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Prácticas piadosas
Via Crucis I
Via Crucis II
Via Lucis
Aceptación de la muerte
Jaculatorias
Letanía al Sagrado Corazón de Jesús
Novena de Navidad
Novena del trabajo
Novena por los enfermos
Novena de la serenidad
Consagración a la Sagrada Familia
Coronilla de la Misericordia
Santo Rosario
Siete Domingos de San José
Bendición con el Santísimo
Antífonas Marianas para la Bendición
Decenario al Espíritu Santo
Salmos
Salmo 2
Salmo 50 (Miserere)
Salmo 62 (Deus meus es tu)
Salmo 83 (Quam dilecta)
Salmo 84 (Complacuisti)
Salmo 85 (Inclina Domine)
Salmo 115 (Credidi)
Salmo 129 (De profundis)
Cánticos de la Sagrada Escritura
De Zacarías (Benedictus)
De Simeón (Nunc dimittis)
De María (Magníficat)
Otras oraciones
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Por la paz
Por el Papa
Por el Obispo
Por la Iglesia
Por la unidad de la Iglesia
Por la unidad de los cristianos
De Pío XII por los sacerdotes
Para pedir vocaciones
Al Ángel de la guarda
De la Beata Madre Teresa
De Santo Tomás Moro
A San Juan María Vianney
Oración de la Sangre de Cristo
Para pedir la Santa Pureza
Por la salud
Yo en la cama, Tú en la Cruz
Tarde te amé
Por los difuntos (bizantina)
Dies irae (Himno de difuntos)

Prácticas piadosas

  Via Crucis I

El Via Crucis de San Josemaría se encuentra Via Crucis. Aquí incluimos dos: una versión breve y la redactada por el Card. Ratzinger en 2005.

Oración preparatoria:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor , Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Acto de Contrición:

Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amén.

Después de anunciar la Estación que se va a contemplar se dice:

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Se medita la estación, leyendo el pequeño texto que la acompaña. Al final se reza un Padrenuestro, un Avemaría y se añade:
Señor, pequé.
Tened piedad y misericordia de mí.

I Estación

Jesús es condenado a muerte
– Siendo Dios inmortal, Jesús quiso morir para librarme del pecado.

II Estación

Jesús carga con la cruz
– El Señor lleva a cuestas la Cruz, para enseñarme a llevar yo las mías.

III Estación

Jesús cae por primera vez bajo el peso de la Cruz
– Son mis pecados los que hacen que el Señor caiga por tierra.

IV Estación

Jesús se encuentra con su Santísima Madre
– Madre mía: no me faltes nunca en mi camino.

V Estación

Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz
– Llevando con ánimo mis cruces, ayudo a Jesús a llevar el peso de la suya.

VI Estación

Una piadosa mujer enjuga el rostro de Jesús
– Tengo que consolar a los demás, cuando sufren, viendo en ellos al Señor.

VII Estación

Jesús cae por segunda vez
– Señor, dame fuerzas y amor para levantarme cada vez que caiga.

VIII Estación

Jesús consuela a las hijas de Jerusalén
– El Señor vuelca sobre nosotros su misericordia, aunque esté sufriendo por nuestra culpa.

IX Estación

Jesús cae por tercera vez
– Aunque yo caiga muchas veces, el Señor me perdonará siempre por medio de la Confesión.

X Estación

Jesús es despojado de sus vestiduras
– La vergüenza que pasó el Señor al quedar desnudo, debe hacerme estimar la virtud de la modestia y el pudor.

XI Estación

Jesús es clavado en la cruz
– Los tremendos dolores del Señor me recuerdan que he de ser mortificado.

XII Estación

Jesús muere en la cruz
– Nadie ama más a su amigo, que el que da su vida por ese amigo.

XIII Estación

Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre
– Madre mía, quiero acompañarte en tu dolor con el dolor de mis pecados.

XIV Estación

Dan sepultura al cuerpo de Jesús
– Me dice San Pablo que he sido sepultado con Cristo, para no cometer más pecados.

Oración final
Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.
Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor redentor en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.

También se puede terminar rezando la Aceptación de la muerte.

  Via Crucis II

Cardenal Ratzinger, Coliseo 2005

Oración inicial

Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (Jn 12, 24). Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo en el Vía crucis quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz –la entrega de nosotros mismos– nos pesa mucho. Pero en tu Vía crucis tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, como entonces Simón de Cirene, lleve contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi Vía crucis sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tu huellas. Líbranos del temor a la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia (Jn 10, 10).

Primera Estación

Jesús es condenado a muerte

Lectura del Evangelio según San Mateo, Mt 27, 22-23.26

Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Meditación
El Juez del mundo, que un día volverá a juzgarnos, está allí, humillado, deshonrado e indefenso delante del juez terreno. Pilato no es un monstruo de maldad. Sabe que este condenado es inocente; busca el modo de liberarlo. Pero su corazón está dividido. Y al final prefiere su posición personal, su propio interés, al derecho. También los hombres que gritan y piden la muerte de Jesús no son monstruos de maldad. Muchos de ellos, el día de Pentecostés, sentirán «el corazón compungido» (Hch 2, 37), cuando Pedro les dirá: «Jesús Nazareno, que Dios acreditó ante vosotros [...], lo matasteis en una cruz...» (Hch 2, 22 ss). Pero en aquel momento están sometidos a la influencia de la muchedumbre. Gritan porque gritan los demás y como gritan los demás. Y así, la justicia es pisoteada por la bellaquería, por la pusilaminidad, por miedo a la prepotencia de la mentalidad dominante. La sutil voz de la conciencia es sofocada por el grito de la muchedumbre. La indecisión, el respeto humano dan fuerza al mal.

Oración
Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia; los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz. Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día de Pentecostés has conmovido el corazón e infundido el don de la conversión a los que el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado esperanza a todos. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión.

Segunda Estación

Jesús con la cruz a cuestas

Lectura del Evangelio según San Mateo, Mt 27, 27-31

Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Meditación
Jesús, condenado por declararse rey, es escarnecido, pero precisamente en la burla emerge cruelmente la verdad. ¡Cuántas veces los signos de poder ostentados por los potentes de este mundo son un insulto a la verdad, a la justicia y a la dignidad del hombre! Cuántas veces sus ceremonias y sus palabras grandilocuentes, en realidad, no son más que mentiras pomposas, una caricatura de la tarea a la que se deben por su oficio, el de ponerse al servicio del bien. Jesús, precisamente por ser escarnecido y llevar la corona del sufrimiento, es el verdadero rey. Su cetro es la justicia (Sal 45, 7). El precio de la justicia es el sufrimiento en este mundo: él, el verdadero rey, no reina por medio de la violencia, sino a través del amor que sufre por nosotros y con nosotros. Lleva sobre sí la cruz, nuestra cruz, el peso de ser hombres, el peso del mundo. Así es como nos precede y nos muestra cómo encontrar el camino para la vida eterna.

Oración
Señor, te has dejado escarnecer y ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Ayúdanos a reconocer tu rostro en los humillados y marginados. Ayúdanos a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a tu voluntad. Tú has llevado la cruz y nos has invitado a seguirte por ese camino (Mt 10, 38). Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla; para no lamentarnos ni dejar que nuestros corazones se abatan ante las dificultades de la vida. Anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría.

Tercera Estación

Jesús cae por primera vez

Lectura del libro del profeta Isaías, Is 53, 4-6

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.

Meditación
El hombre ha caído y cae siempre de nuevo: cuántas veces se convierte en una caricatura de sí mismo y, en vez de ser imagen de Dios, ridiculiza al Creador. ¿No es acaso la imagen por excelencia del hombre la de aquel que, bajando de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de los salteadores que lo despojaron dejándolo medio muerto, sangrando al borde del camino? Jesús que cae bajo la cruz no es sólo un hombre extenuado por la flagelación. El episodio resalta algo más profundo, como dice Pablo en la carta a los Filipenses: «Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 6-8). En su caída bajo el peso de la cruz aparece todo el itinerario de Jesús: su humillación voluntaria para liberarnos de nuestro orgullo. Subraya a la vez la naturaleza de nuestro orgullo: la soberbia que nos induce a querer emanciparnos de Dios, a ser sólo nosotros mismos, sin necesidad del amor eterno y aspirando a ser los únicos artífices de nuestra vida. En esta rebelión contra la verdad, en este intento de hacernos dioses, nuestros propios creadores y jueces, nos hundimos y terminamos por autodestruirnos. La humillación de Jesús es la superación de nuestra soberbia: con su humillación nos ensalza. Dejemos que nos ensalce. Despojémonos de nuestra autosuficiencia, de nuestro engañoso afán de autonomía y aprendamos de él, del que se ha humillado, a encontrar nuestra verdadera grandeza, humillándonos y dirigiéndonos hacia Dios y los hermanos oprimidos.

Oración
Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El peso de nuestro pecado, el peso de nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída no es signo de un destino adverso, no es la pura y simple debilidad de quien es despreciado. Has querido venir a socorrernos porque a causa de nuestra soberbia yacemos en tierra. La soberbia de pensar que podemos forjarnos a nosotros mismos lleva a transformar al hombre en una especie de mercancía, que puede ser comprada y vendida, una reserva de material para nuestros experimentos, con los cuales esperamos superar por nosotros mismos la muerte, mientras que, en realidad, no hacemos más que mancillar cada vez más profundamente la dignidad humana. Señor, ayúdanos porque hemos caído. Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a levantarnos de nuevo.

Cuarta Estación

Jesús se encuentra con su Madre

Lectura del Evangelio según San Lucas, Lc 2, 34-35.51

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Meditación
En el Vía crucis de Jesús está también María, su Madre. Durante su vida pública debía retirarse para dejar que naciera la nueva familia de Jesús, la familia de sus discípulos. También hubo de oír estas palabras: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?... El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre» (Mt 12, 48-50). Y esto muestra que ella es la Madre de Jesús no solamente en el cuerpo, sino también en el corazón. Porque incluso antes de haberlo concebido en el vientre, con su obediencia lo había concebido en el corazón. Se le había dicho: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo... Será grande..., el Señor Dios le dará el trono de David su padre» (Lc 1, 31 ss). Pero poco más tarde el viejo Simeón le diría también: «y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 35). Esto le haría recordar palabras de los profetas como éstas: «Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría boca; como un cordero llevado al matadero» (Is 53, 7). Ahora se hace realidad. En su corazón habrá guardado siempre la palabra que el ángel le había dicho cuando todo comenzó: «No temas, María» (Lc 1, 30). Los discípulos han huido, ella no. Está allí, con el valor de la madre, con la fidelidad de la madre, con la bondad de la madre, y con su fe, que resiste en la oscuridad: «Bendita tú que has creído» (Lc 1, 45). «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Sí, ahora ya lo sabe: encontrará fe. Éste es su gran consuelo en aquellos momentos.

Oración
Santa María, Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble –que serías la madre del Altísimo– también has creído en el momento de su mayor humillación. Por eso, en la hora de la cruz, en la hora de la noche más oscura del mundo, te han convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos enseñes a creer y nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un amor que socorre y sabe compartir el sufrimiento.

Quinta Estación

El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Lectura Evangelio según San Mateo, Mt 27, 32; Mt 16, 24

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.

Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».

Meditación
Simón de Cirene, de camino hacia casa volviendo del trabajo, se encuentra casualmente con aquella triste comitiva de condenados, un espectáculo quizás habitual para él. Los soldados usan su derecho de coacción y cargan al robusto campesino con la cruz. ¡Qué enojo debe haber sentido al verse improvisamente implicado en el destino de aquellos condenados! Hace lo que debe hacer, ciertamente con mucha repugnancia. El evangelista Marcos menciona también a sus hijos, seguramente conocidos como cristianos, como miembros de aquella comunidad (Mc 15, 21). Del encuentro involuntario ha brotado la fe. Acompañando a Jesús y compartiendo el peso de la cruz, el Cireneo comprendió que era una gracia poder caminar junto a este Crucificado y socorrerlo. El misterio de Jesús sufriente y mudo le llegado al corazón. Jesús, cuyo amor divino es lo único que podía y puede redimir a toda la humanidad, quiere que compartamos su cruz para completar lo que aún falta a sus padecimientos (Col 1, 24). Cada vez que nos acercamos con bondad a quien sufre, a quien es perseguido o está indefenso, compartiendo su sufrimiento, ayudamos a llevar la misma cruz de Jesús. Y así alcanzamos la salvación y podemos contribuir a la salvación del mundo.

Oración
Señor, a Simón de Cirene le has abierto los ojos y el corazón, dándole, al compartir la cruz, la gracia de la fe. Ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre, aunque esto contraste con nuestros proyectos y nuestras simpatías. Danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros y experimentar que así caminamos contigo. Danos la gracia de reconocer con gozo que, precisamente compartiendo tu sufrimiento y los sufrimientos de este mundo, nos hacemos servidores de la salvación, y que así podemos ayudar a construir tu cuerpo, la Iglesia.

Sexta Estación

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Lectura del libro del profeta Isaías, Is 53, 2-3

No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.

Del libro de los Salmos, Sal 27, 8-9

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

Meditación
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro » (Sal 27, 8-9). Verónica –Berenice, según la tradición griega– encarna este anhelo que acomuna a todos los hombres píos del Antiguo Testamento, el anhelo de todos los creyentes de ver el rostro de Dios. Ella, en principio, en el Vía crucis de Jesús no hace más que prestar un servicio de bondad femenina: ofrece un paño a Jesús. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos. Es la imagen de la mujer buena que, en la turbación y en la oscuridad del corazón, mantiene el brío de la bondad, sin permitir que su corazón se oscurezca. «Bienaventurados los limpios de corazón –había dicho el Señor en el Sermón de la montaña–, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). Inicialmente, Verónica ve solamente un rostro maltratado y marcado por el dolor. Pero el acto de amor imprime en su corazón la verdadera imagen de Jesús: en el rostro humano, lleno de sangre y heridas, ella ve el rostro de Dios y de su bondad, que nos acompaña también en el dolor más profundo. Únicamente podemos ver a Jesús con el corazón. Solamente el amor nos deja ver y nos hace puros. Sólo el amor nos permite reconocer a Dios, que es el amor mismo.

Oración
Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces de cumplir grandes cosas, danos la fuerza de una bondad humilde. Graba tu rostro en nuestros corazones, para que así podamos encontrarte y mostrar al mundo tu imagen.

Séptima Estación

Jesús cae por segunda vez

Lectura del libro de las Lamentaciones, Lm 3, 1-2.9.16

Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza.

Meditación

La tradición de las tres caídas de Jesús y del peso de la cruz hace pensar en la caída de Adán –en nuestra condición de seres caídos– y en el misterio de la participación de Jesús en nuestra caída. Ésta adquiere en la historia for-mas siempre nuevas. En su primera carta, san Juan habla de tres obstáculos para el hombre: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Interpreta de este modo, desde la perspectiva de los vicios de su tiempo, con todos sus excesos y perversiones, la caída del hombre y de la humanidad. Pero podemos pensar también en cómo la cristiandad, en la historia reciente, como cansándose de tener fe, ha abandonado al Señor: las grandes ideologías y la superficialidad del hombre que ya no cree en nada y se deja llevar simplemente por la corriente, han creado un nuevo paganismo, un paganismo peor que, queriendo olvidar definitivamente a Dios, ha terminado por desentenderse del hombre. El hombre, pues, está sumido en la tierra. El Señor lleva este peso y cae y cae, para poder venir a nuestro encuentro; él nos mira para que despierte nuestro corazón; cae para levantarnos.

Oración
Señor Jesucristo, has llevado nuestro peso y continúas llevándolo. Es nuestra carga la que te hace caer. Pero levántanos tú, porque solos no podemos reincorporarnos. Líbranos del poder de la concupiscencia. En lugar de un corazón de piedra danos de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver. Destruye el poder de las ideologías, para que los hombres puedan reconocer que están entretejidas de mentiras. No permitas que el muro del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo. Haznos sobrios y vigilantes para poder resistir a las fuerzas del mal y ayúdanos a reconocer las necesidades interiores y exteriores de los demás, a socorrerlos. Levántanos para poder levantar a los demás. Danos esperanza en medio de toda esta oscuridad, para que seamos portadores de esperanza para el mundo.

Octava Estación

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

Lectura del Evangelio según San Lucas, Lc 23, 28-31

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»; y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?

