8 Jesucristo, ReyNo temas, María [...], sábete que has de concebir en tu seno y parirás un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús [...], al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David y reinará en la casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin. Lc 1, 31-33
Replicóle Pilato: ¿Con que tú eres Rey? Respondió Jesús: Así es como tú dices: yo soy Rey. Jn 28, 37; Lc 23, 3
Yo os preparo el reino como mi Padre me lo preparó a mi, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino. Lc 22, 29-30
3084 No es diverso de quien lo engendra, y tiene igual poder que El. No se confunde con el Padre ni forma con El un ser compuesto. Y porque es distinto del Padre en la generación, es también hermano tuyo éste que rige con su cetro al Universo y señorea con igual autoridad al Cielo, a la tierra y a los mares (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 2).
3085 ¿Qué felicidad más segura que la nuestra, siendo así que quien ora con nosotros es el que da lo que pide? Porque Cristo es hombre y Dios; como hombre, pide; como Dios, otorga (SAN AGUSTÍN, Sermón 217).
3086 El mismo Dios verdadero es también hombre verdadero, y en El, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.
[...] Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra [...]. La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente Hijo del hombre (SAN LEÓN MAGNO, Carta 28, 3-4).
3087 Cada vez que los actores imitan la conducta de otros, aunque reproduzcan a la perfección su modo de actuar y de comportarse, ellos no son los personajes representados. En realidad, sirviéndome de términos profanos, cuando un actor hace el papel de un sacerdote o de un rey, él no es ni sacerdote ni rey; terminada la representación teatral, cesa de existir también el personaje representado
Lejos de nosotros este impío e ignominioso insulto hacia Cristo [...]. La fe católica, en cambio, afirma que el Verbo de Dios se hizo hombre hasta el punto de asumir todo lo que pertenece a nuestra naturaleza, y no por vía de ficción o de apariencia, sino de una manera real y sustancial. Los actos humanos que llevaba a cabo eran actos suyos propios, y no imitación de actos de otro; su actuar era expresión de su ser. Como cuando nosotros hablamos, conocemos, vivimos, existimos, no imitamos a los hombres, sino que somos realmente tales (SAN V!CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 14).
3088 La fe católica enseña y exige que debemos reconocer en nuestro Salvador dos naturalezas: aunque cada una conserva sus propiedades, están unidas ambas en una tan perfecta unidad que nosotros, desde el momento en que el Verbo se hizo carne en el seno de la bienaventurada Virgen por amor al género humano, no podemos pensar en la divinidad sin lo que es hombre, ni tampoco en el hombre sin lo que es Dios (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 52).
3089 En la persona de Cristo hay una doble naturaleza: es Hijo de Dios e Hijo del hombre, pero un solo Señor. Porque si ha asumido la condición de siervo ha sido movido por su misericordia y de ningún modo forzado por la ley de la necesidad. Por virtud de su poder se ha hecho paciente, se ha hecho mortal y, para destruir el poder que detentaba el pecado y la muerte, la naturaleza humana, con su debilidad, se abrazó al sufrimiento sin que la naturaleza divina, con su fuerza, perdiese nada de su gloria (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 45 sobre la Cuaresma).
3090 Estaba sobre la Naturaleza. Tenia poder sobre ella. Esto es lo que hacia a los hombres maravillarse. Marineros experimentados pueden hacer uso de los vientos y de las olas para llegar a tierra. Más aún, incluso en medio de una tormenta saben cómo aprovecharse de ella, conocen lo que tienen que hacer, y están a la observación para sacar provecho de todo lo que ocurre. Pero Nuestro Señor no condescendió a hacer esto. No les instruyó de cómo manejar las velas, ni de cómo gobernar la embarcación, sino que se dirigió directamente a los vientos y a las olas y los paró, obligándoles a hacer lo que era contra su naturaleza (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón en el Dom. IV después de Epifanía; Cat. S. Cháud, 1848).
3091 Dios no ha comenzado nunca a ser cuerpo, ni el cuerpo cesará en ningún momento de ser tal. El ejemplo de la naturaleza humana puede darnos alguna luz al respecto. Cada hombre está compuesto de alma y cuerpo, y así será siempre, y nunca sucederá que el cuerpo se cambie en alma o el alma en cuerpo. Puesto que cada hombre vivirá para siempre en lo sucesivo, en cada uno permanecerá necesariamente siempre la diferencia en las dos sustancias. Así también en Cristo, la propiedad característica de cada sustancia persistirá por toda la eternidad, quedando siempre a salvo la unidad de persona (SAN V!CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 13).
3092 Aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo participe de nuestros pecados. Tomó la condición de esclavo, pero libre de la malicia del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo [...] fue una dignación de su misericordia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, permaneciendo en su condición divina, hizo al hombre, es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición de esclavo (SAN LEÓN MAGNO, Carta 28, 3-4).
3093 Hombre verdadero, Dios verdadero; Dios y hombre: Cristo total. Esta es la fe católica [...]; quien ambos términos confiesa, es católico. Este tiene una patria y un camino [...]. El es la patria a donde vamos, El es el camino por donde vamos. Vayamos por El a El y no nos extraviemos (SAN AGUSTÍN, Sermón 93).
3094 [...] en cuanto Dios, estar sentado a la derecha del Padre significa ser de la misma categoría que Este; en cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 6, 1. c., p. 80).
