Antología de Textos

LUCHA ASCETICA

1. Mientras estemos en este mundo, la vida del cristiano es una lucha constante entre el amor a Dios y la tendencia a dejarse arrastrar por sus pasiones y por el pecado.
Correspondemos al amor a Dios cuando luchamos contra lo que nos aparta de Él. Es una lucha que cuesta, pero no tanto porque tengamos que afrontar trabajos superiores a nosotros (el Señor no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas), sino porque debe ser constante y continuada: quitémonos lo que estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús (Hb 12, 1-2).
Lo que nos hará perseverar en esta lucha contra lo que nos separa de Dios es el amor a Él. Ese amor nos dará confianza y serenidad ante las tentaciones, que no debemos exagerar, pues todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado (Hb 12, 4).
2. La vida interior exige estar dispuestos a corresponder siempre a nuevas gracias. Si procuramos corresponder, el Espíritu Santo se vuelca con ayudas más grandes. Cuando falta el interés, nos vamos incapacitando para esas gracias que el Señor desea darnos. Es clásico el principio de la vida interior: "quien no avanza, retrocede".
Es necesario estar dispuestos a luchar cada día, aunque sea en pequeños detalles, porque en cada jornada vamos a encontrar obstáculos que nos separen de Dios. "Es inevitable que haya muchas dificultades en nuestro camino; si no encontrásemos obstáculos, no seríamos criaturas de carne y hueso. Siempre tendremos pasiones que nos tiren para abajo, y siempre tendremos que defendernos contra esos delirios más o menos vehementes" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 75). Cada día es un regalo de Dios para que lo llenemos de amor, luchando en nuestras pequeñas batallas.
La vida interior ha de ir siempre en aumento hasta el término del viaje. Disponemos de un tiempo para merecer, para negociar con los talentos recibidos.
3. La lucha ascética de cada día se concretará muchas veces en fortaleza para cumplir delicadamente nuestros actos de piedad con el Señor, sin abandonarlos por cualquier otra cosa que se nos presente, sin dejarnos llevar por el estado de ánimo de ese día o de ese momento; se concretará en el modo de vivir la caridad, corrigiendo formas destempladas del carácter (del mal carácter), esforzándonos por tener detallles de cordialidad, de buen humor, de delicadeza con los demás; en realizar bien el trabajo, que hemos ofrecido a Dios; en hacer un apostolado eficaz a nuestro alrededor; en poner los medios oportunos para que nuestra formación no se estanque... Ordinariamente será una lucha en lo pequeño. Una correspondencia a Dios en las cosas pequeñas. "Oigamos al Señor, que nos dice: quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho, y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho (Lc 16, 10). Que es como si nos recordara: lucha cada instante en esos detalles en apariencia menudos, pero grandes a mis ojos; vive con puntualidad el cumplimiento del deber; sonríe a quien lo necesite, aunque tú tengas el alma dolorida; dedica, sin regateo, el tiempo necesario a la oración; acude en ayuda de quien te busca; practica la justicia, ampliándola con la gracia de la caridad" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 77).
Sin embargo, no siempre venceremos: habrá derrotas. Muchas de ellas no tendrán ninguna importancia; otras sí la tendrán, pero el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más al Señor. No debemos desalentarnos, porque siempre hay posibilidad de perdón, de volver a empezar. Nos arrepentimos humildemente y Dios perdona y nos da la posibilidad de recomenzar.

