«    Devociones eucarísticas    » 

Oraciones
Adoración a la Santísima Eucaristía
Adoro Te devote
Bendición con el Santísimo
Antífonas Marianas para la Bendición
De San Alfonso Mª de Ligorio
Letanías del Santísimo Sacramento
O sacrum convivium
O salutáris Hóstia
Ofrenda al Amor misericordioso
Pange lingua
Quince minutos con Jesús Sacramentado
Visita al Santísimo
Himnos
Adoro Te devote (II)
Alimento del pueblo peregrino
Altar de Dios
Cristo, luz de los pueblos
De rodillas, Señor
Esta es mi sangre
Jesús, amor de las almas
Ven Jesús mi Salvador
Poesías
Al Santísimo Sacramento
Al Santísimo Sacramento
Alégrate, alma mía
Amad
Amor de Dios en la Eucaristía
Corpus Christi
Dios malgastado
En la cena del cordero
Eucaristía
La quemadura
Manjar de los fuertes
Nadie ni nada
Oda al Santísimo Sacramento
Oveja perdida, ven
Redondamente
Qué bien se está contigo
Temores en el favor
Villancico

Oraciones

  Adoración a la Santísima Eucaristía

A ti, Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, presente aquí en la Santa Eucaristía, humildemente arrodillado, te adoro, unido espiritualmente a los fieles de la tierra y a los Santos del cielo; y, agradecido en mi interior por tantos beneficios, a Ti, Jesús, infinitamente perfecto e infinitamente amable, te amo de todo corazón.

Concédeme la gracia de que de ningún modo te ofenda, y que, recreado con tu presencia eucarística aquí en la tierra, por la intercesión de María, merezca llegar a tu eterna y bienaventurada presencia en los cielos. Amén

  Adoro Te devote

Himno de Santo Tomás de Aquino

Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto,
pero basta con el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios;
nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
En la cruz se escondía sólo la divinidad,
pero aquí también se esconde la humanidad;
creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios;
haz que yo crea más y más en ti,
que en ti espere, que te ame.
¡Oh memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que da la vida al hombre;
concédele a mi alma que de ti viva,
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, bondadoso pelícano
límpiame, a mí, inmundo, con tu sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo escondido,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro ya no oculto,
sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

  Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento

La Exposición y Bendición con el Santísimo se puede desarrollar de varias formas. Incluimos algunos himnos, lecturas y oraciones apropiados para cantar y recitar durante esta ceremonia.

Exposición.

Himno Pange lingua

Pange, língua, gloriósi
Córporis mystérium.
Sanguinísque pretiósi,
quem in mundi prétium,
fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium.

Lectura de la Palabra de Dios

1Co 11, 23-26

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en conmemoración mía”.
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi Sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía”.
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Se reza una estación.

Himno Tantum ergo

Tantum ergo Sacraméntum
venerémur cérnui;
et antíquum documéntum
novo cedat rítui;
praestet fides supplementum
sénsuum deféctui.

Genitóri, Genitóque
laus et iubilátio;
salus, honor, virtus quoque
sit et benedíctio;
procedénti ab utróque
compar sit laudátio. Amen.

Les diste pan del cielo (T.P. Aleluya).
Que contiene en sí todo deleite (T.P. Aleluya).

Oración: Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Bendición.

Alabanzas de desagravio  

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Amen.

Se reserva el Santísimo.

Himno Laudate Dominum

Laudáte Dóminum omnes gentes,
laudáte eum, omnes pópuli.
Quóniam confirmáta est super nos misericórdia eius;
et véritas Dómini manet in aetérnum.

Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto;
sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in saecula saeculórum. Amen.

  Antífonas Marianas después de la Bendición con el Santísimo Sacramento

Cualquier tiempo

Dios te salve, Reina y Madre (, Madre) de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen Maria!

Al terminar, se reza o canta:

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas (y gracias) de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, con la ayuda del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de María, la Virgen Madre, para ser digna morada de tu Hijo: al recordarla con alegría, líbranos, por su intercesión, de los males presentes y de la muerte eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Que el divino auxilio permanezca siempre con nosotros.
Amén.

Adviento

Santa Madre del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar
socorre al pueblo que cae
y procura levantarse.

Tú, que engendraste
a tu santo Creador,
ante la admiración de la naturaleza,
Virgen antes y después
del saludo de Gabriel,
ten piedad de los pecadores.

Al terminar, se reza o canta:

El Ángel del Señor anunció a María.
Y concibió por obra (y gracia) del Espíritu Santo.

Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz, seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Que el divino auxilio permanezca siempre con nosotros.
Amén.

