SAMUEL

Los libros de Samuel están colocados en la Biblia hebrea a continuación de Josué y Jueces y delante de los dos de Reyes, formando todos ellos según el canon hebreo el bloque de «profetas anteriores» para distinguirlos de los «profetas posteriores» (Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los doce profetas menores) 1. La versión griega de los Setenta, seguida por la Vulgata y por otras versiones antiguas, intercala el libro de Rut entre Jueces y Samuel, y reúne los libros de Samuel y Reyes bajo la denominación de 1 y 2 Reinos (= 1 y 2 Samuel) y 3 y 4 Reinos (= 1 y 2 Reyes). Sin embargo, los dos libros de Samuel conservan su título propio, porque tienen características distintas de los otros dos libros que le siguen.

Los libros 1 y 2 Samuel presentan la monarquía sucesoria a partir de David como sistema de gobierno querido por Dios para su pueblo. Muestran como modelo a este rey que, a pesar de sus limitaciones personales y de sus delitos, fue siempre favorecido por el Señor y se mantuvo fiel a sus designios, humillándose y pidiendo perdón de sus pecados. La historia contenida en los libros de Samuel abarca una etapa trascendental en la vida de Israel, que se extiende desde el nacimiento de Samuel, el último de los jueces, hasta el final de la vida de David. Se trata del periodo en que las doce tribus pasaron de un régimen de liderazgo ocasional a constituir un estado organizado con una monarquía hereditaria y única según el modelo de los reinos vecinos.

Aunque estos libros contienen elementos poéticos colocados estratégicamente al principio, como el cántico de Ana 2, y al final, como el salmo de David 3, constituyen un relato continuado en el que se muestra cómo Dios actúa entre los suyos, cómo elige a sus representantes –a Samuel primero y después a los reyes–, cómo rechaza a Saúl por su infidelidad y favorece a David, su siervo fiel, y cómo mantiene su alianza a pesar de los pecados de los hombres.

1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO

Los libros narran la historia centrándose en unos personajes que aparecen sucesivamente. Los relatos acerca de cada personaje se van superponiendo de modo que en cada relato se introduce el que será protagonista en el siguiente. Los protagonistas de la trama narrativa son Samuel, Saúl y David. El contenido de 1 y 2 Samuel se puede dividir, por tanto, en las siguientes secciones de acuerdo con la aparición de esos personajes:

I. HISTORIA DE SAMUEL. EL ARCA (1S 1, 1-1S 7, 17). Se hacen dos presentaciones de Samuel, una como profeta 4, y otra con características análogas a las de los jueces 5. Separando ambas secciones hay un relato acerca de los episodios que atravesó el Arca de la Alianza, y la primera victoria sobre los filisteos 6.

II. SAMUEL Y SAÚL (1S 8, 1-1S 15, 35). También en esta sección se aportan dos narraciones de algunos sucesos. Por lo que se refiere a la unción de Saúl como rey, en una ocasión se dice que Samuel lo ungió espontáneamente, tras encontrarlo de modo fortuito cuando aquél iba buscando las asnas que se le habían perdido a su padre 7, y, en otras, que Samuel accedió a realizar esa unción a petición del pueblo 8. Saúl al principio cuenta con el apoyo de Dios y del pueblo, pero al final es rechazado. También se aducen dos razones para explicar ese rechazo: no haber esperado a Samuel para ofrecer un sacrificio 9 y haber perdonado la vida al rey de los amalecitas, reservándose parte del botín de guerra10.

III. SAÚL Y DAVID (1S 16, 1-2S 1, 27). Como en la sección anterior también aquí abundan los duplicados. Primero se dice que ambos personajes se conocieron cuando David entró como músico al servicio del rey11 y, más adelante, que presentaron a David al rey después de su victoria sobre Goliat12. Saúl atenta en dos ocasiones contra la vida de David13. Dos veces se constata la popularidad de David14, y en dos ocasiones se le promete casarlo con la hija de Saúl15. David es traicionado dos veces16, en otras tantas perdona la vida a Saúl17 y, por último, en dos oportunidades se refugia en la casa de un príncipe filisteo de Gat18.

IV. DAVID, REY (2S 2, 1-2S 8, 18). En esta sección se puede apreciar un cambio de estilo con respecto a las anteriores. Aquí no hay repeticiones; de forma más lineal, se narran la consagración de David como rey de Judá en Hebrón19 y las diversas luchas e intrigas que se producen hasta que termina por ser aceptado también como rey por todas las tribus de Israel20.

V. SUCESIÓN DE DAVID (2S 9, 1-2S 20, 26). Tampoco en esta sección hay repeticiones. En el marco de las guerras contra los amalecitas se narra el adulterio y crimen de David, como antecedente del nacimiento del futuro sucesor, Salomón21. Pero antes de que éste acceda al trono, se producirán dentro de la familia de David muchas y dolorosas intrigas: Amnón viola a su hermana Tamar y es asesinado por Absalón; posteriormente éste se subleva contra su padre, que huye de Jerusalén, y termina asesinado por Joab al quedarse enredado en una encina22; David regresa de nuevo a Jerusalén y consigue establecerse definitivamente, tras hacer desaparecer a algunos sediciosos23.

