Antología de Textos

PENITENCIA

l. El Bautista pedía una verdadera conversión interior porque el Mesías estaba próximo. Y muchos de los que oían sus palabras, le preguntaban: "Qué debemos hacer? (cfr. Lc 3, 10). Es lo mismo que querían saber años más tarde aquellos que se convierten el día de Pentecostés: Qué tenemos que hacer, hermanos? (Hch 2, 37).
A pesar de la importancia del momento, Juan no exige un cambio exterior de vida extraordinario. Tampoco lo exigirán los Apóstoles. No hay que cambiar de profesión, ni siquiera la de soldado o publicano, mal vistas por los fariseos. Lo mismo dirá San Pablo a los cristianos recién convertidos: Por lo demás, que cada uno viva según la condición que el Señor le asignó, cada cual como era cuando Dios le llamó. Esto es lo que prescribo en todas las Iglesias (1Co 7, 17).
El cambio de vida que se experimenta al encontrar a Dios, o al prepararse para su encuentro, se manifiesta externamente en vivir la profesión con toda rectitud: que los publicanos no cobren más de lo que está mandado, que los soldados no extorsionen, ni engañen y no protesten por las pagas, etc. (cfr. Lc 3, 13-14); y además, para todos, hacer obras con frutos dignos de penitencia, entre los que se hacen especial mención los relativos a la caridad y a la misericordia: el que tenga dos vestidos que...
2. La penitencia fue siempre un medio para obtener el perdón y la salvación.
A lo largo de la Sagrada Escritura vemos cómo Dios exige que el pecador se aparte del pecado y se vuelva a Él. Este cambio no consiste solamente en evitar los pecados, sino también en el arrepentimiento de los cometidos, manifestado en obras de penitencia: Si el impío hiciera penitencia de todos sus pecados..., tendrá vida eterna y no morirá (Ez 18, 21). Y ahora volved a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; desgarrad vuestro corazón, no vuestros vestidos (Jl 2, 12). Contra ti solo he pecado y he cometido la maldad delante de sus ojos... El espíritu compungido es mi sacrificio; no despreciarás, oh Dios, un corazón contrito y humillado (Sal 50, 6, 19). Jesús comenzará su misión pidiendo penitencia: haced penitencia porque está cerca el reino de los cielos (Mt 4, 17). Sin penitencia no se recibe su reino. Sin penitencia no hay posibilidad de conversión y quedamos prisioneros de nuestros sentidos, incapacitados para ver a Dios. Si no hacéis penitencia, dirá el Señor, todos igualmente pereceréis (cfr. Lc 13, 3). Será también lo que prediquen los Apóstoles, apenas nacida la Iglesia (cfr. Hch 2, 38).
Todo el tiempo de la Iglesia peregrina, en la que nos encontramos, aparece como un tiempo concedido por el Señor para que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia (2P 3, 9). La penitencia es necesaria porque existe el pecado y nosotros no somos ajenos a él, porque es necesario reparar por tantos errores y debilidades propias y de nuestros hermanos los hombres. "Tú, pecador, entrégate a esta penitencia, abrázala como el náufrago, que pone su confianza en una tabla: ella te levantará cuando estás para ser hundido en las olas de los pecados, y te llevará al puerto de la divina clemencia..." (TERTULIANO, Sobre la penitencia, 4).
3. La primera muestra de nuestro espíritu de penitencia se manifiesta en el amor a la Confesión, sacramento del perdón.
También es penitencia "el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.
"La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío.
"Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias -los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo- así lo requieran.
"La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos.
"Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales. "El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras" (S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Amigos de Dios, 138).
Solo si hacemos penitencia nos dispondremos para recibir el reino de Dios en nosotros. Solo así nos puede poseer Dios. Sin penitencia caeríamos bajo el dominio del mundo, del demonio y de la carne.
Con el espíritu de penitencia, el alma se rejuvenece y se dispone para la Vida, y se purifica y prepara para ese reino de Dios que viene a nosotros y que solo puede ser recibido por un corazón bien dispuesto. La penitencia mantiene despierta el alma ante Dios, que llega sin cesar a cada uno.

