Antología de Textos

ORACION DE PETICION

1. Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá (Mt 7, 7-8). El Señor sale fiador con su palabra de que todo lo que pidamos, y sea para nuestro bien, se nos concederá: la petición es siempre eficaz. Hay, además, una razón para ser perseverantes en la oración: cuanto más pedimos, más nos acercamos a Dios, más crece nuestra amistad con Él. En la tierra, cuando se pide un favor a un poderoso se busca algún lazo que nos una a él, el momento oportuno, que se le encuentre de buen ánimo... Con nuestro Padre Dios, a quien siempre encontramos dispuesto, la insistencia en la petición "abre camino para una súplica más confiada aún. Por eso se lee en el salmo: He gritado -es decir, he rezado con fe- y por esto me escuchaste, Dios mío, como si, introducidos en la intimidad divina por el primer ruego, pudiéramos implorar con mucha más confianza la siguiente vez. Por eso, en la petición dirigida a Dios, la asiduidad, la insistencia, nunca es inoportuna. Al contrario, le es agradable" (SANTO TOMAS, Compendio de Teología, II. cap. 2) .
2. Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, diciendo: En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: Hazme justicia ante mi adversario. Y durante mucho tiempo no quería. Sin embargo al final se dijo a sí mismo: aunque no temo a Dios ni respeta s los hombres, ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme. Concluyó el Señor: Prestad atención a lo que dice el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? (Lc 18, 1-7).
San Lucas ya nos indica el fin de la parábola: conviene orar con perseverancia, sin desfallecer, sin cansarse. Así, tenemos la certeza de ser escuchados. Si un hombre, tan injusto como este juez, es movido a hacer justicia a una persona que nada le importa, ¿cómo no va a escuchar el Señor las peticiones de sus escogidos, que claman a él día y noche?
La filiación divina nos lleva a la confianza. Somos hijos de Dios y nada que verdaderamente necesitemos nos puede faltar. Él está siempre pendiente de sus hijos, y esto nos llena de seguridad y de alegría: echad sobre Él vuestras solicitudes -aconseja San Pedro-, pues Él tiene cuidado de vosotros (1P 5, 7).
Hasta el fin de los tiempos, la Iglesia dirigirá ese clamor suplicante a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo, porque son muchos los peligros y las necesidades de sus hijos. Es el primer oficio de la Iglesia y, por lo tanto, el primer deber de sus ministros, los sacerdotes. Es lo primero también que hemos de hacer nosotros, porque estamos indefensos y nada tenemos.
"Rezar significa sentir la propia insuficiencia, sentir la propia insuficiencia a través de las diversas necesidades que se presentan al hombre, las necesidades que forman parte de su vida. Como, por ejemplo, la necesidad del pan a que se refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedirle. Tales necesidades son numerosas. La necesidad de pan es, en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materiales, de las necesidades del cuerpo humano, de las necesidades de esta existencia que nace del hecho de que el hombre tiene cuerpo. Pero la escala de estas necesidades es más amplia..." (JUAN PABLO II, Hom. 27-VII-1980).
La razón que da el Señor en la parábola de ser siempre oída nuestra oración es triple: la bondad de Dios, que tanto dista del juez impío; el amor que Dios tiene por sus hijos; y el interés que nosotros mostramos perseverando en la petición.
3. Vamos a la oración con la confianza de hijos que van a ser escuchados. A medida que rezamos, identificamos nuestra voluntad con la voluntad de nuestro Padre Dios, conformamos nuestra petición a la suya, nos identificamos con Él, nos hacemos más dignos de ser escuchados.
Porque no queremos afirmar en la vida nuestros proyectos y deseos propios, sino los de Él, que quiere para nosotros lo mejor. Si alguna vez no se nos concedió algo que pedimos humilde y confiadamente, era que no convenía: "bien mira por ti quien no te da, cuando le pides, lo que no te conviene", dice San Agustín (Sermón 126). Esa oración habrá sido eficaz en otros bienes o para otra ocasión en que era más necesaria. Pero, en todo caso, siempre es eficaz la petición dirigida a Dios con las debidas disposiciones.
Condición de toda petición, junto a la constancia, es la humildad por la que nos abandonamos confiadamente en nuestro Padre del cielo.
Junto a la humildad, la confianza que hace que no dudemos en ningún momento de ser oídos siempre. Dudar, pedir sin confianza, sería tener poca fe, no dar crédito a lo que con tanta insistencia nos dejó dicho nuestro Señor: "Pídele sin titubear, y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma" (Pastor de Hermas, 9, 1).
4. El pueblo cristiano se ha sentido movido a lo largo de los siglos a presentar sus peticiones a Dios a través de Su Madre, María. Afirma San Bernardo que "subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación" (Sermón en la Asunc. de la B. Virgen María, 1, 1).