3095 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha. No se da la preferencia porque se sienta a la derecha, ni sufre menoscabo porque se le manda; no hay grado de dignidad donde está la plenitud de la divinidad (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea vol. VI, p. 389).
3096 Llama a este libro el libro de la generación, porque toda la economía de la gracia y la raíz de todos los bienes está en que Dios se ha hecho hombre; una vez verificado esto, lo demás se sigue como una consecuencia lógica (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 2).
3097 La Iglesia adora una sola divinidad en la plenitud de la Trinidad, y la igualdad de la Trinidad en una única y misma majestad; profesa un solo Cristo Jesús, no dos; el cual es igualmente Dios y hombre. Cree que en El hay una sola persona, pero dos sustancias; dos sustancias, pero una sola persona (SAN V1CENTE DE LERINS Conmonitorio, 13).
3098 Aunque nació de virgen en el tiempo y como hombre según la carne, es, sin embargo, eterna su generación, porque lo engendró el Padre antes de que las cosas fueran hechas; y así, habiendo recibido de su madre la vida corporal, en la cual depende de ella, permanece no obstante unido al Padre por la virtud divina (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 2).
3099 Todos los errores de los herejes acerca de Cristo se pueden reducir a tres clases: los concernientes a su divinidad, a su humanidad, o a ambas a la vez (SAN AGUSTÍN, Sobre las herejías. 8).
3100 El Creador del tiempo nació en el tiempo, y Aquel por quien fueron hechas todas las cosas empezó a contarse entre las criaturas (SAN LEÓN MAGNO, Carta 31, 2-3).
3101 Dirás: ¿Cómo ha venido la luz a todos por medio de uno solo? ¿De qué manera está la divinidad en la carne? Como el fuego en el hierro: no desplazándose sino comunicándose. En efecto, el fuego no se lanza hacia el hierro, sino que, permaneciendo en su lugar, le comunica su propia fuerza. Con lo cual él no ha quedado disminuido en nada sino que llena enteramente al hierro al que se comunica. De la misma manera, Dios, el Verbo, que puso su morada entre nosotros (Jn 1, 14), no salió fuera de sí mismo; el Verbo que se hico carne no quedó sometido al cambio; el cielo no se vio privado de aquel que lo contenía y la tierra recibió en su propio seno al que está en los cielos (SAN BASILIO, Hom. para el Nacimiento de Cristo, 2, 6).
3102 El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla (SAN LEÓN MAGNO, Carta 28, 3-4).
3103 En Cristo lo encontramos todo. En El tenemos todos los ideales. El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor Hominis, 1).
3104 El que halla a Jesús, halla un tesoro bueno, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho y más que todo el mundo. Paupérrimo el que vive sin Jesús y riquísimo el que está con Jesús (Imitación de Cristo, 11, 8, 2).
3105 El tesoro. Imaginad el gozo inmenso del afortunado que lo encuentra. Se terminaron las estrecheces, las angustias. Vende todo lo que posee y compra aquel campo. Todo su corazón lote allí: donde esconde su riqueza (cfr. Mt 6, 21). Nuestro tesoro es Cristo; no nos debe importar echar por la borda todo lo que sea estorbo, para poder seguirle (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 254).
3106 Tu corazón, Jesús, es el rico tesoro, la piedra preciosa que hemos descubierto en tu cuerpo herido, como en campo cavado (SAN BUENAVENTURA, Vitis Mystica, 3, 3).
3107 (El nombre de Jesús es) "refugio de los penitentes, bandera de los que combaten, medicina de los que desfallecen, consuelo de los que sufren, honor de los creyentes, esplendor de los evangelizadores, mérito de los que trabajan, ayuda de los inconstantes, aliento de los que meditan, satisfacción de los que oran, deleite de los contemplativos, gloria de los que triunfan". Es la explicación que da fray Bernardino a los doce rayos áureos que en las tablillas circundan el " trigramma " IHS (SAN BERNARDINO, Sermón 49, sobre el glorioso nombre de Jesucristo).
3108 Por El anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de El. Si hablamos de sabiduría, El es la Sabiduría; si de virtud, El es la Virtud; si de justicia, El es la Justicia; si de paz, El es la Paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, El es todo esto (SAN AMBROSIO Coment. sobre el Salmo 36).
3109 Escucha quién es el que le pide de beber. Jesús le respondió: Si conocieses el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", seguro que se la pedirías tú a él, y él te daría agua viva. Pide de beber y promete una bebida. Se presenta como quien está necesitado, y tiene en abundancia para saciar a los demás (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan 15, 10-12).
3110 Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place al entendimiento y las otras potencias..., y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero. -Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas..., nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío! -¡tuyo!-, tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 432).
3111 Si tú buscas descanso y ganancia en los hombres, muchas veces sentirás daño. Mas si en todo buscas a Jesús, muy de verdad hallarás a Jesús. Y si te buscas a ti mismo, también te hallarás; mas será para tu mal. Por cierto, más se daña el hombre a si mismo que todo el mundo y todos sus enemigos le pueden dañar (Imitación de Cristo, 2, 7, 4).
3112 ¡Ah!, si amáis tanto una gota de agua, ¿qué será la misma fuente? (SAN AGUSTÍN, Sermón 253, sobre el " alleluia ").