Meditación
Oír a Jesús cuando exhorta a las mujeres de Jerusalén que lo siguen y lloran por él, nos hace reflexionar. ¿Cómo entenderlo? ¿Se tratará quizás de una advertencia ante una piedad puramente sentimental, que no llega a ser conversión y fe vivida? De nada sirve compadecer con palabras y sentimientos los sufrimientos de este mundo, si nuestra vida continúa como siempre. Por esto el Señor nos advierte del riesgo que corremos nosotros mismos. Nos muestra la gravedad del pecado y la seriedad del juicio. No obstante todas nuestras palabras de preocupación por el mal y los sufrimientos de los inocentes, ¿no estamos tal vez demasiado inclinados a dar escasa importancia al misterio del mal? En la imagen de Dios y de Jesús al final de los tiempos, ¿no vemos quizás únicamente el aspecto dulce y amoroso, mientras descuidamos tranquilamente el aspecto del juicio? ¿Cómo podrá Dios –pensamos– hacer de nuestra debilidad un drama? ¡Somos solamente hombres! Pero ante los sufrimientos del Hijo vemos toda la gravedad del pecado y cómo debe ser expiado del todo para poder superarlo. No se puede seguir quitando importancia al mal contemplando la imagen del Señor que sufre. También él nos dice: «No lloréis por mí; llorad más bien por vosotros... porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»

Oración
Señor, a las mujeres que lloran les has hablado de penitencia, del día del Juicio cuando nos encontremos en tu presencia, en presencia del Juez del mundo. Nos llamas a superar un concepción del mal como algo banal, con la cual nos tranquilizamos para poder continuar nuestra vida de siempre. Nos muestras la gravedad de nuestra responsabilidad, el peligro de encontrarnos culpables y estériles en el Juicio. Haz que caminemos junto a ti sin limitarnos a ofrecerte sólo palabras de compasión. Conviértenos y danos una vida nueva; no permitas que, al final, nos quedemos como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna (cf. Jn 15, 1-10).

Novena Estación

Jesús cae por tercera vez

Lectura del libro de las Lamentaciones, Lm 3, 27-32

Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor.

Meditación
¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8, 25).

Oración
Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.

Décima Estación

Jesús es despojado de sus vestiduras

Lectura del Evangelio según San Mateo, Mt 27, 33 -36

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo.

Meditación
Jesús es despojado de sus vestiduras. El vestido confiere al hombre una posición social; indica su lugar en la sociedad, le hace ser alguien. Ser desnudado en público significa que Jesús no es nadie, no es más que un marginado, despreciado por todos. El momento de despojarlo nos recuerda también la expulsión del paraíso: ha desaparecido en el hombre el esplendor de Dios y ahora se encuentra en mundo desnudo y al descubierto, y se avergüenza. Jesús asume una vez más la situación del hombre caído. Jesús despojado nos recuerda que todos nosotros hemos perdido la «primera vestidura» y, por tanto, el esplendor de Dios. Al pie de la cruz los soldados echan a suerte sus míseras pertenencias, sus vestidos. Los evangelistas lo relatan con palabras tomadas del Salmo 21, 19 y nos indican así lo que Jesús dirá a los discípulos de Emaús: todo se cumplió «según las Escrituras». Nada es pura coincidencia, todo lo que sucede está dicho en la Palabra de Dios, confirmado por su designio divino. El Señor experimenta todas las fases y grados de la perdición de los hombres, y cada uno de ellos, no obstante su amargura, son un paso de la redención: así devuelve él a casa la oveja perdida. Recordemos también que Juan precisa el objeto del sorteo: la túnica de Jesús, «tejida de una pieza de arriba abajo» (Jn 19, 23). Podemos considerarlo una referencia a la vestidura del sumo sacerdote, que era «de una sola pieza», sin costuras (Flavio Josefo, Ant. jud., III, 161). Éste, el Crucificado, es de hecho el verdadero sumo sacerdote.

Oración
Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras, expuesto a la deshonra, expulsado de la sociedad. Te has cargado de la deshonra de Adán, sanándolo. Te has cargado con los sufrimientos y necesidades de los pobres, aquellos que están excluidos del mundo. Pero es exactamente así como cumples la palabra de los profetas. Es así como das significado a lo que aparece privado de significado. Es así como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo. Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu gracia.

Undécima Estación

Jesús clavado en la cruz

Lectura del Evangelio según San Mateo, Mt 27, 37-42

Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos».

Meditación
Jesús es clavado en la cruz. La Sábana Santa de Turín nos permite hacernos una idea de la increíble crueldad de este procedimiento. Jesús no bebió el calmante que le ofrecieron: asume conscientemente todo el dolor de la crucifixión. Su cuerpo está martirizado; se han cumplido las palabras del Salmo: «Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 22, 27). «Como uno ante quien se oculta el rostro, era despreciado... Y con todo eran nuestros sufrimientos los que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba» (Is 53, 3 ss). Detengámonos ante esta imagen de dolor, ante el Hijo de Dios sufriente. Mirémosle en los momentos de satisfacción y gozo, para aprender a respetar sus límites y a ver la superficialidad de todos los bienes puramente materiales. Mirémosle en los momentos de adversidad y angustia, para reconocer que precisamente así estamos cerca de Dios. Tratemos de descubrir su rostro en aquellos que tendemos a despreciar. Ante el Señor condenado, que no quiere usar su poder para descender de la cruz, sino que más bien soportó el sufrimiento de la cruz hasta el final, podemos hacer aún otra reflexión. Ignacio de Antioquia, encadenado por su fe en el Señor, elogió a los cristianos de Esmirna por su fe inamovible: dice que estaban, por así decir, clavados con la carne y la sangre a la cruz del Señor Jesucristo (1, 1). Dejémonos clavar a él, no cediendo a ninguna tentación de apartarnos, ni a las burlas que nos inducen a darle la espalda.

Oración
Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz, aceptando la terrible crueldad de este dolor, la destrucción de tu cuerpo y de tu dignidad. Te has dejado clavar, has sufrido sin evasivas ni compromisos. Ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer. A unirnos estrechamente a ti. A desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti. Ayúdanos a aceptar tu libertad «comprometida» y a encontrar en la estrecha unión contigo la verdadera libertad.

Duodécima Estación

Jesús muere en la cruz

Lectura del Evangelio según San Juan, Jn 19, 19-20

Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Del Evangelio según San Mateo 27, 45-50. 54

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A Elías llama éste». Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios».

Meditación

Sobre la cruz –en las dos lenguas del mundo de entonces, el griego y el latín, y en la lengua del pueblo elegido, el hebreo– está escrito quien es Jesús: el Rey de los judíos, el Hijo prometido de David. Pilato, el juez injusto, ha sido profeta a su pesar. Ante la opinión pública mundial se proclama la realeza de Jesús. Él mismo había declinado el título de Mesías porque habría dado a entender una idea errónea, humana, de poder y salvación. Pero ahora el título puede aparecer escrito públicamente encima del Crucificado. Efectivamente, él es verdaderamente el rey del mundo. Ahora ha sido realmente «ensalzado». En su descendimiento, ascendió. Ahora ha cumplido radicalmente el mandamiento del amor, ha cumplido el ofrecimiento de sí mismo y, de este modo, manifiesta al verdadero Dios, al Dios que es amor. Ahora sabemos que es Dios. Sabemos cómo es la verdadera realeza. Jesús recita el Salmo 21, que comienza con estas palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Sal 22, 2). Asume en sí a todo el Israel sufriente, a toda la humanidad que padece, el drama de la oscuridad de Dios, manifestando de este modo a Dios justamente donde parece estar definitivamente vencido y ausente. La cruz de Jesús es un acontecimiento cósmico. El mundo se oscurece cuando el Hijo de Dios padece la muerte. La tierra tiembla. Y junto a la cruz nace la Iglesia en el ámbito de los paganos. El centurión romano reconoce y entiende que Jesús es el Hijo de Dios. Desde la cruz, él triunfa siempre de nuevo.

Oración
Señor Jesucristo, en la hora de tu muerte se oscureció el sol. Constantemente estás siendo clavado en la cruz. En este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios. Por el gran sufrimiento, y por la maldad de los hombres, el rostro de Dios, tu rostro, aparece difuminado, irreconocible. Pero en la cruz te has hecho reconocer. Porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado. Precisamente desde allí has triunfado. En esta hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu rostro. A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas. Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora. Haz que se manifieste tu salvación.

Decimotercera Estación

Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

Lectura del Evangelio según San Mateo, Mt 27, 54-55

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios». Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle.

Meditación
Jesús está muerto, de su corazón traspasado por la lanza del soldado romano mana sangre y agua: misteriosa imagen del caudal de los sacramentos, del Bautismo y de la Eucaristía, de los cuales, por la fuerza del corazón traspasado del Señor, renace siempre la Iglesia. A él no le quiebran las piernas como a los otros dos crucificados; así se manifiesta como el verdadero cordero pascual, al cual no se le debe quebrantar ningún hueso (cf Ex 12, 46). Y ahora que ha soportado todo, se ve que, a pesar de toda la turbación del corazón, a pesar del poder del odio y de la ruindad, él no está solo. Están los fieles. Al pie de la cruz estaba María, su Madre, la hermana de su Madre, María, María Magdalena y el discípulo que él amaba. Llega también un hombre rico, José de Arimatea: el rico logra pasar por el ojo de la aguja, porque Dios le da la gracia. Entierra a Jesús en su tumba aún sin estrenar, en un jardín: donde Jesús es enterrado, el cementerio se transforma en un vergel, el jardín del que había sido expulsado Adán cuando se alejó de la plenitud de la vida, de su Creador. El sepulcro en el jardín manifiesta que el dominio de la muerte está a punto de terminar. Y llega también un miembro del Sanedrín, Nicodemo, al que Jesús había anunciado el misterio del renacer por el agua y el Espíritu. También en el sanedrín, que había decidido su muerte, hay alguien que cree, que conoce y reconoce a Jesús después de su muerte. En la hora del gran luto, de la gran oscuridad y de la desesperación, surge misteriosamente la luz de la esperanza. El Dios escondido permanece siempre como Dios vivo y cercano. También en la noche de la muerte, el Señor muerto sigue siendo nuestro Señor y Salvador. La Iglesia de Jesucristo, su nueva familia, comienza a formarse.

Oración
Señor, has bajado hasta la oscuridad de la muerte. Pero tu cuerpo es recibido por manos piadosas y envuelto en una sábana limpia (Mt 27, 59). La fe no ha muerto del todo, el sol no se ha puesto totalmente. Cuántas veces parece que estés durmiendo. Qué fácil es que nosotros, los hombres, nos alejemos y nos digamos a nosotros mismos: Dios ha muerto. Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno. Ayúdanos, ayuda a los pobres y a los ricos, a los sencillos y a los sabios, para poder ver por encima de los miedos y prejuicios, y te ofrezcamos nuestros talentos, nuestro corazón, nuestro tiempo, preparando así el jardín en el cual puede tener lugar la resurrección.

Decimocuarta Estación

Jesús es puesto en el sepulcro

Lectura del Evangelio según San Mateo, 27, 59-61

José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

Meditación
Jesús, deshonrado y ultrajado, es puesto en un sepulcro nuevo con todos los honores. Nicodemo lleva una mezcla de mirra y áloe de cien libras para difundir un fragante perfume. Ahora, en la entrega del Hijo, como ocurriera en la unción de Betania, se manifiesta una desmesura que nos recuerda el amor generoso de Dios, la «sobreabundancia» de su amor. Dios se ofrece generosamente a sí mismo. Si la medida de Dios es la sobreabundancia, también para nosotros nada debe ser demasiado para Dios. Es lo que Jesús nos ha enseñado en el Sermón de la montaña (Mt 5, 20). Pero es necesario recordar también lo que san Pablo dice de Dios, el cual «por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento. Pues nosotros somos [...] el buen olor de Cristo» (2Co 2, 14-15). En la descomposición de las ideologías, nuestra fe debería ser una vez más el perfume que conduce a las sendas de la vida. En el momento de su sepultura, comienza a realizarse la palabra de Jesús: « Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto» (Jn 12, 24). Jesús es el grano de trigo que muere. Del grano de trigo enterrado comienza la gran multiplicación del pan que dura hasta el fin de los tiempos: él es el pan de vida capaz de saciar sobreabundantemente a toda la humanidad y de darle el sustento vital: el Verbo de Dios, que es carne y también pan para nosotros, a través de la cruz y la resurrección. Sobre el sepulcro de Jesús resplandece el misterio de la Eucaristía.

 Vía Lucis

Hay una devoción popular con tradición desde la edad media, que es el Via Crucis (el camino de la cruz). En él se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo: desde la oración en el huerto hasta la sepultura de su cuerpo (cf. "Via Crucis según los relatos evangélicos"). Pero ésta es la primera parte de una historia que no acaba en un sepulcro, ni siquiera en la mañana de la Resurrección, sino que se extiende hasta la efusión del Espíritu Santo y su actuación maravillosa.
Desde el Domingo de Pascua hasta el de Pentecostés hubo cincuenta días llenos de acontecimientos, inolvidables y trascendentales, que los cercanos a Jesús vivieron intensamente, con una gratitud y un gozo inimaginables.
De igual forma que las etapas de Jesús camino del Calvario se han convertido en oración, queremos seguir también a Jesús en su camino de gloria. Éste es el sentido último de esta propuesta una invitación a meditar la etapa final del paso de Jesús por la tierra.
El Via Lucis, "camino de la luz" es una devoción reciente que puede complementar la del Via Crucis. En ella se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos. Incluímos también la venida del Espíritu Santo porque, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El día de Pentecostés, al término de las siete semanas pascuales, la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina" (n. 731).
La devoción del Via Lucis se recomienda en el Tiempo Pascual y todos los domingos del año que están muy estrechamente vinculados a Cristo resucitado.

Cómo rezar el Via Lucis

Para rezar el Via Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Via Crucis:
– Enunciado de la estación;
– Presentación o monición que encuadra la escena;
– Texto evangélico correspondiente, con la cita de los lugares paralelos (en las dos últimas estaciones hemos tomado el texto de los Hechos de los Apóstoles);
Oración que pretende tener un tono de súplica
Si se desea, después del enunciado de cada una de las estaciones, se puede decir:
V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/. Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra disposición inicial

Los acontecimientos del Vía Crucis concluyen en un sepulcro, y dejan quizá en nuestro interior una imagen de fracaso. Pero ése no es el final. Jesús con su Resurrección triunfa sobre el pecado y sobre la muerte.
Y, resucitado, dedicará nada menos que cuarenta días en devolver la fe y la esperanza a los suyos. Después los dejará diez días de reflexión - a modo de jornadas de retiro y oración - en torno a María para que reciban la fuerza del Espíritu que les capacite para cumplir la misión que El les ha confiado.
En los encuentros de Jesús con los suyos, llenos de intimidad y de esperanza, el Señor parece jugar con ellos: aparece de improviso, donde y como menos se esperan, les llena de alegría y fe, y desaparece dejándoles de nuevo esperando. Pero después de su presencia viene la confianza firme, la paz que ya nadie podrá arrebatarles. Todo se ilumina de una luz nueva.
El Via Lucis es el camino de la luz, del gozo y la alegría vividos con Cristo y gracias a Cristo resucitado. Vamos a vivir con los discípulos su alegría desbordante que sabe contagiar a todos. Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de Cristo resucitado que vive ya para siempre entre nosotros. Vamos a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el alma.

Oración Preparatoria

Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme.
Tú que fortaleciste la fe de los apóstoles,
de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante, para que nos entreguemos de lleno a Ti.
Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la alegría de tu Resurrección gloriosa.
Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre, haz que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.

PRIMERA ESTACIÓN. ¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!

En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!
Del Evangelio según San Mateo (Mt 28, 1-7. cf. Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-9; Jn 20, 1-2).

Comentario

En los sepulcros suele poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no estaba escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).
Cuando todo parece que está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, hay que proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha resucitado. Esa es la gran noticia, la gran verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de una alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.
Cristo, que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose plenamente por amor, ha vencido a la muerte. Su muerte redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su resurrección gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.

Oración

Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.

SEGUNDA ESTACIÓN. EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.

María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.
Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 10-18. cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).

