Junto con el libro de Ageo que le precede y el de Malaquías que le sigue, el libro de Zacarías pertenece a los profetas que ejercieron su ministerio después de la vuelta del destierro. Son los últimos del Antiguo Testamento, cuyos escritos cierran la colección de los doce Profetas Menores. Zacarías viene situado entre Ageo y Malaquías con toda lógica. Por un lado, refleja junto con Ageo el talante optimista de los que, tras el retorno de Babilonia, están empeñados en la tarea de reconstruir el Templo y mantienen la esperanza de una restauración bajo la guía de Zorobabel, descendiente davídico 1. Así se ve en la primera parte del libro. Pero, por otro lado, como se ve a partir del cap. 9, la perspectiva va más lejos y apunta a la instauración escatológica (final y definitiva) del reinado de Dios en la tierra, con Jerusalén como capital y el Templo como lugar de peregrinación de todas las naciones 2. El libro de Malaquías, que viene a continuación, retomará el tema del Templo y de su servicio por parte de los sacerdotes, volviendo a proclamar el día de la venida del Señor 3. De esta forma las promesas divinas a través de los profetas del Antiguo Testamento hacen surgir y mantienen la esperanza en la instauración del reino de Dios, que Jesús proclamará como presente en su Persona y en sus obras.
El libro de Zacarías incluye dos partes bien diferenciadas tanto por los datos históricos que aparecen en cada una de ellas como por el estilo de la redacción. La primera abarca los ocho primeros capítulos, está escrita en prosa y corresponde al tiempo señalado en las indicaciones de la obra misma: de los años 520 a 518 a.C. La segunda parte comprende los caps. 9-14; está casi toda ella en verso y carece de referencias cronológicas. A esta segunda parte, por suponerla posterior a la primera, se la designa con el nombre de «Deuterozacarías».
Tiene como trasfondo la reconstrucción de Jerusalén por parte de los que han vuelto del destierro, así como las instituciones y la vida de la comunidad. Comienza situando cronológicamente al profeta y recoge su llamada al pueblo a la conversión 4. A continuación es el mismo Zacarías quien cuenta ocho visiones que ha tenido durante la noche y la interpretación que un ángel le hace de aquello que ha visto. Las visiones están repletas de elementos simbólicos y, en general, vienen a significar que Dios se ha apiadado de Jerusalén quebrantando a sus enemigos 5: el Señor va a venir a habitar en ella 6, el sacerdocio ha sido purificado 7, la restauración del Templo se va a llevar a cabo por medio de Zorobabel 8 y en la tierra santa no habrá pecado ni maldad 9. A las visiones sigue un oráculo sobre la coronación del sumo sacerdote Josué10, y palabras sobre el presente y el futuro del pueblo: previene frente a una práctica falsa del ayuno11, y pronuncia diez vaticinios sobre la felicidad que el Señor otorgará a su pueblo y, por él, a las naciones cuando el Templo sea terminado12.
Consta de dos largos oráculos que, pese a sus reiteraciones, presentan una línea de continuidad entre el uno y el otro. El primero (Za 9, 1-Za 11, 17), tras exponer el sometimiento de los pueblos vecinos de Israel13, la llegada del Mesías a Jerusalén14 y la restauración del pueblo unido15, lamenta y describe el rechazo de un pastor (rey mesías) por parte del pueblo16. El segundo oráculo (Za 12, 1-Za 14, 21) profetiza la intervención de Dios mismo para hacer fuertes a Jerusalén y Judá frente a sus enemigos17, llevar al pueblo a la conversión y la purificación18 y reinar Él mismo sobre todo el mundo desde Jerusalén19.
Poco sabemos del profeta al que se atribuye el libro. Habría nacido en Babilonia y habría sido uno de los que retornaron a Judea el año 537. Era de familia sacerdotal y sucedió como jefe de la familia20 a su abuelo Idó, mencionado en Ne 12, 4. Fue por tanto contemporáneo de Ageo21, pero desarrolló su ministerio profético por más tiempo. Como Ageo, Zacarías escribe su obra para animar al pueblo a mantener su confianza en el Señor y a colaborar en la reconstrucción del Santuario22. Esa intencionalidad se ve claramente en la primera parte del libro.