Citas de la Sagrada Escritura

En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: Haced penitencia, porque el reino de los cielos está cerca. Mt 3, 1-2
Haced frutos dignos de penitencia. Mt 3, 8
Comenzó entonces a increpar a las ciudades en que había hecho muchos milagros, porque no habían hecho penitencia. ¡Ay de ti, Corazein; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, hace mucho que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. Mt 11, 20-21
Y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia. Lc 5, 32
Os digo que si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis. Lc 13, 5
Yo reprendo y corrijo a cuantos amo; ten, pues, celo y arrepiéntete. Ap 3, 19
Ni se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos. Ap 9, 21
Consumido estoy a fuerza de gemir; todas las noches inundo mi lecho y con mis lágrimas riego mi estrado. Sal 6, 7
Le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán. Lc 13, 23-24
Considera, pues, de dónde has caldo, y arrepiéntete, y practica las obras primeras; si no, vendré a ti y removeré tu candelero de su lugar si no te arrepientes. Ap 2, 5
¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te trae a penitencia? Rm 2, 4
Pues os he llamado y habéis rehusado; tendí mis brazos y nadie se dio por entendido. Pr 1, 24
¡Ay de los pecadores tímidos y de las manos flojas, y del pecador que va por doble camino! Si 2, 14
Apiádate de mi, ¡oh Dios!, según tu benignidad. Por tu gran misericordia borra mi iniquidad. Lávame enteramente de mi iniquidad y límpiame de mi pecado, pues reconozco mi transgresión, y mi pecado está siempre delante de mi. Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo malo a tus ojos, para que seas reconocido justo en tu sentencia y seas irreprochable en tu juicio. He aquí que en maldad fui formado y en pecado me concibió mi madre. Puesto que amas la verdad en lo intimo, ¡instrúyeme en el secreto de la sabiduría! Sal 52, 3 - 8

Fines y motivos para la penitencia

4131 La finalidad última de la penitencia consiste en lograr que amemos intensamente a Dios y nos consagremos a El (PABLO VI, Const. Poenitemini, 17-2-1967, 11).

4131b Penitencia significa el cambio profundo de corazón [...]. Pero penitencia quiere también decir cambiar la vida en coherencia con el cambio de corazón, y en este sentido el hacer penitencia se completa con el de dar frutos dignos de penitencia (cfr. Lc 3, 8); toda la existencia se hace penitencia orientándose a un continuo caminar hacia lo mejor [...1. La penitencia es, por tanto, la conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano (JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Reconciliatio et poenitentia, n. 4).

4132 ¿Motivos para la penitencia? Desagravio, reparación, petición, hacimiento de gracias: medio para ir adelante ..: por ti, por mi, por los demás, por tu familia, por tu país, por la Iglesia... Y mil motivos más. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 232).

4133 Para salvar nuestras almas, la penitencia nos es tan necesaria, a fin de perseverar en la gracia de Dios, como la respiración para vivir, para conservar la vida del cuerpo (SANTO CURA DE ARS, Sobre la penitencia).

4134 Piensa que los actos de penitencia te son tan necesarios para detener la violencia de las pasiones y mantenerte dentro de los límites del deber, como la brida y el freno para domar un caballo impetuoso (J. Pecci –León XIII–, Práctica de la humildad, 34).

4135 (La penitencia) purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne propia al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad (SAN AGUSTÍN, Sermón 73).

4136 Todos los que han querido rogar por alguna necesidad, han unido siempre el ayuno (la penitencia) a la oración, porque el ayuno es el soporte de la oración (SAN JUAN CRISÓSTOMO en Catena Aurea, vol. 1, p. 377).

Nos prepara el camino hacia el Señor

4137 El cual preparará tu camino ante ti... El camino por el que viene el Señor, penetrando hasta dentro del hombre, es la penitencia, por la cual Dios baja a nosotros. De aquí el principio de la predicación de Juan: haced penitencia (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. II).

4138 El que desea la almendra de la nuez rompe la cáscara; la dulzura de la fruta compensa la amargura de la raíz; la esperanza del lucro hace agradables los peligros en el mar; la esperanza de la salud mitiga el dolor que causa la medicina [...]; quien desea verdaderamente el reino de Dios, hace penitencia. (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 11).