Citas de la Sagrada Escritura

No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada. Mt 10, 34
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame. Mt 16, 24
Pues yo sé que no hay en mi, esto es, en mi carne, cosa buena. Porque el querer el bien está en mi, pero el hacerlo, no. En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mi. Rm 7, 18-20
Y quien se prepara para la lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptible; mas nosotros, para alcanzar una incorruptible. Y yo corro no como a la aventura; así lucho no como quien azota al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado. 1Co 9, 25-27
Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día. 2Co 4, 16
Pues aun llegados a Macedonia, no tuvo nuestra carne ningún reposo, sino que en todo fuimos atribulados, luchas por fuera, por dentro temores. 2Co 7, 5
Mas yo, por la misma ley, he muerto a la ley, por vivir para Dios; estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mi. Ga 2, 19-20
Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias. Col 3, 5
Cuanto a mi, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo esta crucificado para mi y yo para el mundo. Ga 6, 14
Que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires. Ef 6, 12
Pero nosotros, hijos del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y de la caridad y del yelmo de la esperanza en la salvación. 1Ts 5, 8
Te recomiendo, hijo mío Timoteo, que, conforme a las profecías sobre ti hechas anteriormente, sostengas el buen combate. 1Tm 1, 18
Combate las fatigas, como buen soldado de Cristo Jesús. El que milita, para complacer al que le alistó como soldado, no se embaraza con los negocios de la vida. 2Tm 2, 3-4
Y quienquiera que compite en el estadio no es coronado si no compite legítimamente. El labrador ha de fatigarse antes de percibir los frutos. 2Tm 2, 5-6
He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Por lo demás, ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará aquel día el Señor, justo juez, y no sólo a mi, sino a todos los que aman su manifestación. 2Tm 4, 7-8
Porque todo el engendrado de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. 1Jn 5, 4

Lucha hasta el final de nuestros días

3365 Nuestra vida, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a si mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones. (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 60).

3366 No pertenece el Reino de los Cielos a quienes duermen y viven dándose todos los gustos, sino a quienes mantienen la lucha contra si mismos (CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Quis dives salvetur, 21).

3367 Así, la lucha que por disposición del Creador se entabla en nuestra alma entraña, en cierto modo, una gran utilidad. Porque constituye un acicate, puesto que nos empuja, nos fuerza a subir a un estado mejor y más perfecto. Si esa lucha cesara, se seguiría para nosotros una tranquilidad sobremanera perniciosa (CASIANO, Colaciones, 4).

3368 No podemos detenernos. El Señor nos pide un batallar cada vez más rápido, cada vez más profundo, cada vez más amplio. Estamos obligados a superarnos, porque en esta competición la única meta es la llegada a la gloria del cielo. Y si no llegásemos al cielo, nada habría valido la pena (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 77).

3369 Ya parece que lo tenemos todo hecho y que no hay ya que pelear con alguno. ¡Oh hermanas mías!, no os aseguréis y os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado, habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones y se los deja en casa (SANTA TERESA, C. de perfección, 10, 1).

3370 Me pondré de centinela, me plantaré en la atalaya, velaré para escuchar lo que me dice, lo que responde a mis quejas. Procuremos, hermanos, ponernos también nosotros de centinela, porque la vida presente es tiempo de lucha (SAN BERNARDO, Sermón 5).

3371 Vuestro bautismo ha de ser para vosotros como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como una lanza, la paciencia como un arsenal de todas las armas; vuestras cajas de fondos han de ser vuestras buenas obras, de las que recibiréis luego magníficos ahorros (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a S. Policarpo de Esmirna, 5).

3372 [...] La pretensión más alta de algunos se reduce a esquivar lo que podría alterar la tranquilidad –aparente– de una existencia mediocre. Con un alma tímida, encogida, perezosa, la criatura se llena de sutiles egoísmos y se conforma con que los días, los años, transcurran sine spe nec meta, sin aspiraciones que exijan esfuerzos, sin las zozobras de la pelea: lo que importa es evitar el riesgo del desaire y de las lágrimas. ¡Qué lejos está de obtener algo, si se ha malogrado el deseo de poseerlo, por temor a las exigencias que su conquista comporta! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 207).

3373 Si dijeses: "ya basta", has perecido. Añade siempre, camina siempre, adelanta siempre; no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes. Se detiene el que no adelanta; vuelve atrás el que vuelve a pensar en el punto de donde había partido; se desvía el que apostata. Mejor es el cojo en el camino, que el que corre fuera de camino (SAN AGUSTÍN, Sermón 169).

