PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO

Después de la Carta de Santiago, cuyos destinatarios estaban más vinculados a las tradiciones judías, se encuentra la Primera Carta de San Pedro, un escrito dirigido a cristianos que mayoritariamente provenían de la gentilidad 1. Viene a ser como un enlace entre Jerusalén (Santiago), Asia Menor (Pablo) y Roma (Pedro) 2. Muestra la misión y cohesión de la primitiva Iglesia en medio de una sociedad alejada de Dios. Enseña lo que ha de ser la presencia cristiana en el mundo y las consecuencias que lleva el Bautismo para los cristianos que viven en un ambiente hostil. El Bautismo y la Cruz son los dos puntos de referencia constante a lo largo de este escrito.

La carta fue desde muy antiguo reconocida unánimemente como canónica. Hay ecos de ella en 1 Clemente (año 97), en la Carta a los Filipenses de San Policarpo, y en San Justino Mártir. El primer testimonio indirecto es el de Papías de Hierápolis 3. San Ireneo de Lyon (finales del siglo II) la cita varias veces, atribuyéndola explícitamente a San Pedro 4. Parece ser que Clemente de Alejandría (†214) fue el primero en escribir un comentario a esta carta, aunque no se conserva 5. Eusebio (†339 ó 340) resume la tradición cristiana hasta su tiempo, cuando afirma que la carta pertenece a aquellos escritos del Nuevo Testamento que son admitidos por todos, sin oposición alguna 6.

1. ESTRUCTURA Y CONTENIDO

No es fácil descubrir en la carta un esquema preciso. Con frecuencia los temas doctrinales se abordan al hilo de la exhortación. Con todo, la estructura básica podría ser la siguiente:

I. SALUDO HABITUAL (1P 1, 1-2) y un himno introductorio de acción de gracias (1P 1, 3-12), en el que se habla de la dignidad del cristiano, fundamento de la exhortación que sigue.

II. CUERPO DE LA CARTA (1P 1, 13-1P 5, 11), en el que, aun sin un guión estricto, cabe distinguir tres secciones y unas exhortaciones finales:

  1. La primera sección (1P 1, 13-1P 2, 10) contiene elementos característicos de una catequesis bautismal. Es una vibrante invitación a buscar la santidad, consecuencia de la vocación recibida en el Bautismo, por el que el cristiano se hace miembro de un pueblo sacerdotal que es la Iglesia.
  2. La segunda (1P 2, 11-1P 3, 12) señala las diversas obligaciones de los cristianos en las circunstancias hostiles en las que viven: deben llevar una vida ejemplar pública y privada, ante extraños y ante cristianos.
  3. La tercera (1P 3, 13-1P 4, 19) desarrolla la actitud que debe tomar el cristiano frente a las persecuciones y contrariedades: el bautizado participa del misterio redentor de Cristo.
  4. Al final de la carta (1P 5, 1-14), San Pedro dirige unas exhortaciones a los presbíteros y a todos los fieles, animándoles a confiar en el Señor.

2. COMPOSICIÓN

En el saludo inicial de la carta aparece como remitente Pedro, «apóstol de Jesucristo», que, según se dice más adelante, es también testigo de los sufrimientos de Cristo 7. La Tradición desde antiguo la atribuyó al apóstol San Pedro. Poco sabemos de él después de que se marchara de Jerusalén, en los primeros años de expansión de la Iglesia. Hay datos de que estuvo un tiempo en Antioquía y de nuevo en Jerusalén durante la asamblea apostólica 8, y de que, conforme a una segura tradición, estuvo al frente de la iglesia de Roma donde murió bajo el emperador Nerón. No consta, sin embargo, ni el momento de su llegada a Roma, ni el tiempo que permaneció allí, ni tampoco el año exacto de su martirio (año 64 ó 67). La fecha de composición de la carta se puede situar entre el 57/58 –año en que San Pablo escribe la Carta a los Romanos y en la que no hace referencia a Pedro (por lo que se supone que no se encontraba entonces en Roma)– y el año de su martirio. No obstante, tampoco puede descartarse una fecha algo posterior, si se entiende que fue redactada por Silvano 9, compañero de Pablo en la evangelización de Asia Menor, también llamado Silas10, o algún otro discípulo, recogiendo la enseñanza de San Pedro. Se explicarían también así los puntos de contacto de esta carta con las cartas paulinas.

1 Pedro está dirigida a comunidades cristianas que vivían en diversas regiones de Asia Menor. El ambiente en el que se desenvolvían era adverso a su fe, lo que podía suponer un peligro para la perseverancia de los fieles. Probablemente, se trataba de la primera generación de cristianos en aquella región, en su mayoría conversos del paganismo11, que hacía poco tiempo que habían abrazado la fe. De ahí también que se les recuerde constantemente su Bautismo12.