Comentario

La Magdalena ama a Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho de fortaleza y eficacia, como el de tantas mujeres que saben hacer de él entrega. María ha buscado al Maestro y la respuesta no se ha hecho esperar: el Señor reconoce su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a veces se oculta bajo la apariencia del hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin que nos demos cuenta, a nuestro lado.
María Magdalena, una mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección: recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.

Oración

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del Señor.

TERCERA ESTACIÓN. JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES

Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.
Del Evangelio según San Mateo (Mt 28, 8-10).

Comentario

Las mujeres son las primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos, en el qué dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente que no pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como han aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el final, van a acabar su trabajo. Son valientes y generosas, porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y la pereza y, antes de despuntar el día, ya se encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas: los soldados, la pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el Señor. Pero ellas no se asustan porque saben poner todo en manos de Dios.

Oración

Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.

CUARTA ESTACIÓN. LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO

Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un engaño.
Del Evangelio según San Mateo (Mt 28, 11-15).

Comentario

Los enemigos de Cristo quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado por sus discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia. Y son precisamente ellos quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados: "Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si los habéis visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la Resurrección y, con dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.

Oración

Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.

QUINTA ESTACIÓN. PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO

Los apóstoles han recibido con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres. Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro con la rapidez de su esperanza.
Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 3-10. cf. Lc 24, 12).

Comentario

Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado corriendo, con el alma esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como les han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles de cómo estaba el sudario quedan grabados en su interior, y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido a la muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho de la historia, que va a cambiar la historia. Después de este hecho, el Señor saldría al encuentro de Pedro, como expresión de la delicadeza de su amor; y así, el que llegaría a ser Cabeza de los Apóstoles, y tendría que confirmarlos en la fe, recibió una visita personal de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo] se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1Co 15, 5; cf. Lc 24, 34).

Oración

Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.

SEXTA ESTACIÓN. JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES

Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.
Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 36-43. cf. Mc 16, 14-18; Jn 20, 19-23).

Comentario

Cristo resucitado es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años en Nazaret, el mismo que recorrió los caminos de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que lavó los pies a sus discípulos y se entregó a sus enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el Señor que es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas pueden creerlo: están asustados, temerosos de correr su misma suerte. Es entonces cuando se presenta en medio de ellos, y les muestra sus llagas como trofeo, la señal de su victoria sobre la muerte y el pecado. Con ellas nos ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No es un fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los eligió como amigos, y ahora come con ellos. El Señor, que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún más explícitamente, que la materia no es algo malo, sino que ha sido transformada porque Jesús la ha asumido.

Oración

Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.

SÉPTIMA ESTACIÓN. EN EL CAMINO DE EMAÚS

Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.
Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 13-32).
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...). Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...) Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"
(cf. Mc 16, 12-13)

Comentario

Los de Emaús se iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que ven con perplejidad cómo las cosas no salen según habían previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin embargo Cristo "se viste de caminante" para iluminar sus pasos decepcionados, para recuperar su esperanza. Y mientras les explica las Escrituras, su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz, "arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la mesa, Jesús parte el pan y se les abren la mente y el corazón. Y descubren que era el Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va acompañando en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para escuchar su Palabra y compartir el Pan.

Oración

Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS.

Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.
Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23. cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).

Comentario

Los apóstoles no han terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero eso no importa ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a vivir la intimidad del amor, la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo, y Él les va a ayudar a abrir de par en par su corazón para acoger a todo hombre. Durante la Última Cena les dio el poder de renovar su entrega por amor: el poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos momentos, les hace partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados. Los apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este regalo precioso que Dios otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad con Dios después de haberlo abandonado por el pecado, la reconciliación.

Oración

Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.

NOVENA ESTACIÓN. JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.

Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.
Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 26-29).

Comentario

Tomás no se deja convencer por las palabras, por el testimonio de los demás apóstoles, y busca los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón, busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es una gracia de Dios que nos lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro corazón hacia Él, que nos abre los ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no es irracional, ni algo que se imponga contra nuestra libertad: es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad y aprender a amarla. ¡Qué importante es estar pegados a Cristo, aunque no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos, aunque no lo veamos!

Oración

Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.

DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA

Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les otorga una muchedumbre de peces.
Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 1-6a).
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la rea a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor".

Comentario

En los momentos de incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca de Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia, cuyos miembros, a lo largo de la historia están llamados a poner por obra el mandato del Señor: "seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el esfuerzo humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y echar las redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece que humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es el momento de la confianza en Dios, de la fidelidad a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión del Reino, es fruto de la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que afina el amor. Y Él nos premiará con frutos abundantes.

Oración

Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

UNDÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR

Jesús ha cogido aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de los que siguen al Señor.
Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 15-19).

Comentario

Pedro, el impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente avergonzado porque le ha fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor es más grande que todas nuestras miserias. Le lleva por el camino de renovar el amor, de recomenzar, porque nunca hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la mejor prueba de que Él sí es fiel a sus promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está abierta, de par en par, la puerta de la esperanza para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor, es ponerle a él y a sus Sucesores al frente de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios con la solicitud de un padre, de un maestro, de un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el primer Papa, y luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos de Dios".

Oración

Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

DUODÉCIMA ESTACIÓN. LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES

Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la Buena Noticia.
Del Evangelio según San Mateo (Mt 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48).

Comentario

Los últimos días de Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy grabados en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad se ha ido concretando con la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a saborear estos últimos instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda la tarea que tienen por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su testamento: hay que ponerse en camino para llevar a todos el mensaje que han visto y oído. Están por delante las tres grandes tareas de todo apóstol, de todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la gente crea; bautizar, hacer que las personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y vivir según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el Maestro, el Señor.

Oración

Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.

DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN. JESÚS ASCIENDE AL CIELO

Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.
De los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 9-11. cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).

Comentario

Todos se han reunido para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la separación, pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan de esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo". Es el momento de ponerse a trabajar, de emplearse a fondo para llevar el mensaje de alegría, la Buena Noticia, hasta los confines del mundo, porque contamos con la compañía de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos perder un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de Dios, para quemarlo en su servicio.
Jesucristo ha querido ir por delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente esperanza de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la derecha del Padre, hasta que vuelva al final de los tiempos.

Oración

Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN. LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.
De los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-4)

Comentario

Jesús, el Hijo de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que no quedarán solos. Y fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a la Virgen, Madre de la Iglesia, reciben el Espíri tu Santo. Él es el que llena de luz la mente y de fuego el corazón de los discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la Iglesia". A partir de este momento la Iglesia, que somos todos los bautizados, está en peregrinación por este mundo. El Espíritu Santo la guía a lo largo de la historia de la humanidad, pero también a lo largo de la propia historia personal de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a Dios en el cielo.

Oración

Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

ORACIÓN FINAL

Señor y Dios nuestro,
fuente de alegría y de esperanza,
hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo;
haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite
para dar testimonio de Jesucristo
en medio del mundo.
Te pedimos por tu Santa Iglesia:
que sea fiel reflejo
de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo,
manifieste al mundo los tesoros de tu amor,
santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres
de la resurrección eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.

  Aceptación de la muerte

Oración: Oh Dios, Padre mío, Señor de la vida y de la muerte, que con decreto inmutable, en justo castigo de nuestras culpas, has establecido que todos los hombres hayan de morir: mírame aquí postrado delante de Ti. Aborrezco de todo corazón mis culpas pasadas, por las que he merecido mil veces la muerte, que ahora acepto para expiarlas y para obedecer a tu amable Voluntad. Gustosamente moriré, Señor, en el tiempo, en el lugar, del modo que Tú quieras, y hasta entonces aprovecharé los días de vida que me queden para luchar contra mis defectos y crecer en tu amor, para romper todos los lazos que atan mi corazón a las criaturas, para preparar mi alma a comparecer en tu presencia; y desde ahora me abandono sin reservas en los brazos de tu paternal Providencia.

Oración para obtener una buena muerte

Creador y Padre mío, te pido la más importante de todas tus gracias: la perseverancia final y una muerte santa. Por grande que haya sido el abuso hecho de la vida que me has dado, concédeme vivirla desde ahora y terminarla en tu santo amor.

Que yo muera como los Santos Patriarcas, dejando sin tristezas este valle de lágrimas, para ir a gozar del descanso eterno en mi verdadera patria.

Que yo muera como el glorioso San José, acompañado de Jesús y de María, pronunciando estos nombres dulcísimos, que espero bendecir por toda la eternidad.

Que yo muera como la Virgen Inmaculada, en la caridad más pura y con el deseo de unirme al único objeto de mis amores.

Que yo muera como Jesús en la Cruz, plenamente identificado con la Voluntad del Padre, hecho holocausto por Amor.

Jesús, muerto por mí, concédeme la gracia de morir en un acto de perfecta caridad hacia Ti.

Santa María, Madre de Dios, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.

San José, mi Padre y Señor, alcánzame que muera con la muerte de los justos.


Oración para el momento de la muerte

Señor, Dios mío: ya desde ahora acepto de buena voluntad, como venida de tu mano, cualquier género de muerte que quieras enviarme, con todas sus angustias, penas y dolores.

Jesús, José y María
Os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María
Asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
Descanse en paz con Vos el alma mía.

  Jaculatorias

Al Señor

A la Virgen

Otras jaculatorias

  Letanía al Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros. R/. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. R/. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. R/. Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos. R/. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. R/. Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial, R/. Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, R/. Ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, R/. Ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, R/. Ten piedad de nosotros.

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre. R/. Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María,
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor,
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus complacencias,
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia,
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren y esperan,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, R/. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, R/. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, R/. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón, R/. Haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
Sagrado Corazón de Jesús, R/. En Vos confío.
Dulce Corazón de María, R/. Sed mi salvación.

  Novena de Navidad

Todos los días, al comenzar la novena, se reza:
Señor Jesús, danos la gracia de hacer bien esta novena y preparar nuestras almas para recibirte el día de Navidad, con el cariño con que te recibieron la Virgen Santísima y San José. Amén.

Reflexiones

Día primero: 16.XII

Los hombres hemos ofendido a Dios con nuestros pecados y no podemos redimirnos por nosotros mismos. Ningún sacrificio es capaz de compensar el grave mal del pecado. Pero Dios, Padre amoroso, ha querido salvarnos y para esto mandó a su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo”. Debemos dar gracias al Señor porque ha querido salvarnos y lo ha hecho de un modo tan admirable.

Oración: Oh Señor, Padre nuestro, que estás en los cielos, te damos gracias porque nos has entregado a tu propio Hijo Jesucristo para que fuera nuestro Redentor. Concédenos la gracia de conocerle, amarle e imitarle toda la vida, para alcanzar así la felicidad eterna. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Señor, sálvanos, que perecemos.

Día segundo: 17.XII

La Virgen María y San José prepararon con gran amor y cuidado el pesebre de Belén para que en él naciera el Niño Jesús. Nosotros tenemos que preparar, como ellos, nuestro corazón para recibir a Jesús. Es necesario perdonar las ofensas, ser puros, y llenar el alma de un gran amor a Dios, para que no sea como un pesebre sucio, sino más bien como un pedacito de cielo, y el Niño Jesús esté feliz en nuestra compañía.

Oración: Purifica, oh Señor, nuestras almas para que seamos dignos de recibirte. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Ven, Señor Jesús.

Día tercero: 18.XII

Los ángeles del cielo cantaban en la gruta de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Jesús viene a traernos la felicidad y la paz. Si seguimos sus mandamientos seremos felices y tendremos paz. El mundo, los hombres, las familias, no tienen paz, cuando no reciben a Jesús. Hay que poner buena voluntad para recibir el don de la paz y todas las gracias de Dios.

Oración: Señor, Dios nuestro, que se cumpla tu voluntad en los cielos y en la tierra y danos el precioso don de la paz. Haz que sigamos fielmente a tu Hijo Jesucristo y seamos fieles a sus mandamientos. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Señor, danos la paz.

Día cuarto: 19.XII

María Santísima y San José adoraron con grandísimo amor a Jesús recién nacido. Una fe gigantesca les hacía reconocer en aquel Niño pequeñito al mismo Dios, Creador de cielos y tierra. Ojalá nosotros adoremos con igual fe, amor y reverencia a Jesús escondido en la pequeñez de la Hostia consagrada.

Oración: Señor, auméntanos la fe. Haz que cada día creamos más firmemente en Ti, y te adoremos con profunda reverencia. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Señor, auméntanos la fe.

Día quinto: 20.XII

Los pastores acudieron al pesebre de Belén para adorar al Niño y llevarle sus humildes regalos. Debemos ser generosos con nuestro Dios, que se ha dado, se ha entregado totalmente a nuestras almas por amor. La generosidad se manifiesta por medio del sacrificio: procuremos hacer algún pequeño sacrificio o mortificación para corresponder al amor de Jesús. Podemos privarnos de algún gusto o satisfacción para demostrar al Señor que le queremos.

Oración: Oh Dios infinitamente generoso, haz que también nosotros seamos generosos contigo y que no te neguemos nada de lo que nos pides en esta vida. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Jesús, quiero ser tuyo.

Día sexto: 21.XII

Los Magos, hombres sabios y poderosos, vinieron de Oriente para postrarse ante el Niño Jesús y adorarle. Por respeto humano y cobardía algunos se apartan de Jesús. La verdadera grandeza consiste en someterse a Dios y a su santa Ley. Servir a Dios es reinar. Nunca el hombre es tan grande como cuando está de rodillas ante Dios.

Oración: Señor, haz que te sirvamos siempre sin avergonzarnos jamás de ser cristianos; por el contrario, que sepamos tener un santo orgullo de servirte. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo.

Día séptimo: 22.XII

Los Magos, hombres sabios y poderosos, vinieron a Belén siguiendo una estrella. Recibieron ese signo del cielo, porque eran hombres dispuestos a obedecer la voluntad de Dios. Que seamos dóciles a las inspiraciones de la gracia, y procuremos hacer siempre la voluntad divina.

Oración: Señor, danos la gracia de seguir la vocación que Tú desde la eternidad has dispuesto para cada uno de nosotros. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Señor, mándame ir a Ti.

Día octavo: 23.XII

Una mula y un buey calentaban un poquito con su aliento al Niño Jesús que tiritaba de frío. Hasta los animales sirven a Dios. Toda criatura puede honrar y alabar a Dios y debe hacerlo. No es necesario realizar cosas extraordinarias o muy grandes para agradar a Dios. Propongámonos servirle cada día, con el cumplimiento fiel de nuestras obligaciones ordinarias.

Oración: Oh Jesús, enséñanos a servirte fielmente toda nuestra vida, mediante el cumplimiento amoroso de nuestras obligaciones. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Haz, Señor, que nunca me separe de Ti.

Día noveno: 24.XII

Nuestro Dios, Jesucristo, vino al mundo como un Niño pequeño, naciendo en un portal frío y oscuro. El Señor y Dueño del universo entero se sometió a la mayor pobreza. Jesús nos enseña con toda su vida, desde la infancia hasta la muerte de cruz, el espíritu de desprendimiento de las cosas materiales. Hay que ser pobres de espíritu para entrar en el cielo. Sólo si amamos la pobreza, tendremos la riqueza más grande: el amor y la gracia de Dios.

Oración: Danos, Señor, un corazón desprendido de las cosas materiales, para que te amemos sobre todas las cosas y gocemos eternamente de tu compañía en el cielo. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

¡Señor mío y Dios mío!

 Novena a san Josemaría Escrivá de Balaguer

18-26 de junio. Compuesta por Mons. Juan Larrea Holguín.

Oración para todos los días

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.
Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Primer día. La santificación del trabajo

San Josemaría enseñó constantemente, con el ejemplo de su vida entera y con su palabra, que el gran camino de santificación para los hombres y mujeres, consiste en realizar su trabajo imitando a Jesucristo.
El espíritu del Opus Dei se apoya, como en un gozne o eje fundamental, en la santificación del trabajo. Solía enseñar el Santo que se debe “santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar con el trabajo”.
Deseaba ardientemente que todos los cristianos imitaran a Jesucristo, que llevó una vida de trabajo: primero en los años de Nazareth, en el taller artesano de José, y luego, en la infatigable labor de anunciar el Evangelio, en su vida pública, y hasta en lo alto de la Cruz, donde entregó su espíritu, después de haber cumplido plenamente lo que el Padre le encargó realizar.
San Josemaría apreciaba y hacía apreciar el trabajo como una gran bendición de Dios, como el mandamiento que, recibido por el hombre ya en el Paraíso, habría de llevarle a su perfección, a su felicidad temporal y eterna.
El trabajo, santificado plenamente por Jesús, sigue siendo, para todos, un gran instrumento de santificación: en él realizamos nuestra propia vocación, cumplimos la voluntad de Dios, y tenemos la oportunidad de practicar todas las virtudes, de desarrollar los diversos talentos, y de servir a los hermanos.

