Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos (Rm 8, 14-17)
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo; pues el compartir sus sufrimientos es señal de que compartiremos su gloria. Aún no se ha manifestado lo que seremos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan (1Jn 3, 1-2)
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamamos hijos de Dios, pues ¡lo somos ! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Venid a mí todos los que estáis cansados.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor
Lectura del Santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 1-6)
No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo hubiera dicho, porque voy a prepararos un lugar; y cuando haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; a donde yo voy, sabéis el camino. Tomás le dijo: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? Le respondió Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Lectura del santo Evangelio según San Mateo (Mt 11, 25-30)
En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Letanía de los santos: con mención del santo (s) patrono (s). Se responde «ruega por él (ella)»
Aceptación de la muerte: son muy reconfortantes las oraciones finales del Vía Crucis
Indulgencia plenaria: está prevista en el rito de la Unción y Viático; se puede volver a impartir en este momento.
Señor Jesús, Salvador del mundo, te encomendamos a N . y te rogamos que lo (a) recibas en el gozo de tu reino, pues por él (ella) bajaste a la tierra. Y aunque haya pecado en esta vida, nunca negó al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, sino que permaneció en la fe y adoró fielmente al Dios que hizo todas las cosas.
Q uerido hermano (a) , te entrego a Dios, y, como criatura suya, te pongo en sus manos, pues es tu Hacedor, que te formó del polvo de la tierra. Y al dejar esta vida, salgan a tu encuentro la Virgen María y todos los ángeles y santos. Que Cristo, que sufrió muerte de cruz por ti, te conceda la libertad verdadera. Que Cristo, Hijo de Dios vivo, te aloje en su paraíso. Que Cristo, buen Pastor, te cuente entre sus ovejas. Que te perdone todos los pecados y te agregue al número de sus elegidos. Que puedas contemplar cara a cara a tu Redentor y gozar de la visión de Dios por los siglos de los siglos.
AménLa fórmula breve comienza aquí. Se introduce leyendo un versículo de la Sagrada Escritura:
"En la vida y en la muerte somos del Señor" ( Rm 14, 8)
O remos: Alma cristiana, al salir de este mundo, marcha en el nombre de Dios Padre todopoderoso, que te creó, en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que murió por ti, en el nombre del Espíritu Santo, que sobre ti descendió. Entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios en Sión, la ciudad santa, con Santa María Virgen, Madre de Dios, con San José y todos los ángeles y santos. Amén.
A coge, Señor, en tu reino a tu siervo para que alcance la salvación, que espera de tu misericordia. R/. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) de todos sus sufrimientos. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Noé del diluvio. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Abrahán del país de los caldeos. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Job de sus padecimientos. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Moisés del poder del Faraón. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Daniel de la fosa de los leones, Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a los tres jóvenes del horno ardiente y del poder del rey inicuo. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Susana de la falsa acusación. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a David del rey Saúl y de las manos de Goliat. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) , como libraste a Pedro y Pablo de la cárcel. Amén
Libra, Señor, a tu siervo (a) por Jesús, nuestro Salvador, que por nosotros sufrió muerte cruel y nos obtuvo la vida eterna. Amén
S eñor Jesús, Salvador del mundo, te encomendamos a N. y te rogamos que lo recibas en el gozo de tu reino, pues por él (ella) bajaste a la tierra. Y aunque haya pecado en esta vida, nunca negó al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, sino que permaneció en la fe y adoró fielmente al Dios que hizo todas las cosas.
Se puede rezar la Salve.
Convenientemente de rodillas
Venid en su ayuda, santos de Dios; salid a su encuentro, ángeles del Señor.
Recibid su alma y presentadla ante el altísimo.
Cristo, que te llamó, te reciba, y los ángeles te conduzcan al regazo de Abrahám.
Recibid su alma y presentadla ante el altísimo.
Dale, Señor † el descanso eterno, y brille para él(ella) la luz perpetua.
Recibid su alma y presentadla ante el altísimo.
Oremos: Te pedimos, Señor, que tu siervo(a) N., muerto(a) ya para este mundo, viva para ti, y que tu amor misericordioso borre los pecados que cometió por fragilidad humana. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
¡Dichoso el que ha muerto en el Señor! Que descanse ya de sus fatigas y que sus obras lo acompañen.
Pidamos por nuestro hermano (nuestra hermana) a Jesucristo, que ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre”.
Tú que resucitaste a los muertos, concede la vida eterna a nuestro hermano (nuestra hermana).
Te lo pedimos, Señor.
