Catena Áurea
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← Mt 14, 6-12 →
Mas el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y agradó a Herodes. Por lo que prometió con juramento, que le daría todo lo que le pidiese. Y ella, prevenida por su madre, dijo: "Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista". Y el rey se entristeció: mas por el juramento, y por los que estaban con él a la mesa, se la mandó dar. Y envió e hizo degollar a Juan en la cárcel. Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha, y ella la llevó a su madre. Y vinieron sus discípulos y tomaron su cuerpo y lo enterraron, y fueron a dar la nueva a Jesús. (vv. 6-12)
Glosa
Después de haber referido el evangelista la prisión de Juan, nos habla de su muerte diciendo: "Mas el día del nacimiento", etc.
San Jerónimo
De nadie más que de Herodes y del Faraón sabemos que celebraran el día de su nacimiento ( Ex 40), sin duda para que así como estaban unidos por la impiedad, lo estuvieran también por la festividad.
Remigio
Es necesario tener presente que la costumbre, no sólo de las mujeres ricas, sino también de las pobres, es el educar a sus hijas con tal recato que apenas son vistas por los extraños; pero esta mujer impúdica educó a su hija con tan poco pudor que no solamente no le enseñó la modestia, sino que le enseñó la danza. Y no es menos digno de reprensión Herodes, que olvidando que su casa era un palacio real, permitió que la dicha mujer la hiciera un teatro. Por eso sigue: "Y agradó a Herodes".
San Jerónimo
Yo no excuso a Herodes que cometió homicidio, resistiéndose y sin quererlo, a causa del juramento que había hecho, porque ese mismo juramento fue quien preparó la muerte; porque -si cometió el crimen a causa del juramento- ¿si se le hubiera exigido la muerte de su padre o de su madre, los hubiera matado, sí o no? Luego, debió rechazar contra el profeta lo que hubiera rechazado en contra suya.
San Isidoro, lib. syn, 2, 10
Las promesas, cuando son malas, no debéis cumplirlas; y es una promesa impía la que se cumple mediante un crimen; y no se debe observar un juramento en el que, sin pensarlo, se promete una cosa mala.
Sigue: "Y ella, prevenida por su madre, dijo: dame aquí en un plato la cabeza de Juan", etc.
San Jerónimo
Herodías, temiendo que Herodes se arrepintiese, o de que volviera a la amistad de su hermano Filipo, y de que su matrimonio ilegítimo terminase con el divorcio, previene a su hija que en seguida en el mismo convite pidiese la cabeza de Juan; la sangre era el precio digno de una danza.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48, 2
Dos son los crímenes de esta joven: el danzar y el haber danzado de manera que, agradando al rey, pudiese pedir como recompensa la muerte. Y ved aquí la crueldad de la obscena bailarina y la molicie de Herodes, porque se hace a sí mismo responsable de un juramento y la hace a ella dueña de la demanda, y si se entristeció, fue porque sabía que en esa demanda iba envuelto un crimen. Por eso sigue: "Y el rey se entristeció", etc. Aun entre los malos es digna de admiración y de alabanza la virtud.
San Jerónimo
O de otro modo, es costumbre de las Escrituras el que el escritor cuente, no como opinión sino como un hecho, la opinión de gran parte de los contemporáneos del hecho que refiere. Así, como José era llamado por María padre de Jesús ( Lc 2), así también Herodes se nos presenta ahora triste, porque así lo juzgaban los convidados. Este disimulo de su alma y artificio del homicidio hacía aparecer la tristeza en su rostro, pero la alegría estaba en su corazón. Sigue: "Por causa del juramento", etc. Excusa su maldad con el juramento y se hace más impío bajo el velo de la piedad. Por las palabras: "Y por los que estaban en la mesa", nos significa que todos los que allí se entregaban a las delicias del convite impuro eran participantes de su crimen y de los sangrientos manjares.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48, 2
Y si él temía tener testigos de su perjurio, ¡cuánto más debió temer tener tantos testigos de una muerte impía!
Remigio
Un pecado conduce a otro pecado más grave, porque el que no arranca de su corazón un deseo licencioso, pronto llega hasta la lujuria, y si no reprime la lujuria, desciende hasta el crimen del homicidio. Por eso sigue: "Y envió e hizo degollar a Juan".
San Jerónimo
Leemos en la historia romana que Flaminio, general romano, que estaba recostado en un festín junto a una cortesana que decía que ella jamás había visto decapitar a un hombre, mandó que un criminal, condenado a pena capital, fuese decapitado en la sala del festín. Los censores le arrojaron del senado por haber derramado sangre humana en un festín, y haber ofrecido la muerte, aunque de un criminal, delante de los espectadores mezclando de esta manera el libertinaje con el homicidio. ¿Cuánto más criminales son Herodes y Herodías y la muchacha que danzaba, por haber exigido como recompensa la cabeza de un profeta, con el objeto de tener en su poder la lengua que reprendía su matrimonio ilegítimo?