Zacarías se siente profeta del Señor y quiere transmitir lo que recibe por revelación. Para ello utiliza los recursos literarios que ya habían empleado los profetas que le precedieron, mostrando que su palabra es palabra del Señor23, realizando acciones simbólicas cargadas de significado y acompañadas de oráculos24 y, sobre todo, desarrollando el género de narrar visiones que ya había iniciado Ezequiel25. Pero a diferencia de las de éste, el contenido de las visiones de Zacarías se sitúa entre el cielo y la tierra, con la intervención de ángeles y apareciendo en ellas lo que sucede y va a suceder en la tierra26.
El momento en que Zacarías pronunció sus oráculos y tuvo sus visiones queda consignado en el libro por un redactor que habla del profeta en tercera persona27. Fue durante los años 520 y 519, cuando los judíos que habían retornado de Babilonia reemprendieron la reconstrucción del Templo, interrumpida desde el año 53028 a causa del acoso de los samaritanos y de la falta de recursos. Al frente del pueblo están Zorobabel, descendiente de David, que hace las funciones de gobernador o jefe político, y Josué, como sumo sacerdote: ellos son los dos olivos de los que se habla en el cap. 4. La recopilación de las visiones de Zacarías29 y de sus exhortaciones30 pudo hacerse en ese mismo tiempo, o quizá más tarde cuando fueron insertados también en el libro los dos oráculos de la segunda parte.
Estos dos oráculos reflejan un contexto histórico posterior: ya no se habla en ellos de la reconstrucción del Templo, sin duda porque se había concluido, y sí aparecen en cambio la lamentación de que el pueblo ha abandonado a un pastor bueno31 y el duelo por uno al que han dado muerte32. A esto ha de añadirse que ya en el cap. 6, en el gesto profético de la coronación de Josué33, se atribuyen a éste funciones y títulos que antes recaían sobre Zorobabel, tales como la terminación del Templo34 y el nombre de «brote»35. Estos datos llevan a pensar que cuando se componen los oráculos ha desaparecido Zorobabel, quizá de forma trágica. Habría sido, por tanto, después de su muerte cuando fue redactada la segunda parte del libro y realizada la recopilación final. Puesto que el libro de Malaquías comienza con una fórmula introductoria oracular idéntica a la que introduce cada uno de los dos oráculos de la segunda parte de Zacarías, se piensa que se trataba de tres oráculos anónimos compuestos después de la terminación del Templo. La situación no era tan favorable como se había esperado, sino más bien penosa; quizá por eso los tres oráculos proyectan la esperanza a un final escatológico.
Algunos estudiosos han supuesto que la segunda parte de Zacarías es muy posterior y pertenece a la época griega, a finales del siglo IV o al III a.C. Para ello se apoyan en que la fulminante caída de las naciones situadas al norte de Israel, descrita en Za 9, 1-7, haría alusión a las rápidas conquistas de Alejandro Magno en Oriente el año 333 a.C., y en la mención de Yaván (Grecia) en Za 9, 13. Pero esas alusiones no son tan claras como para retrasar hasta esa época la composición del llamado «Deuterozacarías». Otros autores piensan que habría que distinguir entre los dos oráculos de la segunda parte del libro como obras distintas, y hablan de un «Tritozacarías». Los argumentos en este sentido tampoco son decisivos. El contexto que se refleja en todo el libro es el de la época de Zacarías en sentido amplio, es decir, antes y después de la terminación del Templo y de la desaparición de Zorobabel.
El rasgo más relevante del libro de Zacarías es que Dios da a su pueblo un mensaje de esperanza acorde con la situación en que éste se encuentra. Parte de este mensaje es la promesa del Mesías.
Cuando a la vuelta del destierro el pueblo tiene por delante la tarea de reconstruir el Templo, Dios promete que será llevada a término porque tal es su voluntad todopoderosa, y que entonces Él habitará allí siendo fuente de salvación para todas las naciones36. Esa promesa incluye también la purificación del sacerdocio y del pueblo37. Con la reconstrucción del Templo promete asimismo la llegada de un Mesías que traerá la paz y la dicha a Jerusalén y Sión38. Incluso cuando el pueblo rechaza al pastor bueno39, Dios mantiene su palabra prometiendo que vendrá Él mismo y reinará desde Jerusalén sobre todas las naciones40.
Al proponer este mensaje de parte del Señor, el autor sagrado va mostrando cuál es la forma de actuar de Dios, qué pide el Señor a aquellos a quienes se dirige, cómo es la figura del Mesías y qué sucederá al final con la llegada del reino de Dios. Si bien expresa todo esto con un lenguaje que conecta con el de los antiguos profetas, utiliza al mismo tiempo imágenes nuevas y recursos literarios que abren el camino a otros libros proféticos como el de Daniel o el Apocalipsis de San Juan.
