Catena Áurea
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Y cuando entró en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad, diciendo: "¿Quién es éste?" Y los pueblos decían: "Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea". Y entró Jesús en el templo de Dios, y echaba fuera a todos los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vendían palomas. Y les dice: "Escrito está: mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Y vinieron a El ciegos y cojos, en el templo, y los sanó. Y cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que había hecho, y los muchachos en el templo gritando y diciendo: "Hosanna al Hijo de David", se indignaron. Y le dijeron: "¿Oyes lo que dicen éstos?" Y Jesús les dijo: "sí: ¿Nunca leísteis que de la boca de los niños y de los que maman sacaste perfecta alabanza?" (vv. 10-16)
San Jerónimo
Habiendo entrado Jesús con todas aquellas gentes, toda la ciudad de Jerusalén se conmovió, admirando que viniera tanta gente y desconociendo la causa. Por esto dice: "Y cuando entró en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad diciendo: ¿Quién es éste?"
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 38
Se admiran con razón cuando ven aquella cosa admirable: un hombre que era aclamado como si fuese Dios; y Dios que era alabado en un hombre. Y yo creo que ni aun los mismos que lo aclamaban sabían lo que aclamaban; pero el Espíritu Santo, habiendo entrado en ellos de repente, les inspiraba aquellas palabras de verdad.
Orígenes, homilia 15 in Matthaeum
Y cuando entró Jesús en Jerusalén, asombrados ante aquellas virtudes sobrenaturales decían: ¿quién es este Rey de la gloria? ( Sal 24, 8).
San Jerónimo
Y a los demás, que dudaban o preguntaban, les contestaba la plebe. Por esto sigue: "Y los pueblos decían: Este es Jesús", etc. Siempre suele suceder que las cosas empiezan por poco cuando han de llegar a mucho. Llaman profeta a Aquel de quien Moisés había dicho que vendría uno semejante a él, de Nazaret de Galilea, porque allí había sido educado, para que como la flor del campo se alimentase con la flor de las virtudes.
Rábano
Debe advertirse que esta entrada de Jesús en Jerusalén se verificó cinco días antes de la Pascua. Refiere San Juan (cap. 12) que, seis días antes de la Pascua, había venido a Betania y que al amanecer había montado en un pollino y había venido a Jerusalén. En esto debe notarse la gran conformidad que hay no sólo en las cosas, sino también en las épocas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el día décimo del mes primero estaba mandado que se trajese a la casa el cordero que se había de inmolar en la Pascua, porque el Señor, en el día décimo del mismo mes -esto es, cinco días antes de la Pascua- había de entrar en la ciudad en que había de padecer.
Prosigue: "Y entró Jesús en el templo".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 38
Esto era propio de un buen hijo, el pasar en seguida a la casa de su padre para tributarle allí el honor debido. Y del mismo modo tú debes imitar a Jesucristo: cuando entres en alguna ciudad debes lo primero ir a la iglesia. Esto también era propio de un buen médico, porque cuando entra en una ciudad enferma para curarla debe, en primer lugar, conocer el principio del padecimiento. Porque así como del templo sale todo lo bueno, así del templo procede todo lo malo. Cuando el sacerdocio es bueno, toda la Iglesia resplandece; pero si es malo, toda la fe se debilita. Así cuando ves un árbol que tiene las hojas amarillas, conoces que tiene algún vicio en la raíz; pues del mismo modo, cuando veas un pueblo indisciplinado, debes comprender que sus sacerdotes no son buenos.
Prosigue: "Y echaba todos los que vendían", etc.