3374 Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar todavía a lo que no eres. Porque en cuanto te complaces de ti mismo, allí te detuviste (SAN AGUSTÍN, Sermón 169).

3375 El diablo no duerme, ni es aún la carne muerta, por eso no ceses de prepararte para la batalla. A la diestra y a la siniestra están los enemigos, que nunca descansan (Imitación de Cristo, 2, 9, 8).

3376 Luego hay que luchar siempre, porque esta concupiscencia con que hemos nacido no puede tener fin mientras vivimos; puede menguarse, pero no extinguirse. Y en esta lucha andan toda su vida los santos (SAN AGUSTÍN, Sermón 151).

3377 Toda la tradición de la Iglesia ha hablado de los cristianos como de milites Christi, soldados de Cristo. Soldados que llevan la serenidad a los demás, mientras combaten continuamente contra las personales malas inclinaciones (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 74).

3378 Todos los días hay combates en nuestro corazón. Cada hombre, en su corazón, lucha con un ejército. Los enemigos son la avaricia, la gula, el bullicio; todos le hacen guerra. A todos presenta batalla y aborrece, pero es difícil que alguno no le cause alguna herida (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 99).

3379 Se trata –escribe l'Abbé Chautard– de la actividad de un alma, que reacciona continuamente para dominar sus malas inclinaciones y para conseguir, un poco a la vez, el hábito de juzgar y comportarse en todas las circunstancias de la vida según las máximas del Evangelio y los ejemplos de Jesús. "Dominar las inclinaciones" es disciplina. La frase "un poco a la vez" indica disciplina, que requiere esfuerzo continuado, largo, no fácil: incluso los ángeles vistos en sueño por Jacob no volaban, sino que hacían un escalón cada vez; figurémonos nosotros que somos pobres hombres desprovistos de alas (JUAN PABLO I, Al Clero Romano, Aloc. 1-IX-1978).

3380 Una vez hubo el hombre adquirido el conocimiento del bien y del mal, la tierra maldita en nuestros trabajos comenzó a producir abrojos y espinas. Y estos retoños malditos son los que sofocan las semillas naturales de las virtudes, y no nos permiten comer el pan que baja del cielo (Jn 6, 33) y vigoriza el corazón del hombre (Sal 104, 15), sino con el sudor de nuestra frente. Todo el género humano sin excepción alguna, está sujeto a esta ley. No hay nadie por santo que sea, que no coma este pan con la fatiga de su trabajo y mediante la vigilante aplicación del corazón (CASIANO, Colaciones, 23).

"Comenzar y recomenzar"

3381 Me da alegría ver que comenzáis cada día: no hay mejor medio para acabar bien la vida que el de volver a empezar siempre, y no pensar nunca que ya hemos hecho bastante (SAN FRANCISCO DE SALES, Carta, citada por TISSOT, La vida interior, p. 26).

3382 Lo grave no es que quien lucha caiga, sino que permanezca en la caída; lo grave no es que uno sea herido en la guerra, sino desesperarse después de recibido el golpe y no cure la herida (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Exhort. II a Teodoro, 1).

3383 No es tarde, ni todo está perdido... Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas... Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo –¡ahora!–, y Jesús necesita muchos cirineos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Via Crucis, p. 51).

3384 La culpa repetida y frecuente tiene sujeta al alma, para que no pueda levantarse al estado de rectitud: trata de levantarse y cae, porque en aquello en que ha persistido mucho tiempo por su propia voluntad, en eso mismo cae a pesar suyo (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 31 sobre los Evang.).

3384b La vida espiritual es -lo repito machaconamente, de intento- un continuo comenzar y recomenzar.
-¿Recomenzar? ¡Sí!: cada vez que haces un acto de contrición -y a diario deberíamos hacer muchos-, recomienzas, porque das a Dios un nuevo amor (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Forja, n. 384).