3113 Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, El es médico. Si estás ardiendo de fiebre, El es manantial. Si estás oprimido por la iniquidad, El es justicia. Si tienes necesidad de ayuda, El es fuerza. Si temes la muerte, El es vida. Si deseas el cielo, El es el camino. Si refugio de las tinieblas, El es luz. Si buscas manjar, El es alimento (SAN AMBROSIO, Sobre la virginidad, 16, 99).
3114 Y antes que los astros, inmortal e inmenso, Cristo brilla más que el sol sobre todos los seres. Por ello, para nosotros que creemos en El, se instaura un día de luz largo, eterno, que no se acaba: la Pascua maravillosa, prodigio de la virtud divina y obra del poder divino, fiesta verdadera y memorial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasión e inmortalidad que fluye de la muerte. Vida que nace de la tumba y curación que brota de la llaga, resurrección que se origina de la caída y ascensión que surge del descenso (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).
3115 Este árbol es para mi una planta de salvación eterna; de él me alimento, de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda, y huyendo de los grandes calores allí encuentro un abrigo lleno de rocío. Sus hojas son mi follaje, sus frutos mis perfectas delicias, y yo gozo libremente sus frutos, que me estaban reservados desde el principio. El es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente, y mi vestido es la desnudez, porque sus hojas son espíritu de vida: lejos de mi desde ahora las hojas de la higuera. Cuando temo a Dios, él es mi protección; y cuando vacilo, mi apoyo; cuando combato, mi premio; y cuando triunfo, mi trofeo. Es para mi el sendero estrecho y el sendero angosto (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).
3116 Donde no está Jesús, se encuentran pleitos y guerras; pero donde está presente, allí todo es serenidad y paz (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 360).
3117 Si buscas por dónde ir, sigue a Cristo, porque es el camino [...]. Y es mejor caer en el camino que correr fuera de él. Porque quien cae en el camino, por poco que avance, algo se acerca al término; quien en cambio anda fuera de él, cuanto más corra más se aleja del término (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 14).
3118 Dos son las cosas que el hombre principalmente desea: en . primer lugar el conocimiento de la verdad, que le es propio; y en segundo lugar, la continuación de su ser, que es común en todas las cosas. Ahora bien, Cristo es el camino para llegar al conocimiento de la verdad, ya que él mismo es la Verdad [...]. Y es el camino para llegar a la vida, al mismo tiempo que él mismo es la vida (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 14).
3119 Cristo mismo es el camino, y por eso dice: Yo soy el camino. Cosa que es fácil de entender, pues por él tenemos acceso al Padre. Pero como este camino no se halla distante del término, sino unido a él, añade: la verdad y la vida, con lo que es al mismo tiempo el camino y su término. El camino por su humanidad, el término por su divinidad. Y por eso dice ramo hombre: Yo soy el camino; y añade como Dios: la verdad y la vida. Expresiones con las que se designa convenientemente el término de este camino (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 14).
3120 Fuera de El no hallarás la vida verdadera, ya que El es la única fuente de vida verdadera; fuera de El no hallarás sino muerte y destrucción. El ha de ser el único principio de toda tu actividad y de todas tus energías; debes vivir de El y por El, para que en sí se cumplan aquellas palabras: Ninguno de nosotros vive para si y ninguno muere para si. Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos (SAN JUAN EUDES. Trat. sobre el Corazón de Jesús, 1, 5).
3121 Fíjate que el Señor dice en primer lugar: Yo soy el camino. Antes de decirte a dónde, te indica por dónde: Yo soy –dice– el camino. ¿El camino hacia dónde? La verdad y la vida. Primero dice por dónde has de ir, luego a dónde has de ir. Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida. Permaneciendo junto al Padre, es verdad y vida; haciéndose hombre, se hizo camino (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 34, 8-9).
3122 Únete a Cristo, si quieres vivir seguro; es imposible que te desvíes, porque El es el camino. Por esto, los que a El se unen no van descaminados, sino que van por el camino recto. Tampoco pueden verse engañados, ya que El es la Verdad y enseña la verdad completa, pues dice: Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para declarar, como testigo, en favor de la verdad. Tampoco pueden verse decepcionados, ya que él es la Vida y dador de vida, tal como dice: Yo he venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 14).
3123 Cristo se ha hecho para nosotros camino, y ¿podremos así perder la esperanza de llegar? Este camino no puede tener fin, no se puede cortar, no lo pueden corroer la lluvia ni los diluvios, ni puede ser asaltado por los ladrones. Camina seguro en Cristo, camina; no tropieces, no caigas, no mires atrás, no te detengas en el camino, no te apartes de él. Con tal que cuides esto, habrás llegado (SAN AGUSTÍN, Sermón 170, II).
3124 Fijaos que en la conclusión de las oraciones decimos: "Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo"; en cambio, nunca decimos: "Por el Espíritu Santo". Esta práctica universal de la Iglesia tiene su explicación en aquel misterio, según el cual, el mediador entre Dios y los hombres es Cristo Jesús (SAN FULGENCIO DE RUSPE, Carta 14, 36-37).
3125 No bastó a Dios indicarnos el camino por medio de su Hijo; quiso que él mismo fuera el camino, para que, bajo su dirección, tú caminaras por él (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 109).
