Catena Áurea

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Entonces fue Jesús con ellos a una granja llamada Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras que yo voy allí y hago oración". Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y angustiarse. Y entonces les dijo: "Triste está mi alma hasta la muerte: esperad aquí y velad conmigo". (vv. 36-38)


Remigio
Poco antes el Evangelista había referido que una vez terminado el himno, salió con sus discípulos al monte de los Olivos, y para manifestar a qué sitio del expresado monte se dirigió, dijo a continuación: "Entonces fue Jesús con ellos a una granja", etc.

Rábano
San Lucas dice: "Al monte de los Olivos" ( Lc 22, 40), y San Juan "Al otro lado del torrente Cedrón" ( Jn 18, 1), que es lo mismo que Getsemaní, y éste es el lugar en que oró, a la falda del monte de los Olivos, en donde existe un huerto, y en donde también está edificada la iglesia.

San Jerónimo
Getsemaní quiere decir valle riquísimo, en el que mandó que sus discípulos se detuviesen un poco y esperasen su vuelta, hasta que solo el Señor orase por todos.

Orígenes, in Matthaeum, 35
No convenía que fuese apresado allí donde había cenado con sus discípulos; pero sí convenía que orase antes de ser apresado y eligiese un lugar solitario a propósito para orar. Por esto sigue: "Y dijo a sus discípulos: sentaos aquí mientras que yo voy allí y hago oración".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83, 1
Dice esto, porque los discípulos seguían a Jesucristo todos juntos, y acostumbraba a orar separado de sus discípulos. Esto lo hacía instruyéndonos para que en la oración busquemos el reposo y la soledad.

San Juan Damasceno, de fide orth. 3, 24
Y como la oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios, ¿de qué manera oraba el Señor? Porque su alma no necesitaba elevarse a Dios, pues era una persona con el Verbo de Dios 1; ni tampoco pedir lo que viene de Dios, porque Jesucristo es Dios y hombre a la vez. Pero haciéndose semejante a nosotros, nos enseñó a pedir a Dios Padre por mediación de El mismo, a la manera que dominó sus pasiones, para que triunfando nos alcanzase la victoria contra ellas. De este modo ora allanándonos el camino que nos lleva a Dios, cumpliendo toda justicia por nosotros, reconciliándonos con su Padre y honrándole como a su mismo principio y demostrándonos que no es distinto a Dios.

Remigio
Cuando el Señor oró en el monte, nos enseñó en su oración a rogar al Señor por las cosas del cielo. Y cuando oró en Getsemaní, nos enseñó que procuremos perseverar humildes en la oración.

Rábano
Sabiamente se dice que ora en el valle de la abundancia al aproximarse la pasión, para manifestar que sufría la muerte por nosotros en el valle de su humildad y en la abundancia de su caridad. También nos dio a conocer, en sentido espiritual, que no llevemos un corazón destituido de la abundancia de la Caridad.

Remigio
Y como había escuchado la fe de los discípulos y la constancia de su devota voluntad para con El, pero sabía ya que se turbarían y dispersarían. Por lo mismo les mandó que se sentaran en aquel lugar, porque el sentarse es propio del que descansa, y habían de trabajar los que le habían de negar. De qué manera salió, lo da a entender cuando añade: "Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, empezó a contristarse y angustiarse". Esto es, tomó a aquéllos a quienes había manifestado en el monte el esplendor de su majestad.