Navidad

Santa Madre del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar
socorre al pueblo que cae
y procura levantarse.

Tú, que engendraste
a tu santo Creador,
ante la admiración de la naturaleza,
Virgen antes y después
del saludo de Gabriel,
ten piedad de los pecadores.

Al terminar, se reza o canta:
Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido inviolada.
Madre de Dios, intercede por nosotros.
Oremos: Oh Dios, que enviaste a tu Hijo, palabra de salvación y pan de vida, desde el cielo al seno de la santa Virgen, concédenos recibir a Cristo como Ella, conservando sus palabras en el corazón y celebrando con fe sus misterios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
Amén.

Cuaresma

Salve, Reina de los cielos,
salve, Señora de los Ángeles,
salve, raíz, salve, puerta,
de quien nació la Luz al mundo.

Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve a Ti, la más hermosa,
ruega a Cristo por nosotros.

Al terminar, se reza o canta:

Permíteme que te alabe, Virgen sagrada.
Dame fuerzas contra tus enemigos.

Oremos: Dios de misericordia, fortalece nuestra débil condición y, al recordar en este día a la Madre de tu Hijo, concédenos por su intercesión vernos libres de todas nuestras culpas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
Amén.

Pascua

Alégrate, Reina del cielo; aleluya,
Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

Ha resucitado, según predijo; aleluya,
Ruega a Dios por nosotros; aleluya.

Al terminar, se reza o canta:

Gózate y alégrate, Virgen María, ¡Aleluya!
Porque ha resucitado Dios verdaderamente, ¡Aleluya!

Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

El auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
Amén.

  Oración de San Alfonso M.ª de Ligorio

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor; esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el Sacramento del altar. Te adoro desde mi poquedad y te doy gracias por todas las gracias que me has concedido, y especialmente por haberte dado Tú mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en este oratorio.

Adoro tu Santísimo Corazón por tres motivos: en acción de gracias por este insigne beneficio; para resarcirte de todas las injurias que sufres en este sacramento; y, finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la tierra donde se te trate con menos culto y más abandono.

Me pesa el haber ofendido tantas veces a tu divina bondad en mi vida pasada. Propongo, con tu gracia, no ofenderte más en adelante, y por miserable que sea, me consagro enteramente a Ti, renuncio a mi voluntad y te la entrego por completo, con mis afectos, deseos y todas mis cosas.

De hoy en adelante haz de mí, Señor, todo lo que te agrade. Yo solamente quiero y te pido tu santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de tu santa voluntad.

Te encomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima. Te pido también por todos los pecadores.

Finalmente, amadísimo Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos a los de tu corazón amorosísimo, y así unidos, los ofrezco a tu eterno Padre y le suplico, en nombre tuyo, que, por tu amor, los acepte y escuche. Amén.

  Letanías del Santísimo Sacramento

I.
Opción A

Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. R/. Cristo, ten pedad
Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad;
Cristo, óyenos. R/. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. R/. Cristo, escúchanos.

O bien opción B

Dios, Padre celestial, R/..
Dios Hijo, Redentor del mundo,.
Dios Espíritu Santo,.
Santísima Trinidad, un solo Dios,.

II

Pan vivo, que bajaste del cielo, R/. ten piedad de nosotros.
Dios escondido, y Salvador,
Trigo de los elegidos,
Hostia santa,
Hostia viva,
Hostia que agradas a Dios,
Comida de Ángeles,
Maná escondido,
Ofrenda limpia,
Sacrificio perpetuo,
Cordero sin mancha,
Mesa purísima,
Comida y banquete,
Cáliz de bendición,
Oferente y oblación,
Misterio de fe,
Sacramento de piedad,
Vínculo de caridad,
Memoria de las maravillas de Dios,
Pan de cada día,
Sacrificio incruento,
Sacrosanto y augustísimo misterio,
Remedio divino de la inmortalidad,
Instumento poderosísimo de las gracias,
Sacramento excelso y venerable,
Sacrificio santísimo de todos,
Verbo hecho carne, que habitas entre nosotros,
Antídoto celestial, que nos preserva del pecado,
Conmemoración santísima de la Pasión del Señor,
Milagro que asombra sobre todas las cosas,
Don que trasciende toda plenitud,
Memorial del amor divino,
Tesoro infinito de las riquezas de Dios,
Asombroso y vivífico Sacramento,
Descanso de las almas santas,
Dulcísimo convite que sirven los Ángeles,
Sacrificio propiciatorio por vivos y muertos,
Viático de los que mueren en el Señor,
Prenda de la futura gloria,

III

Sé propicio, R/. líbranos, Señor.
De la indigna comunión de tu Cuerpo y Sangre,
De la concupiscencia de la carne,
De la concupiscencia de los ojos,
De la soberbia de la vida,
De toda ocasión de pecado,