San Jerónimo
Debe tenerse en cuenta también que según lo prescrito en la Ley, los judíos debían venir al templo del Señor de todo el mundo y debían acudir desde todos los países en que habitaban. Por este motivo se sacrificaban multitud de víctimas -especialmente en los días festivos-, de toros, de corderos y de chivos. Y con el objeto de que los pobres no dejaran de ofrecer sus sacrificios estaba mandado que éstos ofreciesen pichones de palomas y tórtolas. Sucedía también que los que venían de lejos no tenían víctimas. Razón por la que los sacerdotes inventaron el modo de facilitarles la manera de ofrecerlas, así como todos los animales -que se podían necesitar para el culto-, y por esto vendían. Además con el fin de venderlas a los que no tenían ellos mismos volvían a vender las que recibían. Esta maniobra astuta quedaba frecuentemente desbaratada por la pobreza de los peregrinos, que carecían de recursos y no sólo no traían víctimas sino que tampoco tenían con qué comprarlas. Por lo tanto, pusieron allí cajeros que daban dinero prestado con algún interés. Como estaba mandado en la ley que ninguno diese dinero con usura, y como no podía utilizarse el dinero procedente de ella, y como de esto no le resultaba beneficio alguno, sino que antes al contrario, perdían algunas cantidades, inventaron otra maña -esto es otra arte- para poder obtener beneficios, y para poder sostener cambistas en vez de prestamistas. Recibían, pues, como interés garbanzos tostados, pasas de uvas, y manzanas de diversas clases. Por lo tanto, como los cambistas no podían recibir usura en metálico, la recibían en especie. Y así, lo que no se podía exigir en dinero lo exigían en estas cosas que después reducían a dinero. Casi esto mismo dijo Ezequiel en estas palabras: "No recibiréis usura ni superabundancia alguna" ( Ez 18, 17). Bajo este aspecto, el Señor vio que su casa se había convertido en casa de negociación o de hurto. Y movido entonces por el ardor de su espíritu arrojó del templo a una multitud de gente.
Orígenes, homilia 15 in Matthaeum
Porque allí no debían vender ni comprar, sino únicamente dedicarse a la oración los que se reúnen en la casa de oración. Por esto sigue: "y les dice: Escrito está, que mi casa se llamará casa de oración" (según dice Isaías, cap. 56).
San Agustín, regula ad servus Dei, 3
Nadie haga cosa alguna en el oratorio, sino aquéllas a las que está destinado y de las que este recibe el nombre.
Prosigue: "Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".
San Jerónimo
Aquel que convierte el templo del Señor en cueva de ladrones es ladrón, que desea obtener ganancias por medio de las cosas de religión. A mí me parece que entre los muchos prodigios que hizo Jesucristo, éste fue uno de los mayores; porque un solo hombre, despreciable en aquellos días -tanto, que poco después fue crucificado-, pudo arrojar tanta multitud de gentes a fuerza de golpes que daba con un solo látigo, en presencia de los escribas y de los fariseos, que bramaban contra El y veían que se destruían sus ganancias. Salía fuego de sus ojos y éstos brillaban como las estrellas, resplandeciendo en su cara la majestad de la divinidad.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 67
Es indudable que el Señor no hizo esto una vez sola, sino dos veces; porque de la primera habla San Juan y de la segunda los otros tres evangelistas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 67, 1
Y en esto se agrava la acusación contra los judíos; porque habiendo hecho esto por dos veces, sin embargo, permanecían en su demencia.
Orígenes, homilia 15 in Matthaeum
En sentido espiritual puede decirse que el templo de Dios es la Iglesia de Cristo. Hay también muchos en ella que no viven espiritualmente -como se debe-, sino que obran según los deseos de la carne. Por sus actos convierten la casa de oración, construida de piedras vivas, en cueva de ladrones. De modo que con seguridad podemos decir que son tres las clases de personas arrojadas del templo: todos aquellos cristianos que no se ocupan más que de comprar y vender y no oran ni ejecutan otras buenas obras sino rara vez, son los que compran y venden en el templo. Los diáconos, que no administran bien los fondos de las iglesias, y que se enriquecen a costa de los pobres, son los prestamistas de dinero que tienen las mesas de las recaudaciones que Jesucristo derribó (que los diáconos presidían las mesas de las recaudaciones eclesiásticas, lo leemos en los Hechos apostólicos). También los Obispos que entregan las iglesias a los que no deben son los que venden las palomas, esto es, la gracia del Espíritu Santo, cuyas cátedras derribó Jesucristo.
San Jerónimo
Según se comprende a primera vista, las palomas no estaban en las cátedras sino en las canastas, a no ser que se diga que los que vendían palomas se sentaban en las cátedras, lo cual es un absurdo. Por las cátedras, lo que se da a conocer, es la dignidad de los que enseñan, la cual queda anulada en el momento en que la enseñanza está inspirada sólo por la ganancia. Obsérvese también que los altares de Dios son llamados mesas de prestamistas por la avaricia de los sacerdotes. Lo que hemos dicho acerca de las iglesias, cada uno debe entenderlo de sí mismo, porque como dice el Apóstol: "Vosotros sois templo de Dios" ( 2Cor 6, 16). Por lo tanto, que no haya negocio alguno en la casa de vuestro corazón ni ambición alguna de bienes temporales, no sea que Jesús entre airado y furioso y no limpie su templo de otra manera que por medio del látigo, volviendo a convertirlo de cueva de ladrones en casa de oración.