Dios actúa cumpliendo lo que ha dicho por medio de los profetas41. Quizás el mismo nombre de Zacarías, que significa «Dios recordó», da la clave para comprender la actuación divina. Dios se acordó de su pueblo y por ello va a actuar en su favor42, y mediante él va a abrir un camino de salvación para todas las naciones43. El rasgo más destacado de la actuación divina que presenta el libro es que Dios va a venir a habitar en medio de su pueblo en el Templo de Jerusalén44. Para ello va a eliminar a los enemigos del pueblo45 y hacer de Jerusalén una ciudad de paz, y de Judá la «tierra santa»46; purificará y restablecerá el sacerdocio47; quitará el pecado y la maldad del país48 así como la idolatría y sus servidores49; hará retornar a todos los desterrados50; dará la lluvia y abundancia de bienes51, e instaurará la alegría52 y la fiesta en vez del ayuno53; hará una Alianza nueva54. Al servicio de Dios están los ángeles, mediante los cuales Él ejerce su dominio sobre toda la tierra55, y, especialmente, el «ángel del Señor» que intercede por el pueblo56 y defiende al sumo sacerdote Josué ante el acusador, Satán57.
La actuación de Dios se muestra en el libro como una gran promesa, cuyo cumplimiento requiere en los miembros del pueblo elegido la conversión58, la justicia con el prójimo y la misericordia con los necesitados59. En la primera parte del libro, en la que se vislumbra la terminación del Templo, se pide asimismo fortaleza y colaboración para llevar adelante la empresa60. En la segunda parte, lo que se espera es el dolor del pueblo por haber rechazado al Mesías61 y la peregrinación de las naciones a Jerusalén para obtener salud y lluvia62.
Las promesas mesiánicas varían de una parte a otra del libro, aunque en conjunto presentan un progreso y una unidad coherente. En la primera parte el punto culminante de la promesa, y en consecuencia de la esperanza, es la terminación del Templo y la protección de Dios que habita en él63. Al comienzo de la segunda parte se profetiza la llegada del Mesías a Jerusalén como un rey de paz, con el que vendrá la salvación y el bienestar para el pueblo elegido64, pero luego se muestra que el pueblo rechazará al pastor bueno65. Sin embargo, a continuación se anuncia que Dios intervendrá en persona, hará que Jerusalén y Judá triunfen sobre sus enemigos66, y tomará después posesión de ellas reinando desde ahí sobre toda la tierra67. En ese reino escatológico no aparece la figura del Mesías.
Visto en su conjunto y según su redacción, el libro de Zacarías viene a decir que para la liberación del pueblo y salvación de las naciones no era suficiente la reconstrucción del Templo de Jerusalén, por lo que Dios promete un Mesías, rey de paz, un pastor bueno que habría de ser rechazado por el pueblo y llevado a la muerte; pero que después el pueblo volverá a él su mirada, le llorarán; y, finalmente, Dios mismo establecerá su reinado del que se beneficiarán las naciones de los gentiles.
Algunos pasajes del libro de Zacarías son citados literalmente en el Nuevo Testamento como cumplidos en Jesucristo. Así, al describir su entrada en Jerusalén montado en un borrico68, se ve cumplida la promesa de Za 9, 9; al narrar la traición de Judas que vende al Señor por treinta monedas69 se cita Za 11, 12-13, aunque el evangelista remite a los profetas aludiendo a Jeremías70; finalmente, en Jn 19, 37 se traen las palabras de Za 12, 10, «mirarán al que traspasaron», para mostrar el significado de que un soldado traspasara con su lanza el costado de Jesús en la Cruz. De este modo en los evangelios se está indicando que Jesús es el Mesías prometido por Dios en el libro de Zacarías y que en Él se cumplen aquel rechazo y muerte del Mesías que el profeta anunciaba de modo misterioso.
El estilo y la forma de hablar de Zacarías llega de manera especial al Apocalipsis de San Juan. En él volvemos a encontrar bastantes de las imágenes empleadas por Zacarías, tales como la de los caballos representando emisarios divinos71, la de medir la ciudad72 o la de los candelabros y los dos olivos73. Pero en el Apocalipsis la victoria de Dios ya se ha dado en la muerte y resurrección de Cristo, y el final que se espera es su segunda venida, en la que se instaurará de manera gloriosa el Reino de Dios y de su Mesías sobre la tierra renovada74.
