como espada de dos filos. La separación que ella te ocasiona es útil, mientras que la unión que tú procuras te es dañina " (Comentario al Salmo 149, 1).
Y Teodoreto de Ciro:
" El Apóstol de Dios escribió esto no solo por sus lectores, sino también por todos nosotros. Conviene, por tanto, que consideremos aquel juicio divino y nos llenemos de temor y de temblor y guardemos los preceptos de Dios con diligencia y esperemos el descanso prometido que alcanzaremos en Cristo " (Sobre la Carta a los Hebreos 4, 12-13).
– Mc 10, 17-30: Vende lo que tienes y sígueme. Cristo nos llama, pero nosotros podemos rechazar su voz, queriendo seguir nuestros planes. Somos un riesgo para nuestra salvación. Tres partes tiene esta lectura: a) encuentro del joven rico con Cristo, que se ve rechazado porque el joven está apegado a sus riquezas; b) reflexión de Cristo sobre las riquezas; c) el Maestro, partiendo de una pregunta de Pedro, promete bienes espirituales a los que renuncian a todo por seguirle.
Para Cristo la riqueza no solo puede ser un peligro, sino también un impedimento para alcanzar el Reino de Dios. Despojarse de ellas es siempre un consejo que hace más libre para poder caminar más expeditamente, siguiendo sus huellas, y llegar así a ser un verdadero discípulo suyo. En sí las riquezas no son malas, pero pueden usarse malamente. Ahí está el mal, para quien no ha sido llamado a una mayor interioridad espiritual y religiosa. En la libertad de corazón, ante el atractivo de las criaturas, está la verdadera Sabiduría, por amor a la cual se prefiere, si es preciso, perderlo todo. Teniendo a Dios, lo tenemos todo, y podemos colaborar con Él en orden a nuestra salvación y la salvación de los demás. Comenta San Agustín:
" Si amas la vida y temes la muerte, este mismo temor es un constante invierno. Y cuando más nos punza el temor de la muerte es cuando todo va bien. Por eso, creo que para aquel rico a quien causaban satisfacción sus riquezas -pues tenía muchas y muchas posesiones- el temor de la muerte era una llamada continua, y en medio de sus delicias se consumía. Pensaba en que tendría que dejar todos aquellos bienes. Los había acumulado sin saber para quién; deseaba algo eterno... Tenía su gozo en esas riquezas; por eso preguntaba al Señor qué tenía que hacer de bueno para conseguir la vida eterna; deseaba dejar unos placeres para conseguir otros, y temía abandonar aquellos en los que entonces encontraba su gozo. Por eso se alejó triste, volviendo a sus tesoros terrenos " (Sermón 38, 7).
Aquel joven pudo ser un apóstol de Cristo. Pero hoy no sabemos ni siquiera su nombre.
Las lecturas primera y tercera ponen de relieve la grandeza de alma de dos hombres que no pertenecen al pueblo de Dios: un sirio y un samaritano, que padecieron la lepra. Y San Pablo en la segunda lectura se presenta como testigo de Cristo resucitado, que le concede participar de su triunfo por haber compartido su pasión con el sufrimiento.
La actitud primera que hace posible en nosotros una vida de fe, esperanza y caridad, es la gratitud teológica, que es también una virtud evangélica. Somos verdaderos creyentes si respondemos a Dios con todo nuestro ser, haciendo de la vida un testimonio de fidelidad agradecida al llamamiento de Dios.
– 2R 5, 14-17: Volvió Naamán a Eliseo y alabó al Señor. La bondad del Señor no conoce barreras étnicas o religiosas. La gratitud del general sirio Naamán hizo de él un creyente, redimiéndolo de su condición pagana.
No podemos olvidar a muchos hermanos nuestros que padecen esta enfermedad, no obstante los progresos de la medicina, por otras circunstancias higiénicas, culturales y sociales. Existen en el mundo actual unos catorce millones de leprosos que pidan nuestra cooperación y ayuda.
La lepra ha sido siempre símbolo del pecado. Las enfermedades morales son una ruptura con nuestra conciencia y con la comunidad eclesial. El Jordán ha sido también símbolo del bautismo. Es el río de la prueba querida por Dios. San Juan Bautista bautizó en el Jordán. Cristo mismo fue allí bautizado. El bautismo es el sacramento de la purificación en la economía de la salvación.
– El Salmo 97 nos lleva a cantar al Señor que revela su justicia a las naciones, como lo hizo con Naamán: " Cantemos al Señor un cántico nuevo. Ha hecho maravillas ". Las hizo a Naamán el sirio y las ha hecho a millones de hombres y mujeres y las seguirá haciendo con el bautismo. Esta es la gran victoria del Señor. " Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de Israel y de todo el mundo. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios ".
– 2Tm 2, 8-13: Si perseveramos, reinaremos con Cristo. El continuo recuerdo agradecido del amor con que Cristo se ha inmolado por nosotros constituye la vivencia más entrañable y segura de la fe cristiana. A lo largo de la historia de la Iglesia son muchos los pastores de almas que han sufrido persecución por ser fieles a su misión, pero ellos nada temieron, como no temió San Juan Crisóstomo cuando tuvo que ir al destierro por cumplir con su deber de patriarca de Constantinopla. Así lo expuso en su Homilía de despedida de sus fieles:
" Para mí, los males de este mundo son despreciables y sus bienes son irrisorios. No temo la pobreza ni ambiciono la riqueza; no temo la muerte ni ansío vivir sino para vuestro provecho ".
– Lc 17, 11-19: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? La ingratitud y el olvido ante Jesucristo evidencian en nosotros una fe formalista, que puede llevarnos a olvidar que su Corazón es también sensible a la gratitud o a la ingratitud de los hombres. Comenta San Agustín:
" No perdáis la esperanza. Si estáis enfermos, acercaos a Él y recibid la curación... Los que estáis sanos dadle gracias y los que estáis enfermos corred a Él para que os sane... Retened esto y perseverad en ello. Que nadie cambie; que nadie sea leproso. La doctrina inconstante, que cambia de color, simboliza la lepra de la mente. También ésta la limpia Cristo. Quizá pensaste distintamente en algún punto, reflexionaste y cambiaste para mejor tu opinión, y de este modo lo que era variado, pasó a ser de un único color. No te lo atribuyas, no sea que te halles entre los nueve que no le dieron gracias. Sólo uno se mostró agradecido; los restantes eran judíos; él, extranjero, y simbolizaba a los pueblos extraños. A Él, por tanto, le debemos la existencia, la vida y la inteligencia; a Él debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con rectitud " (Sermón 176, 6).
La acción de gracias que realizamos en la Eucaristía debe prolongarse a toda nuestra vida. En gratitud permanente hemos de vivir la fe y transmitirla por todos los medios que esté a nuestro alcance.