Está escrita en un buen griego, casi de la misma calidad que el de la Carta de Santiago, con un rico vocabulario y un estilo sencillo pero cuidado. Como indica la despedida, fue escrita en «Babilonia», es decir, Roma, capital del Imperio, que simbólicamente solía llamarse así13.

3. ENSEÑANZA

El objetivo fundamental del Apóstol parece haber sido consolar y exhortar a los cristianos a mantenerse firmes en la fe en medio de dificultades y persecuciones, recordándoles las consecuencias de la vocación a la que han sido llamados al recibir el Bautismo.

Las persecuciones

Las circunstancias concretas que motivaron esta carta posiblemente fueron las persecuciones anteriormente aludidas. Eran pruebas de todo tipo, calumnias, injurias, insultos14, etc. hasta el punto de que San Pedro llega a afirmar que se encuentran como en un incendio de sufrimiento15 que puede hacerles vacilar. No es probable que se esté refiriendo a persecuciones oficiales: las de Nerón no se extendieron a las provincias de Asia Menor; y las que afectaron a todo el imperio bajo Domiciano (†96) y Trajano (†117) no sólo fueron más tardías, sino que seguramente hubieran sido evocadas con más viveza. Debe, más bien, referirse a vejaciones provenientes del ambiente social pagano, al que molestaba la conducta de los recién convertidos16; de ahí las incomprensiones y discriminaciones que sufrían. Esta situación incómoda afecta a toda la comunidad frente a sus conciudadanos17, pero se extiende también al ámbito familiar, donde los esclavos han de soportar injusticias de sus amos18, y las mujeres intolerancias de sus maridos19. La carta tiene unos claros acentos de consuelo y de exhortación. Las contrariedades que soportan no son inútiles: han de servirles para purificarse, sabiendo que es Dios quien juzga, no los hombres20. Sobre todo, han de saber que los padecimientos –a imitación de Jesucristo– atraerán muchos bienes, incluso la fe, a sus mismos perseguidores21. El autor sagrado no se limita a dar consejos esporádicos de humildad22, sino que –en coherencia con la doctrina del Señor23– les llama bienaventurados y les anima a soportar con gozo los sufrimientos24. Desarrolla una idea profunda y consoladora: el cristiano está incorporado a Cristo y participa de su misterio pascual; lo mismo que Jesucristo, para redimir a los hombres, ha sufrido la pasión y muerte y después ha resucitado a una vida imperecedera, también los cristianos alcanzarán su salvación y la de otros muchos, a través de las contradicciones. Jesucristo es el modelo, y es también el que da plenitud de sentido a las persecuciones que sufre el cristiano25.

El Bautismo

Aunque explícitamente sólo mencione el Bautismo en una ocasión, Pedro alude repetidas veces a este sacramento, por el que se realiza la incorporación a Jesucristo y el comienzo de una vida nueva: Dios «por su gran misericordia nos ha engendrado de nuevo (…) a una esperanza viva»26. A través de esas alusiones es posible descubrir elementos de la liturgia bautismal y de la catequesis que se impartía a quienes se acercaban al Bautismo. Tres aspectos pueden destacarse en sus enseñanzas: 1) El Bautismo lleva consigo un nuevo nacimiento: los cristianos han sido «engendrados de nuevo» de un germen incorruptible27 y, «como niños recién nacidos»28, deben vivir con bondad y sencillez, ansiando el alimento espiritual que les llega a través de la Palabra de Dios y de los sacramentos. 2) El Bautismo supone la liberación del pecado: los cristianos han roto con el pecado29 y han pasado de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios, porque han sido rescatados «con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha»30. Muchas referencias –sin citarlo expresamente– recuerdan el éxodo de los israelitas de la tierra de Egipto, como si aquella antigua liberación obrada por Dios prefigurara la que se opera en el Bautismo31. 3) El Bautismo efectúa la salvación, prefigurada también en Noé. Es en este contexto la única vez que aparece en la carta explícitamente la palabra Bautismo32. San Pedro no pretende un paralelismo exacto entre ambos acontecimientos, sino más bien señalar claramente la eficacia del sacramento del Bautismo. El agua por sí sola sirve para «quitar la suciedad del cuerpo»33; el Bautismo limpia el alma del pecado original y de cualquier otro pecado, purificando el corazón de toda mancha, al bañar el cuerpo con agua pura34.