EPÍLOGO (2S 21, 1-2S 24, 25). El libro termina con un apéndice que recoge un relato de hambre y de peste que se presenta como ocasión para justificar la muerte de los descendientes de Saúl. Sigue una nueva mención de las victorias contra los filisteos24 y culmina con un salmo de David25. El último capítulo relata el pecado del censo como circunstancia para subrayar que David, arrepentido, decidió edificar un altar en la era de Arauná, el mismo emplazamiento donde sería construido el futuro Templo26.

2. COMPOSICIÓN

En estos últimos años los estudiosos pretenden ver tres grandes episodios que originariamente habrían formado otros tantos relatos independientes y que un redactor deuteronomista habría elaborado de nuevo impregnándolos de su propia enseñanza. Son los siguientes: la historia del Arca27, la subida de David al trono28 y la sucesión de David29. Pero es difícil demostrar que fuera así con toda exactitud, por lo que hoy se acepta como más seguro que había muchas tradiciones que se remontan a la época de Saúl y de David, y que algunas, como la historia del Arca, fueron puestas por escrito muy pronto. Se acepta también que entre los siglos VIII y VII a.C. se añadieron elementos proféticos (los contenidos en 1 S 7-15) y poéticos (los contenidos en 1S 2, 1-10 y 2 S 22, 1-23, 7) de modo que se elaboraría una primera redacción en tiempos de Josías (639-609 a.C.). La redacción definitiva tendría lugar al componerse la «historia deuteronomista», es decir, durante el destierro, o poco después.

El texto de estos libros se ha transmitido de dos formas: la del texto hebreo puntuado por los masoretas, y la del griego de los Setenta, distinta de la anterior en algunos pasajes y proveniente, quizá, de otro original hebreo más breve y más sencillo. Entre los documentos hallados en Qumrán han aparecido fragmentos de un texto idéntico al masorético, y otros que se corresponden mejor con el texto griego. En consecuencia no se puede decir que dependan uno del otro, sino que más bien se complementan; ambos han de ser tenidos en cuenta. En nuestra traducción seguimos de cerca el texto hebreo, pero en pasajes concretos adoptamos el griego, como se indicará en nota.

3. ENSEÑANZA

Los libros de Samuel ponen de relieve el sentido religioso de la historia en cuanto que en ella se refleja el proyecto salvador de Dios. El Señor, en efecto, elige a un pueblo para llevar a cabo su designio salvífico, y dentro del pueblo escoge a unas personas, reyes y profetas, que lo guíen; los reyes, como representantes de Dios, los profetas como intérpretes de la historia y defensores de los derechos divinos. Las narraciones contenidas en los libros de Samuel están vertebradas por la Alianza que el Señor hizo con su pueblo y que concretó con David30. Aquí se trata de una Alianza gratuita, impregnada de promesas y esperanza, y que apenas menciona las obligaciones inherentes a ella. Se insiste más en sus aspectos positivos que en sus exigencias morales o en el castigo que acarreará su incumplimiento. Así por ejemplo, los delitos del rey, en concreto la muerte de Urías y el adulterio con Betsabé, quedan atenuados ante la lealtad incondicional de David31; y en cambio, Saúl es rechazado porque antes él rechazó al Señor32.

La monarquía dinástica adquiere su más alta consideración, de modo que incluso las secciones más antimonárquicas33 son el contrapunto que subraya que la institución de la realeza ha sido querida por Dios. Los reyes en el antiguo Oriente Medio gozaban de una extraordinaria dignidad, e incluso en algunos lugares, como en Egipto, eran tenidos por dioses. En Israel también se les reconoce una enorme grandeza pues son llamados «hijos de Dios» en sentido metafórico34. Los profetas, encargados muchas veces de encumbrarles y ungirles como reyes35, tienen la misión de hablarles en nombre de Dios y, si es el caso, recordarles sus delitos36, y transmitirles la reprobación divina37. De hecho, el profeta Samuel y más tarde Natán y Gad tuvieron una función transcendental en este periodo.

Unida a la monarquía, en 1 y 2 Samuel la ciudad de Jerusalén ocupa un lugar central, como capital política y religiosa y, sobre todo, como símbolo teológico. El Señor reina en Jerusalén, convertida en ciudad santa desde el traslado del Arca38 y elevada a sede de la morada de Dios y de la dinastía davídica. Del mismo modo que el Señor eligió a Israel para ser su pueblo y a David para iniciar la dinastía, eligió también Jerusalén para ser «la ciudad del Señor». De esta manera se inicia la consideración teológica de Jerusalén, engrandecida cuando el pueblo permanece fiel y destruida cuando la infidelidad del pueblo trae consigo el castigo del destierro (s. VI a.C.).