3126 Jamás daremos gracias suficientemente por este don, en virtud del cual Cristo se ha convertido en "nuestro compañero de camino", ha hecho con nosotros su camino, como nos recuerda el Evangelio [...]. En medio de las sombras que a veces parecen condensarse sobre la humanidad, sobre la convivencia social, sobre la civilización misma del hombre, también nosotros pedimos, impelidos por el impulso del Espíritu: Quédate con nosotros, Señor, porque atardece (Lc 24, 29). Sólo Cristo es nuestra salvación, nuestra paz, nuestra alegría (JUAN PABLO II, Regina Coeli, 3-V-1981).
3127 Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino, la verdad y la vida (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 7, 10-18).
3128 Si el poder de los apóstoles era tan grande, comprendemos por qué Zaqueo, al oír que pasaba el Señor Jesús, subió a un árbol, ya que era pequeño de estatura. Vio a Cristo y encontró la luz, lo vio y él, que antes se apoderaba de lo ajeno, empezó a dar lo que era suyo (SAN AMBROSIO, Coment. al Salmo 43).
3129 Cristo es la luz eterna de las almas, ya que para esto lo envió el Padre al mundo, para que, iluminados por su rostro, podamos esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes nos hallábamos impedidos por la oscuridad de este mundo (SAN AMBROSIO, Coment. al Salmo 43).
3130 Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas y sólo Tú eres luz, sólo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume. Porque entre las cosas hermosas, honestas, no ignoramos cuál es la primera: poseer siempre a Dios (SAN GREGORIO NACIANCENO, Epístola 212).
3131 El Señor dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Esta breve sentencia contiene un mandato y una promesa. Cumplamos, pues, lo que nos manda, y así tendremos derecho a esperar lo que nos promete (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 34).
3132 Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las mismas palabras: Conoceréis la verdad y la verdad os librará (Jn 8, 32) (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor Hominis, 12).
3133 El salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe de la tierra (SAN AMBROSIO Coment. al Salmo 18).
3134 El no necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin él nada podemos hacer; él a nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él, no podemos tener vida (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 84).
3135 El es el Señor de la naturaleza y puede todo cuanto quiere, puesto que hace y dispone todas las cosas gobernando las riendas de la vida y de la muerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. V, p. 50).
3136 Cuando Jesús está presente todo es bueno, no hay cosa difícil; mas cuando está ausente todo es duro. Cuando Jesús no habla de dentro, muy vil es la consolación; más si Jesús habla una sola palabra, gran consolación se siente (Imitación de Cristo, 2, 8, 1).
3137 El se anticipó a sanarnos, y continuará interviniendo después para que alcancemos nuestro desarrollo; se adelantó para llamarnos, y nos seguirá hasta que logremos la gloria; previno las cosas para que vivamos piadosamente, porque sin El nada podemos (SAN AGUSTÍN, Sobre la naturaleza y la gracia, 30, 35).
3138 Y como les había hecho encargos de gran importancia, queriendo animarlos les dice: Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos (Mt 28, 20). Como diciendo: no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque estoy con vosotros, que todo lo hago fácil. Y no dijo que estaría solo con ellos, sino con todos los que creyeron después de ellos [...], ya que los Apóstoles no iban a vivir hasta el final de los tiempos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 91).
3139 Habiéndose separado Jesús un poco de sus discípulos, no pudieron velar siquiera una hora en su ausencia; por cuya razón debemos rogar que no se separe de nosotros el Salvador, ni aun por poco tiempo (ORIGENES, Trat. sobre Ev. S. Mateo, 33).
3140 Jesús es el camino. El ha dejado sobre este mundo las huellas limpias de sus pasos, señales indelebles que ni el desgaste de los años ni la perfidia del enemigo han logrado borrar. Iesus Christus herí, et hodie; ipse et in saecula (Hb 13, 8). ¡Cuánto me gusta recordarlo!: Jesucristo, el mismo que fue ayer para los Apóstoles y las gentes que le buscaban, vive hoy para nosotros, y vivirá por los siglos. Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos con ojos cansados o turbios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 127).
3141 Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre; es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca (SAN MAXIMO, Centuria 1).
3142 Cristo vive, también como hombre, con aquel mismo cuerpo que asumió en la Encarnación, que resucitó después de la Cruz y subsiste glorificado en la Persona del Verbo juntamente con su alma humana. Cristo, Dios y Hombre verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por El se mantiene en vida todo lo que vive (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 180).
3143 ¡ Jerusalén, Jerusalén... ! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos...! Esta doble exclamación es propia del que se compadece, y del que ama mucho (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 75).
3144 Todos los buenos pastores son, en realidad, como miembros del único pastor, y forman una sola cosa con El. Cuando ellos apacientan es Cristo quien apacienta (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
3145 De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para si; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello, Pedro fue Pastor y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores todos los buenos obispos. Os daré-dice la Escritura-pastores conforme a mi corazón. Pero aunque los prelados de la Iglesia, que también son hijos, sean todos llamados pastores, sin embargo el Señor dice en singular: Yo soy el buen pastor; con ello quiere estimularlos a la caridad, insinuándoles que nadie puede ser buen pastor si no llega a ser una sola cosa con Cristo por la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 10, 3).
3146 Cristo es, en efecto, quien apacienta su rebaño; él es el único pastor que lo apacienta en medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya (SAN AGUSTÍN, Sermón 47, sobre las ovejas).
3147 Cuando encuentra la oveja que se habla apartado de las otras cien, errante por los montes y colinas, la devuelve al redil, no a golpes y con amenazas ni agotándola de fatiga, sino que, lleno de compasión, la carga sobre sus hombros y la vuelve al grupo de las demás. Por esto también clamaba: Venid a mi todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso (SAN MÁXIMO, Carta 11).