Orígenes, homilia 15 in Matthaeum
En su segunda venida despedirá y arrojará a aquéllos que encuentre indignos de estar en el templo de Dios.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 38
Y también derribó las mesas de los prestamistas, lo que significa que en el templo de Dios no debe haber más monedas que las espirituales, que llevan la imagen de Dios, no las que llevan el sello terreno. Derribó las cátedras de los que vendían palomas, clamando ipso facto: ¿Qué hacen en el templo esta multitud de palomas para vender si ya ha bajado una paloma gratuita al templo de mi cuerpo?
Y lo que las turbas suplicaban, el Señor lo da a conocer por medio de las obras. Por esto sigue: "Y vinieron a El ciegos y cojos, en el templo, y los sanó".
Orígenes, homilia 15 in Matthaeum
En el templo de Dios (esto es, en la Iglesia), en verdad que no todos ven ni todos andan bien. Sólo sanan aquellos que entienden que de nadie sino de Cristo se necesita para curarse y se acercan al Verbo de Dios.
Remigio
Esto de sanar en el templo significa que los hombres no pueden ser curados sino en la Iglesia, a quien se le ha dado facultad de atar y de desatar.
San Jerónimo
Si Jesucristo no hubiese derribado las mesas de los prestamistas y las cátedras de los que vendían palomas, los ciegos y los cojos no hubiesen merecido conocer la luz primitiva ni sentir en el templo una profunda impresión.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 67, 1
Y como los príncipes de los sacerdotes no lo comprendían así sino que se indignaban de los demás milagros y de las aclamaciones de los niños que gritaban, por esto sigue el texto: "Y cuando los príncipes de los sacerdotes vieron", etc.
San Jerónimo
Como los sacerdotes no se atrevían a poner sus manos sobre el Salvador se contentaron con calumniar sus acciones y el testimonio del pueblo y de los niños que clamaban: ¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Señor. Porque esto no se puede decir más que sólo del Hijo de Dios. Vean, pues, los Obispos y todos los hombres santos cuánto peligro corren al dejar decir estas cosas por ellos, siendo así que tratándose del Señor, de quien se decía esto en verdad, (porque todavía no era firme la voluntad de los que creían) se quería hacer aparecer esta alabanza como un crimen.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 38
Sucede a una columna que si se inclina un poco, cuando recibe peso se inclina más hacia aquel lado. Así, cuando el corazón del hombre es malo, si ve u oye hablar de acciones de un hombre justo, no las aplaude, sino que por el contrario se excita más bien a la envidia, los sacerdotes se irritaron de este modo contra Jesucristo diciendo: "¿Oyes lo que dicen éstos?"
San Jerónimo
Pero la contestación del Salvador fue muy prudente, no dijo (lo que los escribas querían oír): hacen bien los niños en dar testimonio de mí; ni tampoco: se equivocan, son niños y debéis dispensar a su edad, sino que al aducir el pasaje del Salmo 8, y callando el Señor, les presenta un ejemplo tomado de las Sagradas Escrituras, que confirman las palabras de los niños. Y por esto sigue: "Mas Jesús les dijo: Ciertamente nunca leísteis que de la boca de los niños sacaste perfecta alabanza".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 38
Como diciendo: Sabed que éstos claman así por causa mía. ¿Acaso es culpa mía que el profeta haya predicho con tantos cientos de años de anticipación lo que hoy sucede? Los niños y los que maman no pueden conocer ni alabar a nadie. Se llaman niños, no por su edad, sino por la sencillez de su corazón; y que maman, porque, con la suavidad de la leche, casi como que claman, movidos por la complacencia de cosas admirables. Se llama leche, pues, la ejecución de cosas milagrosas, porque los milagros no exigen trabajo alguno de los que los ven sino que se complacen en su admiración, y con más suavidad invitan a la fe. El pan es la enseñanza de la perfecta santidad, que no pueden recibir sino cuando sus sentidos son movidos al conocimiento de las cosas espirituales.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 67, 1
También puede decirse que representaba para los gentiles y servía para los apóstoles de gran consuelo, y para que no se afligiesen sino que pudiesen predicar, quiso que sus hijos le precediesen deponiendo su temor, puesto que les había de confiar la predicación que había hecho cantar por medio de estos niños. También significa este milagro, que Jesucristo es el autor de la naturaleza, porque los niños decían cosas significativas, conformes con los profetas, mientras que los hombres decían necedades y cosas llenas de furor.