Textos de san Josemaría

“Lo que he enseñado siempre –desde hace cuarenta años– es que todo trabajo humano honesto, intelectual o manual, debe ser realizado por el cristiano con la mayor perfección posible: con perfección humana (competencia profesional) y con perfección cristiana (con amor a la voluntad de Dios y en servicio de los hombres). Porque hecho así, ese trabajo humano, por humilde e insignificante que parezca la tarea, contribuye a ordenar cristiana- mente las realidades temporales –a manifestar su condición divina– y es asumido e integrado en la obra prodigiosa de la Creación y de la Redención del mundo: se eleva así el trabajo al orden de la gracia, se santifica, se convierte en obra de Dios...”.
Conversaciones, 10

Oración

Concédenos, Señor, por la intercesión de San Josemaría, realizar nuestro trabajo según el espíritu de Jesucristo, santificarnos con él y servir de instrumento para que otros se santifiquen, cumpliendo en todo tu santa voluntad con la mayor perfección y con la ayuda de tu gracia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Jaculatoria

Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús, ¡danos la paz!

Oración para todos los días

Segundo día. Santificación del hogar y la familia

El apostolado y las enseñanzas de San Josemaría, se dirigieron constantemente a mejorar la situación de las familias para que estuvieran vivificadas por el espíritu de Jesucristo y fueran así, como solía decir, “hogares luminosos y alegres”.
Del mismo modo que consideró la santificación del trabajo como un deber primario, igualmente apreció el cumplimiento de los deberes familiares como un medio de máxima importancia para la unión con Dios.
Como, en buena parte, la voluntad de Dios se manifiesta a través de las obligaciones profesionales y familiares, al cumplir los deberes del trabajo y de la familia, estamos cumpliendo nuestra vocación de hombres o mujeres que viven en medio del mundo.
Por lo menos desde 1928, San Josemaría predicaba que el matrimonio constituye una vocación específica para muchos. Y que para ellos, es un camino real de santidad. Estas enseñanzas, que pertenecen al patrimonio doctrinal perenne de la Iglesia, y que fueron recordadas, muchos años después, por el Concilio Ecuménico Vaticano II, sin embargo dieron origen a incomprensiones, acusaciones, e incluso a una dolorosa persecución; pero el Santo sacerdote afirmó siempre, con absoluta convicción, que no es preciso salir del propio sitio para alcanzar la santidad, sino, al contrario, que se debe perseverar en el cumplimiento de los propios deberes, comenzando por los familiares.
Sufría mucho al constatar los ataques a la familia, a la santidad, a la unidad e indisolubilidad del matrimonio, y por las campañas contra la vida y la dignidad del amor humano, e instaba a sus hijos y a muchas otras personas, a desagraviar por esos pecados y a contrarrestar aquellos males, procurando “ahogar el mal en abundancia de bien”.

Textos de san Josemaría

“Me conmueve que el Apóstol califique al matrimonio cristiano de «sacramentum magnum» –sacramento grande. También de aquí deduzco que la labor de los padres de familia es importantísima.
Participáis del poder creador de Dios y, por eso, el amor humano es santo, noble y bueno: una alegría del corazón, a la que el Señor –en su providencia amorosa– quiere que otros libremente renunciemos.
Cada hijo que os concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos!”.
Forja, 691

Oración

Te damos gracias, Señor, porque has santificado la vida familiar, naciendo y viviendo en el seno de la Sagrada Familia; y porque nos has dado a los cristianos el sacramento del matrimonio, como camino real de santidad y fuente de gracias y felicidad. Concédenos que sepamos corresponder a dones tan altos y guardar con fidelidad el tesoro del amor humano. Así sea.

Jaculatoria

“Jesús, José y María, proteged a nuestras familias”.

Oración para todos los días

Tercer día. Santificación del mundo

Nuestro Señor Jesucristo dijo que sus seguidores debían ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”, expresando con estas comparaciones la actitud dinámica, activa, propia de sus discípulos. A nosotros nos corresponde, en efecto, llevar la verdad del Evangelio a todas las gentes e informar con ella las realidades temporales.
Los primeros cristianos cumplieron admirablemente aquella misión encomendada por el Señor, y lograron vivificar con la fe un mundo pagano, iluminando la cultura, las estructuras sociales, políticas, económicas, artísticas, profesionales, etc.
Esta tarea de reordenar el mundo, desde dentro, siendo fermento de la masa, sal que da sabor a la cultura, luz que ilumina las más diversas situaciones de los hombres, nos corresponde ahora a nosotros; y San Josemaría empeñó toda su vida en inculcarnos este sentido de elevada responsabilidad. Los cristianos tenemos que continuar la obra salvadora de Jesucristo, transformando el mundo en que vivimos, a partir de la auténtica conversión de nuestros corazones.
Si cada hombre actúa como hijo de Dios, como imitador de Jesucristo, podrá influir eficazmente para cambiar los ambientes más paganizados en ambientes plenamente humanos y cristianos, en los que reinen la justicia, la caridad, la paz y, en definitiva, la felicidad que Dios quiere para sus hijos. Actuando cada uno con plena libertad y responsabilidad, guiados todos por los grandes ideales y principios cristianos, seremos los constructores del Reino de los cielos en este mundo, contando siempre con nuestro Padre Dios, que da la eficacia a las obras de los hombres. Comportándonos así, con plena responsabilidad y libertad personales, no comprometeremos a la Iglesia; y, en cambio, nos comprometeremos cada uno y nos santificaremos con la gracia de Dios, sin salirnos de nuestro sitio en el mundo, como sal y como luz.

Textos de san Josemaría

“Sueño –y el sueño se ha hecho realidad– con muchedumbres de hijos de Dios, santificándose en su vida de ciudadanos corrientes, compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás criaturas. Necesito gritarles esta verdad divina: si permanecéis en medio del mundo, no es porque Dios se haya olvidado de vosotros, no es porque el Señor no os haya llamado. Os ha invitado a que continuéis en las actividades y en las ansiedades de la tierra, porque os ha hecho saber que vuestra vocación humana, vuestra profesión, vuestras cualidades, no sólo no son ajenas a los designios divinos, sino que Él las ha santificado como ofrenda gratísima al Padre”.
Es Cristo que pasa, 20

Oración

Concédenos, Señor, ser tus testigos en el mundo; que, imitando tu vida santísima, nos esforcemos por llenar de tu luz y tu verdad todos los ambientes, asumiendo cada uno su propia responsabilidad, y actuando con la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Así sea.

Jaculatoria

“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. (Cfr. Mt 6, 10)

Oración para todos los días

Cuarto día. Nuestro fundamento: somos hijos de Dios

La consideración de que somos hijos adoptivos de Dios, fue –para San Josemaría–, el fundamento de su vida interior y de cuanto enseñó a quienes se le acercaron.
Efectivamente, la Providencia le inculcó una convicción profunda de que Dios es nuestro Padre. Tuvo, más de una vez, la experiencia espiritual de esta verdad como la más real e influyente en su modo de sentir, de pensar y actuar. Por otra parte, correspondió a esas gracias excepcionales con el empeño constante, a lo largo de toda la vida, de cultivar este sentido de la filiación divina.
Supo valerse de pequeñas “industrias humanas” o recordatorios para volver una y otra vez a la contemplación de la sublime y fascinante verdad: ¡Soy hijo de Dios! Igualmente, insistía a aquéllos cuyas almas dirigía en que es preciso procurar permanecer en continuo diálogo con el Señor, con la confianza de un hijo que actúa constante- mente bajo la mirada amorosa de su Padre-Dios.
De la consideración de su filiación adoptiva en Cristo, derivaba una serena alegría incluso en medio de sus pruebas y sufrimientos, una determinación firmísima para cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios, un amor tierno y fuerte que le llevaba a imitar a Jesucristo sin medida, y un celo incomparable por la gloria del Padre.

Textos de san Josemaría

“Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
Y está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.
Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! -Quizá el mismo día volvimos a caer de nuevo... –Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!
Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos”. Camino, 267

Oración

Señor, que nos has enseñado a llamarte “Padre” y has querido que seamos tus hijos, concédenos, por la intercesión de San Josemaría, cultivar el sentido de nuestra filiación divina y comportarnos como hijos fieles. Amén.

Jaculatoria

“Señor, que yo sea bueno, y todos los demás mejores que yo”. (Cfr. Camino, 284).

Quinto día. La unidad de vida

La convicción perennemente actualizada de la filiación divina, nos ha de conducir a tener una unidad de vida sencilla y fuerte. Y como criaturas amadas por nuestro Padre Dios, hemos de comportarnos en todo momento con la fidelidad de los buenos hijos.
San Josemaría predicó continuamente, con obras y palabras, que el cristiano, siendo hijo de Dios, no puede actuar en ningún momento como si no lo fuera. Consideraba que el gran mal del mundo contemporáneo consiste en la ruptura entre la fe y la vida, e invitaba con optimismo a recomponer esa unidad verdaderamente salvadora. El ideal que proponía consistía en elevar, con la gracia de Dios, todas nuestras acciones al plano sobrenatural, convirtiéndolas así en instrumentos de santificación y de apostolado. La vida de familia, el cumplimiento de los deberes profesionales, cívicos, patrióticos, sociales, etc., para un cristiano, son el medio privilegiado de hacer la voluntad de Dios y, por tanto, de santificarse y de servir al Señor y al prójimo.
Así mismo, las ocupaciones más diversas, para San Josemaría, podían y debían convertirse en ocasiones de orar, de encontrarse con Dios, de adorarle, servirle y amarle. “Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración” (Camino, 335), solía decir, refiriéndose a la ocupación normal de un estudiante, que es estudiar. Y de igual modo, las labores domésticas, el trabajo de un campesino, de un intelectual o de cualquier otra persona, dirigidas con rectitud de intención al servicio de Dios, se convierten en medios magníficos de unión con Él.
Esta unidad de vida, enseñada asiduamente por San Josemaría, hace también que las personas sean profunda- mente sinceras: nada hay en ellas de mera apariencia sino que toda su conducta responde a convicciones profundas, actualizadas en cada momento.

Textos de san Josemaría

“Procuremos, por tanto, no perder jamás el punto de mira sobrenatural, viendo detrás de los acontecimientos a Dios: ante lo agradable y lo desagradable, ante el consuelo... y ante el desconsuelo por la muerte de un ser querido. Primero de todo, la charla con tu Padre Dios, buscando al Señor en el centro de nuestra alma. No es cosa que pueda considerarse como pequeñez, de poca monta: es manifestación clara de vida interior constante, de auténtico diálogo de amor. Una práctica que no nos producirá ninguna deformación psicológica, porque –para un cristiano– debe resultar tan natural como el latir del corazón”.
Amigos de Dios, 247

Oración

Señor, concédenos actuar como tu Madre bendita, conservando siempre en nuestro corazón, con amor y atención, tus palabras y los hechos de tu vida, para iluminar con ellos nuestra existencia de hijos que quieren ser fieles, por amor, en lo pequeño y en lo grande. Amén.

Jaculatoria

“Corazón dulcísimo de María, prepáranos un camino seguro”.

Oración para todos los días

Sexto día. Progresar en virtudes

Para ser consecuentes con nuestra condición de hijos de Dios, y vivir la unidad de vida que nos corresponde, tenemos que procurar practicar todas las virtudes, tanto las meramente naturales (como el orden, la disciplina, la lealtad, la laboriosidad, la veracidad), como las sobrenaturales; y entre ellas, la más encumbrada es la caridad. Ella perfecciona a las demás y constituye como el alma de la santidad. Nuestro Señor sintetizó en el amor a Dios y al prójimo, “toda la Ley y los Profetas”; y en la Última Cena, señaló la caridad como el distintivo de sus discípulos.
San Josemaría puso siempre énfasis en la caridad, considerando que de nada sirven la justicia, la castidad y cualquiera otra virtud, si no están impregnadas de caridad. Por eso lo primero y más importante que debemos pedir a Dios es saber amarle a Él sobre todas las cosas, y al prójimo –por amor a Él–, como a nosotros mismos.
Nos enseñó que la caridad debe ser universal, sin excluir de ella a nadie, sin distinciones ni prejuicios. El cristiano tiene que amar a pobres y a ricos, a cercanos y lejanos, a creyentes y no creyentes. No cabe en un seguidor de Jesucristo ningún resentimiento, odio, deseo de venganza, o cualquier otra actitud contraria a la caridad. “No somos anti-nada”, decía San Josemaría; y daba gracias a Dios porque no necesitaba perdonar, ya que Dios le había enseñado a querer bien a todos.
Por otra parte, la caridad bien ordenada comienza por los más próximos, con quienes precisamente puede ser más difícil practicar los detalles de comprensión, de delicadeza, de tolerancia, de servicio, de presencia activa y consoladora en los momentos duros. Es allí donde debe demostrarse la caridad con obras, en los mil detalles de cada día.

Textos de san Josemaría

“Por mucho que ames, nunca querrás bastante. El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación enorme. Cuan- do ama, se ensancha en un crescendo de cariño que supera todas las barreras.
Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón”. Vía Crucis, octava estación, 5.

Oración

Por la intercesión de San Josemaría, te suplicamos, Señor, tener un corazón grande y generoso para amar “con obras y de verdad” al prójimo, desviviéndonos para que sea feliz, hasta conseguir con todos nuestros hermanos el gozo inmenso de contemplarte y amarte perfectísimamente en el cielo, en compañía de la Virgen Santísima y de todos los ángeles y santos. Amén.

Jaculatoria

“Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”.

Oración para todos los días

Séptimo día. Enseñar la doctrina cristiana

Para conseguir que todos los hombres se salven –como lo quiere Dios y debemos desearlo nosotros–, es preciso hacer resplandecer la doctrina de Jesucristo, enseñándola con el ejemplo de la propia vida y con la palabra hablada o escrita.
Un cristiano es portador de Jesucristo. Y como el mismo divino Redentor ha venido a traer fuego a la tierra y quiere que arda, es preciso fomentar en nosotros el deseo fervoroso y eficaz de propagar la verdad revelada.
San Josemaría consideraba que la mayor parte de los males del mundo provienen de la ignorancia; sobre todo de la ignorancia religiosa. Efectivamente, muchos no cometen pecados por maldad, sino por extravío o por equivocación. En definitiva, por desconocimiento de la verdad que es Jesucristo.
La mayor obra de misericordia será, muchas veces, la de enseñar las verdades que salvan. San Josemaría decía que la Obra de Dios “es una gran catequesis”, y no se cansaba de insistir en la necesidad de emplear todos los medios lícitos para hacer llegar a los hombres las verdades del Evangelio: “de cien, nos interesan cien”, solía decir; y alentaba siempre a no contentarse con ningún fruto apostólico conseguido, sino a aspirar a más y más en este servicio a la verdad y a la salvación de las almas.
Al cumplir este deber de enseñar las verdades de nuestra santa Fe, estamos cumpliendo un mandato imperativo de Cristo. Por ser cristianos nos corresponde la misión hermosísima y necesaria de ser “luz del mundo”. Cada uno debe examinarse sobre cómo está cumpliendo este trascendental deber.

Textos de san Josemaría

“Piadosos, pues, como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico, de la fe; y todo esto es la teología. Piedad de niños, por tanto, y doctrina segura de teólogos.
El afán por adquirir esta ciencia teológica –la buena y firme doctrina cristiana– está movido, en primer término, por el deseo de conocer y amar a Dios. A la vez, es también consecuencia de la preocupación general del alma fiel por alcanzar la más profunda significación de este mundo, que es hechura del Creador. Con periódica monotonía, algunos tratan de resucitar una supuesta incompatibilidad entre la fe y la ciencia, entre la inteligencia humana y la Revelación divina. Esta incompatibilidad sólo puede aparecer, y aparentemente, cuando no se entienden los términos reales del problema”.
Es Cristo que pasa, 10

Oración

Te damos gracias, Señor, porque has traído al mundo la plenitud de la gracia y de la verdad, y quieres que seamos nosotros quienes llevemos las verdades de salvación a los hermanos. Ayúdanos a cumplir la feliz misión de ser luz del mundo. Amén.

