Catena Áurea
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← Mt 16, 20-21 →
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a ninguno que El era Jesús el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que convenía ir El a Jerusalén, y padecer muchas cosas de los ancianos y de los escribas, y de los príncipes de los sacerdotes, y ser muerto, y resucitar al tercer día. (vv. 20-21)
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Después de haber confesado Pedro a Cristo Hijo de Dios, a fin de que no fuesen a contarlo a otros, añadió el Señor: "Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a ninguno, etc."
San Jerónimo
Cuando el Señor envió a sus discípulos a predicar, les mandó que anunciasen su venida, cosa al parecer contraria a lo que en este pasaje les encarga, esto es, que no digan a nadie que El es Jesucristo. A mí me parece que una cosa es predicar a Cristo y otra predicar a Jesucristo. Porque Cristo es un nombre común de dignidad y Jesús significa propiamente Salvador.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Quizás le anunciaran los apóstoles de una manera vaga y como un hombre grande y admirable y no como a Jesucristo. Y si alguno pretende, que ya entonces los apóstoles lo anunciaron como Cristo, tendrá que decir que el Señor quiso que en adelante ellos hicieran una ligera mención de su nombre, a fin de que, permaneciendo su nombre en el silencio durante algún tiempo, pudieran los oyentes digerir aquello que tan ligeramente habían oído de Cristo. O también, esta cuestión se debe resolver de tal manera, que parezca que todo lo que se ha dicho antes sobre la predicación de Cristo no se refiere al tiempo anterior a la resurrección de Cristo, sino a tiempos futuros después de la resurrección. Y lo que manda el Señor: "Que no lo digan a nadie" convenía entonces a los apóstoles. Porque era inútil que lo predicasen y callasen su cruz.
Les manda que no digan a nadie que El es el Cristo y sin embargo los prepara a que después digan que El es el Cristo, el que fue crucificado y resucitó de entre los muertos.
San Jerónimo
A fin de que nadie pueda suponer que no hemos hecho más que exponer nuestra opinión, en estas palabras el Señor dice la causa de haber prohibido el que se lo predicara: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que convenía ir El a Jerusalén y padecer, etc." El sentido es el siguiente: cuando hubiera padecido todos estos tormentos vosotros empezaréis a predicarme, porque no conviene predicar a Cristo en público y anunciar su majestad en medio de los pueblos, que lo han de ver después azotado y crucificado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54, 3
Difícilmente permanecerá en el corazón de muchos lo que una vez ha echado raíces y se arranca después, ya que llega a su crecimiento lo que una vez se ha plantado y después permanece inmóvil. Por esto el Señor se detiene en estas tristes predicciones y a propósito multiplica sus palabras para abrir la inteligencia de sus discípulos.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Y mirad cómo no dice: y comenzó a decirles o a enseñarles, sino a manifestarles. Porque así como se dice, que las cosas visibles se manifiestan, así se dice, que Cristo manifestaba lo que hablaba. Mas yo no opino que a los que vieron a Cristo padecer tantos tormentos corporales, les fueron manifestados esos tormentos que presenciaban, como a los discípulos, que comprendieron las palabras del Señor acerca del misterio de su pasión y resurrección. Entonces fue cuando les empezó a explicar este misterio que después, cuando los discípulos tuvieron más capacidad, , desarrolló cumplidamente. Porque todo lo que Jesús comienza, lo lleva a su término. Y convenía que Jesús fuese a Jerusalén, para que fuese inmolado en la Jerusalén de abajo, en la Jerusalén terrestre, antes que por su resurrección reinara en la Jerusalén celestial, en la que está arriba ( Gál 4). Después que resucitó Jesús y otros resucitaron con El, no se habla ya de la Jerusalén de aquí abajo o de la casa de oración que ella encierra, sino de la Jerusalén de arriba. El Señor sufre muchas cosas de parte de los ancianos de la Jerusalén terrestre, para ser glorificado de parte de aquellos ancianos celestiales que gozan de sus beneficios. Y al tercer día resucitó de entre los muertos, y para aquellos que arrebata del mal, adquiere la gracia de ser bautizados en su espíritu, en su alma y en su cuerpo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que son los tres días, siempre presentes para aquellos, que mediante esos días fueron hechos hijos de la luz.