IV

Por tu ardiente deseo por el que quisiste comer esta Pascua con tus discípulos, R/. líbranos, Señor.
Por la profunda humildad con que lavaste los pies a tus discípulos,
Por la ardentísima caridad con que instituiste este Divino Sacramento,
Por tu preciosa Sangre que nos dejaste en el altar,
Por las cinco Llagas de su sacratísimo Cuerpo que recibiste por nosotros,

V

Pobres pecadores, R/. te rogamos, escúchanos, Señor
Para que te dignes aumentar y conservar en nosotros la fe, la reverencia y la devoción a este admirable Sacramento,
Para que te dignes conducirnos al frecuente uso de la Eucaristía mediante la verdadera confesión de los pecados,
Para que te dignes librarnos de toda herejía, perfidia y ceguera de corazón,
Para que tengas a bien concedernos los preciosos y celestiales frutos de este Santísimo Sacramento,
Para que a la hora de nuestra muerte te dignes confortarnos y fortalecernos con este Viático celestial,
Jesús, Hijo de Dios,.

VI.
Opción A

Cristo, óyenos. R/. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. R/. Cristo, escúchanos.

O bien opción B

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, R/. perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, R/. escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, R/. ten piedad de nosotros.

Oremos. Oh, Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.

  O salutáris Hóstia

Oh saludable Hostia, que abres la puerta del cielo: en los ataques del enemigo danos fuerza, concédenos tu auxilio.

Al Señor Uno y Trino se atribuye eterna gloria: y Él vida sin término nos otorgue en la Patria. Amén.

  O sacrum convivium

Oh sagrado banquete en el que se recibe a Cristo: se recuerda la memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura.

¡Oh qué suave es, Señor, tu espíritu!, que para demostrar tu dulzura a tus hijos, dando el suavísimo pan del cielo, a los hambrientos llenas de bienes, y a los soberbios satisfechos dejas vacíos.

  Ofrenda al Amor Misericordioso

Actos de ofrenda al Amor Misericordioso. El primero es la que enseñó el Ángel a los Pastorcillos de Fátima.

Dios mío yo creo, adoro, espero y os amo, os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pecadores.

Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo, en Él, por Él y con Él, a todas sus intenciones, y en nombre de todas las criaturas.

Padre Santo, por medio del Corazón Doloroso de María, os ofrezco mi alma en el altar, junto con la de vuestro Hijo muy amado, pidiéndoos que, junto a la mía, veáis a todas las almas que habitan la tierra, y que, por el sacrificio de vuestro Hijo, tengáis compasión de los hombres.

¡Misericordia, oh Padre! ¡No se agote vuestra paciencia y, por el amor de las almas que os aman, sostened vuestra ira!

  Pange Lingua

Canta, lengua,
el misterio del cuerpo glorioso
y de la sangre preciosa
que el Rey de las naciones,
fruto de un vientre generoso,
derramó como rescate del mundo.

Nos fue dado, nos nació
de una Virgen sin mancilla;
y después de pasar su vida en el mundo,
una vez esparcida la semilla de su palabra,
terminó el tiempo de su destierro
dando una admirable disposición.

En la noche de la última cena,
recostado a la mesa con los hermanos,
después de observar plenamente
la ley sobre la comida legal,
se da con sus propias manos
como alimento para los Doce.

El Verbo hecho carne
convierte con su palabra
el pan verdadero con su carne,
y el vino puro se convierte
en la sangre de Cristo.
Y aunque fallan los sentidos,
basta la sola fe para confirmar
al corazón recto en esa verdad.

Veneremos, pues, inclinados
tan gran Sacramento;
y la antigua figura
ceda el puesto al nuevo rito;
la fe supla
la incapacidad de los sentidos.

Al Padre y al Hijo
sean dadas alabanza y júbilo,
salud, honor, poder y bendición;
una gloria igual sea dada
al que de uno y de otro procede. Amén.

Les diste pan del cielo (T.P. Aleluya).
Que contiene en sí todo deleite (T.P. Aleluya).

Oración: Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

  Quince minutos con Jesús Sacramentado

No es preciso, hijo mío, saber mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.

¿Necesitas hacerme a favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras volver a ver a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme si quieres como una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia.

Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente...; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad...; y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡si supieras los deseos que tengo de favorecerte!

¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos? ¿Y por mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho y que viven quizás olvidados de Mí?

Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase en algo a tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada tus tristezas con todos sus pormenores, ¿quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo para tu santificación.

¿Y no tienes tal vez, alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo?