Siguiendo la aplicación a Jesucristo que se encuentra en el Nuevo Testamento, los Santos Padres hicieron una interpretación mesiánica de cada una de las figuras que aparecen en el libro de Zacarías: la del ángel del Señor, la del sumo sacerdote Josué, la del candelabro de oro, la del rey que llega a Sión o la del pastor bueno rechazado por el pueblo. Ya en la Carta de Bernabé (5, 12) se aplica al pueblo judío la imagen de las ovejas que se dispersan al ser herido el pastor75. Posteriormente muchos Padres o escritores eclesiásticos comentaron diversos pasajes del libro. Sobresalen quizá los comentarios de Dídimo el Ciego y de San Cirilo de Alejandría.
En la liturgia de la Iglesia se utilizan especialmente los pasajes más claramente mesiánicos, en concreto, el texto del rey de paz que llega a Jerusalén76 en la Misa del Domingo de Ramos, o el pasaje de Za 12, 7-10 acerca de la protección de Dios a su pueblo, el duodécimo domingo del tiempo ordinario.
1 cfr Ag 2, 20-23.
2 cfr Za 14.
3 Ml 3, 13-21.
4 Za 1, 1-6.
5 Za 1, 7-17; Za 2, 1-4; Za 6, 1-8.
6 Za 2, 5-17.
7 Za 3, 1-10.
8 Za 4, 1-13.
9 Za 5, 1-8.
10 Za 6, 9-15.
11 Za 7, 1-14.
12 Za 8, 1-23.
13 Za 9, 1-8.
14 Za 9, 9-10.
15 Za 9, 11-Za 10, 12.
16 Za 11, 1-17.
17 Za 12, 1-9.
18 Za 12, 9-Za 13, 9.
19 Za 14, 1-21.
20 Za 1, 1.7; cfr Ne 12, 10-16.
21 cfr Esd 5, 1; Esd 6, 14.
22 cfr Za 4, 8-10; Ag 1-2.
23 cfr Za 1, 2; Za 8, 1; etc.
24 cfr Za 6, 9-15.
25 cfr Ez 1, 4; Ez 40, 2.
26 cfr Za 2, 1; Za 3, 1; Za 4, 1; etc.
27 cfr Za 1, 1; Za 7, 1.8; Za 8, 1.
28 cfr Esd 4, 24.
29 Za 1, 7-Za 6, 8.
30 Za 7, 1-Za 8, 23.
31 Za 11, 1-17.
32 Za 12, 10.
33 Za 6, 9-15.
34 Za 4, 7-10.
35 Za 3, 8.
36 cfr Za 8, 22.
37 Za 3, 1-10; Za 5, 1-9.
38 Za 9, 9-10.
39 cfr Za 11, 4-17.
40 cfr Za 14, 1-21.
41 cfr Za 1, 6.
42 Za 1, 14-17; Za 8, 2.
43 cfr Za 8, 20-23; Za 14, 16-19; Gn 12, 3.
44 Za 1, 16; Za 2, 15-16; Za 8, 3; Za 14, 4.17.
45 cfr Za 1, 15; 2, 4-13; Za 12, 1-3; Za 14, 2-4.12.
46 Za 2, 7.16.
47 Za 3, 1-10; Za 6, 9-15.
48 Za 5, 1-9.
49 Za 13, 1-6.
50 Za 9, 11-17; Za 10, 9-12.
51 Za 1, 17; Za 8, 4-5.12-13; Za 14, 8-11.
52 Za 2, 14.
53 Za 8, 19.
54 Za 13, 9.
55 Za 1, 8-11; Za 2, 1-4; Za 5, 9; Za 6, 1-8.
56 Za 1, 9-16.
57 Za 3, 1-2.
58 Za 1, 2-6.
59 Za 7, 8-14; Za 8, 14-17.
60 Za 8, 9.
61 Za 12, 10-13.
62 Za 14, 16-19.
63 Za 1, 16-17; Za 2, 14; Za 8, 9-12.
64 Za 9, 9-10.
65 Za 11, 1-17.
66 Za 12, 1-9.
67 Za 14, 5.
68 cfr Mt 21, 5; Jn 12, 14-15.
69 cfr Mt 27, 9.
70 cfr Jr 18, 2-3; Jr 32, 6-15.
71 cfr Za 1, 8; Za 6, 2-3; Ap 6, 2-4; Ap 19, 11.
72 cfr Za 2, 5; Ap 11, 1.
73 cfr Za 4, 11; Ap 11, 4.
74 cfr Ap 21-22.
75 cfr Za 13, 6-7.
76 Za 9, 9-10.