Prontitud para recomenzar

3385 - No te desesperes; se te ha prometido el perdón
- Gracias a Dios por esta promesa; a ella me atengo

- Ahora, pues, vive bien
- Mañana viviré bien
- Te ha prometido Dios el perdón, pero el día de mañana nadie te lo ha prometido (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 101).

3386 No digas, pues: "Mañana me convertiré, mañana contentaré a Dios, y de todos mis pecados pasados y presentes quedaré perdonado". Dices bien que Dios ha prometido el perdón al que se convierte; pero no ha prometido el día de mañana a los perezosos. (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 144).

Constancia en la lucha ascética

3387 Acabóseles el esfuerzo, faltóles ánimo. Y ya que algunos le tienen para vencer a los segundos, a los terceros se les acaba la fuerza; y por ventura no están ni a dos pasos de la fuente del agua viva (SANTA TERESA, C. de perfección 19, 2).

3388 Como el agua de mar se filtra por las rendijas del casco y, poco a poco, llena las bodegas, y si no se la saca sumerge la nave [...]. Imitad a los navegantes: sus manos no cesan hasta secar el hondón del barco; no cesen tampoco las vuestras de obrar el bien. Sin embargo, a pesar de todo, volverá a llenarse otra vez el fondo de la nave, porque persisten las rendijas de la flaqueza humana; y de nuevo será necesario achicar el agua (SAN AGUSTÍN, Sermón 16).

3389 Nos ocurre lo mismo que al soldado valiente, que lo demuestra con cualquier clase de armas, mientras al cobarde le estorban todas (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. al pueblo antioqueno, 15).

3390 No os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí para otra cosa sino para pelear (SANTA TERESA, C. de perfección 20, 2).

3391 Busquemos para encontrar, encontremos para buscar más y más (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre la Trinidad, 9).

3392 El alma que ama a Dios de veras no deja por pereza de hacer lo que puede para encontrar al Hijo de Dios, su Amado. Y después que ha hecho todo lo que puede, no se queda satisfecha y piensa que no ha hecho nada (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 1).

3392b Se trata de un "enemigo doméstico" que reside en nuestro interior, y que es capaz, si echa fuerzas, de acabar por arruinar totalmente la obra de la gracia o la vida interior. Es, a las veces, como la hendidura de un muro sólido en apariencia, pero que no es tal; como una grieta imperceptible, pero honda, en la bella fachada de un edificio, que una violenta sacudida puede hacer venir a tierra (R. GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior, vol. I, p. 366).

Jesucristo presencia nuestra lucha y no nos abandona

3393 El que promete estar con sus discípulos hasta la consumación de los siglos, manifiesta que ellos habrán de vencer siempre, y que El nunca se habrá de separar de los que crean (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 433).

3394 La gracia se da a los que esperan en Dios. Clama bajo la mano del enemigo, pídele a Dios su ayuda; porque si tienes uno que lucha contra ti, también tienes uno que te auxilia; que contempla la pelea y te socorrerá en tu combate; esto, si te encuentra esperanzado, pues Dios aborrece al soberbio, al que confia en sus fuerzas (SAN AGUSTÍN, Sermón 145).

3395 El Señor nos libra del mal no cuando el enemigo deja de presentarnos batalla valiéndose de sus mil artes, sino cuando vencemos arrostrando valientemente las circunstancias (ORÍGENES, Trat. sobre la oración, 30).

3396 Luchemos: nuestro combate se libra en la presencia de quien nos mira y ayuda (SAN AGUSTÍN, Sermón 33).

3397 Esta es nuestra acción, tal es nuestra milicia. En este combate peleamos, teniendo a Dios como espectador; cuando nos batimos en esta agonía, recurrimos a Dios auxiliador. Porque si El nos ayuda, no digo vencer, pero no podríamos ni pelear (SAN AGUSTÍN, Sermón 156).

La paz, consecuencia de la lucha

3398 No hemos de temer a adversarios exteriores. El enemigo vive dentro de nosotros: cada día nos hace una guerra intestina. Cuando le vencemos, todas las cosas del exterior que pueden sernos adversas pierden su fuerza, y todo se pacifica y allana (CASIANO, Instituciones, 5).