3148 Y en esto (en la maldición de la higuera) encontramos una prueba de la bondad de Jesucristo; porque cuando quiso mostrar la salvación, ejerció su poderío sobre los cuerpos de los hombres [...]; pero ahora que va a declarar la manera como tratará a los contumaces, lo da a conocer a través de la maldición de un árbol. Por esto sigue: nunca jamás nazca fruto de ti (SAN HILARIO, en Catena Aurea, vol. III, p. 23).
3149 No vino a la higuera (cfr. Mt 21, 18-22) porque tuviera hambre, sino por sus discípulos; porque en todas partes hacia el bien y en ninguna mortificaba a nadie; y conviniendo dar a conocer su poder de castigar, no quiso, sin embargo, demostrarlo en los hombres, sino en la higuera.(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 68).
3150 Muchas veces he ido a buscar la definición, la biografía de Jesús en la Escritura. La encontré leyendo que, con dos palabras, la hace el Espíritu Santo: Pertransiit benefaciendo (Hch 10, 38). Todos los días de Jesucristo en la tierra, desde su nacimiento hasta su muerte, fueron así: pertransit benefaciendo, los llenó haciendo el bien. Y en otro lugar recoge la Escritura: bene omnia fecit (Mc 7, 37): todo lo acabó bien, terminó todas las cosas bien, no hizo más que el bien (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 16).
3151 La llegada del Salvador es el alejamiento de todo temor (SAN GREGORIO DE NISA, Hom. para el día del Nacimiento del Señor).
3152 Se hizo hombre por los hombres, y se manifestó a ellos lleno de humildad y mansedumbre; no quiso castigar a los pecadores, sino atraerlos hacia si; quiso primeramente corregir con mansedumbre, para tener en el día del juicio a quién salvar (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 30 sobre los Evang.).
3153 Eliseo, observando lo que dice la Ley, no salió y tocó a Naamán, sino que lo envió al Jordán para que allí se lavase. El Señor demuestra aquí (en la curación del leproso) que no obra como siervo, sino que, como Dios, toca y cura: la mano no se vuelve inmunda por haber tocado la lepra, sino que, por el contrario, el cuerpo del leproso se vuelve limpio al simple contacto de una mano santa. El Señor no había venido solamente a curar los cuerpos, sino también a guiar las almas por el camino de la verdadera sabiduría (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 26).
3154 Se curarán todas tus enfermedades. "Pero es que son muchas", dirás. Más poderoso es el Médico. Para el Médico omnipotente no hay enfermedad insanable; tú déjate sólo curar, ponte en sus manos (SAN AGUSTÍN, Coment. al Salmo 102).
3155 "Abrid de par en par vuestras puertas a Cristo". ¿Qué teméis? Tened confianza en El. Arriesgaos a seguirlo. Eso exige evidentemente que salgáis de vosotros mismos, de vuestros razonamientos, de vuestra "prudencia", de vuestra indiferencia, de vuestra suficiencia, de costumbres no cristianas que habéis quizá adquirido. Si; esto pide renuncias, una conversión, que primeramente debéis atreveros a desear, pedirla en la oración y comenzar a practicar. Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad. Dejad que ocupe toda vuestra vida para alcanzar con El todas sus dimensiones, para que todas vuestras relaciones, actividades, sentimientos, pensamientos sean integrados en El o, por decirlo así, sean "cristificados". Yo os deseo que con Cristo reconozcáis a Dios como el principio y fin de vuestra existencia (JUAN PABLO II, En Montmartre, 1-VI-1 980).
3156 Ninguna otra causa impulsó más a Cristo a venir al mundo que salvar a los pecadores. Si se suprimen las enfermedades y las heridas, la medicina no tiene razón de ser. Si, pues, un gran médico bajó del cielo, es porque había un gran enfermo que curar, todo el mundo (SAN AGUSTÍN, Sermón 175).
3157 ¡Ay de mi, Señor! ¡Ten misericordia de mi! [...]. Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico, y yo estoy enfermo; tú eres misericordioso, y yo soy miserable (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 10).
3158 En verdad que no todos ven, ni todos andan bien; sólo los que entienden que de nadie sino de Cristo necesitan para curarse, y se acercan al Verbo de Dios, sanan (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, pp. 18-19).
3159 Porque así como aplicamos calor o frío al enfermo según la orden del médico, para curarle, buscando la salud en diversas medicinas, sin apartarnos un punto de su mandato, antes obedeciéndole ciegamente, como quien espera de sus manos la vida, así hemos de entender de nuestro médico, que es Cristo, que lo que El manda es vida, y en desobedecerlo está nuestra mayor enfermedad (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 24).
3160 (Jesucristo) tiene sed de nuestra sed (SAN GREGORIO MAGNO, Sobre el Bautismo, 40, 27).
3161 Al ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: Porque si conocieras tú... Todo esto hizo una vez cuando anunció que la ciudad había de ser destruida. Esto mismo hace continuamente nuestro Redentor por sus elegidos, cuando ve que algunos de ellos se pasan de la vida honesta a las costumbres reprobables (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 39 sobre los Evang.).
3162 Volvimos la espalda ante el rostro de Aquel cuyas palabras despreciamos, cuyos preceptos conculcamos; pero aun estando a nuestra espalda nos vuelve a llamar El, que se ve despreciado y clama por medio de sus preceptos y nos espera con paciencia (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).