Sigue: "Y fue dada a la muchacha", etc.
Glosa
Con el fin de que tuviera poder sobre la lengua que reprendía su matrimonio ilegítimo.
San Gregorio Magno, Moralia, 3, 7
No es de extrañar que me cause una admiración profunda el ver que aquel que fue lleno del espíritu de profecía en el vientre de su madre ( Lc 1) y que no ha tenido superior entre los hijos de mujer ( Mt 12), sea decapitado por la danza de una muchacha, y un varón de tan grande santidad muera por la risa de una mujer infame. ¿Es por ventura para expiar algún crimen de su vida pasada la razón de sufrir una muerte tan despreciable? No, porque si Dios oprime a los suyos en las cosas pequeñas, es porque al mismo tiempo está viendo el modo de premiarlos en las cosas grandes. De aquí debemos sacar la conclusión de cuán grande será el castigo de los réprobos, cuando de esta manera prueba a los justos.
San Gregorio Magno, Moralia, 29, 4
Juan no murió como confesor de Cristo, sino como confesor de la verdad y de la justicia; pero como la verdad es Cristo, luchó hasta morir por Cristo, y a El debe el haber sido mártir de la verdad.
Sigue: "Y acercándosele sus discípulos", etc.
San Jerónimo
Bajo la palabra discípulos, podemos comprender los de Juan y los del Salvador.
Rábano
Josefo cuenta, que Juan fue cargado de cadenas y conducido al castillo de Maqueronte donde fue decapitado, pero la historia eclesiástica nos dice que fue enterrado en Sebaste, ciudad de la Palestina, llamada en otro tiempo Samaria.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49, 1
Observad cómo los discípulos de Juan tienen más familiaridad con Jesús. Ellos son los que le anunciaron lo acontecido a Juan. Por eso sigue: "Y vinieron sus discípulos a dar la noticia a Jesús". Renunciando a todos los otros, se acogen a El y de esta manera se dirigen a El poco a poco después de la desgracia y de la respuesta dada por el Señor.
San Hilario, in Matthaeum, 14
En sentido místico, Juan es la figura de la ley, porque la ley fue quien anunció a Cristo, y Herodes es el rey del pueblo y el representante del nombre y de la causa del pueblo que estaba bajo sus órdenes. Juan prevenía a Herodes que no se casara con la mujer de su hermano. Son, pues, y eran dos pueblos: el de la circuncisión y el de los gentiles. Los dos son hermanos y descienden del mismo tronco, del padre del género humano. Pero la ley mandaba al pueblo de Israel que no se mezclase con las obras y la incredulidad de los gentiles, cosas que unían a las naciones como por un lazo de íntimo maridaje. Mas en el día del nacimiento de Herodes, es decir, entre los goces terrenales danzó la hija de Herodías. La voluptuosidad, que es como hija de la incredulidad, mezcla todos los goces de Israel con los movimientos desordenados de una bailarina, a quien es vendido el pueblo de Israel mediando un juramento. Esta bailarina por instigación de su madre, esto es, de la infidelidad, suplicó que se le entregase la cabeza de Juan, esto es, la gloria de la ley. Pero el pueblo que tenía conciencia del bien que contenía la ley, no accede a las condiciones de la voluptuosidad sin una impresión dolorosa del perjuicio que se le sigue. El sabe que no le es lícito abandonar a esta gloria de sus maestros, pero precisado por sus pecados y por el juramento, viciado y vencido por el temor y el ejemplo de los príncipes vecinos, obedece triste a las seducciones de la licencia. Y en seguida es llevada en un plato la cabeza de Juan en medio de las risotadas de un pueblo disoluto. Siempre por la infracción de la ley se desarrolla la voluptuosidad de los sentidos, y el lujo del mundo. La cabeza pasa de la hija a la madre, de esta manera el vil Israel arroja la gloria de su ley a los pies del placer y de la incredulidad. Terminados los tiempos de la ley y sepultados con Juan, sus discípulos anuncian al Señor lo acontecido y pasan de la ley al Evangelio.
San Jerónimo
O de otro modo, vemos nosotros en el día de hoy, que los judíos perdieron en la cabeza de Juan a Cristo, cabeza de todos los profetas.
Rábano
Y también se ha perdido para ellos la lengua y la voz del profeta.
Remigio
O de otro modo, la decapitación de Juan significa la disminución de su fama entre los judíos que lo tenían por Cristo ( Lc 8), así como la exaltación del Señor sobre la cruz anuncia el avance de la fe. Por eso dijo Juan: "Es necesario que él crezca y que yo disminuya" ( Jn 3, 30).