Tú que desde la cruz prometiste el paraíso al buen ladrón, acoge a nuestro hermano (nuestra hermana).
Te lo pedimos, Señor.
Tú que experimentaste el dolor de la muerte y resucitaste gloriosamente del sepulcro, concede a nuestro hermano (nuestra hermana) la vida feliz de la resurrección.
Te lo pedimos, Señor.
Tú que lloraste ante la tumba de tu amigo Lázaro, dígnate enjugar las lágrimas de quienes lloramos la muerte de nuestro hermano (nuestra hermana).
Te lo pedimos, Señor.
Oración: Señor, nuestra vida es corta y frágil; la muerte que contemplamos hoy nos lo recuerda. Pero tú vives eternamente, y tu amor es más fuerte que la muerte. Llenos, pues, de confianza, ponemos en tus manos a nuestro hermano (nuestra hermana) N., que acaba de dejarnos. Perdónale sus faltas y acógelo (acógela) en tu reino, para que viva feliz en tu presencia por los siglos de los siglos.
Amen.
Se puede continuar con las siguientes oraciones:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Padrenuestro...
Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas y ten misericordia de tu siervo (a) N., para que no sufra castigo por sus pecados, pues deseó cumplir tu voluntad; y, ya que la verdadera fe lo (la) unió aquí, en la tierra, al pueblo fiel, que tu bondad ahora lo (la) una al coro de los ángeles y elegidos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Dale, † Señor, el descanso eterno.
Y brille sobre él (ella) la luz perpetua.
Descanse en paz.
Amén.
Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
Amén.
Podéis ir en paz.
Demos gracias a Dios.
Otras oraciones por los difuntos
Suba nuestra oración a tu presencia, Señor, y que la alegría eterna acoja a nuestro hermano N. Tú que lo creaste a tu imagen y lo hiciste tu hijo de adopción por el bautismo, concédele ahora entrar en posesión de la herencia prometida. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oh Señor, Dios del perdón, concede al alma de tu siervo (a) N., de quien conmemoramos el aniversario de la muerte, la morada de la paz, el reposo de la bienaventuranza y el esplendor de tu luz. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oh Dios, que, en tu providencia, elegiste para Sumo Pontífice a tu siervo nuestro Papa N., concede a quien fue Vicario de tu Hijo en la tierra ser recibido por Él mismo en la gloria eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Dios Todopoderoso, te rogamos que tu siervo N., nuestro Obispo, a quien encomendaste el cuidado de tu familia, entre en el gozo eterno de su Señor con el abundante fruto de su labor pastoral. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Te rogamos, Señor, que escuches bondadoso las oraciones que te presentamos por la salvación de tu servidor N., sacerdote, para que se alegre perpetuamente en la compañía de los santos, él que en la tierra desempeñó fielmente el ministerio sacerdotal en honor de tu nombre. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
¡Oh Dios, que nos has mandado honrar padre y madre!, ten misericordia de mi padre (madre, mis padres) y haz que nos reunamos un día en la claridad de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oremos: Oh, Dios que nos mandaste honrar al padre y a la madre, apiádate clemente de las almas de nuestros padres, y perdónales sus pecados; y haz que los veamos en el gozo de la eterna caridad. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Dios de amor y de clemencia, que en los planes de tu sabiduría has querido llamar a Ti, desde el mismo umbral de la vida, a este niño, a quien hiciste hijo tuyo de adopción en el bautismo, escucha con bondad nuestra plegaria y reúnenos un día con él en tu gloria, donde creemos que vive ya contigo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oh Dios, que riges el curso de la vida humana, te encomendamos a tu siervo N., cuya muerte prematura lloramos, para que le concedas vivir la perenne juventud de tu bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oh Dios, que permitiste que nuestro hermano N. te sirviera en los dolores de una larga enfermedad, te rogamos que este tu siervo, que imitó en la tierra el ejemplo de paciencia de tu Hijo, obtenga en el cielo el premio de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oh Señor, imploramos tu inmensa bondad, a fin de que quienes lloramos la muerte repentina de nuestro hermano N., tengamos confianza de que ha pasado a disfrutar de tu compañía en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oremos: ¡Oh Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los hombres!, por intercesión de Santa María la Virgen, y de todos los santos, concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido ya de este mundo alcanzar la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oremos: Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, concede a las almas de tus siervos y siervas el perdón de todos los pecados, para que consigan por nuestras piadosas suplicas la indulgencia que siempre desearon. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
Señor, Dios mío, dirige mis pasos en tu presencia.
Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
Concédele(s), Señor, el descanso eterno, y brille sobre él (ella, ellos) la luz perpetua.
Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad.
Padre nuestro…
Libra, Señor, su alma (sus almas).
De las penas del infierno.
Descanse (n) en paz.
Amén.
Señor, escucha nuestra oración.
Y llegue a ti nuestro clamor.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Oración: Te rogamos, Señor, que absuelvas el alma de tu siervo(a) N. de todo vínculo de pecado, para que viva en la gloria de la resurrección, entre tus santos y elegidos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Concédele(s) Señor, el descanso eterno.
Y brille para él (ella, ellos) la luz eterna.
Descanse(n) en paz.
Amén.
Su(s) alma(s) y las de todos los fieles difuntos descansen en paz, por la misericordia del Señor.
Amén.
No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
Cuando la oración se realiza de modo comunitario
V/. Que Cristo, que por él (ella) sufrió muerte de cruz, le conceda la felicidad verdadera.
R/. Te lo pedimos, Señor.
V/. Que Cristo, el Hijo de Dios vivo, lo (la) acoja en su paraíso.
R/. Te lo pedimos, Señor.
V/. Que Cristo, el buen Pastor, lo (la) cuente entre sus ovejas.
R/. Te lo pedimos, Señor.
V/. Que Cristo perdone todos sus pecados y lo (la) agregue al número de sus elegidos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
V/. Que pueda contemplar cara a cara a su Redentor y gozar de la visión de su Señor por los siglos de los siglos.
R/. Te lo pedimos, Señor.
R/. Amén.
Cuando la oración ante el difunto se realiza individualmente
R/. Amén.
Por nuestro (a) hermano (a) difunto (a) N.:
V/. Que contemple cara a cara a su Redentor y, viviendo eternamente en su presencia, goce para siempre de la luz de la Verdad, roguemos al Señor.
R/. Te rogamos, óyenos
V/. Que llamado (a) y conducido (a) por el Buen Pastor, Él le (a) acompañe siempre y en todo lugar, y comparta con todos los Santos el gozo del Reino de la Vida y de la paz, roguemos al Señor.
R/. Te rogamos, óyenos
V/. Que al final de los tiempos, resucite lleno (a) de gloria y de inmortalidad, roguemos al Señor.
R/. Te rogamos, óyenos
V/. Por todos nosotros, que nos hemos reunido aquí: Para que otro día Dios nos reúna también en su Reino glorioso, roguemos al Señor.
R/. Te rogamos, óyenos
Es muy aconsejable que, según las costumbres y posibilidades de cada lugar, los amigos y familiares del difunto se reúnan en la casa del difunto o en la funeraria para celebrar una vigilia de oración.
Esta vigilia la preside un sacerdote o un diácono o, en su defecto, un laico.
Hermanos: Es lógico vuestro dolor, pues siempre duele la separación de los seres que amamos. Pero en este momento tengamos confianza en el Señor, que nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. Por eso, vamos a escuchar su palabra de consuelo y a orar con la confianza de los hijos de Dios.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo, que nos alienta en todas nuestras tribulaciones.
Amén.
Salmo 23
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Oremos: Señor nuestro, que eres amor, recibe en tu presencia a tu hijo (a) N., a quien has llamado de esta vida. Perdónale todos sus pecados, bendícelo (a) con tu luz y paz eternas, levántalo (a) para que viva para siempre con todos tus santos en la gloria de la resurrección. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
El ministro saluda a los presentes, les demuestra su simpatía les ofrece el consuelo de la fe, utilizando la siguiente fórmula u otras parecidas:
Hermanos, en estos momentos de dolor el Señor está con nosotros y nos conforta con sus palabras: “Felices los que lloran, porque serán consolados”.
El ministro dice a continuación una de las siguientes oraciones para encomendar a la persona recién muerta a la misericordia y bondad de Dios.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, escucha nuestras oraciones en favor de tu hijo (a) N., a quien has llamado de esta vida a tu presencia. Concédele gozar de la luz, la felicidad y la paz. Hazlo (a) pasar con seguridad las puertas de la muerte y vivir para siempre con todos tus santos, iluminado (a) por la luz que prometiste a Abraham y a todos sus descendientes en la fe. Líbralo (a) de todo mal y en el gran día de la resurrección y la recompensa, resucítalo (a) junto con todos tus santos. Perdónale sus pecados y concédele la vida eterna en tu Reino. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
Uno de los presentes o el ministro proclaman la palabra de Dios:
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (Lc 23, 44-46)
Como al mediodía, se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», y al decir estas palabras, expiró.