Cuéntame, lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho sonreír a tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibidos faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de un lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: "¿gracias, Padre mío, gracias!"? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tampoco tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más con aquella persona que turbó la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte fallado has mirado hasta hoy como enemiga?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio...; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, a la virgen santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Himnos

  Adoro Te devote

Versión rimada

Adórote, mi Dios, devotamente
oculto en este cándido accidente
a Ti mi corazón está rendido
de contemplar tu amor desfallecido.

La vista, el tacto, el gusto se equivocan;
el oído el ascenso fiel provoca
creo firme y constante cuanto dijo
la verdad infalible de Dios Hijo.

En la Cruz la deidad sola se oculta
aquí aun la humanidad amor sepulta
una y otra creyendo y confesando
pido lo que el ladrón pidió penando.

Como Tomás, tus llagas no percibo
mas por Dios te confieso, eterno y vivo,
haz que a Ti crea siempre más constante
en Ti espere y te sea fino amante.

Oh, excelso memorial de tu tormento,
pan vivo que a los hombres das aliento,
concede que mi alma de Ti viva
y tu dulce sabor siempre perciba.

Con tu sangre, Pelícano sagrado,
lávame de las manchas del pecado
pues una sola gota es suficiente
para salvar al mundo delincuente.

Oh, Jesús, que con velo ahora te miro,
hágase lo que tanto yo suspiro
para que sea, al verte claramente
en la gloria, dichoso eternamente. Amén

  Alimento del pueblo peregrino

(Himno del Congreso Eucarístico Nacional de Santiago de Compostela 1999)

Alcemos hasta el sol de la Custodia
los latidos finales de un Milenio,
que anhelan claridad,
y en ágape común de Eucaristía,
enlace a las naciones el abrazo
de la fraternidad.
¡Cristo, luz de los pueblos,
irradia sobre el mundo tu verdad!

En la fuente perenne del Sagrario
mana la fe misterios
del racimo y la espiga;
por bíblicas veredas del Evangelio,
peregrinos sedientos
vamos hacia la vida.
¡Cristo, luz de los pueblos,
irradia sobre el mundo tu verdad!

Si el bautismo nos conforma con Cristo
para extender el reino
del Amor entre hermanos,
sentemos a la Mesa de la Vida,
compartiendo alimento,
pobres y marginados.
¡Cristo, luz de los pueblos,
irradia sobre el mundo tu verdad!

El Espíritu Santo es el que alienta
la fe que nos congrega
y el amor que nos une;
testigos así somos del Evangelio,
que libera y que salva
a los hombres que sufren.
¡Cristo, luz de los pueblos,
irradia sobre el mundo tu verdad!

  Altar de Dios

(Himno de la Liturgia de las Horas)

Altar de Dios: el centro de la vida
con el Señor en medio de su pueblo,
mesa del pan que a todos nos convida
a reunirnos en un mundo nuevo.

Altar de Dios: la fuente de aguas vivas
para saciar la sed del universo:
Que todos sean uno en Jesucristo,
la oración del Señor, su testamento.

Pueblo de Dios, escucha su palabra,
que está el Señor presente entre los hombres;
pueblo de Dios, camino de la patria,
convoca a la unidad a las naciones.

Venid a la asamblea, de Dios es la llamada,
que nadie quede fuera, de todos es la casa.
Miembros de Cristo fieles, y de su amor testigos,
pueblo de Dios, de paz sediento y peregrino.

Pueblo de Dios, escucha su palabra,
que está el Señor presente entre los hombres;
pueblo de Dios, camino de la patria,
convoca a la unidad a las naciones.

  Cristo, luz de los pueblos

(Himno del Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla 1993)

El reino de la vida,
aclamemos el triunfo del Señor,
celebremos ya todos reunidos
el banquete del Pan y del Amor.
¡Cristo, luz de los pueblos, aleluya!
¡Cristo, luz de los pueblos, pascua y liberación!

Por todos los caminos de la tierra, llegamos a ti.
Cargados de pesares y esperanzas, te buscamos a ti.
Tu mesa es nuestro mundo,
tu pan multiplicaste,
el vino nos alegra el corazón.
¡Cristo, luz de los pueblos, aleluya!
¡Cristo, luz de los pueblos, pascua y liberación!

Sembraste el evangelio en nuestros surcos
florece la verdad.
Madura contra el hombre
el fruto cierto de la fraternidad.
Tu amor y tu justicia rompen toda frontera,
la paz es el fin de la tribulación.
¡Cristo, luz de los pueblos, aleluya!
¡Cristo, luz de los pueblos, pascua y liberación!