3163 Y para que en el mismo nacimiento de Cristo se hallase figurado esto (la universalidad), se dio a conocer a todas las condiciones de hombres; pues, como dice S. Agustín en su sermón de Epifanía: "los pastores eran israelitas; los magos, gentiles. Aquellos eran cercanos, éstos vinieron de lejos. Unos y otros acuden como a la piedra angular" (Sermón 202). Hubo también entre ellos otra diversidad: que los Magos eran sabios y poderosos, los pastores sencillos y de humilde condición. También se manifestó a los justos, como eran Simeón y Ana, y a los gentiles, como los Magos. Se manifestó también a los varones y a las mujeres –a Ana– para indicar por aquí que ninguna condición quedaba excluida de la salud de Cristo (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 36, a. 3).
3164 Ahora, cuando baja del monte, le siguen muchas turbas que no habían podido subir al monte, porque aquellos a quienes oprime el peso de la culpa no pueden subir al conocimiento de la sublimidad de los misterios. Bajando el Señor, esto es, inclinándose hacia la enfermedad e impotencia de los demás y compadeciéndose de su imperfección o enfermedad, le siguieron numerosas turbas: unos atraídos por el amor, la mayor parte por la doctrina, y algunos porque los curaba y se cuidaba de ellos (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. l, pp. 463-464).
3165 Si destierras de ti a Jesús y lo pierdes, ¿a dónde irás?, ¿a quién buscarás por amigo? Sin amigo no puedes vivir mucho; y si no fuere Jesús tu especialísimo amigo, estarás muy triste y desconsolado (Imitación de Cristo, 11, 8, 3).
3166 Podemos decir que el Señor viaja con aquellos que viven dentro de la fe [...], y estará con nosotros (en este mundo) hasta que saliendo de nuestros cuerpos nos reunamos con El en el cielo (ORIGENES, Trat. sobre S. Mateo, 33).
3167 Con tan buen amigo presente –nuestro Señor Jesucristo–, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. El ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero (SANTA TERESA, Vida, 22, 6-7).
3168 Bajó del cielo para estar cerca de los atribulados, para estar con nosotros en la tribulación (SAN BERNARDO, Sermón 17).
3169 Pues juntaos junto a este buen Maestro y muy determinadas a aprender lo que os enseña, que Su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas ni os dejará si no le dejáis (SANTA TERESA, C. de perfección, 26, 9).
3170 El madero en que están fijos los miembros del hombre que muere, es también la cátedra del maestro que enseña (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, II 9, 2).
3171 Es Maestro de una ciencia que sólo El posee: la del amor sin limites a Dios y, en Dios, a todos los hombres. En la escuela de Cristo se aprende que nuestra existencia no nos pertenece [...]. (J. ESCRIVÁ DE BAEAGUER, Es Cristo que pasa, 93).
3172 Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia del peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas, parece que le alivias del peso; pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela (SAN AGUSTÍN, Sermón 126).
3173 Venid, no para rendir cuentas, sino para ser librados de vuestros pecados; venid [...]. No temáis al oír hablar de yugo, porque es suave; no temáis si hablo de carga, porque es ligera (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 37, 2).
3174 "Buscar a Cristo, encontrarle, tratarle, amarle". Un auténtico cristiano no puede oír el nombre de Cristo sin emoción (CARD. NEWMAN, Sermón del Dom. II de Cuaresma: mundo y pecado).
3175 En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendáis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos (cfr. Flp 3, 20) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 300).
3176 ¿Qué otra cosa podía deciros mejor que ésta? ¡Aprended a conocer a Cristo y dejaos conocer por Él! Él conoce a cada uno de vosotros de modo especial. No es conocimiento que suscite oposición y rebelión, una ciencia ante la cual sea necesario huir para salvaguardar el propio misterio interior. No es una ciencia compuesta de hipótesis, que reduce al hombre a las dimensiones socioculturales. La suya es una ciencia llena de sencilla verdad sobre el hombre y, sobre todo, llena de amor. Someteos a esta ciencia, sencilla y llena de amor, del Buen Pastor. Estad seguros de que Él conoce a cada uno de vosotros más que cuanto cada uno de vosotros se conoce a si mismo (JUAN PABLO II, Hom. Cracovia 8-VI-1979).
3177 Mirad que no está aguardando otra cosa [...] sino que lo miremos; como le quisiérades le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya (SANTA TERESA, C. de perfección, 26, 3).
3178 Temer es propio del que no quiere ir a Cristo. No querer ir a Cristo es propio de quien no cree que con Cristo va a empezar a reinar (SAN CIPRIANO, Sobre la mortalidad, 2).
3179 Así la gloria del Salvador aparece todavía más admirable cuando, después de haber privado a los hombres de una presencia sensible que les inspiraba un respeto tan profundo, la fe pierde sus dudas, la esperanza sus timideces, la caridad sus tibiezas. Es, sin duda, la fuerza de las almas grandes y el efecto de la luz quien ilumina a las almas de los fieles, para creer sin dudar lo que escapa a los sentidos y para elevar todos los deseos de sus corazones hacia un lugar que la mirada no puede alcanzar (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 72, sobre la Ascensión del Señor).