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.
Uno de los presentes puede ir guiando a los demás al rezar una breve forma de letanía a los santos. Se pueden incluir otros santos, especialmente los santos patronos de la persona difunta, de la familia, de la parroquia y otros santos a quienes la persona difunta haya tenido devoción particular.
Santos de Dios, ¡venid en su ayuda! ¡Salid a su encuentro, ángeles de Dios!
Santa María, Madre de Dios
Ruega por él (ella).
San José
Ruega por él (ella).
San Pedro y san Pablo
Rogad por él (ella).
Se puede añadir la siguiente oración:
Oremos: Señor Dios de misericordia, escucha nuestras oraciones y compadécete de tu hijo (a) N., a quien has llamado de esta vida. Recíbelo (a), junto con todos tus santos en tu Reino de luz y de paz. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
El ministro introduce el padrenuestro con estas u otras palabras semejantes:
Dios es infinitamente misericordioso para redimirnos; oremos como Jesús nos enseñó: Padre nuestro…
El ministro termina con la siguiente oración:
Señor Jesús, redentor nuestro, tú te entregaste voluntariamente a la muerte para que todos pudiéramos salvarnos y pasar de la muerte a una vida nueva. Escucha, Señor, nuestras oraciones y mira con amor a tu pueblo, que ora entristecido por la muerte de su hermano (a) N. Señor Jesús, santo y compasivo: perdónale sus pecados. Con tu muerte nos has abierto las puertas de la vida a aquellos que creemos en ti. No permitas que nuestro (a) hermano (a) se aparte de ti; al contrario, con tu supremo poder concédele gozar de la luz, la alegría y la paz en el cielo, en donde vives tú para siempre.
Amén.
Para descanso de los presentes, el ministro puede concluir estas oraciones con una simple bendición o con un gesto simbólico, por ejemplo, haciendo la señal de la cruz en la frente del difunto. El sacerdote o el diácono pueden rociar el cuerpo con agua bendita.
Si el sepulcro no está bendecido, se bendice antes de depositar el cuerpo en él.
Oremos: Señor Jesucristo, tú permaneciste tres días en el sepulcro, dando así a toda sepultura un carácter de espera en la esperanza de la resurrección.
Concede a tu siervo reposar en la paz de este sepulcro hasta que tú, resurrección y vida de los hombres, le resucites y le lleves a contemplar la luz de tu rostro. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Dicha la oración, si existe la costumbre, el sacerdote rocía con agua bendita e inciensa el sepulcro y el cuerpo del difunto, a no ser que esto se haga dentro del rito de la última recomendación.
El acto de sepultar al difunto se hace inmediatamente o al final del rito, según la costumbre del lugar. Mientras se coloca el cuerpo en el sepulcro, o en otro momento oportuno, el sacerdote puede decir:
Dios todopoderoso ha llamado a nuestro (a) hermano (a) y nosotros ahora enterramos su cuerpo, para que vuelva a la tierra de donde fue sacado. Con la fe puesta en la resurrección de Cristo, primogénito de los muertos, creemos que él transformará nuestro cuerpo humillado y lo hará semejante a su cuerpo glorioso. Por eso encomendamos nuestro hermano (a) al Señor, para que lo (a) resucite en el último día y lo (a) admita en la paz de su Reino.
Durante las labores de sepultura puede resultar práctico recitar la letanía de los Santos.
Si hay homilía junto al sepulcro, téngase en este momento. Si también se hace junto al sepulcro la última recomendación y despedida, téngase en lugar de las siguientes preces finales. En este caso el rito de última recomendación y despedida concluye las exequias.
Seguidamente el sacerdote puede decir las siguientes preces:
Pidamos por nuestro hermano (a) N. a Jesucristo, que ha dicho: «Yo soy; la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre».
Señor, tú que lloraste en la tumba de Lázaro, dígnate enjugar nuestras lágrimas.
Te lo pedimos, Señor.
Tú que resucitaste a los muertos, dígnate dar la vida eterna a nuestro hermano(a).
Te lo pedimos, Señor.
Tú que perdonaste en la cruz al buen ladrón y le prometiste el paraíso, dígnate perdonar y llevar al cielo a nuestro hermano (a).
Te lo pedimos, Señor.
Tú que has purificado a nuestro hermano en el agua del Bautismo y lo ungiste con el óleo de la confirmación, dígnate admitirlo entre tus santos y elegidos.