Jaculatoria

¡Señor, que vea!” (Mc 10, 51)

Oración para todos los días

Octavo día. Medios para ser fieles

Podemos vivir con fidelidad, en medio del mundo, nuestra vida de hijos de Dios, si ponemos los medios: una continua formación para mejorar el conocimiento y la práctica de la doctrina de Jesucristo; la piedad que alimente la vida espiritual; y la acción apostólica tendiente a mejorar la vida de los demás. Y todo ello, en perfecta unidad, a través del cumplimiento de los deberes del propio estado.
De esta manera se actualiza la vocación a la santidad que recibimos en el Bautismo, cuando el Señor nos “trasladó de muerte a vida”, según enseña San Juan, y donde nos “revestimos de Nuestro Señor Jesucristo”, en expresión de San Pablo. San Josemaría no se cansó de inculcar estas verdades prácticas: con buena doctrina y con piedad, podemos ser apóstoles del Señor en medio del mundo, santificarnos y santificar a muchos, como levadura en la masa.
La vida de piedad no nos aleja de las realidades temporales, sino que, por el contrario, nos ha de llevar a “amar al mundo apasionadamente”, según decía San Josemaría; sin ser mundanos; estando en el mundo empeñados en mejorar las estructuras y las personas todas; dedicándonos con afán de servicio a los diversos deberes que tenemos como ciudadanos, como miembros de una familia, como trabajadores, como amigos...
La piedad se expresa y se alimenta mediante la oración, la mortificación y los sacramentos, que producen frutos de buenas obras, de caridad y de servicio a los demás. No se trata de acumular prácticas exteriores, sino de procurar llenar de espíritu de oración lo que realizamos; de cultivar la presencia de Dios con cariño; y de vivir con alegría la realidad luminosa de nuestra condición de hijos de Dios. Para esto conviene concretar un plan de vida de piedad y tener una dirección espiritual que nos estimule a cumplirlo y mejorarlo constantemente.

Textos de san Josemaría

“Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños. Y todo esto junto es preciso para llevar a la práctica lo que voy a describirte en estas líneas:
El principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima.
– ¿Quieres amar a la Virgen? –Pues, ¡trátala! ¿Cómo?
–Rezando bien el Rosario de nuestra Señora”. (Santo Rosario, Prólogo).

Oración

Dios Espíritu Santo, te suplicamos que nos infundas el don de piedad, para que sepamos escuchar tu voz y corresponder a tus inspiraciones con nuestra oración y nuestras obras. Que la oración y la mortificación nos dispongan para alcanzar el mayor fruto de la recepción de lo santos sacramentos; y que toda nuestra vida esté penetrada del sentido de nuestra condición de hijos de Dios. Amén.

Jaculatoria

“Habla, Señor, que tu siervo escucha”. (1S 3, 9)

Oración para todos los días

Noveno día. Cristo, María y la Iglesia

Así resumía San Josemaría los grandes amores de su corazón y los grandes amores que deseaba ardientemente que todos tuvieran: Cristo, María y la Iglesia.
Jesucristo, con su humanidad santísima, es el Camino, la Verdad y la Vida, como Él mismo lo declaró. Para nosotros la consideración de la humanidad santísima de Cristo, nos conduce a adorar su divinidad; y unidos a Él, movidos por el Espíritu Santo, llegamos hasta el Padre. El cristiano, bautizado en el nombre de las tres divinas Personas, debe buscarlas a lo largo de la vida, tratarlas, como Único e indivisible Dios en la Trinidad de las Personas.
María Santísima, Madre de Cristo y Madre nuestra, nos hermana con Jesús, nos enseña siempre a hacer lo que Él nos diga. Ella es el modelo perfecto de discípulo del Salvador, ella nos precede en el peregrinaje de la fe. Por esto, San Josemaría escribió: “A Jesús siempre se va y se «vuelve» por María”. (Camino, 495).
La auténtica devoción a la Virgen Santísima consiste sobre todo en tratar de conocerla; y para esto, contemplar cuanto de ella sabemos por los Santos Evangelios, la Tradición de la Iglesia y las enseñanzas del Magisterio. Si la conocemos, la amaremos como Madre perfectísima y trataremos de imitarla. También hemos de confiar plena- mente en su bondadosísima protección y amparo, recurriendo a ella en nuestras necesidades, y apoyándonos en su intercesión poderosa. Jesús hizo el primer milagro en Caná a petición de María, y seguirá escuchando las súplicas de la Santísima Virgen a favor de sus hijos.
El amor a la Iglesia nos ha de llevar “a servirla como quiere ser servida”, decía San Josemaría. Toda su vida fue una heroica entrega al servicio sacrificado y humilde de la Iglesia. Ese amor a la Iglesia se expresa principalmente en la devoción, la docilidad y cariño por el Santo Padre, Vicario de Cristo, único Pastor universal.

Textos de san Josemaría

“¡Madre! –Llámala fuerte, fuerte. –Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha”. Camino, 516

Oración

Te pedimos, Señor, que imitando a San Josemaría y con su intercesión, conozcamos cada vez más la santísima humanidad de Jesucristo; que amemos cada vez más a Santa María, a la Iglesia y al Papa; y que acogiéndonos siempre a la maternal protección de la Virgen, nos comportemos como hijos fieles de la Iglesia. Amén.

Jaculatoria

“Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón”. Camino, 573

Oración para todos los días

 Novena del trabajo a San Josemaría

1º día. Trabajo, camino de santidad

Hemos venido a llamar de nuevo la atención sobre el ejemplo de Jesús que, durante treinta años, permaneció en Nazareth trabajando, desempeñando un oficio. En manos de Jesús el trabajo, y un trabajo profesional similar al que desarrollan millones de hombres en el mundo, se convierte en tarea divina, en labor redentora, en camino de salvación. (Conversaciones, 55)

Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo (...) Dios nos espera cada día: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo. (Conversaciones, 113-114)

Para encontrar trabajo

Para que Dios Nuestro Señor, me oriente en el esfuerzo de buscar trabajo, y me bendiga haciéndome conseguir un empleo honesto, digno y estable; y que, después, me ayude a ver mi tarea profesional como un camino de santificación y de servicio a los demás, donde mi Padre Dios me espera a todas las horas y me pide que imite a Jesús cuando trabajaba como carpintero en Nazareth.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios Nuestro Señor me ayude a ver mi tarea profesional como un camino de santificación y de servicio a los demás, donde Él me espera a todas las horas y me pide, en todas las circunstancias, que imite a Jesús cuando trabajaba como carpintero en Nazareth.

Rezar la oración a San Josemaría

2º día. Trabajar por amor a Dios

La dignidad del trabajo está fundada en el Amor. El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo transitorio. (Es Cristo que pasa, 48)

Hacedlo todo por Amor. –Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. –La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo. (Camino, 813)

Insisto: en la sencillez de tu labor ordinaria, en los detalles monótonos de cada día, has de descubrir el secreto para tantos escondido de la grandeza y de la novedad: el Amor. (Surco, 489)

Para encontrar trabajo

Para que Dios me conceda la gracia de conseguir prontamente un trabajo, que proporcione seguridad a mi familia. Y, al mismo tiempo, para que Él me ayude a comprender que lo que da valor a cualquier trabajo honrado es el amor con que lo hacemos: en primer lugar, amor a Dios, a quien le ofrecemos el trabajo; y amor al prójimo, a quien queremos servir y serle útil.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios me ayude a comprender que lo que da valor a cualquier trabajo honesto es el amor con que lo hacemos: en primer lugar, amor a Dios, a quien le ofrecemos el trabajo; y amor al prójimo, a quien queremos servir y serle útil.

Rezar la oración a San Josemaría

3º día. Trabajar con orden y constancia

¡Qué breve es la duración de nuestro paso por la tierra!... Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar. No es justo, por tanto, que lo malgastemos (...) no podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno. (Amigos de Dios, 39)

Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio. (Camino, 80)

Para encontrar trabajo

Para que, con el auxilio de la Virgen, consiga un trabajo estable y apropiado. Y que, cuando –por la bondad de Dios– ya esté trabajando, sepa aprovechar el tiempo como un tesoro; y me esmere en mejorar la virtud del orden, de tal modo que consiga hacerlo todo con puntualidad, intensidad y constancia, sin confusiones ni retrasos, siguiendo un plan bien estructurado, que me permita dedicar, de forma equilibrada, los horarios convenientes a cada uno de mis deberes: vida espiritual, familia, profesión y relaciones sociales.

Para realizar un buen trabajo

Para que, con el auxilio de la Virgen, sepa aprovechar el tiempo como un tesoro; y me esmere en mejorar la virtud del orden, de tal modo que consiga hacerlo todo con puntualidad, intensidad y constancia, sin confusiones ni retrasos, siguiendo un plan bien estructurado, que me permita dedicar, de forma equilibrada, los horarios convenientes a cada uno de mis deberes: vida espiritual, familia, profesión y relaciones sociales.

Rezar la oración a San Josemaría

4º día. Trabajo bien acabado

No podemos ofrecer al Señor algo que, dentro de las pobres limitaciones humanas, no sea perfecto, sin tacha, efectuado atentamente también en los mínimos detalles: Dios no acepta las chapuzas. No presentaréis nada defectuoso, nos amonesta la Escritura Santa, pues no sería digno de Él. Por eso, el trabajo de cada uno, esa labor que ocupa nuestras jornadas y energías, ha de ser una ofrenda digna para el Creador, operatio Dei, trabajo de Dios y para Dios: en una palabra, un quehacer cumplido, impecable. (Amigos de Dios, 55) Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba? (Es Cristo que pasa, 154)

Para encontrar trabajo

Para que, con el auxilio de la Santísima Virgen, no tarde en resolverse el problema de mi desempleo. Y para que, al iniciar un trabajo nuevo, Dios me ayude a realizarlo con categoría, con la mayor perfección posible, sin hacer las tareas de cualquier modo, convencido de que un trabajo mal hecho no puede santificarse, porque le falta amor, que es la condición imprescindible para que cualquier actividad humana pueda ser agradable a Dios.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios me ayude a realizar mi trabajo con categoría, con la mayor perfección posible, sin hacer las tareas de cualquier modo, convencido de que un trabajo mal hecho no puede santificarse, porque le falta amor, que es la condición imprescindible para que cualquier actividad humana pueda ser agradable a Dios.

Rezar la oración a San Josemaría

5º día. Todos los trabajos honrados son dignos

Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre. (Es Cristo que pasa, 47)

Ante Dios, ninguna ocupación es por sí misma grande ni pequeña. Todo adquiere el valor del Amor con que se realiza. (Surco, 487)

Para encontrar trabajo

Para que Dios me conceda la alegría de conseguir trabajo, una ocupación en la que pueda ser útil y desarrollar todas mis capacidades. Y que si, por ahora, este trabajo es inferior a mi preparación y a mis aspiraciones legitimas, no lo desprecie, sino que –mientras no encuentre otro trabajo más adecuado– lo realice con toda responsabilidad, procurando que tenga la categoría del trabajo que Jesús realizó en el taller de Nazareth.

Para realizar un buen trabajo

Para que si, actualmente, mi trabajo es inferior a mi preparación y a mis aspiraciones legitimas, no lo desprecie, sino que –mientras no encuentre otro trabajo más adecuado– lo realice con toda responsabilidad, procurando que tenga la categoría del trabajo que Jesús realizó en el taller de Nazareth.

Rezar la oración a San Josemaría

6º día. Trabajar en compañía de Dios y con rectitud de intención

Debes mantener –a lo largo de la jornada– una constante conversación con el Señor, que se alimente también de las mismas incidencias de tu tarea profesional. (Forja, 745)

Por cristiano, debieras llevar siempre contigo tu Crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar. (Camino, 302)

Pon en tu mesa de trabajo, en la habitación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora, y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras la realizas y al terminarla. Ella te alcanzará ¡te lo aseguro! la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios. (Surco, 531)

Para encontrar trabajo

Para que Dios me conceda un empleo honrado y digno, y abra los ojos de mi alma para comprender que Él está siempre a mi lado. Que, para no perder de vista esta realidad maravillosa, me esfuerce en tener presencia de Dios durante el trabajo, sirviéndome discretamente –como de un "despertador"– de un crucifijo pequeño, de una estampa de la Virgen, de la imagen de otro santo de mi devoción; "despertadores" colocados donde yo los pueda ver con frecuencia, sin exhibicionismo ni alarde.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios me haga comprender que Él está siempre a mi lado mientras estoy trabajando. Y que, para no perder de vista esa realidad maravillosa, me esfuerce en tener presencia de Dios durante el trabajo, sirviéndome discretamente –como de un "despertador"– de un crucifijo pequeño, de una estampa de la Virgen, de la imagen de otro santo de mi devoción; "despertadores" colocados donde yo los pueda ver con frecuencia, sin exhibicionismo ni alarde.

Rezar la oración a San Josemaría

7º día. Madurar en las virtudes por medio del trabajo

Todo aquello en que intervenimos los pobrecitos hombres –hasta la santidad– es un tejido de pequeñas menudencias, que –según la rectitud de intención– pueden formar un tapiz espléndido de heroísmo o de bajeza, de virtudes o de pecados. (Camino, 826)

Es toda una trama de virtudes la que se pone en juego al desempeñar nuestro oficio, con el propósito de santificarlo: la fortaleza, para perseverar en nuestra labor, a pesar de las naturales dificultades y sin dejarse vencer nunca por el agobio; la templanza, para gastarse sin reservas y para superar la comodidad y el egoísmo; la justicia, para cumplir nuestros deberes con Dios, con la sociedad, con la familia, con los colegas; la prudencia, para saber en cada caso qué es lo que conviene hacer, y lanzarnos a la obra sin dilaciones... Y todo por Amor. (Amigos de Dios, 72)

Para encontrar trabajo

Para que, con la ayuda de la Virgen Santísima, encuentre el trabajo que busco. Y que, al asumir plenamente ese trabajo nuevo, Dios me ayude a desarrollar –por el modo de realizarlo–, las virtudes cristianas y a madurar espiritualmente. Que procure ser paciente y comprensivo, tanto con los jefes como con los colegas y subordinados; que sea sencillo y humilde, huyendo de la vanidad y del exhibicionismo; que lo haga todo, en una palabra, con pureza de corazón.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios me ayude a desarrollar las virtudes cristianas, en medio del trabajo, y a madurar espiritualmente, por el modo de realizarlo. Que procure ser paciente y comprensivo, tanto con los jefes como con los colegas y subordinados; que sea sencillo y humilde, huyendo de la vanidad y del exhibicionismo; que lo haga todo, en una palabra, con pureza de corazón.

Rezar la oración a San Josemaría

8º día. Trabajar es servir, ayudar a los demás

Pensad que con vuestro quehacer profesional realizado con responsabilidad, además de sosteneros económicamente, prestáis un servicio directísimo al desarrollo de la sociedad, aliviáis también las cargas de los demás y mantenéis tantas obras asistenciales –a nivel local y universal– en pro de los individuos y de los pueblos menos favorecidos. (Amigos de Dios, 120)

Para encontrar trabajo

Para que Dios Nuestro Señor me conceda el trabajo que le pido con tanta fe. Y para que infunda en mi alma el deseo de hacer de mi trabajo, no una actividad egoísta, encerrada en mis intereses, sino un servicio abierto al bien y a la utilidad de muchos, realizado con la certeza de que ese ideal de servicio a los demás dará a mi vida un sentido nuevo, más elevado y alegre.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios infunda en mi alma el deseo de hacer de mi trabajo, no una actividad egoísta, encerrada en mis intereses, sino un servicio abierto al bien y a la utilidad de muchos, realizado con la certeza de que ese ideal de servicio a los demás dará a mi vida un sentido nuevo, más elevado y alegre.

