Catena Áurea
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← Mt 15, 15-20 →
Y respondiendo Pedro, le dijo: "explícanos esa parábola". Y dijo Jesús: "¿aun también vosotros sois sin entendimiento? ¿No comprendéis que toda cosa que entra en la boca, va al vientre, y es echado en un lugar secreto? Mas lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que ensucian al hombre. Mas el comer con las manos sin lavar, no ensucia al hombre". (vv. 15-20)
Remigio
Tenía el Señor la costumbre de hablar por parábolas y por esta razón, después de haberlo escuchado Pedro, creyendo que las palabras: "No ensucia al hombre lo que entra en la boca" ( Mt 15, 11), era una parábola, preguntó al Señor de esta manera: "Explícanos esa parábola". Y como había hecho la pregunta en nombre de los demás, de ahí que el Señor lo reprendiera a él y a los demás. Por eso sigue: "¿Aun también vosotros sois sin entendimiento?"
San Jerónimo
El Señor reprende a Pedro porque éste creyó que era una parábola lo que El dijo con toda claridad. De donde se deduce que el oyente que quiere entender con claridad lo que es oscuro o tratar como oscuro lo que es claro, es un necio.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51, 4
Lo reprende el Señor, no porque su pregunta se apoyase en alguna duda, sino en el escándalo de los fariseos. Las gentes no comprendieron lo que les había dicho y los discípulos se escandalizaron. De aquí el que le preguntaran como de parte de los fariseos, y el que al oír cosas tan elevadas como: "Toda planta que no plantare mi Padre celestial, será arrancada de raíz"( Mt 15, 13) fueran reprendidos. Pero Pedro, que era fogoso, no se calla tan fácilmente y por eso el Señor lo reprende y le dice el motivo de su reprensión en estos términos: "¿No comprendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en un lugar secreto?".
San Jerónimo
Algunos han calumniado al Señor por este pasaje, diciendo que El no conocía las leyes físicas de nuestro cuerpo puesto que dice que los alimentos caen en el vientre y luego para la digestión pasan a un lugar secreto, siendo así que una vez deglutidos los alimentos, se distribuyen en todos los miembros, en las venas, en los nervios y hasta en la médula de los huesos. Pero este reparo no tiene fundamento, porque los alimentos después de la digestión se transforman en un humor ligero, en una substancia líquida y esta sustancia que corre por las venas y los miembros es lanzada por ciertos resortes secretos -que los griegos llaman poros- a las partes inferiores del cuerpo y después caen en lugares secretos.
San Agustín, de vera religione, 40
Después que los alimentos han sido disueltos, esto es, han perdido su forma, pasan a formar el cuerpo y disueltos toman una forma conveniente y renuevan los tejidos. Un movimiento propio de la vida distingue en cierto modo unos de otros y toma para levantar el edificio visible del cuerpo los que conducen a este fin. Mas los que no sirven para este objeto, son lanzados por ciertas vías a propósito. Parte de ellos, los más gruesos, vuelven a la tierra a fin de transformarse de nuevo. Otra parte es exhalada del cuerpo y otra recibe las cantidades ocultas de todo el animal y sirve para la generación.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51, 4
Y al decir el Señor estas cosas a sus discípulos, les responde aún según la enfermedad de los judíos. Porque les dice que el alimento sale y no queda. Y aunque permaneciera, no ensuciaría el cuerpo. Pero ellos no podían comprender esto. Por eso Moisés les había dicho que se considerase como impuro todo el tiempo en que permanecían dentro los alimentos y les manda lavarse por la tarde, por ser éste el tiempo que media entre la digestión y la expulsión de los alimentos.
San Agustín, de Trinitate, 15, 10
El Señor ha dado a entender dos cosas diferentes bajo el nombre de boca: el cuerpo y el corazón. Porque el decir: "Que lo que entra en la boca, etc." significa el cuerpo y en las palabras: "Mas lo que sale de la boca sale del corazón y esto ensucia al hombre", habla del corazón.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51, 4
Lo que está dentro del corazón permanece en el hombre y no sólo lo que queda, sino lo que sale del hombre puede ensuciarlo, y mucho más lo que sale. Por eso añade: "Del corazón salen los pensamientos malos, etcétera". Y pone en primer lugar los pensamientos malos, por el vicio que tenían los judíos de tender lazos al Señor.
San Jerónimo
Lo que hay de principal en el alma del hombre no lo coloca Cristo en el cerebro como Platón, sino en el corazón y según esta opinión, son reprensibles los que opinan que todos los pensamientos son resultado de las sugestiones del demonio y no de la propia voluntad del hombre. El demonio puede ayudar, incitar o enardecer los malos pensamientos, pero no puede ser el autor de ellos. Porque si desde sus emboscadas inflama con su aliento la llama ligera de nuestros pensamientos, no debemos concluir de esto que él penetra en las profundidades del corazón; sino que él, por las posturas y movimientos del cuerpo, conjetura lo que pasa en el interior. Así, por ejemplo, si ve que nosotros miramos con interés e insistencia el rostro bello de una mujer, comprende por nuestros ojos, que nuestro corazón se halla herido por las flechas del amor.
Glosa
De los pensamientos malos provienen también las acciones malas y las palabras malas prohibidas por la ley. Por eso añade: "Los homicidios", que están prohibidos por el precepto "No matarás" ( Ex 20, 13); los adulterios y fornicaciones, que también lo están por este otro precepto: "No fornicarás" ( Ex 20, 14); los hurtos, por: "No hurtarás" ( Ex 20, 15); los falsos testimonios por: "No levantarás falsos testimonios contra el prójimo" ( Ex 20, 16); las blasfemias por: "No tomarás el nombre de tu Dios en vano" ( Ex 20, 7).
Remigio
El Señor, después de nombrar los vicios prohibidos por la ley divina, añade con oportunidad: "Esto es lo que ensucia al hombre", es decir, lo vuelve inmundo e impuro.
Glosa
Y como la perversidad de los judíos que preferían sus tradiciones a los preceptos divinos había dado origen a estas palabras del Señor, de ahí que el Señor concluya con las siguientes palabras para demostrarles la inconveniencia de esas tradiciones: "Mas el comer con las manos sin lavar, no ensucia al hombre".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51, 4
Mas el Señor no dijo que no ensucia al hombre el comer manjares prohibidos por la ley, a fin de que no pudieran contradecirlo, sino que concluye con aquello mismo sobre que versaba la cuestión.