3180 Penetremos en el corazón humilde de Jesús. La puerta es el costado abierto por la lanza. Aquí está escondido el tesoro inefable y deseable de la caridad; aquí se encuentra la devoción, se obtiene la gracia del arrepentimiento, se aprende la mansedumbre y la paciencia en las adversidades, la compasión con los afligidos; y, sobre todo, aquí se halla un corazón contrito y humillado (SAN BUENAVENTURA, Vitis mystica, 24, 3).
3181 El Padre y yo vendremos a fijar en él nuestra morada. Que cuando venga encuentre, pues, tu puerta abierta. Ábrele tu alma para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia [...]. Si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere sin embargo ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza (SAN AMBROSIO, Coment. al Salmo 18).
3182 Aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de El (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre Evang. S. Juan, 35).
3183 Muestra una rama verde a una oveja y verás cómo atraes a la oveja; enséñale nueces a un niño y verás cómo lo atraes también y viene corriendo hacia el lugar a donde es atraído; es atraído por el amor, es atraído sin que se violente su cuerpo, es atraído por aquello que desea. Si, pues, estos objetos, que no son más que deleites y aficiones terrenas, atraen, por su simple contemplación, a los que tales cosas aman, porque es cierto que "cada cual va en pos de su apetito", ¿no va a atraernos Cristo revelado por el Padre? ¿Qué otra cosa desea nuestra alma con más vehemencia que la verdad? ¿De qué otra cosa el hombre está más hambriento? (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 26).
3184 [...] no nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en El debemos encontrar ese "suplemento" de energía que nos falta. ¿Acaso no es ésta la invitación que hemos escuchado de labios de Cristo: Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt 11, 28)? Es El la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra inteligencia limitada; El es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; El es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones cansados (JUAN PABLO II, Hom. 21-1-1980).
3185 ¿Qué es lo que nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué puede decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos? Volvamos, pues, a aquella unión de Cristo, a aquella unión que nos enseña desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora nos es imposible la visión, sea nuestra tarea el deseo (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre la 1ª carta de S. Juan, 4).
3186 Barred la mala levadura, vieja y agriada, y transformaos en la levadura nueva que es Jesucristo. Que El sea la sal que os guarde a todos de la corrupción, pues por vuestro olor se os juzgará (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epist. a los Magnesios).
3187 Si el alma llegara a levantar los ojos hasta su cabeza, que es Cristo [...], seria realmente feliz por la penetración de su visión, al poner sus ojos donde el mal no puede oscurecerlos (SAN GREGORIO DE NISA, Homilía 5).
3188 Tocó delicadamente el ruedo del manto, se acercó con fe, creyó y supo que había sido sanada... Así nosotros, si queremos ser salvados, toquemos con fe el vestido de Cristo (SAN AMBROSIO, Trat. sobre el Evang. de S. Lucas 6, 56).
3189 El cielo y la tierra, por su naturaleza de cosas creadas, no son necesariamente inmutables, de manera que pueden no existir; sin embargo las palabras de Cristo, que tienen origen en la eternidad, poseen tal fuerza y poder que permanecen para siempre (SAN HILARIO, Coment. sobre San Mateo, 26).
3190 No basta con tener una idea general del espíritu de Jesús, sino que hay que aprender de El detalles y actitudes. Y, sobre todo, hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para sacar de ahí fuerza, luz, serenidad, paz. Cuando se ama a una persona se desean saber hasta los más mínimos detalles de su existencia, de su carácter, para así identificarse con ella. Por eso hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y su resurrección [...]. Porque hace falta que la conozcamos bien (la vida de Jesús), que la tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película; de forma que, en las diversas situaciones de nuestra conducta, acudan a la memoria las palabras y los hechos del Señor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 107).
3191 Acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quiera, pues, experimentar todo el sabor de las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con él toda su vida (Imitación de Cristo, 1, 1, 2).
3192 Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (SAN JERÓNIMO, Coment. sobre Isaías).
3193 Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (SANTA TERESA, Vida, 22).
3194 Ir por medio del Verbo hecho carne al Verbo que era en principio con Dios (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 13, 14).
3195 Este, pues, es buen tiempo para que nos enseñe nuestro Maestro, para que le oigamos y besemos los pies porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con nosotros.
Si esto habéis de pedir mirando a una imagen de Cristo, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el dibujo. ¿No lo sería si tuviéramos un retrato de una persona que quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es bueno y caso en que yo me deleito mucho?: para cuando está ausente la misma persona y quiere darnos a entender que lo está con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A cada parte que volviésemos los ojos la querría ver (SANTA TERESA, C. de perfección, 34, 10-11).
3196 Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 302).
3197 De tal manera tomó el Hijo de Dios al hombre pasible, que la divinidad permaneció impasible: padeció el Hijo de Dios (no de una manera supuesta, sino real) todo aquello que atestigua la Sagrada Escritura, según aquello en lo que podía padecer, a saber, en cuanto a la naturaleza que tomó (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 306).
3198 Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacia en casa. Era de Cristo muy llagado, y tan devota que, mirándole, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle (SANTA TERESA, Vida, 9, 1).
3199 Nos narran los Evangelios que Jesús no tenía dónde reclinar su cabeza, pero nos cuentan también que tenía amigos queridos y de confianza, deseosos de acogerlo en su casa. Y nos hablan de su compasión por los enfermos, de su dolor por los que ignoran y yerran, de su enfado ante la hipocresía. Jesús llora por la muerte de Lázaro, se airó con los mercaderes que profanan el templo, deja que se enternezca su corazón ante el dolor de la viuda de Naím.