Rezar la oración a San Josemaría

9º día. Hacer apostolado con nuestro trabajo

El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre. (Es Cristo que pasa, 49)

Vive tu vida ordinaria; trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla –a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte– charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios. (Amigos de Dios, 273)

Para encontrar trabajo

Para que Dios, por mediación de Nuestra Señora, me haga encontrar un buen trabajo, en el cual pueda crecer profesionalmente y dar lo mejor de mí. Y que me ayude a ver, en el ambiente profesional, un campo abierto a la realización de la misión apostólica que Dios confía a todos los bautizados, aprovechando las oportunidades que Él me da para ayudar a colegas, amigos, colaboradores, clientes, etc., a descubrir las maravillas de la fe cristiana.

Para realizar un buen trabajo

Para que Dios me ayude a ver, en el ambiente profesional, un campo abierto a la realización de la misión apostólica que Dios confía a todos los bautizados, aprovechando las oportunidades que Él me da para ayudar a colegas, amigos, colaboradores, clientes, etc., a descubrir las maravillas de la fe cristiana.

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 Novena por los enfermos a San Josemaría

Día 1º. Dios nos ama

1. Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando. ¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! –Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo… Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende…, a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos (Camino, 267).
2. Cuando te parezca que el Señor te abandona, no te entristezcas: ¡búscale con más empeño! El, el Amor, no te deja solo (Forja, 250).
3. Si vienen contradicciones, está seguro de que son una prueba del amor de Padre, que el Señor te tiene (Forja, 815).
4. Niño. –Enfermo. –Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él (Camino, 419).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Dios nuestro Señor me conceda la gracia de ver, con la luz clara de la fe, que Él está siempre a mi lado, como un Padre amoroso que nunca me abandona; que me haga comprender que El es el Amor, y quiere mi bien más que nadie en el mundo. Y que me ayude a tener confianza en el Médico divino, Jesucristo, que me puede conceder la salud del cuerpo – si ésa es su santa voluntad – y la paz del alma.

Oración por el enfermo

Para que Dios conceda a (…) la gracia de sufrir con fe y confianza, con la seguridad total de que Él está siempre a su lado brindándole su inmenso cariño de Padre. Y que, si ésa es su santa Voluntad, le conceda la curación y el total restablecimiento de su salud.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 2º. Jesús es nuestro Amigo

1. Jesús es tu amigo. –El Amigo. –Con corazón de carne, como el tuyo. –Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro… Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti (Camino, 422).
2. Buscas la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te hacen más llevadero el destierro de este mundo…, aunque los amigos a veces traicionan. –No me parece mal. Pero… ¿cómo no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona? (Camino, 88).
3. Contigo, Jesús, ¡qué placentero es el dolor y qué luminosa la oscuridad! (Camino, 229).
4. Ya han cosido a Jesús al madero… No era necesario tanto tormento. El pudo haber evitado aquellas amarguras… Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí. Y nosotros, ¿no vamos a saber corresponder? (Vía Crucis, XI, 1).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que María Santísima y San José me alcancen la gracia de sentir la ternura, el consuelo y la alegría de la amistad de Cristo, recordándome lo que Él nos dijo: Yo os he llamado amigos. Y que esa amistad me haga más suave el aceptar y ofrecer a Dios mis sufrimientos – por todo el tiempo que Él disponga -, pensando en el amor con que Jesús quiso sufrir su Pasión por amor a mí.

Oración por el enfermo

Para que, por intercesión de la Virgen y de San José, Dios conceda a (…) la gracia de sentir la ternura, el consuelo y la alegría de la divina amistad de Jesús, de modo que se le haga más suave aceptar y ofrecer a Dios sus sufrimientos, pensando en el amor con que Cristo sufrió por nosotros. Y que no dude de que Jesús le concederá la salud, si esto es lo mejor para (…).

Rezar la oración a San Josemaría

Día 3º. Dios escucha la oración de los enfermos

1. Después de la oración del Sacerdote y de las vírgenes consagradas, la oración más grata a Dios es la de los niños y la de los enfermos (Camino, 98).
2. Habla Jesús: "Así os digo Yo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito? (Camino, 96).
3. Orar es el camino para atajar todos los males que padecemos (Camino, 76).
4. Hemos de creer con fe firme en quien nos salva, en este Médico divino que ha sido enviado precisamente para sanarnos. Creer con tanta más fuerza cuanta mayor o más desesperada sea la enfermedad que padezcamos (Amigos de Dios, 193).
5. Repite con segura esperanza: Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme. Confía, insisto: persevera llamando a su Corazón amantísimo. Como a los leprosos del Evangelio, te dará la salud (Forja, 213).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que, con la gracia del Espíritu Santo, aumente en mí cada día más la fe en la oración, con la seguridad de que Dios siempre me escucha, Él que atiende las oraciones humildes y perseverantes de sus hijos y no deja nunca de darnos las gracias más convenientes para nuestra santificación y nuestra salvación. Y que, por eso, al pedir a Jesús que me cure, no me falte la fe en que, si es para mi bien, me lo concederá.

Oración por el enfermo

Para que el Espíritu Santo ayude a (…) a tener mucha fe en la oración. Que, en la oración encuentre paz y seguridad, con el convencimiento de que Nuestro Señor prometió escuchar y atender nuestras oraciones, estando siempre dispuesto a darnos lo que más nos conviene. Y que, por eso, no deje de pedir con mucha fe confiando en la intercesión de la Virgen María la gracia de curarse de su enfermedad.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 4º . Dios nos ayuda a estar alegres

1. La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre-Dios (Camino, 659).
2. La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y nos perdona. Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas (Forja, 332).
3. El auténtico amor trae consigo la alegría: una alegría que tiene sus raíces en forma de Cruz (Forja, 28).
4. Te quiero feliz en la tierra. –No lo serás si no pierdes ese miedo al dolor. Porque, mientras "caminamos", en el dolor está precisamente la felicidad (Camino, 217).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Dios me conceda la gracia de disfrutar de la maravilla de la alegría cristiana, que Jesús nos concede, como fruto del Espíritu Santo, cuando abrazamos los dolores, enfermedades y contrariedades de esta vida con un total abandono en los brazos de nuestro Padre Dios. Y que me ayude a entender que la alegría nace del amor, y el amor se hace autentico –como el oro purificado en el fuego– en medio de las pruebas y en la cruz de cada día.

Oración por el enfermo

Para que Dios conceda a (…) el don de la alegría cristiana, que el Espíritu Santo comunica a las almas que se abandonan filialmente en los brazos de su Padre Dios. Y que la experiencia de esa alegría le ayude a comprender que no hay mayor felicidad que la de amar mucho, imitando el amor total con que Cristo Jesús se abrazó a la Cruz por nosotros.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 5º. Dios bendice a los que aceptan su Voluntad

1. Te quiero feliz en la tierra. –No lo serás si no pierdes ese miedo al dolor. Porque, mientras "caminamos", en el dolor está precisamente la felicidad (Camino, 758).
2. Jesús sufre por cumplir la Voluntad del Padre… Y tú, que quieres también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte si encuentras por compañero de camino al sufrimiento? (Camino, 213).
3. ¿Estás sufriendo una gran tribulación? –¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril: "Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. –Amén. –Amén." Yo te aseguro que alcanzarás la paz (Camino, 691).
4. Jesús, lo que Tú "quieras"… yo lo amo (Camino, 773).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que con el auxilio de la Santísima Virgen sepa aceptar con amor la Voluntad de Dios diciendo, como María, un "hágase" – un fiat – lleno de fe y de amor. Y que nunca me olvide de que la Voluntad de Dios es siempre -aun cuando no lo entendemos– una caricia del Cielo, que es nuestro verdadero bien; y que, por eso, la oración más perfecta consiste en decir: "Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo".

Oración por el enfermo

Que la Santísima Virgen ayude a (…) a aceptar, con mucha fe y amor, la santa Voluntad de Dios y que, como fruto de esa aceptación, encuentre la paz y saboree la verdad de las palabras de Jesús: Mi yugo es suave y mi peso leve.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 6º. Jesús nos enseña a hacer del sufrimiento un acto de amor

1. Cuando estés enfermo, ofrece con amor tus sufrimientos, y se convertirán en incienso que se eleva en honor de Dios y que te santifica (Forja, 791).
2. El camino del Amor se llama Sacrificio (Forja, 768).
3. Contigo, Jesús, ¡qué placentero es el dolor y qué luminosa la oscuridad! (Camino, 229).
4. Mira con qué amor (Jesús) se abraza a la Cruz. -Aprende de El-Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando… Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será… la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será… una Cruz, sin Cruz. Y de seguro, como El, encontrarás a María en el camino (Santo Rosario, 4º misterio de dolor).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Dios nuestro Señor me enseñe a ver el dolor, el sufrimiento y la enfermedad, no como un castigo, sino como una participación santa en la Cruz de Cristo; de forma que sepa amar la Cruz tal como Él la amó, y aprenda a abrazarla y a ofrecerla a Dios sin rebelarme ni quejarme. Y que, al mismo tiempo, no deje de rezar pidiendo al Señor con fe, siempre unido a su Voluntad, la gracia de mi curación.

Oración por el enfermo

Para que Dios nuestro Señor ayude a (…) a comprender que la enfermedad y el sufrimiento no son un castigo, sino una manera santa de participar de la Cruz de Cristo y de abrazarla con aquel mismo amor con que Él cargó el madero hasta el Calvario. Y que, al mismo tiempo, no dejemos de rezar con fe y humildad, para que Dios se digne curar a (…) de su enfermedad.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 7º. Dios nos ayuda a dar alegría a los demás

1. No me olvides que a veces hace falta tener al lado caras sonrientes (Surco, 57).
2. Evita con delicadeza todo lo que pueda herir el corazón de los demás (Surco, 807).
3. Has de decidirte a seguir el camino de la entrega: la cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma (Vía Crucis, II, 3).
4. Todo lo que ahora te preocupa cabe dentro de una sonrisa, esbozada por amor de Dios (Surco, 89).
5. Has de procurar que, donde estés, haya ese "buen humor" -esa alegría-, que es fruto de la vida interior (Forja, 151)

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Dios nuestro Señor, mientras esté enfermo, me conceda un corazón capaz de pasar por alto mis sufrimientos y de interesarme con cariño por las necesidades y preocupaciones de los demás; que me dé buen humor y disposición para dar atenciones y transmitir optimismo a todos los que me acompañan y me ayudan: a los parientes, a los que me cuidan, a los amigos que me visitan, etc.

Oración por el enfermo

Para que Dios nuestro Señor ayude a (…), mientras esté enfermo, a enfrentar con alma grande sus sufrimientos, de manera que, pasándolos por alto, sepa ser una fuente continua de luz y de alegría para los demás, tanto por su ejemplo de generosidad y abnegación, como por la irradiación de su sonrisa, de su buen humor, de su fe y de su amor.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 8º. Jesús nos invita a ser sus colaboradores

1. Recuérdalo a la hora del dolor o de la expiación: la Cruz es el signo de Cristo Redentor. Dejó de ser el símbolo del mal para ser la señal de la victoria (Forja, 782).
2. Por lo tanto, si es Voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de la aflicción, tomadlo como señal de que nos considera maduros para asociarnos más estrechamente a su Cruz redentora (Amigos de Dios, 124).
3. Si sabes que esos dolores -físicos o morales- son purificación y merecimiento, bendícelos (Camino, 219).
4. ¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales? Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saberse corredentores con Él (Vía Crucis, II).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Jesús me ayude a agradecer la Cruz que me envía y a verla como es: un acto de confianza de Dios en mí. Que entienda que nuestro Señor, al confiarme la cruz de mi enfermedad actual me concede una espléndida oportunidad de purificarme, de santificarme y colaborar con Él en la salvación del mundo. Debo aprender a ver el dolor como un tesoro que puedo ofrecer por el bien espiritual de mis parientes y amigos, por la Santa Iglesia, por los pecadores alejados de Dios, por los que sufren y por tantos otros.

Oración por el enfermo

Para que Jesús ayude a (…) a descubrir que la cruz, el sufrimiento proveniente de la enfermedad, puede convertirse en un tesoro divino, grande y santo, con tal de que sepa unirlo, con fe y amor, al Sacrificio redentor de Cristo: tanto para su purificación y su santificación, como para el bien de la Iglesia y del mundo, para la salvación de muchos parientes, amigos, pecadores alejados de Dios, personas que sufren y tantos otros.

Rezar la oración a San Josemaría

Día 9º . María, Madre nuestra, está junto a nosotros

1. ¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto, al pobre lisiado… –¡Señora!, yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas… –Y, como yo soy tu hijo… Y, como yo soy débil, y enfermo… (Forja, 234).
2. Si yo fuera leproso, mi madre me abrazaría. Sin miedo ni reparo alguno, me besaría las llagas. –Pues, ¿y la Virgen Santísima? Al sentir que tenemos lepra, que estamos llagados, hemos de gritar: ¡Madre! Y la protección de nuestra Madre es como un beso en las heridas, que nos alcanza la curación (Forja, 190).
3. Acude en confidencia segura, todos los días, a la Virgen Santísima. Tu alma y tu vida saldrán reconfortadas. Ella te hará participar de los tesoros que guarda en su corazón, pues "jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a su protección ha sido desoído" (Surco, 768).
4. Santo Rosario. -Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo…, y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra-. Practica a diario esta devoción santa, y difúndela (Forja, 621).

Pidamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de San Josemaría:

Oración del enfermo

Para que Dios nuestro Señor me conceda una devoción cada vez más grande a Nuestra Señora, mi Madre Santísima, y me dé una confianza absoluta en su intercesión y en sus cuidados maternales. Que me haga entender también que, para obtener las gracias que le pido, desde la santificación del sufrimiento hasta la curación de esta enfermedad y el restablecimiento total, el camino más suave y seguro es recurrir a la mediación de María, especialmente por medio de la devoción que a Ella más le gusta: la recitación diaria del Santo Rosario..

Oración por el enfermo

Para que Dios nuestro Señor ayude a (…) a refugiarse, con confianza filial absoluta, en los brazos de la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra. Que sienta su amparo y su cariño materno. Que no se olvide nunca de recurrir a su intercesión para pedirle la santificación del sufrimiento, la curación de la enfermedad y su rápido restablecimiento. Y que mantenga, como una costumbre santa e intocable, el hábito de rezar diariamente el Santo Rosario.