3399 Un gran combate comporta una gran gloria, no humana ni temporal, sino divina y eterna (SAN AGUSTÍN, Sermón 274).

3400 Si Dios consintió que su pueblo librara estas batallas, no fue ciertamente porque sintiera enojo ante su tranquilidad, ni siquiera porque abrigara contra él cierta ojeriza, sino porque sabia que iba a serle de provecho. Por eso permitió que fuera humillado constantemente por la opresión de estos pueblos gentiles, para que reconociera Israel que no podía prescindir nunca del auxilio divino, y se mantuviera siempre fiel al culto y servicio de su Dios. Al propio tiempo, ni la tranquilidad enervante haría disminuir su coraje, ni echaría en olvido el arte de la guerra y el ejercicio de la virtud. Con frecuencia, la paz y la tranquilidad han postrado a aquellos que la adversidad no había podido vencer (CASIANO, Colaciones, 4).

3401 Sin lucha, no se logra la victoria; sin victoria, no se alcanza la paz. Sin paz, la alegría humana será sólo una alegría aparente, falsa, estéril, que no se traduce en ayuda a los hombres, ni en obras de caridad y de justicia, de perdón y de misericordia, ni en servicio de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 82).

3402 Si los soldados de este mundo consideran un honor volver victoriosos a su patria después de haber vencido al enemigo, un honor mucho más grande y valioso es volver triunfante al paraíso después de haber vencido al demonio y llevar consigo los trofeos de victoria (SAN CIPRIANO, Fortunato, 13).

3403 No alcanza el estado de suma paz, donde reina el sumo silencio, sino el que con gran estrépito ha luchado con sus vicios (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 9).

Lucha en lo pequeño

3404 Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que si nos esforzamos poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar con su favor a lo mismo que muchos santos (SANTA TERESA, Vida, 13, 2).

3405 Mucho hace a los ojos de Dios quien hace todo lo que puede, aunque pueda poco (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 1, aviso 1°).

3406 Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar.-Sostienes la guerra –las luchas diarias de tu vida interior– en posiciones que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza. Y el enemigo acude allí: a tu pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida; y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo.-Y si llega, llega sin eficacia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 307).

3407 En cosas muy pequeñas –como he dicho otras veces– se puede acostumbrar para salir con victoria en las grandes (SANTA TERESA, C. de perfección, 15, 2).

3408 Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico o el hacha, ni el golpe de cualquier otro instrumento, por contundente que sea: es ese agua menuda, que se mete, gota a gota, entre las grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más fuerte para el cristiano es despreciar la pelea en esas escaramuzas, que calan poco a poco en el alma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 77).

Victorias y derrotas

3409 Es inevitable: donde impera el tumulto de la guerra, es imposible evitar el riesgo de ser herido. Y quien se halla en el fragor de la lucha, aunque hiera a su adversario con heridas de muerte, es inevitable que, a despecho de su audacia y bizarría, sea herido alguna vez por la espada enemiga (CASIANO, Colaciones, 11).

3410 Una persona que no se esforzara por hacer lo que está de su parte, esperándolo todo del auxilio divino, tentaría a Dios (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 53, a. 4 ad 1).

3411 Un jefe en el campo de batalla estima más al soldado que, después de haber huido, vuelve y ataca con ardor al enemigo, que al que nunca volvió la espalda, pero tampoco llevó nunca a cabo una acción valerosa (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).

3412 Si nos esforzásemos en la batalla como fuertes varones, ciertamente veríamos el favor del Señor sobre nosotros, porque está pronto a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia. El nos procura ocasiones de pelear para que alcancemos victoria (Imitación de Cristo, 1, 11, 4).