Citas de la Sagrada Escritura

1. Necesidad de la oración de petición

Conviene orar con perseverancia y no desfallecer. Lc 18, 1
Orad para que no caigáis en la tentación. Mc 14, 38
Orad sin intermisión. 1Ts 5, 17
Sed prudentes y velad en la oración. 1P 4, 7
Aplicaos a la oración, velad en ella con hacimiento de gracias. Col 4, 2
Todos perseveraban unánimes en la; oración [...] con María, la Madre de Jesús [...]. Hch 1, 14

2. Fin y motivos de la oración de petición

Orad los unos por los otros para que seáis salvos. St 5, 16
Rogamos a Dios que no cometáis mal alguno [...] sino que obréis bien.2Co 13, 7
Ved, pues, cómo habéis de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre [...] hágase tu voluntad [...]. Mt 6, 9-10; Lc 11, 2
Orad por los que os persiguen y calumnian [...]. Mt 5, 44-45; Lc 6, 28

3. Eficacia de la oración de petición

Todo cuanto pidiereis en la oración, si tenéis fe, lo alcanzaréis. Mt 21, 22; Mc 11, 24
En verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá. Jn 16, 23
Mucho puede la oración perseverante del justo. St 5, 16

4. Condiciones de la oración de petición

a) Humilde
Dos hombres subieron al templo a orar: el uno era fariseo, el otro publicano [...]. El publicano ni se atrevía a levantar los ojos al cielo [...], diciendo: Dios mío, ten misericordia de mí, que soy pecador. Os aseguro que éste volvió a su casa justificado. Lc 18, 1~14
Dios se resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia. St 4, 6
La oración del humilde traspasa las nubes, y no descansa hasta que llega a su destino, ni se retira hasta que el Altísimo fija en ella su mirada. Si 35, 21
b) Rectitud de intención
Cuando oréis no seáis como los hipócritas, que se ponen a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos de los hombres. Mt 6, 5
Que los hombres oren en todo lugar; alzando las manos limpias, exentas de todo encono y disensión. 1Tm 2, 8
c) Perseverancia
Yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, a lo menos por su perseverancia se levantará y le dará cuanto necesite. Lc 11, 8
Conviene orar con perseverancia y no desfallecer. Lc 18, 1
d) Confianza
Todo cuanto pidáis en la oración [...] lo obtendréis. Mt 21, 22
Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que se lo pidan? Lc 2, 13
Confía en El, ¡oh pueblo! en todo tiempo, abrid ante El vuestros corazones, porque Dios es nuestro asilo. Sal 62, 9
Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios y le será otorgada, pues a todos da con largueza y sin reproche. St 1, 5

Confianza en Dios al pedir

3896 También se fomenta al afecto de súplica cuando los hombres dicen a Dios: Padre nuestro, y cierta confianza de que hemos de alcanzar lo que vamos a pedir, ya que antes de pedir nada hemos recibido el don inmenso de poder decir a Dios: Padre nuestro. ¿Qué podrá negar ya a los hijos que le piden, habiéndoles antes otorgado el que fuesen hijos? (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).

3897 Jamás Dios ha denegado ni denegará nada a los que le piden sus gracias debidamente (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3898 El alma del hombre recto, al buscar en la oración el remedio a sus heridas, se hace tanto más acreedor a ser escuchado por Dios cuanto más rechazado se ve de la aprobación de los hombres (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 10).

3899 Y de los que confían en las palabras ciertas de Cristo, ¿quién no arderá en deseos de orar sin desmayo, ante su invitación: Pedid y se os dará, pues todo el que pide recibe? (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 10).

3900 Te ves tan miserable que te reconoces indigno de que Dios te oiga... Pero, ¿y los méritos de María? ¿Y las llagas de tu Señor? Y .. ¿acaso no eres hijo de Dios?
Además, El te escucha "quoniam bonus .. quoniam in saeculum misericordia ejus": porque es bueno, porque su misericordia permanece siempre. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 93).