Te lo pedimos, Señor.
Tú que alimentaste a nuestro hermano con tu Cuerpo y tu Sangre, dígnate también admitirlo en la mesa de tu Reino.
Te lo pedimos, Señor.
Y a nosotros, que lloramos su muerte, dígnate confortar nos con la fe y la esperanza de la vida eterna.
Te lo pedimos Señor.
Después todos pueden recitar el Padrenuestro, o el celebrante puede decir esta oración:
Señor, ten misericordia de tu siervo (a), para que no sufra castigo por sus faltas, pues deseó cumplir tu voluntad. La verdadera fe lo (a) unió aquí, en la tierra, al pueblo fiel, que tu bondad lo (a) una ahora al coro de los ángeles y elegidos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Dale, Señor, el descanso eterno.
Brille para él (ella) la luz perpetua.
Como conclusión del rito puede entonarse algún canto apropiado. Después el sacerdote bendice y despide al pueblo.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Amén.
Podéis ir en paz.
Demos gracias a Dios.
Oremos: A tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de nuestro/a hermano/a, con la firme esperanza de que resucitará en el último día, con todos los que han muerto en Cristo. Te damos gracias por todos los dones con que le (la) enriqueciste a lo largo de su vida; en ellos reconocemos un signo de amor y de la comunión de los santos. Dios de misericordia, acoge las oraciones que te presentamos por este/a hermano/a nuestro/a que acaba de dejarnos y ábrele las puertas de tu mansión. Y a sus familiares y amigos, y a todos nosotros, los que hemos quedado en este mundo, concédenos consolarnos con palabras de fe, hasta que también nos llegue el momento de volver a reunirnos con él (ella), junto a ti, en el gozo de tu reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
El Dios de todo consuelo, que con amor inefable creó al hombre y, en la resurrección de su Hijo, ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar, derrame sobre vosotros su bendición.
Amén.
Él conceda el perdón de toda culpa a los que vivís aún en este mundo y otorgue a los que han muerto el lugar de la luz y de la paz.
Amén.
Y a todos conceda vivir eternamente felices con Cristo, al que proclamamos resucitado de entre los muertos.
Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Amén.
Podéis ir en paz.
Demos gracias a Dios.
Oremos: Oh Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los hombres, por intercesión de Santa María, la Virgen, y de San José, de San Josemaría y de todos los Santos, concede a los fieles del Opus Dei y a los socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz fallecidos, así como a los bienhechores que han salido ya de este mundo, alcanzar la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oremos. Oh Dios, que nos has mandado honrar padre y madre y amar a nuestros allegados; ten misericordia de los padres de nuestro Fundador, así como de nuestros propios padres y parientes, perdona sus pecados y haz que nos reunamos un día con ellos en la claridad de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oremos. Oh Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, concede a tus siervos el perdón de sus pecados, para que consigan, por medio de nuestras súplicas, la misericordia que siempre desearon. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Dales, Señor, el descanso eterno.
Y brille para ellos la luz eterna.
Descansen en paz.
Amén.
Sus almas y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
Amén.
Tradición bizantina.
Dios de los espíritus y de toda carne, que sepultaste la muerte, venciste al demonio y diste la vida al mundo.
Tú, Señor, concede al alma de tu difunto siervo N., el descanso en un lugar luminoso, en un oasis, en un lugar de frescura, lejos de todo sufrimiento, dolor o lamento.
Perdona las culpas por él cometidas de pensamiento, palabra y obra, Dios de bondad y misericordia; puesto que no hay hombre que viva y no peque, ya que Tú sólo eres Perfecto y tu Justicia es justicia eterna y tu Palabra es la Verdad.
Tú eres la Resurrección, la Vida y el descanso del difunto, tu siervo N.
Oh Cristo Dios nuestro. Te glorificamos junto con el Padre no engendrado y con tu santísimo, bueno y vivificante Espíritu.
Himno latino del siglo XIII atribuido al franciscano Tomás de Celano (1200-1260), amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. Este himno se usó como secuencia en la Misa de Réquiem Católico romana hasta la revisión del Misal Romano de 1970.
Día de la ira; día aquél
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.
¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!
La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos los hombres ante el trono.
La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.
Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.
Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni los justos estén seguros?
Rey de tremenda majestad
tú que, al salvar, lo haces gratuitamente,
sálvame, fuente de piedad.
Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.
Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.
Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.
Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, señor, a este suplicante.
Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.
Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.
Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.
Tras confundir a los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.
Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.
Día de lágrimas será aquel día
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.
Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.