Rezar la oración a San Josemaría

 Novena de la serenidad

Al beato Álvaro del Portillo, para alcanzar la paz del corazón

1º día. La paz de los hijos de Dios

Meditación

La dedicación del Beato Álvaro del Portillo «al cumplimiento de la misión que había recibido estaba radicada en un profundo sentido de la filiación divina, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad del Padre» (DV).
«El conocimiento de que somos hijos muy queridos de Dios nos moverá poderosamente. Y como dote inseparable de este don preciosísimo, viene al alma el gaudium cum pace, la alegría y la paz» (Beato Álvaro, CP, 1-V-1988).
«Tenía la alegría de quien vive en el Señor y con el Señor; la serenidad que ninguna fatiga puede ofuscar, que ningún sufrimiento suprime (...). Un sacerdote que sabía infundir en el alma, con la alegría del descubrimiento de la filiación divina, la decisión de una conversión» (Mons. Javier Echevarría, JM, pp. 693-694).
Petición

Concédeme, Señor, por intercesión del Beato Álvaro, la gracia de comprender cada vez con más profundidad que todos los bautizados somos hijos queridísimos de Dios (cfr. Ef 5, 1), que somos amados personalmente por nuestro Padre Dios: un Padre que nos ve, que nos oye, que nos llama por nuestro nombre, que nos cuida y atiende (cfr. Mt 6, 25 ss.).
Haz que, siguiendo las enseñanzas de San Josemaría – como lo hizo el Beato Álvaro –, me convenza de que «Dios está junto a nosotros de continuo. Y está como un Padre amoroso – a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos –, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando» ( Camino, n. 267).
Ayúdame a descansar en mi Padre Dios con total confianza, lleno de fe en la divina Providencia, de tal manera que, pase lo que pase, encuentre siempre en Él la serenidad, la paz y la alegría de los hijos de Dios.
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

2º día. Paz por la oración

Meditación

«Lleno de amor por el Espíritu Santo, constantemente inmerso en la oración, fortificado por la Eucaristía y por una tierna devoción a la Santísima Virgen María», podía decir que «todo es bueno, porque lo es nuestro Dios. Por lo tanto, ¡alegría, siempre!» (DV y JM, p. 202).
Infundía «confianza, seguridad, paz. No se debía todo esto a una mera condición humana, sino que era consecuencia de su profunda vida interior y sentido sobrenatural» (Francisco Ponz, JM, pp. 196-197).
Sus «dotes humanas de bondad, amabilidad, serenidad, paz interior y exterior, eran la demostración tangible de la riqueza de su vida espiritual» (Card. William Braum, citado en CR).
Petición

Concédeme, Señor, por intercesión del Beato Álvaro, la gracia de ser un "alma de oración", que sabe tratar confiadamente con Dios de todas las cosas, a todas horas.
Que, especialmente en los momentos más difíciles de mi vida, sepa acudir al Sagrario, donde Jesús está realmente presente, para abandonar todas mis preocupaciones en su Corazón amabilísimo; y también en el Corazón Inmaculado de María, como lo solía hacer siempre el Beato Álvaro, con la seguridad de que Ella – sobre todo a través del rezo piadoso del Santo Rosario –siempre infunde paz al alma.
Ayúdame a seguir el consejo de San Pablo: No os preocupéis por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acción de gracias. Y la paz de Dios... custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Flp 4, 6-7).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

3º día. La humildad, fuente de paz

Meditación

San Josemaría Escrivá, «siendo santo, reclamaba continuamente las oraciones de todo el mundo. Yo preciso más aún de vuestras oraciones: las necesito más que nuestro Fundador, porque soy un pobre hombre, y porque me toca suceder a un santo» (Beato Álvaro, CP, 30-IX-1975).
«La humildad se manifiesta en el convencimiento profundo y sincero de que no somos mejores que los demás y, al mismo tiempo, en la certeza firme de que hemos sido convocados específicamente por Dios para servirle en medio de las distintas situaciones de cada momento y traerle muchas almas. Esta seguridad nos llena de optimismo» (Beato Álvaro, CP, 1-VIII-1989).
«No olvidéis que la alegría es consecuencia de la paz interior, y que la verdadera paz es inseparable de la compunción, del dolor humilde y sincero por nuestras faltas y pecados que Dios perdona en el Santo Sacramento de la Penitencia» (Beato Álvaro, CP, 16-I-1984).
Petición

Señor, haz que tenga siempre presentes las palabras de Jesús: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas (Mt 11, 29).
Dame la sinceridad de reconocer que muchas de mis inquietudes y ansiedades proceden de mi amor propio, de la excesiva preocupación por lo que los demás piensan de mí, de la tristeza de haber quedado mal, de pensar que no me dan valor, de ver que no soy el centro de las atenciones...; o sea, de mi orgullo.
Concédeme, Dios mío, la gracia de la humildad, pues sin ella «no existe caridad ni ninguna otra virtud y, por tanto, es imposible que haya verdadera vida cristiana» (Beato Álvaro, CP, 1-VIII-1989). Que sepa pensar menos en mí, en mi importancia, en mi éxito y en mis intereses, y me preocupe más de los demás, feliz por poder ayudarles y servirles.
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

4º día. Serenidad en la enfermedad y en el dolor

Meditación

Después de una operación delicada y dolorosa, el Beato Álvaro «siempre estaba sereno y sonriente. (...) Estaba con bastantes molestias, pero no se quejaba de nada. Fue un ejemplo para los médicos y para el personal que le atendía en la clínica» (Mons. Joaquín Alonso, JM, p. 377, nota 82).
«Parece evidente que toda la vida de don Álvaro, en la que hay tanto de sufrimiento, de dolor, de trabajo, de enfermedad, de humillación, etc., sólo podía llevarla con aquella paz, serenidad, buen humor y alegría, por don de Dios, que le llevaba a unir su vida al Sacrificio redentor de Jesucristo» (Mons. Iñaki Celaya, citado en CR).
«En mayo de 1979 sufrió la primera crisis de fibrilación auricular. A pesar de todo, don Álvaro prosiguió entregándose de lleno a su tarea, también cuando acusaba fuertes jaquecas u otras molestias» (Mons. Javier Echevarría, JM, p. 606).
Petición

Concédeme , Dios mío, la gracia de imitar al Beato Álvaro en el modo sereno y confiado con que aceptó la enfermedad, el malestar, el cansancio, el dolor y la misma muerte.
Señor, si permites que en mi vida se presente el dolor del fallecimiento de una persona querida, o el sufrimiento de una crisis familiar, o la angustia del paro..., tiéndeme tu mano amorosa e infúndeme aquella confianza filial que, como decía San Josemaría, nace de la fe en la Providencia y del abandono sereno y alegre a tu santísima Voluntad.
Haz que, siguiendo el ejemplo del Beato Álvaro, sepa abrazar la Cruz unido amorosamente al Sacrificio redentor de Cristo, y procure seguir el consejo de San Pedro: Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros (1P 5, 7).
Ayúdame a comprender la verdad de estas palabras del Beato Álvaro: «Si todos nosotros ponderamos, amamos, nos abrazamos a la Voluntad de Dios, gustaremos del sabor incomparable de estar con la Trinidad, aun en los momentos más duros» (Beato Álvaro, Homilía, 14-II-1992).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

5º día. Serenidad ante las contrariedades

Meditación

«Dio pruebas de heroísmo (...) en el período que transcurrió en la cárcel durante la persecución religiosa en España (1936-1939) y en los ataques que sufrió por su fidelidad a la Iglesia» (DV) .
«Sólo con la lógica de la Santa Cruz, donde el dolor se convierte en medicina y la muerte se torna en Vida nueva, podemos vislumbrar la explicación y el sentido profundo a lo que permanece inexplicable para la mirada humana» (Beato Álvaro, CP, 29-IX-1978).
Refiriéndose a algunos que propalaban falsedades, con la intención de perjudicar a la Obra de Dios, el Bato Álvaro escribía: «Rezad por ellos, renovad vuestros actos de desagravio al Señor por las ofensas que cometen, y no perdamos ni por un momento la paz. Comportémonos así a diario, con el fin de ahogar el mal en abundancia de bien, difundiendo la verdad sin cansancios» (Beato Álvaro, SB).
Petición

Te pido, Dios mío, aquella fortaleza y paz que el Beato Álvaro –con la ayuda de tu gracia– manifestó siempre ante las persecuciones, campañas calumniosas e insidias mal intencionadas, a causa de su fidelidad a la Iglesia y al Opus Dei, la porción del Pueblo de Dios confiada a sus cuidados.
Haz que cuando me cueste aceptar con paciencia las injusticias, las incomprensiones o las pruebas desconcertantes, sepa seguir el consejo que el Beato Álvaro daba a los que pasaban por esos momentos difíciles: «Las contradicciones las permite Dios, tanto para que nos purifiquemos como para que saboreemos el dulce peso de su Santa Cruz (...). Sembrad incansablemente la paz y el amor de Cristo en tantos corazones que están esperando una voz que los remueva» (JM, p. 575, nota 60).
Y que entienda «por qué aparecen llenos de paz los santos, aun en medio del dolor, de la deshonra, de la pobreza, de las persecuciones. La respuesta – como decía el Beato Álvaro –se dibuja bien clara: porque procuran identificarse con la Voluntad del Padre del Cielo, imitando a Cristo» (Beato Álvaro, CP, 1-V-1987).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

6º día. La paz que nace de la fidelidad

Meditación

« El hombre leal será muy bendecido (Prv 28, 20). Estas palabras de la Escritura manifiestan la virtud más característica del Obispo Álvaro del Portillo: la fidelidad. Fidelidad indiscutible, sobre todo, a Dios en el cumplimiento pronto y generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada circunstancia de la vida» (DV).
«Fue un hijo fidelísimo del Papa, con una adhesión indiscutida a su persona y a su magisterio» (DV).
«Estoy persuadido de que don Álvaro ha servido constantemente a la Iglesia, precisamente porque secundó al Fundador del Opus Dei como un hijo fidelísimo. Esta expresión, que se lee en la oración para la devoción privada, me parece que constituye el retrato más sintético y preciso de su figura» (Mons. Javier Echevarría, JM, p. 694).
Petición

Señor, concédeme la gracia de imitar al Beato Álvaro que, desde el momento en que comprendió cuál era la Voluntad de Dios, lo que Dios le pedía, respondió "sí" y fue fiel hasta la muerte.
Ayúdame a imitarle en la virtud de la fidelidad, que tanto amó y practicó, con alegría y generosidad, inspirándose en la fidelidad de San Josemaría; virtud del Fundador que el Beato Álvaro explicaba así: «su fidelidad no era un peso, sino una dicha renovada cada día, con ansias de corresponder con amor al Amor» (Beato Álvaro, CP, 1-III-1987).
Haz, Señor, que mi vida seaun "sí" generoso y sereno – si fuera preciso, heroico – a todo lo que me pidas: un "sí" a Ti, un "sí" a mi vocación cristiana, un "sí" a los deberes familiares, a los compromisos asumidos – especialmente a los que he asumido formalmente ante Ti –, a los propósitos espirituales, a la palabra dada...
Te pido, por fin, la gracia de enfrentar serenamente la muerte, con la esperanza de oír en aquella hora las palabras de Jesús: Muy bien, siervo bueno y fiel, entra en la alegría de tu Señor (Mt 25, 21).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

7º día. Paz, paciencia y mansedumbre

Meditación

«Nadie recuerda un gesto poco amable de su parte, el menor movimiento de impaciencia ante las contrariedades, una palabra de crítica o de protesta por alguna dificultad» (DV) .
«Don Álvaro representa para mí una ayuda preciosa: me resuelve todas las dificultades y, si en alguna ocasión no acierto a explicarle todo aquello que me sucede, él lo adivina y me comprende» (Vladimir Vince, 1946, JM, p. 281).
«Era verdaderamente un padre, como le llaman en el Opus Dei. Te entraban ganas de confesarte, más que de hacerle preguntas» (escritor Vittorio Messori, JM, p. 685).
«Tened paciencia [con los demás], como el Señor la tiene con cada uno de nosotros. Acogedles siempre con afecto: que puedan acudir a vosotros para recuperar el entusiasmo, después de una derrota, porque se sienten comprendidos, estimulados, ¡queridos! ...» (Beato Álvaro, CP, 2-X-1986).
Petición

Dame, Señor, la afabilidad, la comprensión y la paciencia que el Beato Álvaro practicaba habitualmente, y que tanto atraía a todos los que le conocían, llenándoles el corazón de paz.
Concédeme la gracia de mantenerme sereno y de vencer el enfado, si alguien me da un disgusto, me contradice o me perjudica; y la gracia de ser paciente cuando asuntos en los que me he empeñado mucho tardan en salir o no discurren como yo quería.
Deseo evitar, con tu ayuda, las palabras bruscas, las reacciones impacientes y las protestas. Ayúdame a no hablar de nadie con dureza y a no quejarme ásperamente de nada.
Haz que sepa cultivar, como el Beato Álvaro, el arte de "saber esperar", que él aprendió tan bien de San Josemaría. Que, antes de hablar, corregir o hacer advertencias a los demás, deje pasar un tiempo razonable y sólo lo haga después de haber rezado y reflexionado con calma.
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

8º día. La paz del corazón que perdona

Meditación

«Había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una sonrisa y con cristiana comprensión» (DV) .
«En estos casi cuarenta años he visto a Mons. del Portillo arrostrar pruebas que hubieran derrumbado a cualquier otro: a menudo el Señor permitió que el Opus Dei fuese objeto de calumnias, de injustas sospechas y, a veces, de maniobras malvadas. Había aprendido de SanJosemaría a perdonar, a cubrir la injusticia con la caridad. Abrazaba la Cruz, perdonaba, callaba y continuaba sirviendo, trabajando» (Card. Giovanni Cheli, JM, p. 687).
Don Álvaro «pedía a las personas de la Obra [durante una dura campaña de calumnias en algunos países de Europa] que perdonaran y comprendieran; y trataba de consolarles, con buen humor, con un proverbio: "Las avispas no suelen ir a comerse los frutos peores". Esta misma actitud la manifestaba ante las dificultades e incomprensiones que yo sufría» (Mons. Gigsen, JM, p. 578).
Petición

Señor, concédeme la gracia de imitarte en la grandeza del perdón: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34). Que sepa comprender, disculpar, pasar por alto las palabras o actitudes indelicadas, injustas u ofensivas de los demás. Que, en esos momentos difíciles, siga el consejo de San Josemaría que el Beato Álvaro practicó de manera admirable: «Rezar, callar, trabajar, perdonar, sonreír».
Dios mío, líbrame del rencor: de pensar, hablar o actuar movido por el resentimiento. Y, si alguna vez me doy cuenta de que esos sentimientos enturbian mi corazón, llévame a hacer una buena Confesión, para alcanzar, en ese Sacramento de la misericordia, la paz del perdón de Dios.
Ayúdame a saborear la felicidad que el Beato Álvaro expresaba con estas palabras: «Hay pocas alegrías tan grandes como la de sentir, después de una Confesión bien hecha, lo mismo que sintió el hijo pródigo: ¡el abrazo de nuestro Padre Dios que nos perdona!» (Beato Álvaro, Homilía, 12-IV-1984).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

9º día. Transmitir paz a los demás

Meditación

Meditación «Una de las características fundamentales [de don Álvaro del Portillo] era la de tener paz y dar paz. Por lo tanto, era un verdadero ejemplo ver cómo ante cualquier contrariedad, cualquier noticia más o menos dolorosa, en circunstancias en las que normalmente uno reacciona con enojo, siempre reaccionaba con sentido sobrenatural, poniendo en las manos de Dios todo lo ocurrido» (Mons. Tomás Gutiérrez, citado en CR).
«Una de las cosas que más llamaban la atención en la personalidad y en la vida de Mons. del Portillo era su serenidad, su paz interior. Tenía paz y daba paz» (J. L. Soria, citado en CR).
«Si sois comprensivos, optimistas, constantes; si seguís sembrando paz y alegría a vuestro alrededor, estad seguros de que acabaréis venciendo las dificultades que se os presenten, y alzaréis bien alto a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas» (Beato Álvaro, CP, 2-X-1986).
Petición

Dios mío, haz que – a ejemplo del Beato Álvaro – desee para todos «la paz que viene de Dios, la que Cristo ha traído a la tierra, la paz que el mundo no puede dar. Una paz que es resultado de la unión con Dios en todos nuestros pensamientos, palabras y obras» (Beato Álvaro, CP, 1-X-1989).
Que nunca me olvide de que, como decía el Beato Álvaro, «la paz es uno de los frutos de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas. Tendremos paz y podremos difundirla a nuestro alrededor si tratamos al Paráclito, si queremos sinceramente cumplir todo lo que nos pide» ( Ibidem).
Señor, por intercesión de la Virgen Santísima, Reina de la Paz, haz que yo sea un portador de la paz de Cristo a los corazones de todos (cfr. Mt 5, 9). Que viva la unión con Dios de tal manera que se pueda decir de mí lo que se dice del Beato Álvaro: «No le faltaba nunca esa sonrisa franca, llena de cariño, que efectivamente comunicaba gozo y paz» (JM, p. 197).
Rezar la oración al Beato Álvaro

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

  Consagración de la familia a la Sagrada Familia

Ritos iniciales

Queridos hermanos: Para que nuestra consagración sea más agradable a la Sagrada Familia, Jesús, María y José, purifiquemos antes nuestra alma de pecados y faltas diciendo de todo corazón:
Todos: Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios que me has concedido. Te pido perdón de todas las faltas que he cometido; me pesa de todo corazón haberte ofendido y me propongo firmemente agradarte en todo en adelante, ayudado de tu divina gracia.

Acto de consagración

Dígnate protegerla, guardarla y establecer en ella tu santo temor, con la paz y concordia de la caridad cristiana, para que imitando el ejemplo divino de tu Familia, pueda alcanzar toda entera, sin faltar uno solo, la eterna bienaventuranza.

María, Madre de Jesús y Madre nuestra, con tu piadosa intercesión haz que sea aceptable a Jesús esta humilde ofrenda, y obtenednos su gracia y bendición.

Oh, san José, custodio santísimo de Jesús y de María, socórrenos con tus plegarias en todas las necesidades espirituales y temporales, a fin de que en unión con María y con vos, podamos bendecir eternamente a nuestro divino Redentor Jesús.
Amén.