3901 Que no perdamos tan buena razón y que nos lleguemos a El; pues si cuando andaba en el mundo de sólo tocar su ropa sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí -si tenemos fe- y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje (SANTA TERESA, C. de perfección, 34, 8).

3902 Nuestras oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se lo supliquemos debidamente. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3903 Pedid y recibiréis(cfr. Mt 7, 7-8): lo repite para recomendar a justos y pecadores la confianza en la misericordia de Dios, y por eso añade: todo el que pide recibe; es decir, ya sea justo, ya sea pecador, no dude al pedir, para que conste que no desprecia a nadie [...1 (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, pp. 428-29).

3904 Entre todas las cosas necesarias a quien ora, ocupa un puesto muy destacado la confianza: que pida con fe, sin vacilación alguna (St 1, 6). Por ello el Señor, al enseñarnos a orar, comienza por los motivos que dan pie a esa confianza. Uno es la bondad del Padre; y así dice: "Padre nuestro". El otro motivo es su inmenso poder; por eso dice: "Que estás en los cielos" (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., 128).

3905 Cristo nos enseñó también la forma de orar, él mismo nos inculcó y enseñó las cosas que hemos de pedir. Quien nos dio la vida nos enseñó también a orar con aquella misma benignidad con que se dignó dar y conferir los demás dones, para que al hablar al Padre con la misma oración que el Hijo nos enseñó, más fácilmente seamos escuchados (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración, 2).

3906 Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 427).

3907 En la oración hay un obstáculo que consiste en pensar que; la Providencia de Dios no se ocupa de las cosas de este mundo. (SANTO TOMÁS, Compendio de Teología, II, cap. 6).

3908 El Sacrificio del Calvario es una muestra infinita de la generosidad de Cristo. Nosotros –cada uno– somos siempre muy interesados; pero a Dios Nuestro Señor no le importa que, en la Santa Misa, pongamos delante de El todas nuestras necesidades. ¿Quién no tiene cosas que pedir? Señor, esa enfermedad... Señor, esta tristeza... Señor, aquella humillación que no sé soportar por tu amor... Queremos el bien, la felicidad y la alegría de las personas de nuestra casa; nos oprime el corazón la suerte de los que padecen hambre y sed de pan y de justicia; de los que experimentan la amargura de la soledad; de los que, al término de sus días, no reciben una mirada de cariño ni un gesto de ayuda.
Pero la gran miseria que nos hace sufrir, la gran necesidad a la que queremos poner remedio es el pecado, el alejamiento de Dios, el riesgo de que las almas se pierdan para toda la eternidad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. Sacerdote para la eternidad, 13-lV-1973).

Constancia en la petición

3909 Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y Vuelve a pedir. No será El como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido (SAN AGUSTÍN, Sermón 105).

3910 Lo que por tu debilidad no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras (SAN EFRÉN, Coment. sobre Diatessaron 1).

3911 La oración dirigida a un hombre exige previamente un cierto grado de familiaridad, gracias a la cual se tenga acceso a aquel a quien se implora. Mientras que la oración a Dios nos hace por sí misma amigos de Dios, puesto que nuestra alma se eleva hacia él, conversa afectuosamente con él y le adora en espíritu y en verdad. Esta intimidad adquirida con la oración incita al hombre a orar con confianza [...]. Además, en la oración a Dios, la asiduidad o la insistencia en la petición no es importuna, sino más bien del agrado de Dios; porque hay que orar siempre, dice el Evangelio, y no desfallecer (Lc 18, 1); y en otra parte el Señor no invita a pedir: Pedid y recibiréis, dice, llamad y se os abrirá (Mt 7, 7) (SANTO TOMÁS, Compendio de Teología, 11, c. 1).

3912 La tercera condición que debe reunir la oración para ser agradable a Dios, es la perseverancia. Vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3913 Quien te redimió y te creó no quiere que cesen tus oraciones, y desea que por la oración alcances lo que su bondad quiere concederte. Nunca niega sus beneficios a quien los pide, y anima a los que oran a que no se cansen de orar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 294).

3914 (El Señor) nos estimuló firmemente a buscar, a pedir y a llamar, hasta que recibamos lo que pedimos (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 29).

3915 Comprendan todas las almas que, si Dios no les cumple enseguida lo que le piden y necesitan, no fallará a su debido tiempo si ellas son constantes y no desmayan y se desalientan (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 2, 4).