4139 Lo que ha de llenarse ha de empezar por estar vacío. Si has de llenarte del bien, comienza por echar fuera el mal. Imagina que Dios te quiere hacer rebosar de miel: si estás lleno de vinagre, ¿dónde va a depositar la miel? Primero hay que vaciar lo que contenía el recipiente; hay que limpiar el mismo vaso; hay que limpiarlo aunque sea con esfuerzo, a fuerza de frotarlo, para que sea capaz de recibir esta realidad misteriosa (SAN AGUSTÍN, Trat. 1 Epístola de S. Juan, 4 ).

Por nuestros pecados

4140 [...] nada nos consuela tanto durante nuestra vida y nos conforta a la hora de la muerte como las lágrimas que derramamos por nuestros pecados, el dolor que por los mismos experimentamos y las penitencias a que nos entregamos. Es esto muy fácil de comprender, puesto que por semejante medio tenemos la dicha de expiar nuestras culpas o satisfacer a la justicia de Dios. Por él merecemos nuevas gracias, para que nos ayuden a tener la dicha de perseverar (SANTO CURA DE ARS, Sobre la penitencia).

4141 Conoce el Señor la fragilidad humana para caer en el pecado, pero, como es bueno, no nos deja desesperar, sino más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable (SAN CIRILO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 104).

4142 Entierra con la penitencia, en el hoyo profundo que abra tu humildad, tus negligencias, ofensas y pecados .-Así entierra el labrador, al pie del árbol que los produjo, frutos podridos, ramillas secas y hojas caducas.-Y lo que era estéril, mejor, lo que era perjudicial, contribuye eficazmente a una nueva fecundidad. Aprende a sacar, de las caldas, impulso: de la muerte, vida. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 211).

4143 No os aterre la austeridad de la penitencia, pues no tienen proporción los trabajos del tiempo presente con las culpas pasadas que se perdonan; no tiene proporción el consuelo que al presente Dios envía, con la futura gloria que se nos promete (SAN BERNARDO, Sobre la convivencia, 21).

4144 Omnipotente es Dios para acoger benévolamente nuestra penitencia, y ocultar en su juicio nuestros errores (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 29 sobre el Evang. de S. Marcos).

4145 Haga cada cual desfilar la vida pasada ante sus ojos, y veremos cuánta necesidad tenemos todos de penitencia (SANTO CURA DE ARS, Sobre la penitencia).

4146 La penitencia borra el pecado y la sabiduría lo evita (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 407).

4147 Fue permitida esta negación para que en el mismo principio de la Iglesia tuviese principio el remedio de la penitencia, y nadie se atreviera a confiar en sus propias fuerzas cuando ni el mismo S. Pedro pudo evadirse del peligro de la inconstancia (SAN LEÓN, Sermón sobre la Pasión).

4148 La Iglesia no sólo llama a la penitencia por la predicación de la Palabra de Dios, sino que también intercede por los pecadores y ayuda al penitente con atención y solicitud maternal, para que reconozca y confiese sus pecados y así alcance la misericordia de Dios, ya que sólo él puede perdonar los pecados Pero, además, la misma Iglesia ha sido constituida instrumento de conversión y absolución del penitente por el ministerio entregado por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores (cfr. Mt 18, 18; Jn 20, 23) (Orco paenitentiae, 8).

Algunos ejemplos y modos de hacer penitencia

4149 El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre el tentador, 6).

4150 La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes –hablo de la limosna–, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom sobre el tentador, 6).

4151 (Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara...). Aquí se habla de la costumbre que existía en Palestina de ungirse la cabeza los días de fiesta, y mandó el Señor que cuando ayunemos nos manifestemos contentos y alegres (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. 1, p 380).

4152 Y aunque en todo tiempo haga falta aplicarse a santificar el cuerpo, ahora sobre todo, durante los ayunos de la Cuaresma, debéis perfeccionaros por la práctica de una piedad más activa. Dad limosna, que es muy eficaz para corregirnos de nuestras faltas; pero perdonad también las ofensas, abandonad las quejas contra aquellos que os han hecho algún mal (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 45 sobre la Cuaresma).