Haremos de esta tierra ya tu casa,
la nueva humanidad.
Unidos los hermanos brindaremos
con tu vino y con tu pan.
Revestidos de gozo cantaremos
la vida que nos ganaste en tu resurrección.
¡Cristo, luz de los pueblos, aleluya!
¡Cristo, luz de los pueblos, pascua y liberación!

  De rodillas, Señor, ante el sagrario

(José Mª Pemán. Himno del Congreso Eucarístico internacional de Barcelona 1952)

De rodillas, Señor, ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad,
venimos con las flores de un deseo,
para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.

Como ciervos sedientos que van hacia la fuente,
vamos hacia tu encuentro sabiendo que vendrás;
porque el que la busca es porque ya en la frente
lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.

Como estás, mi Señor, en la custodia
igual que la palmera que alegra el arenal,
queremos que en el centro de la vida,
reine sobre las cosas tu ardiente caridad.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas y en el mundo la paz.

  Esta es mi sangre

Esta es mi Sangre,
ofrenda de la tarde:
¡oh gran Misterio!
Este es mi Cuerpo:
cual víctima me entrego:
¡oh gran Misterio!
Te adoro, Carne,
Pan de hombres y de ángeles:
¡oh gran Misterio!
Hacedlo en mi memoria
hasta el tiempo sin horas:
¡oh gran Misterio!
Como víctima única,
mi Carne, Alianza fúlgida:
¡oh gran Misterio!
¿No prolongas tu muerte
por darnos vida siempre?
¡oh gran Misterio!
Si contigo en el Gólgota,
contigo en la victoria:
¡oh gran Misterio! Amén

  Jesús, amor de las almas

Jesús, amor de las almas,
compañero en las jornadas:
tan cercano y asequible
que en mí tienes tu morada.
Encarnado como Hombre,
tu divinidad ocultas,
y al hacerte Eucaristía,
por completo te despojas.
En tu presencia se rinden
todos los celestes coros,
y en la tierra no se aprecia
que te quedes con nosotros.
De tu costado nacida,
en la Iglesia sigues vivo:
con tu gracia y sacramentos
das la vida al redimido.
Jesucristo, León fuerte
y Cordero obediente;
en tu Corazón conforten
su valor las almas débiles.
Por el Padre coronado,
el Señor de tierra y cielo
nos envíe su Paráclito
que nos guíe al Reino eterno.
Amén.

  Ven Jesús mi Salvador

Ven, Jesús, mi Salvador
Divino Cordero;
Ven a mí, dulce Señor,
Oh mi Dios, mi amor!

Eres Padre tierno,
Eres buen Pastor;
Eres verbo eterno
Nuestro Redentor.

¡Oh de mi esperanza
Dulce galardón!
Te doy alabanza
Y mi corazón.

En Ti siempre espero,
Aumenta mi fe;
Con amor sincero
Te recibiré.

En esta apariencia,
Divino manjar,
Tu santa presencia
Quieres ocultar.

Oh Sabiduría,
Eterno Señor;
Ven en este día
A darme tu amor!

Jesús de mi vida;
Nunca más pecar;
Sólo a Ti rendida,
Mi alma quiere amar.


Poesías

  Al Santísimo Sacramento

(José de Zorrilla)

¡Gloria al Señor! ¡Hosanna en las alturas
al Dios que sobre el Gólgota sangriento
remidiendo al morir las criaturas
su cuerpo les dejó por alimento!

¡Gloria al Señor en cuya fe seguras
sus almas tornarán al firmamento,
donde se ofrece en celestial comida
germen de luz y manantial de vida!

Regocíjate tú, Granada bella,
ciudad hija del sol, huerto florido
que entre nieves estériles descuella;
taza de nardos, de palomas nido,

diamante puro que sin luz destella,
paraíso entre rocas escondido,
regocíjate tú y adora y canta
el misterio de la Hostia Sacrosanta.

Regocíjate, sí, con santo anhelo:
tus deliciosos cármenes despoja
de cuánta flor les dio prodigio el cielo
sus capullos balsámicos deshoja

y de fresco tapiz vistiendo el suelo
viérteles en Bib-Rambla hoja por hoja,
porque velado en Sacramento viene
quien cielo y tierra en su pulgar mantiene.

¡Hosanna! ¡Hosanna! Con eternas flores
cogidas de Salem en los jardines
ciñéndose la sien, dignos loores
le cantan los ardientes querubines.

Espléndido dosel de mil colores
con sus alas le dan los serafines
al Sumo Dios por quien el orbe alienta,
le da su trono y a sus pies se asienta.

Eterno Dios, cuya palabra sola
formó la creación, cuya mirada
serena el mar y el alba tornasola:
tiéndela piadoso hacia Granada.