3916 Dios quiere ser rogado, quiere ser coaccionado, quiere ser vencido por una cierta importunidad... (SAN GREGORIO MAGNO, Sermón sobre el Sal 51, 8, 2).

3917 Jesús percibe la primera invocación de nuestra alma, pero espera. Quiere que nos convenzamos de que le necesitamos; quiere que le roguemos, que seamos tozudos, como aquel ciego que estaba junto al camino que salía de Jericó (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 195).

3918 Se lee en el salmo: He gritado –es decir, he rezado con fe– y por esto me escuchaste, Dios mío, como si, introducidos en la intimidad divina por el primer ruego, pudiéramos implorar con mucha más confianza la siguiente vez Por eso, en la petición dirigida a Dios, la asiduidad, la insistencia, nunca es inoportuna. Al contrario: agrada a Dios (SANTO TOMÁS, Compendio de Teología, II, cap. 2).

3919 Cuando digo a alguno: Ruega a Dios, pídele, suplicare, me responde: ya pedí una vez, dos, tres, diez, veinte veces, y nada he recibido. No ceses, hermano, hasta que hayas recibido; la petición termina cuando se recibe lo pedido. Cesa cuando hayas alcanzado; mejor aún, tampoco entonces ceses. Persevera todavía. Mientras no recibas pide para conseguir, y cuando hayas conseguido da gracias (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía, 10).

Otras condiciones de la oración de petición

3920 Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis (Mc 11, 24). Por eso, la Iglesia acostumbra a orar unánimemente todas las veces que se ve necesitada de pedir algo al Señor; y no hay medio tan eficaz sobre el querer divino como la oración, al menos si se hace con fe, serenidad, humildad y perseverancia (SAN LORENZO JUSTINIANO, Sermón en la fiesta de San Matías, 1. c., pp. 339-340).

3921 Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros (cfr. SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, 20, 22).

3922 Es preciso no sólo orar, sino orar como es debido y pedir lo que conviene (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 2).

3923 ¿Quién hay, por desbaratado que sea, que cuando pide a una persona grave no lleva pensado cómo le ha de pedir –para contentarle y no serle desabrido– y qué le ha de pedir y para qué menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar (SANTA TERESA, C. de perfección, 30, 1).

3924 Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfinas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3925 Cuando añade buscad y llamad dio a entender que se debe pedir con mucha insistencia y con la fuerza del que busca apartando de la imaginación todo lo demás, fijándose sólo en lo que busca. El que pide viene con ánimo vehemente y fervoroso (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. l, p. 428).

3926 Podéis pedir cosas temporales, nos dice S. Agustín; mas siempre con la intención de que os serviréis de ellas para gloria de Dios, para salvación de vuestra alma y la de vuestro prójimo; de lo contrario, vuestras peticiones procederían del orgullo o de la ambición; y entonces, si Dios rehusa concederos lo que le pedís, es porque no quiere perderos (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3927 No hemos nacido para comer y beber y vestir lujosamente, sino para agradar a Dios y alcanzar los bienes eternos. Y puesto que aquello ha de ser secundario en nuestro empeño, lo será también en nuestra oración (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 22).

3928 La necesidad nos obliga a rogar por nosotros mismos, y la caridad fraterna a pedir por los demás. Es más aceptable a Dios la oración recomendada por la caridad que la que es impulsada por la necesidad (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. l, p. 354).

Eficacia de la oración bien hecha

3929 Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas (SAN AGUSTÍN, Sermón 43, sobre la naturaleza y la gracia).

3930 Si tú oras por todos también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú formas también parte del todo. De esta manera obtendrás una gran recompensa, pues la oración de cada miembro del pueblo se enriquecerá con la oración de todos los demás miembros (SAN AMBROSIO, Sobre Caín y Abel).

3931 Ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de Esteban (SAN FULGENCIO DE RUSPE, Sermón 3).

3932 Cuando se llama continuamente en la oración, se concede pronto auxilio en la tentación (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 35 sobre los Evang.).