Otras aspectos doctrinales

Sobre la base de la catequesis bautismal la carta recoge otros puntos doctrinales importantes para que los cristianos se mantengan firmes en la fe35. Por un lado, señala la actividad de las tres Personas divinas36, la divinidad de Jesucristo con el título de Kyrios-Señor37, y su obra redentora: con su pasión, muerte y resurrección ha alcanzado la salvación para todos los hombres38. Además, la Iglesia, aunque no aparece nombrada, está constantemente presente: los cristianos, hermanos entre sí39, son las piedras vivas del edificio espiritual, cuya piedra fundamental es Cristo40; son el nuevo pueblo sacerdotal que Dios ha constituido41. Jesucristo es el pastor supremo, y, en su nombre, los presbíteros han de dirigir a las almas con desinterés y amor42.

Por otra parte, la esperanza en la vida definitiva estimula a los cristianos en su peregrinación terrena43; han sido regenerados para obtener una herencia incorruptible44; las contrariedades y persecuciones que soportan son pasajeras, mientras llega la hora de la retribución definitiva y gloriosa de los fieles, y el castigo de los culpables45. Esta esperanza es signo distintivo de los creyentes y han de estar prontos a dar razón de ella, dando testimonio de fe ante los demás ciudadanos con una vida ejemplar46.

Finalmente, la referencia a la predicación de Jesús a los espíritus cautivos47, es un texto muy importante para la doctrina del descenso de Cristo a los infiernos, testimonio de la universalidad de la Redención.

1 Ambos coinciden en dirigirse a cristianos de la «diáspora» (1P 1, 1 y St 1, 1).
2 La mención de Silas (Silvano) y Marcos (cfr 1P 5, 12- 13) también lo sugiere, ya que ellos estuvieron en Jerusalén, y se reunieron finalmente con Pedro en Roma. Eran además conocidos por los cristianos como compañeros de trabajo de Pablo (Hch 15, 36-41; etc.).
3 cfr Historia ecclesiastica 3, 39, 17.
4 cfr Adversus haereses 4, 9, 2; 16, 5; 5, 7, 2.
5 cfr Stromata, 4, 7, 47; Hypothyposeis.
6 cfr Historia ecclesiastica 3, 3, 1; 3, 25, 2.
7 cfr 1P 1, 1; 1P 5, 1.
8 cfr Ga 2, 11-14; Hch 15, 7-11.
9 «Por medio de Silvano, a quien juzgo hermano fiel, os he escrito brevemente» (1P 5, 12).
10 cfr Hch 15, 22-Hch 18, 5; 2Co 1, 19; 1Ts 1, 1; 2Ts 1, 1.
11 cfr 1P 1, 14.18; 1P 2, 9-10.25; 1P 4, 2-4.
12 1P 1, 3.23; 1P 2, 2; 1P 3, 21.
13 1P 5, 13. cfr Ap 14, 8; Ap 16, 19; Ap 17, 5; Ap 18, 2.10.21.
14 cfr 1P 1, 6-7; 1P 2, 12-15; 3, 9-17; 1P 4, 4.
15 cfr 1P 4, 12-16.
16 cfr 1P 4, 4.
17 cfr 1P 2, 11-12.
18 cfr 1P 2, 18-25.
19 cfr 1P 3, 1-3.
20 cfr 1P 4, 19.
21 cfr 1P 2, 12.
22 cfr 1P 5, 5-7.
23 cfr Mt 5, 10-12.
24 cfr 1P 4, 13.
25 cfr 1P 4, 12-19.
26 1P 1, 3.
27 cfr 1P 1, 23; 1P 1, 3.
28 1P 2, 2.
29 cfr 1P 4, 1-6.
30 1P 1, 19. cfr nota a 1, 1-2.
31 1P 1, 19 (cfr Ex 12, 5); 1P 1, 18 (cfr Ex 12, 11); 1P 2, 9 (cfr Ex 19, 5-6); etc.
32 cfr 1P 3, 21.
33 1P 3, 21.
34 cfr Hb 10, 22.
35 cfr 1P 5, 9.
36 cfr 1P 1, 2-12; 1P 4, 14.
37 cfr 1P 1, 3; 1P 2, 13; 1P 3, 15.
38 cfr 1P 1, 17-21; 1P 3, 18-22.
39 cfr 1P 3, 8-12.
40 cfr 1P 2, 4-10.
41 cfr 1P 2, 9.
42 cfr 1P 2, 25; 1P 5, 1-4.
43 cfr 1P 1, 1.17; 1P 2, 11.
44 cfr 1P 1, 4.
45 cfr 1P 4, 17-19.
46 cfr 1P 3, 15.
47 1P 3, 18-22.