Alcázar sea de la fe española,
y a sombra de tu trono cobijada,
guarde, Señor, tu religión segura,
si te olvida tal vez la edad futura.

  Al Santísimo Sacramento

(Pedro Calderón de la Barca)

El Espíritu Santo
y el Hijo ampárennos
y al Padre pídase
el pan por viático.

Manjar angélico
Hoy, Señor, dánoslo,
pan de quien símbolo
fueron los ácimos,
emblema físico
y enigma cándido.

¡Oh pan de ángeles,
tu gracia sálvenos!

A los que débiles
por estos ásperos
valles de lágrimas
peregrinaremos.
¡Oh pan de ángeles,
tu gracia sálvenos!

  Alégrate, alma mía

(Miguel de Cervantes)

Si en pan tan soberano,
se recibe al que mide cielo y tierra;
si el Verbo, la Verdad, la Luz, la Vida
en este pan se encierra;
si Aquel por cuya mano
se rige el cielo, es el que convida
con tan dulce comida
en tan alegre día.
¡Oh cosa maravillosa!
Convite y quien convida es una cosa,
alégrate, alma mía,
pues tienes en el suelo
tan blanco y tan lindo pan como en el cielo.

  Amad

(Bartolomé L. de Argens)

Deteneos, entendimiento,
que si no os pensáis fundar
en la fe de este manjar
os faltará el fundamento.

La fe sólo es la que sabe
cómo este manjar encierra
al que ni en toda la tierra
ni en todos los cielos cabe;

Y así, ni torres de viento
podréis sin ella fundar;
porque aun para comenzar
os faltará el fundamento.

Si logrado queréis ver
el amor de vuestra empresa,
no hagáis, llegado a la mesa,
sino callar y comer.

Callar, porque es sacramento,
y comer, porque es manjar;
pero amad; que para amar
no os faltará fundamento.

  Amor de Dios en la Eucaristía

(Diego de Murillo)

Costumbre es del amante, si se parte,
dejar al que ama, en prenda señalada,
la prenda más querida y preciada
que acuerde su presencia, aunque se aparte.

Hoy, Dios, de esta manera y con tal arte,
al ausentarse de su Esposa amada,
deja su cuerpo en forma consagrada,
en toda todo y todo en cualquier parte.

¡Oh milagro tan digno de este nombre,
que al más agudo entendimiento y grave
deja confuso, atónito, espantado!

Viendo que sólo por amor de hombre,
Dios, que en el cielo ni la tierra cabe,
así todo se encierra en un bocado.

  Corpus Christi

(Antonio y Carlos Murciano)

Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste,
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento.
"Así mi cuerpo os doy por alimento..."
¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste
diste tu carne al pan y te nos diste
Dios, en el trigo para sacramento.
Y te quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de vuelo siempre y sin cesar cautiva.
Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota de luna que ilumina y salva.
Y todo ocurrió así sencillamente.

Sencillamente, como el ave cuando
inaugura, de un vuelo, la mañana;
sencillamente como la fontana
canta en la roca, agua de luz manando;
sencillamente, como cuando ando,
como cuando Tú andabas la besana,
cuando calmabas sed samaritana,
cuando te nos morías perdonando.
Sencillamente. Hora de paz. ¡Qué leves
tus manos para el pan, para el amigo!
Cena de doce y Dios. Noche de Jueves.
Y era en Jerusalén la primavera.
Y era blanco milagro ya aquel trigo.
Sencillamente: "Este es mi cuerpo". Y era.

Que viene por la calle Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que sólo un soplo de aire le sostiene.
Otro milagro, ¿ves? El, que no tiene
ni tamaño ni límites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un arco de aire se contiene.
Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma ondulante;
las torres en tropel, campaneando.
Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
–poco de pan, copo de pan– pasando.

  Dios malgastado

(José Luis Martín Descalzo)

¿Cómo es posible, oh Dios, que cada día
yo levante tu Sangre entre mis manos
y que mis labios sigan siendo humanos
y que mi sangre siga siendo mía?

Treinta años sacerdote, y todavía
nada sé de tu amor, y he vuelto vanos
tus doce mil prodigios soberanos
y doce mil millones perdería.

¡No vengas más! ¡Refúgiate en tu cielo
o búscate otras manos más amigas!
¡Yo soy capaz de congelar tu fragua!
Me das amor, y te lo torno hielo.

Siembras tu Carne, y te produzco ortigas.
Viertes tu sangre, y la convierto en agua.