3933 El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 558).

3934 ¡Hemos leído y oído tantos testimonios ciertos de su eficacia! La oración antigua era capaz de salvar del fuego, de las fieras y del hambre; y eso que no habla recibido la forma que le dio Cristo. Por consiguiente, la eficacia de la oración cristiana ha de ser mucho mayor. Ella no envía ángeles que apaguen las llamas, ni mantiene cerradas las fauces de los leones, ni trae pan a los hambrientos, ni suprime ninguna impresión de los sentidos por un don de la gracia; concede la fe, que hace comprender lo que el Señor reserva a los que sufren por el nombre de Dios (TERTULIANO, Sobre la oración, 28-29).

3935 Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con toda la Iglesia? (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Efesios, 2).

3936 El único y general remedio para este mal (se refiere a las distracciones en la oración), como para los otros, es pedirlo a Aquel que está aparejado para dar, si hubiere quien siempre le quiera pedir (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, ev. 6°).

3937 ¡Cuántas veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos ni qué queremos pedir! Sin embargo, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a Dios: "Vengo a decirte dos palabras para cumplir contigo...". Con frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor, conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe viva y un corazón puro (SANTO CURA DE ARS, Sobre la oración).

3938 El ángel particular de cada cual, aun de los más insignificantes dentro de la Iglesia, por estar contemplando siempre el rostro de Dios que está en los cielos, viendo la divinidad de nuestro Creador, une su oración a la nuestra y colabora en cuanto le es posible a favor de lo que pedimos (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 10).

3939 Porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene: mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inefables, y el que escudriña los corazones conoce cuáles el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios (Rm 8, 26-27). Es decir, mientras nosotros oramos, el Espíritu intercede intensamente (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 14).

3940 Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti (SAN AMBROSIO, Sobre Caín y Abel).

Acompañar la petición de penitencia y buenas obras

3941 Todos los que han querido rogar por alguna necesidad, han unido siempre el ayuno (la penitencia) a la oración, porque el ayuno es el soporte de la oración (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 377).

3942 "In te, Domine, speravi": en ti, Señor, esperé. -Y puse, con los medios humanos, mi oración y mi cruz. -Y mi esperanza no fue vana, ni jamás lo será: " non confundar in aeternum "! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 95).

3943 No alcanzamos la gracia si no la buscamos, porque no se conceden los dones de lo alto a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas. De la misma manera que quien llama a una puerta no llama sólo con la voz, así el que hace buenas obras llama también con ellas (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 427).

3944 Si espera alcanzar misericordia, que él también la tenga; si espera piedad, que él también la practique; si espera obtener favores de Dios, que él también sea generoso. Es un mal solicitante el que espera obtener para si lo que él niega a los demás (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón 43).

3945 Quien desea ser escuchado en sus oraciones, que escuche él también a quien le pide, pues quien no cierra sus oídos a las peticiones del que le suplica abre los de Dios a sus propias peticiones (SAN PEDRO CRISOLOGO, Sermón 43).

La oración de petición aumenta, en el que pide, su capacidad de recibir

3946 Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Dilatad vuestro corazón (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3947 Cuando insistimos fervorosamente en nuestra oración, detenemos a Jesús que va de paso. Por eso se dice allí: Parándose entonces Jesús, mandó traerle a su presencia... Y debe notarse lo que dice al ciego cuando llega: ¿Qué quieres que te haga? ¿Acaso el que podía dar la vida, ignoraba lo que el ciego quería? No; pero quiere que se lo pida [...]. Pregunta para esto, para que se lo pida; pregunta para incitar al corazón a que ore (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).

3948 Entre los hombres la petición es necesaria porque quien necesita algo ha de dar a conocer su indigencia, y tiene también que ablandar el corazón del que acoge la súplica. Pero estas dos cosas no tienen razón de ser cuando nuestra súplica va dirigida a Dios. Cuando rezamos a Dios no le queremos dar a conocer nuestra indigencia y nuestros deseos, porque todo lo conoce [~1. No se trata tampoco de hacer que ceda la voluntad divina a la persuasión humana, hasta hacerle querer lo que antes no quería [...]. Si la petición es necesaria al hombre para obtener beneficios de Dios, es porque ejerce influencia sobre el mismo que pide. Porque debe detenerse a considerar su poquedad y a desear con fervor y espíritu filial lo que espera obtener con la oración. Así se hace capaz de recibirlo (SANTO TOMÁS, Compendio de Teología, II, cap. 2).

3949 El que podía restituir la vista, ¿ignoraba acaso lo que quería el ciego? Jesús desea que le pidamos. Conoce de antemano nuestras necesidades y quiere remediarlas. Con mucha insistencia nos exhorta a la oración y, no obstante, dice: Vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis (Mt 6, 8). Insiste para que se le pida e invita para mover el corazón a la oración [...| (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evangelios).