San Hilario, in Matthaeum, 31
Pero como dice: "Empezó a contristarse y a angustiarse", los herejes creen que el Hijo de Dios tuvo miedo a la muerte. Porque afirman que no era eterno, ni existía de la infinidad de la esencia del Padre, sino que fue hecho de la nada por Aquél que crió todas las cosas. Que por lo tanto había en El la ansiedad del dolor y el miedo consiguiente de la muerte, como quien pudo temer la muerte y pudo morir y entonces, el que pudo morir aun cuando haya de existir siempre en lo futuro, no por esto es eterno en Aquél que se engendró a sí mismo. Si los herejes fuesen capaces de dar fe a los Evangelios, sabrían que el Verbo en el principio era Dios, que desde el principio estaba en Dios, y que era igual la eternidad del que engendra que la del engendrado. Pero si el haber tomado carne con todas sus propias flaquezas contaminó o afectó la virtud de su incorruptible sustancia, de manera que sea débil para sufrir, temerosa para morir, también estará sometida a la corrupción. Y de este modo cambiada la eternidad en miedo, lo que en ella es, podría alguna vez no ser. Dios siempre existe sin medida de tiempo; y como es, tal es eternamente. Nada pudo, por tanto, morir en Dios, ni en sí puede haber miedo alguno en Dios.

San Jerónimo
Pero nosotros decimos que de tal manera tomó el Hijo de Dios al hombre pasible, que la divinidad permaneció impasible; padeció, en realidad, el Hijo de Dios (no de una manera aparente, sino real), todo aquello que atestigua la Sagrada Escritura, según aquello en lo que podía padecer, a saber, en cuanto a la naturaleza que tomó.

San Hilario, de Trinitate, 10
Opino que algunos pretenden que no hubo cosa alguna para temer, sino por causa de la pasión y de la muerte. Mas yo pregunto a los que así juzgan, si es razonable que pudiera temer la muerte aquél que, quitando a los apóstoles todo temor de la muerte, les exhortó a la gloria del martirio. Porque, ¿qué pudo temer en la muerte quien devuelve la vida a los que mueren por El? Además, ¿qué dolor de muerte podía temer el que iba a morir por su propia voluntad? Si aun la pasión había de honrarle, ¿cómo había de entristecerle el temor de ella?

San Hilario, in Matthaeum, 31
Pero como ya hemos visto que el Señor se entristeció, veamos las causas de su tristeza. Había dicho antes a sus discípulos que se escandalizarían; advirtió que San Pedro le negaría tres veces; y habiendo tomado con El a Santiago y a San Juan, empezó a entristecerse. Por tanto, no se entristeció hasta que los tomó, sino que todo el miedo empezó después de haberlos tomado, y así la tristeza no nació de lo que El podría sufrir, sino de lo que sucedería a aquéllos a quienes tomó. 2

San Jerónimo
Se entristecía el Señor, no por el temor de padecer, porque había venido a esto, y había reprendido a Pedro porque temía, sino por la infidelidad de Judas, el escándalo de sus apóstoles, la repulsión y reprobación del pueblo judío y la destrucción de la desgraciada Jerusalén.

San Juan Damasceno, de fide orth. 3, 23
O de otro modo, todas las cosas que no han recibido antes el ser del Creador, tienen deseo de existir por naturaleza y rehuyen naturalmente el no existir. Por tanto, Dios Verbo, hecho hombre, tuvo este deseo que demostró apeteciendo la comida, bebida y el sueño (por medio de lo que se conserva la vida), y tuvo naturalmente la experiencia de estas cosas. Y por el contrario, deseó el alejamiento de todo lo corruptible. De aquí que en el tiempo de su pasión, la que sufrió voluntariamente, tuvo el temor natural de la muerte y de la tristeza; porque se teme naturalmente la separación del alma y el cuerpo, por la unión natural que Dios ha establecido desde el principio, entre estas dos sustancias.

San Jerónimo
Por lo tanto, para probar nuestro Señor que verdaderamente asumió la humanidad, se entristeció verdaderamente, y para que la pasión no dominase su alma, empezó a entristecerse por causa de la misma pasión. Una cosa es entristecerse, y otra empezar a entristecerse.

Remigio
En este lugar quedan vencidos los maniqueos que decían que el Salvador había tomado un cuerpo fantástico; del mismo modo que aquéllos que dijeron que no tuvo verdadera alma, sino que en lugar de ella estuvo la divinidad.