Cada uno de esos gestos humanos es gesto de Dios. En Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente (Col 2, 9). Cristo es Dios hecho hombre, hombre perfecto, hombre entero. Y, en lo humano, nos da a conocer la divinidad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 108-109).
3200 Al llorar al amigo (Lázaro), manifestó la comunidad de naturaleza con nosotros; y al propio tiempo nos libró de caer en el exceso por una u otra parte, no permitiendo que nos afligiésemos demasiado ante las adversidades, ni que tampoco fuésemos completamente insensibles ante la desgracia (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).
3201 Seguir a Cristo: éste es el secreto. Acompañarle tan de cerca, que vivamos con El, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con El nos identifiquemos. No tardaremos en afirmar, cuando no hayamos puesto obstáculos a la gracia, que nos hemos revestido de Nuestro Señor Jesucristo (cfr. Rm 13, 14). Se refleja el Señor en nuestra conducta, como en un espejo. Si el espejo es como debe ser, recogerá el semblante amabilísimo de nuestro Salvador sin desfigurarlo, sin caricaturas: y los demás tendrán la posibilidad de admirarlo, de seguirlo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 299).
3202 Fue considerado El mismo como carpintero, y fabricó obras de este oficio (yugos y arados) mientras estaba entre los hombres, enseñando por ellas los símbolos de la justicia y lo que es una vida de trabajo (JUSTINO, Diálogo con Trifón, 88, 8).
3203 No puede vivir con Cristo el que prefiere imitar a Judas y no a Cristo (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración).
3204 Por mucho que te humilles, jamás podrás llegar tan bajo como llegó tu Señor (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 65).
3205 Supongamos a un arquitecto que deseara construir en el espacio la bóveda de un ábside. Debe trazar toda la circunferencia partiendo de un punto clave: el centro. Guiándose por esta norma infalible, ha de calcular luego la exacta redondez y el diseño de la estructura.
Quien intentara llevar a feliz término la obra haciendo caso omiso de este punto céntrico, por más que presuma de su destreza y de su ingenio es imposible que pueda obtener una forma regular y sin defecto [...]. Para ello necesita referirse constantemente al modelo, que le permitirá conocer la exactitud de las medidas. Con esta luz le será fácil entonces determinar con precisión el contorno interior y exterior de la obra. Así es como un solo punto se convierte en la clave fundamental de una construcción imponente (CASIANO, Colaciones, 24).
3206 Cristo se sometió a la circuncisión en el tiempo en que estaba vigente y así su obra se nos ofrece como ejemplo que imitar, para que observemos las cosas que en nuestro tiempo están preceptuadas (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 37, a. 1).
3207 Cristo, a quien el universo está sujeto, estaba sujeto a los suyos (SAN AGUSTÍN, Sermón 51).
3208 Verdad y justicia; paz y gozo en el Espíritu Santo. Eso es el reino de Cristo: la acción divina que salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que se sienta en lo más alto del paraíso, venga a juzgar definitivamente a los hombres (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 180).
3209 El Señor viene con fortaleza y en su mano tiene el reino, la potestad y el imperio (SAN JERÓNIMO, Coment. Evang. S. Mateo, 3, 19).
3210 (Venga a nosotros tu reino). Puede suceder también que el mismo Cristo sea el reino de Dios que todos los días deseamos que venga, y cuyo advenimiento mueve nuestro deseo, apenas el pensamiento nos lo representa (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 358).
3211 ¿Qué es el advenimiento de Cristo? La liberación de la esclavitud, el principio de la libertad, el honor de la adopción filial, la fuente de la remisión de los pecados y la vida verdaderamente inmortal para todos (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).
3212 Cristo no era Rey de Israel para imponer tributos, ni para tener ejércitos armados y guerrear visiblemente contra sus enemigos; era Rey de Israel para gobernar las almas, para dar consejos de vida eterna, para conducir al reino de los cielos a quienes estaban llenos de fe, de esperanza y de amor (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. de San Juan, 51, 4).
3213 Posee Cristo la soberanía sobre todas las criaturas, no arrancada por fuerza ni quitada por nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza (SAN CIR!LO DE ALEJANDRÍA, Coment. sobre San Lucas, 10).
3213b Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión, nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cfr. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo [...] del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pío XII, Enc. "Haurietis aquas": DS 3924; cfr. DS 3812) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 478).
3213c La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados. La oración cristiana practica el Vía Crucis siguiendo al Salvador. Las estaciones desde el Pretorio, al Gólgota y al Sepulcro jalonan el recorrido de Jesús que por su santa Cruz ha redimido el mundo (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2669).
3214 El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciera de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual él sabia que había de serle conveniente y agradable (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
3215 [...] Al modo como usamos comúnmente la expresión: madre de un sacerdote o madre de un obispo, no porque estas mujeres hayan engendrado a un presbítero o a un obispo, sino porque han puesto en el mundo hombres que después se han hecho sacerdotes u obispos. No en este sentido, repito, María Santísima es Madre de Dios, sino, como se ha dicho antes, porque en su sagrado seno se realizó el misterio sacrosanto por el cual, en razón de una particular y única unidad de persona, el Verbo es carne en la carne, y el hombre es Dios en Dios (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, IS).