Dios conoce de siempre lo mejor, y en mayor abundancia

3950 Siempre da más de lo que le pedimos (SANTA TERESA, C. de perfección, 37, 4).

3951 No nos invitarla tanto a que pidiésemos, si no quisiera darnos. Avergüéncese la pereza humana, más quiere dar el Señor que nosotros recibir (SAN AGUSTÍN, Sermón 29).

3952 Cuando no somos oídos al pedir alguna cosa, es porque pedimos algo contrario a nuestra salvación; o también porque lo impide la malicia de aquellos por quienes pedimos; o se dilata la concesión de la gracia pedida para que crezcan los deseos y se reciba con más interés el bien que se pide (RABANO MAURO, en Catena Aurea, vol. III, p. 24).

3953 Y ofrecía (el leproso) al Médico espiritual un don espiritual; porque, así como se satisface a los médicos de la tierra con dinero, a Este con oraciones: ninguna otra cosa más digna podemos ofrecer a Dios que una oración bien hecha. En cuanto a lo que dice: Si quieres, no duda que la voluntad de Dios está inclinada a todo lo bueno, sino que, como no a todos conviene la perfección corporal, ignoraba si a él le convendría aquella curación. Dice, pues, si quieres, como si dijese: "Creo que quieres todo lo que es bueno, pero ignoro si es bueno para mi lo que pido" (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, pp. 465-466).

3954 Uno pide en la oración le conceda mujer para esposa según su deseo, otro pide una casa de campo, otro un vestido y otro pide se le den alimentos. Efectivamente, cuando hay necesidad de estas cosas debemos pedírselas a Dios Todopoderoso; pero debemos tener siempre presente en nuestra memoria el mandato de nuestro Redentor: Buscad primero el reino de Dios y su justicia y las demás cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33) (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 27 sobre los Evang.).

3955 Vergüenza para la desidia humana. Tiene El más ganas de dar que nosotros de recibir; tiene más ganas El de hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias (SAN AGUSTÍN, Sermón 105).

3956 El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 507).

3957 Bueno es el Señor, quien no siempre nos concede lo que deseamos, para concedernos lo mejor (SAN AGUSTÍN, Epístola 50).

Cuando los dones perdidos tardan en llegar

3958 El que tarda en dar quiere hacer más vivo tu deseo con la tardanza, para que no parezca de poco mérito lo que da (SAN AGUSTÍN, Sermón 29).

3959 Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión si perseveras (SAN EFRÉN, Coment. sobre Diatessaron, 1).

3960 Si algo acontecede en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3961 Bien mira por ti quien no te da, cuando le pides, lo que no te conviene (SAN AGUSTÍN, Sermón 126).

3962 Acaso lo difiere con el fin de que, repitiendo con asiduidad y frecuencia tu plegaria, conozcas lo que es la casa de Dios, y conserves con celo las gracias recibidas: que todo lo que se adquiere con mucho trabajo se conserva con gran empeño (SAN BASILIO MAGNO, Regla monástica, c. 1).

3963 Cuando pides y no recibes es porque pides mal, o sin fe o con ligereza, o lo que no te conviene, o porque te cansas (de pedir) (SAN BASILIO MAGNO, Regla monástica, c. 1).

3964 Cuando el Señor tarda en conceder lo que pedimos hace desear sus dones, pero no los niega: las cosas que se desean por mucho tiempo se reciben con más gusto [...]. Pide, busca, insiste: pidiendo y buscando aumenta el deseo para que recibas los dones con más gusto. El Señor te reserva lo que no quiere darte enseguida, para que aprendas a desear mucho las cosas grandes: por ello conviene orar siempre y no desmayar (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 429).

Imitar a la Virgen

3965 María, Maestra de oración –Mira cómo pide a su Hijo, en Caná. Y cómo insiste, sin desanirmarse, con perseverancia.– Y cómo logra.-Aprende (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 502).

3966 No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Rosario, la oración tan querida de la Virgen y tan recomendada por los Sumos Pontífices, por medio de la cual los fieles pueden cumplir de la manera más suave y eficaz el mandato del Divino Maestro: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (Pío XI, Enc. Ingravescentibus malis, 29-IX-1937).