San Agustín, in lib. 83 Quaest. qu. 80
Tenemos las exposiciones de los evangelistas, por medio de las que sabemos que Jesucristo nació de la Santísima Virgen; fue apresado por los judíos, azotado, crucificado y muerto, y colocado en un sepulcro, lo cual nadie puede entender que sucediera, si no hubiese tenido cuerpo. Ni nadie que no sea un loco podrá entender en sentido figurado estas cosas, puesto que han sido contadas por aquéllos que tenían presente cuanto había sucedido. Así, pues, del mismo modo que todas estas cosas atestiguan que tuvo cuerpo, así también demuestran que tuvo su alma aquellas afecciones, que no pueden encontrarse sino en el alma, las cuales encontramos descritas o mencionadas en los mismos evangelistas: y se admiró Jesús, y se irritó y se entristeció.

San Agustín, de civitate Dei 14, 9
Luego, cuando se refieren todas estas cosas en el Evangelio, no se refieren falsamente, sino que Jesucristo recibió con el alma humana estos movimientos (cuando fue su voluntad), por dispensación ciertísima, del mismo modo que cuando quiso se hizo hombre. Nosotros tenemos estos afectos por debilidad de nuestra humana condición; pero no así el Señor Jesús, cuya debilidad fue por su propia virtud.

San Juan Damasceno, de fide orth. 9, 20
Por lo cual nuestras pasiones naturales estuvieron en Cristo, según la naturaleza y sobre la naturaleza. Según la naturaleza, porque consentía a su carne padecer lo que es propio de ella; y sobre la naturaleza, porque no precedían en El las cosas naturales a la voluntad. Pues nada se considera violento en Jesucristo, sino que todo es voluntario, porque voluntariamente tuvo hambre, temió y se entristeció. Por lo tanto, acerca de la manifestación de su tristeza añadió: "Y entonces les dijo: triste está mi alma hasta la muerte".

San Ambrosio, super Lucam I. 10, De tristitia Christi
Triste, pues, está, no El, sino su alma, porque no está triste la sabiduría, ni tampoco la divina esencia, sino el alma. Porque tomó mi alma y tomó mi cuerpo.

San Jerónimo
Dice que se entristeció, no por la muerte, sino hasta la muerte, hasta librar a sus apóstoles por medio de su pasión. Expliquen, pues, los que aseguran que Jesús tomó alma irracional, cómo se entristece y cómo conoce el tiempo de su tristeza. Pues aun cuando también los brutos animales se entristecen, no conocen ni las causas ni el tiempo que durará su tristeza.

Orígenes, in Matthaeum, 35
O de otro modo: "Mi alma está triste hasta la muerte", como diciendo: ha empezado la tristeza en mí, pero no durará siempre, sino hasta la muerte; porque cuando hubiese muerto al pecado, moriré también a toda clase de tristezas, que tan gran principio tuvieron en mí. "Esperad aquí", etc. Como si dijese: a los demás les he mandado permanecer allí como más débiles, preservándoles tranquilos de esta agonía; pero a vosotros, como más fuertes, os he traído para que trabajéis conmigo en las vigilias y en las oraciones. Sin embargo, quedaos también aquí vosotros, para que cada uno permanezca firme en el grado de su vocación, porque toda gracia, por grande que sea, tiene otra mayor.

San Jerónimo
O de otro modo, no les impide el sueño, para el cual no había tiempo por la inminencia del peligro, sino que les prohibe entregarse al sueño de la infidelidad y entorpecimiento de la inteligencia.

Notas

1. Si bien el Verbo encarnado es persona divina, no se puede dejar de considerar su naturaleza humana con todas las necesidades y operaciones que le son propias.
2. A la luz del crecimiento en la comprensión de la fe cristológica, es más fácil considerar las limitaciones y fragilidades propias de la naturaleza humana en una visión completa de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

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