  En la cena del cordero

(Juan López de Úbeda)

En la cena del Cordero,
habiendo ya cenado,
acabada la figura,
comenzó lo figurado
por mostrar Dios a los suyos
cómo está de amor llagado,
todas las mercedes juntas
en una las ha cifrado:
pan y vino material
en sus manos ha tomado,
y en lugar de pan y vino,
cuerpo y sangre les ha dado.

¡Oh, qué infinita distancia
y qué amor tan extremado,
es manjar Dios, y convida
y el hombre es convidado!
Si un bocado nos dio muerte,
la Vida se da en bocado;
si el pecado dio el veneno,
la triaca Dios la ha dado;
y haga fiesta el cielo y la tierra,
y alégrese lo criado,
pues Dios, no cabiendo en ello,
en mi alma se ha encerrado.

  Eucaristía

(Miguel de Unamuno)

Amor de ti nos quema, blanco cuerpo;
amor que es hambre, amor de las entrañas;
hambre de la palabra creadora
que se hizo carne; fiero amor de vida
que no se sacia con abrazos, besos,
ni con enlace conyugal alguno.
Solo comerte nos apaga el ansia,
pan de inmortalidad, carne divina.

Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre,
¡oh Cordero de Dios!, manjar Te quiere;
quiere saber ardor de tus redaños,
comer tu corazón, y que su culpa
como maná celeste se derrita
sobre el ardor de nuestra seca lengua,
que no es gozar en Ti; es hacerte nuestro,
carne de nuestra carne, y tus dolores
pasar para vivir muerte de vida.

Y tus brazos abriendo como en muestra
de entregarte amoroso nos repites:
"¡Venid, comed, tomad: esto es mi cuerpo!"
¡Carne de Dios, verbo encarnado, encarna
nuestra divina hambre carnal de Ti!

  La quemadura

(José Luis Martín Descalzo)

En estos labios que vistió el pecado
con una oscura cortina enrojecida,
beso y mentira hicieron su guarida
y la falsa sonrisa su mercado.

¿Y Vos entráis en ella, descuidado,
en la boca del lobo? ¡Ved, mi vida,
que vais a ser, pues que perdí mi brida,
Dios en boca de un hombre desbocado!

¡Y si, al menos, locura hubiera sido
mi loco desbocarme! Pero lleno
de vacíos estoy, y he convertido

tu espuela, ¡oh Dios!, ¡tu roja espuela!, en frenos.
¡Mas arda en mi tu Pan, y habré vivido
loco de amor y desbocado al menos!

  Manjar de los fuertes

(Pedro Calderón de la Barca)

El género humano tiene
contra las fieras del mundo,
por las que horribles le cerquen,
su libertad afianzada,
como a sustentarse llegue
de aquel Pan y de aquel Vino
de quien hoy es sombra éste...

Nadie desconfíe,
nadie desespere.
Que con este Pan y este vino...
las llamas se apagan,
las fieras se vencen,
las penas se abrevian
y las culpas se absuelven.

  Nadie ni nada

(José Luis Martín Descalzo)

Nadie estuvo más solo que tus manos
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.

Nadie estuvo más muerto que tus manos
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el vino ensangrentado ardía
nadie estuvo más vivo que tus manos.

Nadie estuvo más ciego que mis ojos
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.

Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, porque te has ido.
Y Tú estabas latiendo entre mis manos.

  Oda al Santísimo Sacramento

(Federico García Lorca)

Exposición

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.
Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu padre con agujas de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.
Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.
Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco sin insomnio sin un pájaro negro.
Es sí, Dios andando, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta
por amor de la carne que no sabe tu nombre.
Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.
Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la culpa neutra gustaban tu racimo.
¡Oh forma sacratísima, vértice de las flores,
donde todos los ángulos toman sus luces fijas,
donde número y boca construyen un presente
cuerpo de luz humana con músculos de harina!
¡Oh, forma limitada para expresar concreta
muchedumbre de luces y clamor escuchado!
¡Oh nieve circundada por témpanos de música!
¡Oh llama crepitante sobre todas las venas!

Mundo

Noche de los tejados y la planta del pie,
silbaba por los ojos secos de las palomas,
alga y cristal en fuga ponen plata mojada,
los hombres del cemento de todas las ciudades.
La gillete descansa sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.
Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos, cabeza por el agua.
Para el asesinato del ruiseñor venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos,
viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.
Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuando una mariposa dejará los relojes.
Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.
Sólo tú Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.
Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.
Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y del minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de llama.
Mundo ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

  Oveja perdida, ven

(Luis de Góngora)

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros, que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.

Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida
donde me subió el amor;
si prenda quieres mayor,
mis obras hoy te la dan.

Pasto, al fin, hoy tuyo hecho,
¿cuál dará mayor asombro,
o al traerte yo al hombro
o el traerme tú en el pecho?
Prenda son de amor estrecho
que aun los más ciegos las ven.

