Catequesis sobre el Credo
Juan Pablo II
LA CREACION REVELA LA GLORIA DE DIOS
(12.III.86)
1. La verdad de fe acerca de la creación de la nada ("ex nihilo"), sobre la que nos hemos detenido en las catequesis anteriores, nos introduce en las profundidades del misterio de Dios, Creador "del cielo y de la tierra". Según la expresión del Símbolo Apostólico: "Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador", la creación se atribuye principalmente al Padre. En realidad es obra de las Tres Personas de la Trinidad, según la enseñanza ya presente de algún modo en el Antiguo Testamento y revelada plenamente ene le Nuevo, especialmente en los textos de Pablo y Juan.
2. A la luz de estos textos apostólicos, podemos afirmar que la creación del mundo encuentra su modelo en la eterna generación del Verbo, del Hijo, de la misma sustancia que el Padre, y su fuente en el Amor que es el Espíritu Santo. Este Amor-Persona, consubstancial al Padre y al Hijo, es juntamente con el Padre y con el Hijo, fuente de la creación del mundo de la nada, es decir, del don de la existencia a cada ser. De este don gratuito participa toda la multiplicidad de los seres "visibles e invisibles" tan varia que parece casi ilimitada, y todo lo que el lenguaje de la cosmología indica como "macrocosmos" y "microcosmos".
3. La verdad de fe acerca de la creación del mundo, al hacernos penetrar en las profundidades del misterio trinitario, nos descubre lo que la Biblia llama "Gloria de Dios" (Kabod Yahvéh Kbd yhvh, doxa tou Theou doxa tou Theou). La Gloria de Dios está ante todo en El mismo: es la gloria "interior", que, por así decirlo, colma la misma profundidad ilimitada y la infinita perfección de la única Divinidad en la Trinidad de las Personas. Esta perfección infinita, en cuanto plenitud absoluta de Ser y de Santidad, es también plenitud de Verdad y de Amor en el contemplarse y donarse recíproco (y, por tanto, en la comunión) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Mediante la obra de la creación la gloria interior de Dios, que brota del misterio mismo de la Divinidad, en cierto modo, se traslada "fuera": a las criaturas del mundo visible e invisible, en proporción a su grado de perfección.
4. Con la creación del mundo (visible e invisible) comienza como una nueva dimensión de la gloria de Dios, llamada "exterior" para distinguirla de la precedente. La Sagrada Escritura habla de ella en muchos pasajes. Basten algunos ejemplos: El Salmo 18 dice: "El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje" (Sal 18, 1. 2. 4). El libro del Sirácida afirma a su vez: "El sol sale y lo alumbra todo, y la gloria del Señor se refleja en todas sus obras" (Si 42, 16). El libro de Baruc tiene una expresión muy singular y sugestiva: "Los astros brillan en sus atalayas y se complacen. Los llama y contestan: Henos aquí. Lucen alegremente en honor del que los hizo" (Ba 3, 34).
5. En otro lugar el texto bíblico suena como una llamada dirigida a las criaturas a fin de que proclamen la gloria de Dios Creador. Así, p.e., el Libro de Daniel: "Criaturas todas del Señor: bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos" (Dn 3, 57). O el Salmo 65: "Aclamad al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria; decid a Dios: Qué temibles son tus obras, por tu inmenso poder tus enemigos te adulan. Que se postre ante Ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre" (Sal 65, 1-4). La Sagrada Escritura está llena de expresiones semejantes: "Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas" (Sal 104, 24). Todo el universo creado es una multiforme, potente e incesante llamada a proclamar la gloria del Creador: "Por mi vida y por mi gloria que hinche la tierra entera" (Nm 14, 21); porque "tuyas son las riquezas y la gloria" (1Cro 29, 12).
6. Este himno de gloria, grabado en la creación, espera un ser capaz de darle una adecuada expresión conceptual y verbal, un ser que alabe el santo nombre de Dios y narre las grandezas de sus obras (Si 17, 8). Este ser en el mundo visible es el hombre. A él se dirige la llamada que sube del universo; el hombre es el portavoz de las criaturas y su intérprete ante Dios.
7. Retornemos de nuevo por un instante a las palabras, con las que el Conc. Vaticano I formula la verdad acerca de la creación y acerca del Creador del mundo: "Este único verdadero Dios, en su bondad y omnipotente virtud, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por medio de los bienes que distribuye a las criaturas, con decisión sumamente libre, simultáneamente desde el principio del tiempo, sacó de la nada una y otra criatura". Este texto explica con un lenguaje propio la misma verdad acerca de la creación y acerca de su finalidad, que encontramos presente en los textos bíblicos. El Creador no busca en la obra de la creación ningún "complemento" de Sí mismo. Efectivamente, El es el Ser totalmente e infinitamente perfecto. No tiene, pues, necesidad alguna del mundo. Las criaturas, las visibles y las invisibles, no pueden "añadir" nada a la Divinidad de Dios uno y trino.
8. Y sin embargo, Dios crea!. Las criaturas, llamadas por Dios a la existencia con una decisión plenamente libre y soberana, participan del modo real, aun cuando limitado y parcial, de la perfección de la absoluta plenitud de Dios. Se diferencian entre sí por el grado de perfección que han recibido, a partir de los seres inanimados, subiendo por los animados, hasta llegar al hombre; mejor, subiendo aún más, hasta las criaturas de naturaleza puramente espiritual. El conjunto de las criaturas constituye el universo; el cosmos visible e invisible, en cuya totalidad y en cuyas partes se refleja la eterna Sabiduría y se manifiesta el inagotable Amor del Creador.
9. En la revelación de la Sabiduría y del Amor de Dios está el fin primero y principal de la creación y en ella se realiza el misterio de la gloria de Dios, según la palabra de la Escritura: "Criaturas todas del Señor: bendecid al Señor" (Dn 3, 57). En el misterio de la gloria todas las criaturas adquieren su significado transcendental: "superándose" a sí mismas para abrirse a Aquel, en quien tienen su comienzo_ y su meta. Admiremos, pues, con fe la obra del Creador y alabemos su grandeza: "Cuántas son tus obras , Señor, / y todas las hiciste con sabiduría, / la tierra está llena de tus criaturas. Gloria a Dios para siempre, / goce el Señor con sus obras. / Cantaré al Señor mientras viva, / tocaré para mi Dios mientras exista"(Sal 104, 24.31, 33-34).