4. LOS LIBROS DE SAMUEL A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO

Ya el destierro de Babilonia había dado ocasión para reflexionar sobre el fracaso de la monarquía davídica y el alcance más amplio que podría tener la profecía de Natán. Pero fue con la venida de Jesús cuando se puso plenamente de manifiesto el horizonte de las promesas hechas a David: no se trataba de la promesa del mantenimiento eterno de un reino temporal, sino del advenimiento del reino de Dios, un reino de naturaleza espiritual instaurado por un descendiente de David según la carne.

Jesús anuncia el reino de Dios y lo inaugura de forma misteriosa. Sin embargo, para evitar que la realidad fundamentalmente espiritual de su reino fuese mal entendida, evita discretamente hacer manifestaciones ostentosas de su realeza, si bien en ocasiones acepta el título de «hijo de David»39. Hace una excepción notoria a este modo suyo de proceder en su entrada triunfal en Jerusalén, precisamente pocos días antes de morir allí. Después de su resurrección, y purificada ya suficientemente la imagen de su reino, los discípulos no dudarán en destacar su ascendencia davídica40 y el cumplimiento en Él de la profecía de Natán41.

La figura de David ha sido muy utilizada en la predicación cristiana desde la época apostólica. Muchos Padres de la Iglesia descubren en la semblanza de David la imagen de Cristo. Hipólito le dedica un tratado42, así como San Ambrosio43 y San Juan Crisóstomo44. Su victoria sobre Goliat es señal de la victoria de todo hombre contra el mal. David es el rey de Israel, que anuncia al Rey universal. Es el profeta perfecto porque es instrumento de la voz divina, ya que en el dulce canto de sus salmos habla Cristo en persona45. David es también modelo del verdadero pastor, maestro de todas las virtudes: mansedumbre, humildad, paciencia, sabiduría, generosidad y fe46. Y, sobre todo, proporciona un admirable ejemplo con su arrepentimiento: su pecado es testimonio de la fragilidad humana, y en su llanto pidiendo perdón proclama la misericordia de Dios47.

También la Ciudad Santa de Jerusalén adquiere un sentido más profundo en el Nuevo Testamento, especialmente en el Apocalipsis, donde se habla de la «nueva Jerusalén»48 como imagen del pueblo escatológico, destinatario definitivo de la salvación.

1 Ver Introducción a los Libros Históricos del Antiguo Testamento.
2 1S 2, 1-10.
3 2S 22, 2-51.
4 1S 1, 1-1S 4, 1.
5 1S 7, 2-17.
6 1S 4, 1-1S 7, 1.
7 1S 9, 1-1S 10, 16.
8 1S 8, 1-23; 1S 10, 17-27; 1S 12, 1-25.
9 1S 13, 7-15.
10 1S 15.
11 1S 16, 14-23.
12 1S 17, 55-58.
13 1S 18, 10-11; 1S 19, 10.
14 1S 18, 12-16.28-30.
15 1S 18, 17-19.21-27.
16 1S 23, 1-13.19-28.
17 1S 24, 1-23; 1S 26, 1-25.
18 1S 21, 11-16; 1S 27, 2-12.
19 2S 2, 1-7.
20 2S 5, 1-5.
21 2S 11, 1-2S 12, 31.
22 2S 15, 1-2S 18, 32.
23 2S 19, 1-2S 20, 26.
24 2S 21, 1-22.
25 2S 22, 1-51.
26 2S 24, 1-25.
27 1S 4, 1-1S 7, 1.
28 2S 2, 1-2S 4, 12.
29 2S 9-20.
30 2S 7, 14-16.
31 2S 12, 24-25.
32 1S 15, 23; 1S 28, 18.
33 1S 8, 1-22; 1S 10, 17-27; 1S 12, 1-24.
34 2S 7, 14.
35 1S 10, 1-9; 2S 2, 1-7.
36 1S 13, 13-14; 1S 15, 26; 2S 12, 7-12.
37 1S 15, 28; 1S 28, 17-19.
38 2S 6, 1-23.
39 Mc 10, 47-48.
40 cfr Mt 1, 1.
41 cfr Hch 2, 30; Hb 1, 5.
42 cfr De David et Goliath, CSCO 263-264.
43 cfr Apologia Prophetae David ad Theodosium Augustum, PL 14, 851-916.
44 cfr Homiliae III de Davide et Saule, PG 54, 675-708.
45 cfr S. Ambrosio, De Iacob et vita beata 2, 9, 39.
46 cfr S. Hipólito, De David et Goliath 12, 1-2.
47 cfr S. Cirilo de Jerusalén, Catecheses 2, 11-12.
48 Ap 21, 2.