Todos juntos recitan entonces un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Después el ministro recita la oración:
Oremos: Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo: concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

Invocaciones finales

Jesús, José y María, te doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía.

 Coronilla de la Misericordia

Es apropiado rezar la coronilla a "la hora de la gran misericordia", las tres de la tarde (cuando Jesús murió), recordando la Pasión.

Padrenuestro, Avemaría y Credo de los Apóstoles

Se usa un rosario común. En las cuentas grandes antes de cada decena:
Padre eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.

En las diez cuentas pequeñas de cada decena:
Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Doxología final después de las cinco decenas (tres veces):
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.

Salmos

  Salmo 2

Antífona: Su reinado es sempiterno; y todos los reyes le servirán y le acatarán (T.P. Aleluya).
  1   ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos meditaron cosas vanas?
  2   Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo.
  3   Rompamos, dijeron, sus ataduras, y sacudamos lejos de nosotros su yugo.
  4   El que habita en los cielos se reirá de ellos, se burlará de ellos el Señor.
  5   Entonces les hablará en su indignación, y les llenará de terror con su ira.
  6   Mas yo constituí mi rey sobre Sión, mi monte santo.
  7   Predicaré su decreto. A mí me ha dicho el Señor: Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.
  8   Pídeme, y te daré las naciones en herencia, y extenderé tus dominios hasta los confines de la tierra.
  9   Los regirás con vara de hierro, y como a vaso de alfarero los romperás.
  10   Ahora, pues, oh reyes!, entendedlo bien: dejaos instruir, los que juzgáis la tierra.
  11   Servid al Señor con temor, y ensalzadle con temblor santo.
  12   Abrazad la buena doctrina, no sea que al fin se enoje, y perezcáis fuera del camino, cuando, dentro de poco, se inflame su ira. Bienaventurados serán los que hayan puesto en él su confianza.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Su reinado es sempiterno; y todos los reyes le servirán y le acatarán (T.P. Aleluya).

V/. Señor, escucha nuestra oración.
R/. Y llegue a ti nuestro clamor.

Los sacerdotes añaden:
V/.
El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.

V/. Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios, que en tu amado Hijo, Rey universal, quisiste instaurarlo todo: concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio: que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R/. Amén.

  Salmo 50 (Miserere)

Ten piedad de mí, oh Dios, según tu misericordia: Y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad.

Lávame todavía más de mi iniquidad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mi maldad, y delante de mí tengo siempre mi pecado.

Contra ti solo he pecado; y he cometido la maldad delante de tus ojos a fin de que perdonándome, aparezcas justo en cuanto hables, y quedes victorioso en los juicios que de ti se forme.

Mira, pues, que fui concebido en iniquidad, y que mi madre me concibió en pecado. Y mira que tú amas la verdad: tú me revelaste los secretos y recónditos misterios de tu sabiduría.

Me rociarás, Señor, con el hisopo, y seré purificado: me lavarás, y quedaré más blanco que la nieve. Infundirás en mi oído palabras de gozo, y de alegría; con lo que se recrearán mis huesos quebrantados.

Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, y renueva en mis entrañas el espíritu de rectitud.

No me arrojes de tu presencia, y no retires de mí tu santo Espíritu. Restitúyeme la alegría de tu Salvador; y fortaléceme con un espíritu generoso.

Yo enseñaré tus caminos a los malos, y se convertirán a ti los impíos. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador mío, y ensalzará mi lengua tu justicia.

Oh Señor, tú abrirás mis labios; y publicará mi boca tus alabanzas. Que si tú quisieras sacrificios, ciertamente te los ofreciera; mas tú no te complaces sólo con holocaustos.

El espíritu compungido es el sacrificio más grato para Dios: no despreciarás, oh Dios mío, el corazón contrito y humillado. Señor, por tu buena voluntad sé benigno para con Sión, a fin de que estén firmes los muros de Jerusalén.

Entonces aceptarás el sacrificio de justicia, las ofrendas, y los holocaustos; entonces serán colocados sobre tu altar becerros para el sacrificio.

  Salmo 62 (Deus meus es tu)

Oh Dios, Tú eres mi Dios, al alba te busco, mi alma tiene sed de Ti, por Ti mi carne desfallece, en tierra desierta y seca, sin agua.

Por eso te contemplo en el Santuario, para ver tu poder y tu gloria.

Tu misericordia vale más que la vida, mis labios te alabarán.

Así te bendeciré toda la vida, a tu Nombre alzaré mis manos.

  Salmo 83 (Quam dilecta)

¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot!

Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo.

Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío!

Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre.

Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón.

Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.

De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión.

¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob!

Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa.

Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad.

Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección.

¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti!

  Salmo 84 (Complacuisti)

Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra, has hecho volver a los cautivos de Jacob;

Has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados.

Has retirado todo tu furor, has desistido del ardor de tu cólera.

¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación, cesa en tu irritación contra nosotros!

¿Vas a estar siempre airado con nosotros? ¿Prolongarás tu cólera de edad en edad?

¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije?

¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación!

Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, Yahveh habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen.

Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra.

Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;

La Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia.

El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará;

La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino.

  Salmo 85 (Inclina Domine)

Inclina tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre,

Guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios.

Tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día;

Recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.

Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan;

Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.

En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder;

Entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas.

Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre;

Pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú.

Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre.

Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre;

Pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol.

Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos.

Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad;

¡Vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva.

Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.

  Salmo 115 (Credidi)

¡Tengo fe, aún cuando digo: «Muy desdichado soy»!,

Yo que he dicho en mi consternación: «Todo hombre es mentiroso».

¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?

La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh.

Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo!

Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman.

¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava, tú has soltado mis cadenas!

Sacrificio te ofreceré de acción de gracias, e invocaré el nombre de Yahveh.

Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo,

En los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén.

  Salmo 129 (De profundis)

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de Ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor; espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor más que el centinela a la aurora.

Aguarda Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa, y Él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Cánticos de la Sagrada Escritura

  Cántico de Zacarías (Benedictus)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos Profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, Niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

  Cántico de Simeón (Nunc dimittis)

Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre...

Otras oraciones

 Letanía de los Santos

Señor, ten piedad
R/. Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad

Santa María, Madre de Dios,
R/. Ruega por nosotros
San Miguel,
Santos Ángeles de Dios,
San José,
San Juan Bautista,
Santos Pedro y Pablo,
San Andrés,
San Juan,
Santa María Magdalena,
San Esteban,
San Lorenzo,
San Ignacio de Antioquía,
San Lorenzo,
Santas Perpetua y Felicidad,
San Gregorio,
San Agustín,
San Atanasio,
San Basilio,
San Martín,
San Benito,
Santos Francisco y Domingo,
San Francisco Javier,
San Juan María Vianney,
Santo Tomás Moro,
San Pío X,
San Nicolás,
San Josemaría,
Santa Teresa de Ávila,
Santa Catalina de Siena,
Santos y santas de Dios,

De todo mal,
R/. Líbranos, Señor
De todo pecado,
De la muerte eterna,
Por tu encarnación,
Por tu muerte y resurrección,
Por el envío del Espíritu Santo,

Nosotros, que somos pecadores,
R/. Te rogamos, óyenos
Jesús, Hijo de Dios vivo,
R/. Te rogamos, óyenos

Cristo, óyenos,
R/. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos,
R/. Cristo, escúchanos.

  Oración por la paz

Oh Dios, que con amor paternal gobiernas el mundo, te rogamos que todos los hombres, a quienes diste un mismo origen, constituyan una sola familia en paz, y vivan siempre unidos por el amor fraterno. Amén.

  Oración por el Papa

Oremos por el Soberano Pontífice N.
El Señor lo conserve y lo llene de vida, le haga bienaventurado en la tierra, y no le deje caer en manos de sus enemigos.

  Oración por el Obispo

Permanezca y se alimente, Señor, en tu fortaleza, y en la excelencia de tu nombre. Amén.

  Oración por la Iglesia

Oh Dios, refugio y fortaleza nuestra, vuélvete propicio al pueblo que clama a Ti. Y por la intercesión de la gloriosa e Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, la de su Esposo, San José, la de tus santos Apóstoles Pedro y Pablo y la de todos los Santos, escucha benigno y misericordioso las oraciones que te presentamos por la conversión de los pecadores y por la libertad y la exaltación de la Santa Madre Iglesia. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

  Oración por la unidad de la Iglesia

Dios omnipotente y misericordioso, que por tu Hijo quisiste reunir en un solo pueblo a la diversidad de las gentes. Para que se glorifique el nombre cristiano, concede benignamente que desaparezca cualquier división, que todos estén unidos en la verdad y en la caridad, y que todos los hombres, iluminados con la luz de la verdadera fe, se reúnan en la fraternal comunión de la única Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

  Oración por la unidad de los cristianos

Dios todopoderoso y eterno, Tú que reúnes a los que están dispersos y velas sobre todos los que has reunido, dirige tu mirada bondadosa sobre las ovejas del rebaño de tu Hijo, para que todos los que un mismo bautismo ha consagrado, permanezcan unidos ahora en la totalidad de la fe y en la unión de la caridad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

  Oración de Pío XII por los sacerdotes

Oh Jesús, Pontífice eterno, Pastor bueno, Fuente de vida, que, por singular magnificencia de tu dulcísimo Corazón, nos diste a nuestros sacerdotes para que cumplieran en nosotros aquellos designios de santificación que tu gracia inspira a nuestros corazones, te suplicamos les ayudes con tu misericordioso auxilio.

Que la fe, oh Jesús, vivifique en ellos sus obras; que la esperanza sea indestructible en sus pruebas, que la caridad sea ardiente en sus propósitos. Tu palabra, rayo de la Eterna Sabiduría, sea, por la continua meditación, el aliento perenne de su vida interior; que los ejemplos de tu Vida y de tu Pasión se renueven en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, para luz y aliento en nuestros dolores.

Haz, oh Señor, que nuestros sacerdotes, desprendidos de todo interés mundano y únicamente celosos por tu gloria, permanezcan fieles a su deber, con pura conciencia, hasta el último aliento. Y cuando, por la muerte del cuerpo, pongan en tus manos la bien cumplida tarea, hallen en Ti, Señor Jesús, que fuiste su Maestro en la tierra, el premio eterno de la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.

  Oración para pedir vocaciones

Señor, Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles “la mies es mucha, pero los operarios son pocos”, haz que nosotros, inflamados en tu amor y movidos por el celo de la divina gloria, pidamos humildemente al Señor de la mies que envíe operarios a su mies. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Te rogamos, Señor, envíes obreros a tu mies, para que guarden sin cesar los mandamientos de tu Hijo Unigénito, y se renueve su sacrificio en todas partes. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

  Oración al santo Ángel de la guarda

Mi buen Ángel de la Guarda, que ves continuamente el rostro de nuestro Padre que está en el cielo, Dios me ha confiado a ti desde el inicio de mi vida. Te agradezco de todo corazón tu amoroso cuidado. A ti me entrego y te prometo mi amor y fidelidad.

Te pido: protégeme contra mi propia debilidad y contra los ataques de los espíritus malignos; ilumina mi espíritu y mi corazón para que conozca y cumpla siempre la voluntad de Dios y guíame a la unión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

  Oraciones de la Beata Madre Teresa de Calcuta

Líbrame, Jesús mío,
del deseo de ser amada,
del deseo de ser alabada,
del deseo de ser honrada,
del deseo de ser venerada,
del deseo de ser preferida,
del deseo de ser consultada,
del deseo de ser aprobada,
del deseo de ser popular,
del temor de ser humillada,
del temor de ser despreciada,
del temor de sufrir rechazos,
del temor de ser calumniada,
del temor de ser olvidada,
del temor de ser ofendida,
del temor de ser ridiculizada,
del temor de ser acusada.
Ayúdame, Señor, a
tomarme tiempo para pensar,
tomarme tiempo para rezar,
tomarme tiempo para reír,
tomarme tiempo para jugar,
tomarme tiempo para amar y ser amado,
tomarme tiempo para dar,
tomarme tiempo para leer,
tomarme tiempo para ser amable,
tomarme tiempo para trabajar.

  Oración de Santo Tomás Moro

Dame, Señor, salud del cuerpo y, con ella, el sentido común necesario para conservarla lo mejor posible.

Dame un alma santa, Señor, que mantenga ante mis ojos todo lo que es bueno y puro, para que a la vista del pecado no se turbe, sino que sepa encontrar los medios para poner orden en todas las cosas.

Dame un alma ajena a la tristeza, que no conozca refunfuños ni suspiros ni lamentos. Y no permitas que esta cosa que se llama “yo”, y que siempre tiende a dilatarse, me preocupe demasiado.

Dame, Señor, sentido del humor. Dame la gracia de comprender una broma, para lograr un poco de felicidad en esta vida y saber regalarla a los demás. Así sea.

  Oración a San Juan María Vianney

Patrono de los párrocos

Dios omnipotente y misericordioso, que llenaste a San Juan María Vianney de empeño pastoral, admirable sujeción a la oración y amor a la penitencia, te pedimos que, por su ejemplo e intercesión, ganemos almas para Cristo, y podamos conseguir con Él la gloria eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

  Oración de la Sangre de Cristo

Señor Jesús, en tu nombre y con el Poder de tu Sangre Preciosa sellamos toda persona, hechos o acontecimientos a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos toda potestad destructora en el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego, debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas de la naturaleza, en los abismos del infierno, y en el mundo en el cual nos movemos hoy.

Con el Poder de la Sangre de Jesús rompemos toda interferencia y acción del maligno. Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares y lugares de trabajo a la Santísima Virgen acompañada de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y toda su corte de Santos Ángeles.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestra casa, todos los que la habitan (nombrar a cada una de ellas), las personas que el Señor enviará a ella, así como los alimentos y los bienes que Él generosamente nos envía para nuestro sustento.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos, y en fe colocamos un círculo de Su Sangre alrededor de toda nuestra familia.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos los lugares en donde vamos a estar este día, y las personas, empresas o instituciones con quienes vamos a tratar (nombrar a cada una de ellas).

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestro trabajo material y espiritual, los negocios de toda nuestra familia, y los vehículos, las carreteras, los aires, las vías y cualquier medio de transporte que habremos de utilizar.

Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos, las mentes y los corazones de todos los habitantes y dirigentes de nuestra Patria a fin de que Tu Paz y Tu Corazón al fin reinen en ella. Te agradecemos Señor por Tu Sangre y por Tu Vida, ya que gracias a Ellas hemos sido salvados y somos preservados de todo lo malo.

Amén.

  Oración de San Josemaría para pedir la Santa Pureza

Jesús, que mi pobre corazón sea huerto sellado; que mi pobre corazón sea un paraíso, donde vivas Tú; que el Ángel de mi Guarda lo custodie, con espada de fuego, con la que purifique todos los afectos antes de que entren en mí: Jesús, con el divino sello de tu Cruz, sella mi pobre corazón.

  Yo en la cama, Tú en la Cruz

Oración para las personas enfermas.

¡Jesús, Jesús! yo en la cama y Tú en la cruz.
Yo en la cama, acostado; Tú en la cruz, clavado.
Yo, la cabeza en blanda almohada; Tú, la tuya, de espinas coronada.
Yo, quejándome; Tú, animándome.
Yo, sin pensar que mis dolores unidos a los tuyos, tienen un valor infinito; Tú, anhelando sufrir más para pagar nuestros pecados.
Jesús, Jesús, yo en la cama y Tú en la cruz.
Jesús, creo en Ti. Jesús, espero en Ti. Jesús, voy a Ti.

  Tarde te amé

(San Agustín, Conf X, 27)

¡Tarde te amé, Dios mío, hermosura tan antigua y tan nueva; tarde te amé! Tú estabas dentro de mi alma y yo había salido fuera de mí, y allí fuera te buscaba; y perdiendo la hermosura de mi alma, me lanzaba sobre las hermosas criaturas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me tenían atado, lejos de Ti, esas cosas que, si no estuvieran sostenidas por Ti, no existirían. Pero Tú me llamaste, me gritaste, rompiste mi sordera. Brilló tanto vuestra luz, fue tan grande vuestro resplandor, que echaste de mis ojos la ceguera. Exhalaste tu espíritu, llegó hasta mí vuestra fragancia, y te anhelé. Te gusté y te comí y te bebí. En fin, Señor, me tocaste y me abrasé en tu paz.