  Redondamente

(José Luis Martín Descalzo)

A Pascua sabe el Pan, a Pascua viva,
un pan aún, apenas, masticado,
y vivo ya, y ya resucitado.
Aún bajo tierra y ya volando arriba.

No hay nada que la muerte no reviva
y nada que, al nacer, no esté enterrado:
el Pan ya está en la hoz, y en el bocado
latiendo está la espiga primitiva.

Y Dios es Pan, y simultáneamente
el Pan ya es muerte y ya la muerte es vuelo;
y el Pan, que es pan si lo miráis de frente
es más que pan si levantáis el velo.

Que carne y pan y muerte y tierra y cielo
juegan al corro en Dios, redondamente.

  Qué bien se está contigo

Este poema lo conservaba Don Álvaro del Portillo entre las páginas de su breviario. El texto pertenece el Padre Carmelita J. Caraud

¡Qué bien se está contigo, Señor, junto al Sagrario!
¡Qué bien se está contigo! ¿Por qué no vendré más?
Hace ya muchos años que vengo aquí a diario
Y aquí te encuentro siempre, Amor Solitario,
Solo, pobre, escondido, pensando en mí quizás.
Tú no me dices nada ni yo te digo nada;
Si Tú lo sabes todo, ¿qué voy a decirte?
Sabes todas mis penas, todas mis alegrías,
Sabes que vengo a verte con las manos vacías
Y que no tengo nada que te pueda servir.
Siempre que vengo a verte, siempre te encuentro solo.
¿Será, Señor, que nadie sabe que estás aquí?
No sé, pero sé, en cambio, que aunque nadie viniera,
Aunque nadie te amara ni te lo agradeciera,
Aquí estarías siempre esperándome a mí.
¿Por qué no vendré más? ¡Qué ciego estoy, qué ciego!
Si sé por experiencia que cuando a Ti me llego
Siempre vuelvo cambiado, siempre salgo mejor.
¿Adónde voy, Dios mío, cuando a mi Dios no vengo?
¡Si Tú me esperas siempre! Si a Ti siempre te tengo,
Si jamás me has cerrado las puertas de tu Amor.
¿Por qué no vendré mas si sé que aquí, a tu lado,
Puedo encontrar, Dios mío, lo que tanto he buscado
Mi luz, mi fortaleza, mi paz, mi único bien?
Si jamás he sufrido, si jamás he llorado,
Señor, sin que conmigo llorases Tú también!
¿Por qué no vendré más, Jesús?
¡Si Tú lo estás deseando, si yo lo necesito!
Si sé que no soy nada cuando no vengo aquí.
Si aquí me enseñarás la ciencia de los santos
Como aquí la buscaron y la aprendieron tantos,
Que fueron tus amigos y gozan ya de Ti.
¿Por qué no vendré más, si sé yo
Que Tú eres el modelo único y necesario
Que nada se hace duro mirándote a Ti aquí?
El Sagrario es la celda donde estás encerrado.
¡Qué pobre, qué obediente, qué manso, qué callado,
¡Qué solo, qué escondido... nadie se fija en Ti!
¿Por qué no vendré más ? ¡Oh, Bondad infinita!
Riqueza inestimable que nada necesita,
Y que te has humillado a mendigar mi amor.
Ábreme ya esa puerta, sea ésa ya mi vida,
Olvidado de todos, de todos escondida,
¡Qué bien se está contigo, qué bien se está, Señor!
Amén.

  Temores en el favor

(Lope de Vega)

Cuando en mis manos, Rey Eterno, os miro
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto,
y la piedad de vuestro pecho admiro.

Tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto;
que arrepentido de ofenderos tanto,
con ansías temo y con dolor suspiro.

Volved los ojos a mirarme humanos;
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos.

No sean tantas las miserias nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.

  Villancico al encerrar el Santísimo Sacramento

(José de Valdivieso)

Ya no verán más mis ojos
cosa que les dé placer
hasta volveros a ver.

Quien llenar pudo el deseo
del bien que en veros se encierra,
¿qué podrá ver en la tierra
que no le parezca feo?

En vos cuanto quiero veo,
y sin vos no hay qué querer
hasta volveros a ver.

Cuando mirándoos estoy,
estoy otro del que fui,
que sin veros no me vi
y mirándoos, veo quién soy,
pues no lo he menester
hasta volveros a ver.

Si os vais, divino manjar,
llevad mis ojos tras vos,
que ojos que vieron a Dios,
¿qué pueden sin Dios mirar?

Veros, Señor, es gozar.
y no veros padecer
hasta volveros a ver.