3413 Cuando un soldado que está combatiendo recibe alguna herida o retrocede un poco, nadie es tan exigente o tan ignorante de las cosas de la guerra que piense que eso es un crimen. Los únicos que no reciben heridas son los que no combaten; quienes se lanzan con más ardor contra el enemigo son quienes reciben los golpes (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Exhort. II a Teodoro, 5).

Lucha ascética y amor a Dios

3414 El alma no puede permanecer inalterable en una misma postura, sin crecer ni disminuir en perfección. Por eso, no adquirir virtudes equivale a decrecer en ellas (CASIANO, Colaciones, 6).

3415 La diferencia entre un pecador y un santo no radica en que uno tiene más tentaciones que el otro, sino en que el primero no se deja vencer por los asaltos más violentos, en tanto que el segundo cede ante la más leve tentación (CASIANO, Colaciones, 18).

3416 No basta el deseo de perfección, si no va acompañado de la firme resolución de alcanzarla (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Práctica del amor a Jesucristo, p. 114).

3417 Hay quien no es capaz ni siquiera de cambiarse de sitio por Dios. Quisieran sentir gustos y consuelos de Dios sin hacer más esfuerzo que tragar lo que El les echa en la boca, y gozar lo que les pone en el corazón sin mortificarse ellos en nada; sin dejar sus gustos, consuelos y veleidades. Pero esperan en vano. Porque mientras ellos no salgan a buscar a Dios, por mucho que le llamen, no le encontrarán (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 2).

3418 Si no hay lucha, también el que parece estar alto puede estar muy bajo a los ojos de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 81).

3419 Leemos en la historia que, viéndose un solitario muy fuertemente tentado, oyó a su superior que le decía: "¿Quieres, amigo mío, que pida a Dios te libre de tus tentaciones?" -No, padre mío, contestó el solitario, puesto que ello contribuye a que nunca me aparte de la presencia de Dios, toda vez que tengo continua necesidad de acudir a El para que me ayude a luchar (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

3420 Para de veras encontrar a Dios no es suficiente orar con el corazón y con las palabras, ni aprovecharse de ayudas ajenas. Esto hay que hacer, pero, además, esforzarse lo que pueda en la práctica de las virtudes. En efecto, aprecia más Dios una acción que haga la propia persona, que otras muchas que otras personas hagan en su favor (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 2).

3421 Esta lucha del hijo de Dios no va unida a tristes renuncias, a oscuras resignaciones, a privaciones de alegría: es la reacción del enamorado, que mientras trabaja y mientras descansa, mientras goza y mientras padece, pone su pensamiento en la persona amada, y por ella se enfrenta gustosamente con los diferentes problemas (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 219).

Materia de lucha ascética

3422 Hay también otras batallas que debe sostener el cristiano: la lucha contra las propias pasiones y los malos deseos; y son mucho peor los enemigos domésticos que los extraños (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 400).

3423 [...] una parte de esa lucha ascética para un cristiano, y concretamente para un sacerdote, es el ejercicio constante de las virtudes morales, desarrollando así la propia naturaleza humana hasta lo sobrenatural, por medio de la gracia (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, p. 30).

3424 Así, algunos que se aíran, si sujetan la ira a la razón, la convierten al servicio de un celo santo. Otros son arrogantes, pero cuando inclinan su ánimo ante el temor de Dios, cambian su arrogancia en voz autorizada para defender la justicia. Otros padecen el peso de la carne, pero cuando sujetan el cuerpo haciendo obras buenas, ganan mucha piedad (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 3).

3425 Procura vencer y evitar lo que más te desagrada de los otros (Imitación de Cristo, 1, 25, 4).

3426 Siempre sientan mucho cualquier falta [...], y encomendarla mucho a Dios y procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que os parece que hay en la otra (SANTA TERESA, C. de perfección, 7, 7).

Escrúpulos

3427 ¡Todavía los escrúpulos! -Habla con sencillez y claridad a tu Director. Obedece... y no empequeñezcas el Corazón amorosísimo del Señor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 259).

3428 Son como espinas, que no dejan al alma reposar y sosegar en Dios y gozar de la verdadera paz (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 3).